- “Meditación” obra de Griselda Roces.
-Instagram: gris_roces
http://griseldarocesdibujos.blogspot.com
*
Abrimos la puerta al
corazón sesgado
y le dimos las sábanas
y el vino.
Cómo dejamos
que recortaran la luz
y nos cubrieran
la espalda con hielo.
Las vértebras se han
doblado buscando el sol.
Cómo ocurrió que
perdimos
la llave del sueño.
Quien no es amado gira
en falso en el lugar del amor.
Cómo se empieza a
creer
en el que finge la
piedad del suave.
Cómo fue que caímos.
¿Tan luminosos eran
sus caballos?
*De Valeria
Pariso. valeriapariso@outlook.com
-Valeria
(Muñiz, Provincia de Buenos Aires, 1970)
-Coordina MOJITO, taller y clínica
virtual/presencial de poesía y el "Ciclo de poesía en Bella Vista".
-Publicó los libros de poesía: "Cero sobre el nivel del mar"
Ediciones AqL (2012), "Paula levanta
la persiana", Ediciones AqL (2013); "Donde termina esta casa", Ediciones de la Eterna (2015),
"Del otro lado de la noche"
(2015) Editorial El Mono Armado, "Triza" (2017) Editorial
Detodoslosmares, "La trilogía: Uva
negra/ Mascarón de proa/ El castillo de Rouen", Vela al viento
Ediciones patagónicas (2018), Segunda edición AqL (2020), Zarmina, Ed. Mascarón de proa (2020); "Flores para no regar", Editorial AqL (2021).
-Primer Premio del Concurso de Letras,
categoría poesía, del Fondo Nacional de las Artes, año 2019, con su libro "Zarmina".
Varios de sus poemas fueron traducidos al
francés, al portugués y al italiano.
-Administra el blog de difusión de poesía
contemporánea https://laficciondelolvido.blogspot.com.ar
-Su blog personal es https://tantotequeria.blogspot.com
VIAJE POR EL
ESPACIO*
No sé si a ustedes les ha pasado lo que a
mí, que he salido a buscarme y en medio de la odisea cósmica me he tropezado
con otros asteroides. Y me he puesto a conversar con uno de ellos hasta llegar
a identificarnos uno con el otro, diciendo cuánto nos amamos, que no podemos
vivir sin estar juntos. Pero luego de un tiempo ambos nos convertimos en la
personificación del rechazo. Sentimos que nuestro recorrido se bifurca. Que la
Vía Láctea resulta ya muy pequeña para el ego de dos asteroides. Por tanto, en
algún rincón distante del universo existe ése otro asteroide, que quizás,
dubitativo, estará pensando en hacer lo mismo.
*De Daniel
Montoly.
*
Antes de despedirnos
suspendamos el tiempo.
Ahora que el deseo nos hace flotar
y no hay gravedad.
Comulguemos con el otoño.
mientras la hierba siga verde en algunos
lugares.
Un poco de amor
será suficiente
y una botella de vino tinto para brindar.
Llevemos unas mantas, hará frío.
Mientras hacemos planes
jugaremos a armar palabras
me leerás algún poema
y si lloro- lo haré- abrazame
recordame cuánto me gusta mirar la luna
yo voy a acariciarte el pecho hasta
calmarnos
mientras nos vamos separando
cuando llegue la primavera todo habrá
pasado
lo prometo
el amor volverá.
*De Vanesa
Álvarez.
GUARDANDO EL
JARDÍN DE LAS HESPÉRIDES*
Mis cabellos matan el sol. Son negros mis
cabellos; negros como la boca del traidor, como la nariz de un perro en el
bosque, negros son como el centro de tus ojos.
Mis cabellos son negros.
Diría que ensortijados, diría que
espléndidos en su derrame móvil sobre mi espalda y mis hombros desnudos. La
belleza lisa y bruñida de cada cinta de resumida oscuridad es un fustazo de
dicha nunca apropiada, nunca gozada por mortal.
Ah mis cabellos. Ondulo mi cintura blanca,
tiendo acuáticos brazos fantasmagóricos. Observo con fascinación mi sombra
arbórea y móvil. Y aguardo.
