lunes, diciembre 12, 2011
LA MÁQUINA DE LO IMPOSIBLE...
*Dibujo: Ray Respall Rojas.
-La Habana. Cuba.
HEREDERA DE SILENCIOS*
Ella es la Heredera de todos los silencios.
La veo aun, con su vaso vacío,
Sorbiendo lentamente algo que parece escarcha.
El verano pasa como un potro de fuego.
El insomnio la acecha. La vigila.
Esa vieja costumbre de llorar dormida.
Pensar que le gustaba caminar con la lluvia.
Ofrecer su rosa en destruidos desvanes.
Ahora solo tiene el silencio.
No habla. No le hablan.
Solo las cucarachas murmuran.
También los muertos, mas, no entiende el morado.
Y se va por los bares hasta que todos cierran.
Y vuelve, y cuenta, uno a uno sus pasos.
Y bebe. Bebe todos los silencios.
Vacía lentamente la copa.
Allí en el fondo una boca extranjera habla.
Tiernamente le habla…y la besa.
*De Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar
LA ABEJA DE MIGUEL HERNANDEZ*
*Por Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar
En aquellas tardes lejanas de lo que se trataba era del silencio.
El silencio supo escribir Miguel Hernández, que se paraba en el vuelo suspendido de una abeja.
Era más que nada y sobre todo en los veranos, cuando íbamos por los callejones hacia aquellos numerosos espejos de agua que llamabamos cañadas: del bajo Vollenweider, de Compañy, del Noventa o el Veintidós ya en el campo Maldonado, o la más grande y casi mítica laguna de Insaurralde que en verdad conocí hace cuatro o cinco años pero de la que oí hablar toda mi vida.
Del silencio de las siestas en los veranos del campo ya me hablaba mi padre cuando en su relato entraba ese callejón lejano más allá de Burki que nunca conocí y su paso breve y cansino con “el alambre” como llamaba a las boleadoras donde le ponía un par de puntas de plomo y en sus manos y en la de hermanos
–es decir mis tíos- llegaban a ser muy peligrosas.
De ese tiempo recuerdo sus palabras que siempre me hablaban del silencio del campo, que nunca es silencio porque si uno sabe escuchar puede sentir zumbar ese abejorro que a él lo perseguía por kilómetros, porque pienso -ahora que él no está- que yo heredé ese zumbido y también lo recuerdo taladrando imperceptible, mis oídos. Es como decir que a mí no me bastan mis recuerdos sino que rememoro sobre el relato de los otros, en este caso mi padre, que era un gran narrador oral y tenía una minuciosa memoria que como una máquina podía poner a funcionar en cualquier momento que estuviese de buen humor, porque a veces pasaba días enteros sumido en una hosquedad cuyo origen se llevó a la tumba porque a nosotros nunca nos dejó entrar allí. Ni a mi madre, por caso, que tenía más derecho que nosotros.
Nosotros, digo ahora, la barrita que formábamos mis amigos y yo, cuando hacíamos las incursiones a los cañadones tratábamos de no alejarnos mucho. Pocas veces hacia el camino al Matadero nuevo, nunca por el del Beto Delmaschio o el de Vollenweider. En general tomábamos el camino a Maldonado pero no pasábamos de la tapera del ruso Bay, justo enfrente de la cañada de Compañy. Muy de vez en cuando iniciábamos el trote parejo por el Camino del Diablo, como quien dice Paco Aguiar, Ramón Camiscia, la familia Zampelungue o el puesto de los Pichio. Pero nosotros nos dábamos por hechos con incursionar por ese camino cuya primer parada era la tapera de Bay donde intentábamos matar esas huidizas iguanas, o las lagartijas eléctricas con nuestra temibles gomeras arrojadoras de recortes de acero o piedras distraídas de una obra en construcción o en su defecto algunos proyectiles que hacíamos con un pedazo de ladrillo, luego de romper pacientemente con el martillo.
A ese camino que nosotros llamábamos el de Maldonado porque por allí se iba a la estancia del mismo nombre, o simplemente “a la tapera de Bay” y que las generaciones actuales bautizaron “El camino de los Tamariscos”, porque el ruso Bay había plantado algunos de estos árboles, que nosotros vimos jóvenes pero hoy se ven desde la ruta como un pequeño montecito, que ya tendré que inspeccionar desde más cerca porque el recuerdo que tengo de esa casa es su techo derruido y las paredes con agujeros por donde salían y entraban las alimañas a refugiarse allí de nuestras depredaciones. No he querido volver allí porque temo que ese lugar se haya agrandado en el recuerdo y no valga la pena confrontar con la agigantada memoria.
De los veranos también recuerdo cuando a don Manuel Gómez, que tenía un gallito de veleta en el techo, se le escapaba el canario y toda la pibada del barrio le ayudábamos a cazarlo. Corríamos con unos precarios baldes de lata llenos de agua. Nunca supe por qué había que tirarles agua a los canarios. ¿Para inmovilizarlos, tal vez? Es lo que recuerdo. También que era muy raro que se nos escapara aunque tuviéramos que treparnos a ese inmenso eucalipto con hojas plateadas que llamábamos “medicinal” porque todo el barrio iba a pedirle ramas que nuestras madres hervían y nos hacía aspirar ese vaho para curarnos los resfríos.
