sábado, septiembre 29, 2012

LOS CIELOS SE PODRÍAN DESMORONAR...

*Foto de Verónica Abdala. http://www.lecturasenelaltillo.blogspot.com.ar




LA CUEVA*


La roca tiene un ojo acuoso y quieto.
Habla. Derrama su voz fiel, amiga.
Voz exacta, camarada, voz de tierra.
Voz  de flor, de pájaro y de piedra.
Y la cueva fría se transforma en útero.
Se enciende con presencias en sepia.
Hay un tigre que mira con azorados ojos.
Un mandril con escucha  de lunas y de sierpes.
Un silencio que cae en horizontal cascada.
Un silencio desmedido. Testigo de inmortales tiempos.
Brotan, tímidamente los helechos.
Alí Babá y los cuarenta ladrones acompañan.
Y los ojos, ah, los ojos!
Ojos que miran azorados la luz del universo.
Que nunca vieron esa expresión tan honda.
Tan vegetal, tan a la  vista y escondida.
Afuera es el aniversario del HOMBRE.
Y hay soles azulados y niños y follajes.
“Lo esencial es invisible a los ojos”
Y en esa inmensidad, casi inadvertido…
El hombre.
El hombre cierra los ojos y se abraza.
Siente su pequeñez.  Tan fútil, tan nimio.
Y se dice, entre tantas verdades

Para mi: Esto es lo cierto!


*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@yahoo.com.ar







LOS CIELOS SE PODRÍAN DESMORONAR...






Niña Locura*
 (a Alejandra Pizarnik)



La muerte se te queda adentro
como una angina en la garganta del destino.

...

Riesgos son los perros salvajes
que en jauría se pierden
entre las marcas de tu rostro.

Niña de corazón entregado
a la dama que ensucia cerebros
en un pueblo que no entiende de piedades.

Tu tumba llora canarios amarillos
entre los pastos quemados por las sombras.

Lingotes de sol caídos sobre los pararrayos
se desarman en polvos de luz
arrastrados por el viento de tu santa locura.


*De Marcela Lokdos.








EL RUIDO*


Estaba cansado de tanto ruido y de tantos golpes. Desde que le habían recluido en aquel sanatorio todo eran reverberaciones, murmullos y gritos.
Tanta algarabía le impedía dormir y se sumía agotado en un duermevela en el que el atronador ruido le mantenía en vilo. Sin duda tenía que ser el aviso de algo, quizás una premonición, pero el envolvente sonido hacía que no pudiera concentrarse.
...

Llamó a un celador. Lo había hecho ya en otras ocasiones y no le habían hecho caso. Como mucho le amenazaban con encerrarle en aquella habitación blanca y acolchada a la que temía más aún que al ruido. Pero hoy había un celador nuevo y merecía la pena probar. Si conseguía detener aquel suplicio durante unos segundos ya sería toda una victoria.
Le dijo al celador que escuchara con la oreja pegada a la pared. El hombre de bata blanca y cara rubicunda pegó su oído al muro y al cabo de medio minuto de atención dijo: "No oigo nada".

- ¿Lo ves? ¡Pues todo el día así! - respondió cabreado pero contento al fin de que otro hubiera escuchado el insoportable ruido del silencio.