Junto a mis hermanas aguardo, y guardo la puerta del jardín donde los hombres no tienen cobijo.
Yo guardo y aguardo y espero.
Te espero.
Con los ojos del corazón te veo, y no con
los del peligro. Detrás de los párpados, detrás de los velos te añora mi frágil
corazón de hembra sola.
Te llama mi anhelo. Transparentes vahos de
deseo te atraen hasta la puerta que no debes cruzar, que no debo permitir que
cruces.
Sé que vendrás.
Sé que por tierra y agua marchas hacia mi
destino. Y que más pronto que tarde tu sombra dibujará tu belleza sobre mi
tierra yerma. Aquí estarás para cumplir la promesa de la muerte y las espadas.
No ruego otra baraja ni otros dados.
Sé que vendrás. Me basta.
Sé que puedo recorrer tu cuerpo duro con
mis manos, que puedo atrapar el hombre con mi boca anhelante. Pero sé asimismo
que la dicha está contaminada de brevedad, que la fugacidad de la carne tibia
se transformará en piedra contra mis senos ansiosos. Te matará mi amor, amor.
Mi fatal mirada.
Mi amor te transformará en estatua de
piedra. Sólo la dicha de contenerme en tus ojos es mi anhelo, y tal dicha, lo
sabemos, sería tu sentencia. Mis cabellos de serpiente se retuercen y anudan en
deseo e ira.
Mi amado, debieses comprender que Medusa te
ama aunque mi amor confluya con la muerte. No será para nosotros la ternura.
Morir o destruir al objeto de mi amor, tal es la torpe suerte que me ha tocado.
Perseo, dejaré que me decapites y te ufanes
de tu hazaña.
*De Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
*
Como otro gesto del amor,
con la ternura de la última entrega,
abandonar
es irse más allá,
donde sólo habita el don de nada.
Abandonar
es abrir la herida,
detenerse a mirar
como sangra,
como duele,
como cura.
Es contemplar con amor en pura ausencia.
*De Mariana
Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
- Mariana
nació en General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City
Bell. Publicó: Cuadernos de la breve
ceguera (La Magdalena 2014). Jardines,
en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015) La hija del pescador (La Magdalena, 2016). Piedras
de colores (Proyecto Hybris 2018) Su último libro publicado es El orden del agua, GPU Ediciones (2019)
LA
OBSTINADA GUERRA DEL AMOR*
1
En aquella noche del verano argentino
Esteban leyó a Kalman el reportaje a Hawking: "En el futuro habrá súper humanos genéticamente modificados".
Cenaron en casa de Esteban con su mujer
Leticia. Kalman estaba por unos días en Buenos Aires para visitar a su última
tía paterna. Los hijos de la pareja no estaban. Hablaron mucho sobre las
consecuencias de las técnicas de modificación genética.
De esa noche Kalman se llevó una foto de la
hostilidad que Leticia demostraba hacia Esteban. Parecía algo muy naturalizado
por ambos de tal manera que ella no sentía pudor ni inhibición por actuar
delante de un antiguo amigo común que los visitaba después de años de vivir en
California.
Esteban fingía ignorar el enojo de su
mujer, hasta que bien bajito –casi un susurro- para que no lo escuche Leticia dijo:
"esta mujer es terrible".
Más tarde hubo un brindis con sidra helada
en el jardín. La noche estaba bien abierta al universo visible de pequeñas
luces brillantes que titilaban.
Hubo otras quejas de Leticia porque su
marido se dedicaba a sus cosas en vez de hacer lo necesario para la casa como
por ejemplo cuidar el jardín.
Kalman intento descomprimir con una ironía:
-Te casaste con un filósofo
no con un jardinero...
Pero no resultó.
- ¡Pero de que filosofo me hablas... es un
vivo!!!! –Respondió con furia
Pasaron años. Esteban está muerto. Leticia
es viuda.
Una vez, quizá por última vez, Kalman
volvió a pisar aquel cementerio.
Él, que solo tuvo fotos aisladas separadas
en años. Que no vio esa película interna en la que cada pareja es un mundo.
