domingo, enero 13, 2013

LAS CÁSCARAS DE LOS CORAZONES ROTOS....



*Obra de Walkala. Luis Alfredo Duarte Herrera (1958-2010) http://galeria.walkala.priv.at/main.php
-En Aurora Boreal. Walkala: un homenaje in memoriam
 
 
 
 
 
 
 
Él*
 
 
 
Él amor no llamó a mi puerta
Me la tiró abajo con todo
El estaba llorando
Yo salía de la ducha
Y mientras me acercaba al extraño en mi puerta
Las cáscaras de los corazones rotos
Se me clavaban en los pies
El me tomó en brazos
Sus lágrimas caían en la toalla que me envolvía
Me llevó al patio
Y entre las flores de la noche
Hicimos el amor
 
 
*De Florencia Mayra Gargiulo. florgargiulo@gmail.com
 
 
 
 
 
 
 
 
LAS CÁSCARAS DE LOS CORAZONES ROTOS…
 
 
 
 
 
*
 
 
Si la piensa frente al mar, la siente a pinocha humedecida; si en la montaña, a chaparrón nocturno. Cierra los ojos, la busca en la memoria del tacto. La toca suave, le huele el aire para definir el gusto. Sabe a musgo y a hongos recién cortados.
Si se le detiene en los bosques, toma agua de sus arroyos y descansa bajo sus sombras, mientras le rastrea las sequías para besarle las grietas. Sabe cálido, suave y fugaz, como el contacto del alma que deja huellas en los sueños.
Si se le resbala por las laderas, a ella le da cosquillas y se le derrama por encima con una carcajada color violeta que le toca el corazón y le aletea en la mano, como un colibrí, hasta que se le posa en la palma y se queda quieto.
No quiere volar.
Quiere que le acaricie las plumitas con un dedo mientras ella abre las piernas y espera a que se le resbale por dentro, con la lentitud con la que se descubre el primer trago de vino. Quiere, que al llegarle al mar, él le descubra las corrientes y se le acomode en las bajadas con un rafting de sonidos vertiginosos que atraviese bahías y cruce continentes.
Aún no se conocen y ya se sueñan.
El 5 de Enero cada uno de ellos pone los zapatos y espera a que se le cumpla el deseo de enamorarse.
 
 
 
*De Graciela Tubino. gtubino@fibertel.com.ar
 
 
 
 
 
 
 
Mejor ahora*
 
 
 
Es mejor ahora
que los molinos del alma se aquietaron
y puedo diferenciar todavía
entre el color de las células  y el olvido.
 
Mejor ahora
antes de hablar de alguna utopía
de complicarnos en caricias que no damos
de sentir que hay puertas en todas las esquinas
y que volver es fácil porque no existen las cadenas.
 
Mejor ahora
que no hay besos blindados alrededor de tu risa
que la sangre invertida de todos los pájaros huele a septiembre
y los secretos, a moho.
 
Mejor ahora
antes de sentarse a la mesa con los vinos agrios
que hay lluvias escurriendo por los ojos,
antes de que se cuelguen las esperas
y queden pendientes las penumbras y el ocaso.
Antes de que el café se enfríe
y las copas estallen como jadeos en pleno combate.
 
Mejor ahora
que podemos recuperar el remanso
ahora que todo es lejos de tu cuello
y todo es cerca de ese abrazo que gotea en el pasillo.
 
 
Mejor ahora
aunque duela la lágrima que se cuela en mi viento
aunque el barro se meta entre la carne
y la morfina no atempere
a esta poquita muerte que acecha tan obscena.
 
 
Mejor ahora
cuando los cerezos aún te nombran
y no se mide con escuadra el peligroso desenfado de la ausencia.
Antes de que el pacto provisorio se hunda como pedazos de vidrios
en los sueños o en la planicie de tu pecho.
Antes de que las preguntas no me alcancen
que me arrebate el delirio
que mi costumbre se dé contra la pared,
antes de que se vistan de luto todas las despedidas,
que soslaye placeres sin bostezos
y otra música oxigene a esta piel.
 
