domingo, julio 19, 2020

EL COLOR DEL TIEMPO...


*”El color del tiempo” Dibujo de Erika Kuhn. https://obraerikakuhn.blogspot.com/












REGRESO*



El hombre de los ojos insomnes, duerme.
Duerme mecido, en rituales de viejas caracolas.
También duerme el deseo.
Lo despierta la noche y el penetrante olor a vida.
Los espejos. Los retratos vivientes. La estremecida piel.
Ha perdido su pasos, su insolencia.
Ah, si pudiera volver, recordar, regresar.
Pero es de noche y teme. Noche de terciopelo.
Acechan los pájaros del miedo.
Teme. Teme abrir los cerrojos.
Las ventanas pircadas. Las clausuradas puertas.
Teme y desea. El escozor se arrastra como felino en celo.
Es agosto y los almendros brotan.
También germina el fuego.
Se encienden las cenizas.
Las azules grutas tantas veces besadas.
El ritual del puñal que cincela y canta.
Y teme, y desea y excomulga las antiguas muertes.
Y regresa.
Regresa, sabiendo que un viaje es solo eso: un regreso.


*De Amelia Arellano.  amelia.arellano01@gmail.com











1*


Tu voz, padre,

nunca me mintió.

Una vez te pregunté si morirías,

corrí a tu cama después de un sueño.

Sí, voy a morir,

dijiste.

Así supe que los padres mueren.

Desde ese día

hago el duelo.


*De Paula Novoa. novoapaula8@gmail.com

*De “El paso de la babosa” - Cave Librum Editorial - 2018











*

Algunas noches,
los hombres que amé
vienen por mí.
Trepan
por las paredes de mi cuarto
hacia donde no alumbra
la luz de la lámpara.
Me preguntan
¿fuimos tantos?
¿a quién de todos amaste más?
¿éramos poco para vos?
Compiten entre ellos
-son tan obvios-
por quién tiene más roto el corazón.
Los espanto
como a las moscas del verano.
Me he ganado el derecho
de dormir en paz.


*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com

- Mariana nació en General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City Bell.
Publicó: Cuadernos de la breve ceguera  (La Magdalena 2014). Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015)
La hija del pescador  (La Magdalena, 2016).  Piedras de colores (Proyecto Hybris 2018)
Su último libro publicado es El orden del agua, GPU Ediciones (2019)

-Coordina Microversos, talleres de exploración literaria.












Ángeles caídos*


Es el tercer ángel que cae del cielo en una semana. El primero cayó en un parterre de tulipanes, el segundo en el puerto y éste ha caído en el campo de fútbol en la media parte del partido.
El Consistorio está preocupado por estos sucesos y ha constituido un Gabinete de Investigación para esclarecer los motivos de tan extraño fenómeno, pero la investigación se demora y los interrogatorios a los ángeles no aportan nada concluyente.
"Estaba tranquilamente en mi nube y sin darme cuenta me vi rodeado de tulipanes", "Tomaba café sobre un estrato y caí al mar", "No sé decir qué pasó, yo paseaba por un jardín de nubes y me escurrí cayendo al campo de fútbol".
El denominador común de las declaraciones eran las nubes por lo que se incluyó un equipo de meteorólogos en la investigación. Éstos, concluyeron en la teoría de que el fenómeno se había producido por la mala calidad de las mismas. Como había tanta escasez de agua estaban muy mal formadas, débiles y con baja densidad por lo que eran incapaces de mantener a nadie encima.
El Consistorio no comunicó estas conclusiones al pueblo aduciendo que no podía probarse. Por otra parte, tampoco creyó prudente hacerlo ya que los ciudadanos pasaban sed y cada día caían más ángeles sobre la ciudad.
Se ha iniciado un turno de rogativas para la lluvia con romerías a todas las ermitas que hay alrededor de la ciudad y se ha prohibido caminar por espacios abiertos mientras dure la sequía.



*De Joan Mateu.














