domingo, agosto 28, 2022

UNA INÉDITA TRANSPARENCIA

 


*Obra de Walkala.

Dr. Luis Alfredo Duarte Herrera (1958-2010).

-En Aurora Boreal. Walkala: un homenaje in memoriam

http://www.auroraboreal.net/index.php?option=com_content&view=article&id=1367%3Awalkala&catid=94%3Apintura&Itemid=160

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*

 

 

Quien recuerde la luz,

que se detenga

sencillo al borde de las cosas,

que encienda una manzana,

una tijera,

los restos de la noche en las ventanas,

que nos recuerde que aquí,

sobre la mesa,

debe aguardar un pan.

Quien recuerde,

quien sepa de la luz,

que nos entibie

el pecho,

que nos haga preguntarnos porqué

este frío en los huesos,

esta helada compasión donde hubo

una certeza viva,

transparente.

Quien aún recuerde la luz,

que ande de pie

con la mano tendida,

como la lámpara

que se dejó olvidada

antes de partir

y espera

nuestro regreso para iluminarnos.

  

*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com

 

- Mariana nació en General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City Bell. Publicó: Cuadernos de la breve ceguera (La Magdalena 2014). Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015) La hija del pescador (La Magdalena, 2016).  Piedras de colores (Proyecto Hybris 2018). El orden del agua, GPU Ediciones (2019)

-Su libro MADURA, ha sido editado por Editorial Sudestada (2021)-

 

 

 







 

 

Ideas para un debate real sobre la crisis climática *

  

*Por Alejandro Badillo. badillo.alejandro@gmail.com

 

Desde hace tiempo hay en México un debate sobre la energía y la contaminación. El debate debió haber ocurrido hace décadas y solo las noticias cada vez más alarmantes de la crisis climática han prendido las alarmas en los medios de comunicación. Lamentablemente, la mayor parte de las críticas son, en realidad, propaganda de grandes grupos empresariales. Las corporaciones han jugado un papel importante en la negación del cambio climático y, también, en la creación de grupos de influencia que venden soluciones empresariales a distintos gobiernos para que, en el discurso, los políticos afirmen que están combatiendo la contaminación y cuidando los recursos naturales. El gobierno de México ha tenido encontronazos con el sector privado que insiste, a través de sus columnistas y las tribunas que controlan, que se adopten sus soluciones para estar alineados con los planes de la ONU y los distintos convenios que han suscrito muchos países a lo largo de los años. En medio de la guerra mediática, el lector poco informado puede creer que México está cometiendo un crimen ecológico al apostar, por ejemplo, por el petróleo y no dar el impulso necesario a las mal llamadas energías limpias que venden los empresarios. Sin embargo, el problema no es nada sencillo, así que habría que puntualizar algunos elementos para hacer un debate que tenga como sustento la realidad y no las medias verdades que vemos en los periódicos todos los días.

En primer lugar, habría que decir que ningún país ha estado a la altura de los compromisos que se han firmado en los últimos años como el Protocolo de Kioto. Las metas para no alcanzar o, al menos, tener como límite los 1.5 grados centígrados de aumento en la temperatura global han fracasado estrepitosamente y todo apunta a que la historia no cambiará mucho en el corto plazo. De hecho, la Agencia Internacional de Energía prevé que los niveles de CO2 tendrán números récord en el 2023 y seguirán aumentando. ¿Cuál es la razón? La principal razón es que, a nivel global, se sigue un modelo que contamina a través de la extracción de materias primas, el consumo de productos y el desecho cada vez más veloz de estos. Si no se rompe este ciclo no habrá manera de mitigar los efectos del cambio climático. El problema es que la cultura de consumo es el motor del sistema económico capitalista que, con algunas diferencias, rige a casi todos los países del mundo. La fe en que el crecimiento económico –llevado al extremo por las políticas neoliberales– solucionará la desigualdad y la consecuente pobreza, es algo que ya ha quedado obsoleto. Como cualquier punto adicional en el Producto Interno Bruto mundial implica consumo de energía y un proceso que implica la generación de gases de efecto invernadero, la única manera de incidir en esta ecuación es no crecer y redistribuir lo que se tiene.