Hace poco lo mataron. Lo tiraron abajo. Algunos de los que éramos chicos entonces fuimos a pedir alguna rama para guardar como recuerdo.
Por esas cosas maravillosamente raras de este oficio, noto que hoy puedo relacionar el silencio que el abejorro de mi padre quebraba como un vidrio inmenso y frágil, y el propio silencio en nuestras andanzas por el campo que recuerdo y la abeja detenida del poema de Miguel Hernández que es todo silencio y todo poesía y hoy domina sobre todos los recuerdos.
RETAZOS DE LLUVIA*
I
El día se transforma
en la espera de la noche
porque allí soy dueña
de todos mis espacios.
Y vuelo, me sumerjo
en vaivenes utópicos
y nada me reprime.
nada me desborda.
Soy libre en mis sueños,
nadie vomita críticas
y tengo el universo entero
dentro de mis permisos
porque abro todas las ventanas
y dejo entrar al universo...
Soy dueña de la magia
de copiar los pentagramas
que entre estrellas y astros
se forman en el cielo.
II
Busco en mis recuerdos
las estampas perdidas
en el tiempo
y te veo, Nodriza, sin palabras
ofrecerme ternura
sólo con gestos.
Recibo el sol en mi piel
hecho caricia
sin lastimarme,
resbalando como la lluvia
cuando sola caminaba
por mi senda.
Siempre me veo sola
transitando la vida
pero aún no arribé
a mi mágico puerto.
III
Dialogo con fantasmas
que habitan el mundo del después.
Son en mis horas
perlas engarzadas a lo lejos.
Busco sus sonrisas
y me visto de alegría con sus guiños.
Puedo llegar a verte,
dulce Ama, que vuelves a escucharme
y me contagias tu fuerza
para seguir caminando
aún en soledad.
IV
Ama, mi piel es mármol
aterido de frío.
He quedado huérfana de caricias
expuesta al exterminio,
abandonada en mi alcoba
donde los leños que ardían
se extinguieron.
Tanteo sombras como recuerdos
tan lejanos que se evaporan
sin servir de consuelo.
Se que me esperas, Ama,
con la cena caliente,
con el abrazo tibio
y con esa sonrisa de aceptación
que me elevaba a reina.
V
Ya no hay golondrinas
que anuncien primaveras,
sus rutas fueron borradas
con prodigioso esmero;
no sé si fue el sol
que confundió sus turnos
o el sello del hombre
que entrelazó los vientos
o las sendas del aire
que fueron tapiadas
para confundirnos
y alterar los tiempos.
Perdimos las golondrinas,
las primaveras se anularon,
el último adiós se enfrió
dentro del reloj de arena.
VI
Intento perdonarme
por mi torrente de ira
que sale por mi piel
como avalancha
sin cordura ni –paz.
Intento serenar mi espíritu,
cantarle nanas al alma
para que dormite
sobre lecho de plumas
y sin dolor.
Intento reprimir lágrimas
que forman ríos de impotencia
y se lanzan ladera abajo
derribando obstáculos
sin matar al mal.
Intento... sólo intento
y culmino desprovista
de las ilusiones mágicas
que en mi mente crecían
para poder luchar.
*De EMILSE ZORZUT. zurmy@yahoo.com.ar
Recuerdo*
Que cuando nació mi chiquilín, a la hora del atardecer comenzaba a llorar y no se calmaba. Un día una amiga al comentarle mi preocupación me dijo que los bebes lloraban en ese tiempo porque era las hora de las brujas. Conforme me quedé con esa explicación y a través de mi experiencia pude consolarlo y quedarme más tranquila.
La hora de las brujas es un momento por el que he pasado tantas veces… es un período de soledad y de reencuentro con uno mismo, la cotidianeidad pesa.
Es la confluencia de estar sintiendo que necesito de alguien con quien hablar, aunque sea con un ser que ya no está aquí, sino lejos muy lejos. No es un momento grato, en él persisten sensaciones de inquietud, de desamparo, de que las cosas no salen como un quisiera.
Pueden aparecer ingredientes saborizados de reproches y culpas inscriptas en letras punzantes que taladran los por qué.
La otra tarde estaba compartiendo unos mates con otra compañera y de pronto empezó a relatarme que a esa hora, donde el sol comienza a caer sentía una sensación de querer estar en compañía, pues no soportaba el duelo. Su marido, un hermano del alma se ha ido al principio del verano. Ha sellado un hermoso recuerdo para ella: su esposa, su familia y todos los que lo sentimos como un verdadero caballero de la amistad.
La charla se interrumpió, pero en mi quedó nadando nuevamente ese periodo de tiempo. En el que se hunden el optimismo entre arenas movedizas y la oscuridad del dolor derrama en lágrimas. A veces hasta no es posible suspirar por el ahogo de las perdidas y el corazón se halla comprimiendo sus latidos.
Recuerdo que le dije que me llamara cuando se encontrara allí…
Con un sentimiento de solidaridad y contención.
La hora de las brujas me ha tomado tantas veces a traición como en las más terribles películas de terror. Tan es así, que me ha convertido en una guerrera ante sus embates.
