*Obra
de Walkala. Luis Alfredo
Duarte Herrera (1958-2010).
-En Aurora Boreal. Walkala:
un homenaje in memoriam
Barro*
*Por Victoria Mora. mvictoriamora@yahoo.com.ar
Hoy es el primer día de clase en su escuela nueva. La mamá la prepara
para eso. Viven en el fondo del terreno de sus abuelos, en una casita que
construyeron su papá y su tío: cocina, pieza y baño en un tamaño que les
alcanza apenas para vivir.
Cuando su mamá la despierta se da cuenta de que está lloviendo, todavía
dormida piensa como va a llegar a la escuela sin embarrarse. Su mamá la viste,
le pone la camisa, el jumper, las medias, el sweater y la corbata. Ella piensa
cómo va a hacer con la calle embarrada pero no dice nada. Sabe que sus papás
contrataron un micro escolar que la va a llevar a la escuela porque ellos viven
lejos. El problema es la larga calle de barro sin vereda que hay que
caminar desde su casa a la esquina asfaltada, por donde el micro la va a
buscar, cuando todavía no salió el sol y encima llueve.
Toma la leche tibia con chocolate, ve el líquido marrón viajar por la
bombilla que rodea el vaso hasta llegar a su boca y se acuerda de su madrina.
Ella le regaló ese vaso que nunca había visto antes. Su madrina es amiga de las
monjas, por eso pudo rendir el examen para entrar a la escuela. El lugar se le
hizo enorme desde el principio, un edificio grande en el medio de un campo
difícil de medir sólo con la mirada. La prueba la hizo bien pero la directora
le dio miedo, una monja vieja que no sonrió ni una vez mientras ella y las
otras chicas escribían sin emitir sonido. No se parecía en nada a la directora
del jardín donde había ido, ni siquiera le decía “Señora” o “Directora”, la
llamaba Marta. Sin embargo se esforzó, de ninguna manera podía fallarles a su
madrina y a su mamá. La madrina la premió con un par de zapatos kickers
guillermina. Zapatos de los que se siente orgullosa.
Termina de tomar la leche y se pone el blazer. Su mamá busca dos
paraguas y le da el chiquito a ella. Le pide que se siente en la silla, le pone
los zapatos nuevos y trae dos bolsitas de nylon. Ella mira sorprendida porque
no se le ocurre para qué pueden servirle. Entonces su mamá le mete primero el
pie derecho en una de las bolsitas y ata las manijas alrededor del tobillo,
después hace lo mismo con el otro pie. Le explica que así va a llegar con
los zapatos limpios y lustrados a la escuela para que se vean igual de limpios
que los de sus compañeritas. Esas, que ella sabe, van a llegar en autos por
calles de asfalto que no tienen barro.
Es la hora de salir a la intemperie antes de que sea tarde y el micro
pase de largo. Antes, su mamá busca la billetera y por primera vez en su vida
le da plata para que en el recreo se compre algo y le abre la puerta. Ella se
pone la mochila. Salen al patio protegidas cada una por su propio paraguas,
llueve mucho, caminan de la mano hasta la esquina. Cruzan la calle y encaran la
cuadra larga hacia el asfalto. Por esa calle se bordea una casa abandonada, la
que era el casco de estancia de la zona. Ella sabe que pertenece a la familia
de su madrina y a veces se pregunta por qué no se la presta, por qué ellos
viven apretados en una casa donde no se puede invitar amigas, cuando otros
tienen casas que les sobran. No pregunta en voz alta porque ya sabe que hay
cosas que mejor callar.
Llegan al punto de encuentro con el micro. Lo ve doblar a unas cuadras y
acercarse. Su mamá le saca las bolsitas de los pies, la misión fue un éxito:
una cuadra por el barro sin una manchita.