Ahora bien, como ningún gobierno del mundo quiere absorber los costos del decrecimiento o la desaceleración económica necesarios para contribuir de verdad a la reducción de contaminantes, han recurrido a lo que los expertos llaman “Ecoblanqueo” o “Greenwashing”. Esta práctica empresarial consiste en vender soluciones falsas o a medias para que los consumidores piensen que, para “salvar al planeta”, no es necesario cambiar de fondo el sistema económico y, sobre todo, su estilo de vida. De esta manera hemos sido bombardeados en los últimos años por propaganda de celdas solares, turbinas eólicas, autos eléctricos, y proyectos surrealistas como enterrar el CO2 en pozos excavados a gran profundidad. El consenso, con este tipo de discursos, es que sólo falta voluntad política y una visión de futuro para echar a andar las energías “limpias” vendidas por los corporativos. No dicen que para que esas energías funcionen masivamente se necesita una extracción colosal de recursos. Tampoco dicen que las renovables sólo producen electricidad y esto representa, aproximadamente, el 20 por ciento del consumo mundial de energía. La misma Agencia Internacional de Energía ha comunicado que sólo se ha invertido el 2 % de los recursos que, en el papel, se necesitan para que las energías no fósiles sean un asunto del pasado. El mundo no ha dado pasos a esa meta porque no es redituable financieramente y las alternativas a los combustibles tradicionales no tienen el rendimiento suficiente para sostener la planta productiva impulsada, como nunca antes, por el libre mercado. A pesar de eso, los propagandistas empresariales, profetas del greenwashing, siguen atacando a gobiernos que no compran sus productos y difundiendo ideas que nunca se harán realidad. Nunca aceptarán que una sociedad de consumo perpetuo no tiene cabida en un mundo de recursos finitos.

Hay otro elemento en el dilema ecológico que ya está cobrando factura: la escasez de materias primas y de energía. En este año hemos visto cómo la inflación se ha disparado en muchos países de Europa y, particularmente, en Estados Unidos que ha visto los mayores niveles en 13 años. Los analistas han hecho un diagnóstico superficial: la culpa de este fenómeno macroeconómico es que la industria no ha podido ponerse al parejo de la demanda de mercancías y sus componentes que, supuestamente, ha aumentado después del colapso en el consumo provocado por la pandemia. También le achacan la culpa a la guerra en Ucrania. Dicen que sólo hay que arreglar o poner al día la cadena de producción y de suministros o que, una vez que se resuelva la inestabilidad en Europa, todo volverá a la normalidad. Sin embargo, hay algo que no dicen: la escasez de materias primas está ligada, según muchos científicos, a un agotamiento de las reservas de petróleo, agua, tierras raras para mercancías electrónicas, entre otros recursos. Si un productor no puede generar los números de antes, sus manufacturas subirán de precio. Mucha gente minimiza este problema porque en nuestra vida diaria, con todo y el aumento de precios, seguimos viendo los aparadores razonablemente llenos. Hay que decir que la llave de los recursos se está agotando gradualmente y no de un día para otro. El petróleo, sin ir más lejos, está sufriendo algo que los especialistas y geólogos llaman el “peak oil”, un modelo presentado en 1956 por el geofísico Marion King Hubbert que trabajaba, en ese entonces, para Shell Oil Company. El científico afirmó que se llegaría a un límite en la extracción de crudo y, por lo tanto, la producción industrial no podría mantener el ritmo de las promesas de crecimiento de los líderes mundiales. Desestimada en su momento, la “Teoría del Pico de Hubbert” ha sido confirmada por los hechos. Cada vez que ha escaseado el petróleo –muchas veces por cuestiones políticas o guerras– el capitalismo mundial entra en crisis. Este panorama agudizará muchos problemas que ya existen y nos enfrentará a tensiones inéditas en la historia por la enorme dependencia que tenemos a los combustibles fósiles.

