*Obra de Noelia Ceballos @noe_ce_arte
Heroica*
Aprender el oficio del
coraje.
Pararme sobre mis
pies,
erguirme
entre cielo y tierra,
atreverme,
abrigarme.
Ser mi único dios,
la voz
que inicia el cantar
del héroe,
la última hojita,
ésa que no tiembla al
caer del sauce.
*De Mariana
Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
-Poema de su libro Patio. elandamio ediciones. ©2023
-Mariana
nació en General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City
Bell.
-Publicó: Cuadernos de la breve ceguera (La Magdalena 2014).
Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú,
2015)
La hija del pescador (La Magdalena, 2016).
Piedras de colores (Proyecto Hybris 2018).
El orden del agua, (GPU Ediciones 2019).
MADURA, Editorial Sudestada (2021)
-Quiero
sacar la cabeza por la ventanilla de tu coche.
Halley ediciones (2022)
Patio. elandamio ediciones. 2023
-Coordina Microversos, talleres de exploración literaria
AUN TE ESTOY
ESPERANDO*
Como un tren vacío
en la estación de nadie
donde abundan todos
los abandonos
todos
sin rieles
ni guardianes
ni esperanza alguna
donde todo se llueve
y el musgo avanza
ahí te estoy esperando
con mi gorra de pescador
y algunos fuegos
invencibles
*De Carlos
Norberto Carbone.
- Pasajeros del penúltimo tren-
*
Hay una casa
en la altura un ángel
agua
ves el agua de noche
aunque no veas
estás en la casa
escuchás el sonido
agua de montaña
abriéndose paso entre
las piedras
percibís
la caricia de las
plumas sobre las plumas
frotándose el ángel
las alas
abrís los ojos
ves ahora aunque no
veas
una luz
el hilo de su
presencia
resplandor
ves ahora aunque no
veas
la luna
y el río
ese fulgor en lo
oscuro
lo sagrado
sagrados
sagrados los ojos que
ven sin miedo
la casa el ángel la
luna el río la noche
sagrados
ese infinito estar
el paraíso
sagrada ves ahora
aunque no veas
el viento estremecido
las alas agitadas
ves ahora aunque no
veas
sagrada
sagrado aquél que
viendo
no destruya su rostro
no destruya sus alas.
Hay una casa
en la altura cielo
agua
ves ahora
la casa la luna el río
la noche
ves las plumas.
*De Lorena Suez. suezlorena@gmail.com
-Mentoría de procesos creativos
-Taller de escritura y emociones
-Lic. en Ciencias de la Comunicación /
Psicóloga Social
Canción*
Nunca pude
entender
lo que cantan
las casuarinas
rendidas
al viento,
qué canción
de furia
les anda
en las ramas
como si quisieran
negar
el invierno.
Yo
no sé qué dicen,
qué fiesta secreta
les baila
en el cuerpo.
Pero sé
que cantan
con voces pequeñas
como hilos de agua
que tejen
el tiempo.
*De Mariana
Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
-Poema de su libro Patio.
elandamio ediciones. ©2023
VIAJE POR EL ESPACIO*
No sé si a ustedes les ha pasado lo que a
mí, que he salido a buscarme y en medio de la odisea cósmica me he tropezado
con otros asteroides. Y me he puesto a conversar con uno de ellos hasta llegar
a identificarnos uno con el otro, diciendo cuánto nos amamos, que no podemos
vivir sin estar juntos. Pero luego de un tiempo ambos nos convertimos en la
personificación del rechazo. Sentimos que nuestro recorrido se bifurca. Que la
Vía Láctea resulta ya muy pequeña para el ego de dos asteroides. Por tanto, en
algún rincón distante del universo existe ése otro asteroide, que quizás,
dubitativo, estará pensando en hacer lo mismo.
*De Daniel
Montoly.
LATIDOS*
Cada pueblo tiene su propio ritmo; su ritmo
de caminar, de trabajar, de poner la mesa. Los movimientos les son propios como
lo son el lenguaje y la música, ese otro lenguaje que quizás venga de la gente,
quizás de la tierra y del paisaje que brinda.
