martes, octubre 19, 2021

EL ÚLTIMO CAFÉ

 



*Obra de Walkala. Dr. Luis Alfredo Duarte Herrera (1958-2010).

-En Aurora Boreal. Walkala: un homenaje in memoriam

http://www.auroraboreal.net/index.php?option=com_content&view=article&id=1367%3Awalkala&catid=94%3Apintura&Itemid=160

 

 

 

 

 

 

 

MISERIA DE LA FILOSOFIA*


Pensando en Groucho Marx

 

En el rincón de un café

muy venerable

se escucha conversar a intelectuales:

“Habrá que estructurar la nueva ética”

y el viejo hotel les muestra su negruzca

fachada,

“la praxis o la tesis”

y el gato se desliza

lentamente

persiguiendo la luz

 

“habrá que analizar todos los mitos”

y se sintieron gritos

en la esquina

 

un pálido poeta

voló unos cuantos metros

–levitando–

y aterrizó en la acera

de cabeza.

 

*De Alejandro Michelena. alemichelena@gmail.com

 

 

 

 

 

 

EL ÚLTIMO CAFÉ 

-Poesía de Alejandro Michelena.

 

 

 


 

 

VAPOROSO EVAPORADO AMOR

 

En la quietud de un bar a media tarde

vas surgiendo

del pozo del recuerdo.

 

Pero el chocar de tazas

y las moscas que danzan

en los vidrios

me resultan

más interesantes.

 


 

 

 

 

 

TALLER DEL ARTISTA

 

-Para Ricardo Prieto

 

Buscamos el

poema

 

esta simple

verdad

entre la gente

 

(palabras:

murmullos en un bar

con humo)

 

poema

 

eso que permanece

luego

que el polvo acumulado

se mete en nuestras almas

 

como oscuro sonido de trombones.

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

MICROCOSMOS

 

Aquí

Montevideo

rincón en el que somos.

 

Baldosas

torres

calles

misterio de ventanas

luz de tardes.

 

Aquí también

cafés

del lento aprendizaje.

Esquinas

del amor

y noches

de sola soledad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

TANGUEZ 

 

“Llega tu recuerdo en torbellino

vuelve en el otoño a atardecer” 

Catulo Castillo EL ÚLTIMO CAFE

 

 


Es el lento morir de la jornada

y una vez más

vuelve en el otoño a atardecer.

 

Me veo recorrer

las previsibles calles

que de tanto andar por tantos años

hoy no pueden dejar de ser

las nuestras.

 

Al igual que en el tango

gira la cuchara

de café

mientras fuera

la garúa persiste

en este interminable atardecer.

 

 

 

 

 

**

 

ALEJANDRO   MICHELENA.

 

Uruguayo, reside en Montevideo, la capital del país.

Como narrador dio a conocer tres novelas: Apartamento 108 (Antares, Montevideo, 1984), El vuelo de la oca (Signos, Montevideo, 1993) y Un misterio llamado Baldomero (Arca, Montevideo, 2013), además de cuentos en revistas literarias, semanarios culturales y antologías diversas.

Ha cultivado también el ensayo y la crónica, con más de una decena de libros referidos a la temática de las identidades urbanas rioplatense, siendo los más recientes: Viejo Café Tortoni (Corregidor, Buenos Aires, 2008) y Crónicas de los cafés montevideanos (Arca, Montevideo, 2009).

Es también poeta, con tres libros publicados: Formas y Fórmulas, Rituales, y el más reciente Otros rituales. Por su labor en el género ha recibido premios y menciones. 

Textos suyos aparecen en páginas virtuales, como Las afinidades electivas o Letras Uruguay. 

Ha ejercido como periodista cultural por más de dos décadas. Actualmente es responsable de la columna Hablando de cultura y otras yerbas en el programa El Tunguelé, Radio Uruguay.

Desde el año 2004 es colaborador de La Jornada Semanal, el suplemento cultural del diario La Jornada de México. Lo ha sido también de Cuadernos Hispanoamericanos de Madrid.

 

 

 

 

Inventren

https://inventren.blogspot.com.ar/

 


 

 

 

Después de la película*

 

 

El jueves pasado fui al cine con mi amigo Marco. Me había llamado unas horas antes, muy excitado porque en el cineclub de la Universidad ponían El maquinista de la general, todo un clásico. Vimos la película y luego nos quedamos a la tertulia, que tradicionalmente se arma en torno a la emisión del día, aunque ni mi amigo ni yo intervinimos en ella. Solo escuchamos. Se habló de Buster Keaton, del origen de su nombre artístico –nacido de un comentario del gran Houdini-, de la guerra de secesión y de otras películas relacionadas con la que acabábamos de presenciar. Al final todos los asistentes fuimos saliendo lentamente, más o menos, según me pareció, satisfechos con el espectáculo.

