*Obra de Esther Andradi.
EL SOL*
(XIX)
Mi pequeña hija bate palmas, se agacha debajo de la mesa para
encontrarse con sus amigos en el otro lado del océano, para hablar con sus
hermanos no nacidos, con la abuela que no conoció. Mi hija me enseña la zona de
vacío entre al madera y el piso desde
donde ve. Y me invita a seguirla. Me inclino hacia abajo y creo que veo. Pero
ella sabe que no veo. Entonces me toma de la mano y me dice:
- Así no. Así- y apoyando la
sien al borde de la silla forma un ángulo agudo entre su cuerpo y el suelo.
Un arco se dibuja entre el sol y la sombra a esta hora de la tarde.
- Así puedes ver, mamá. Así.
Y entrecierra los ojos.
-De: Tanta Vida novela, Simurg Buenos Aires 1998
DEL ÚTERO AL MUNDO, DEL MUNDO A LA TIERRA...
-Textos de Esther Andradi-
http://www.andradi.de/es/obra/
AGUA VA
En el mar del vientre, todos somos viajeros y
migrantes. Del útero al mundo, del mundo a la tierra, vamos pasando las
estaciones de elemento en elemento. Del agua al aire, del aire al fuego, de ahí
a la tierra y viceversa. Así infinitamente. Desterrados, desuterados, con la
nostalgia de un mar que nos contuvo en la cuna, vamos por el mundo añorando
raíces. Pero el agua no tiene donde aferrarse: hay que dejarse llevar con su
devaneo.
-De: Microcósmicas. Macedonia
Ediciones, Buenos Aires 2015, 2017
LA CADENA MILAGROSA
(si la cortas, te llenas de espinas)
Esta es la cadena de Santa Rosa de Luxemburgo, la revolución la
tenga en su gloria; que descanse hoy para que mañana nos siga inspirando, que
nos de agua y luz allá donde desierto y oscuridad se ciernen. Algunos de los
que recibieron esta cadena se burlaron, desde entonces la desgracia ha caído
sobre ellos y sus semejantes, se les ha descargado la explotación del hombre
por el hombre y de la mujer por el hombre, su madre ha dejado de respetarlos y
sus hijos han jurado ser huérfanos frente al censo oficial. La vergüenza y el
horror se apoderó del resto de sus conciencias y la tortura cotidiana les
recuerda lo que el mundo habría sido si ellos y ellas hubieran continuado esta
cadena milagrosa. El milagro se cierne sobre el mundo, solo tienes que
extenderle tus brazos para que te alcance. Ayudar a que la revolución te roce
puede ser esforzado pero si no lo hicieras, condenarás a tu especie a la
desaparición y por los siglos de los siglos, allá donde las paralelas se
juntan, verás retratada enteramente tu mentira, tu espanto, tu fealdad.
Cumple con Rosa y recibirás la Rosa
Haz veinticinco copias de esta cadena, trata que no sean
fotostáticas para que no te infecte el diablo electrónico. Escríbela a mano como
en otros siglos, utiliza papel de desecho, no la envíes por correo ni por
e-mail, pásala bajo las rendijas de las puertas, haz que se cumpla, que nadie
la corte, porque si la cadena se corta, la Rosa te condena, hincándote con sus
espinas.
¿¡Y qué será de nosotros sin la Rosa?!
-De: Berlín es un cuento Novela,
Alción, Córdoba 2007, 2009:
MAMÁ AMASA LA MASA
El universo se expande. La lucha entre la energía y
la materia oscura. Mientras la materia oscura alienta la vida, el orden, la
energía oscura, impaciente, se estira.
Somos la masa de un pastel que no está listo. Una
doña Petrona fuera de órbita apronta el horno. Varios millones de años le viene
costando esta mezcla. ¿Le resultará esta vez?
Somos obstinados grumos de una masa imperfecta.
Sólo una buena batida nos pondrá en forma, si es que aún tenemos arreglo.