Este problema multifactorial no tiene una salida fácil y eso hace que los ciudadanos lo descalifiquen. Lo que ya estamos viendo es que los países protegerán aún más los recursos estratégicos para sus poblaciones. ¿Qué significa esto? Que limitarán o vigilarán el papel de la iniciativa privada en la producción de energía y se enfrascarán en guerras de baja intensidad para extraer recursos de otras naciones. La sobrevivencia de los Estados depende de proteger, hasta donde se pueda, la sobrevivencia de sus ciudadanos. En caso contrario aparece, aún más, la ingobernabilidad y la inestabilidad política. En 1783 el volcán Laki en Islandia hizo erupción y provocó una crisis ambiental que causó hambrunas en Europa ya que se perdieron las cosechas. Algunos investigadores vinculan este desastre natural como uno de los factores que detonó la Revolución Francesa.

Para finalizar y volviendo al papel del gobierno mexicano, me parece que está haciendo lo correcto al defender al país de los profetas de las energías renovables que sólo buscan ganancias en medio de la crisis y aprovechar el consenso de que hay que hacer algo para enfrentar el colapso climático sin disminuir el consumo. El petróleo, tan denostado por estos sectores, es la base para que podamos comunicarnos, tener medicinas e, incluso, producir cosechas a gran escala para alimentar a miles de millones de personas. El asunto va más allá de usar bicicleta y no llenar de gasolina un auto particular. Pero se abre una gran interrogante para el futuro próximo: ¿qué pasará cuando sea aún más perceptible el agotamiento de los recursos naturales o que los desastres climáticos aceleren la desigualdad que sufren los países, sobre todo los pertenecientes al Sur Global? En ese aspecto se necesita, primero, un discurso de izquierda que tenga al clima, al decrecimiento y la redistribución como focos principales. Es lamentable que este tema esté ausente en la narrativa de un gran sector de la izquierda mexicana que, parece, se ha quedado en los años del desarrollismo latinoamericano del siglo XX. El propio presidente López Obrador ha dicho que, para dar vuelta atrás a la inflación, “hay que producir más”. Habría que ver de dónde se sacarán recursos naturales para concretar esa fantasía propia del siglo XX y no de los tiempos que nos esperan.

La crisis climática sólo se puede enfrentar desde un cambio radical de paradigma. Hay que replantear, como muchos académicos ya lo están haciendo, el concepto de “desarrollo” y, desde ahí, hacer propuestas que deben, forzosamente, retomar lo que ya se hace en la sociedad civil. Sólo así se podrá influir en el gobierno, combatir las ideas caducas de los intelectuales de derecha –o liberales como les gusta llamarse– patrocinados por las corporaciones y comenzar a ver, sin distorsiones, sin falsas esperanzas, el mundo que tendremos en unos años.

 

*Fuente:

https://www.ladobe.com.mx/2022/08/ideas-para-un-debate-real-sobre-la-crisis-climatica/

 

 

-Alejandro Badillo. (Ciudad de México, 1977)

-Es autor de los libros de cuento Ella sigue dormida (Tierra Adentro), La herrumbre y las huellas (Eeyc), Vidas volátiles (BUAP), Tolvaneras (SC Puebla), El clan de los estetas (Universidad Veracruzana. Premio Nacional de Narrativa Mariano Azuela) y las novelas La mujer de los macacos (Libros Magenta) y Por una cabeza (Premio Nacional de Novela Breve Amado Nervo).

 

Recientemente ha publicado:

 “La Habitación Amarilla” (cuentos) por Editorial BUAP. -2021-

“Reconstrucción” (novela) Ediciones EyC. -2021-

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

Faltan piedras*

 

Salíamos a la calle a jugar a fútbol con una piedra como pelota y los agujeros de las alcantarillas como porterías. Con cada gol se perdía una piedra, pero no había problema, en la misma calle encontrábamos fácilmente otra.

Mediante un cordel cualquiera, trenzándolo hábilmente y añadiéndole un trozo de tela, o en su versión de lujo, un pedazo de cuero, construíamos una honda y con otra piedra disfrutábamos dándole a todo aquello que no apuntábamos. Con una rama debidamente pulida con la navaja y machacando con una piedra la varilla de un paraguas hacíamos un arco terrible con el que disparábamos a los enemigos de la otra banda del pueblo.