*De Joan Mateu. joan@cimat.es






La bruja blanca*



 *Por Juan Forn


Al pie de foto le alcanzaría decir: "Flannery O'Connor en Lourdes" y sería como una novela entera. La bruja blanca de la literatura, que se estaba muriendo de lupus desde los veinticinco años, llega al santuario de Lourdes en muletas. Una parienta rica le pagó el viaje. Flannery tenía treinta y tres años, le quedaban seis de vida. Ya había escrito uno de los mejores libros de cuentos de la historia: Un hombre bueno es difícil de encontrar.
Cuando llegó desde su Georgia natal a la famosa residencia de escritores en Iowa a los veinte años, no sabía quiénes eran Kafka y Joyce. Días después, cuando leyó su primer cuento allá, dejó a todos en atónito silencio; en las horas siguientes se fueron acumulando manojos de flores silvestres en la
puerta de su cubículo, que manos anónimas habían ido dejándole sin decir palabra. De Iowa fue a Yaddo, otra famosa residencia de escritores, y pasó más o menos lo mismo. En los días previos a que lo internaran en el loquero, el poeta Robert Lowell abandonó Yaddo sin decir a nadie adónde iba y en un
legendario raid maníaco por Nueva York enloqueció a todos sus amigos con influencias exigiendo que lo ayudaran a lograr la canonización de Flannery: no la literaria sino la auténtica, la del Vaticano; se había hecho católico por Flannery. Ella se enteró cuando ya estaba de vuelta en Georgia. La habían bajado en camilla del tren: de un día para el otro sus brazos no le respondieron al teclear en la máquina de escribir. Le diagnosticaron lupus.
Desde Georgia escribió a sus amigos del Norte: "Creo que me quedaré hasta ver en qué clase de inválida me convierto". A Lowell prefirió no escribirle nada en la carta que le mandó; adentro de la página en blanco doblada en tres iba una pluma del último de los pavos reales que había criado de chica en su granja, el único que quedaba con vida cuando ella volvió del Norte y se convirtió en la celebridad del pueblo: la escritora loca que caminaba en muletas por sus humildes dominios seguida de su pavo real.
Vivía en esa granja con su madre, mantenidas por la parienta rica que después las llevaría a Lourdes. Todas las mañanas al despertarse y todas las noches antes de dormirse leía una hora, de algún breviario, la vida de un santo o un mártir (nunca la Biblia; ése era territorio de Faulkner y ella no quería "que mi pequeña barca encalle contra él"). Después se iba a misa de siete y después se sentaba a escribir sus historias dementes y fabulosas sobre las pobres almas del Sur. Su madre y su tía decían: "Ojalá hubiera encontrado otra forma de expresar su talento". La gente del pueblo decía: "Es una buena chica. Sólo me da miedo acercarme y que me ponga en uno de sus cuentos". Ella se limitaba a decir: "Las buenas personas son muy difíciles de encontrar. Hay que arreglarse con las malas personas, que son tan respetables que resultan horribles, tan horribles que resultan cómicas, tan cómicas que resultan patéticas, tan patéticas que sería horroroso tener piedad de ellas, porque atraería a los demonios del desprecio".
En esos cinco años en el Norte se alimentaba, sin alejarse de su máquina de escribir, de sardinas que comía directo de la lata y de agua de la canilla, a la que vertía un chorrito de bourbon porque "el agua del Norte no tiene gusto a nada". Cuando volvió a Georgia y el lupus empezó a asfixiarle el cuerpo, le escribió a una admiradora: "Descanso veintidós horas al día para poder escribir las otras dos" (la misa, la lectura de breviarios y la alimentación de su pavo real eran parte del descanso). Nunca tuvo novio ni
