*Foto de Noelia Ceballos @noe_ce_arte
PÉRDIDA*
Como si uno mirara un
gato y no supiera qué hacer
el vacío caminaba por
el desierto de una ciudad rota, vencida
el vacío no entraba en
las casas de la peste y de las mariposas muertas
clavadas en un álbum,
el vacío se comía cada
mañana la cosa oscura de la noche,
se llevaba la masa
sospechosa del mundo, el maullido de
las olas del mar.
El vacío
que veía las situaciones
del revés.
Cualquiera es copia
errónea de un arquetipo inconcebible, ya lo sabemos
pero el vacío
ese antiguo vacío
te ayudaba a llorar
con el agua mansa de sus ojos,
o te adelgazaba el
sueño
para que pudieras
guardarlo de una vez en tu bolsillo.
En el agujero del
mundo
era un poco de luz.
*De Liliana
Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com
Lo que callamos*
El aprendizaje fue urgente y elemental
marcado por la herencia o el contexto:
distópico, esquivo, incómodo, irritante.
Como un pinchazo que alivia la presión
o un cerco caído por las repetidas fugas
necesarias, vitales, arteras, censurables;
valiosas al fin del día, un entrenamiento
con el fin de encontrar la grieta del muro.
Aquel vicio tan necesario para sobrevivir
al borde del abismo en el desaconsejable
y frágil equilibrio. Ese instinto que caído
adentro trituraron para reciclar los restos
de lo que fuimos. Con la dura adaptación
y el triste resultado de estados enfermos.
Indefinibles en palabras: la sospecha de
una extrañeza incomunicable, el miedo
en la sangre de ignorar algo importante,
y la mancha deshonrosa de la soledad.
El esfuerzo sobrehumano de entender
todo eso oculto y por fuera del relato,
la única excelencia que a nadie sirve.
Milenios de cadáveres enmudecidos
atragantados de verdades relativas.
*De Horacio
Rodio. horaciorodio@hotmail.com
-Horacio
Rodio es autor de los libros “Palabras
de piedra” Ediciones Baobab. Argentina. 1999 / “Media baja” Ediciones Dunken. Argentina. 2012 / “La insistencia de la desdicha”
Editorial Ruinas Circulares 2018 / “El
cinturón de Orión” Poesía. Ediciones
Las Flores Argentina 2022 / “Ausencia y
Error” Novela (Aparece en octubre 2023) Avant Editorial. Madrid. España.
2023
- Autor del libro de poesía “El libro de Hopper” Pierre Turcotte
Editor. Quebec. Canadá. 2023 / Autor de la novela “Una sed extraña” La voltereta Almería España 2023
Imágenes
de la guerra y deshumanización*
*Por Alejandro
Badillo. badillo.alejandro@gmail.com
Las estrategias de
mercadotecnia no parecen tener límites. Este artículo trata de los procesos de
estetización de la guerra de Ucrania mediante la portada de la revista Vogue,
que desvirtúa y vuelve glamoroso el conflicto bélico con Rusia. Lejos estamos
de las imágenes que grandes fotógrafos como Robert Capa (1913-1954), Gerda Taro
(1910-1937) y David Seymour (1911-1956) lograron en su tiempo y a costa de su
vida.
En días recientes la revista Vogue edición
Ucrania seleccionó en su portada, para su número de primavera, a la modelo
ucraniana Karina Mazyar. La joven posa para el fotógrafo inglés Brett Lloyd
vestida con atuendo militar en el Liceo Militar de Kiev y teniendo como marco a
algunos cadetes. La imagen no remite, en absoluto, a las duras condiciones que
existen en ciudades como Mariúpol, Odesa, Jersón, Járkov y Zaporiyia, que están
en el frente de batalla y cuya población ha sido expulsada o diezmada por
bombas y combates. Al contrario: la modelo aparece sonriente, como una escolar
que simula, con sus compañeros de aula, la alegría por terminar una jornada de
estudio. Para la portada de la edición digital, Vogue presenta a Oksana
Rubaniak, una militar de veintiún años que fue herida en la guerra y que se
apresta a regresar a los combates. La joven pelirroja posa muy seria, mirando
de frente a la cámara. Está casi en posición de “firmes” y lo único que muestra
cierta espontaneidad es la mano derecha en el bolsillo. El gesto hierático no
conduce, más allá del uniforme camuflado e impoluto, a la guerra; recuerda, más
bien, el perfil inexpresivo de una modelo de pasarela. Vogue usa el código de
la moda para disfrazar la guerra y crear un producto chic para el consumidor de
alto perfil o, al menos, para el que contempla a Vogue como un paradigma
aspiracional. La estetización de la violencia llega, de esta manera, a un nuevo
límite: la exclusión de la realidad en pos de un espectáculo que reconfigura la
percepción de la guerra. No hay sangre, ni restos humanos, ni ruinas, sólo un
intento fallido de sublimar la tragedia humana a través de una fantasía
extraída de un catálogo de ropa de
alto perfil.