Estaba claro que nuestra base para construir juguetes eran las piedras. Pero hoy en día las piedras han desaparecido de las calles y los niños deben ingeniárselas con otro tipo de juguetes. No es que no tengan imaginación es que les hemos quitado la materia prima.

Pongamos piedras en las calles y así evitaremos los chats, las aburridas play stations, los robots de tercera generación y los aburrimientos supinos de nuestros hijos.

 

*De Joan Mateu.

 

 

 

 


 

 

 

 

 

CERRO LEONES*

 

Está Cerca de Bariloche el cerro, y más que un león yacente parece un cachorro de San Bernardo, y nunca hubo leones sino pumas, pero el sacerdote que lo descubrió para los que acabarían con los tehuelches vio un león. Así ocurrieron las cosas en esta extensa y bella América, renombrada y transformada por los recién venidos, que daban en descubrir lo que fue ocupado siglos por razas morenas, y en nombrar las cosas según lo que sus europeos ojos podían hallar en semejanza. Fue un cerro entonces una campana, otro una catedral, y las palabras nativas se enterraron debajo de vocablos lejanos, así como en el litoral contó el poeta que los ojos marrones retrocedieron expulsados por el lino, que multiplicaba en flores celestes los ojos azules de los que bajaban de los barcos.

Pero allá arriba, en el cerro donde moran las águilas y sobrevuelan los jotes, podemos asomarnos con el espíritu sobrecogido a las cuevas que fueron taller de fabricación de armas para la caza del guanaco y de los pequeños ciervos que alimentaban a hombres de dos metros de altura, y mujeres de un metro setenta. Envueltos en pieles los tehuelches, con obsidiana tallaban la piedra para sus flechas. Nunca condescendieron a la sedentaria agricultura ni a la cría de ganado. Lo harían los mapuches, llegados porque el hombre blanco los empujaba desde arriba, desde el norte que iban ocupando sin resquicio pese a los inmensos campos vacíos.

Allí arriba están las cuevas, allá desde donde se puede ver el amplio horizonte y el cielo más amplio aún, dos infinitudes inabarcables. Las montañas lejanas, los lagos espejando el alma y calmando el viento en azul.

Podemos admirar las plantitas empeñosas en florecer entre las piedras, esas piedras que se rompen como papel, como hojaldre colorido, con sus vetas rojas de hierro y amarillas de azufre, y ese piso impalpable de polvo volcánico.

Y podemos tratar de hallar las pinturas rupestres, apenas una huella imperceptible, como imperceptible es la huella de los antiguos moradores, muertos ya, desaparecidos de esta Patagonia que los vio retroceder a las sombras de un tiempo que se confunde con el Tiempo, con la Historia, con la vergüenza de las masacres, la sífilis, el alcohol que les destrozó lo sagrado que habitaba en ellos. No entendían lo que propiedad privada significa, y cuando los blancos les mermaron el guanaco, cazaron entonces esos bichitos blancos que también servían para comer. Eran ovejas, no pertenecían a la tierra como todos los animales le pertenecen, tenían dueños de extraña lengua y extraña vestimenta, y más extraña aún concepción de lo que el mundo es y de cómo está ordenado el universo. Los blancos los cazaron a ellos como ladrones.

Podemos entonces mirar las cuevas. Somos intrusos, lo sabemos. No nos llevamos nada. Quizás, con suerte, aprendemos algo.

Y después nos internamos en el volcán. Porque así nació esta elevación, con fuego, con el encrespamiento de la tierra que escribe sin letras pero deja los signos que narran una saga de milenios sobre el lomo del planeta.

Nos metemos en el volcán como quien nace. Volvemos al útero de la madre Tierra por una abertura estrecha que nos obliga a acuclillarnos primero y a reptar después, cuerpo extendido hacia la obscuridad profunda de las profundas entrañas de lo obscuro.