En esos instantes de una insoportable levedad, he aprendido a combatirla. Y por qué no a conquistarla o derrotarla.
Mi receta es muy dúctil y liviana, quizás a otros pueda servirle.
Comienzo a escribir guiada por la intuición, dejo que las palabras surjan sin renunciar a ninguna aunque parezca problemática o distante.
Allí en ese cielo azulino de materiales inconclusos y fuertemente cargado de afectos, una pluma blanca recubre mis manos guiándolas para que vuelen los vocablos hacia el horizonte. El viento autoriza a unir las frases en grupos, el mar se lleva sensaciones cabalgando sobre sus orillas.
El silencio se hace presente en una vasija con agua fresca para beber en la pausa.
Y así fue trascurriendo ese horario que de ser temido ha pasado a ser un compañero de plenitud.
La realidad de las letras, el lenguaje escrito se transforman en ideas cambiantes.
En ese ciclo de la ambigüedad el sol tiñe mis enunciados de un notable calor naranja.
Con una fuerza potente, mi figura comienza a irradiar energía. Son las mismas palabras que ubicadas en otros sitios rejuvenecen mi silueta, convierten ese instante inerte en un espacio para encontrarme frente a frente y ser azuladamente libre.-
*De Azul. azulaki@hotmail.com
VÍAS ARGENTINAS. Ensayos sobre el ferrocarril.
Paiva, voces entre rieles*
*Por Florencia Scholnik.
"En sí mismo, el tren no era gran cosa, no era más que una máquina. pero eso es lo genial. No era una máquina que hacía lo que mil hombres podrían hacer.
Una máquina que hacía lo que nunca había existido. La máquina de lo imposible."
Alessandro Baricco, Tierras de Cristal
Laguna Paiva o simplemente Paiva, ubicada a 40 kilómetros de la capital santafecina, supo ser una ciudad esencialmente ferroviaria. La mayor parte de su población estuvo abocada a las tareas del ferrocarril, ya en la reparación de coches, ya en la fabricación de piezas o el cuidado de las vías, el mantenimiento de la estación.
Laguna Paiva, también conocida como "Ciudad del Riel" se vio profundamente afectada por la privatización del Belgrano, cuyas vías la atravesaban como arterias, otorgándole trabajo e, incluso, una identidad. El cierre de los talleres, y el decaimiento hasta la desaparición casi total de la actividad,
generó una situación de grave descomposición social.
Paiva sufrió una devastación, lenta pero sostenida, demoledora. Trataré de reconstruir ese fenómeno a partir de relatos, de las voces de los protagonistas, que irán sumándose como piezas de un rompecabezas hasta permitirnos una panorámica del cataclismo, desde la perspectiva de la memoria colectiva. Podríamos pensar a Paiva como una comunidad imaginada en la cual sus miembros poseen olvidos y recuerdos comunes, elementos compartidos que les permiten sentirse partícipes de un todo mayor, y no de una ciudad destrozada por el ferrocarril.
En las entrevistas realizadas a distintos miembros de la sociedad Paivense, empleados municipales, ex ferroviarios, sus esposas, comerciantes varios, hay ciertos temas que se repiten. El lugar del Estado como fuerza motora principal de la economía, la salud y educación; la definición del perfil ferroviario de la ciudad, la identidad y ciertos acontecimientos que funcionan como hitos memorables.
En todas las entrevistas agrupadas bajo la constante del papel del Estado encontramos una fuerte concepción asociada con el Estado de tipo keynesiano.
Para todos los entrevistados el Estado es el encargado de garantizar y representar las necesidades de sus habitantes: salud, educación, trabajo.
"Acá la gente empezaba a trabajar muy joven, de adolescente y estaba la escuela de Artes y Oficios que de ahí, iban directo a trabajar al ferrocarril"... (Empleada Municipal)
"Empecé de aprendiz a los diecisiete, por unos convenios que había entre la que era, en ese entonces, la Comisión de Aprendizaje y Orientación Profesional, de la que dependían todas las escuelas - fábrica. Había un convenio por el que los quince mejores promedios, de acuerdo a las especialidades -había mecánicos, electricistas, carpinteros, algún herrero-, y entrábamos como aprendices. Hacíamos un ciclo de dos años de práctica en el taller, nos pagaban el sueldo de aprendices y luego rendíamos un examen
y, si lo aprobábamos quedábamos como aprendices con curso terminado, fuera de dotación, a la espera de que fueran surgiendo vacantes. De ahí íbamos tomado las categorías de oficiales, especialistas, hacíamos la carrera". (Ex trabajador ferroviario)
"Entonces yo salía del servicio militar y. ¿qué hacemos? dice papá. Mirá dice, si te podés conseguir un trabajo por ahí, porque para nosotros tres ahora, es mucho, y. entonces le digo voy a tratar de rendir para aspirante de conductor de vapor, de la máquina del ferrocarril, porque tenía un compañero que había ido a la escuela junto, y ya había entrado de aspirante, y había entrado de aspirante acá en Paiva y ganaba bien, entonces yo me entusiasmé" (Ex Ferroviario)
En El imperialismo etapa superior del capitalismo de Lenin se plantea claramente la afinidad entre capitalismo y ferrocarril "Los ferrocarriles son el resumen de las industrias capitalistas fundamentales, el carbón, el hierro y el acero; el resumen y el índice más notorio del desarrollo del comercio mundial y de la civilización democráticoburguesa."