La fotografía de guerra sirvió, al inicio,
como un acercamiento inédito a las duras condiciones de los soldados en el
frente y a su encuentro con la muerte. Robert Capa, Gerda Taro y David Seymour
–pioneros en el fotoperiodismo bélico en la primera mitad del siglo XX– murieron
en acción durante la Guerra de Indochina, la Guerra Civil Española y la Guerra
del Sinaí, respectivamente. La idea atrás de la fotografía documental tenía que
ver con aproximarse –como afirmaba Capa– al objetivo hasta unir la experiencia
entre el fotógrafo y el protagonista de su toma, incluso a costa de la propia
vida. Sin embargo, poco después la fotografía de guerra sufrió todo tipo de
imposturas fruto de la propaganda moderna. Susan Sontag realizó un análisis de
varias imágenes icónicas que vendieron una “realidad” actuada, una
reconstrucción de un hecho para volverlo más atractivo y heroico. La toma más
representativa de esta tendencia es la imagen de Joe Rosenthal que captura la
bandera estadunidense en el monte Suribachi en Iwo Jima durante la segunda
guerra mundial y escenificada con una bandera más grande para lograr el efecto
requerido. La espontaneidad que requiere el fotógrafo para capturar la esencia
de lo retratado cede su lugar a una coreografía que manipula las emociones del
espectador.
Algunos fotógrafos, hartos de la
manipulación de las imágenes de guerra a través de la estetización o el cínico
ocultamiento de sus consecuencias, hacen esfuerzos por romper el límite que
impone la narrativa oficial, particularmente en Occidente. En la Guerra del
Golfo –invasión de Estados Unidos a Irak para ser más exactos– iniciada en
1990, el fotógrafo independiente Kenneth Jarecke capturó la imagen de un
soldado iraquí carbonizado por el bombardeo a base de napalm y otras sustancias
de la alianza que, amparada en la promesa de la libertad, contribuyó a
desestabilizar Medio Oriente. Jarecke apuntó en la parte inferior de la
instantánea: “para que mi madre no piense que la guerra es lo que ve en la
televisión”. El fotógrafo pensó que su imagen ayudaría a que los estadunidenses
cambiaran su punto de vista sobre la guerra, pero los medios de su país y la
agencia AP rechazaron su propuesta. Sólo el London Observer tomó la decisión de
publicar la foto obtenida en una zona que los periodistas llamaron “la carretera
de la muerte”, un lugar sembrado de cadáveres y vehículos destruidos gracias al
bombardeo aliado a unas tropas que intentaban huir de una muerte segura.
La guerra se experimenta y, sobre todo, se
anuncia de forma diferente según la clase social a la que se pertenezca. Las
fotos glamorosas de la revista Vogue son un espectáculo reconfortante y vacío
para la élite de ese país –y de Occidente– que difícilmente comprometerán sus
bienes o su integridad física en la escalada de violencia después de la invasión
rusa iniciada en febrero del 2022. La imagen no sólo pierde su “aura” –en el
sentido que el filósofo Walter Benjamin le da a la reproducción técnica y
masiva de las fotografías– sino que se regodea en un ejercicio estéril y, sobre
todo, deshumanizado.
-Fuente: La Jornada.
https://semanal.jornada.com.mx/2024/03/31/imagenes-de-la-guerra-y-deshumanizacion-2781.html?
-Alejandro
Badillo. (Ciudad de México, 1977)
-Es autor de los libros de cuento: Ella sigue dormida
(Tierra Adentro), La herrumbre y las huellas (Eeyc), Vidas volátiles
(BUAP), Tolvaneras (SC Puebla), El
clan de los estetas (Universidad
Veracruzana. Premio Nacional de Narrativa
Mariano Azuela) y las
novelas La mujer de los macacos (Libros Magenta) y Por una cabeza
(Premio Nacional de Novela Breve Amado Nervo).
