viernes, enero 13, 2012

EN IRSE SIN QUERER Y NO PODER VOLVER...



*Dibujo: Ray Respall Rojas.
-La Habana. Cuba.




ALGUIEN RONCA EN EL CUARTO*



A Sarah y Pepe, los mejores abuelos del mundo


Miguel no podía dormir por causa de los ronquidos de su abuela.

Desde que nació su hermanita lo habían trasladado al cuarto de la abuela, con el pretexto de que era más amplio y no le molestaría el llanto de la bebé. Lo cierto es que el cuarto de los padres se había hecho pequeño con la llegada de la bebé y él aceptó gustoso la mudanza, adoraba a su abuelita, un ser mágico, lleno de historias y que le permitía casi cualquier travesura – sumándose a veces como un niño más -, pero no contaron con los ronquidos. La abuela roncaba no más posar la cabeza en la almohada, como si muchos leñadores se hubieran puesto de acuerdo para talar un bosque.

Aquella noche sucedió algo diferente. Cuando comenzaron los sonidos “ronc, ronc”, descubrió que su abuela aún estaba despierta, mirándolo con ojos muy abiertos.

- ¿Quién está roncando, Miguelito? – preguntó, sentándose en la cama.

- No sé, normalmente eres tú quien lo hace.

- ¡Pamplinas! ¡Yo no ronco! – saltó de la cama - Vamos a buscar de dónde vienen los sonidos.

Encendieron las luces y miraron en cada rincón del cuarto. Nada… pero eso no fue todo, lo peor es que afuera, lo mismo saliendo hacia la sala, que saltando por la ventana hacia el patio, encontraban un silencio absoluto.

Cuando volvían al cuarto, allí estaban los ronquidos... Al final, la abuela decidió que había que dormir, no iba a alterar su sueño porque a algún fantasma le hubiera dado por roncar. Le dio una linterna, aclarándole que no la encendiera por gusto para no gastarle las baterías. Al momento estaba sumando sus “ronc, ronc” a los que ya ocupaban el cuarto.

Si con su abuela roncando no podía conciliar el sueño, ¿cómo pretendían que lo hiciera ahora? Se cubrió la cabeza con la sábana, luego puso la almohada encima... Emergió jadeando, tras descubrir que tenía un excelente sentido de la audición, capaz de traspasar murallas.

Estaba pensando contar ovejas cuando un nuevo sonido lo sorprendió: ya no eran dos, sino tres ronquidos, eco del eco. Apenas tuvo tiempo de incorporarse cuando uno más se sumó al extraño coro. Encendió la linterna y se acercó a su abuelita, que no escuchaba más que las voces de sus sueños. ¡Se veía tan feliz y apacible!

Una tenue luz frente a él le hizo alzar los ojos. Vio un cuarto muy semejante al suyo, en él un niño verde, de orejas puntiagudas, farol en mano, contemplaba dormir a un viejo ogro de larguísima barba.

Más allá se iluminó una sutil lamparita hecha de luciérnagas, un pequeño elfo vigilaba el sueño de una abuela con alas de mariposa, roncando en su cama de hojas.

Bajo el mar, a la tenue luz de una perla, una sirenita contaba las burbujas que salían de los labios de su abuela.

En otra galaxia, un joven emitía rayos de luz desde sus tentáculos para iluminar la noche de un abuelo que roncaba.

Miguel comprendió que existen mundos paralelos, vidas semejantes, y que lo que hacemos o pensamos, en cierto modo repercute en ellos y los afecta, para bien o para mal. Entendió, mientras regresaba a su camita, que los abuelitos roncan porque no pueden evitarlo, que era su negativa a aceptarlo lo que le impedía dormir; mientras él no lo aceptara, tampoco lo harían los nietos que en otros mundos habían encendido sus luces.

Y arrullado por los sonidos “ronc, ronc”, que ahora se le antojaban una canción de cuna, apagó su linterna y se durmió.



*De Marié Rojas Tamayo.
La Habana. Cuba.











RENACER*



Poesía Haiku


El viento hila
recuerdos y promesas
que agonizan.


Pregonan desvíos
de caminos híbridos
muertos al nacer.


En mis canteros
maduran las semillas
que planté ayer.


En primavera
habrá flores azules
luciendo allí.




ARABESCOS*


Cristales vacíos
esculpen arabescos
como palabras.


Dejan misterios
escondidos, esclavos
a viejos ritos.


Blanca arena
cuentas hora por hora
en cárcel cristal.


Eternamente
define vida, muerte,
amanecer, fin.