-De: Microcósmicas. Macedonia Ediciones, Buenos Aires 2015, 2017
LA MARMITA
Érase que se era una olla enorme. Recién un largo rato después de
arrojar los ingredientes, llegaba desde el interior el eco de los caídos. A fin
de remover los aderezos, se usaba una cuchara de madera en forma de balsa, y
los más arriesgados solían montarla para sumergirse, protegidos por capas
aislantes a fin de degustar el adobo. Entretanto, los acróbatas hacían
malabares para dar vuelta la cuchara desde el mango, manteniéndose firmes en la
cúpula, emborrachándose con los aromas que emergían de las profundidades. Los
prestidigitadores se deslizaban por los parapetos construidos en los bordes, a
fin de disfrutar la cocción con toda la familia. Y desde las márgenes arrojaban
cebolla, ajo a discreción, berros picados en menudos trocitos, alcaparras,
huacatay, macís, chile, enebro y alcaravea. Equilibristas caminaban por la soga
que unía la marmita de lado a lado, espolvoreando un poco de comino y cardamomo
por acá, otro poco de estragón y orégano silvestre por allá, una buena porción
de jenjibre y pimienta en grano, junto a semillas de trigonella y eringes
escarchados. Después despojaron a los mariscos de su corsé y arrojaron
centollo, langosta y cangrejo al líquido bullente.
Un golpe de viento azaroso apagó el fuego, y el potaje comenzó a
entibiarse en su salsa. Aprovechando el momento propicio, se deslizaron por la
ubre gigantesca, llegando a bordo de sus cucharas.
Desde entonces están comiendo.
-De: Microcósmicas. Macedonia
Ediciones, Buenos Aires 2015, 2017
EL LABERINTO
Soñé que mi gata me exigía escribir su historia. Me ponía en un
corralito con mi computadora, me tiraba un ovillo de lana roja al piso y me
ordenaba:
—¡Escribí!
Yo pensaba en el laberinto. ¿Sería ésta la verdadera historia de
Ariadna y el hilo rojo? Nadie me había dicho que el Minotauro estaba con una
gata.
¿El Minotauro había sido Michitauro?
Mi gata salta sobre el teclado de mi compu, me obliga a escoger
signos que desconozco, se apodera del ratón.
Y me mira, me mira fijamente.
Desde ayer sé lo que ella quiere. Pero yo no sé escribir.
Ella me mira y se ríe. Sabe que tampoco puedo leerla.
-De: Microcósmicas. Macedonia
Ediciones, Buenos Aires 2015, 2017
VINO
Mi cara se parece cada vez más a una pasa.
Las arrugas me visten la sonrisa de lomo de tortuga, el llanto de
crisálida, la seriedad de pasa nomás.
Por eso bebo tanto.
Para macerarme en alcohol y así poder tragarme.
Lástima que no puedo sobornar al espejo.
Pero quizá termine disolviéndome en saliva, acogiéndome al
privilegio de las hostias.
-De: Come, éste es mi cuerpo Último
Reino 1991, 1997
CARNES I
¿Hay algo más masculino que la carne?
¿Más violento y lleno de provocaciones que un trozo de carne fresca
colgando del gancho? A veces, cuando mi esmerado casero destroza la carne con
un hacha y sobre un tronco – procedimiento común en los mercados peruanos, pero
que, como se sabe no es lo más apropiado- después, mientras sorteo astillitas
de madera y huesitos triturados, siento que me como un macho. Un camionero en
musculosa, bigotes y barba incluida.
Prefiero las verduras y frutas, mil veces. Pero entre nosotras las
hay carnívoras...¡ y cómo!
-De: Come, éste es mi cuerpo. Último
Reino, Buenos Aires 1991, 1997
CARNES II
Verdad es que también existen aquellas carnes andróginas, y una que
otra asexuada, tierna como recién nacido. Entre las primeras, qué duda cabe,
están todas las formas de los lomos exceptuando aquellos fuertemente aderezados
-con pimienta por ejemplo- que me retrotraen indefectiblemente a la imagen del
hombre del camión.
