domingo, diciembre 24, 2006

ES UNA ILUSIÓN NECESARIA

HONRAR LA VIDA*


En el noroeste de Mongolia todo el mundo se muere, pero las personas no mueren. Se lo dice el papá a Nansa, una niñita de ojos rasgados en un redondo rostro de manzana.
El budismo los provee de un inagotable círculo de vidas que el alma recorre pasando de un arbusto a un camello, de un camello a un buitre, saltando de ser a ser, hermanando plantas, animales y seres humanos en un hálito eterno que se manifiesta multiforme y vital. La muerte no tiene más relevancia que el cruce de un umbral. No angustia ni aterroriza. Los niños sólo sienten la curiosidad de quien se pregunta qué vestido usará mañana, qué abrigo le tocará en el invierno próximo.
Pero no todas las vidas son iguales. Las personas poseemos una fineza de percepción, la capacidad de razonar y sentir con mayor agudeza que un yak o una cabra. Esos atributos son invalorables. Podemos, también, mirar las estrellas, contar historias, acariciar un perro dormido. Somos capaces de amar.
Volver a pisar el mundo como un ser humano es un privilegio.
Una anciana recibe en su yurta a la niña que se ha mojado en la lluvia. Toma un cazo con arroz, una aguja larga, y con la aguja en una mano derrama sobre ella puñados de arroz que caen como lluvia blanca. Le pide a la niñita que le avise cuando un grano caiga sobre la punta de la aguja. Puñado tras puñado, la atenta mirada no logra encontrar que el milagro acontezca.
La pequeña mujer arrugada y sonriente le cuenta a la niña que en el mundo existen infinidad de seres, y que la posibilidad de reencarnarse en una persona es tan remota como la de que un grano de arroz caiga en la punta de la aguja. Así de esquivo es el milagro, así de difícil es ser un ser humano, y es por eso que cada vida humana es inapreciable.
Ha de celebrarse, entonces, la vida humana. Y respetarla con la devoción con la que se preserva un frágil fuego en medio de la noche.
Lo dicen los mongoles, allá por donde China y Rusia se confunden. Nos lo cuenta la directora Byambasuren Davaa, que quiso que su pueblo narre a través de sus filmes esa forma de vivir, sentir y explicar el universo.
Ellos, los mongoles budistas que creen en un eterno pasaje de vidas, reverencian la maravilla de ser una persona y de tener la suerte de pertenecer por unos años al género humano. Nosotros, que no prestamos fe a historias de reencarnaciones, que creemos que esta vida es única, despreciamos a nuestros semejantes y no honramos el maravilloso don de la humanidad que se nos ha concedido y reside en nosotros. Mancillamos el milagro, desperdiciamos la esquiva oportunidad de ejercitar los dones que nos fueron hechos. Si podemos amar, si podemos mirar la luna, si podemos narrar historias; entonces es nuestro deber hacerlo y por tanto, como lo cantó Eladia Blázquez, honrar la vida.