*Poemas de Emilse Zorzut. zurmy@yahoo.com.ar







ESTACIÓN DE LOS VIENTOS DE AGOSTO*



Estación de las búsquedas


Va y viene la mujer. Busca.
El perro intenta mover su cola.
Su mitad, ha perdido su pérdida.
Sale de la noche y a la noche llega.



Estación del perdón


Los ojos vacíos de no ver.
Los pies entran en la boca del lobo.
Su piel tiene la textura del perdón.
El lobo, levemente la deposita en la leve hierba.



Estación de la tibieza.


Algo toca, roza los dedos del pié.
Nace en la planta y se arraiga. Sube por el empeine.
La tibia soporta el peso del cuerpo. El venir y el devenir
Se acurruca en la tibieza de la pantorrilla.



Estación de los vientos de agosto



El hombre y la mujer encienden un círculo de fuego.
Tiemblas los dos. Soplan.
Los vientos de agosto los empujan.
Algo, que puede ser una luz, un jazmín de aire.
Intensamente perfuman la pausa del deseo.



-De la Serie Tiempo de las Estaciones.


*De Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar








Medio centímetro de tristeza*



*Por Juan Forn


Había una vez una princesa que fue a ver a Freud para no suicidarse. Tenía 44 años, la habían criado para casarse, la habían casado con el príncipe heredero de la corona de Grecia y Dinamarca, que resultó ser un homosexual rampante; desde entonces llevaba veinte años buscando desesperadamente alcanzar la volupté (como llamaba al orgasmo) con diferentes amantes, que la habían despreciado por fría. Freud, que registró de inmediato la calidez humana debajo del título nobiliario, la angustia sexual y la desesperación suicida de la princesa, y logró hablarle como nunca nadie le había hablado, fracasó sin embargo con ella, según los anales del psicoanálisis. Logró que no se suicidara, sí (la princesa Bonaparte murió de muerte natural a los ochenta años, en su residencia de verano de Saint Tropez, sin haber probado jamás el sabor de la volupté, según propia confesión); logró incluso que encontrara un sentido a la vida, y un poco el problema está ahí, para los anales del psicoanálisis: porque luego de paciente, la princesa Marie Bonaparte se convirtió en discípula de Freud y luego en terapeuta, dedicó sus desvelos y su fortuna a difundir el psicoanálisis en Francia, sacó a Freud y a su familia de Viena y los instaló en Londres, pagó de su bolsillo la edición de las obras completas de su maestro en alemán, tradujo ella misma algunas al francés y solventó durante años la Sociedad Psicoanalítica de París. Pero su terapia con Freud y su figura son una aberración para los anales psi, y ni les cuento para las feministas.
Me explico: Marie Bonaparte era bisnieta del hermano libertino de Napoleón, Lucien. El padre la crió para casarse. El mismo se había casado con la heredera del casino de Montecarlo, y para su hija aspiraba a lo más alto: alguna de las casas reales europeas. Marie perdió a la madre al mes de nacer. El padre la puso en manos de una abuela despótica, pero la dejaba curiosear en el gabinete donde daba rienda suelta a su afición: una cruza un poco macabra entre la etnografía y la biología (pagaba expediciones al Africa, tenía en su estudio la calavera de Charlotte Corday, la asesina de Marat, y el cuerpo disecado de una mujer prehistórica). Una de esas tardes en el gabinete, Marie le dijo que quería estudiar medicina. El padre le dijo que su destino era el altar, no la universidad. Ella se casó, le dio un título a su padre y dos hijos a la corona griega, se entregó en vano a diferentes amantes (ella misma escribió sobre ellos, así que se los puede nombrar: Leandri, el edecán corso de su padre; Aristide Briand, el primer ministro francés; Rudolph Löwenstein, el psiquiatra que la derivó a Freud; el cirujano Josef Halban, del que hablaremos en breve), y cuando nada de eso funcionó, se armó un gabinete parecido al de su padre y se sentó a estudiar su problema: haciéndose pasar por médica, logró 243 testimonios de mujeres que confirmaron su presentimiento hasta entonces inmencionable. La frigidez se debía a que su clítoris estaba a tres centímetros de su vagina. El problema era anatómico. Las mujeres que tenían el clítoris a más de dos centímetros y medio de la vagina eran frígidas por eso. Había solución quirúrgica y ella misma se sometió a la prueba: le pidió al doctor Halban que le desplazara el clítoris medio centímetro hacia abajo. La operación se hizo, los resultados fueron nulos.
Freud escuchó con espanto el relato de la princesa. En vano intentó convencerla de que debía superar la etapa fálica, que la atención al clítoris era mera nostalgia del pene, una forma de no asumir su condición de mujer. La princesa se operó con Halban una segunda vez y Freud logró frenarla cuando iba a someterse por tercera vez a quirófano. Pero no pudo disuadirla del rol crucial del clítoris en la consecución de la volupté. Por diferencias mucho menores, Freud echó de su lado a un montón de gente. Pero a la princesa la bancó. Fue su amigo, su confesor y su consejero, y también confió en ella, le dio la bendición para que lo representara (y lo tradujera) en Francia, se puso en sus manos para que lo sacara de Austria, pidió que sus cenizas se guardaran en una urna griega que le había regalado la princesa. Por eso es doblemente significativo que estuviera refiriéndose a ella cuando escribió años después su famosa frase: “La gran pregunta que nunca recibe respuesta y yo no estoy capacitado para responder, después de treinta años de estudios sobre el alma femenina, es qué desea una mujer”.
La muerte eximió piadosamente a Freud de leer los libros de su amiga. La princesa Bonaparte no supo trabajar con otro criterio que el de su padre: el del aficionado asistemático. Cuando teoriza es una catástrofe (Melanie Klein primero y las feministas después han escarnecido su summa teórica, el libro La sexualidad de la mujer), pero cuando es confesional, como en sus Cuadernos negros (donde habla de sus amantes, de su madre muerta, de su infancia, de su angustiosa insatisfacción sexual), se expone con una franqueza que desarma. Dicen que también como terapeuta era igual de heterodoxa: cuando partía con los primeros calores a su casa de Saint Tropez, recibía allí a sus pacientes, les daba alojamiento y los mandaba de vuelta a París con su chofer (atendía en el jardín, bajo un castaño: una chaise longue para el paciente, y ella detrás en un sillón de mimbre, tejiendo crochet). Durante la guerra salvó a más de doscientas personas antes de irse ella misma a Egipto. Sus hijos dicen que fue flor de madre, su marido –el príncipe helénico– le pidió que fuesen enterrados juntos (él murió primero) porque nadie le daba tanta paz como ella, fue generosa, amiga de mucha gente y enemiga de algunos que no tuvieron piedad con ella (Lacan fue el peor). En su vejez confesó que el psicoanálisis le había procurado resignación, paz mental y la posibilidad de trabajar, pero que su vida estaba marcada por el fracaso y la añoranza de la volupté.
Así como Freud no llegó a leer los libros de la princesa, la princesa no llegó a enterarse del status de pionera que le adjudicaría la sexología poco después de su muerte: Kinsey primero y Masters & Johnson después reivindicaron los estudios de Marie Bonaparte, en especial la importancia del clítoris en el orgasmo de las mujeres. También el descubrimiento del Punto G se lo debemos a la princesa: Ernst Grafenberg (el Señor G del Punto G) siguió sus textos en busca de zonas erógenas en la pared frontal de la vagina. Pero lo que más me alucina a mí es que incluso aquel excéntrico trabajo de campo con 243 mujeres resultó asombrosamente preciso: los cirujanos plásticos de la actualidad que se especializan en reconstrucción vaginal fijan en exactamente dos centímetros y medio “la distancia armoniosa que debe haber entre el clítoris y la vagina”. Incluso esa leve versión de la volupté –la de tener razón– le fue negada en vida a la princesa Marie Bonaparte.