Entre las segundas, el insípido pollo y algunas variedades de
pescados.
¿Los mariscos? Esos tienen todos los sexos y aun los que no tienen
nombre, toxinas incluidas, sazonando la moral y el rito de chupar y sorber el
laberinto de sus interiores. Como decía Proust -“con todo el pasmo y el dolor
del amor“-
O como dijo alguna vez una analista querida: “-No se preocupe por
sus opciones sexuales. Los pansexuales como usted, no conocen reglas- “
Igualito a los mariscos.
-De: Come, éste es mi cuerpo. Último
Reino, Buenos Aires 1991, 1997
CARNES III
Y ni qué decir, que si hay que elegir entre masculinidades, atraco
con los chicharrones. Crocantes, irremediablemente sebosos, calientes y
deliciosos. A cualquier hora, pero preferiblemente al desayuno, después de una
noche larga.
Seductores varoniles, los chicharrones, casi siempre indigestos
después, pero entretanto qué buenos.
-De: Come, éste es mi cuerpo. Último
Reino, Buenos Aires 1991, 1997
NUECES
Los vegetarianos me dijeron que una nuez tiene las mismas proteínas que un bife.
Así que el domingo compré nueces.
Soy mujer de ideas antiguas o bien de escasos artefactos modernos.
Ergo: no dispongo de rompenueces.
De modo que pretendí partir a las condenadas golpeándolas contra la
mesa. Imposible.
Apelé a mi instinto y aplasté una contra otra. Infalible.
La comprobación me enseñó, que aún con feminismo y todo, la mejor
forma de dividir a las mujeres no es aplastándolas contra el piso -como nos
hacen a algunas-, sino apretando una contra otra.
Como las nueces.
-De: Come, éste es mi cuerpo Último
Reino, Buenos Aires 1991, 1997
CEBOLLAS
Somos como la cebolla. Apenas se abren, comienza el
llanto. Superfluo, cierto, porque basta un chorro de agua fría para que todo se
supere. Y después, sólo después, es posible separar hoja por hoja, sin
presiones ni sugestiones, hasta llegar
al fondo mismo del misterio, sin perder la visibilidad entre la niebla de las
lágrimas.
Pero siempre se necesita un buen chorro de agua
fría antes de comenzar. Es bueno no olvidarlo.
-De: Come, éste es mi cuerpo. Último
Reino, Buenos Aires 1991, 1997
LO MÁS PROFUNDO ES LA PIEL
Estaba escrito en mi piel que un día iban a descubrirme. Pero
ellos, incapaces de leer los mapas, tardaron años en darse cuenta de que lo
comestible de mí no eran las flores, ni las hojas, ni el tallo, sino mi raíz,
el tubérculo. Pero igual: era Europa, y yo había dado la vuelta al mundo.
Reyes y ejércitos se rindieron a mis pies, literalmente, porque
sólo accedían a mí de rodillas sobre los campos. Los indios conocían todos mis
parientes, varios centenares y de todos los colores y gustos, porque en casa siempre
fuimos promiscuos, gracias a dios.
Ahora la tecnología me quiere reducir a un par de primos, de piel
amarillenta y despintada, sosos, en una
norma de laboratorio. Pero yo, que estuve en todas acá abajo, sueño con conocer
el universo y no les voy a dar el gusto.
No soy ninguna papafrita.
-De: Microcósmicas. Macedonia
Ediciones, Buenos Aires 2015, 2017
Metamorfosis
Ahora soy una hierba doméstica. Pero supe ser salvaje. Orgías
fueron aquellas: no te puedo explicar la de bichos que entonces se balancearon
entre mis lianas. Nada que ver con el perejil en que me he convertido.
-De "Microcósmicas",
Macedonia Ediciones, Morón, 2015-2017.