El interrogante se plantea cuando esta correspondencia entre el modo de producción y la máquina se distancian: ¿Dónde quedan y qué les queda a todos aquellos que supieron ser explotados?¿Cuál es la respuesta cuando aquella empresa, que el propio Lenin cataloga de opresora, abandona el juego?
Nosotros como los habitantes de Paiva, la conocemos. Conocemos el destino de los ferrocarriles, de sus trabajadores, como así también la actitud que tomó el estado frente a ellos.
De aquel Estado intervencionista, "entrometido" en la formación de mano de obra calificada fueron quedando sólo vestigios, debido a la lenta pero sostenida implementación de políticas liberales, a mediados de la década del 70 y neoliberales en los 90.
".porque hubo mucho, mucho intento de cerrar las puertas del ferrocarril acá, se venía y. de la época de. de Onganía por ahí, por ahí en el se. si. se venía se venía con intento de cerrar, y después a lo último lo vino a cerrar Menem. pero de anterior a Menem claro porque en esa huelga que. que fue ya. fue con gente. corrió hasta sangre porque hubo gente baliada. Y después ya (.....) volvieron a marchar los ferrocarriles, los trenes todo, como era. Pero después en el noventa vino, ahí vino ya. cerrojo
por completo." (Ex empleado del ferrocarril).
". y en el setenta (laguna, bache, en general los entrevistados que nos tocaron, no han hablado de los 70), bueno, ahí, ahí, ahí se trabajaba en el setenta, en fin. se trabajaba. en el ferrocarril, o sea acá en los
talleres. trabajaban normalmente pero cuando llego ya. por allá en el. a fin de siglo, no cierto, el noventa, ahí ya se empezó. ir a menos hasta que después se cerró por completo, ahí no pasa nada, se cerró, esta como está hoy, esta. hoy está peor que aquella época porque. acá teníamos una planta de oxigeno que podía abastecer toda la provincia de Santa Fe, y queda nada más que los techos y las paredes. el transporte, el transporte, ¿cuánto más barato es el transporte por ferrocarril al del transporte por ruta? Hay mucha diferencia." (Ex empleado del ferrocarril).
Con estos relatos comprendemos la devastación producida por las políticas de privatización llevadas a cabo lentamente en las últimas décadas del siglo XX, y expresadas en su máximo esplendor en la década del 90, en la que se las dotó de un discurso según el cual la idea de mayor productividad era, y sigue siendo, asociada a la menor contratación de fuerza de trabajo.
Produciendo almas perdidas dentro del sistema laboral, en tanto invisibles en su condición de ser explotados.
"De pronto, familias que venían más o menos bien educando a sus hijos, de pronto estaban es esos Planes Trabajar, más bien humillados, porque estaban acostumbrados a poner su esfuerzo en el trabajo y cobrar su sueldo. Todos esto fenómenos se notaron muchísimo". (Ex trabajador ferroviario)
Espejismo y discurso. Los inadaptados.
En ese desplazamiento en el que los grandes capitales privados vienen a subrogar al Estado en el cumplimiento de sus cometidos, se instala una lógica perversa en donde los incompatibles son los hombres que no se reacomodan a las "nuevas" condiciones del mercado. El desarrollo económico en manos privadas sólo admite a quienes "se adaptan"; los que no están suficientemente preparados para la nueva modalidad, los irresponsables, no son las empresas, sino los individuos. "Es la relación capitalista la que
sólo los trata [a los hombres] como portadores de funciones económicas y nada más. (.) tratar a los individuos como simples portadores de funciones económicas no carece de consecuencias para los individuos. (.) Tratar a los individuos como portadores de funciones intercambiables, equivale a (.)
determinarlos, marcarlos de una manera irreductible en su carne y en su vida. "
"El 90%. nosotros hicimos el mea culpa: nacimos estatalmente, vivíamos del Estado, cosa que nunca se nos ocurrió decir, che, por qué no empezamos a hacer alguna cosa que no tenga nada que ver con el Estado por las dudas".
(Ex ferroviario)
"Pero creo que los responsables somos nosotros. Y me hago cargo. Nosotros que éramos los principales interesados en conservar esta fuente de trabajo no la supimos defender. No salimos a defenderlo". (Ex empleado ferroviario)
"Acá [en el '91] no hubo huelga, porque, pareciera que todo el mundo [estaba] resignado de que las cosas tenían que ser así. Yo no sé si tanto nos metieron que los ferrocarriles una vez privatizados iba a ser una joya, y acá vemos en diez años o más de diez años, que siguen tan desastre o peor que cuando era estatal, y aparte pagaban lo mismo y mantenían mucha gente"...
