martes, octubre 08, 2019

EDICIÓN OCTUBRE 2019.




*Dibujo de Erika Kuhn.










Carta a un director de periódico*



*Por Alejandro Badillo. badillo.alejandro@gmail.com




Eres el gran dictaminador
El que empuña la lanza
El que abre las aguas
y martiriza con agujas los papeles.


Pero tus reporteros son un denso hato de bestias
Sus rebuznos colman el aire
Sus alaridos son piedras que se sumergen
Peces que mueren inhalando el vacío.


En las noches
mientras desgranas uvas
mientras la histeria se derrama
la música desnivela las máquinas
y siembra balas en los mosquetes.


En las noches
cuando untas tu sombra a los claveles
cuando tu boca es el reino de lo pequeño
la música disgrega nuestros miembros
y cubre con musgo a los traidores.


¿Dónde buscar las palabras?
¿En tu mesa donde las viandas buscan,
insistentes,
la podredumbre?
¿En los que se hincan?
¿En los dolientes?
¿En los que inciensan tu paso con cadáveres?


En tu espalda hay una vértebra que se clava
Un cerdo que se columpia
Una yaga que renueva su muerte.


Pero sueñas:
(Las fotografías son buitres en escena
tus encabezados son frutas que emponzoñan.
Las sillas brillan como carabelas
son lánguidos y prístinos corceles).


Buscas la perfección
pero en tu cabeza hay una rueda que no gira
una bicicleta que habla con las paredes
una virgen que se masturba pensando
en tu ubicuidad
en tu procacidad que funda coces.


Rememoro el ruido
Los platos vacíos
La lerda procesión de escribientes
que confunden datos
que  bautizan insectos entre empellones.


¿Buscas lo perfecto?
Incendia las gotas derramadas de tu vino
Apila ofensas
Corona tu cabeza con el odre.
Pero date prisa
El oro de tu carruaje espera
Los ojos de tu lacayo se entumecen
y están a punto de volverse humo
Hoy
en mi último día de trabajo
Te unjo con la ceniza de las malas palabras
Evoco tu figura redonda y sin sentido
y la encomiendo al dios del desgaste
                                             de las finas ropas
                                                                         del dinero.


*

-Alejandro Badillo. (Ciudad de México, 1977) Es autor de los libros de cuento Ella sigue dormida (Tierra Adentro), La herrumbre y las huellas (Eeyc), Vidas volátiles (BUAP), Tolvaneras (SC Puebla), El clan de los estetas (Universidad Veracruzana. Premio Nacional de Narrativa Mariano Azuela) y las novelas La mujer de los macacos (Libros Magenta) y Por una cabeza (Premio Nacional de Novela Breve Amado Nervo). Ha participado en publicaciones como Luvina, GQ, Letras Libres y el suplemento “Confabulario” de El Universal. Colaborador de la revista Crítica y exbecario del Fonca. Ha sido antologado en diversas compilaciones de minificción.












Contracorriente*



El poeta siempre escupe contra el viento.
¿Qué sentido tendría
transitar a favor de la corriente?
¿Qué sentido tendría
ponerse de rodillas
implorando el amparo de los dioses?

¿Qué sentido tendría
fatigar los senderos ya trillados
cuando es tan grande el bosque,
tan seductor el susurro que se escucha
en el tibio corazón de la espesura?



*De Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com












CONTEMPLACIÓN DE LAS UÑAS*



Cada mañana ella contempla
el óvalo de sus uñas
como si mirara los contornos de la luna.
Algo debería brillar
en algún instante del día
de la mañana
de su vida entera
algo radiante
cualquier cosa
que vulnere la cartografía de los calendarios
pero todo es
ahora
un puro secreteo de asperezas
que le recorre el cuerpo
estalla en sus uñas
y se prolonga en la lentitud de la mañana.