*de Mónica Russomanno. russomannomonica(arroba)hotmail.com




Es una ilusión necesaria




Los dulces recuerdos de una Navidad*


*Por Beatriz Sarlo bsarlo@viva.clarin.com.ar


Cuando tenía diez años pasó todo diciembre y la mitad de enero en la gran sala de niños de un hospital de la ciudad de Buenos Aires. Un camión con acoplado le había aplastado un pie. Su cama estaba cubierta de juegos de tablero, de libros y de las pocas revistas de historietas que la monjita que
cuidaba la sala consideraba que eran lecturas adecuadas para su sexo, su edad y su formación moral. El Tony (la clásica revista de historietas de esa época) estaba terminantemente prohibido, y la intervención de cada uno de los miembros de la familia, que se consideraban superiores intelectualmente
a la monjita, no pudo superar la interdicción. El padre, que solía leerle cuentos, también recibió la orden de suspender ese entretenimiento que conspiraba contra la bienaventuranza de su infantil almita. De todos modos, la monjita no le caía antipática porque compensaba con destreza organizativa sus interdicciones. Por supuesto, el rosario que se rezaba a la seis de la tarde no divertía a ninguno de los internados, pero la disciplina tampoco era de hierro y se podía practicar cualquier otra actividad lícita mientras no fuera muy ruidosa.
Las camas de la sala general estaban bastante separadas, de modo que él no tenía la alternativa de invitar a sus vecinos de un lado y otro a que participaran de sus acotadas distracciones. Su cama, donde una gran armazón de alambre le inmovilizaba la pierna derecha, flotaba en el medio de la sala, como un barco que lleva a un pasajero de primera enfermo y es atendido por una tripulación solícita.
Alrededor del 20 de diciembre comenzó una especie de show continuado de entretenimientos infantiles: los magos sucedían a los payasos, y luego venían los títeres, las pequeñas compañías teatrales, los malabaristas. A cada número le seguía una merienda especial. El no podía probarla porque
acababa de salir de una gangrena con fiebre de cuarenta grados y lo tenían a pan y agua. Pero la mayoría de los demás chicos y de sus familiares recibían porciones de turrón, o (lo que a él le pareció de un refinamiento exquisito) pequeños pandulces, miniaturas de confitería. Se sabe la devoción que los
chicos sienten por los objetos que no responden a su tamaño habitual; por otra parte, esos pandulces en miniatura eran una novedad en aquel Buenos Aires donde todavía no se habían generalizado las innovaciones culinarias.
Algún despistado amigo de la familia cayó en esos días navideños con una caja de marrón glacé (que también en esa década sencilla era considerado el caviar de todos los bombones). Técnicamente él hubiera podido comer alguno, ya que se trataba de una pasta de frutas azucarada, pero alguien se la
arrancó de las manos considerando, con mejor criterio que el visitante, que era un regalo más apropiado para su madre que para una criatura de gustos sencillos y elementales que deliraba con los pandulces o imaginaba un retorno a casa en medio de un asado con innumerables sándwiches de chorizo y botellitas de Coca.
Otro día de esa semana de jolgorio hospitalario, un peluquero del barrio fue a cortarle el pelo. Lo tusó, sin que él ofreciera mayor resistencia ya que estaba harto de que lo peinaran manteniéndole la espalda erguida por la acumulación de almohadas, mientras le mojaban la cabeza y decían: "Este chico va a ser muy rebelde siempre; mirá la cantidad de remolinos que tiene". Finalmente, para el 24, le trajeron un pijama nuevo, celeste, de manga corta y con un bolsillo sobre el lado izquierdo. Se pensó que así
quedaba presentable para la Navidad. No recuerda cómo transcurrió la noche del 24; supone que, como siempre, las luces se apagaron a las ocho y se durmieron todos, salvo los chicos que estaban más enfermos o sentían esos dolores que los obligaban a gritar de madrugada. Sobre todo el quemadito de
la última cama, contra la pared. Pero a eso, chicos y grandes estaban acostumbrados.
Recuerda, en cambio, el despertar del 25 de diciembre. En cada mesita de luz había una bolsa enviada por el gobierno, con una caja de soldaditos de plomo (muy lindos), un balero, y un librito donde se hablaba del Hada Buena (Eva Perón), que quería mucho a los niños. A ningún chico se le hubiera ocurrido
dudar de ese mensaje, si llegaba a leerlo, ya que ese amor quedaba probado por la existencia palpable de la bolsa con juguetes. Su familia, la de quien recuerda esa Navidad, también le había traído un regalo que competía con la bolsa igualitaria. Era el juego de tablero más codiciado de la época. Su
nombre, que parecía un desafío al gobierno que repartía los juguetes y había enviado los payasos y los magos, era El Estanciero.
Aprendió a jugar durante los días que siguieron. El estanciero no era sencillo para un chico de diez años, pero la familia lo había elegido porque practicaba con él, incluso cuando estaba internado en un hospital. Era una especie de experimento pedagógico prolongado del que los padres y tíos quedaban presos, ya que debieron dedicarse, en los días que van entre la Navidad y el Fin de Año, a explicarle las reglas y las trampas del juego. Me dice que recuerda esa Navidad como una de las más apacibles.


*Fuente: revista Viva - Clarín
http://www.clarin.com/diario/2006/12/24/sociedad/s-01333498.htm






Domingo, 24 de Diciembre de 2006
CHICA MARIANI, FUNDADORA DE ABUELAS
"No se hace lo necesario para hallar a los chicos"

Con 83 años, Chicha va a dedicar hasta el último día de vida para encontrar a su nieta Clara Anahí, secuestrada en La Plata en 1976. Estuvo en Rosario para ser homenajeada y dijo estar convencida de que el Estado "no puso ni pone lo necesario para encontrar a los chicos desaparecidos".