*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-185340-2012-01-13.html







Ese sentir*


Por lo lejano


No quiere morir
no,
no quiere
como la arena tibia
se deja caminar de punta a punta
la playa sola
la extensión vacía y
junta piedras
porque los caracoles traen llanto
sin fatiga rumorea el agua
luego vendrán familias sombrillas y
perros y racimos
se comerán por unas horas la hondura
pero ahora solo el mar es deseado
y camina camina
y mira mira
y a veces un velero
un aguaviva


y no es una ficción
esa forma extraña para la época
no necesita máscara no es ficción
sin relleno
e inconveniente
en su contra embisten días y noches
lo sabe y tararea la dulce canción del envero


se percibe por ejemplo en el aroma
de los viejos paraísos dispersos acá y allá por los barrios
en las conversaciones lentas y mesuradas
en la virilidad del proveedor de tomates y estrellas
que aún se la cree
en la suave curva de unas caderas
que sostienen la física del sexo


en quedarse mirando
cuando en realidad
lo que quiere es irse
o en irse sin querer
y no poder volver


la forma de la que hablo
es un brazo arrojando el cuerpo por la ventana
sin otro interés que hacerlo sentir
vivo
y que pegue en el asfalto y vuelva al
gusto de
una flor
sin explicaciones,
la forma como una alteridad
inconformista
no iluminada
difusa
pero con la precisión del ácido
esa forma de sentir que te preocupa
pueda tentar un día a la soga
“con una reserva inagotable
de inocencia y abandono”