*De Irma Verolín  irmaverolin@hotmail.com


-Irma Verolín ha publicado los libros de cuentos: "Hay una nena que gira", "La escalera del patio gris", “Una luz que encandila” y “Una foto de Einstein tocando el violín”. Novelas: "El puño del tiempo", "El camino de los viajeros" y “La mujer invisible”. Y también una serie de títulos en literatura infantil en distintas editoriales. Obtuvo diversas distinciones entre las que se destacan Premio Emecé 1993-94, Primer Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires Eduardo Mallea, Primer Premio Internacional “Horacio Silvestre Quiroga”, Primer Premio Nacional Macedonio Fernández, Primer Premio Internacional de Puerto Rico, Primer Premio Internacional de Novela Mercosur. Tres de sus novelas fueron finalistas en los premios Fortabat, La Nación de Novela, Planeta de Argentina y Clarín. Algunos de sus relatos fueron traducidos al idioma inglés y alemán. En poesía publicó “De madrugada” en Ediciones del Dock y “Los días”, editorial de la Fundación Victoria Ocampo, Primer Premio Horacio Armani 2014 otorgado por la misma fundación y  “Árbol de mis ancestros”, Editorial Palabrava 2018. Algunos de sus poemas fueron traducidos al ruso, portugués e italiano. Fue becaria del Fondo Nacional de las Artes en 1999.










Por favor, pisa esa flor*



Se preguntó cómo es que tamaña cosa había pasado inadvertida. Pero las cosas realmente grandes suelen escaparse a los sentidos, ya que al ser tan enormes se salen del campo visual y enfocamos un detalle; los elefantes suelen ser invisibles por obvios, por inmanejables, porque verlos es demasiado doloroso, porque un problema de tal magnitud requiere una acción si lo traemos a lo real nombrándolo.
Cuando leyó el poema, ella y su hermana se habían reído, convinieron en que el chico tiene talento, lo consideraron original y alabaron a Roque por sus dotes literarias. El mismo chico les había entregado el texto entre otros, y después de un tiempo todo quedó en el olvido. Sin embargo, la señora lo guardó en el fondo de la memoria como esas señales que inconscientemente reconocemos y en el momento no podemos asir. Ahora, diez, doce años después, con la sonrisa agriada, de pronto le han venido a la cabeza los dos primeros versos “por favor, pisa esa flor/ necesito odiarte”. Intenta recordar el resto, pero sólo le llegan vagas ideas de que la voz del texto pide a alguien que haga cosas desagradables porque no puede soportar verlo tan feliz y adaptado; siente que esta persona sonriente y bella es, como todos los de su clase, un ser despreciable que debe ser odiado aunque no parezca haber hecho nada para merecerlo. Por lo tanto, pide varias veces con insistencia que haga algo horrible para merecer, por alguna acción visible, el odio que ya le pertenece sólo por ser cómo y lo que es.
Hace diez o doce años, cuando la señora leyó el poema junto con la madre, el significado de la poesía se diluyó por la forma graciosa en que estaba presentado. Era una broma.

Por favor, pisa esa flor, necesito odiarte. Y uno puede imaginar a quien desee en el rol del odiado; la beata, el maestro simpático pero irritante, el compañero perfecto, el político que se presenta besando niños. Por favor, pisa esa flor, necesito odiarte. Dame una razón para odiarte, rompé el jarrón para poder retarte, empujame para que se justifique mi golpe, lastímame para poder destrozar tu rostro. Que mi odio sea justo, ya que existe, y la verdadera razón no puede ser dicha. Tengo mi odio aquí en la mano y necesito colgarlo de alguna percha, es pesado, estorba, dejame que te lo cuelgue porque sos más fuerte que yo y vos lo vas a poder llevar. A vos te va bien, estás feliz, todo te marcha como sobre ruedas, sos un arcoíris naif, un dechado de virtudes, nada te cuesta, las frutas caen de los árboles a tus manos, en tu camino no crecen ortigas. Yo, que estoy donde llueve, donde hay ruido y hace frío, yo, que no soy como quisiera ni como vos querés que sea. Yo necesito odiarte, dame una razón aunque sea ridícula o nimia.