*Por Alicia Simeoni

"Estoy convencida de que el Estado no puso ni pone lo necesario para encontrar a los chicos desaparecidos, algo así como lo que sucede con el caso de Jorge Julio López. Se me ocurre pensar que hay mucha gente a la que se le paga un sueldo buscándolo y no tienen logros", dijo a Rosario/12 María
Isabel "Chicha" Chorobik de Mariani, la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo. A los 83 años y después de 30 sin descanso, Chicha Mariani continúa buscando a su nieta Clara Anahí, secuestrada en La Plata en 1976, cuando tenía 3 meses y de la casa de sus padres, a quienes mataron. El viernes pasado esta Abuela fue declarada visitante distinguida de la ciudad a partir de una iniciativa del edil socialista Juan Rivero. Mariani estuvo en Rosario para asistir a la presentación del libro Chicha, la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, una biografía escrita por Juan Martín Ramos Padilla. "Tengo que seguir buscando antes de quedarme del todo sin vista y ahora me voy a empezar a cuidar. Necesito seguir buscando y luchando por restituir la identidad a mi nieta". Muchos años atrás, en 1977, cuando con Alicia de la Cuadra (otra abuela) fundó la organización, trabajó en equipo con mucha fuerza pero además con "serenidad y planificación" explicó a este diario.
"Era necesario hacerlo así, y hasta 1989 encontramos 59 nietos", un logro que -aún con lo que siguió haciendo la institución- le parece "mínimo". Y señala una y otra vez que el Estado no hizo ni hace lo que debe para restituir la identidad a "esas personas que son ciudadanos privados de su historia y de la verdad".
Mataron a su nuera Diana Teruggi, secuestraron a su nieta de 3 meses el 24 de noviembre de 1976 cuando arrasaron la casa donde vivían en calle 30 entre 55 y 56 en La Plata y 8 meses más tarde asesinaron a su hijo Daniel. Esa misma noche las bandas llegaron hasta su casa, pero ella y su esposo se
habían ido. El matrimonio de Diana y Daniel militaba en la organización Montoneros y tenía una imprenta clandestina en la vivienda que en el 2004 fue declarada patrimonio histórico nacional y su mantenimiento de interés provincial y municipal. Allí se conservan todavía las terribles marcas de
los disparos de Itakas y otras armas y desde 1996 funciona la Asociación Anahí, el nombre de su nieta a la que sigue buscando.
-Se cumplieron 30 años del secuestro de Clara Anahí.
-Sí, yo tengo una larga vida de 83 años dividida en tres partes y uno de esos tercios fue ocupado en la búsqueda de mi nieta. Hace 30 años de su secuestro. Todavía no pude dar con ella, pero buscando a Clara Anahí llegué hasta otra abuela que supe que tenía una nieta desaparecida, Alicia de la
Cuadra. Nos encontramos, decidimos buscar a otras abuelas que integraban otros organismos y formamos Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos que luego fue cambiado por el nombre de Abuelas de Plaza de Mayo, de la que fui presidenta hasta 1989. Me fui por diferencias y unos años después, en el
'95, '96, mis compañeros de trabajo me plantearon que no desperdiciara la experiencia realizada en Abuelas y así fundamos la Asociación Anahí, creada para promover, sostener y defender la vigencia de los derechos humanos, la reconstrucción y preservación de la memoria y la defensa de la niñez y la
adolescencia.
-Usted dice que planificaban las acciones de búsquedas.
-Van 30 años de desesperación, de búsqueda alocada y no alocada, porque lo primero que pensé es que había que buscar con calma y sistemáticamente.
Utilicé mi experiencia como docente y jefa del departamento de estética del Liceo Víctor Mercante de La Plata perteneciente a la universidad. Allí si uno quería trabajar bien debía ser ordenado y concreto porque integraba un plantel de 20 docentes. Esto me sirvió en Abuelas y ahora en la Asociación
Anahí. Armábamos organigramas con lo que había que hacer, programábamos la visita a los jueces de a tres de nosotras para llevarles las demandas. La carpeta con denuncias crecía cada vez más hasta que llegamos a encontrar 59 niños cuando yo renuncié y Abuelas siguió con este trabajo. Entonces me
dediqué a buscar a mi nieta y a otras personas cuya identidad no estaba necesariamente deshecha por la dictadura, sino gente que es abandonada y luego busca saber cual es su origen, quiénes son sus padres. En eso trabajábamos también en la Asociación Anahí desde 1996.
-¿Cómo evalúa los logros en las acciones por el encuentro y la restitución de tantos niños secuestrados?
-Los chicos que están denunciados son muchos, pero hay también otros que no fueron denunciados por distintos motivos. A veces los abuelos viven muy al interior y no han llegado a conectarse. Además también influyeron el miedo, la ideología. Me consta que hay chicos sin denunciar y que los casos
deberían llevarse a Abuelas pero hasta ahora las familias no aceptaron. La cantidad se sigue calculando en 500 pero son más. Cuando me fui habíamos localizado 59 y se siguió. Sin embargo creo que el logro es muy mínimo y que el Estado no puso lo que debía poner para encontrar a estos chicos que son ciudadanos desaparecidos. Hay gente que sigue pensando 'Y bueno, ya crecieron, están por ahí, los quisieron, les dieron de comer'. Pero son personas secuestradas, desaparecidas, con una vida y no hablo del pasado