Propiedades
A OLGA HERNÁNDEZ
A los bienes que no pueden transportarse se les llama bienes
raíces. Como casas o terrenos. De ahí que alguna gente identifique su propia
raíz con bienes raíces. A quién se le ocurriría una raíz móvil? No quiero hacer
aquí un catálogo de bienes raíces, de los cuales jamás dispuse, pero sí del
papel que desempeñan ciertos espacios en el desarrollo personal, y en
particular la significación de la casa en la vida de las personas. En mi
familia nunca fuimos propietarios, de ahí la categoría de mueble que una va
adquiriendo por el mundo. Junto con la movilidad llegan las palabras, porque
una no puede andar de aquí para allá sin tratar de hacerse entender, mientras
que sí puede quedarse en casa calladita su alma y no me molestes compadre. Por
eso a veces las formas de las letras se apropian de las formas de las casas.
Pero a diferencia de las casas, las letras son muebles. Ocurre que hay casas y
casas, y así como hay gente que vive en una oración completa, otros viven en la
mera letra. Apenas la lisa y llana letra para albergar un cuerpo presente
completo, haciendo honor a aquello que "de esencias están hechos los
arduos caminos del espíritu". También hay quien vive en bibliotecas, es
decir, en espacios donde los forasteros se pasean casi permanentemente por la
sala de estar, lo que sería una forma de los hoteles, las posadas y aún casas
de inquilinato -aunque no se puede comparar un ambiente con otro, por supuesto.
Hay muchos que viven en terrenos prestados. Y otros que usurpan terrenos, una
forma ciertamente menos sólida de ser propietario, porque una se encuentra
siempre entre la acción y el efecto de apropiarse, lo que no deja de tener sus
riesgos en la sociedad moderna. Pero como también hay "leasing" mal
que mal una se defiende. Y por último tampoco falta la letra muerta, un
extendido abanico que abarca desde el famoso Père Lachaise hasta la soledad de
cualquier camposanto de pueblo, inmensos y también modestos territorios para
refugio de guiones, más o menos ilustres, pero guiones al fin.
II
La casa que me vio nacer era de modestísima construcción, una sola
planta en forma de L acostada, como la mayoría de las casas de campo de aquel
entonces. A lo largo de esta L se distendían la cocina, el comedor y el
dormitorio de las niñas -en ese orden- y doblando por la L, la alcoba de los
padres, que cerraba la construcción. Debajo del comedor o sala de estar -que
entre nosotros sólo se usaba como corredor para ir de la cocina hacia uno u
otro dormitorio y viceversa-, se encontraba el ingreso al sótano. Su penumbra
dio lugar a más de una fantasía, pero más allá de ellas, lo decisivo es que
después de las grandes lluvias que asolaron la región, el sótano se llenó de
agua y no pudimos volver a usarlo. Una L con sótano en el medio y algo de
imaginación letrística puede llegar a convertirse en un "lo", nada
más ni nada menos que el artículo neutro del idioma castellano. Así comienza la
escritura de los primeros años de mi vida: Con un "Lo" colgando en la
desmesurada página en blanco de la pampa.
De aquella casa original mi familia pasó a otra algo más compleja,
con dos plantas, una verdadera H. A esta casa prefiero adosarle el inmenso
patio arbolado que le pone sonido a la primera letra muda de mi historia. Eran
seis robustos ejemplares, alineados de dos en dos como en un tablero de damas,
pero no eran damas sino tipas, Tipuana Tipu para los expertos, que así se
llaman estos frondosísimos árboles que se dan con profusión en la llanura
santafesina. Gracias a este patio con proporcionales ínfulas, la H aparecía flanqueada
por una E. Las Tipuana Tipu me acompañaron hasta la adolescencia con sus flores
amarillas y sus chicharras del verano escritas en el paisaje del pequeño pueblo
de provincia adónde nos habíamos mudado. El fragmento de la pampa que comenzaba
con "lo" dejaba paso ahora a los balbuceos del pretérito perfecto HE,
que me vio crecer. Claro que no escribí muchas páginas más a partir de HE,
porque como dije al comienzo, formamos parte de la gran mayoría de la humanidad
que no dispone de casa propia, de un bien raíz donde quedarse, de una casa
adónde volver cuando uno se ausenta, sea para venderla o solazarse en la
nostalgia o ambas cosas, de modo que después de un tiempo de permanecer en un
ambiente letrístico, página o libro, había que salir en busca de otras páginas,
otras bibliotecas, otros estantes vacíos. Partíamos, eso sí, llevándonos lo que
teníamos puesto, es decir, los bienes muebles. La letra era uno de ellos.