marido y sólo una vez fue besada en toda su vida, por un vendedor de biblias danés, sobreviviente de los nazis. Fue poco antes del viaje a Lourdes. Así describió ese beso en "La buena gente del campo", uno de sus mejores cuentos: "El le apoyó la mano en el nacimiento de la espalda, la atrajo hacia sí y la besó sin decir una palabra. El beso produjo una circulación de adrenalina en el cuerpo de ella, esa clase de adrenalina que permite arrastrar un baúl lleno fuera de una casa en llamas. Pero antes incluso de
que él la soltara, la mente de ella dictaminó con agridulce satisfacción, como si contemplara la escena desde muy lejos, que era una experiencia perfectamente intrascendente si se mantenía el control". Siempre que leo ese beso me acuerdo al instante de su perfecta contracara, una escena formidable
del cuento "La Persona Desplazada": la señora Shortley reta a su marido porque está fumando mientras ordeña las vacas de la patrona; el señor Shortley hace que la colilla del cigarrillo apunte hacia adentro y cierra su boca, sin dejar de mirarla y sin interrumpir su tarea. "Ese truco había sido en realidad su manera de cortejar a la señora Shortley. Nunca llevó una guitarra para cantarle ni nada bonito para regalarle, sólo se sentaba en los escalones del porche, la miraba intensamente, hacía girar la punta del
cigarrillo hacia adentro con la punta de la lengua y el labio inferior, cerraba la boca y la miraba con la expresión más cariñosa que se pueda imaginar. Esto volvía loca a la señora Shortley. Al instante le entraban ganas irrefrenables de bajarle el sombrero hasta los ojos y estrecharlo entre sus brazos, mientras le murmuraba al oído: Oh, señor Shortley, oh, señor Shortley".
La intelligentzia francesa quedó atónita cuando Flannery se negó a parar en París en su viaje a Lourdes. Tampoco quiso sumergirse en las aguas supuestamente milagrosas del manantial: "Vine como peregrina, no como paciente. Soy de esas personas que pueden morir por su religión, pero no tomar un baño por ella". Le encantó, en cambio, que en Lourdes hubiera tantos enfermos, tullidos y locos como en sus cuentos. Y pidió que la dejaran un rato largo rezando en la capilla, no para curarse, sino para poder terminar el libro que estaba escribiendo (Todo lo que asciende debe converger, al que llamaba su "opus nauseus"). "Vivo en lo que escribo. Si entrecierro los ojos puedo ver todo lo que me ha pasado como una bendición", dijo poco antes de morir. "Aunque, a decir verdad, prefiero mirar hacia 1931. De ahí en adelante ha sido un prolongado anticlímax". En 1931, cuando Flannery tenía cinco años, la gente del noticiero de variedades Pathé viajó hasta Georgia para filmar el gallo al que ella había enseñado a caminar para
atrás. La filmación existe todavía: el gallo es un gallo cualquiera, hasta que empieza a imitar a la nena. Lo que se ve entonces en los ojos de ese bicho, y especialmente en los de esa nena, es lo mismo que asomó en los ojos de aquel anciano general confederado, cuando lo llevaron como un trofeo al estreno en Georgia de Lo que el viento se llevó. El general tenía 104 años, fue vestido con su uniforme y su sable, en mitad de la película creyó que se le venía encima la parca y "mientras su mano apretaba el filo de acero hasta que se hundía en el hueso, sus ojos hicieron un esfuerzo desesperado por ver más allá, más atrás; por tratar de saber, antes de morir, qué venía después del pasado".