sino también del presente. A veces pienso que a Julio López también hace 3 meses que lo están buscando y no lo encuentran y me pregunto: `Tanta gente dedicada a buscarlo, a los que se les paga un sueldo, ¿qué hacen?'. También pienso en lo que hicimos y hacen Abuelas, se recorren todos los puntos y
conseguimos algunos logros. Entonces ¿no puede el Estado trabajar con todas sus fuerzas devolviéndoles la vida y la identidad a estas criaturas.
¿Tenemos que hacerlo las viejas que ya nos estamos muriendo?
-Se podrían hacer más cosas para encontrar a los chicos.
-Por supuesto que sí. Sólo que desde el Estado no se ponen a buscarlos y creen que los demás tienen que hacerlo y no ellos, pero es el Estado el que tiene ese deber, se trata de ciudadanos a los que se les robó su identidad y, en el caso de López, de un desaparecido. Esto va también para el actual presidente Néstor Kirchner, tiene que buscar, preguntar. Él es el comandante de las Fuerzas Armadas y si se pone firme y exige que le digan donde están los niños, que los militares saben dónde están, algo se conseguirá. Porque él es su jefe. Eso es lo más elemental que pienso.
-¿Hay nuevos indicios sobre el paradero de su nieta Clara Anahí?
-Este año avancé bastante, fue un período repleto de datos y movimientos, de gente que nunca habló y ahora lo hizo. Treinta años a la espera de algunos testigos que ahora llegaron. Creo que estoy en buen camino pero luchando siempre contra la inutilidad de los miembros de las Fuerzas Armadas y
policiales que van a la Justicia con los viejos y perimidos discursos y están produciendo falsos testimonios. No sé qué les puede costar más adelante. Siguen diciendo que mi nieta murió y está completamente comprobado que fue sacada viva de su casa en La Plata. Yo lo supe siempre pero había
muchas personas que sabían y callaron. Ahora están hablando. ¡Si en algún momento hasta me la quisieron vender!, pero no llegué hasta ella. El diplomático que me ayudaría a salir del país con la nena fue a preguntarle a (Ramón) Camps si era cierto y por supuesto se terminó todo: la entrega, el negocio de ellos y toda mi esperanza.
-¿Qué reflexión tiene en cuanto a la situación de las organizaciones que trabajan en el área de los derechos humanos, la dispersión y las divisiones que existen?
-Desde hace años se produjeron diferencias que son muy lógicas. Eramos personas que trabajábamos juntas, llegadas de distintos lugares y con ideas dispares. Convivimos durante años, todos los días, y surgieron las diferencias y las asperezas. Ocurrió en todos, también en Abuelas y en Madres en la que hay dos líneas. Cuando me fui yo no quise hacer nada porque el respaldo a los niños restituidos debía continuar muy firme en la institución y era muy feo dividir. Pasaron muchos años hasta que después
creamos la Fundación Anahí con objetivos distintos. Mucha gente piensa que somos Abuelas
línea-fundadora pero no es así.
-Y en cuanto a la relación con el Estado y los gobiernos.
-A mi modo de ver los organismos deben estar separados de líneas partidistas. No se puede atar las organizaciones a compromisos partidarios o económicos, sea el que sea. Pero esto no siempre es así. Son 30 años de lucha y trabajo, hay cansancio y cambio de orientaciones en los organismos.
Yo no juzgo a nadie, ni a los que traicionaron a sus compañeros en los campos de concentración, tampoco a los organismos. Pero me gustaría que se hubiesen superado las diferencias porque de lo contrario cada uno va por su propio camino cuando se deben aunar todos los esfuerzos.
-¿Qué le produjo escuchar a Hebe de Bonafini cuando desapareció Julio López y habló de un complot para perjudicar al presidente Néstor Kirchner?
-Admiré mucho a Hebe porque fue muy valiente, estuve muy cerca de ella al principio, después nos separamos para siempre pero nos respetamos mutuamente. No entiendo porqué dijo todas esas cosas. Tampoco comprendo el acercamiento al gobierno, nunca lo hubiera esperado de ella. Puede tener
toda la simpatía o amistad sin tener que jugar en lo público. Pero bueno Hebe es Hebe.
-¿Y sobre la situación integral de la vigencia de los derechos humanos?
-Se habla mucho de los derechos humanos, está todo en un mismo punto. Yo soy crítica respecto de algunas situaciones, como las que se producen alrededor de los planes sociales al estilo del que fue el Trabajar. Esa es una forma de implementar el no trabajo que es sagrado. Uno de los valores que tiene
una persona es su trabajo. Los hijos se van, no son nuestra propiedad. Los padres también, pero el trabajo es el resultado de todo lo que uno pone. Me parece fundamental que la gente tenga trabajo, sepa qué es, gane su dinero y no lo haga con la firma de un papel. Claro que es imprescindible ayudar a la
gente en una situación de miseria como vive pero hay que crear nuevas fuentes fundamentalmente y que aparezca de nuevo la cultura del trabajo.