Al costado de la calle crecen verbenas rojas, estrellitas de sangre recortadas en el verde. La señora va hacia la banquina porque se acerca un auto (en Rincón todos caminan por la calle), y evita cuidadosamente pisar las flores. Va pensando y sintiendo, acongojada y a la vez ausente. Se dice que no hay reparo que valga, en algún momento pisará una flor, toserá en un instante incorrecto, hará el comentario equivocado, y recibirá pleno y certero el odio de Roque.
En la casa con el alto eucaliptus en la puerta, la hermana ha quedado llorando. Nada hay que pueda consolarla, el hijo se ha ido y ella tiene la culpa. No se sabe bien por qué, pero ha quedado perfectamente claro que la madre de Roque tiene la culpa de todo y que jamás será perdonada.
La señora saca las llaves, abre el portón, verifica el estado de crecimiento de las rosas, el progreso de los brotes del naranjo, saca una ramita de tomillo que perfuma el aire, y entra a la cocina.
No tiene ánimo para hacer nada, no cree poder concentrarse en alguna película, así que pone música mientras sigue dando vueltas y vueltas la angustia de la hermana, el enojo del sobrino, palabras, sentimientos, posibles soluciones.
Afuera comienza a atardecer, el cielo se pone rojo, la luz amarillea antes de fundirse a negro.
Ha quedado en la oscuridad, las manos sobre los brazos del sillón, los pies inmóviles. Sólo sus pensamientos siguen girando, imposibles de advertir en esa quietud concentrada. El chillido de un murciélago en el jardín le da la orden de prender las luces. Se levanta con esfuerzo, la columna rígida, y sólo a medida que camina puede enderezar la espalda y recuperar el paso normal.
Toma el teléfono, escribe un mensaje para Roque. Lo envía. No importa lo que haya escrito, sabe que las palabras son simplemente signos sin significado porque no encontrarán el blanco, son flechas lanzadas al muro de piedra. Absurdo, se dice. Otra vez encuentra Roque quien pise una flor para él. Responder a su deseo es inevitable.
Esa noche, no obstante, no puede dormir. Cada vez que alguien nos odia, tenemos la sospecha de que puede tener razón al hacerlo, y es una ventaja que no aprovecha a nadie.



*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
-Cuento de la serie de la Costa.











*



La cuna del desencanto se mece en domingos
ojos pegados a otros ojos
y un corazón que va
de la hipocondría a la asfixia.
La ropa no es nueva pero la lavas
para que huela a flores y cumpla
la misma función que la casa.
La casa tampoco es nueva
la pintura cae del techo por partes pero compraste
mantas y almohadones
para poder apoyar la cabeza en cualquier lado
para pasar calor en invierno
y subir la calefacción aunque no haga tanto frío.
Poder cumplir con lo pautado:
la vida construida con gérmenes de adultez
donde cada uno sigue un rol y la enfermedad se supera en silencio.
Admiras la determinación
de tu padre hasta en su lecho de muerte
incluso sonámbulo era padre y trabajaba
y si fue un mal marido
tu madre lo disimulo muy bien.
También ella superó en silencio
parto tras parto
pero si le preguntan hoy diría
que no, gracias, que no volvería a los quirófanos
que parir es un riesgo
que operarse la miopía
fue el error del siglo.



*De  Mercedes Álvarez. alvamercedes@gmail.com




-Mercedes Álvarez nació en Tandil, provincia de Buenos Aires, en 1979. Vivió en Mar del Plata hasta los diecinueve años. Entre 1998 y 2006 residió en España, donde se licenció en Sociología por la Universidad Pública de Navarra. Realizó un master en Gestión Cultural. Publicó los libros Vecinos (Baile del Sol, España, 2010), Historia de un ladrón (Caballo de Troya, España, 2010), Imitación de los pájaros (Zindo & Gafuri, Buenos Aires, 2013), Ficciones súbitas (comp., Eds De aquí a la vuelta, Buenos Aires, 2013) y Saigón (Zindo & Gafuri, Buenos Aires, 2015). En 2013 con el relato Grow a lover ganó el premio Edmundo Valadés de cuento latinoamericano.
-Su libro de cuentos Grow a lover  fue editado recientemente por Pensamientos Literarios (www.pensamientosliterarios.com)













El viento trae un olor a terneros mojados*



 *De Jorge Isaías. jisaias4646@gmail.com



El título alude a un verso del poeta chileno Jorge Teillier, que lo acuñó para siempre y su poesía, que él llamó lárica, seguirá imantada en el cielo de los hombres y en sus recuerdos más hondos y queridos cuando el mundo estalle como una burbuja o una pompa de jabón sobre el esplendor inútil que no supimos cuidar ni conseguir.

