*Obra de Cecilia Aguado.
Villa Gesell.
Argentina
EL RÍO DEL
TIEMPO*
El río del
tiempo no cede.
No les es
propio ceder. Nos arrulla
nos devora
nos mece
y se apaga en
mi, en vos
para seguir en
otros.
Somos sus
habitantes
somos su
territorio.
Quizás…
quizás en otros
mundos no exista
y no exista
porque no estamos.
Sin territorio
humano no hay tiempo.
*De Cacho Agú. oscarcachoagu@yahoo.com.ar
EL RÍO DEL TIEMPO NO CEDE…
Legado*
Le dejo a su
sobrino sus cuadernos por legado. Le llegaron embalados en una caja y atados
con hilo de yute. Son cuadernos comunes de hojas rayadas y espiral que vienen
con su título en la tapa. El hombre elije abrir el que dice “Amor”.
Son frases
sueltas. Según parece muchas eran propias, del propio saber del tío gestado en
años de andar por la vida. Otras escuchadas. A veces frases subrayadas con
resaltador en un recorte de diario.
Esta
prolijamente anotado con su letra cursiva grande y clara, que le elogiaban
tanto en su empleo de revisor de cuentas.
El hombre va al
final del cuaderno. Esa es la última frase. Tiene una aclaración:
“Me dicen en el
bar que lo dijo la Rosa Montero en un reportaje. No es textual,
transcribo con mi memoria no tan buena:
Lo
verdaderamente heroico es querer al otro tal cual es. “
"Tal cual
el otro es" -Escribe para dar énfasis a la frase.
Luego sigue una
reflexión:
“Cada vez
seremos más los viejos solitarios. Hasta que lleguemos a estar sentados en el
geriátrico mirando un Potus. Con suerte habrá una ventana para ver el
movimiento de la calle.
Y una mañana
cualquiera, una viejita se siente al lado nuestro. Nos tome la mano.
Y sea tarde
para casi todo, menos para sonreír”
*De Eduardo Francisco Coiro.
inventivasocial@hotmail.com
LA LLAMADA*
La noche me
rodea a la misma hora
en que sonó el
teléfono
veinte años
atrás.
Ese viejo perro
llora las mismas lágrimas
el árbol sigue
de pie aún desnudo
como aquel
agrio abril,
mi miedo es un
monstruo
que no aprendió
a perdonar
el agujero de
mis manos.
Mi teléfono no
funciona.
Acabo de
comprender
porqué parece
no importarme.
*De Marcela Lokdos. lokdos1@yahoo.com.ar
De paso*
Lo pensó así en
el momento exacto en que se apeaba del tren: "nadie hablará de nosotros
cuando hayamos muerto". Intuía o recordaba que era el título de una
canción, una película, un libro... Algo que le venía de remotas regiones de su
mente, palabras difuminadas por la resaca del tiempo que ahora, sin motivo
aparente, habían salido a la superficie para volver a sumergirse en el olvido
minutos u horas más tarde. El hombre ya no era joven. Tenía esa edad indefinida
de quienes han vivido en muchos sitios o -pensémoslo despacio- en ninguno. Por
eso una frase aparecida de repente en su cabeza podría venir de cualquier
parte: La edad mezcla palabras y recuerdos, invenciones y vivencias. Todo es
una misma argamasa que se amontona, informe, en los anaqueles de la memoria.
Pero ¿a qué
venía esa frase justamente ahora? El traje raído, las arrugas delatoras, el
exiguo maletín ¿pueden ser, acaso, la respuesta? El hombre miró al frente. Un
cartelito despintado anunciaba el nombre de la estación: "Ingeniero de
Madrid". Le resultó chocante, porque él había nacido allí, muy cerca de
Madrid; en España, esa España ahora tan lejana como las brumas de un
entresueño, que se van desvaneciendo poco a poco cuando despertamos y de las
que, al final, apenas queda un vago rescoldo, una cicatriz inexistente.