*fuente: Rosario-12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/9-6743-2006-12-24.html





¿AZUCAR O SACARINA?

Scioli está en campaña y se ven crudas escenas de peronismo explícito*


*Julio Blanck. jblanck@clarin.com


Advertencia para padres y personas sensibles: en las primeras incursiones de Daniel Scioli por la provincia de Buenos Aires ya se ven crudas escenas de peronismo explícito.

Repasemos cinco de ellas:
Alineamiento feroz con el que manda. En cuanto Néstor Kirchner confirmó que Scioli era el elegido para pelear la gobernación, y al mismo tiempo cosechar los votos bonaerenses que él necesita para asegurar la Presidencia para sí o para Cristina (las dos elecciones se harán el mismo día), la media docena de postulantes que florecieron tras la renuncia obligada de Felipe Solá a la reelección se bajaron presurosos del caballo. Algunos lo hicieron con estilo, como el ministro Aníbal Fernández, hombre de hábitos gauchescos y que goza de muy buena opinión presidencial; o el senador José Pampuro, ducho nadador en las aguas del poder. Otros, cuyos nombres por decoro es mejor omitir, desandaron sus ambiciones de manera mucho menos elegante.
Ejercicio instantáneo del poder. Aún sin certificación oficial como candidato, Scioli se reunió esta semana con Solá y empezaron a hablar de la transición. O de cómo trabajar juntos durante los próximos diez meses para terminar bien uno y empezar mejor el otro. Detalle a considerar: Solá está encantado con que Scioli sea su sucesor, porque si el elegido hubiese surgido del peronismo bonaerense, a él le hubiese esperado un calvario de desgaste continuo, al desplazarse el eje de poder. No quiere decir que ahora la vida le sonría a Solá, pero al menos puede sentarse a hablar con alguien que no tiene nada armado en la Provincia y cuya única referencia política es Kirchner.
Defensa a muerte del territorio. Tanto o más rápido que los precandidatos que debieron meter violín en bolsa, detrás de Scioli formaron fila los ásperos intendentes del Gran Buenos Aires. Los mismos que fueron duhaldistas, antes menemistas, hoy kirchneristas y mañana Dios dirá. Esa gente sabe reconocer al primer olfato dónde está el que tiene, o tendrá, la chequera que habilite obras para el municipio, el gran argumento de su permanencia. Esta semana una docena de ellos comió en el quincho de Scioli, a dos cuadras del Abasto. Fue un gesto casi ritual. Nunca serán sus soldados, pero combatirán por él porque así lo ordena el jefe de turno. Por lo pronto, Scioli les masajeó el ego: recordó que en ese mismo lugar habían compartido un asado de agradecimiento, que él les ofreció después de la elección de 2003.
Pelea sin pudores por los cargos. Ya hay cuatro sectores que están tratando de colocar al compañero de fórmula de Scioli. La estructura peronista pretende co ronar a un intendente, alguien del riñón que les garantice influencia directa sobre la futura gestión. Los kirchneristas puros, o sea los que se hicieron kirchneristas antes que los intendentes, piensan en Graciela Ocaña, la jefa del PAMI, una figura "progresista" para compensar el perfil de centroderecha que le endilgan a Scioli. El gobernador Solá quisiera aprovechar su buena estrella y ponerle acompañante al candidato: suena Cristina Alvarez Rodríguez, meritoria diputada co nocida por su parentesco con Eva Perón. Por último, pero con más posibilidades que el resto si se pregunta en la Casa Rosada, están los radicales K, intendentes de distritos importantes que siguen la misma lógica utilitaria de sus colegas peronistas. Se menciona al marplatense Daniel Katz entre esos radicales que, además de tener votos propios, podrían darle a la oferta bonaerense la misma pátina de concertación plural que Kirchner pretende para la fórmula nacional.
Las picardías del candidato. Scioli ya mostró saber qué música debe tocar para consolidar su candidatura. Visita municipios del conurbano sin parar, junto a Solá, los intendentes, ministros y funcionarios. A todos les agradece el apoyo, a todos les dice "yo vengo para sumar", como hacen los futbolistas cuando llegan a un equipo nuevo. Y nunca olvida ratificar su adhesión sin fisuras al Presidente. Habría que reconocerle alguna habilidad a quien entró a la política con Carlos Menem, fue nombrado secretario de Estado por Adolfo Rodríguez Saá, lo proyectó a la vicepresidencia Eduardo Duhalde, y ahora, una noche se acostó porteño y a la mañana se despertó bonaerense para ser la tabla de salvación que buscaba Néstor Kirchner.


*Fuente: Clarín
http://www.clarin.com/suplementos/zona/2006/12/24/z-03501.htm






LOS ESPECIALISTAS DICEN QUE HAY QUE VIVIR LA CEREMONIA COMO UN JUEGO

"Papá Noel es una ilusión necesaria para todos los chicos"*


PERSONAJE. Para los psicólogos, Papa Noel es una figura clave en la niñez.
(Sergio Goya)


*Georgina Elustondo gelustondo@clarin.com

Esta noche, millones de chicos y no tan chicos descontarán las horas hasta desembarcar por fin en la medianoche, cuando Papá Noel corone el día con algún que otro regalo y un rato de magia que emocione hasta a los mayores.
"Santa Claus es la única figura en la que me hubiera gustado creer para siempre", escribió una bisabuela a Clarín. "Brindo para que nos aferremos con el alma a la fantasía de ese abuelo todo corazón". Fue su deseo. Un deseo que los psicólogos comprenden sin ningún pero.
"Ese bueno y gordinflón abuelo es una figura clave. ¿Qué adulto no recuerda aún hoy el día en que la venda se le cayó de los ojos? Ese momento jamás se borra porque rememora el día en que se perdió la inocencia, cuando nos hicimos grandes y terminó la primera infancia", explica la psicoanalista
Stella Maris Gulian, del Centro Dos.
Papá Noel es una ilusión hermosa, una de las dulzuras más lindas de los primeros años. "Es una ceremonia lúdica en la que participa toda la familia.
No es un engaño sino un juego y hay que vivirlo como tal. Y cuando los chicos preguntan dónde vive lo que yo recomiendo es decirles que vive en el país de la fantasía. Esa es la verdad y cuando les caiga la ficha va a ser un poco menos duro. No va estar la palabra de nadie en duda", dice la licenciada Alicia Díaz Farina, de la Asociación de Psicólogos y Psiquiatras de Buenos Aires. "Hasta que no preguntan si existe no hay nada que decir. Cuando lo hacen, ya saben", asegura.

"Papá Noel es una ilusión necesaria para el primer tiempo de la infancia. Y no es un engaño, como no lo son los cuentos que hacen hablar a conejos, dan vida a hadas o muestran la valentía de los super héroes. Ellos tampoco existen, pero los niños creen en ellos porque creen que hay alguien que todo lo puede. ¿O acaso los padres no son para ellos dioses que también pueden hacer lo imposible? Ya llegará el tiempo en que los papás serán más humanos y menos perfectos, conocimientos que nadie transita sin dolor", dice Gulian.
Las preguntas empiezan desde temprano, iniciando un proceso que terminará más tarde en eso que llaman enterarse de la verdad. "¿De dónde saca la plata? ¿Cómo sabe si me porté bien o mal? ¿De dónde viene? La cuenta deja de cerrar y la duda empieza a hacer su trabajo, hasta que llega la deducción:
¿Cómo puede entrar por el balcón si tenemos rejas? Papá Noel no puede volar, nadie puede volar... La conclusión suele quedar un tiempo en suspenso, y cuando llega alguien a afirmar lo que no se animan a afirmar por sí mismos recurren a los padres para certificar si es o no así", sigue la especialista.