(Ex ferroviario)
"En el 93 o 94, lamentablemente se cerró. Venían amenazando, porque ya en los 70 se decía que iba a cerrar y como esto es la razón de ser y la identidad, sobre todo de una población, no se puede creer que el único sostén de todo eso, la principal fuente de trabajo se cierre... no se puede creer, entonces nunca se creía... pero llegó en momento en que sucedió". (Ex ferroviario)
El discurso predominante que homologaba lo estatal con lo inservible y desechable fue incorporado por los empleados del ferrocarril, en este caso, tal como se lo enunciaba desde el gobierno, esa famosa capacidad de resignificación se produce, tal como lo enuncia un ex trabajador a continuación, con el paso del tiempo:
"Creo que ha habido un lavado de cerebro, nos han metido eso de que la industria privada iba a ser mejor y que el ferrocarril no sirve, tiene déficit, que lo pagamos todos, que con ese déficit se podrían hacer tantos hospitales, etc. No sé si han estado en contacto con APDFA"... (Ex trabajador del ferrocarril)
"Acá en Paiva se absorbió todo el discurso de Argentina 'primer mundo' la idea que a cada uno la indemnización era de 30.000 o 40.000 pesos-dólares. se imaginan que sensación de exitismo, de fantasía en la localidad. en Paiva no hubo resistencia en los 90 porque la resistencia la llevó adelante los
grupos comunistas que son combativos por naturaleza y generaba en el resto de la población incertidumbre de decir: ¿Dónde estoy parado?...la sensación entonces se genera la cooperativa y s indemniza a todos los ferroviarios y el negocio automotor y el de electrodomésticos funcionaban a pleno y las indemnizaciones se licuaron en un año y el más visionario empezó a especular y se puso el traje de financiero haciendo depósitos". (Comerciante de la zona)
En lo referido a la capacidad del Estado de asistir a los desempleados, también dejó de ser conveniente.
"El ferrocarril tenía noventa mil empleados, que en cierto modo era una solución a la desocupación también, ¿no? Sí, a lo mejor, donde tenía que haber uno había dos pero, por lo menos, la gente trabajaba. Ahora es peor porque se tiene que pagar planes sociales, se llamen Jefes y jefas de hogar
o Trabajar, y en muchos casos para no prestar ningún servicio". (Ex trabajador del ferrocarril)
Este quedarse huérfano de actividad laboral que sufrieron grandes grupos es vivido por los paivenses como una metamorfosis social en tanto surgimiento de figuras sociales nuevas y lamentablemente permanentes:
"Laguna Paiva quedó con todo ese tejido social que sostener, y también está el tejido que sostiene a las instituciones, que está conformado por gente desocupada, gente de los Planes Jefas de Hogar". (Ama de casa)
"... se estaba perdiendo la dignidad de la gente, y a eso se le suma la falta de trabajo, los Planes Trabajar, las mujeres barriendo las calles... todo eso es una transformación muy grande, y acá en una ciudad chica se nota más, porque nos conocemos todos". (Empleada municipal)
Además existen transformaciones en otros aspectos de la vida cotidiana, como puede ser en el plano familiar, la desarticulación entre la herencia de la profesión y el futuro laboral. En este sentido entra en escena la memoria generacional entendida como algo que abarca mucho más que la familia: "Es la
conciencia de ser los continuadores de nuestros predecesores. (.) del peso de las generaciones anteriores es manifiesta en expresiones de fuerte carga identitaria"
"Todos llevamos muy adentro al ferrocarril en Laguna Paiva porque se viene transmitiendo de generación en generación. En mi caso, mi padre fue ferroviario, mis hermanos han seguido el mismo camino. Y con la idea de que esto siga, que el día de mañana mis hijos, como los hijos de mis compañeros,
también sigan este camino". (Empleado del ferrocarril)
"Aparte, mi papá había sido ferroviario, no trabajó en los talleres porque era maquinista, pero tenía tíos, primos, parientes, vecinos que eran todos ferroviarios". (Ex trabajador del ferroviario)
"Yo no llegué a trabajar en el ferrocarril porque soy joven. Mi viejo, mi abuelo, mis tíos ellos están jubilados y otros quedaron fuera, como mis tíos .ellos hacen changas. algunos tienen el Plan". (Trabajador de la construcción)
El eje central que ocupa el trabajo como organizador de la sociedad, como constructor de valores y sentidos, es un factor que todos consideran fundamental a la hora de sentirse miembros de su comunidad. Esto queda evidenciado en las propias familias paivenses, para las que "el legado ferroviario" se vio quebrantado
"Lo que pasa es que hasta le quitaron eso al padre, ahora dice trata de no ser ferroviario mirá lo que me hicieron a mí, 35 años en la empresa a ver si te pasa lo mismo, buscá otra cosa". (Trabajador de la construcción)
"Estimular a los chicos hoy cuesta horrores. Buscan lo más fácil. Hay dos cárceles cerca y los chicos apuntan a terminar el secundario y hacerse policía o guardiacárcel. Incluso los profesionales, con carreras universitarias, se tiran al escalafón de oficiales. La población de Paiva es media envejecida, porque toda la gente que salió del ferrocarril se puso su kiosquito, su almacén, para hacer lo que se puede. Y los adolescentes que pudieron se fueron a estudiar afuera". (Docente)
En tanto el trabajo se "flexibiliza" y las viejas estructuras se modifican, la ocupación como formador de identidad, se desvanece. Quedan individuos destrozados, sin trabajo, sin ferrocarril, desaparece ese lazo invisible que ataba a cada habitante de Paiva que, así, quedó sin su razón de ser. Sus habitantes quedaron sin su actividad, ergo, sin identidad. Lo único que se escucha es el mero recuerdo.
