martes, enero 24, 2012

LAS PALABRAS VUELAN MÁS...



*Dibujo: Ray Respall Rojas.
-La Habana. Cuba.








PRECIOS*




¿Quién paga los derechos del velero
que escribe adiós
en la tarde que no puede volver?
Juan Gelman



*Por Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar




No es que uno idealice este lugar porque ha nacido en él, o porque la distancia sea la paridora de una nostalgia tremebunda. No. A nadie escapa –y en mí menos- que por aquí también se cuecen habas y hay gente que pretende vivir pisando al prójimo. Como en todos lados. Pero también es cierto que aquí hay gestos que tienen los vecinos entre sí que en las grandes ciudades son absolutamente imposibles y hasta suenan a cuento.
Debajo de los fresnos hay una mesa redonda de cemento donde mis padres cenaban en las noches de verano.
Hoy en ese lugar José Farina me deja el agua potable aunque yo me olvide de dejarle las monedas. No es raro que sobre esa misma mesa encuentre una bolsa con choclos de la quinta de mi vecino, don Chávez, hombre del norte, grave como un antiguo criollo que sonríe con discreción cuando voy a su casa para agradecerle su obsequio silencioso ya que todo sucede en mi ausencia.
Cuando miro ese viejo trinchante que durante tantos años mi madre había deseado, repleto de vasos, vasitos, pocillos protegidos por ese vidrio con su puertitas corredizas, es como si mirara la historia de la casa y la mía propia. Cada objeto que reposa allí tiene la suya y verlos allí es como un texto donde se interpretan sucesos menores pero también algunos grandes que se pueden enlazar sin tanta exageración con hechos más amplios que se vinculan con la historia a secas.
Debo reconocer también que la mayoría de esos pocillos que son restos de juegos que mi madre habrá comprado con no pocos sacrificios, poco me dicen, o, me cuentan historias ya cada vez más fragmentarias, cada vez más olvidadas y, lo que es peor, no puedo compartir con nadie, pese a que no resisto la tentación de ir usándolos para que ellos no sientan (si es que los objetos sienten) que han tenido una existencia vacía.
Quedan algunas tazas verdes y amarillas donde mis hijas reconocen haber tomado allí el café con leche que mi madre les servía en su infancia. Y eso me hace feliz, porque veo que la tradición de esos objetos mudos no se corta con el paso de las generaciones.
Abro luego un antiguo aparador con sus estantes atestados de libros y colecciones de revistas que fui llevando para hacer lugar en mi biblioteca. La idea era curiosear, pero el calor acobarda pronto mi voluntad y salgo al patio dende una sombra propicia me espera, y bajo esa fronda espesa escucho el piar nervioso de los pájaros cuyo canto ya no reconozco. Inútil espero el vuelo alto de los patos, o la escuadra perfecta de las garzas moras hacia aquellos bañados, porque ya no existen. Andan sí, bandadas bullangueras de cotorras, que vienen de otros lugares donde la deforestación es implacable. Es la soja que empuja el equilibrio ecológico, signos de los tiempos que nos acosan duro.
Hay alguna gente aquí que tiene otros valores. Juan Carlos Sequeira, por ejemplo, el popular Bomba, quien una vez nos hizo un gol en un clásico a los dos minutos y no pudimos remontar el resultado. Recuperé –me dice- el patio de mi infancia que yo llamo “mis raíces”. Porque digo, ¿qué precio tiene ese lugar donde yo corría saltando una cuerda o jugaba con mi pequeña pelota o con mi trompo?
Lo miro sin contestarle. Pero pienso, este hombre es un sabio.
Luego me invitó a un asado allí, donde circula entre sus tomates y sus frutales que son industria de sus manos. Me reí de muy buena gana con sus ocurrencias y la de sus amigos: los dos Raúles – Lisi y Ferreyra-, mi hermano y José Rainiero al que llaman El Príncipe.
Ese patio profundo de buen cuidado césped, con su fresno añoso y alto, el correteo de los gorriones, las nubes que se agolpaban grises en el sopor del día amenazaban una tormenta que el campo esperaba como un perro sediento. De regreso con mi hermano nos acompañó una cortina de lluvia que rodeaba al auto por las calles desiertas del pueblo.
Estas pocas cosas ocurren todavía en mi pueblo, donde un amigo que vende quesos deja en un lugar la llave para que algunos de sus clientes se atiendan solos si necesitan algo de urgencia. Pesan la horma en la balanza y le dejan anotado en un papel aquello que se llevaron.
Mientras quede esta gente, esta buena gente dando vueltas por las calles de mi pueblo, seguramente quedarán cosas vivas.
Aunque ahora las garzas busquen otros cielos más propicios para surcar con su vuelo perfecto.
Pero aún quedan las golondrinas que vuelan en círculos cada vez más cerrados hasta que orientan sus picos hacia el olor del mar lejano y allá van en formación perfecta como regalo a nuestros absortos ojos renovados que la miran siempre