Dijo: habría que grabar en el granito "A una víctima en la obstinada guerra
del amor"
2
Más de 30 años atrás Esteban era consciente
que se casaba con una mujer de terrible temperamento, pero la amaba y
justificaba: “Leticia es muy exigente”
era lo más lejos que podía llegar en modo “crítico” hacia ella.
Esteban era del interior. En el campo de su
abuelo aprendió de los peones a usar “mal arriada” sin cuestionar demasiado su
significado. Estaba naturalizado. Como otras tantas cosas había saltado del
“arreo” de hacienda a definir a la persona de mal carácter. Hombre o mujer era
casi como decir “indomable”.
A
tiempo descubrió que “mal arriada” se usaba para defenestrar a la mujer en un
mundo que ya no existe.
El abuelo de Esteban le explicaba a aquel
niño que la mujer de carácter fuerte y hasta dominante era también una leal
compañera. La prueba de amor consistía en resistir su temperamento sin pelear
ni morir en el intento.
Kalman que no hubiera resistido a la mujer
de Esteban ni 5 minutos.
Bastante tiempo después de la muerte de su
amigo había reconocido finalmente que la mal
arriada de Leticia había sido efectivamente una enorme compañera.
“Seguramente ella lo sigue amando”.
*De Eduardo
Francisco Coiro.
https://www.facebook.com/CansadoDeTriunfar
*
la belleza es este otoño prematuro
el viento que esparce partículas de polvo
desarmando cada vestigio marcado
en lo mínimo está la intimidad de las cosas
pegaditos los mundos
se frotan
la luz y la oscuridad conviven
instintivamente
algo de eso hay en el comienzo del amor
yo quiero descubrir el origen de cada
pasión
conocerlas de cerca, palpando su totalidad
la textura de lo que fueron
dejar de ver pequeñas piezas marcadas
deshaciéndose en el aire
como un vidrio astillado a punto de
partirse
fragmentos atrapados,
detenidos en un espacio grisáceo
y esas hojas cayendo
delicadamente
la belleza es respirar un poco más profundo
retener el aliento abriendo los ojos
bien grandes, bien fijos
inmovilizar el momento
lo mínimo y singular
antes que, una vez más, se desintegre.
*De Vanesa
Álvarez.
EL DEBER
HUMANO*
La lucha contra la adversidad era la clave. La lucha contra un destino amenazador, el destino como la tormenta que se desatará, que romperá las amarras y devastará la pobre humanidad o el pobre ser sacudido por los inclementes vientos de los años, de la lejanía, de la tristeza. El destino que se ensaña quitando la vista a Borges (eso será mucho después, pero qué es una década o un siglo para la historia), el destino que se ensañó con Beethoven desprendiendo de su ser esencialmente musical la valiosa y magnífica capacidad de escuchar el goteo de la lluvia, una puerta que se queja, los acordes monolíticos de una sinfonía.
Es el deber del ser humano la lucha contra la adversidad. Frase remanida, que no es espectacular por la formulación ni por la novedad, pero que con el contexto de haber sido expresada por Beethoven tiene una fuerza y un impacto que estremece.
Y luchó Beethoven contra la adversidad, contra el destino que en la quinta sinfonía se expresa para siempre en notas musicales, en una sola frase que se repite y muta pero que se alza como un monumento de piedra en la llanura destemplada. Lloraron los oyentes en su momento, nos emocionamos hoy cuando nos golpea ese bloque de música que forma la orquesta a pleno, y esa queja de un único instrumento solo que implora allá en las alturas, único como la plegaria de un inocente.
Ese pa ra pa páaan reconocible y trágico, tres notas cortas y una larga. La “V” en el código morse, la “V” de la victoria final aún cuando la muerte cierre y clausure. La victoria de haber presentado batalla como sea y contra poderosos ejércitos. Es la victoria de la lucha en sí, sin importar los resultados. La victoria del hombre de pie aunque sea al fin la caída, que no somos inmortales pero la victoria está en la resistencia.