".y La Fraternidad se mantiene, ya no como comisión ejecutiva sino como delegación, porque al no tener personal activo, pasa a ser delegación, se trabaja con un delegado titular y uno suplente. Yo tuve la mala suerte que el otro periodo anterior se me falleció el suplente, ahora que iba a tenerlo de suplente también, me fallece también, y ya inicié yo por cuatro años (risas) como titular. Y La Fraternidad se mantiene, la delegación ahora, le dan por gastos seccional $60 cada seis meses. Con $60 no me alcanzaría ni para pagar la luz ni el agua."
Ciudad dormitorio
El cerramiento de los talleres no provoco únicamente frustración y desamparo, sino conllevó también a una sensación de soledad.
"Empezó a haber un problema social muy, muy grande. Nos fuimos transformando en lo que es hoy, una ciudad dormitorio. Los que tienen propiedades acá por más hayan conseguido trabajo en Santa Fe no pueden vender acá y comprar allá, porque no compran nada, alquilar es lo mismo. Una serie de cosas que
hacen que vos viajes, son 40 km., viajas una hora y media antes y una hora y media después. Y si te ponés a pensar qué es lo que hay, son los jubilados, que quedan muy pocos porque van falleciendo; maestras, policías, guardiacárceles. No se hace nada para tratar de revertirlo". (Docente)
"Ayer charlábamos que no se percibe del todo que pasa con la generación posterior. Porque los pibes tienen que haber absorbido ese discurso del orgullo de ser ferroviario, pero llegan a los 18 años y no hay ferrocarril donde trabajar. El quiebre tiene que ser muy grave, me parece". (Comerciante de la zona)
Así, con el cerramiento de los talleres, se hizo tangible, palpable, lo que flotaba en el aire: Paiva perdió lo que hacía de ella un lugar en el mundo, un destino; "se van de Paiva porque en ella no queda nada.", salvo su todo pero no es suficiente para vivir, así. Lo que les queda es el recuerdo de ellos mismos.
El transcurso del tiempo es un tema que aparece en algunas reflexiones "Las representaciones del tiempo varían según las sociedades y, también, dentro de una misma sociedad (.) El tiempo puede percibirse de manera cíclica, reversible o continua y lineal, y cada una de estas representaciones
constituye el fundamento del modo de búsqueda de la memoria"
En el caso de Paiva, se trata siempre de un tiempo material, ligado a una actividad concreta, por eso no importa el tiempo verbal de la expresión de los relatos (presente, pasado o futuro) pues la percepción está inexorablemente amarrada a aquella actividad pretérita y ferroviaria.
"En general, si no mejora la cosa, tampoco mejora acá. En Rosario han recuperado mucho, pero es un polo muy industrial, siempre lo tuvo. Santa Fe no, en su momento tuvo la Fiat, tuvo la ¿?, tuvo la Bahco, tuvo la Siderar que fabricaba tornos, tuvo ¿? Que hacía aparatos para la industria lechera, pero después se paró. Siderar desapareció, ¿? [la segunda] también, Bahco restringida sigue. Paiva nunca tuvo una industria fuerte, siempre se usó en economía el ferrocarril". (Comerciante de la zona)
El tejido social se entramó en base al trabajo, no sólo como actividad genérica sino como formador de identidad. Ser ferroviario fue sinónimo de esfuerzo, de dignidad. En ello residió el orgullo, de sí mismo y de su país.
Esa trama tendida al costado de las vías, quedó deshilachada por el cierre de los talleres ferroviarios. Los paivenses continúan pensándose como miembros de una entidad que supo ser colectiva y que hoy, crisis de por medio, perdió aquella mítica unidad. No obstante, el contar durante las entrevistas, recordar la actividad febril de antaño, el ferrocarril y los talleres, les permiten una suerte de unión momentánea, no en lo concreto (porque no es suficiente el recuerdo), pero sí en lo simbólico. Lo que
necesariamente viene ligado al recuerdo es, de inmediato, la ausencia de un eje promotor de actividad laboral.
Es innegable la supervivencia (mera y penosa) de todos los pueblos ferroviarios que subsisten luego del cierre de los distintos ramales, estaciones, talleres. Quedaron allí hombres y mujeres sin ocupación,
quedaron máquinas en suspenso, desheredados adolescentes y niños, gente sin un futuro laboral, es decir, sin futuro, quedaron comunidades espectrales, fantasmas sin riel.
El recuerdo de la época de oro de Laguna Paiva es productivo en tanto que enlaza a sus habitantes, pero es también negativo en tanto los paraliza. Así cuando escuchamos sus palabras notamos que "(.) cómo en cada ocasión el pasado que se resiste al futuro se mortifica perdidamente con tal de continuar poseyendo el presente aunque sea con el tiempo caduco, obstinado y obtuso."
La huelga
Hay un hecho altamente significativo en la historia del pueblo: la huelga ferroviaria de 1961.