Marco y yo nos quedamos unos minutos afuera, cerca de la puerta del local, conversando, aunque no sabría explicar el desarrollo de la conversación ni su contenido. Cabe suponer que nuestras palabras versasen sobre el film, sobre Keaton o quizá sobre alguna otra ocasión en la que hubiésemos ido juntos al cine. Lo que recuerdo perfectamente (casi con un escalofrío ahora al contarlo), es lo que ocurrió al separarnos. Me quedé mirando como mi amigo se alejaba por la calle hacia el sur, en dirección a su barrio. Cuando lo perdí de vista, apagué mi cigarrillo y me dispuse a partir en sentido contrario. Justo entonces, de la pared más cercana (así lo sentí, como si el sonido proviniese del propio muro) me llegaron unas palabras:

- Mucha gente no lo sabe, pero…

Al principio me sobresalté. Después miré con atención en dirección al lugar de donde provenía la voz. Un tipo estaba apoyado sobre la fachada. Apenas me era posible distinguirle. Era poco más que una sombra. Dudé si ignorarle y marcharme o, por el contrario, averiguar qué quería de mí. Opté por lo segundo. Me acerqué dos pasos, hasta estar casi junto a él. Pregunté:

- ¿Nos conocemos?

Tardó en responder. Su rostro se veía oscuro, tal vez debido, en parte, a la barba de tres días, pero era más que eso, como una oscuridad procedente del interior de sus ojos impasibles. Su semblante no reflejaba la menor emoción.

- No. Sin embargo, le contaré un secreto.

Me pareció incongruente que un completo desconocido fuese a contarme algo sin motivo alguno. Seguro que después de su revelación iba a pedirme dinero. Por un momento pensé en reanudar mi camino, pero pudo más la curiosidad.

- Usted dirá, entonces.

Me miró con esos ojos fríos, un momento que me pareció muy largo. Después inició su relato:

- Mucha gente no lo sabe, pero Buster Keaton estuvo a punto de rodar una película aquí, en Argentina.

Me pareció muy improbable, pero podría ser divertido escucharle. Involuntariamente, sonreí. Él siguió narrando con lentitud, imperturbable.

- El maquinista, hoy es un clásico, pero en su momento fue un auténtico fracaso en taquilla. Tras aquel fiasco, y en vista de lo caros que resultaban los rodajes de sus películas, la productora decidió que, a partir de ese momento, Keaton ya no gozaría de libertad absoluta. Durante algún tiempo estuvo rodando películas que a él mismo le parecían indignas de su genio.

- Sí, sabía eso. Lo leí en alguna parte – interrumpí.

- Fue entonces – continuó el tipo sin inmutarse - cuando entró en contacto, no se sabe muy bien cómo, con un magnate argentino, un pez gordo de Buenos Aires, que le prometió invertir en su siguiente film. Así que Stone Face (como ya se le conocía en todas partes) se vino a la Argentina, dispuesto a rodar en cuanto todo estuviese listo.

Pensé que la narración se había terminado, pero solo se trataba de una pausa, no sé si dramática o para tomar aire.

- El millonario puso como condición que parte del rodaje tuviese lugar en la estación Juan Atucha, sus razones tendría y nadie le discutió ese punto. Para Keaton, tan bueno era un sitio como otro, siempre y cuando tuviera una buena porción de pampa que atravesar con su tren… Sí, lo ha adivinado. La cosa iba otra vez de trenes. Buster Keaton era un enamorado de los trenes. En el fondo, ya sabe usted… La vida es un tren que circula hacia alguna parte cuyos contornos no son nunca visibles…

- Y ¿qué pasó?

- Durante un tiempo, Keaton estuvo recorriendo diversas partes del país, sobre todo los alrededores de la estación en la que iba a iniciarse el viaje que tendría lugar en la filmación. Cuidaba mucho los detalles y le gustaba hacerlo todo en persona. Así que, acompañado de un guía local, que a la vez le servía de traductor y de secretario, fue encontrando escenarios en los que desarrollar su idea. ¿Le gustaría conocer la idea que tenía para esa película?

- Por supuesto – repuse. A esa altura ya estaba más que interesado en lo que el tipo me contaba, fuese verdad o no.

- Bien. El tema es el desierto.