 
*De Maria Manetti. dulcemariam6@hotmail.com
 
 
 
 
 
 
 
MADRERA*
 
 
 
El bramido regresa.
Su cara  es la un hombre de niebla.
Lo acompañan otros, muchos…
De dos en dos, a veces tres.
Llegan por una rúa insomne.
Pasan por un frágil puente de madera.
Madrera de saudades.
No entiendo sus palabras.
Sus confusos silencios que me nombran.
Y que me gritan ¿Patria? ¿Terruño?
¿Desarraigo? ¿Infancia que no vuelve?
Siento el olor a sándalo.
A velas y antorchas incendiadas.
Hay un acre sabor dulce que hostiga, sin parar.
También un niño.
Puebla mi pecho de girasoles negros.
Una caja. Un ataúd. Un féretro.
Pero no. Estoy viva.
Me golpea en la boca de hambre.
Y me pregunta porque calla Dios.
Y no se que decirle.
Y callo. Una y otra vez. Callo.
 
Y cruza el puente y la madrera insomne.
Y me muerde una marea de alas ateridas.
Y se va con los hombres.
Vienen de dos a dos, a veces tres.
 
 
*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
 
EL AMOR*


Es una cortina,
una niebla densa,
a veces espejo
con cosas deseadas
o estrellas fugaces
que tocan montañas...
Se nos van los miedos,
brillan esmeraldas
dentro del ensueño
que dice "por siempre".
 
El tiempo implacable
disipa la niebla,
corroe el espejo
que sólo refleja
lo que nos lastima;
no hay piedras que brillen
y crece el "nunca".
El amor no muere,
se convierte en lluvia.
 
*de Emilse Zorzut. zurmy@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
*
 
 
Vino entonces a vaciarme con una jarra
y el lenguaje se deshizo con el agua
 
Ya en el estruendo del lavabo
cuando la gota cae y rompe
la boca se abrió en fracciones de viernes cobre
como el abril vacante de mis veinte años
 
Ahora y en la hora que me falta
me sobra espacio,
y no encuentro la manera
de acomodar el músculo de mis silencios
como si fuera un gato a la luz de la mañana
en aquella esquina del patio
donde las manos no suelen mirar.
 
 
 
*De Marcela Lokdos. lokdos1@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
 
MI CORAZÓN HA HABLADO*
 
 
“El corazón nos corre a veces por todo el cuerpo, como si fuera un perro perseguido”.
F. GARCÍA LORCA
 
 
... Mi corazón ha dicho que soy noche y mujer en un caballo alado.
Que mis pechos se prodigan en magnolias blancas.
Que desenredo de tus cabellos los piojos y las liendres del miedo.
Que quiebro en tu cristal el grito moribundo del cuervo.
Mi corazón ha hablado y quizá me ha engañado.
Pero, he sentido en el pecho la resurrección de la paloma.
He conjugado en sangre el temblor de tu cuerpo.
 
La mujer que habla por mi estómago está hecha de sudor y grito.
Y besa con las piernas y duerme con la boca.
Entreabre la brecha por donde escapa la turbación y la cordura.
Te ha hecho un lugar en su manto de ausencia.
Y has dormido con ella, aun en lechos vacíos.
Mi corazón me ha dicho, que en el espejo de tu copa, la has visto
Que tus ojos no caben en la inmensidad de su fiebre
Que en un vino empecinado, la desnudas... y bebes.
Que la consumes en resacas y la ejecutas en el mar infinito, de tu cuerpo.
Que la has liberado pero vuelve en constelación boreal.
Mi corazón me ha dicho que la mujer ha elegido ser jinete de la noche.
Y se acopla a ti en un caballo rojo. En vid. En llamarada.
 
 
Tu corazón es una garganta de perros degollada.
Me ha dicho que sigue en ti, esa certeza tuya, tan desmesurada.
Que solo cabe en ti, tu insoportable amor aullido, a solas.
Mi corazón me ha dicho que la mujer huye, de la noche.
Inadvertidamente. Tan despacio, como una gota de agua en el desierto.
Dejándote la duda y la ilusión, tristísima ilusión.
Un sueño, un ladrido. Noches de fiebre, un delirio, un deseo.
Un deseo.
 
 
*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
 
 
Diario de navegación y besos*
 
 
 
 
*Por Miriam Cairo. cairo367@hotmail.com
 
 
 
Día 1
 
Zarpamos por la noche. La mujer gaviota consiguió el respeto de todos porque trajo un mapa delineado por ella misma que representa el mar cuando se viaja por mar, o el cielo cuando se viaja por cielo. A simple vista cualquiera podría suponer que el dibujo es un laberinto medieval de seis circuitos. Y tampoco estaría equivocado.
 