Otra caverna. La luz del guía, un reflector conectado endeblemente a una batería, que recorre las paredes de ángulos geométricos, picos y quebradas, y muestra un lago de agua helada y limpia, absolutamente calmo, ajeno al afuera, ignorante del viento, abrazado a sí mismo; un lago transparente, frío, un ojo de agua que nos devuelve la mirada, indiferente.

Y es la experiencia de lo subterráneo, de la semilla que aguarda, de las raíces, de las ciudades de los muertos. Apagar la luz, sentir la obscuridad y el silencio sin atenuantes. Cada uno de nosotros está solo, es pequeño. Cada uno de nosotros es un punto de frágil sangre, de mínima carne dentro de las entrañas de la tierra que crece a nuestro alrededor con forma de animal yacente.

Estamos solos allí. Cada uno. Por un momento los sentidos nos cortan los puentes con el afuera. Dentro del volcán. Dentro de nuestros cuerpos. Estamos solos allí, como siempre, pero ahora lo notamos.

Cuando bajo sorteando piedras recupero el cielo, veo las águilas, los jotes, siento el viento. Ellos se quedan. Los tehuelches se quedan también. Aunque no los haya visto también se quedan.

Sigue acostado el león, el puma. Sigue dormido el animal yacente. Pero escucho el rugido, todavía escucho el rugido.

 

*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nacimiento*

 

 

Nacimiento

o la nostalgia de cráteres desnudos.

Actuar en teatros vacíos.

Beber

gastadas bocas que ya no esperan nada

salvo el sabor amargo de la muerte

en copas que hasta la noche rechaza.

Caer en simas de desolación

implorando la clemencia del olvido

y contemplarse en el alba tenebrosa

de un incierto futuro

con el rostro fatal de un desdibujado doble

imitando risas falsas, actitudes

de prosaico espectador sin añoranzas.

Desde el fondo cruel de los espejos

te contemplan unos ojos apagados

y una voz pronuncia la implacable sentencia:

Los tranvías no se detienen para nadie.

 

 

*De Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com

https://sergioborao2011.blogspot.com/2015/09/nacimiento.html

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuestión de ojo*

 

 

*Por Juan Forn.

 

En 1958, John Huston le ofreció a Jean-Paul Sartre 25 mil dólares para que le escribiera un guión sobre Freud. Huston ya había dirigido en Broadway una obra de Sartre (A puerta cerrada) y mostrado interés en filmar otra (El diablo y Dios) y le importaba poco que Sartre tuviera poco respeto por el psicoanálisis. Lo suyo era un típico pálpito de director de cine: Sartre era el candidato ideal para escribir ese guión porque lo que Huston quería filmar era la historia de cómo Freud se había convertido en Freud (es decir, esos siete años de fracasos sistemáticos desde que empezó con la hipnosis hasta que se internó en la interpretación de los sueños propios y ajenos), y pocas personas, según Huston, encarnaban mejor la máxima sartreana "El infierno son los otros" que Freud tratando a sus primeros pacientes ante la mirada hostil de la parentela de esos pacientes, de sus colegas médicos y de toda la sociedad vienesa de su tiempo.

La idea de Huston era bien norteamericana (Freud como detective de la psique, superando mil obstáculos hasta la triunfal develación del enigma).

Sartre mordió el anzuelo por el motivo inverso: el desvelo excluyente de su Freud no era curar las neurosis, sino exponer a la luz del día los secretos y miserias de la burguesía vienesa. Sartre envió una sinopsis de 95 páginas que a Huston le fascinó (aunque las sinopsis de guión no superan nunca las quince páginas). Tres meses después llegó la primera versión del guión y Huston empezó a preocuparse: "La copia mecanografiada era más gruesa que mi muslo". Así que invitó a Sartre a su castillo en Irlanda para trabajar juntos y de esa manera empezó la amarga comedia que deberían haber escrito y filmado en lugar de la vida de Freud.