Recientemente ha publicado:
“La Habitación
Amarilla” (cuentos)
por Editorial BUAP. -2021-
“Reconstrucción” (novela) Ediciones EyC. -2021-
Borges y Javier*
Esa mañana al verme con el libro de Borges
en la mano a Javier se le iluminaron los ojos. Se reclinó en el banco de plaza
en el que vive y se dispuso a recordar. Me habló con el corazón. No es
necesario, supongo, aclarar que las palabras recordar y corazón tienen la misma
raíz en latín. Los recuerdos, a ciertas personas, las remiten a lo más profundo
de su ser. Si es un ejercicio honesto, cordial, no una ficción para engañar al
oyente. Y Javier no necesita hacerlo. Por eso vive en el parque, donde puede
ser libre y sincero.
Todo comenzó por un libro, muy grueso, que
acababa de comprar. Las obras completas de Borges, año 1974, editadas por la
editorial Emece. Quien me la vendió fue Antonio, uno de los libreros nómades
que se gana la vida vendiendo libros usados en el parque. De las pocas personas
en las que Javier confía. Javier siguió desde lejos toda nuestra transacción,
contento tal vez, de que nos llevemos bien. Es natural alegrarse de que
nuestros amigos se entiendan, una forma más de validar la intuición al
elegirlos.
Cuando pase a su lado, me miro con ternura,
tenía una mirada que nunca le había visto y me dijo que había leído a Borges
cuando estaba sano. Incluso que lo conoció y que la mujer de Borges le había
regalado un ejemplar de lujo.
Le pregunté cómo era la mujer que le había
regalado el libro y me dijo: era “chiquita” y de “pelo blanco”.
Asintió cuando dije que la mujer debería
ser María Kodama.
Pero que el regalo lo perdió, no sabe dónde
está. Aunque no lo dijo en forma explícita su expresión reflejaba: ¿Cómo voy a
saberlo en el estado en que me encuentro?
Javier leía a Borges mientras su mamá limpiaba en una casa. La acompañaba al trabajo y él se quedaba leyendo en un banco que había en el patio, de lo que presumo, era un caserón de estilo inglés en algún barrio de Adrogué.
Un rayo de sol lo calentaba e iluminaba su
lectura. Hizo un gesto con su mano haciendo la trayectoria de un rayo de sol
que apunta hacia el texto.
Luego me preguntó si en la antología estaba
el famoso cuento “El Aleph”
Ante mi confirmación quiso saber en qué
página estaba. Que fuera la 617 lo tranquilizó, aunque no veo un motivo lógico
para ello, su cara era de completa satisfacción. Otro número, para él, lo
hubiera tomado como una traición o un mal presagio.
¿Se acordaría de que hablaba “El Aleph”? No
me animé a preguntarle, porque ese cuento y no otro, era el que tenía en su
memoria. Descarté la obvia causa de la cercanía entre la casa de Beatriz
Viterbo y su actual morada porque para Javier la avenida Garay, a solo una
cuadra del parque, es tan lejana como el desierto de Arizona.
No es sencillo entrar en su mundo, a mí me
da miedo que una palabra fuera de lugar lo saque del ensueño. Me ha pasado
alguna vez y aprendí la lección.
De pronto sonrió y como si leyera mi
pensamiento, buceo en su frágil memoria el motivo del recuerdo. Me relató que
él también había visto todo el universo en simultaneo en una pequeña
circunferencia posada en el bajo relieve que tiene frente suyo. El bajo relieve
se llama “La Fundación” y se encuentra en el lateral del monumento a Pedro de
Mendoza que mira a la calle Defensa. Aclaremos que no fue ese el lugar donde se
fundó la ciudad, esa es una mentira más de las tantas que se cuentan. Pero todo
eso a Javier no le importa, el desea volver a encontrar ese círculo una vez
más.
Se levantó de su trono y me señalo la pala
del aborigen representado en el bajo relieve. O eso me pareció que quiso hacer.
No estoy muy seguro porque todo ocurrió en un instante. Quizás fue otro punto
del bajo relieve. O peor aún, fue un diminuto punto en el lomo de la paloma que
se posó por unos segundos en el monumento. Un punto alado.