*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-204391-2012-09-28.html





*


Adonde irán los sueños
Luego del despertar
Irán a una cajita musical
Con una bailarina
Que danza sin cesar


*De Azul. azulaki@hotmail.com






Peligros*



 *Por Miriam Cairo. cairo367@hotmail.com



Comprendo. De nada sirve comprender.
Recobro. De nada sirve recobrar.
El sonido de mi voz. A dónde llega el sonido de mi voz.
La luna. De nada sirve la luna.
Los labios cerrados fuertemente. De nada sirven los labios cerrados fuertemente.
A veces levanto la mirada. De nada sirve a veces.
El cuerpo de costado. A veces no sirve de nada el cuerpo de costado.
Escribo. De nada sirve escribir.
Es preciso desconfiar continuamente. De nada sirve desconfiar continuamente.
Viajo alrededor del mundo. De nada sirve viajar alrededor del mundo.
Prefiero salir a la lluvia. Me doy cuenta de que he caminado debajo de mil lluvias. Lo que ha cambiado no es la lluvia, sino, según parece, mi modo de caminar bajo su toga.
El telón se baja y se vuelve a levantar como una pollera. Luego saludan los personajes protagónicos. De nada sirven los personajes protagónicos. Busco detrás del decorado, debajo de la pollera que cae como un telón de sombras.
Los de atrás son más interesantes que los de adelante.
Un gesto tenue no tiene perspectiva.
Un recurso amnésico. Tal vez no viniese mal un recurso amnésico, un trago de anís, una nube que se vuelva sombría. Olvido todos los olvidos que deben ser olvidados.
Caigo con golpes de tempestad. De nada sirve caer con golpes de tempestad.
La ternura es un juego más profundo. Como un deshielo.
Empalidecen lo pétalos de la palabra brisa. De nada sirven los pétalos. De nada sirve ignorar la palabra brisa.
Es preciso arremangarse para quebrar la palabra brisa.
A veces, en medio de una avenida escucho palabras que se dirán más adelante en algún amanecer. Palabras que caben en la palma de la mano. Las palabras existen, y a veces considerablemente.
Landas tersas. Enhiestas embestidas. Suaves zumos. Lenguas crepusculares.
Pliegues de fruto abrillantado. Titilaciones de pelambre cósmica.
Ceno. De nada sirve cenar. Sobre el borde del plato una sonámbula pequeñísima está a punto de caer. En la copa con agua, una suicida pequeñísima se ahoga. Por debajo del tenedor pasa corriendo una fugitiva
pequeñísima. En el filo del cuchillo una pequeñísima desembarcada de un naufragio se hiere sin querer. Es increíble. De nada sirve que sea increíble. Sucede.
Leo al poeta portugués.
Por la noche, a las tres y media de la mañana insisto en ciertas cuestiones:
1) Las sonámbulas pequeñísimas no existen.
2) Las suicidas pequeñísimas crean alrededor de la copa una segunda noche más densa que la lluvia.
3) La segunda noche da lugar a una tercera noche que oscila entre la primera y la segunda noche.
4) La pequeñísima desembarcada llora siempre.
5) Todas las gamas de la noche caen por el embudo de las reminiscencias.
6) La pequeña fugitiva corre en busca del equilibrio cósmico.
7) Un resto de la primera sonámbula, que ha venido de un sueño o de un libro leído en otras noches, se da de comer en un ritual entre caníbal y tierno.
8) A fuerza de no existir las sonámbulas pequeñísimas acaban por enredarse en mudos acoplamientos de tinta espesa sobre el libro del poeta portugués.
9) Me quedo allí, donde está ella, la pequeña sonámbula fugitiva que se quita los zapatos. Podría ir al jardín zoológico pero es todavía noche oscura.
10) Antes del amanecer, se deshilan las pequeñas sonámbulas con sus claves de peces en pareja dirigiéndose al mar.
Es un peligro. Escribir con el talismán por el piso es un peligro. Beber sorbos de pequeñas sonámbulas, alojar en el altillo instantáneos dragones es un peligro. Alterar el rumbo de las nubes, es un peligro. Esconder un mensaje en la boca de las nubes es un peligro. Los cielos se podrían desmoronar. Los dragones podrían domesticarse. Las pequeñas sonámbulas podrían despertar. Los árboles podrían segregar su voz de sombras. El mensaje podría salvar al mundo. O a dos que están en el mundo.
Es preciso entrar en el corazón de las pequeñas sonámbulas. De nada sirve entrar en el corazón de las pequeñas sonámbulas. Esos mínimos continentes inexplorados, donde la luz no ha penetrado hasta ahora, son un peligro.
La noche trata de ser algo diferente de sí misma. De nada sirve a la noche ser igual a sí misma.
Respiro. Pienso en la posibilidad de ser yo el aire. El aire que se respira muy temprano y se sigue respirando hasta muy tarde. Algo tan modesto como el aire, pero con un mínimo color de azucenas, con un imperceptible aroma azulado que suba hasta la memoria con el suave peso de la luna. Una ráfaga
no. De nada sirve ser una ráfaga. Un aire que llega por oleadas, que acompaña a veces como un rumor.
Alcanzo a ver con la luz de la noche y todo lo que está lejos se acerca. El mensaje que llevan las nubes es cierto aunque viaje por un nivel más hondo que el sueño.


*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-35771-2012-09-29.html






MARÍA LUCILA*

"Cubre la memoria de tu cara con la máscara de la que serás y asusta a la niña que fuiste"

Alejandra Pizarnik. -Caminos del espejo-


El hombre con el que me encuentro en el bar se llama Emilio, se entero de mi interés por escribir sobre la estación María Lucila del Midland. Dice que va a contarme algo de su historia personal que sin dudas tiene relación con la antigua estación de trenes. Le aviso que no logro escribir razonablemente bien y que más aún, tengo la sensación de que mi escritura empeora con el tiempo.