Tras esa contundente frase, casi una sentencia, el hombre guardó silencio. Creí que ahora venía el momento en que iba a pedirme la voluntad a cambio de su relato. Yo tenía en la cartera algunos pesos y estaba dispuesto a ofrecérselos con tal de seguir escuchando. Pero no demandó nada. Solo había parado un momento para tomar aliento, repasar en su mente toda la historia o cualquier otra cosa. Luego continuó como si ese breve lapso –que se me hizo interminable- jamás hubiese tenido lugar:

- El tema es el desierto. Un tren va avanzando a velocidad reducida por parajes desolados. Afuera, nada parece suceder. En el interior, una mujer y un hombre conversan desapasionadamente. Poco a poco vamos averiguando que se trata de un matrimonio. Hay fragmentos de conversaciones mientras por las ventanillas va pasando un paisaje yermo. Tan yermo, adivinamos, como la relación que vincula a esas dos personas que conversan, unidas acaso por el amor en otro tiempo, pero ahora enormemente distanciadas. Hablan por llenar con algo el viaje. Viajan por llenar con algo sus vidas. Si hubo ilusión en su pasado, ahora yace tras un alud de años compartidos. El presente, cada una de sus palabras lo confirma, es la nada. Desempolvan recuerdos, comentan el clima, las últimas noticias leídas en el diario. En sus voces no hay futuro. El futuro no existe. Es la laguna muerta de un páramo casi idéntico a aquel por el que el tren va discurriendo. Ocasionalmente, un revisor atraviesa el compartimento. Nada más. Finalmente, el tren llega al borde de un barranco (no se sabe qué hace exactamente un barranco en medio del trayecto ferroviario y, en realidad, no importa) y sin que nadie pueda o quiera evitarlo, se despeña. Esa escena final, por medio de la edición, iba a durar más de un minuto. Más de un minuto ese tren despeñándose, cayendo verticalmente sin visos de llegar jamás al final de su caída (metáfora de la relación de los dos personajes).

El tipo hizo una nueva pausa. Le miré, expectante, casi suplicando que continuara.

- Al final no hubo acuerdo porque el coste de esa última escena era inasumible para el presunto mecenas. Después de esa negativa, Keaton se entrevistó con mucha gente en Buenos Aires y otras ciudades, pero no consiguió la financiación imprescindible. La película nunca se hizo, así que supongo que tampoco en su país le avalaron. Eso fue todo. Un proyecto jamás realizado. Un sueño nomás.

Ahí terminó el relato. Su voz dejó de sonar y él desapareció, como una sombra. Pestañeé un par de veces, pero no había rastro de él. Como si se hubiese esfumado. Traté de recuperar sus rasgos, la seriedad de su rostro, la impasibilidad de sus ojos, pero me fue imposible.  La noche se transformó en una escena de cine mudo mientras caminaba hacia mi casa.

Al día siguiente llamé a Marco, muy excitado, para contarle todo lo sucedido. Él me escuchó atentamente. Luego, con un tono de confusión, dijo:

- Ayer no nos vimos. No fuimos al cine. Tal vez fuiste con otra persona…

- No, no. Recuerdo perfectamente que fui contigo.

- Hace casi un mes que fuimos por última vez al cine… Y fue a una reposición de Portero de noche, donde Charlotte Rampling está espléndida, por cierto... Lo estuvimos comentando largamente a la salida…

 

Guardé silencio. Pensé que, sin duda, Marco me estaba embromando. Entonces añadió:

- Y la última vez que pasaron El maquinista, que yo sepa, fue hace treinta años.

Colgué. Unos ojos inexistentes me miraban desde el recuerdo de una escena que, al parecer, nunca tuvo lugar, o lo tuvo de algún modo que no me es posible siquiera imaginar. Volví a la cama. Traté de dormir. Soñar escenas de cine mudo. Tal vez al despertar el mundo hubiera cambiado nuevamente.

 

*De Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com

 

 

 

-Siguiente estación

En el recorrido literario por el Ferrocarril Midland:

 

 

 

APEADERO KM. 38.  

 

 

MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.  

 

LIBERTAD.

 

 

 

 

**

 

En el recorrido literario por el Ferrocarril Provincial.

 

-Próxima estación:

 

 

FUNKE. 

 

 

 LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.

 

ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.  

 

LOMA VERDE.    ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.

 

GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.

 

GOBERNADOR OBLIGADO.

 

ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.  

 

 D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.

 

ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.   LISANDRO OLMOS.

 

 INGENIERO VILLANUEVA.  ARANA. 

 

GOBERNADOR GARCIA.

 

LA PLATA.

 

 

 

 

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