En Japón he visto las artes marciales que
se repiten en la forma de golpear los tambores, de bailar esas danzas que aúnan
la lentitud y una contenida violencia, en los sonidos breves y guturales. La
misma tensión entre lo estático y la rapidez extrema. Las enormes banderas son
agitadas por figuras inmóviles, la precisión de los ikebanas de proporciones
perfectas, la belleza de los jardines, la posibilidad siempre del horror y sin
embargo la infinita paciencia; la habilidad aprendida, ejercitada y trabajada
de un hombre que mezcla la tinta, que con un pincel escribe, dibuja, pinta la
palabra como quien hace una señal definitiva. Hay un ritmo, una marca, un
acorde que abarca cada cultura y le imprime las notas y los silencios.
Una mujer daba a luz. Rodeada por su hijo,
su vecina, su marido, daba a luz. En el suelo estaba la mujer, sobre un colchón
delgado. Ella misma pujaba con un canto rítmico, todos la acompañaban y el acto
de dar la vida de traer la vida era una canción. El niño encontraba el aire y
el afuera traído, recibido, acunado ya por las voces y los sonidos que lo
arropaban y le daban desde el inicio el ritmo de su pueblo.
La canción rítmica que se repite en lo
cotidiano. En los pasos retumbantes de las sandalias de madera sobre el
pavimento, en el ritmo de la danza de cuerpos que se deslizan y de pronto
acaban en una pose de estatua, en el ritmo vertiginoso de la oración que
también es comunitaria, y que crea la epifanía del ritmo de la vida que se
repite circularmente.
Cerca del suelo, siempre. En comunidad. Y
serán las sandalias, el martillito de metal que guía los rezos, los pujos de
una parturienta; será la música, el ritmo, será la vida la que marque sus
compases.
Y mientras tanto las historias son las
mismas historias. El que muere, el que nace, el que crece y cambia, el que de
pronto conoce una verdad oculta.
Así como imagino una voz distinta para las
diferentes multitudes, una melodía propia para los paisajes de montaña, para
los lacustres, para la selva. Así como los ojos rasgados del oriente y los ojos
acuosos del norte.
Así como el sustento con maíz y batata o
con arroz y verdura. Así como el sentido de lo cíclico o la creencia en una
direccionalidad en la historia.
Así como todo eso crea culturas diversas,
los ritmos se ajustan a los pueblos, los expresan, los definen.
Y con su propio ritmo todos los seres
humanos bailan, nacen, mueren.
Sinfónicamente algunos, algunos
discordantes, algunos solos. Todos, todos, llevando los compases heredados,
aprendidos, amados u odiados. Cantando, si tienen esa fortuna, su propia
canción.
*De Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
Metamorfosis*
Ahora soy una hierba
doméstica. Pero supe ser salvaje.
Orgías fueron
aquellas: no te puedo explicar la de bichos
que entonces se
balancearon entre mis lianas.
Nada que ver con el
perejil en que me he convertido.
*De Esther
Andradi.
-Su libro reciente
es "LA LENGUA DE VIAJE. Ensayos
fronterizos y otros textos en tránsito" Editorial Buena Vista, 2023.
http://www.andradi.de/es/startseite/
Búsqueda
inteligente*
La memoria tiene agujeros y escondites,
por los agujeros se pierde lo que se quiere
perder y ella, cómplice, nos concede mirar
la parte exacta de lo que necesitamos ver.
El tema está en lo que no hemos descartado
y ella no nos muestra porque ha entendido
el secreto algoritmo de nuestra necesidad.
El problema entre la memoria y nosotros
es cierta parte de la realidad escondida,
a veces suele haber oro allí donde duerme
la verdad. También llanto y sangre y heces,
y alguna claudicación, renuncia o mentira;
el tema es arriesgarse a meter la sonda
sin saber que esconden esos agujeros y
chupar
con la fuerza suficiente como para tragarse
lo que suba. Digamos que puede que las
cosas
no sean en realidad cómo se las recuerda,
que la verdad cruda dormida en lo oscuro
nos favorezca y nos absuelva de la
traición,
o que, sin avisar, nos condene sin remedio.
En caso de sospecha es mejor ser
prescindente,
para eso, y sólo eso, sirven los algoritmos,
para declararnos incompetentes,
para alegar desconocimiento,
para presumirnos inocentes.