III
Las letras son una suerte de caparazón de tortuga o caracol que se
arrastra con el cuerpo, con lo cual quienes vamos por la vida moviéndonos de
aquí para allá solemos justificar nuestro parsimonioso andar en general y
nuestra exasperante lentitud en la producción en particular. El caparazón que
nos protege pero a la vez nos acompaña es nuestra identidad móvil. Acaso lo que
vamos viviendo se va grabando de alguna manera en esta suerte de coraza, que,
movibles y todo como somos, pasa a ser finalmente lo más sólido de nuestra
mínima historia. Siempre y cuando no nos aplaste un camión al cruzar la
autopista.
IV
Hubo por cierto, una casa que concentró mis raíces en la infancia y
que guardo en el jardín de la memoria. No por propia decisión, sino por los avatares
del movimiento, que no siempre es cauteloso y que puede arrasar también con lo
mejor de nosotros. En la casa del abuelo, el padre de papá, los nogales
flanqueaban el ingreso al visitante, los rosales se disputaban un lugar bajo el
sol marcados de cerca por los granados que reventaban en rojo cada otoño
mientras ciruelos, damascos y durazneros se cubrían de frutos no sin antes
dejar algunas ramas al alcance de la mano para que trepáramos los nietos.
Fresas y buganvilias, mandarinos, naranjos y legumbres parecían complacerse por
igual hundiendo sus raíces en el surco húmedo de aquella parcela. La casa en sí
no valía nada, hay que ser sinceros. Era una I mayúscula, los despojos de una
columna dórica donde se sucedían en el más precario estado una cocina humeante
-abuela tenía todavía una cocina a leña-, un comedor, una sala que sólo se
usaba en especiales ocasiones y el dormitorio, donde la última vez que estuve
allí fue para velar al abuelo. En los escasos rincones donde las paredes habían
logrado defender su pintura de la voracidad del tiempo, era posible entrever en
alguna orla decorada la dignidad de antaño. El suelo en cambio, permanecía
cubierto sólo por una capa de cemento, ya que el dinero nunca llegó a alcanzar
para baldosas. Y a mí que me importaba? Si esta casa recostada sobre el vientre
embarazado de la huerta, enmarcada por el cerco frondoso de los árboles,
amortiguados sus ángulos por mullidas enredaderas que protegían la mutación de
los insectos parecía la escritura en sí misma: Una I de tiempo, custodiada por
la eternidad de los olivos. El abuelo, que había dejado sus raíces en el
desierto para buscar fortuna en el Nuevo Mundo, construyó esta casa con sus
propias manos, con las mismas manos arañó la tierra abriéndole surcos, echó las
cimientes, plantó los olivos, dio de comer a sus aves y caballos, protegió el
canto de canarios y asiló los pájaros que se acercaban a este vergel a medio
camino de la pampa y del pueblo que me vio crecer. En esta I del abuelo se
escribía diariamente la historia. Dejó la casa a sus hijos con un ruego: No la
vendan. No es un bien transportable, quiso decir el viejo: Es nuestra raíz en
varios tomos.
