lunes, mayo 13, 2013

PORQUE LA CASA SE ECHA SOBRE NUESTROS HUESOS...


 
*Dibujo: Ray Respall Rojas.
La Habana. Cuba.
 
 
 
 
 

RUIDOS EN EL ÁTICO*

 
 
Para mi hija Sarah, por su cumpleaños
 
 
Ayer escuchamos chillidos en al ático y subimos corriendo. No vimos a nadie. Mi madre dice que pueden ser ratas, pero el gato no se inmutó. Se limitó a saltar sobre uno de los cojines y quedarse dormido. Si digo la verdad, no me van a creer: estoy convencida de que esta casa está habitada por fantasmas. ¡Qué horror!
 
 
No estábamos haciendo bulla, solo chachareábamos, recordando viejos tiempos. O tienen el oído demasiado fino, o son psíquicos, ¡solo eso nos faltaba! Si no los hemos asustado es por ese gato tan especial que tienen, ayer saltó sobre mis piernas, ronroneando, se hizo un ovillo y se durmió. Siempre quise tener un gato, mas estaban aquellas alergias… ¡Qué tierno!
 
 
Si los humanos y los espectros no se ponen de acuerdo, voy a tener que buscarme otro hogar. Ayer me hicieron subir al desván, no vi nada, nada escuché, eso de que tenemos un sexto sentido es pura falacia. Hastiado, salté sobre un cojín y… ¿qué creen? Justo cuando comenzaba a rendirme, una mano helada recorrió mi espina dorsal, desde mi cuello hasta la punta de mi cola. ¡Intolerable!
 
 
 
*De Marié Rojas.
La Habana Cuba
 
 
 
 
 
PORQUE LA CASA SE ECHA SOBRE NUESTROS HUESOS…
 
 
 
 
 
Sonidos*
 
A las lágrimas de mi madre los Viernes Santos
 
 
 
El piar
 
de los pollitos
 
al nacer
 
 
 
el canto
 
de los búhos
 
en la noche
 
 
 
la lluvia
 
cuando caía
 
y mi madre me decía
 
recuerda, Martita,
 
a los chicos tan pobres
 
que no tienen techo
 
 
 
la bocina
 
del Ford T
 
de mi padre
 
 
 
el rebuzno del burro
 
que me llevaba un día
 
por Mina Clavero
 
y casi nos caímos juntos
 
desde el puente
al río
 
 
 
los tiros
 
de la escopeta
 
de mi papá
 
cuando íbamos a cazar
 
los domingos, los dos solos
 
 
 
las plumas que entonces caían
 
de cuarenta perdices
 
y de una liebre
 
su rabo caliente
 
 
 
el chirriar
 
de la grasa
 
sobre las brasas
 
del asado
 
cuando volvíamos
 
 
 
el silencio
 
cuando mi perra
 
secuestrada por el gavilán
 
cayó al fuego
 
 
 
el último
 
de los ladridos
 
de uno de mis perros
 
el Tupac, que mi padre...
 
y el sonido del revólver
 
 
 
el aletear de las mojarritas
 
en el arroyo
 
los días
 
de crecida
 
 
 
el pitear de la locomotora
 
al entrar en el puente ferroviario
 
y la huida de palomas
 
dos veces al día
 
 
 
el cascabel
 
de la serpiente
 
que casi pisé esa tarde
 
en el patio
 
 
 
el canto del teru teru
 
tomando agua
 
a la siesta
 
junto a mí y la iguana
 
bajo el sol dormidas
 
 
el coro de mi madre.
 
 
 
*De Marta Zabaleta© mzabaletagood@gmail.com
Londres 12 de abril de 2009
 
 
 
 
 
 
 
 
 LA NAVE DE LOS LOCOS*
 
 
 