-No importa, vengo a contarle esto porque necesito que alguien lo escriba. -me dice con tono de suplica.

-Y porque a mi me duele tanto el pasado que necesito contarlo a quien tenga un rato para escuchar.

Lo que sigue es el relato del hombre, dos horas y media sentados, con tres cafés cortados de por medio que quiso invitarme si o si. -Me ofende si no me permite pagar a mi- dijo para terminar con mi resistencia.

En la estación María Lucila trabajaba su abuelo. Su madre nació allí y la llamaron María Lucila para homenajear a la estación que además de darle trabajo a su abuelo era su vivienda.

Pasó en el pequeño pueblo sus primeros años, luego de la nacionalización cuando el Midland paso a ser parte del ferrocarril Belgrano, al abuelo lo trasladaron un par de veces de estación hasta que se jubilo.

Lo cierto es que su madre pasó su adolescencia y juventud radicada en Avellaneda.

Se hizo amiga de la Alejandra Pizarnik, cuando era una chiquilina tímida y tartamuda. Y al menos una vez se fueron en tren a conocer el pueblo que lleva el nombre de mi madre.

El hombre me muestra una foto con dos jóvenes que posan para la cámara haciendo equilibrio sobre el riel, más allá se observa una estación típica del Midland pero es posible ver el lugar donde se colocaba el cartel con el nombre. Atrás de la foto puede leerse "con florita Pizarnik, María Lucila, enero del '53.

Mamá era una mujer hermosa -dice el hombre. Igualita a las chicas que dibujaba Divito.

Por alguna cuestión que desconozco lo único perenne en ella, lo que había echado raíces profundas era la angustia. Su verdad era una cuna de angustias de la que nadie había logrado sacarla.

(....)

Se equivocaron ella y mi padre en casarse. Mi padre era psiquiatra y mi madre su paciente, se enamoraron o se tuvieron lástima -vaya uno a saber- , o quisieron dar vuelta la historia de cada cual que los había llevado en ese punto de encuentro o desencuentro.

Usted sabe que todo, absolutamente todo en el universo se acerca o se aleja, pero nosotros nos ingeniamos para negar esas percepciones incomodas.

Creo que mi padre pensó que la iba a cambiar, no hay héroe más fallido que el que quiere cambiar una persona.

Llego a decírmelo una vez: -lo que no se da espontáneamente bien entre una mujer y un hombre no se lograra jamás. Nadie puede cambiar al otro -ni a sí mismo, según parece.

La angustia de mi madre le impedía conectarse plenamente con los otros, estar presente y atravesar los acontecimientos que te van marcando en la vida.

Se fue cuando mi hermano tenía 5 y yo 3 años. Dejo una carta.

Mi padre después de leerla ni intento buscarla, entro en un profundo silencio que le duro meses.

Un día nos presento a su nueva mujer: Ella es Natalia, vivirá con nosotros -nos dijo.

Natalia nos crío y malcrío lo mejor que pudo.

Mi hermano creció, estudio ingeniería electrónica y se fue a vivir a Estados Unidos. Vive en Nueva Orleans, tiene mujer e hijos americanos. Un auto y vacaciones.

Mi padre tenia 70 años cuando falleció, era 8 años mayor que mi madre. Yo no había cumplido los 21.

Antes de enfermar, me invito a charlar en un bar.

Sin que se lo pidiera me dejo su consejo: -A los 20 años un joven debe elegir si en su vida será un hombre o un marido. Yo te recomiendo que seas un hombre...

Creo que le he fallado, no logre ni ser un marido eficiente ni un hombre en el sentido que creo que le daba a esa palabra mi padre con un tono cercano a lo sagrado.

***

De mi madre, quedaron casi todas las preguntas sin respuesta.
Nunca sabre si volvió a ver a su amiga Alejandra "la florita" como la llamaban los abuelos.
Hay un abismo de treinta años de silencio.