V
Desde aquella partida de la HE paterna varias letras fueron mi
refugio transitorio a lo largo del abecedario. La primera de todas fue aquella
casita en el puerto, una humilde P a la que se arribaba por un largo pasillo
que conducía a una única habitación milagrosamente compartimentada en cocina,
baño, sala de estar y de dormir, además de un mínimo ángulo que hacía las veces
de escritorio. Mi perro Bakunin se subía a los tapiales que marcaban el
perímetro de P y solía atrapar con precisión de felino a las gallinas de los
patios adyacentes provocándome horrores ortográficos. Sin embargo este clima
bucólico no fue roto en ninguna medida por los vecinos, habitantes a su vez de
precarias letras, sino por la gramática misma. Partir, como parir, se escribe
con P en castellano. Y yo soy de las que tuvieron que partir, no por nada, sino
porque ahí ya no se podía más vivir.
VI
De aquella letra cursiva -impresa en una participación matrimonial
que se agotó- a la gótica remedando el sello de denegación del permiso de
estadía de la policía de extranjeros- fui escribiendo una que otra página con
los caracteres que se me iban dando. No me faltó por cierto una residencia en
tipo florido, como aquella casita de Barranco que tenía todo el encanto de la
bohemia con los rezongos del mar y su tejido de jazmines. Tampoco puedo olvidar
una breve estadía de letras cortesanas en aquel palacio encantado de Jaipur
donde un jardín bordado de cedros y fuentes cobijara mis acrobacias en las
noches. A veces sin embargo, me agobiaron los caracteres capitales de Udine,
con su frialdad grandilocuente. Tanto como los crepúsculos en Puerto Santa
María, donde meses enteros fui acosada por bastardillas. Aunque pocas
mayúsculas fueron comparables a aquella C invertida del portal de Idris desde
donde sobreviví a Beirut en llamas. De estos achaques me resarciría una larga
estadía en Berlín: Un día en la calle de Hohenstaufen el destino se cruzó de
vereda y por una milésima de segundo fui testigo de su código cifrado. Desde
allí asistí estremecida a aquella payada entre Oriente y Occidente cuando le
crecieron tanto los ojos al muro que acabaron por perforarlo. Y aún cuando
hasta el momento la cosa no haya dado más que para estirar la larga lengua de
una factura, a mí, nadie me quita lo bailado.
VII
Porque hay letras y letras. Varios alfabetos con sus reglas y sus
cifras y un montón de tipos que impregnan los espacios según sus caracteres:
letras gótica, inglesa, capitales y dóricas, cortesanas o redondas, y aquellas
emergidas de la computadora, compuestas de tan mínimos punteados haciendo las
veces de paredes, que nos obligan a los usuarios a disponer cada vez de menos
materia, si queremos refugiarnos en ellas. Incluso daría la impresión que,
ciertos caracteres alfabéticos influencian no solamente a quienes los utilizan,
sino que su espectro se vislumbra en la arquitectura de ciertos espacios
míticos. El lamento del mundo, no escribe y borra al mismo tiempo la lágrima en
hebreo y árabe sobre el muro gris de Jerusalén? No se percibe acaso un
parentesco entre el alfabeto Indi y aquel templo de Vishnu en Delhi? Y no se
asemejan los caracteres chinos a algunas pagodas mientras los signos del parsí
parecieran ondular en las mezquitas? La clara y fría tipología inglesa, en
cambio, recuerda la sólida arquitectura de los bancos tanto como la itálica
evoca los palazzos renacentistas. Y los caracteres del alfabeto japonés, serán
el chip que sintetiza el lenguaje electrónico y zen en las calles de Tokio?
VIII
Pasar de letra en letra no sólo no es fácil sino que puede ocurrir
que una se quede colgada a mitad de camino sin llegar a ninguna otra, puros
puntos suspensivos, la página en blanco, el colmo del nihilismo o la soledad.