Puede ser tan profunda como la muerte
pero no quiere ahí, no
no quiere…
juega con el recuerdo a la rayuela
si tuviese con quién seguiría jugando
pero los cuerpo han quedado
muy solos
a pesar del temblor
y del exceso
“los amantes primero se muestran
nerviosos y tiernos
hasta que lo hacen todo añicos
porque el corazón es un órgano de fuego”


maravilla el sentir sol y pequeños
insectos y yuyos que pican
en las extremidades de los sueños…



*De Patricia Verón. rocambole49@hotmail.com








Conjuros para el 2012*



*Por Miriam Cairo. cairo367@hotmail.com



*


Crear un mundo. En lo posible, esférico, de tal modo que navegando siempre en dirección inversa, pueda llegarse al punto de partida. Evitar los mundos planos para que todo aquel que se adentre en el Océano no llegue hasta el límite final y caiga en el abismo habitado por Leviatán con sus monstruos marinos.
Colocar en el cielo del mundo una luna sujeta a sus propias vicisitudes.
Adorar al hombre y a la mujer por sobre todas las cosas.
No tomar su erótica en vano.
Santificar esa fiesta.
No matar el amorío.
Evitar la insatisfacción del prójimo y de la prójima.
Comulgar la luna en rebanadas sopadas con ron y cantarse: "Dame, solamente, lo que más te guste, y nada más", hasta que se haga carne.
(Fuente: Deuteronomio 5: 6-21 remixado y "Sencillamente", Bersuit Vergarabat, textual).


*


Colocar en el mundo una flor. Siempre la misma flor con variaciones en la forma, en el color, en el aroma. Una flor de cuatro pétalos si contamos los mayores, larguísimos, y los menores, frutales, dramáticos, hechos para morir a gritos en cada cuchillada seminal.
Que para cada flor haya un tallo, serpollo, pitón, sierpe, estolón o junco desplegable.
Que el tamaño no importe.
Que la flor no sea jaula.
Que el tallo, serpollo, estolón o junco no caiga siempre en el mismo lugar a hacer siempre las mismas cosas.


*


Incitar la rebeldía y el brío. Engendrar un relato padre y una poesía madre que engendren hijos breves, de todo compás y catadura. Hijos de tamaños mínimos e imaginería máxima. De apariencia exigua y resonancia perdurable. Que madre y padre se seduzcan, se embelesen, se arrebaten, se apareen hasta dar a luz pequeñas ficciones sin raza, miniaturas estéticas sin linaje, monedas de aleación trashumante. Que sean padrinos de esta progenie el arreolado Zabala, el brevólogo Brasca, la clepsidra Pollastri y la sensualera Tomassini. Que en la ceremonia de bautizo la Diosa Madre Literatura bendiga su acrisolado nombre: microficción.


*

Con una pluma de organdí, borrar la línea imaginaria que divide el centro de la periferia.


*

Buscar magia antes que imposibles. Creer en el demonio de los ensueños.


*

Quitar el envoltorio de las grandes estupideces y dejar que se consuman en el fuego de su propia estulticia.
Arremangarse.
Aplaudir.


*

Crear también los mundos abolidos y los firmamentos extintos. Los mundos y los cielos que no existen todavía.


*

Abrir las puertas tapiadas del corazón y soltar al monstruo que teníamos como rehén perdido en el laberinto.


*


Despejar la idea del tiempo como algo que se va. Reparar en que el 2011 no deja de chorrear sobre nosotros cuando se le saca el tapón al 2012. Ya es hora de eximirnos de la línea pedagógica del tiempo: ningún poeta se acuesta renacentista y se despierta barroco, como bien lo sabe decir en sus clases de literatura, la hechicera Graci Sosa. Es hora de brindar por el fin del año cero, por el fin del año uno, por el fin de los años como un acontecer numérico.


*

Llenar una y otra vez la copa con líquidos de toda especie, color y catadura y brindar hasta desatar los nudos, hasta soltar la legión de sombras, hasta mudar de piel, hasta nacer de la profunda garganta de los sueños.



*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-31895-2011-12-31.html






Nado en la escasez*



Nado en la escasez
(extenuante proeza)

Por lo demás
estoy orgulloso:
sé que me prefiere
mi mujer

a sus dos amantes.


*De Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar




*

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