Sin embargo retomamos las distinciones entre memoria e historia desarrolladas por Joel Candau en donde "la historia apunta a aclarar lo mejor posible el pasado, la memoria busca, más bien instaurarlo,
instauración inmanente al acto de memorización. La historia busca revelar las formas del pasado, la memoria las modela (.). La preocupación de la primera es poner orden, la segunda está travesada por el desorden de la pasión, de las emociones y de los afectos."
En los relatos escuchados se asoman estos dos elementos: hechos concretos y sentimientos. Sin embargo, el uso y la reutilización de la memoria parecen borrar el límite entre lo acontecido y el significado del acontecimiento.
Pero esto no es, a nuestro entender, lo importante; lo relevante es cómo esta situación, de quienes vivieron en una ciudad de apogeo ferroviario, y otra, que únicamente conoce las ruinas de lo que supo ser, continúa entrelazando a los paivenses.
Hablan los entrevistados, y describen lo acontecido en la huelga; aunque con algunas diferencias y distintos grados de participación, todos se sienten atravesados y partícipes del hecho:
"Una resistencia única a la destrucción de los ferrocarriles que quería hacer Frondizi. Duró 42 días la huelga. Cuando ya querían aflojar algunos ferroviarios -algunos habían trabajado toda la huelga y otros a mitad de la huelga, escondiéndose para que no les hicieran algo a ellos o a la familia-, pero ahí fue cuando en Rufino, pasa un tren manejado por un carnero o un policía por un paso a nivel, para tratar de romper la huelga. Un conductor o un foguista con otro compañero le gritaba de abajo a los tipos que iban conduciendo el tren, y de ahí le manda un tiro la policía que le pega en el pecho y lo mata. Ahí se encendió la pólvora, pero la pólvora grande se encendió acá en Laguna Paiva, donde reaccionó otra vez las ganas de luchar, a la gente que estaba medio desanimada. Acá empezó fiando el comercio, pero en cierto punto no aguantaba más tampoco. En una de esas perdían todo lo que habían fiado, pero se la aguantó. Largan un tren de Santa Fe con un vagón de carga. Avisan acá que había salido de allá, entonces e amontonan todos en las vías para no dejarlo pasar... Entonces pensamos que venía custodiado con
la policía, había que tener cuidado. De un poco más allá de la estación venía el tren, conducido por un ferroviario que había sido exonerado -de paso, era un alcohólico-, bueno a ese tipo lo compran para que conduzca el tren. Todo lleno de policías el tren. Pasa y hay que hacerse a un lado" (Ex trabajador del ferrocarril).
". si yo en el 61 vivía, no que vivía, yo había ido a visitar a mis padres en el 29 y estábamos escuchando en la radio por LT10, que había ido un tren de esos que querían romper huelga que querían pasar a San Cristóbal, y acá lo pararon le cruzaron durmientes y le prendieron fuego, y allá se veía la humareda, en el 29, son 12kms". (Ex Empleado ferroviario)
". en la huelga del 61, conflictos que hubo, como le estuve diciendo, eso que prendieron fuego los vagones, y rompieron todas las palancas de los ladines y dieron vuelta dos o tres vagones, los dieron vuelta y los tumbaron en la vía, y.ahh, y después el tiro que le pegaron al compañero Oliva y Gómez". (Ex Empleado ferroviario)
"Ese día que venía el tren era a la hora de la siesta, la tranquila siesta pueblerina, entonces venía tocando pito, haciendo señas, avisando ¿no? Un grupo de mujeres, muy bravas y luchadoras -en realidad no eran luchadoras históricas, sino que lo descubrieron ahí- que vivían cerca de las vías dijeron "por acá no va a pasar", se lanzaron a la vía, se llamaban entre las vecinas, fueron a las vías y había una pila de durmientes por ahí y comenzaron a levantar esos durmientes pesados y los atravesaron en las vías... y el tren tuvo que parar. Lo mismo hicieron del lado de atrás del tren, de manera que el tren quedó en una trampa. Hubo tiros y hubo dos muertos. No recuerdo si uno murió enseguida. Fíjense que acto heroico el de las mujeres... cuando se desataron las mujeres, se sumaron los hombres que estaban por ahí, todos se lanzaron a las vías y ahí fue donde hubo el tiroteo, ya que venía con gendarmes el tren, porque quienes custodian el patrimonio es la gendarmería y también la policía local tuvo que tomar parte... no sé qué música tocaría el comisario de turno... no sé". (Ama de casa)
". yo acá tuve un grupo, bueno el grupo era. no era siempre la misma cantidad, a lo mejor muchas veces había 7 u 8 como había 25 o 30. allá en el campo, en un terreno que yo tengo, allá tenía como una. un refugio teníamos allá. El refugio estaba hecho. habíamos hecho, en los mismos espacios donde yo explotaba la arena, quedaban como casamata, y bueno entonces ahí le poníamos varas de sauce y una lona, eso estaba cubierto, era el techo y abajo en la parte.donde estaba el pozo hundido -no había agua nada, era toda tierra- ahí dormían. Estaban adentro de una casamata (o cajamata) yo le decía, tipo del ejército, o vizcacheras le llamábamos también, igual me tuvieron. muchos días. y la mantención yo se la llevaba. venia a Paiva a repartir los pedidos de arena y llevaba la carne, los alimentos para allá".