Es así que, animada por una profunda nostalgia en torno a aquel "lo" original
sucumbí a la tentación del regreso: Veinte veces hube de pasar delante de
aquella modesta "L" para reconocerla. Estaba pintada de blanco, la
habitación de los padres había sido derrumbada, y como la herrería se había
adosado al jardín, aquel "LO" de mi infancia se había convertido en
un JE irónico. En cuanto a la HE, la Hache había enmudecido. Las constantes
lluvias elevaron la napa de agua y debieron extirpar las Tipuana Tipu antes que
se derrumbaran como una muela podrida aplastando con su corpulencia a cualquier
desprevenido. La casucha del puerto explotó en pedazos, demolida por una bomba.
Fue una equivocación, dice que se disculparon frente a los escombros. La I del
abuelo había sido vendida. Los nuevos dueños aportaron sus ideas renovadoras en
restauración, cercaron el ingreso con imponentes rejas de hierro forjado,
podaron los frutales, el nogal se secó, y los olivos... Ya no tuve fuerzas para
ver dónde habían quedado los olivos.
IX
El único territorio que permanece intacto a nuestro retorno es la X.
La eterna X, la incógnita, el estado especial, la vieja recurrente de la
historia. La X intacta con sus cuatro puntas, con los cuatro vientos convocados
por la encrucijada central, nos está esperando en el recodo del futuro que
comienza hoy por la tarde. No somos nosotros quienes decidimos la próxima letra
que cubrirá nuestra página abierta. Incluso la misma letra austera que ayer
dejamos reluciente, hoy cubierta de polvo es capaz de volverse cortesana o
capital. Lo único que permanece es el movimiento, la articulación con sus
infinitos giros. Ninguno parecido a otro. Acaso ésta sea la única fortuna al
alcance de todos: La Escritura de la página en blanco hasta agotar el propio
grito. Desde la calle, en tránsito, frente a miles y miles de XXX que vienen y
van.
MALAS COMPAÑÍAS
ne me quittes pas....
Jacques Brel
No es verdad que el universo se está expandiendo.
Es que se aleja de nosotros, que es otra cosa.
-De "Microcósmicas",
Macedonia Ediciones, Morón, 2015-2017.
CABRAS
Rompieron las cercas, derrumbaron los muros, desmontaron las
jaulas, transgredieron el orden y huyeron hacia el monte.
Zumbando por los potreros descubrieron que no todo campo es
orégano.
Qué dicha.
-De: Microcósmicas. Macedonia Ediciones,
Buenos Aires 2015, 2017
ON THE ROCKS
Vino el dolor y se tragó mis ideas, mis proyectos,
mis locuras.
En su lugar quedó un hueco, una cala donde el mar
llega por las noches, y se acomoda, despacio.
Solo se descontrola cuando hay luna, y queriendo
alcanzarla, se agita, estremecido.
Entonces me despierta una sirena.
-Inédito. Berlín, agosto 2018.
-Esther Andradi es escritora, ha
vivido y trabajado en diferentes países. Nació en Ataliva, un pequeño pueblo de
la provincia de Santa Fe, Argentina, y en 1975 emigró al Perú, donde fue
reportera, columnista, y jefa de redacción. En 1980 viajó a Europa y se radicó
en Berlín (Occidental). En 1995 regresó a Argentina y vivió ocho años en Buenos
Aires. Desde 2003 vive y escribe en Berlín. Sueña con un túnel que conecte
Buenos Aires y Berlín, de manera que sea posible pasar rápidamente de una
metrópoli a otra. En sus textos emprende a menudo semejantes traspasos entre
uno y otro mundo, reflexiona sobre los cruces y márgenes, sobre aquello que se
pierde en la travesía. Y también lo que se gana. Publicó crónica, ensayo,
poesía, microficción, cuento y novela. Sus relatos fueron editados en numerosas
antologías y en diferentes idiomas. Sus ensayos sobre cultura, memoria y
migración se publican en diversos medios de América, España y Alemania. Tradujo
la poesía de la poeta alemana negra May Ayim al español. Editó la antología "Vivir
en otra lengua", pionera en la construcción de un espacio para la
literatura latinoamericana que se escribe fuera de las fronteras de los países
de origen. Ha sido traducida a varios idiomas, últimamente al islandés.