No más llegar, Sartre le escribe a Simone de Beauvoir: "No puedo decir que me aburra, Castor, hay que vivirlo todo al menos una vez. No he salido desde que llegué. La ciudad más cercana está a medio día de viaje. Miro los kilómetros y kilómetros de nada que nos rodean y, si no fuera por el pasto, diría que tiraron la bomba atómica. En cuanto al castillo, cada habitación rebalsa de objetos incongruentes: Cristos mexicanos, lámparas japonesas, el Monet más feo que he visto en mi vida... H dice que vive aquí por la naturaleza, pero lo hace para evadir impuestos".

Huston, por su parte, escribió en su autobiografía: "Al principio admiré su habilidad para tomar notas mientras hablaba, pero después entendí que era imposible interrumpirlo. No paraba ni siquiera para tomar aire. Más lo miraba y más me convencía de que era el hombre más feo que había visto en mi vida. A veces me agotaba tanto, que tenía que salir de la habitación, y el murmullo de su voz me seguía por los pasillos, y cuando volvía a entrar él ni se había dado cuenta de mi ausencia". Todo el equipo reunido por Huston entendía y hablaba francés, pero después de cada jornada de trabajo salían del salón con los ojos vidriosos y la mente en blanco. En determinado momento, Huston trató de hipnotizar a Sartre (técnica que había aprendido en el psiquiátrico donde filmó en 1945 el documental Let there Be Light, sobre las secuelas de la guerra en los soldados que volvían del frente). Le fue imposible. Sartre, por su parte, trató de que el cineasta le confesara qué cosas creía tener en su inconsciente. Le fue imposible ("Ayer H confesó que en su inconsciente no hay nada, ni siquiera viejos deseos inconfesables. No logro entenderlo. No me habla. No me mira. Huye del pensamiento, dice que le entristece").

Un día, Sartre amaneció con un terrible dolor de muelas. Huston ofreció trasladarlo a la civilización (léase Nueva York: ni en Dublín ni en el Londres de posguerra había odontología decente, según Huston). Sartre dijo que le bastaba un dentista del pueblo. Como Huston no conocía ninguno, Sartre encontró uno por las suyas, se hizo sacar la muela en cuestión de minutos y volvió aliviado al castillo. Cosa que llevó a Huston a comentar a su equipo: "Un diente de más o de menos es una cuestión intrascendente en el universo de un existencialista".

Finalmente, Sartre volvió a París y prometió enviar una nueva versión del guión. La que había llevado al castillo de Huston tenía cerca de cuatrocientas páginas (está publicada, es una gloria, se llama Freud, a secas). La que envió dos meses después era más larga aún, Huston optó por encerrarse con Wolfgang Reinhardt y Charles Kaufman (sus dos colaboradores en el documental de 1945) y le mandó a Sartre el guión convenientemente reducido. Este contestó una carta más larga que todo el guión, exigiendo queretiraran su nombre de los créditos, aunque buena parte del guión siguiera utilizando material suyo, por ejemplo el personaje de Cecily, que Sartre había compuesto basándose en tres de las pacientes iniciales de Freud y que quería que interpretase Marilyn Monroe. La idea era brillante. Pero Anna Freud, que supervisaba el tratamiento psicológico de Marilyn, le prohibió aceptar (además, desacreditó la película cuando se estrenó, razón por la cual, cuando Marilyn murió pocos meses después, Huston declaró: "No la mató Hollywood: la mataron sus psiquiatras").

El papel de Cecily cayó en manos de la inglesa Susannah York y el de Freud fue para Montgomery Clift. Huston creyó que sería útil para la película que ambos actores tuvieran experiencia como pacientes de psicoanálisis. Fue al revés: tanto la York como Monty pretendieron reescribir sus escenas. Con la York no fue tan grave (Huston la prefería contrariada y se limitó a reducirle al máximo sus parlamentos). Con Monty el problema fue mayor: después del rodaje de The Misfits había tenido un accidente automovilístico que lo había dejado con severas limitaciones corporales y faciales.