Se había comprado o mandado hacer Beethoven todo lo que el ingenio de la época permitía para amplificar esas ondas elusivas que ya no formaban sonido en su cabeza. Trompetillas, cuernos, hasta una pesadilla de hierro que parecía salida de los sueños enfermizos de los inquisidores; un collar con largas varillas que se introducían en el piano. Vanos intentos. A los treinta años el ejecutante estaba completamente, fatalmente sordo. Y fue después que escribió cada una de sus sinfonías, sordo ya, trabajando con las coloraturas de los instrumentos de memoria, armando acordes poderosos con matemáticas e imaginación. Construyendo catedrales y recintos dibujados a contraluz y con trazos vigorosos. Luchando contra la adversidad, porque lo dijo y lo hizo, era su deber humano luchar contra la adversidad.
Y antes del pa ra pa páaan una aspiración, un silencio. Importante silencio de hache muda delante de la palabra. Impulso que eleva la fuerza y hace que la frase suba. Tomar aire antes del esfuerzo, echar hacia atrás el brazo en tensión para que la flecha llegue hasta ese blanco lejano. Tanto importa la hache, tanto hace un silencio, el vano con la misma contundencia espacial que la pared contundente. La muerte dando sentido a la vida por simple presencia invisible. Esas sutilezas que no se comprenden hasta que nos las explican, pero que sin embargo se pueden presentir en la emoción.
Nos hablan siempre de un hombre colérico de cabello despeinado. Se reducen finalmente los seres a una caricatura vacía. Debiésemos poner el relato en cosas más importantes, como su pasión que como toda pasión es desmedida y arrasa con árboles y edificaciones. Destruye y crea. Beethoven guiando a una orquesta que no escuchaba, nueve horas guiando la orquesta y cantando y gritando mientras los espectadores comían o charlaban, en esas maratones en las que un compositor presentaba su obra y que se llamaban academias. Lo imagino feliz, lo imagino por fin vivo y no como ese busto inmortal (esas inmortalidades de museo, de cámara funeraria, de olvido), ese busto inmortal y ajeno que no es Beethoven sino un pedazo de yeso o acaso mármol o bronce, materia que jamás fue viviente de vida humana, sueño y carne y espíritu desbordado.
Es deber humano luchar contra la adversidad, dijo Beethoven, vivo y viviente y tenaz. Quizás la única forma de construir obras justificadas, poderosas y bellas sea esa batalla desesperada contra la propia imposibilidad. Desde aquí se ve el inmenso edificio, y no notamos, ya, la labor del artesano, las huellas arduas de los cinceles sobre la piedra.
Será por eso que la quinta sinfonía fue la
obra seleccionada para representar el sonido de lo humano, cuando se envió un
mensaje al espacio. Qué temblor en la yema de los dedos, qué magnífico vacío en
las entrañas pensar en esa frase musical resonando allá en medio de la negrura
y las infinitas estrellas, viajando por el universo anónimo y llevando el
mensaje de la humana esperanza de poder dar lucha al firmamento inabarcable.
*De Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
Adagio*
(tercer movimiento)
La música
al igual que los fantasmas
se nutre del misterio y el temor
sin apartar sus manos finas
de la ternura
ya lo vi a Beethoven yo
paseando su perro por las noches
vestido con sus huesos
elegante
rodeado intempestivamente
de espectros feroces
y de sombras.
*De Hernán
Alberto Melfi. impresentable14@yahoo.com.ar
-Hernán
Alberto Melfi: CABA 1970. Escribió los libros Juguetes Malditos (2013) y Los
Titeres Punk (2014) ambos por El Encuentro Editorial. En estos momentos se
presta a editar su tercer trabajo. Reside en EEUU
LOS
MUROS Y LA MEMORIA*
El sueño era en la casa, en ese lugar donde
ocurre lo nocturno.
Siempre el escenario de la cocina
rectangular, el patio de baldosas rojas, la puerta despintada de hierro con
esos vidrios traslúcidos que prefiguran la inmanencia de lo informe. Y la mesa
que ya no existe pero que perdura allí donde las cosas perduran, entremezclándose
la infancia con las nebulosas impresiones superpuestas. Las sillas pesadas, la
banderola que no llega a ser ojo abierto hacia el cielo de afuera sino cárcel.