Más tarde o más temprano, la razón empieza a desencantar el mundo. Los velos de la inocencia caen, la infancia se despide. Pero, dice Gulian, ¿para qué apresurar los tiempos?".


*Fuente: Clarín
http://www.clarin.com/diario/2006/12/24/sociedad/s-04305.htm





Juguetes*

El primer regalo del que tengo memoria debe haber sido aquel camión de madera que mi padre me hizo para un cumpleaños. No me gustó y no lo usé nunca quizá porque lo había hecho él y no se parecía a los de lata pintada que vendían en los negocios. Muchos años después lo encontré en casa de uno de mis primos que se lo había dado a su hijo. Era un Chevrolet 47 verde, con volquete, ruedas de retamo y el capó que se abría. Las ruedas y los ejes seguían en su lugar y las diminutas bisagras de las puertas estaban oxidadas pero todavía funcionaban. Mi padre se daba maña para hacer de todo sin ganar un peso. En San Luis construyó una casa en un baldío de horizonte dudoso, cubierto de yuyos y algarrobales. El gobierno de Perón le había dado un crédito para vivienda y él se sentía vagamente humillado por haberlo merecido. Nunca supe cómo hacía para ocultar su condición de antiperonista virulento, de yrigoyenista nostálgico en los tiempos del Plan Quinquenal. En cambio yo me criaba en aquel clima de Nueva Argentina en la que los únicos privilegiados éramos los niños, sobre todo los que llevábamos el luto por Evita. En el día de Reyes, que para colmo es el de mi cumpleaños, el correo regalaba juguetes a los chicos que fueran a buscarlos. Muñecas, trompos, una pelota de goma, cosas de nada que los pibes mostraban a la tarde en la vereda. Por más peronistas que fuéramos, a los hijos de los "contreras" se nos notaba la bronca y el orgullo de ser diferentes. A mi padre no le gustaba que yo hiciera cola en el correo para recibir algo que él no podía comprarme. Por eso me hizo aquel camión con sus propias manos, para mostrarme que mi viejo era él y no el lejano dictador que nos embelesaba por radio y aparecía en las tapas de todas las revistas. Pero a mí el camión no me gustaba y a escondidas le escribí una carta al mismísimo general. No recuerdo bien: creo que en el sobre puse "Excelentísimo General Don Juan Domingo Perón, Buenos Aires". En casa siempre había estampillas coloradas con la cara de San Martín así que despaché la carta y enseguida me olvidé. Para remediar su fracaso con el camión, mi padre me compró un barquito verde y blanco que no funcionó nunca pero del que me acuerdo siempre. Como no tenía hermanos, nadie me lo disputaba y pasaba horas haciéndolo navegar. Me acomodaba bajo la copa de un árbol para protegerme del terrible sol puntano y allí imaginaba aventuras tan buenas como las que traían El Tony, Fantasía y Rayo Rojo. No sé, creo que unas veces yo era Tarzán y otras el Corsario Negro conduciendo, intrépido, a sus sesenta valientes.
El tiempo parecía interminable entonces. Ser mayor era tener diecisiete años y ésa era la edad de mis héroes en el momento de combatir o de amar. Y allí íbamos, Tarzán, el Corsario, Kit Carson y yo, en busca de una rubia suave y maternal que se esfumaba en las sombras de nuestra noche imaginaria. No sé quién era; tal vez Lana Turner, Evita, o la radiante esposa del bicicletero de la esquina. Creo que hacíamos con ella algo inconfesable y delicioso, mecidos por la brisa de la tarde o azotados por el torbellino del viento chorrillero. Entre tanto, mi padre ocultaba el pasto que habíamos puesto para que comieran los camellos de los Reyes Magos. Recuerdo que lo seguí a hurtadillas aquella noche en que me regaló el camión y lo vi arrojar el pasto por encima de la tapia.
Era un tipo de voz temible, mi padre; de gestos dulces y reflexiones amargas. Nada de lo que a él le gustaba me interesaba a mí. Amaba las matemáticas y leía gruesos libros llenos de ecuaciones y extraños dibujos. Me hablaba del Congreso y sus facultades cuando para mí sólo contaba el general. Me daba pena verlo soñar con una máquina de fotos, una Leica que nunca podría pagar. A medida que crecíamos y nos enterábamos por el cine, el Corsario, Tarzán, Kit Carson y yo distinguíamos por la trompa un Chevrolet 37 de uno del 35, un Ford A del 30 de otro del 31.