*De Horacio
Rodio. horaciorodio@hotmail.com
-Horacio
Rodio nació en Llavallol, provincia de Buenos Aires, en 1954. Realizó
talleres con Laura Massolo y Liliana Díaz Mindurry. Obtuvo más de cien premios
nacionales e internacionales en cuento, poesía y novela, con publicaciones en
Argentina, España, Colombia y Chile. Es autor de los libros de cuentos Palabras de piedra (Baobab, 1999), Media baja (Dunken, 2012) y La insistencia de la desdicha (Ruinas
Circulares, 2018), y de los poemarios El
cinturón de Orión (primer premio del 15° Concurso “Adolfo Bioy Casares”,
Ediciones Municipalidad de Las Flores, 2022) y El libro de Hopper (Pierre Turcotte Éditeur, Canadá, 2023). Ese
mismo año, el sello español Avant Editorial publicó su novela Ausencia y error.
-Nuevo libro de cuentos de Horacio Rodio-
La oscuridad de los
hechos
-Presentación el 4 de mayo a las 1830.
"La Libre", Chacabuco 917,
San Telmo, CABA.
-Editorial Esa luna tiene agua.
https://www.esalunatieneagua.ar/productos/la-oscuridad-de-los-hechos-horacio-rodio/?
*
Como otro gesto del amor,
con la ternura de la última entrega,
abandonar
es irse más allá,
donde sólo habita el don de nada.
Abandonar
es abrir la herida,
detenerse a mirar
como sangra,
como duele,
como cura.
Es contemplar con amor en pura ausencia.
*De Mariana
Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
Miedo al
futuro*
Vi a la vecina caminar al revés. Si.
Caminaba hacia la esquina de espaldas. Pensé que iba a tropezar. Sentí
desesperación. Pero no, avanzaba con una seguridad demencial sin perder el
equilibrio. Cuando llegué a su lado por un momento supuse que debía sujetarla,
hablarle o al menos preguntarle el porqué. No me animé. La vi despierta -no en
trance- con los ojos muy grandes mirando al pasado. En su mano derecha llevaba
un ramo de jazmines y en la izquierda apretaba algo invisible en el puño.
*De Eduardo
Francisco Coiro.
https://www.facebook.com/CansadoDeTriunfar/
LA MUJER QUE ME HABITA*
La mujer que me habita lleva soledad de
cipreses en sus criptas.
Un rumor de párpados anuncia el presagio
del agua.
El mundo huye o fagocita los retazos de su
piel.
Está hecha de retazos esa mujer tan mía.
La mujer que me habita sabe el placer de la
espesura.
No ignora que es solo vida la vida.
Ha
construido casa sobre las ruinas.
Ay, como duelen los arneses en el alma.
Solo quería amanecer contigo. Una vez sola.
Alas de arcilla y greda. Una tormenta
dentro de una fosa.
He muerto tan despacio que solo el frío
certifica mi adiós.
En el lomo del mar se duermen los albatros
del sueño.
Ay, este aguijón de escarcha y miel
Beso despacio y cuidadosamente nuestros
nombres.
Sé, ya no volverán los almendros ni la niña
cándida.
No pude descifrar la caligrafía de la
arena.
Miro tus ojos extraviados. Pongo a secar mi
corazón.
No soy culpable de esta paradoja me alejo,
para siempre quizás.
Ay, este esqueleto de cristal mohoso.
La mujer que me habita lleva un campo santo
de dudas.
Y una descomunal certeza: profanar con luz
la soledad de los féretros.
Amanece. Sólo mi útero late.
*De Amelia
Arellano.
San Luis
*
Derrida propone deconstruir la filosofía
occidental y mostrar su carácter mítico. Detrás de esas verdades, según Nietzsche, hay un oscuro instinto de
dominación, imponer a los "bárbaros" los valores supuestamente
superiores. Tiempo atrás Maquiavelo
había dicho que no le basta al príncipe imponer obediencia por la fuerza; los
súbditos deben amar su obediencia y creer que están obrando "bien". Spinoza criticaba la moral que convertía
a los individuos en esclavos haciéndoles creer que actuaban libremente.
Señores, ya sabemos estas cosas, pero es necesario repetirlas, porque parece
que no las logramos asimilar.
*De Liliana
Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com
Inventren
https://inventren.blogspot.com.ar/
*
Está silencioso el tren. Hay veces en que
la gente habla toda a la vez, como si una charla diese el empujón necesario
para que el señor comente el tiempo con la mujer del nene que llora, la madre y
la hija que viajan juntas intercambien informaciones ya conocidas de horarios y
paradas, la parejita del fondo discuta en voz baja, tratando de que nadie se dé
cuenta de que están en una disputa, pero alzando de a ratos la voz hasta que se
percatan y vuelven a bajarla.