Y por qué lo atroz y no los gorriones sobre los cables. Por qué cada vez lo
maligno.
Quizás el lugar no pueda desprenderse del
frío constante de las habitaciones, de la pintura gris de las paredes, de los
zócalos negros, de las baldosas graníticas fijadas en su dura geometría de
aristas. Es que la casa es la casa de los velatorios, de las muertes, la casa
de largo pasillo sin aberturas, tan propenso a la pervivencia de los espectros.
No puede pensarse un pasillo como ese sin saber que es invitación al fantasma.
Es la casa de la Nita que se consumió de a poco, cuando el cáncer era una enfermedad
vergonzante, la casa de las locuras y las alucinaciones. La casa de los
placares con monstruos y las cajas de cartón llenas de plumas.
Cuando la sacaron a la Nita hubo que parar
el cajón para que saliera por el pasillo, dicen. Y la imagen se fijó a los
cielorrasos, a los marcos de madera que conservan las muescas de uñas y marcas
de dientes. La casa del suicidio, la casa donde hubo aljibe con espectro
silbador, un espectro que dejaba oír su agudo silbido cuando había que pasar
patios y traspatios para llegar al excusado. Ya entonces, cuando la casa
primera, ya entonces la nube y el ocaso, las zarzas sofocando a los malvones.
El sueño era en la casa. Claro. Cada vez
que la ansiedad ataca por la madrugada, el sueño es en la casa.
Algo debe de haber. Quizás sea que los
aborígenes también dejaron la muerte bajo los cimientos. Hay un antiguo
cementerio muy cercano. Quizás la infelicidad de una familia que se deslía en
horizontes de gentes que perdieron la razón, quizás la ciudad misma, acechada
por el río que reclama su territorio, quién sabe. Pero algo debe de haber para
que la casa funcione de escenario para las pesadillas, y aparezca de vez en
vez, igual a si misma, nítida y agónica.
Imagen bella la de las yeguas de la noche,
las nightmares de los ingleses que llegan cabalgando desenfrenadas por los
cielos obscuros. Crines al viento, bellas como lo es toda belleza amenazante y
temible. Será de una de estas criaturas fabulosas la herradura que hallaron en
el terreno. La casa es lugar de cabalgatas en lo negro, en el abismo de lo
profundo. Por las noches se pueden escuchar los belfos exhalando vapores
perniciosos, se huele el sudor de las bestias, y los cascos mueven los cuadros
en los muros. Allí, las yeguas de la noche cabalgan al través de la casa
inmóvil de permanente ocaso tormentoso.
Y esta vez, en este sueño, eran unos
monstruos de rostro grotesco y vasto cuerpo. Pesados y brutales.
Indestructibles. Sólo sabía, ella, que la única forma de matarlos era
decapitándolos.
Puso los cuchillos sobre la mesada de
mármol, los cubrió con una servilleta. Esperó con el pecho oprimido la llegada
de los espantos, rodeada por la casa muda. La casa hostil. La casa de los
sonidos pequeños.
Cuando cruzó el umbral de la cocina la
primera figura enorme (los otros estaban allá en el comedor, venían por el
pasillo), se acercó de espaldas a los cuchillos y despertó.
Sintió la frustración de que del otro lado
la casa y sus monstruos siguen intactos, acechando a otros durmientes y otros
sueños. No pudo matarlos, imposible destruir tan fácilmente el abismo de lo
innombrable. Supo que volverá a estar en esa cocina, que los espectros no
fueron exorcizados, que la casa espera pacientemente la cabalgata y el horror.
Paciente, seriamente, la casa la espera. Con sus monstruos.
*De Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
*
No olvides
la terrible belleza
del silencio
que precede al
rompimiento de una ola:
esas dos o tres palabras
calladitas en tu miedo.
Esas dos o tres
palabras verdaderas.
No olvides
de dónde nace el grito
inmóvil
que no rompe, que no
cae,
que no diste.
*De Valeria
Pariso. valeriapariso@outlook.com
*
Escribir es una actividad producida a
partir de la angustia. Escribir es una actividad producida a través del placer:
dos proposiciones, al parecer contradictorias.