Una mañana se detuvo frente a casa un Buick con tres hombres de sombrero. lo buscaban a mi padre y él salió presuroso, con el pucho entre los labios. Llevaba el único traje que tenía para ir a la oficina y sólo Dios sabe cómo hacía mi madre para tenérselo siempre listo. La imagen de mi padre (alto, pelo blanco, idéntico a las fotos de Dashiell Hammett) me es indisociable del cigarrillo en los labios. Lo dejaba consumirse ahí, y se estaba horas mirando un libro de logaritmos, acompañado por una voluta de humo que flotaba hacia la lámpara. El Buick arrancó y yo supe enseguida que era un modelo 39. Para el Corsario y Kit Carson era del 38, pero yo estaba seguro porque tenía la parrilla más ancha y atrás la carrocería bajaba en picada disimulando el baúl. Mi madre se quedó en silencio y cuando se ponía así era mejor mantenerse a distancia. No sé por qué, yo me olía plata, la plata que faltaba, la que permitiría que mi padre se comprara la Leica y mi madre cambiara los zapatos. Plata para que me compraran Puño fuerte y el tony todas las semanas. Tal vez el Misterix, que era carísimo. "una fragata", solía decir mi padre, "¡quién tuviera una fragata!". La fragata era el imposible billete de mil y mi padre había imaginado todas las maneras de gastarlo. Ninguna incluía revistas de historietas ni matinés con Dick Tracy y la habitación donde él soñaba se llenaba de voltímetros, catalizadores de células fotoeléctricas y otras cosas tan inservibles como ésas.
Pero tampoco esa vez fue plata. Cuando volvió, a mediodía, mi padre estaba pálido pero sonriente. No se decidía entre el orgullo y la bronca. La ceniza del cigarrillo le caía sobre el banderín azul y blanco que apretujaba con los dedos humedecidos.
- Me dio la mano -le dijo a mi madre y me miró de reojo-. Me dio la mano y me dijo: "Cómo le va, Soriano".
-¿Y cómo te conoció?- preguntó mi madre, asustada.
-No sé. Me conoció el desgraciado.
En los días de más furia solía llamarlo "degenerado mental", pero aquel mediodía estaba demasiado impresionado porque el general, que iba a Mendoza en tren, se había detenido en la estación de San Luis para saludar a todos los funcionarios por su nombre. Uno por uno, hasta llegar al sobrestante de Obras Sanitarias José Vicente Soriano, responsable de las aguas que consumía la población de San Luis.
Después de aquel apretón de manos, mi padre fingió odiarlo todavía más y por las noches, a la hora de la cena, bajaba la voz como un filibustero listo para el abordaje: "¡No me voy a morir sin verlo caer!", decía, y yo me estremecía de miedo a verlo caer. Corría entonces a mirarlo sonreír en las figuritas, entre grillo, Pescia, Fanny Navarro y Benavídez y me parecía invencible. Por las tardes, mientras preparaba el barco, veía pasar a la rubia mujer del bicicletero y el mundo de Tarzán, Kit Carson y el Corsario Negro volvía a su orden natural e inmutable. No sé por qué cuento esto. Me vienen a la memoria un arco y una flecha. Una espada de madera, un autito de carrera y el camión que tanto desprecié. También me acuerdo de la imponente llegada de un camión amarillo. Por fortuna mi padre no estaba en casa. Tocaron el timbre y salió mi madre:
-Presidencia de la Nación- dijo un tipo de uniforme. Y bajaron una inmensa caja en la que decía "Perón cumple, Evita dignifica". Mi madre intuía, azorada, la traición del hijo. "Ya vas a ver cuando llegue tu padre", gruñia mientras yo contaba las diez camisetas blancas con vivos rojos y una amarilla para el arquero. También había una pelota con cierre de tiento y una carta del general. "Que lo disfrutes", decía. Y también: "Pónganle el nombre de Evita al cuadro".
Mi padre quería tirar la carta al fuego. Iba a pasar algún tiempo antes de que Perón cayera y muchos años más hasta que pudiera darse el gran gusto de su vida. Yo ya era grande, vivía en la Avenida de Mayo y él se había venido a Buenos Aires a buscar otro trabajo. Cuando pasó a buscarme traía la leica envuelta en sedas y con un manual en tres idiomas. Fuimos a un bar y rebosante de orgullo me mostró su juguete. De verdad era precioso. lentes suizos, disparador automático, qué sé yo. Le pregunté si era muy cara y me contestó con un gesto de desdén. "Vos pagame los cigarrillos", dijo.
A los dos o tres meses fui a visitarlo a una ruinosa pensión de Morón y lo encontré nervioso y esquivo. "¿Dónde está la Leica?", le pregunté como al descuido y enseguida me di cuenta de que íbamos a pasar un rato en silencio. Le di un paquete de cigarrillos y cuando se puso uno entre los labios, murmuró: "Se la llevaron ayer, los degenerados.... No alcancé a pagar la cuota, ¿sabés?".
Nos dimos un abrazo y nos pusimos a llorar. Mi padre por la Leica y yo por el camión aquel.