 
Día 2
 
Siempre sigiloso y pensativo, el primer timonel, conocido por todos como el hombre faro, nada conoce de vientos ni de mares, pero sabe el nombre de todas las estrellas. Esta mañana guardó bajo siete llaves los futuros secretos que irán surgiendo a lo largo de la travesía y se autoproclamó su cancerbero.
 
 
Día 3
 
Hoy los invité a todos a sentarse en cubierta y distribuí generosamente un galón de aguardiente de caña y otro de ron antes de pronunciar mi discurso escrito por la mujer con sombrero. "Navegaremos muchas semanas, dije, muchos meses, por estas aguas o estos cielos, plagados de sombras y de peces, antes de llegar a destino". La tripulación vitoreaba cada vez que hacía silencio. Lo mejor que escribió la mujer con sombrero fueron los aclamados silencios.
 
 
Día 4
 
No obstante, los días en el laberinto huelen a iodo y sal marítima. Huelen a hombre y a mujer.
A la tripulación, estimada en un capitán, un timonel, una mujer gaviota, un jardinero, una mujer con sombrero, dos polizontes, tres refugiados, un cocinero y un cadete, debemos multiplicarla por el número dispar de fantasmas que cada uno trae, y a estos sumarles los espíritus marinos. Hay días, como el de hoy, en que uno se topa con todo tipo de gente en cubierta. Van y vienen hombres y mujeres convocados por la fantasía o la memoria. A primera hora de la mañana, salieron, de la sala de máquinas, correteando en puntas de pie tres mujeres desnudas y se dirigieron al camarote del timonel. De allí, las mismas mujeres desnudas, saltando como gacelas entraron en el compartimiento de los polizontes. Todo el barco se impregnó con su aroma de ninfas recién amadas.
 
 
Día 5
 
Otro punto importante es establecer si somos o no un barco pirata. Las dificultades de la definición no se hicieron esperar, pero fueron asumibles.
 
 
Día 6
 
Enfrentamos la primera tormenta. Fuimos arrastrados por olas gigantescas hacia la zona más desconocida del laberinto, sin embargo, el jardinero a bordo leyó con soltura poética la rosa de los vientos y nos sentimos a salvo.
 
 
Día 7
 
Todo lo que nos pasa en el cuerpo nos viene de la mente y el alma. He aquí la primera definición pirata.
 
 
Día 8
 
Desde las reminiscencias se establece el equilibrio cósmico después de haber naufragado por cielo y por mar, por causa de una segunda tormenta venida desde adentro.
 
 
Día 9
 
Hoy entramos y salimos del mapa de la mujer gaviota con una soltura veraniega.
 
 
Día 10
 
Este viaje tiene rumbo pero no destino. Segunda definición pirata.
 
 
Día 11
 
Los polizones soñaron la cubierta llena de sangre. Fueron castigados y puestos a limpiar su sueño.
 
 
Día 12
 
El mar, el laberinto, es un páramo. El cadete un dios. La noche un capullo. La mujer gaviota me besó.
 
 
Día 13
 
Los refugiados en el laberinto se quitaron las camisetas y mostraron el torso desnudo. Pechos jóvenes, bíceps fuertes, aunque no tan musculados como los quisiera la mujer con sombrero. A lo largo de la tarde les enseñó el arte de la cabullería. Comenzaron aprendiendo el nudo llano, utilizando mechones de su cabello. Luego fue amarrada al mástil, con un nudo ballestrinque, utilizando el lazo de su vestido. Finalmente hicieron nudos margarita para acortar las cuerdas que nos atan a la eternidad.
 
 
Día 14
 
Pronuncié un nuevo discurso: "Desde que partimos, a cada día de viaje no le ha faltado su noche. No nos podemos quejar", dije, y el aguardiente de caña circuló con frenesí pirata. Yo enjugué cada palabra dicha con sendos chorros de ron hasta aplaudirme, por tanta locuacidad náutica. "Y les prometo... leeess proometooo... que en lo que reeeesssssta de enero... lo que reeeeeessstaaa de enero, ¡noooo vamos a desembarcar, camaradas!"
 
 
Día 15
 
Hoy la mujer gaviota me confesó que nuestro mapa de navegación es un laberinto de ramificaciones infinitas. Luego me besó.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
***


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