La indiferencia es un animal hambriento
Socava lo que encuentra a su paso.
Arranca mis cabellos. Hurta. Arrasa.
Viola y traspasa las cuencas y los ojos.
Saquea mi osamenta con sus fauces
Se multiplica en sangre de un animal herido.
De un niño. De un muerto. De una anciana.
Devora los padres y las madres.
Metástasis del lodo. Barbitúricos.
Pausa…pausa...El mundo está al revés.
La cabeza vacía y el vientre ardiente.
Hipnóticos, Narcóticos. “Quiero dormir nodriza mía”
Y se me ha concedido la vida sin resurrección.
La fuga. El escape. La evasión.
Bautizada Marie Charlotte Amélie.
Renacida. Guarida del delirio
He asesinado a Dios con mis propias manos
Han caído los ángeles y el juicio es una bestia lujuriosa
Desviada de la regla de tres. Del sendero recto.
Escupo mi demencia en los caminos rectos.
He tomado la curva sin regreso y he subido a la Nave.
Gloria a ti bienamada.
Ven tómame en tus brazos. Largas maldiciones nocturnas.
Mi locura, mi razón, en lecho de amantes, yacen
No temo que ella venga, temo que se vaya.
Que me deje. Separación es ecuación de angustia.
Nadie me encontrará. Porque yo no me encuentro
El espejo refleja el embudo invertido y no estoy, no soy.
En mi cabeza una rosa con media luna musulmana.
La indiferencia es un animal saciado.
 
 
*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Extracto de una novela en proceso de escritura*
 
 
*Por María Frascara. mariarfrascara@arnet.com.ar
 
 
"Una tarde en la que bordaba junto a mamá, noté una mirada sobre mí, voltee y vi a mi padre observándome y al mismo sumergido en pensamientos que creo haber descubierto. La mirada era nostálgica, tierna, cómplice, paternal. Luego de muchos años comprendí que esa mirada simbolizaba un sentir en particular. Él veía a su niña sumergida ya en labores domésticas, crecida, desarrollada. Estoy segura que ese fue el preciso instante en que notó que había dejado de ser una niña y me estaba convirtiendo en mujer, la nostalgia de su mirada se remontaba, seguramente, a la imagen de mis primeros pasos, mis primeras palabras, mis primeras lecciones de escritura, mis travesuras y tantos otros recuerdos que uno atesora de los hijos. Pude sentir claramente el tibio calor de esa mirada. Han pasado muchos años y sin embargo aun siento la misma calidez al revivir esa escena".
 
 
 
 
 
 
 
ENSAYO/S*
 
 
*Por Miriam Cairo. cairo367@hotmail.com
 
 
 
 
Es
 
Ella no es del tamaño de un ave, ni de una cumbre, ni de un vaticinio, pero es de un tamaño feliz. Digamos que está hecha a su medida.
 
 
Pasa
 
Ella podría tener un nombre. Podría ser morena como la noche y tener el cuello larguísimo, como el de un cisne para comerse la luna de a bocados pequeñísimos y beber antes de que caigan las gotas de rocío. Ella podría pasar de una cosa a otra: de uno a dos, de A a B, de hoy a mañana, de verde a hierba, con la misma naturalidad con la que pasa de las noticias atroces a Wallace Stevens, del humo al sexo, de la miel a la sombra, del madrigal a Perlongher, del poema al cuerpo.
 
 
Ensaya
 
Ensayo una manera de decir /que viene de una manera de leer / que viene de una manera de vivir / que viene.
 
 
Pudo
 
Ella pudo no haber existido nunca. Y habría que dejarla yacer así de ahora en adelante, como si nunca hubiera existido. No habría necesidad de imaginarla con la mano izquierda sujetando apenas el hombro derecho, ni con la derecha rodeando la cintura hacia el lado izquierdo. No haría falta si quiera pensar en el espejo. Las fotografías no tendrían por qué retratarla desnuda, ya que su desnudez pudo no haber existido nunca.
 
 
Espeja
 
No tiene un espíritu científico, sin duda, por eso no se explica a pesar de sus permanentes explicaciones. Y no hay en ello nada de extraordinario. Ninguna enfermedad. Ninguna salud.
 
 
Gira
 
Y cuando ella gira, gira el mundo. Aunque no haya mundo. Nunca lo hubo.
 
 
Prueba
 
Ensayo una vía de acceso / un pasadizo / un camino de orillas y de abismo / un movimiento de reflujo /una pequeña travesía con lentas invasiones de color y prometedores naufragios.
Ensayo una forma de decir que ondea sobre las telas flotantes del viento.
Y en el viento ensayo una quebradura / un corte / un esguince / derrumbe.
 