¿qué verdad puede caber en cada una de ellas? La respuesta más mediocre
que se puede intentar: “depende de la personalidad del escritor y su posición
ante la vida”. Descartable. Si hablamos de la maldición de la literatura, a
partir de este título alguien podría inferir que yo pienso en la escritura desde
la angustia. Lo que me parece es que angustia y placer nunca fueron términos
opuestos y que el placer de escribir puede nacer de la angustia o que la
angustia de escribir puede provenir del placer. Lo que yo creo y alabo es la
mala fe del escritor porque sabe que toda su obra es mentira, pero no por
situarse en la ficción sino por la misma mala fe de las palabras. Como la mala
fe de las palabras es algo indudable, alguien que la pone de manifiesto tiene
buena fe y dice una verdad. Semejante acumulación de paradojas es un
sufrimiento: el bien que alguien podría concebir de la armonía en términos
humanos parece descartada. Pero también semejante acumulación de paradojas da
el placer de lo risible y de lo absurdo. ¿Y por qué razón lo absurdo produce la
risa? ¿Se trata de un espasmo de llanto, una forma de transmutarlo? ¿O tal vez
la tragedia es la forma más perfecta del placer de lo fatal, lo misterioso, lo
que parece efímero y ni siquiera se sabe si lo es?
¿Hasta dónde el misterio es fuente de
placer o es el dolor de lo inentendible? El lenguaje genera como Mal-Decir,
¿sufrimiento o placer? El sufrimiento que acarrea la existencia, ¿no es
interesante y fuente de un gozo secreto? ¿El gozo sea secreto o manifiesto no
es el eterno generador de la culpa?
*De Liliana
Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com
-Fragmento
de "La Maldición de la
Literatura", Huso, Madrid, 2017.
Inventren
https://inventren.blogspot.com.ar/
L *
Llegué a la estación cuando estaba cayendo
el sol. Restos de comida esparcidos por el piso, paquetes de basura, botellas
de plástico vacías testimoniaban que antes alguien había estado allí. ¿Fue
acaso muy concurrida? ¿Hubo una feria? ¿Autitos de juguete? ¿Una niña corriendo
a los brazos de su madre? ¿Castillos en el aire?
Todo eso hubo y más, que no vi, porque
llegué cuando el tren había partido. Lo adiviné diluyéndose en el horizonte,
mientras el andén se volvía gris, el monte se hacía cargo de los rieles, las
vías eran lentamente abrazadas por la maleza. Y dejé que la hierba creciera en
mí.
*De Esther
Andradi. esther@andradi.de
-De su libro Sobre Vivientes
Simurg Buenos Aires 2001
teamArt Zurich 2004
http://www.andradi.de/es/obra/
-Próxima estación.
En el recorrido del tren literario por el Ferrocarril
Provincial:
CARLOS
BEGUERIE.
FUNKE. LOS EUCALIPTOS. FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN
GOYENECHE. GOBERNADOR UDAONDO.
LOMA VERDE. ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.
GOBERNADOR DE SAN JUAN
RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN
DOYHENARD. ESTACIÓN GÓMEZ DE LA
VEGA.
D. SÁEZ.
J. R. MORENO. EMPALME
ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL
ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS.
INGENIERO VILLANUEVA. ARANA.
GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
*
-Siguiente estación
En el recorrido del
tren literario por el Ferrocarril Midland:
KM. 38.
MARINOS DEL CRUCERO
GENERAL BELGRANO. LIBERTAD.
MERLO GÓMEZ. RAFAEL CASTILLO. ISIDRO CASANOVA.
JUSTO VILLEGAS.
JOSÉ INGENIEROS. MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.
ALDO BONZI.
KM 12.
LA SALADA. INGENIERO BUDGE. VILLA FIORITO.
VILLA CARAZA.
VILLA DIAMANTE. PUENTE ALSINA. INTERCAMBIO MIDLAND.
InventivaSocial
Plaza virtual de
escritura
-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco
Coiro.
https://twitter.com/INVENTIVASOCIAL
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