Después de este acto el discurso de Javier
volvió a ser difícil de seguir. Se asustó de contarme su secreto. Confía en mí,
pero como sabe que soy una persona que escribe sospecha que no soy confiable de
mantener un secreto. Este mismo relato es la prueba viviente de que sus temores
eran pertinentes.
Su soliloquio bastó para que me fuera
revelado el motivo de porque vive Javier en ese banco, teniendo opciones con
más reparo, incluso en el mismo predio. Ahí logró evitar toda obligación y todo
deber que lo distraigan de su único objetivo. Anida en su alma la esperanza de
volver. a ver el universo y el microcosmos unidos en ese mismo punto. Después
de esa experiencia nada lo podrá sorprender. Anhela repetirla antes de la
inevitable noche del olvido. Es posible que él sospeche que puede ser el
elegido.
-Del capítulo “El guardián del parque” del libro inédito “Dios es un gran escritor”
*De Jorge
Santkosky. jsantkovsky@go.org.ar
-Nací en la ciudad de Bahía Blanca en el
año 1957. Desde los 18 años vivo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Estudios cursados de Matemática en la Universidad de Buenos Aires. Actualmente
trabajo en el rubro residuos tecnológicos.
Presidente durante 8 años de la Asociación
Argentina del juego de go.
Libros publicados de poesía “Revelaciones” por la Editorial Huesos
de Jibia 2010. “Revelaciones acerca de otras criaturas” por la Editorial Huesos de
Jibia 2011. “Breves” por la
editorial Colectivo Semilla 2013 de la ciudad de Bahía Blanca. “El sonido de la atención” Editorial
Huesos de Jibia 2014. “La incomodidad”
Editorial Huesos de Jibia 2015. "El
después es ahora" Editorial "A capella" 2021 Córdoba.
-En narrativa “Diario de un cuentenik” de la editorial Leviatán 2020
-Mantengo el blog
http://otrascriaturas.blogspot.com.ar/
ELEGIDOS*
* Antonio
Dal Masetto.
Le hago una visita a mi viejo conocido el
licenciado Almayer, director y alma mater de Zeus S.A., Instituto de Formación
para el Éxito.
–Almayer –le digo–, estoy cansado de andar
penando en el llano, quiero estar en la cima de la colina.
–Vino al lugar indicado, mi querido amigo
–me dice–, lo felicito por la decisión de abandonar la planicie, su sitio son
las alturas.
Me siento reconfortado.
–Por favor, instrúyame –le digo–. La verdad
que ando más tirado que el perejil.
–Mi Instituto está perfectamente
pertrechado para resolver su problema. Tengo bajo mis órdenes un equipo de
profesores de altísimo nivel, gente muy afilada, especializada en sociología,
psicología, oratoria, comunicación y supervivencia en situaciones límites. Le
voy a enumerar las reglas básicas para que vea cómo funciona nuestro
entrenamiento. Regla número uno: debe hacerse amigo de todos sus compañeros,
ganarse su confianza y su corazón e inmediatamente traicionarlos.
–¿Sin más ni más? A mí siempre me enseñaron
que el que tiene un amigo tiene un tesoro.
–Recuerde el viejo dicho: amigos son los
testículos y también se golpean. La segunda regla se deduce de la primera:
todos los que lo rodean son sus enemigos, ódielos, destrípelos sin asco.
–¿Me está hablando metafóricamente?
–Nada de metáforas, en el Instituto Zeus
tripas quiere decir tripas y ninguna otra cosa.
–Comprendido, maestro.
–La tercera regla se deduce de la primera y
la segunda: a los adversarios, que son todos, tiene que devorarles los sesos.
–¿Intelectualmente?
–Nada de intelecto, les tiene que hacer un
agujero en el cráneo y chuparles los sesos, para que no les quede ni una sola
idea. No le haga asco a nada. A los débiles de estómago y a las almas
dubitativas se los comen los chimangos.
–Comprendido, maestro.
–Ultima regla y regla de oro: en la olla
del guiso, si está bien condimentado, la verdad y la mentira tienen el mismo
gusto. Apréndaselas de memoria y, cuando termine su preparación, podrá acometer
con éxito el ascenso a la colina.
–Entendí, maestro, sin duda es un curso muy
estricto y puntilloso. Pienso que sería perfecto si yo aspirara a ser un killer
eficiente, un sicario desalmado, un despiadado profesional del crimen. Pero me
asalta una duda: ¿para qué le sirve todo ese entrenamiento a un tipo como yo
que solamente quiere dejar de penar en el llano y alcanzar la cúspide de la
colina?