*de Osvaldo Soriano.
-"Cuentos de los años felices" Editorial Sudamericana, edición de 1994.



Posdata:

Un abrazo fuerte a los socios y amigos colaboradores de Inventiva Social.

¡Felicidad y dicha al porvenir!

*Eduardo Coiro. inventivasocial(arroba)hotmail.com



Correo:

A quien corresponda*

El poder criticar libremente es un derecho que hemos logrado luego de muchos años de mordaza obligatoria, en la que elegían por nosotros. Debimos sufrir dos guerras: una interna y otra externa y al fin comenzar ese camino largo y lleno de dificultades que fue la democracia. En todo lo que nos pasó fuimos también culpables por ignorancia, indiferencia o síndrome de la oveja.
Fuimos engañados con el cuento de las bonanzas de la globalización para poder entrar al Primer Mundo y así nos fue. Tocamos fondo, reinventamos una nueva esperanza y debimos plantar rabanitos hasta en los balcones. Recordé todo lo vivido en los últimos treinta años, cuando leí las quejas de un joven sobre lo que el cree una actual dictadura y de sus supuestos secuaces.
La democracia no es perfecta, pero es lo mejor que hemos conocido. Creo que criticar por criticar no es edificante. Hay mejoras que no se pueden ignorar aunque se que falta mucho para recuperar lo perdido. Los jóvenes son impacientes, lo se, que porque también lo fui, pero luego de los años vividos, he aprendido que los cambios tardan. Hay que presentar ideas mejores, participar en grupos con gente que uno sepa íntegra, honesta y unirse para lograr fuerza en los comicios. Pero si los contrarios ganan, hay que actuar como minoría útil y controladora, hasta las próximas elecciones. Así funciona la democracia.


*de Mirta Alicia Gisondi. mirtagisondi@hotmail.com



*
Queridas amigas, queridos amigos:

Agradecemos la colaboración brindada en el 2006 a nuestros diversos proyectos culturales, ¡les deseamos unas felices fiestas de fin de año y un venturoso año 2007!


Los domingos 24 y 31 de diciembre del 2006 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa Poesía y Música Latinoamericana, en español y alemán, música de diversos compositores latinoamericanos y textos de diversos poetas latinoamericanos en sendos programas especiales de navidad y de despedida del viejo año y bienvenida al que comienza. ¡Les deseamos una feliz audición!

ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at (Link MP3 Live-Stream)
!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!!

REPETICIÓN: ¡La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!
Cordial saludo!


YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com

Schießstattstr. 44 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel. + Fax: 0043 662 825067



Ejercicios de escritura:


1. La agenda del año*

Un año puede ser una lluvia. Un vértigo de acontecimientos que apenas pueden ponerse en palabras.
Sea por el dolor, la alegría o el asombro, los invito a construir una agenda de sucesos-sentimientos -ficciones del año. Mes por mes, consignemos frases sobre acontecimientos personales y/o sociales.
Los escritos se publicarían del 26 al 31 de diciembre.
(Para cualquier consulta me escriben)

*Eduardo F. Coiro. inventivasocial(arroba)hotmail.com




2. Collage de frases.

Se trata de construir una narración utilizando en la mayor medida posible una serie de frases:

-El/ella habla desde una antigua devastación.
-No estoy lo suficientemente deprimido/a para ser artista.
-Como a esa gente que se aferra habitualmente a un salvavidas de plomo.
-Cuidame a mi nena, que no le pase nada, por que si no cuando vuelvas te la vas a ver conmigo.
-Hasta que punto del sufrimiento hay que llegar para parir la escritura.
-Lo más inconscientemente feliz que pueda.
-Tenía vocación por remontar ilusoriamente la adversidad.
-Nadie puede amar sin el corazón libre.
-El mundo para el/ella era un gran tedio.
-Para el dolor nunca hay auspiciantes.
-"casi un fracasado como vos".
-Llevaba en silencio la plegaria que dice por mi culpa, por mi culpa, por mi grandisima culpa.
-Pero esa ilusión de futuro ya casi se desvanece.
-Y le pedimos al otro, más que a nosotros mismos.
-Vió una clara vocación por el destierro, por el exilio de propia vida.
-¿Cómo hacer para que la vida no sea morir lentamente en gotas?
-Era una imposición razonable al lado de otras murallas brutales, pero una imposición al fin.
-Aquello era una cienaga sobre la que no se podía construir nada estable.
-En esa lucidez sin remedio que tienen las víctimas.
-Todos somos actores, y no dejamos de representar un papel para los demás.


Para dudas y consultas, me escriben, es para publicar antes del fin de año.


*Eduardo F. Coiro. inventivasocial(arroba)hotmail.com



3. Re-escribiendo a Inventiva Social*

A la largo del año se editaron y titularon muchas ediciones. Quiero proponerles que tamicen, que condensen en algunas frases las experiencias de lectura y/o escritura en Inventiva Social.
Para el 29 /30 de diciembre.


*Enviar escritos a: inventivasocial(arroba)yahoo.com.ar



Una antología personal.
-Sólo para socios de Inventiva-

Los invito a enviarme una selección de sus escritos (ya publicados o no) para editarlos en los últimos días del año y durante el mes de enero del 2007. Con respecto a la extención de cada antología, la idea es no superar los 100 kb.
Cualquier duda me escriben.

*Eduardo F. Coiro. inventivasocial(arroba)hotmail.com


*

Reescribiendo noticias. Una invitación permanente y abierta a rastrear noticias y reescribirlas en clave poética y literaria. Cuando menciono noticias, me refiero a aquellas que nos estrujan el corazón. Que nos parten el alma en pedacitos. A las que expresan mejor y más claramente la injusticia social. El mecanismo de participación es relativamente simple. Primero seleccionar la noticia con texto completo y fuente. (indispensable) y luego reescribirla literariamente en un texto -en lo posible- ultra breve (alrededor de 2000 caracteres).
Enviar los escritos al correo: inventivasocial(arroba)yahoo.com.ar




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Que es Inventiva Social ?
Una publicación virtual editada con cooperación de escritores y lectores.

Cuales son sus contenidos ?
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