El poeta lárico vagabundeaba como yo por las calles de su pueblo natal como suelo hacerlo de vez en cuando y los chicos en la calle me saludan sin yo conocerlos y cada tanto converso con algunos, y entonces pregunto por sus apellidos que reconozco siempre y cuando aparece alguno que salta ante mí como un animalito extraño, recuerdo a mi tío Juan Isaías, parado en la puerta de calle, esa puerta de tejido que mi padre no le abría, diciéndole que era un borracho.

"engo a invitarte a un asado", decía él, como implorándole a su hermano mayor. --Para qué somos parientes entonces.

Y mi padre lo dejaba sobre esa vereda de tierra seca como a un náufrago, en el lugar más duro de la tierra, como metido en su hondo desamparo para siempre.

Y yo sufría junto a él, con ese tejido que nos separaba, sin comprender que a mi padre lo avergonzaba mucho tener un hermano borracho.

De todos modos, Juan Isaías era un hombre dulce cuando no tomaba, un gran trabajador, que hacía el tambo bajo las estrellas ayudado por su familia, cuando había que apartar los terneros para que no le tomaran la leche de las ubres a sus madres y producían un gemido lastimero cuando los encerraban en ese corralito mezquino para que durmieran toda la noche allí y si llovía, el aire llenaba el campo con ese olor a llanto de niño que se escondía en los pastizales donde dormían a veces los perros y las perdices, cuando todavía podían andar por el campo libre de los pesticidas que vendrían con los años.

Qué extraño, sin embargo. No deja de ser una sorpresa que el verso de Teillier me sugiriera estas cosas, estos recuerdos tristes que yo -no sé por qué- tenía escondidos bajo un manto oscuro de cenizas, justo hoy que mi nieta Pilar me acaba de decir que cuando sea grande será escritora sin saber o imaginar que yo la observaba emocionado, "qué más da -diremos con César Vallejo-, emocionado", bajo el sol blando de este mediodía.















*


¿Te digo qué quedó de los vasos rotos contra la puerta?

¿Creerías si te digo que junté los vidrios y no me corté? ¿Que cuando me distraje una cuchilla cayó sobre mi pierna e hizo un tajo transversal para que yo pueda entender el dolor de lo no esperado? ¿Que no quedó un vaso donde beber? ¿Que el cuerpo era un vaso? ¿Que el agua corre, está fresca y del grifo a mis manos brilla cuando le pegan los rayos del sol?


*De Valeria Pariso.  valeriapariso@outlook.com



-Valeria Pariso nació en 1970 en la provincia de Buenos Aires. Publicó los libros de poesía: "Cero sobre el nivel del mar" Ediciones AqL (2012), "Paula levanta la persiana", Ediciones AqL (2013); "Donde termina esta casa", Ediciones de la Eterna (2015), "Del otro lado de la noche" (2015) Editorial El Mono Armado, "Triza" (2017) Editorial Detodoslosmares. La trilogía –Uva negra / Mascarón de proa / El castillo de Rouen- (Vela al viento ediciones patagónicas, 2018)
Varios de sus poemas fueron traducidos al portugués y al italiano.
En el año 2014 crea, en Bella Vista, un ciclo de poesía destinado a la lectura de poesía contemporánea entre vecinos que continúa coordinando en la actualidad, incluyendo fotografía a cargo de Karina Giglio y música a cargo de César Jorge.
Coordina talleres de poesía.