SALSIPUEDES*



Hay una localidad en Córdoba que tiene este nombre temible. Salsipuedes. Este nombre –lo repito, temible- parece decir que el visitante llegará con facilidad pero no tendrá la misma holgura en el momento en que quiera abandonar el pueblo.
Hablábamos con unos amigos sobre los grupos, y defendían ellos los cruceros diseñados para cubrir las expectativas de pasajeros gays. Decían, y me parece un punto reconocible, que de haber sólo personas homosexuales en ellos, nadie es mal mirado ni señalado, todos pueden compartir los códigos como la música, cierto lenguaje, la decoración, los puertos a tocar que son ciudades donde existen barrios gays. En fin, me decían que en estos barcos así como en ciertos hoteles temáticos, todo está pensado para satisfacer las necesidades de un público específico. Y, recalcaban, en esos lugares nadie debe fingir ni esconderse pues todos participan de una misma condición.
Para poner a prueba una idea, es bastante útil el viejo truco de la reducción al absurdo. Pongamos un ejemplo diferente para ver lo mismo desde más lejos, desde cierta extrañeza u otra luz quizás no tan cenital sino una luminiscencia de atardecer donde las sombras se alargan.
Propongo, entonces, un crucero sólo para personas negras, con el fin de que no se sientan discriminados por los blancos, puedan disfrutar a destajo de su maíz cocido, escuchen góspel mañana tarde y noche, y tengan inclusive, detalle simpático, en vez de un minigolf un pequeño algodonal en cubierta para que los niños practiquen los antiguos oficios de sus ancestros. Me dejo llevar e imagino bares temáticos con grilletes y látigos pero ya es suficiente.
No es lo mismo, dicen.
Y qué tal un crucero sólo para aborígenes, con un precioso tótem a manera de mascarón de proa, artistas dedicados a pintar curiosas máscaras guerreras a los pasajeros, y todo un arsenal de plumas de colores para que las damas elaboren su propio tocado. Muy creativo y, como en los anteriores, con una absoluta libertad y comodidad ya que se encontrarían sólo y únicamente entre pares. Si todos participan de un grupo homogéneo, no hay discriminación, ya que no se puede separar un grano de la taza de arroz.
Podría haber un crucero sólo para mujeres para que no se vean expuestas a vejámenes, como se había propuesto en México un autobús femenino. Excelente idea si las hay. Recuerdo en este punto a un obispo católico de aquí en Argentina, que propuso una ciudad para los homosexuales, así no eran molestados por la gente normal. Esto es en extremo caritativo y ejemplo de conducta. Sería como realizar un pueblo para depositar a los mancos, otro para los sordos, y de allí en adelante y todo lo que se les ocurra. Es claro que nadie se burlaría de un ciego si todos quienes comparten la vida son invidentes. Buena solución, virtuosa y pensando en el bien de los pobres anormales.
No caigo en la ingenuidad de creer que una pareja gay se sienta cómoda en medio de una sociedad homofóbica, que una familia de negros disfrute de una felicidad sin atenuantes en medio de una población blanca, que una mujer camine con tranquilidad en un autobús donde viaja la hinchada de un equipo de fútbol a la cancha. Un aborigen es consciente de sus rasgos, y de que muchas personas hallarán algo reprobable en la rasgadura de sus ojos o el color de su piel.
Pero fabricar el propio gueto es un camino riesgoso, donde la protección para que el daño no entre se transforma en una barrera que impide salir.
No queda otra cosa que el ejercicio de la valentía para que los tiempos se desarrollen y cambien. No es simple y no nos engañemos, es doloroso. Más fácil es construir reservas, barrios privados, encerrarse en casa o fingir que uno es otra cosa. Pero se pierde la dignidad en el sendero de la sombra.
Una nena me dijo, cuando trataba de convencerla de que es hermosa con su pelito oscuro y sus ojos profundos “qué viva, vos tenés ojos verdes”. Acusación dolorosa y desgarradora. Tiene razón, cómo pedir coraje a los otros. Lo único que puedo hacer es no sumar ladrillos para que se erijan muros.
Cuidado con los Salsipuedes. Finalmente hay un laberinto para cada Minotauro.