(Trabajador agrario)
En las entrevistas emergía la emoción; como grupo nos sentíamos interpelados por y hacia estas sensaciones. A través de sucesos y pequeñas anécdotas, los habitantes de Paiva nos narraron su historia y con sus palabras construyeron y reconstruyeron una comunidad arrasada. Es tal vez allí, en el propio
discurso, donde se encuentran los lazos que permiten y posibilitan pensar nuevamente en un futuro para Paiva
".descontando el perfil ferroviario, creo que lo mejor que tiene Paiva son las escuelas y la biblioteca..en el corto plazo se puede potenciar la educación y tratar de insertar a los chicos en fábricas.creo que el perfil de Paiva en tres o cuatro años es hacer una ciudad cultural. hacer alguna facultad." (Empleada municipal).
El relato de los entrevistados recrea una idea del pasado, que actúa como memoria cohesionadora, como elemento pedagógico transmisible. Ello sucede con el Día del Ferroviario, evento conmemorativo en la ciudad que dejó de ser celebrado en el año 1992, cuando no hubo más motivos para festejar:
".y bueno, se dejó de hacer, desde el 92. Anteriormente, sí, yo soy el ferroviario de bronce.y bueno.por mejor compañero, por la trayectoria. 20 años de servicio.y usted lo ve.en la estación no hay nada. no tenemos nada".
(Ex Empleado ferroviario)
Cabría preguntarse por qué lucen decadentes, abandonados, la plaza, la estatua, el vagón, si estos elementos son concreciones de los relatos de ese pasado "lejano y dorado". Justamente esta contradicción este recordar y la necesidad de olvidar, es aquello que los paivenses nos trasmiten una y otra vez. Somos conscientes que es por medio de reelaboraciones del pasado como el hombre construye mitos, creencias y los traslada al presente desde distintos estados de ánimo. Si hay un sentimiento que se transmite y por el cual nos vimos afectados ese es la nostalgia que gobierna las entrevistas, y
la impotencia, agazapada detrás de cada recuerdo.
"..sobre todo que acá hay una identidad ferroviaria, es como un espíritu sin cuerpo. está en el aire y hay una sensación en los jóvenes que si seguimos pensando en el ferrocarril no vamos a salir nunca de esa encrucijada. hay que borrar, no negar la historia, simplemente encontrar un cambio, otras expectativas, que surjan otros sectores, buscar una identidad distinta y que dejen de decir: 'Paiva la ciudad del riel, la ciudad ferroviaria.que no sea un museo.'" (Empleado municipal)
La remembranza no funciona como recuerdo activo, al estilo del mito prospectivo que proponía Fanon para la acción sino, por el contrario, como elemento petrificador que trae como consecuencia la imposibilidad, la inmovilización, la cancelación de todo tipo de transformación.
A modo de conclusión
No importa la forma del discurso, ni su contenido (el taller que supo ser, la huelga del 61, los primeros retiros voluntarios, las situaciones cotidianas afectadas), en todas las voces, sin distinción de género, ni edad hay una sensación de abandono, de orfandad, de incertidumbre. No hay hilo capaz de recomponer el tejido deshilachado que la desaparición del ferrocarril causó entre los habitantes de Paiva.
Se advierte, en ese sentir colectivo, una pequeña grieta por donde se vislumbra algún tipo esperanza, pero no desde la acción concreta de los propios paivenses, sino desde la espera a la llegada de un Mesías anónimo, genérico. Que las soluciones lleguen a Paiva de algún lado, ya sea por políticas ferroviarias nacionales, de la mano del Intendente, o de un grupo de universitarios.
La comunidad está devastada y no encuentra en ella misma las fuerzas ni un camino para salir de la situación.
La circularidad que encontramos tanto en los tópicos de las entrevistas, como en los recuerdos terminan asfixiando, puesto que plantean una situación sin salida.
Volver sobre aquellas glorias pretéritas, sobre el destino o la identidad usurpada, ¿contribuye a reforzar la identidad, o ancla a los paivenses en un paraíso perdido y cada vez más lejano, impidiéndoles ver el presente?
Sin memoria, se sabe, somos vagabundos del presente. Pero vivir sólo de la memoria, o más bien sólo en la memoria, no es menos atroz. No es posible prescindir de la historia, la experiencia social o política, pero tampoco es posible ese viaje recurrente a un pasado remoto, porque ello funciona como un gas paralizante.
Precisamente en línea con esa preocupación, cabe entonces volver sobre los relatos aglutinados aquí deteniéndose ahora sobre aquellos que denotan resistencia y, a partir de allí, imaginar líneas de regreso al presente, y rieles hacia el futuro, sin ferrocarriles, sin talleres. Se impone a los paivenses la trémula y difícil búsqueda de una identidad y de un lugar en el mundo, lo cual de ordinario no se obtiene cruzándose de brazos a la espera de un Inspirado, ni dando giros interminables en el patio del pasado, como una noria de penas y glorias.
*Fuente: VÍAS ARGENTINAS. Ensayos sobre el ferrocarril.
milena caserola. 2010
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