 
Cree
 
Ella cree que va. Y va. Pero podría no ir. Podría no creer. Ella podría escuchar la voz de un narrador que hablara en inglés y no entendería nada, aunque de todos modos haría lo que el narrador dijera, porque ella cree en quien la narra. Sin chistar iría a ver al modisto inglés para que le hiciera un vestido a su medida y el vestido sería horrible, y ella se enojaría en el más perfecto inglés que jamás ha pronunciado, sólo para complacer al narrador en una descomunal escena de andamiento.
 
 
Habita
 
Ella podría habitar un color filosófico sin siquiera probar una pisca de mescalina, sólo porque tiene antecedentes macerados y varias ausencias /de sentido.
 
 
Mueve
 
Ensayo una manera de tocar lo tocado / de mirar lo mirado/ de decir lo que no digo /de no decir lo que digo.
Ensayo una manera de mover los labios/ de mover las palabras/de mover el cuerpo /de mover el mundo /de mover la noche / de mover el movimiento.
 
 
Tiembla
 
Ella podría ser un dibujo nacido sobre el lienzo, con el torso vegetal y la sombra alcanzada por un rayo. Ella podría no tener su cuerpo, sino un curioso armazón entre humano y floral. Un temblor de Egon Schiele.
 
 
Hace
 
Ella se dice: no vuelvas a hacer lo que una vez hiciste. Y durante un tiempo, bastante tiempo no lo hace. Pero luego juzga que es posible volver a hacerlo, y cuando lo piensa, entre la rosa y el cuchillo, vienen las memorias filosas en procesiones soltando espantos, como si ella se hubiera enamorado de un toro albahío, o de un dragón, o de un adverbio. Pero ella sabe que su corazón compulsa con la rosa antes que con el cuchillo, y lo vuelve a hacer. Lo hace.
 
 
Escribe
 
Ensayo un vuelo / un peligro /un miedo /un valor / un miedo.
Ensayo una manera de quitar / de no escribir.
Es imposible no escribir sin escribir.
 
 
Muere
 
En cuanto se mueve, va consigo su cuerpo. En cuanto se detiene, el cuerpo se detiene. Y si avanza, él avanza. Y cuando sube, él sube. Cuando baja el cuerpo baja y cuando muere, el cuerpo muere.
De ella se puede decir cualquier cosa, menos que no muere.
 
 
 
 
 
 
 
*
 
 
No hay porque correr
sino hay lugar a donde ir,
en este saberse árbol
y besar el músculo de la tierra
 
Siempre te amaré,
y no digo más que los pájaros
cuando rumorean la llegada de la mañana,
y no digo más que el agua clara
cuando gota a gota pretende río
 
No hay lugar a donde ir
sino hay porque correr,
porque la casa se echa sobre nuestros huesos
y somos eso
para lo que nacimos nacer
 
Siempre te amaré,
y no digo significa un gramo la distancia
cuando mido con un vaso el nivel de los océanos,
y no digo del desvelo de la cama
cuando tiendo la sábana limpia entre silencios
 
No hay lugar donde no vayas
digo siempre te amaré
 
 
*De Marcela Lokdos. lokdos1@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
 
 
DOMINGO LLUVIOSO*
 
 
... La última llovizna, enrarece
aún más el paisaje
proveyéndole
una aureola pagana.
Escucho las gotas,
abofetean el cristal
en la ventana
y no me atrevo a salir
por temor
de arruinar el sombrero.
No sufro manía compulsiva,
me costó cuarenta dólares
con un anticuario.
Mi sombrero
es fuente de inspiración
para enfrentarme
cada noche
cara a cara con la muerte.
No sufro de fetichismo,
pero lo admito:
Ciertos objetos ejercen
un peculiar encanto
en quien los posee.
¿Quién no recuerda
el abrigo de Oscar Wilde,
o la cazadora
que usaba Hemingway
el día de su suicidio?
Las gotas en la ventana
se rehúsan a irse.
Yo me aferro con ahínco
a las alas
de este sombrero
para acceder a lo desconocido.
 
 
*De Daniel Montoly©  danielmontoly@yahoo.es
 
 
 
 
 
 
 
* * *
 
 
 
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