*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com












LA SAGA DE MIS DELIRIOS*




I



Los ojos siguen tus huellas,
la sonrisa, la sombra de tu alegría
y las lágrimas, ¡Si!, las lágrimas,
humedecen las ansias del corazón que late,
el deseo de tenerte
y remontar distancias,
y elevar el cuerpo inerte, sobre valles,
y montañas
y llegar a ti

contemplar tus bellos ojos negros,
sumergir en ellos, lo que queda de vida,
y desplazar el espíritu en las profundidades de tu alma,
y acariciar tu rostro, ese rostro amado,
sentir el calor de tu piel quemando mis deseos,
y el sabor de tus labios,
Oh!,tus labios que tanto anhelo...
y dormir en tu lecho, el sueño eterno



II



Veo tu imagen alada
entrar por la ventana,
roconozco tu rostro, tu cuerpo,
más no tus alas
-seguro, es un delirio-
pero no tengo fiebre, no, no la tengo,
es más, creo que siento frío,
y te acercas
y en tus alas envuelves mi esqueleto,
recitas versos, tu sonrisa acaricia mi embeleso,
y la muerte baila alrededor
y canta canciones de cuna

pesados los ojos, helados los huesos en el calor de tus alas,
y mi corazón arde en el sepulcro de tu aliento





III



Las cenizas yacen esparcidas
no veo tu rostro, todo es niebla espesa,
a lo lejos un murmullo

la imagen tiembla
no hay recuerdos en la memoria,
y desplazarse a ciegas, entre los secretos
oscuros de un agujero que flota,
y de pronto: ¡resplandecen las tinieblas!
...el último latido, el último segundo

las cenizas yacen esparcidas





IV



Transcurre un instante sin tiempo
el esqueleto yace acurrucado
en el vacío de la conciencia sin nombre
y los estertores gimen
y la oscuridad busca desesperada,
la tibieza alada, esa que quedó presa,
en el fragmento del último latido, ¡Si!
del último vestigio luminoso de amor
y recuerdo en el corazón

un lugar sin espacio
acurrucado el esqueleto
perdido en la bitácora etérea,
llora lágrimas que bañan los astros
y transgreden la lógica
del espacio sin tiempo
y del tiempo sin espacio
y caen, delicadas, quejumbrosas,
fundidas con la lluvia
y tocan los cristales de tu ventana
y en un descuido, algunas rozan tus mejillas
y otras te usurpan un beso.




*De Ruth Ana López Calderón. anilopez20032000@yahoo.es








Las palabras vuelan más*




He muerto tantas veces que ya ni recuerdo… diversas voces me han susurrado que estaban para cobijarme en el silencio más opaco. Así amarrada a esos nidos me he confiado a entregar lo mejor y lo peor de mi.
Pero la cama radiante se transformo en un salto al vacío.
Recompuesta en mis sobresaltos he aprendido que las palabras vuelan más que los abrazos.



*De Azul. azulaki@hotmail.com








CUANDO EL VIENTO SUR*


“Sin ningún viento, ¡hazme caso!, gira, corazón; gira, corazón”.
FEDERICO GARCÍA LORCA





Cuando el viento sur se vaya
¿Quién refrescará el sonido de la flecha y la última bala?
¿Dónde llorará el río cuándo se seque el cauce de la noche?

¿Quién alumbrará la madriguera del topo?
¿Dónde irá cuando la nieve apague el brillo de la última lluvia?

¿Quién se atreverá a devolver amor a la cuna vacía?

¿Dónde irán estas palabras, golondrinas perdidas?
¿Hasta cuándo buscarán la sombra de su sombra?

¿Adonde irá la sombra del viento sur?
¿Adonde irá la niña sin los vientos? ¿Lluvia, sequía, pedregal?
¿Adonde?


*De Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar









LAS INDIGNADAS*


Decían de Discépolo "le duele como propia la cicatriz ajena"
Pero acaso es ajena la herida de la crucificción de esta niña de 11 años de Concordia.

¿La iglesia sigue necesitando cruces y hogueras? ¿Por eso elije a las más débiles, a las nenas y a las mujeres pobres? Que tienen para decir del tema los curas de tercer mundo. Parece que han hecho opción por los pobres pero no por las pobres. La iglesia encarna una ideología "el patriarcado" a la que sirven gobernadores , ministros de salud, jueces y un largo etc. No todos los hombres siguen esta ideología ni todas las mujeres están en contra. Quiero destacar los artículos de Stola, Carabajal y Wainfeld que salieron en Página 12. sobre el tema y les pido que sigan escribiendo sobre los actos de violencia contra las mujeres que no cesan.
TAMBIÉN ES INDIGNANTE tener que dar razones para lo que está a la vista.
Pedimos la soberanía en las islas Malvinas, pido también para esta nena, para todas las nenas y todos las mujeres, sobre su vida. Pido que no quieran usar su cuerpo como un envase. Las palabras del ministro de salud de Concordia cuando dice "la naturaleza es sabia", son un insulto, tendrá que renunciar y pedir primero disculpas a todos los que ofendió con sus palabras. No se enteró el señor ministro que los seres humanos somos seres de cultura y no de la naturaleza como los animalitos. Podría repetir estas palabras necias a las víctimas de terremotos por ejemplo.