Jubileo*


El sol se ofrece generoso.
Con esa luz difícil de explicar.
Los árboles gorjean.
Es la mañana un estreno,
un cofre de seda para guardar
miradas rotas, desencuentros, ausencias...
No irán lejos -sólo las guardamos- son nuestras.

Hay que quedarse inmóvil un momento,
se siente la presencia
de la Presencia.
La soledad de pronto,
puede llenarse con el universo entero.


*De Miryam Colombotto Seia. miryamseia@cablenet.com.ar














EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO*


A Graciela y Roberto Cocco


Ahora “las cosas son como si no hubieran sido”. Ahora las cosas están llenas de tiempo. O, mejor, simplemente son el tiempo.
Ahora es inútil que me acerque al tejido que separaba nuestra quinta de la que pertenecía a don Clemente Gerlo. Inútil que busque esas brevas pulposas, goteando su antigua miel dorada, las peras gualdas que esperaban el hurto o siquiera esas ciruelas suculentas como muslos de mujer amada. Todo se fue.
Inútil que busque el sabor del pan con aceite que me acercaban las manos para siempre maternales de doña Anécdota Spina. A ese sabor –como los dulces que hacía mi madre o la torta de naranjas de doña María Paulini- lo he perdido para siempre.
Antes escribí que las cosas estaban llenas de tiempo. Como el sombrero aludo de don Juan Peralta que arrimaba su bondad a mis años ávidos de historias. De esas hazañas deportivas que se perdieron para siempre y que protagonizara como número once del Club Centenario de San José de la Esquina.
Las cosas se hicieron tiempo.
Como esa mañana con heladas áridas en que enfilaba mi bicicleta hasta la fábrica de galletitas de Titín Yocco, mi patrón de aquel entonces.
Allí probé hasta el hartazgo las delicadas vainillas que hacíamos durante el día. Recuerdo todavía a mis compañeros de ese entonces: Alcides Díaz – maestro cocinero, treintón y silencioso- los mozalbetes de mi edad que compartían conmigo pullas y peleas: El Negro Herrera, el Cholo Aguirre, Pedrito Palmieri, el Gordo Albanessi y el infortunado Pepito Gardella, de muerte atroz y prematura.
Por lo que yo recuerdo, “la masitería de Yocco” –como se la reconocía y se la reconoce aún en el pueblo- tiene todavía el primer horno, intacto, así como esa vieja cuadra hoy remozada, que tiene sus grandes ventanales lindando con los fondos del terreno de Galizio y el jardín que alguna vez cultivó el mismísimo Cholo, con su explosión de malvones y geranios.
Largas horas pasamos entre esas paredes o deambulando por el gran patio de portland o baldosas –ahora no recuerdo- mientras el horno cocinaba lentamente la orgullosa especialidad de la casa: las inefables vainillas “Marbe”, de permanente sabor, ya que siguen fabricando, creo. En el sector empaque había un grupo de señoritas cuyo nombre ya he olvidado. Pero Gentile, Simonovich pueden ser algunos de los apellidos, aunque no estoy muy seguro de ello.
Estas chicas empaquetaban y ponían en lata aquellas para mí exquisiteces que de algún modo -¿de cualquier modo?- fabricaba ese grupo de adolescentes que entraba con lentitud a aquello que se puede definir con cierta provisoriedad como “la vida”, aunque ésta me mostrara aún todos mis dientes. Pero ya había responsabilidad en todos nosotros. Los horarios, las tareas, todo lo que nuestros padres nos enseñaban duramente y la necesidad se encargaba de disciplinar para siempre.
¿El tiempo es algo que puede definirse como un color?. El tiempo era aquello que se aposentaba en nosotros, nos ponía absolutamente indemnes frente a los males, pero ahora noto que fue inútil porque nosotros no sabíamos que luego los vendavales serían peores.
Eran los años en que cruzar un paso a nivel de las vías significaba ver una caseta de madera y allí una guardabarrera pelirroja que leía revistas del corazón mientras vigilaba el paso de los trenes. Nunca supe qué hacía esa mujer allí, que nos miraba pasar con la honda depredadora al cuello sin inmutarse. Tal vez fuera la esposa del guardabarrera y ella lo suplantaba en las horas de la siesta. Nadie ha podido darme fe de la existencia de lo que yo sigo llamando “la guardabarrera pelirroja”, pero digo que yo la he visto muchas veces, con su pelo enrulado, sus pecas, sus grandes pechos ajustados por un pullover rojo.
De todos modos uno no puede confiarse en la memoria, que renga, desgastada, pero obsesiva nos va dictando estas palabras un día lluvioso de setiembre, en que nos encaramábamos en ese dulzor traído sólo en las supuesta pituitarias, porque el dulzor real de las tortas de naranja que me hacía doña María Paulini, allá en su chacra camino a la Estancia de Vollenweider, ese dulzor digo, murió para siempre.
Y no se lo tragó de pronto el alfalfar que crecía en la parte sur de la casa, ni la rueda metálica del molino chirriante, sino una insistente llovizna de las inclemencias que golpea en esta adultez empecinada en reconstruirlo todo.
Una arqueología inútil, como sabemos, porque ninguna flor dentro de una taza nos volverá a aquello que perdimos para siempre.