En su guión, Sartre había hecho obsesivo hincapié en la mirada penetrante del creador del psicoanálisis, y Monty le aseguró a Huston que podía hacer a Freud casi enteramente con los ojos. Huston pidió a su director de fotografía que hiciera la mayor cantidad posible de primeros planos, cosa que permitió disimular no sólo la torpeza motriz de Clift, sino también los cartelitos con textos auxiliares que sembraban por todos lados, ya que los cócteles de tranquilizantes y alcohol que tomaba Monty para paliar sus dolores corporales le impedían aprenderse sus parlamentos.

El rodaje fue un calvario. La mitad del equipo técnico culpaba a Huston por torturar a sus actores; la otra mitad decía que Monty boicoteaba la película por tener que actuar con la York en lugar de Marilyn. En lo único que coincidían todos era en el extraordinario efecto que tenían aquellos

primeros planos de Clift, y allí depositaron todas sus esperanzas. "Era imposible no admirar el talento de Monty cuando se le encendían los ojos", escribió Huston en su autobiografía. La película se estrenó por fin en 1962 y las críticas no fueron tan malas de entrada... hasta que la prensa amarilla de Los Angeles se hizo un festín anunciando que Montgomery Clift se operaba de cataratas: a eso se debía en realidad la mirada alucinada que le había dado a su Freud.

 

 

*Fuente: https://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-131946-2009-09-18.html

 

 

 

 

 


 

 

 

 

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Adentrarse en la densidad de los objetos, paradojalmente aliviana el esfuerzo de vivir, y por momentos la vida adquiere una inédita transparencia.

 

*De Liliana Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com

 

 

 

 

 

 

Inventren

https://inventren.blogspot.com.ar/

 

 

 

 

 

CASBAS*

 

 

En una historia de Ray Bradbury, un hombre de joven no había abordado un tren. Por alguna razón que no recuerdo o quizás no conste en el relato, este hombre con el pasaje pago y el ticket en el bolsillo, había dejado pasar ese tren que se descarriló. Todos murieron.

En la historia de Ray Bradbury, el hombre vive una vida ordinaria trabajando, forma una familia, pero siempre está atento a ese tren fantasmal que finalmente vendrá a buscarlo. La muerte es, para él como para tantos, un expreso de medianoche.

Esto ocurre en un cuento, por lo tanto ocurre lo esperado y la muerte viene a buscarlo sobre vías de niebla; se ve el faro delantero iluminando oscuras arboledas, se escucha el imposible traqueteo, la imagen final es la del tren repleto de pasajeros que aparece en la noche para que se cumpla el destino aplazado del protagonista.

Aquí, lejos de Illinois, en la estación Casbas una mujer espera en el andén. La estación es ahora un museo, pero la mujer se obstina en ese andén sin trenes.

Me dirán que la mujer espera el amor que partió, que espera la muerte que ha de venir. No lo sabemos aún. Todavía hace falta mirarla un poco, descifrar las arrugas en la frente, descorrer algunos velos.

En un banco de madera y hierro la mujer se mece, se arrulla, se va desatando de la familia y la ciudad. Se desvanece de a poco esta mujer que ahora sé que no espera un tren que venga a llevársela. Se desdibuja en tonos sepia, en rosados y mancha de agua sobre papel.

La mujer no espera la muerte, ni el amor. Ha venido a la estación sin trenes para saber que nadie la vendrá a buscar. Sola, solita, la mujer se va despidiendo de sí.

No necesita transporte para escapar hacia adentro.

 

*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com

 

 

 

 

 

Próxima estación por antiguo ferrocarril Midland:

 

LIBERTAD.

 

-Final del recorrido literario por el Ferrocarril Midland-

 

En Libertad, la antigua sede de los talleres ferroviarios estará terminada la aventura literaria del antiguo Midland. Desde Marinos –una estación relativamente joven- hay un tren real –el Belgrano Sur- que puede recorrerse hasta Aldo Bonzi en el tramo original del Midland para continuar por las vías que fueron alguna vez del Compañía General Buenos Aires hasta la estación Sáenz.

Queda renovada la invitación a participar en la última estación del Midland literario. Que la utopía del tren literario no se detenga y haya fuerza demencial literaria para seguir adelante con el extenso recorrido del Provincial.

 

 

 

InventivaSocial

Plaza virtual de escritura

 

-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.

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