–Mi buen amigo, los que se acomodaron en la
cúspide llegaron utilizando reglas parecidas a las nuestras. Si usted quiere
asegurarse una subida rápida, no dude, aplique al pie de la letra las
enseñanzas. A saber, elija uno o dos de los que están arriba y dedíquese a
demolerlos sistemáticamente. Indague sus costumbres sexuales, consiga pruebas
de las más bochornosas, las que no resisten la luz del sol, y desparrámelas.
Revise prolijamente sus finanzas, aunque tenga que revolver los tachos de
basura, busque hasta encontrar las pruebas de alguna matufia económica y
pregónelas a tambor batiente. Con mirada de entomólogo investigue las
relaciones afectivas de los fulanos, las posibles fallas en su grupo familiar,
elija las más dolorosas, las que producen vergüenza, y échelas a los cuatro
vientos con toda la voz que tenga. Y lo que no encuentre, invéntelo. De todos
modos, seguramente algo de cierto habrá. Todos esconden algún secreto.
–Pero me van a hacer pomada.
–De ninguna manera. Si usted llega a ser un
rufián lo suficientemente ruidoso, que pega justo y difama con convicción,
comenzarán a prestarle atención. Cuando hagan sus cálculos y vean que acallarlo
resulta caro, incómodo y trabajoso, lo aceptarán como uno de sus iguales y le
tenderán una escalerilla para que ascienda a la cima de la colina, se mezcle con
ellos y se convierta en uno más de los elegidos, los intocables, los que están
más allá del bien y del mal.
-Fuente: Página/12.
https://www.pagina12.com.ar/1999/99-08/99-08-24/contrata.htm
*Antonio
Dal Masetto.
(Intra, Italia, 14 de febrero de 1938 -
Buenos Aires, 2 de noviembre de 2015)
El orden*
En el universo hay un
orden secreto que ignoramos,
y que, de manera
aleatoria, ciertas veces se nos revela.
Caminaba como siempre
al trabajo y noté una piedra,
en el suburbio no es
raro verlas, las piedras sobran.
Pero esta piedra no
era basura ni era un escombro,
no mostraba ninguna
marca de la mano del hombre,
ni era algo fracturado
o desprendido de otra cosa.
Era una piedra en sí
misma. Salida desde la tierra,
acaso expulsada de sus
entrañas como un cálculo.
O se hizo piedra
expuesta a la hostilidad del afuera,
a los agentes
externos, al desgaste y al zamarreo.
Era habitual
encontrarla y mirarla y seguir de largo,
un día al pasar la
hallé corrida del lugar de siempre.
Casi con seguridad a
causa de una patada temeraria,
porque no era una
piedra chica. Pasé otro día y faltaba,
y la asumí ya perdida,
pero sin buscarla la encontré,
a la distancia semi
escondida entre los pastos altos.
Pensé que eso no era
una casualidad, sino un destino,
la llevé a mi casa,
pero no era una piedra de interior,
no quedaba bien en
ningún sitio, la saqué al jardín,
ahí encajaba en donde
la pusiera. A veces la muevo
para comprobarlo y veo
que queda en todas partes,
entiendo que a las
plantas también les agrada la piedra,
y lo bien que le cae
el agua a la pobre cuando la mojo
al regar las plantas.
Ella encontró el lugar de sosiego,
y el jardín el alivio
para preservarse de mi ansiedad
de jardinero, yo miro
la piedra y crecen las plantas.
Tengo la sospecha de
que ese es el gran problema de todo,
el mundo está
desordenado: la piedra está en su lugar,
las plantas en el suyo
y, si un día yo ando extraviado,
miro la piedra y es el
imán que marca el norte.
Es algo muerto y no lo
sabrá nunca,
pero ella es la piedra
del jardín de casa.
*De Horacio
Rodio. horaciorodio@hotmail.com
-Del libro: El cinturón de Orión. Premio Bioy Casares de Poesía en Las Flores.
-Horacio
Rodio es autor de los libros “Palabras
de piedra” Ediciones Baobab. Argentina. 1999 / “Media baja” Ediciones Dunken. Argentina. 2012 / “La insistencia de la desdicha”
Editorial Ruinas Circulares 2018 / “El
cinturón de Orión” Poesía. Ediciones
Las Flores Argentina 2022 / “Ausencia y
Error” Novela (Aparece en octubre 2023) Avant Editorial. Madrid. España.