La tía Eugenia -hermana menor de mi madre- logró encontrarla unos meses antes de su muerte.
Tuvo una corazonada y la siguió. Volvió a María Lucila 20 años después de que cerraron el ramal los militares y se llevaron las vías. Y allí estaba mamá viviendo en la estación. Sin luz eléctrica, sin vecinos cercanos. Salvo una escuela pública ubicada enfrente de la estación no había nadie a Km.
Allí vivía mi madre. ya envejecida prematuramente. Sacando agua con una bomba manual, cultivando vegetales en unos pocos metros de quinta. Rodeada de pájaros -tenia muchos en jaulas- y otros que venían a visitarla a los que agasajaba regando la tierra con alpiste, o mijo o arroz según lo que tuviera.
No sabía nada del mundo, ni siquiera quien era el presidente de turno, no tenia radio ni televisión.
¿Sabe cual era una de sus costumbres? Sentarse con una silla a la hora de salida de la escuela y ver el rostro de los niños. Estudiarlos con detenimiento y luego verlos alejarse por el camino de tierra hasta que eran manchas blancas.

(....)

Sabía del suicidio de Alejandra y le dolía como si hubiera pasado apenas unos días atrás:

"Pobre Florita, repetía. Tan lúcida y tan frágil. Pobres todas las personas sensibles del mundo porque no tienen cabida". Eso es lo que me dijo mucho después la tía, a la que hizo jurar que no le diría a nadie donde estaba y como vivía.

*

Esto es lo que la tía Eugenia rescato: unas fotos, unos libros de Pizarnik con anotaciones de mi madre. Una historia clínica que le dieron en el hospital donde se observa que en los últimos años sufrió demasiado.
Muy poco para un enigma de más de 30 años.
El hombre vuelve a abrir el libro que le dejo su madre y me lee otra frase de Pizarnik remarcada con birome azul:

"Como una niña de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente borrada por la lluvia"

Así me siento, así me sentí siempre, -escribe al costado mamá- y espero que quienes esperaban algo distinto de mí puedan perdonar esta soledad en la que he hundido mis días.
Emilio derramó lágrimas. Arrugó con rabia una servilleta de papel después de secarse para evitar que sus lágrimas de sal caigan sobre el pocillo de café.
Al rato nos despedimos con un abrazo. Mientras caminaba por la avenida me di cuenta que ninguna historia de las que he podido contar son historias de vida de gente feliz.


*De Urbano Powell. urbanopowell@yahoo.com.ar




***


Inventren Próximas estaciones:

ARAUJO.
-Por Ferrocarril Midland-


BLAS DURAÑONA.
-Por Ferrocarril Provincial-

-Colaboraciones a inventivasocial@yahoo.com.ar
http://inventren.blogspot.com/
 
Al salir de la Estación de empalme Ingeniero de Madrid, el Inventren sigue un doble recorrido por vías del ferrocarril Midland con destino a Puente Alsina, y por vías del ferrocarril provincial con destino a La Plata.


-las estaciones por venir en el ferrocarril Midland:


 BAUDRIX.  EMITA.  INDACOCHEA.  LA RICA.

SAN SEBASTIÁN.  J.J. ALMEYRA.  INGENIERO WILLIAMS.

GONZÁLEZ RISOS.  PARADA KM 79.  ENRIQUE FYNN.

PLOMER.   KM. 55.   ELÍAS ROMERO.

KM. 38. MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.

LIBERTAD.  MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.

ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS.  JOSÉ INGENIEROS.

MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI. 

KM 12.  LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.

 VILLA FIORITO. VILLA CARAZA.  VILLA DIAMANTE.  

PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.



-las estaciones por venir en el ferrocarril  Provincial:


BLAS DURAÑONA.   LUCAS MONTEVERDE.   EMILIANO REYNOSO.

SALADILLO NORTE.   GOBERNADOR ORTIZ DE ROZAS.

JOSE RAMÓN SOJO.  ÁLVAREZ DE TOLEDO.    POLVAREDAS.

JUAN ATUCHA.   JUAN TRONCONI.    CARLOS BEGUERIE.

FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.

ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.

ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.   GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.

GOBERNADOR OBLIGADO.   ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.

D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.

  ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.  LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.

ARANA. GOBERNADOR GARCIA.  LA PLATA.




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