Tal vez fue ese
detalle -pero esto lo pensó ahora, mientras contemplaba el letrero-, el nombre
de la estación, lo que le trajo a la mente la frase lapidaria. Porque ¿algún
ser vivo recordaba todavía quién fue exactamente ese ingeniero? Cierto que en
algún libro, en alguna enciclopedia cubierta de polvo, quizá se reflejase no
sólo el nombre, sino incluso también el hecho por el cual este lugar que ahora
pisaba había adoptado ese nombre, que -a pesar de todo- no dejó de resultarle
sumamente curioso. Pero ¿puede una enciclopedia, por exacta y completa que sea,
imitar o suplantar eso que llamamos recuerdo? ¿Son esos artículos, esas
anotaciones, una forma de seguir existiendo en la memoria de las gentes
futuras? Tal vez, pero, en cualquier caso, una forma distorsionada,
infinitesimal. Las biografías las escribe gente viva sobre gente muerta (o
gente muerta sobre gente muerta, que viene a ser lo mismo) y quienes las
escriben no saben nada, absolutamente nada. A lo sumo, una mínima colección de
hechos aparentemente importantes, pero que en realidad son irrelevantes o
anodinos, puesto que no arrojan ninguna luz sobre la persona biografiada... La
única biografía posible la va escribiendo uno mismo, con sus propios actos, y
no queda registro en parte alguna...
Vio las vías
perdiéndose en el horizonte. Las vías del tren sugieren la infinitud y el
desencuentro (Acaso también la infinitud del desencuentro) pero en este caso
concreto, además, ese desencuentro resultaba aún más dramático porque dos pares
de vías se cruzaban en este punto para ir alejándose después hacia sus
respectivos destinos, líneas infinitas que jamás volverían a encontrarse. Y
este punto, el único lugar en que esas líneas se encuentran, es una estación
erigida en medio de la nada, un punto perdido entre otros puntos igualmente
perdidos o inimaginables.
Así sucede
-pensó- tantas veces. Tal vez sólo exista un punto, un único punto en todo el
inimaginable cosmos, donde sea posible el encuentro. ¡Qué dicha, el encuentro!
Y qué tristeza ver alejarse de nuevo los trenes del destino, intuyendo.
Desencuentros...
Si lo pensaba con frialdad y atención, fueron precisamente ellos quienes le
habían traído hasta este lugar, quienes habían de llevarle adónde iba. Pero
¿dónde iba exactamente? No podía recordar el nombre (si es que tal cosa puede
tener importancia en realidad), y no tenía el menor deseo de sacar del bolsillo
el papel donde figuraba. Ya habría tiempo para eso cuando el nuevo tren se
pusiera en marcha hacia el siguiente destino. La vida es una sucesión de trenes
que, en apariencia, nos llevan de un lugar a otro. Sabía que una vez allí tenía
que hablar con un tal Pereira o Pereyra, un portugués o brasileño que también
-por circunstancias desconocidas y que, en el fondo, no importaban- había
venido a dar con sus huesos en ese lugar alejado del mundo y de la historia.
(Pero -atinó a pensar más o menos confusamente- ¿hay algún lugar que no esté
alejado del mundo y de la historia? De ser así, el tiempo, juez definitivo, ya
vendrá a corregir esa desigualdad momentánea, ese error inocuo). Tampoco
recordaba, hecho anecdótico si lo miramos bien, cómo se llamaba el lugar del
cual venía. De ese triángulo escaleno, sólo el curioso nombre de esta estación
solitaria había echado raíces en su memoria. En la estación no había nadie más.
De nuevo, estaba solo.
Los
desencuentros, sí... Llegan a ser tantos que es imposible recordarlos todos. Y
¿para qué habríamos de recordarlos si sólo pueden producir dolor, desolación?