¿Sabe el señor ministro los daños que pueden darse en el sistema oseo que todavía se está desarrollando en una nena en crecimiento por el gran requerimiendo de calcio de un embarazo?
Si no lo sabe es un ignorante, si no sabe el daño psíquico de sentir la invasión del cuerpo por algo que no se quiere ni se está preparada para entender. Si no lo sabe como lo sabemos los que trabajamos con la salud mental, no merece el puesto que ocupa. Es posible pedir y lograr que se respete a las mujeres y a las niñas, su deseo, su vida, sus decisiones, su integridad. Desde 2003 en adelante se ha avanzado mucho en derechos humanos y en la integración de las minorías, por eso es inadmisible que dejemos a las niñas pobres sujetas a la violencia de una dictadura sobre sus cuerpos. Hay que desactivar la influencia de la iglesia y las patotas que sostienen sus principios miortíferos para las mujeres , en el sistema de salud y en otros.

A luchar con ternura e ideas, eso que ellos no pueden esgrimir.


*De Cristina Villanueva. cristinavillanueva.villanueva@gmail.com









El cuerpo expropiado*



Por Enrique Stola *


No es una historia talibán. Ocurre en Entre Ríos, Argentina, siglo XXI. Una niña de 11 años, violada y embarazada. Tempranamente ella aprende los códigos machistas: el cuerpo de las mujeres pertenece a los hombres. Su humilde mamá pide ayuda profesional. Rápidamente aparecen quienes son los guardianes de la moral, de las leyes y los representantes del Estado provincial y decretan que el cuerpo de la niña les pertenece. La niña pide “volver a ser como antes”, seguir siendo niña. Los guardianes dicen NO. El NO se ve reforzado por la presión de los aliados de la muerte, fanáticos que se llaman “pro-vida” y suspiran cada vez que una mujer pobre muere por un aborto clandestino: la muerte es la forma en que Dios hace pagar el pecado de abortar. Ningún médico/a, cuando diagnosticó el embarazo, informó a la mamá sobre los derechos que la niña tenía (tenía, porque sus derechos fueron confiscados por el Estado). Nadie le dijo que la Organización Mundial de la Salud la tiene en cuenta y que ella, con sólo 11 años, no goza de buena salud por el disparo al psiquismo sufrido y que sufrirá aún más cuando le impongan ser madre, ya que no tiene autonomía para decidir. Mientras, el director del Hospital Masvernat de Concordia informó al juez que ella era un buen armario-contenedor y que podría parir sin riesgo. Si no, que no se preocupara: el ministro de Salud había pensado ya en una cesárea. ¡Todos hablan de la buena salud del armario-contenedor! Nadie le dice a esta niña que si fuera hija o nieta del juez, del ministro o de los médicos, en estos momentos estaría jugando y ya habría vuelto a ser la que era. Si ella fuera de clase media o alta, no se violarían la Convención Internacional de los Derechos del Niño ni las leyes 26.061 y 26.485. El aborto no punible se habría realizado sin inconvenientes para su salud, y el estrés postraumático por la violación podría resolverlo con psicoterapia.
Ella sólo es una niña pobre que sufre un atentado a su salud psicofísica, un festín para la ignorancia, la hipocresía y la cobardía social.


*Médico psiquiatra. Psicodramatista.
*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/subnotas/185863-57462-2012-01-20.html










Libros*



Varado entre murallas y gaviotas. Seis entradas en la bitácora de Maqroll el Gaviero es una guía de la obra de Álvaro Mutis escrita por Diego Valverde Villena. Varado entre murallas y gaviotas es un vademécum que nos ayuda a recorrer las páginas mutisianas, un mapa literario de las rutas del Gaviero.
Diego Valverde Villena -viajero como Cendrars, connaisseur como Morand, lector como Larbaud- entra en la bitácora del Gaviero y nos ofrece las claves de su mundo.


Diego Valverde Villena (1967) es licenciado en Filología Hispánica, Filología Inglesa y Filología Alemana y magister en Literatura Inglesa. Ha realizado estudios de doctorado en Literatura en las universidades de Oxford, Heidelberg, Tubinga, Chicago y Complutense de Madrid. Desde 1992 ha sido profesor en varias universidades europeas y americanas. Su poesía aparece en numerosas antologías y ha sido traducida a varios idiomas. Sus ensayos, guiados por lecturas de un hedonismo borgiano, exploran la
literatura universal, con especial dedicación a la literatura hispanoamericana.




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con la referencia Varado entre murallas y gaviotas.



-Fuente: Aurora Boreal.

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