Inventren
LA VUELTA DEL LIDER*
Mi viejo tenía un quiosco frente a la estación de trenes. Era un
quiosco construido de material, revocado y bien cubierto. Vendía, en ese
entonces –1958-, un poco de todo: galletitas, girasol suelto con la medida de
la latita de picadillos: llena 0.20 ctvs., culo de la lata: 0.10 ctvs., vino,
cerveza, diarios, sándwiches, caramelos...
El loco Díaz, personaje de Ceres de ese entonces, guarda del
ferrocarril, se acercaba siempre a conversar o a pasar la tarde con mi viejo. Y
lo ayudaba sin espera de compensaciones: era así.
La estación de Ceres, una de las grandes en el ramal del Mitre, era
parada obligada de los trenes de pasajeros, sobre todo de los rápidos como la
Estrella del Norte. Este venía de Tucumán y llegaba a Buenos Aires. Algo remoto
y desconocido para mi y para muchos. Buenos Aires era una quimera, una caja de
Pandora, una utopía, lo desconocido, el desafío, todo junto así se sentía.
Pero el Loco vivía en Ceres. Y no tenía pensado irse. Era su lugar.
Su gente. Su trabajo. El mote de Loco no se lo había ganado gratuitamente. No.
Era ingenioso y desopilante en sus acciones. Imagine: Argentina 1958, Perón,
Madrid, Puerta de Hierro, represiones, fusilamientos en basurales, golpe
militar fresquito en la conciencia de la gente. Y el Loco que le dice a mi padre:
déme todos los diarios viejos, don Vicente. Tiene una pila ahí. Démelos a
todos. Se los voy a sacar de encima.
Mi padre se los da. Ingenuamente. Como a quien le hace una
gauchada. A la hora, parada de la Estrella del Norte. Los rostros cetrinos del altiplano
bajaban por diez minutos. Se proveían de algunas cosas para otro trayecto del
viaje. Mi padre los atendía en el quiosco. A veces, cuando podía desde mi
altura, lo ayudaba. Eran como las 22 o
23 hs. y el Loco que sube al tren: ¡Diario! ¡Diario!, gritaba. ¡Volvió Perón!
Noticia extra ¡Volvió Perón!
Se lo sacaban de las manos a los diarios. ¡La vuelta de Perón! Era
un anhelo, un deseo enorme que no entraba en la geografía del país y este Loco
diciendo que había vuelto. Los peones golondrinas, pasajeros obligados del
tren, querían la primicia para sí. Vendió todos los diarios.
Se bajó corriendo del vagón, ya sin diarios en la mano. El tren
daba su último pitazo y se iba. No daba tiempo. Queda para la imaginación saber
los rostros, los puños en alto, las puteadas, las risas, el desengaño.
El Loco le dijo a mi viejo: Los vendí a todos. Yo le pago los
quilos por diario viejo, el resto es para mí.
-Próximas estaciones de escritura:
JUAN ATUCHA.
–Por Ferrocarril Provincial-
JUAN TRONCONI. CARLOS BEGUERIE. FUNKE.
LOS EUCALIPTOS. FRANCISCO A.
BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE. GOBERNADOR UDAONDO. LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN
RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD. ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA. D. SÁEZ.
J. R. MORENO. EMPALME
ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS. INGENIERO VILLANUEVA. ARANA.
GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
***
-Por Ferrocarril Midland-
Km 55
ELÍAS ROMERO. KM. 38.
MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD.
MERLO GÓMEZ.
RAFAEL CASTILLO. ISIDRO
CASANOVA. JUSTO VILLEGAS.
JOSÉ INGENIEROS. MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE. ALDO BONZI.
KM 12. LA SALADA.
INGENIERO BUDGE. VILLA FIORITO. VILLA CARAZA. VILLA DIAMANTE.
PUENTE ALSINA. INTERCAMBIO MIDLAND.
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-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco
Coiro.
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