Amigos que se fueron diluyendo en un pasado cada vez más difuso, amantes cuyos
rostros apenas son una neblina inconsistente, familiares a quienes no había
visto en dos décadas... Y le vino de nuevo esa frase:
"Hablar de
nosotros después de muertos- musitó con una sonrisa amarga-. Si al menos
alguien lo hiciese cuando aún estamos vivos, si es que en verdad lo estamos".
Si alguien. Porque: ¿Quién le brindó una mano cuando su mundo se desmoronaba?
¿Quién le habló cuando precisaba una palabra? ¿Quién estuvo ahí en esas horas
de amarga e interminable soledad, o en esas otras de inasumible derrota?
¿Quién, finalmente, vino a despedirle a la estación -esa otra, ahora disuelta
entre las telarañas de un olvido consciente- veinte años atrás, cuando tuvo que
partir para no regresar? Para no regresar.
¿Amistad?
Palabra casi siempre exagerada para definir relaciones superficiales entre
seres humanos. ¿Amor? Ya lo dijo Bécquer: es un rayo de luna. ¿Fidelidad?
Palabra horrible y abstracta. Encierra una falacia.
Un día, no muy
lejano, de esta estación sólo quedarán ruinas, algunas fotos viejas, tal vez
uno que otro recuerdo impreciso como la sombra tenue de un sueño abandonado en
las hondonadas del tiempo. De quienes en ella esperaron alguna vez, de quienes
tomaron un tren o se apearon de otro, de quienes en ese mismo andén conversaron
durante unos minutos, desconocidos atrapados durante un instante en un lugar
que ninguno de ellos eligió, ¿Qué será exactamente lo que quede?
Un vacío tan
grande como el que ahora veían sus ojos, allí en esa estación inconcebible, era
la única respuesta a todas esas preguntas. El hombre suspiró, miró hacia el
cielo gris. El cansancio ya conocido vino a posarse sobre sus hombros. Tuvo que
sentarse. Tal vez se adormeció. Por eso, no podría decir si vio, o sólo los
soñó, a los jinetes que venían cabalgando desde el Sur, lentos, callados,
cabizbajos.
De los dos
jinetes, el más joven se quedó un buen rato mirando al hombre que dormitaba,
sentado en el destartalado banco de madera de la vieja estación.
Hizo un gesto
vago de saludo, sin obtener respuesta. Luego miró a su acompañante y preguntó:
- ¿Qué estará
haciendo ahí?
Después de un
rato, el otro jinete, un viejo de pelo blanco y rostro endurecido por lluvias y
sequías y noches durmiendo al raso, contestó sin apartar sus ojos del camino:
- Está
esperando.
El joven le
mira, incrédulo.
- ¿El tren?
Pero entonces tal vez deberíamos decirle...
- Probablemente
él sabe.
- Pero si
supiera, entonces...
El viejo calla.
Deja que la verdad se vaya abriendo paso en la mente del otro. Sólo cuando ya
casi le han perdido de vista, cuando el hombre desconocido y la estación abandonada
apenas son un recuerdo que se va desdibujando, vuelve a oírse su voz grave,
sentenciosa.
- Hay gente que
va en busca de su destino; y hay gente que espera. Y también hay gente que hace
las dos cosas. Dónde, cuándo, por qué... sólo son detalles circunstanciales,
insignificantes. Y ni siquiera podemos hablar de elección. Caminas durante años
y un día, sin que se sepa el motivo, los pies se niegan y ya no hay
alternativa. Ese hombre -su rostro lo gritaba- se cansó de caminar. Y ahora
espera. Nada más.
Y sin mirar
atrás, los dos jinetes siguen cabalgando, sin apuro, como si en realidad no
fuesen a ningún lugar, como si la única realidad posible fuese el camino que se
extiende bajo los cascos de sus caballos. El silencio se ha instaurado de nuevo
entre ellos, y sobre la escena, ahora, apenas se oye el rumor de la brisa que
recorre, casi con timidez, el inabarcable páramo, rozando al pasar, de forma
leve, todo aquello que aun tiene consistencia y que algún día, pronto, sólo
será una sombra, un apunte inconcreto en los ajados libros de los hombres.