2023
- Autor del libro de poesía “El libro de Hopper” Pierre Turcotte
Editor. Quebec. Canadá. 2023 / Autor de la novela “Una sed extraña” La voltereta Almería España 2023
LOS
INADAPTADOS*
Nosotros en la escuela no sabíamos el
nombre del hermano mayor del más vivo. Nunca pudimos aprendernos los cantitos.
Jamás acertamos con las palabras que los demás se proferían sin vacilación. Y,
ni una sola vez, hicimos el gesto correspondiente en el momento adecuado.
Los demás sí. Los demás sabían qué cosa se
antepone a cuál otra. Si te pregunta decile... si sonríe así entonces vos... Y
uno no entendía por qué, qué grado de necesariedad tenían las respuestas, si
nosotros argumentábamos o nos encogíamos de hombros porque eso es lo que nos
salía sin andar pesando o midiendo. Y uno se comportaba sincera, estúpida,
sinceramente.
Cada vez.
Pero hay que sobrevivir. Hay que hurtar el
cuerpo al golpe, la cara desnuda a la sonrisa despectiva, el corazón al dolor.
Entonces elegimos confundirnos con el
paisaje, aprendimos a hacer como si estuviésemos de veras cuando no estábamos,
o como si supiéramos lo que se esperaba de nosotros. Sin llamar la atención
para que no se notase la falta de solvencia, el instante de vacilación antes de
la respuesta, o la lamentable pose de mal actor que no sabe qué hacer con las
manos y que muestra que no es, en verdad, quien intenta ser.
Cuántos años.
Cuánta vida mirando al bailarín de al lado
para copiarle el paso. Cuánta moda que se nos escurrió entre los dedos,
nosotros siempre tarde y nunca completamente como la prenda debía ser, color
incorrecto, forma de las mangas casi, pero irremediablemente fracasadas. Ni
hablar de los zapatos.
Y darse cuenta. Ahora.
Darse cuenta ya de vuelta, ya cuando se ha
dejado atrás tanta cosa mal disfrutada, mal asida. Ahora darse cuenta de que el
que sabía era uno. Éramos nosotros. Finalmente nosotros. Gozosamente y gracias
al cielo nosotros sabíamos ser seres humanos.
Y lo fuimos, aunque infructuosamente
intentásemos no serlo. Aunque nos pusiéramos disfraces ridículos y nos
pincháramos insignias que nada significaban.
Éramos.
No fuimos alumnos ni hijos ni novios ni
empleados. No pensamos lo que se repetía a coro desde los altoparlantes, no
hicimos reverencias y, si no lo sentíamos, no dijimos "te amo".
No aprendimos a mentir.
Nos salvamos.
Éramos lo que éramos. No otra cosa.
Sincera, estúpida, sincera,
maravillosamente seres humanos.
Nosotros.
*De Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
*
¿Qué es el
aburrimiento? ¿una súbita presencia de la nada? ¿Un problema químico al que le
llaman depresión? ¿La sensación alegre de que todos hablamos distintos idiomas,
nos querramos o no? ¿La sensación triste de estar muy cerca de una revelación y
que no entenderemos su resplandor o no lo podremos describir a nadie? ¿La
seguridad de que sólo escribimos para nosotros mismos y que eso tampoco está
mal? ¿Una paz desconocida cuando se vive con intensidad? ¿El entusiasmo de sabernos vivos en una vida
ínfima? ¿Pensar en la muerte? ¿Eso que viene luego que uno se ha divertido
muchísimo y ha llorado de risa? ¿Una forma de amor sereno a lo que es? ¿Un modo
del miedo a la decepción? ¿Un modo de miedo a tener que enfermarse y morirse?
¿La sensación de que el amor está ahí al alcance pero asusta en su
deslumbramiento? ¿El miedo a un Dios? ¿el miedo a que no haya un Dios? ¿El
miedo a un sentido posible de las cosas? ¿El simple y tonto miedo de vivir? ¿El
miedo a la irrealidad o a la torpeza de una presunta realidad? ¿La dulce
certeza del sinsentido o la tragedia de un sentido ignoto?