Está silencioso el tren.
Las
primeras voces que se retiran se llevan las otras como la resaca del mar. Hay
quien se trata de evadir por la ventanilla, quien emite un quejido mientras
acomoda los huesos en el asiento. No mucho más.
Hasta el nene calla, como si notase que en
este momento no cuajan sus berridos en la luz inmóvil del mutismo de los
viajeros.
Silencio de tren, es decir, ruido
constante, anulación de la sensación de sonido por la creación de una masa
homogénea. Me asusta que se detenga. El silencio real sería insoportable y
podría fulminarnos en una bola blanca de resplandor atroz.
Busco el salón de cineclub, y de vagón en
vagón me sobrecoge la misma quietud de los pasajeros, abstraídos en sus propias
cápsulas mínimas de espacio propio que los separa insalvablemente de las
personas contiguas.
Mientras avanzo, me parece que mis ojos son la
cámara que rueda por el pasillo, ensayo planos cortos, primeros planos, grandes
angulares. Me digo que este es un travelling de esos para pasar a la historia,
esas tomas continuas en que los actores coreografían los diálogos, entradas y
salidas, los movimientos. Me siento Bergman mientras camino lentamente por el
pasillo y recojo trozos de gestos, rostros captados, capturados por un mínimo
instante que los desnuda y los muestra de una sola vez y para siempre.
Estoy haciendo cine del dogma, si el dogma
no hubiese sido quizás un mero lanzamiento de propaganda. Pero uso, como sus
directores, la luz natural, no agrego música tramposa que subraye el clima, y
los actores; de usar sus propias ropas, de ser tan ellos mismos. Son ellos
mismos, y no saben que están actuando en mi película.
Me sobreviene en bloque el recuerdo de la
película del alemán Wenders, en que
ángeles taciturnos caminan por la ciudad, el subterráneo, y aquí estoy yo en un
tren, tan de la familia del metro, y los ángeles que escuchan retazos de
monólogos del pensamiento de la gente. Casi puedo escuchar los murmullos, sólo
me los tapa un poco el ruido del tren. Los ángeles escuchan los monólogos, y alguno
es más desesperado, entonces le colocan al suicida una mano etérea en el
hombro, que encuentra algún trazo de solución a su infortunio.
Estoy llegando hasta el sitio donde
resguarda su angustia una mujer que viaja sola. No escucho su pensamiento. Quizás
no piensa, basta con la tortura de la tensión de la nuca, las manos encorvadas.
Es como si la escuchase. No me mira, soy invisible como los ángeles de "Las alas del deseo". Estoy a
punto de colocarle una mano en el hombro. Para ¿llevarle alivio? Alivio por
cuánto tiempo, qué precario paliativo ofrecerá la mano de un ángel o de
cualquier ser. Mi mano.
No
coloco mi mano en su hombro.
Sigo
caminando, con la aterradora sensación de ser un personaje de mi propia
película. Quiero que el tren se detenga de una vez, que la gente vuelva a
hablar.
Como
los sombríos ángeles que estaban en Berlín cuando aquí, te acordás, había un
lago y vino un ciervo a beber. Como esos espíritus cansados de asistir al
espectáculo de las generaciones, sólo asistir, sólo ser la cámara, nunca el
personaje. Como ellos.
Soy una lente que transcurre, transita el
tren que transita algún espacio, que se desplaza por dónde, me pregunto. Y qué
soy yo dentro de este tren, condenada a escuchar las angustias, a hacer el
registro de posturas y voces y rostros entrevistos. Cámara que rueda sobre el
tren que rueda, y la estación que viene, aunque sea yo la que voy.
El
tren se detendrá en la Estación y quizás sea por fin la bola blanca de
resplandor atroz, que me fulmine.
*De Mónica
Russomanno. russomannomonica@hotmail.com
-Próxima estación:
FRANCISCO A.
BERRA.
-Continuidad literaria por el Ferrocarril Provincial:
ESTACIÓN GOYENECHE.
GOBERNADOR UDAONDO.
LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.
GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD.
ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
D. SÁEZ.
J. R. MORENO.
EMPALME
ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.
LISANDRO OLMOS.
INGENIERO
VILLANUEVA.
ARANA.
GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
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-Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.
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