*De Sergio Borao Llop sbllop@gmail.com
PICTURE IN
PICTURE*
“La vida es
mucho más pequeña que los sueños”.
ROSA MONTERO
La mujer viste
de rojo, leve rojo caído.
El pelo es un
breve destello de la noche.
La espalda solo
refleja un espejo roto.
Hace zapping de
amores
Una foto:
pequeña parte de su historia.
A su derecha
Bob Marley habla con boca de su hijo.
A su izquierda
La Pantera rosa ríe con su hija.
Por el pasillo
descarnado su padre huye.
Han pasado 28
semanas de embarazo.
La madre se
esconde detrás de una lágrima mohosa.
Al frente un
hombre que ya no ama. No lo amará jamás.
Vientos,
veranos y espigas, han quedado en ayeres.
También parece
que el otro es” mas pequeño que sus sueños.”
Una ecuación
tardía: ¡Que tu color me cubra, primavera!
“Picture en
Picture” Una línea azul y un dogo muerto
Entra la tierna
imagen de la muerte. La mujer queda excluida.
Hay que
traducir la paradoja.
*
En Ramos Mejía
la hora de la
siesta
era la hora en
que mi padre
se llevaba a la
cama
su largo cuerpo
destinado al cáncer
nadie lo sabía
ni yo mismo lo
sabía
cuando a la
hora de la siesta en Ramos Mejía
salíamos con
Orlando
mi amigo
boliviano
a patear una
pelota contra los paredones de
la casa de
enfrente
o a comprar los
caramelos Lipo
que si te los
tragabas
te quedaba
ardiendo la garganta
toda la
adolescencia
todavía estaban
de pie ciertas estatuas
en Ramos Mejía
había una feria
donde vendían
frutas verduras carnes
allí la Nona me
compró una tortuga
mi primera y
única tortuga
que
no sé de qué se
escapó una tarde
mientras yo
estaba en la escuela
a la hora de la
siesta
en Ramos Mejía
pasaba un
hombre arrastrando un carro
con la mirada
triste
a veces pienso
sin intención
poética alguna
que ese hombre
era una especie de Dios/
PRIMER ÚLTIMO
TREN. EL TREN*
El tren no se
detiene jamás, por el fuera las cosas carecen de realidad. Sólo hay aquí el
ritmo de los sacudones constantes que ya no se sienten, el ruido que forma un
continuo, el olor de los vagones y la gente sentada eternamente, comiendo de
envoltorios que terminan arrugados en los pasillos.
Yo camino
buscando ese cine móvil, que se mueve porque el tren se mueve y se mueve porque
sorprendentemente aparece a diferentes distancias de la locomotora, que, como
el vagón de cola, son los hitos inmóviles que a la vez se desplazan.
Encuentro la
puerta que comunica con la oscuridad. La película de ahora es japonesa. Ya ha
comenzado, jamás logro ver los títulos de inicio, siempre los finales.
Hay gente en un
enorme edificio rodeado por el otoño. Los jardines son memorables, tienen esa
sutileza oriental en el dibujo de las ramas tenues sobre cielos blancos.
Las personas,
lo adivino después, están muertas. Han llegado a un lugar de tránsito donde
deben escoger un instante, el instante más feliz que hayan vivido, para pasar
en él la eternidad. Tienen un tiempo para hacerlo.
Los vemos
recordar, buscar, debatirse entre instantes afortunados. Hay quien fue un
mujeriego desapegado, pero decide que la eternidad será un momento con su
familia. Hay el joven desdichado que no puede recordar un solo momento de
felicidad plena, pero descubre que puede pasar la eternidad en el recuerdo
dichoso de otra persona, esa otra afortunada persona que fue feliz gracias a
él. Y hay una ancianita.