*De Jorge Isaías. jisaias4646@gmail.com

















*


Me gusta

pensarlo así:

el amor es

esa luz

que sólo puede mirarse enceguecido.


*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com



- Mariana nació en General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City Bell.
Publicó: Cuadernos de la breve ceguera  (La Magdalena 2014). Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015)
La hija del pescador  (La Magdalena, 2016).  Piedras de colores (Proyecto Hybris 2018)
Su último libro publicado es El orden del agua, GPU Ediciones (2019)

-Coordina Microversos, talleres de exploración literaria.














LA PENUMBRA DEL CUERVO*


Inadvertidamente. Casi. Ha llegado la penumbra del cuervo.
Y no la vi. Juro que no la vi.
Llegó. Desfallecientes manos y agonía.
Para quedarse llegó. Desterrada infancia florecida.
Yo dibujé la sombra del andrajo.
Me acuso de la agonía del canto y de la herida.
Y el hueco. Oh, el hueco. Omnipresente
Universal. Planisferio oscuro. Mi nombre y tus manos dolidas.
Cálidas cruces donde duerme el espanto.
Una niña corriendo con un jarrón robado.
Ay, madre mía. Tuve que dejarlo con las cosas inertes
El precepto y la norma. Hagamos un poca de historia madre mía.
Venías de la trasgresión y el pecado. Absorto corazón sin culpa.
Yo, venía de otro mundo. Páramos y lagartos.
Y aprendí, sola. Y lo hice, y escribí mil veces mi nombre entre tumbas.
Él, adoraba el abismo y trizados espejos.
¿Como esperar que borre las raíces?
Raíces que se prenden en mis muslos y me recorren toda.
Amante. Esposo. Enamorado. Todo vale.
Él, vino de la lluvia y con ella se fue.
¿Como esperar amores sempiternos? ¿Perpetuos?
Todo pasa, madre. Todo. El amor. La infancia. La pollerita breve.
Ha llegado la penumbra del cuervo. Aquí, niña, sentadita, con el jarrón en brazos, con dos niños, espero.


*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@gmail.com









*

Ser todos para no ser nadie. Ser nadie para no ser todos. Ambas cosas son la literatura.
Queremos ser únicos para dejar de ser. Queremos ser otros para ser nosotros mismos, por fin.


*De Liliana Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com








Inventren

-Próxima estación:

JUAN TRONCONI.


En el recorrido del tren literario por Ferrocarril Provincial:

CARLOS BEGUERIE.   FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.    D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.   LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.  ARANA.  GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.



***


En el recorrido del tren literario por Ferrocarril Midland:


ELÍAS ROMERO.

KM. 38.   MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.   LIBERTAD.
MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.    ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS.
JOSÉ INGENIEROS.   MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.   KM 12.
LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.  VILLA FIORITO.  VILLA CARAZA.
VILLA DIAMANTE.  PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.





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