LOS MUROS Y LA MEMORIA*



El sueño era en la casa, en ese lugar donde ocurre lo nocturno.
Siempre el escenario de la cocina rectangular, el patio de baldosas rojas, la puerta despintada de hierro con esos vidrios traslúcidos que prefiguran la inmanencia de lo informe. Y la mesa que ya no existe pero que perdura allí donde las cosas perduran, entremezclándose la infancia con las nebulosas impresiones superpuestas. Las sillas pesadas, la banderola que no llega a ser ojo abierto hacia el cielo de afuera sino cárcel. Y por qué lo atroz y no los gorriones sobre los cables. Por qué cada vez lo maligno.
Quizás el lugar no pueda desprenderse del frío constante de las habitaciones, de la pintura gris de las paredes, de los zócalos negros, de las baldosas graníticas fijadas en su dura geometría de aristas. Es que la casa es la casa de los velatorios, de las muertes, la casa de largo pasillo sin aberturas, tan propenso a la pervivencia de los espectros. No puede pensarse un pasillo como ese sin saber que es invitación al fantasma. Es la casa de la Nita que se consumió de a poco, cuando el cáncer era una enfermedad vergonzante, la casa de las locuras y las alucinaciones. La casa de los placares con monstruos y las cajas de cartón llenas de plumas.
Cuando la sacaron a la Nita hubo que parar el cajón para que saliera por el pasillo, dicen. Y la imagen se fijó a los cielorrasos, a los marcos de madera que conservan las muescas de uñas y marcas de dientes. La casa del suicidio, la casa donde hubo aljibe con espectro silbador, un espectro que dejaba oír su agudo silbido cuando había que pasar patios y traspatios para llegar al excusado. Ya entonces, cuando la casa primera, ya entonces la nube y el ocaso, las zarzas sofocando a los malvones.
El sueño era en la casa. Claro. Cada vez que la ansiedad ataca por la madrugada, el sueño es en la casa.
Algo debe de haber. Quizás sea que los aborígenes también dejaron la muerte bajo los cimientos. Hay un antiguo cementerio muy cercano. Quizás la infelicidad de una familia que se deslía en horizontes de gentes que perdieron la razón, quizás la ciudad misma, acechada por el río que reclama su territorio, quién sabe. Pero algo debe de haber para que la casa funcione de escenario para las pesadillas, y aparezca de vez en vez, igual a si misma, nítida y agónica.
Imagen bella la de las yeguas de la noche, las nightmares de los ingleses que llegan cabalgando desenfrenadas por los cielos obscuros. Crines al viento, bellas como lo es toda belleza amenazante y temible. Será de una de estas criaturas fabulosas la herradura que hallaron en el terreno. La casa es lugar de cabalgatas en lo negro, en el abismo de lo profundo. Por las noches se pueden escuchar los belfos exhalando vapores perniciosos, se huele el sudor de las bestias, y los cascos mueven los cuadros en los muros. Allí, las yeguas de la noche cabalgan al través de la casa inmóvil de permanente ocaso tormentoso.
Y esta vez, en este sueño, eran unos monstruos de rostro grotesco y vasto cuerpo. Pesados y brutales. Indestructibles. Sólo sabía, ella, que la única forma de matarlos era decapitándolos.
Puso los cuchillos sobre la mesada de mármol, los cubrió con una servilleta. Esperó con el pecho oprimido la llegada de los espantos, rodeada por la casa muda. La casa hostil. La casa de los sonidos pequeños.
Cuando cruzó el umbral de la cocina la primera figura enorme (los otros estaban allá en el comedor, venían por el pasillo), se acercó de espaldas a los cuchillos y despertó.
Sintió la frustración de que del otro lado la casa y sus monstruos siguen intactos, acechando a otros durmientes y otros sueños. No pudo matarlos, imposible destruir tan fácilmente el abismo de lo innombrable. Supo que volverá a estar en esa cocina, que los espectros no fueron exorcizados, que la casa espera pacientemente la cabalgata y el horror. Paciente, seriamente, la casa la espera. Con sus monstruos.



*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com














*


Si escucharas este viento, si lo hicieras con la piel y no apenas con tu abrigo de poderes y razones.