Hay una
ancianita, una viejita que no escucha lo que le dicen, que no responde, que en
un momento hace callar a su instructor para poder oír el bello canto de un
pájaro que llega por la ventana. Ancianita japonesa, minúscula viejita de manos
de niña, levanta el dedito y señala la ventana, para que el joven calle y se
dibuje en amarillo el trino que llega de afuera. Recoge piedritas en el jardín,
y las coloca sobre el escritorio notando la belleza de esas simples piedras tan
poco valiosas para la mirada del hombre que la estudia con aire preocupado.
Y el hombre
estudia a la ancianita, a la minúscula viejita de rostro de muñeca cuarteada,
hasta que descubre lo evidente. Dice que pensó que sería la más difícil, y es,
en cambio, la más simple. Ella ya ha escogido en qué lugar pasar la eternidad.
Lo ha escogido desde antes de morir. Como casi todos, se ha vuelto a la infancia,
donde la absoluta y plena felicidad es posible.
Y dónde, me
pregunto, adónde elegiría, yo, detener el tiempo para siempre. En qué lugar, me
pregunto, pasaría yo la eternidad. Cuándo fue el momento de felicidad que
desearía proyectar en el presente absoluto, futuro y pasado fundidos en un
único instante continuo.
El tren se
aleja, o se acerca. El tren sigue su marcha traqueteante por la llanura
mientras pienso esto, sentada yo en una butaca de un vagón en penumbras.
Me sobresalta
la carcajada de Oliver Reed, que ha muerto; la sonora carcajada de Oliver Reed
que ha vuelto hacia atrás la cabeza, me mira con fijeza y súbitamente,
bruscamente, brinda por mí bebiendo del pico de su eterna botella siempre
llena.
KAFKA*
¿Qué es lo que
nos produce incomodidad en los textos de Franz Kafka?
¿Su evidente
angustia y desamparo, su desasosiego, la culpa?
Nuestra propia
perplejidad pone esos textos de un hombre que buscó inútilmente
( un) su lugar
en el Universo.
El mismo que se
nos niega a nosotros.
*
Acariciar la
vida
hacerle el
silencio
dejarla
que hable
*De Alejandra
Alma.
https://www.facebook.com/alejalma
http://alejandraalmapoesias.blogspot.com.ar/
***
INVENTREN
Próximas estaciones:
LA RICA
-Por Ferrocarril Midland-
SALADILLO NORTE
-Por Ferrocarril Provincial-
-Colaboraciones a inventivasocial@yahoo.com.ar
Al salir de la Estación de empalme Ingeniero de Madrid, el
Inventren sigue un doble recorrido por vías del ferrocarril Midland
con destino a Puente Alsina, y por vías del ferrocarril provincial con
destino a La Plata.
-las estaciones por venir en el ferrocarril Midland:
SAN SEBASTIÁN. J.J. ALMEYRA. INGENIERO WILLIAMS.
GONZÁLEZ RISOS. PARADA KM 79. ENRIQUE FYNN.
PLOMER. KM. 55. ELÍAS ROMERO.
KM. 38. MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD. MERLO GÓMEZ. RAFAEL CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA. JUSTO VILLEGAS. JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE. ALDO BONZI.
KM 12. LA SALADA. INGENIERO BUDGE.
VILLA FIORITO. VILLA CARAZA. VILLA DIAMANTE.
PUENTE ALSINA. INTERCAMBIO MIDLAND.
-las estaciones por venir en el ferrocarril Provincial:
GOBERNADOR ORTIZ DE ROZAS.
JOSE RAMÓN SOJO. ÁLVAREZ DE TOLEDO.
POLVAREDAS.
JUAN ATUCHA. JUAN TRONCONI. CARLOS
BEGUERIE.
FUNKE. LOS EUCALIPTOS.
FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE. GOBERNADOR
UDAONDO. LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN
RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO. ESTACIÓN DOYHENARD.
ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
D. SÁEZ. J. R. MORENO.
EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS. INGENIERO
VILLANUEVA.
ARANA. GOBERNADOR GARCIA. LA PLATA.
InventivaSocial
Plaza virtual de escritura
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