*De Liliana
Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com
Inventren
https://inventren.blogspot.com.ar/
EL ESPERADOR*
La habitación es pobre, por la ventana
entra una luz tamizada por una cortina con agujeros, que producen manchitas
irregulares de sol sobre el muro encalado. Una araña de patas largas y
cuerpecito minúsculo hace filigrana en el techo. Hay una cama, un escritorio
sencillo de madera, una lámpara con el pie curvo, despintada como todo, apagada
a pesar de que el sol allá afuera está bien alto pero adentro es penumbra y
tristeza.
Revistas viejas apiladas, un ventilador de
metal sobre una silla, un ropero al que las puertas no le cierran del todo.
Adivinamos un baño del otro lado de la
pared por el goteo lento pero continuo. Suponemos sin verlo que la tapa del
botón falta, y para realizar la descarga del inodoro habrá que tirar del
fierrito dentro del pozo rectangular abierto como una boca que ni llora ni ríe,
abierto el rectángulo como una boca asombrada, suspendida en un grito o quizás
inmóvil simplemente, esperando algún tipo de reparación.
Un hombre en camiseta sin mangas está
acodado en la mesa de la habitación. No hay relojes allí, sólo las manchitas de
luz que imperceptiblemente recorren las paredes y hacen de reloj de sol
indicando que el mundo transcurre allá afuera. El sol se mueve, las manchas
pasean lerdas por la pieza como constelaciones nocturnas de inmensidad y
lejanía, aquí nunca es de día ni de noche, nos decimos, no es un buen lugar
para cultivar vida.
Canta un pájaro, algún perro ha ladrado
confusamente en algún lugar. Les contestan. Otros pájaros se desgañitan en
respuesta, otros perros emiten sus voces destempladas comentando lo que dijo el
congénere.
El hombre no se ha movido. Vemos que hay
una pavita abollada, un calentador, un mate de madera recubierto en aluminio,
una lata de yerba ennegrecida. Otra lata suponemos que contiene galletas, pero
no la ha abierto.
El hombre está encorvado, los brazos sobre
la mesa y la cabeza con pocos cabellos obstinadamente fijada hacia adelante. Le
corre una gota de sudor temblorosa desde la axila. Anacrónicamente, una
pantalla de ordenador le ilumina los ojos. Habríamos creído que un lápiz de
madera y una hoja rayada serían más convenientes, pero la notebook delante de
su rostro está tan deslucida como el resto de las cosas, polvo entre las
teclas, la pantalla sucia y en una esquina del aparato una cinta aisladora
remendando una quebradura.
Escribe con dedos pálidos "resido en
Baudrix", y en el ordenador que desmaterializa el ser y lo transforma en
unos cuantos caracteres viajando por el globo, se transforma en una frase
maravillosa, él se transforma en un hombre misterioso y fascinante. Baudrix.
Una mujer se imagina un caballero hermoso y distinguido en una casa de tejas
negras en medio de un jardín con una fuente. Otra mujer se dice
"Baudrix" y aparece un muchacho lánguido de nariz recta sentado en el
pretil de un puente de piedra sombreado por altos pinos. "Baudrix" se
dice otra, y evoca prados verdes y quizás robles, y quizás a lo lejos la aguja
del campanario de una capilla medieval.
"Baudrix" ha dicho ella. Y
sonríe, y piensa en el hombre en camiseta, en la cama de hierro, en la uña del
dedo gordo del pie derecho que le rompe las zapatillas de lona. Piensa en los
cabellos ralos, las mejillas mal afeitadas. Recuerda la mujer la cortina con
agujeritos, el comedor con los muebles de la abuela, el patio de baldosas
desparejas.
"Escribe él, aquí, en Baudrix",
se dice la mujer. "Y está solo, y espera" se dice. Espera, aunque en
la estación ya no arribarán más trenes. Lanza sus botellas, él, y todavía.
Espera. Se dice la mujer.
El timbre no funciona. Unos nudillos golpean
la puerta.
El hombre se pone una camisa de mangas
cortas sobre la camiseta, se calza las chinelas y gira el picaporte de su
puerta.
*De Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
-Próxima estación:
FRANCISCO A.
BERRA.
-Continuidad literaria por el Ferrocarril Provincial:
ESTACIÓN GOYENECHE.
GOBERNADOR UDAONDO.
LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.
GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD.
ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
D. SÁEZ.
J. R. MORENO.
EMPALME
ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.
LISANDRO OLMOS.
INGENIERO
VILLANUEVA.
ARANA.
GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
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