Si miraras a los lados, acaso notarías que igualdad está al inicio, justo ahí donde tantos cuerpos faltan.


*De Alejandra Alma Marotta. almaalma3h@gmail.com





-Alma (Alejandra Marotta, Lomas de Zamora 1965) Alma spinettista y soñante.

Se ha dedicado desde joven al trabajo con niñas, niños, jóvenes y adultos en situación de aprendizaje.
Es Licenciada en Psicopedagogía (USAL), ha sido docente universitaria, hasta hace poco ha trabajado en un Equipo distrital de Infancia y adolescencia del Sistema Educativo Provincial. Actualmente se desempeña en consultorio privado.
-Desde el año 2009, se ha sentido convocada por el lenguaje poético, al que considera el único posible a la hora de contar y contarnos la vida que nos pasa. Realizó el posgrado internacional en Escrituras (FLACSO) y participó del Taller Literario Pluriverso.
-Ha publicado “Los Dinosaurios no tenían sida” junto a tres queridas amigas y colegas en el trabajo con sexualidades y problemáticas de género. Participó de la publicación de la antología Pluriverso (2016), y de varias publicaciones en revistas formato papel y digital.
-En setiembre de 2017 publicó su primer poemario: “Habitaciones”, prologado por Carlos Skliar.
-Comparte poemas en redes sociales y en su blog: https://alejandraalmapoesias.blogspot.com/
-Recientemente ha creado la página “Conversatorio Mensual” a fin de desarrollar el arte de la escucha entre nosotros.






Inventren






XV *



Cuando yo era niña por mi pueblo pasaba el cochemotor. Un vagón psicodélico nos unía con la ciudad cercana a velocidad de crucero. Mamá me llevó en él cuando tenía cuatro años, era de madrugada y puedo imaginar aún la escarcha tiritando sobre el fleco de los pastos. Entonces, por ley, todas las estaciones de ferrocarril debían estar rodeadas por hectáreas de eucaliptus. Siendo adolescente, privilegié esos montes en plena ciudad para mis citas amorosas. Nunca volví a caminar por allí pero aunque lo hiciera no encontraría el árbol del deseo: aquellos bosques que nos sostenían ya fueron talados.






XLVIII *



Estaciones de tren despegadas de las vías.
Paredes con festones de latón aleteando al techo.
El viento que silba en las inmediaciones.
El tren no vendrá hoy tampoco.
El tren que se llevó a mi país no vuelve.







L *



Llegué a la estación cuando estaba cayendo el sol. Restos de comida esparcidos por el piso, paquetes de basura, botellas de plástico vacías testimoniaban que antes alguien había estado allí. ¿Fue acaso muy concurrida? ¿Hubo una feria? ¿Autitos de juguete? ¿Una niña corriendo a los brazos de su madre? ¿Castillos en el aire?
Todo eso hubo y más, que no vi, porque llegué cuando el tren había partido. Lo adiviné diluyéndose en el horizonte, mientras el andén se volvía gris, el monte se hacía cargo de los rieles, las vías eran lentamente abrazadas por la maleza. Y dejé que la hierba creciera en mí.




*De Esther Andradi. esther@andradi.de


-De su libro Sobre Vivientes
Simurg Buenos Aires 2001
teamArt Zurich 2004






-Próximas estaciones de escritura:

KM. 55.  

En el recorrido del tren literario por Ferrocarril Midland:

  ELÍAS ROMERO.    KM. 38.   MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.   LIBERTAD.  
MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.    ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS. 
JOSÉ INGENIEROS.   MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.   KM 12.   LA SALADA.   
INGENIERO BUDGE.  VILLA FIORITO.  VILLA CARAZA.   VILLA DIAMANTE.
 PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.



JUAN TRONCONI.

En el recorrido del tren literario por Ferrocarril Provincial:

CARLOS BEGUERIE.   FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.  
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.  
ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.    D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.   
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.   LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.  ARANA.  GOBERNADOR GARCIA. 
LA PLATA.

***



InventivaSocial
Plaza virtual de escritura
Para compartir escritos escribir a: inventivasocial@yahoo.com.ar

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