El colectivo frena. Le da el paraguas a su mamá y sube, saluda al chofer
y a la celadora y se sienta en el primer asiento. Mira por la ventana a su mamá
bajo la lluvia, aún tiene en la mano las bolsitas llenas de barro. La saluda
como si se fuera lejos, muy lejos y ya no pudiera volver a verla. Un nudo le
cruza la garganta. El chofer arranca
*Texto
incluido en Un mundo oscuro. Publicado por llantodemudo ediciones.
Córdoba. 2014.
-Victoria
Mora nació en Buenos Aires en 1979. Es psicoanalista, docente y escritora.
Ha participado en distintas jornadas y publicado trabajos entrecruzando
psicoanálisis y literatura. Sus cuentos Nuevo cielo, Herencias, Demasiado
tarde y Rescate fueron publicados en distintas antologías. Entre
otros recibió en 2012 el primer premio de la Fiesta Nacional de las letras de
Necochea por su cuento El último tren. Es colaboradora de la Revista
Kundra. Participó de los talleres de Laura Galarza y de Elsa Osorio,
actualmente asiste al taller de Claudia Piñeiro.
EL PEQUEÑO INFINITO DE UN GARABATO…
PERRA CON
RUEDAS*
Una amiga
adhería a la frase "la mujer que sabe cocinar tiene que ocultarlo",
una millonaria ejecutiva dijo hoy que las mujeres son buenas en los negocios
pero después, para explicar su éxito comercial, dijo "pienso como un
hombre".
Crecí en una
biblioteca libre, donde yo sacaba los libros que me llamaban desde los
anaqueles. Todos estaban escritos por hombres. Yo pensaba que si quería
escribir, debía hacerlo como si fuese un hombre y buscar un seudónimo al estilo
de George Sand.
El feminismo
trajo muchas conquistas y significó un avance en importantes temas, permitió
accesos vedados y abrió numerosos espacios y armarios cerrados desde siempre.
Pero nos quitó la inocencia de mostrar la ternura a flor de ojos, la piel que
se estremece por una tristeza etérea.
Tenemos que
pensar como hombres si queremos un lugar de los conquistados tan duramente. Eso
nos han dicho.
Una mujer
exitosa no puede permitirse la ternura, la vulnerabilidad, la emoción fácil y
sincera. Eso nos muestran las mujeres exitosas y sus pares masculinos quienes
les exigen conductas masculinas.
Sin embargo,
hace un tiempo vi una película en la que moría un perrito y lo enterraban en la
nieve. El suelo estaba congelado, lo taparon con nieve y nada más. Al final,
contra toda lógica, cuando llega la primavera vemos cómo se derrite la nieve,
vemos un mechón de pelo que queda expuesto, vemos,
contra toda
lógica, si, que el perrito se levanta, se sacude, se aleja trotando con esa
felicidad alocada de las criaturas pequeñas. Y una llora, y sonríe, y siente
que el mundo a veces puede ser redimido con un milagro.
Contra toda
lógica.
La directora de
esa película de la que no recuerdo el nombre era, claro, si, era una mujer. Y
filmó una cosa de mujeres. No pudo resignarse a dejar morir el perro en el
relato ya que podía evitarlo.
Y también es de
una mujer el remate del film en que un hombre va a hacer sacrificar a su perra,
vieja y enferma, para que no sufra. Se lo dice a la amante, quien lo acaba de
despedir para que ya no vuelva. Cierra, ella, la puerta. La vemos en su
departamento, sola, muy sola, alelada por la soledad reconcentrada que le
espera. Vemos cómo corre hacia la puerta, vemos cómo alcanza al amante en la
escalera. Una piensa que se asustó, que se arrepintió, que le va a decir que va
a seguir siendo la otra, la segunda, la trampa. Pero le dice, solamente esto,
le dice que necesita hacerle una pregunta. Nada más, no escuchamos ni vemos el
final de la conversación en la escalera. Termina la escena.
Después un
cartel nos advierte que han pasado seis meses. La mujer trota en una costanera.
La cámara la deja pasar, y vemos, detrás, a la perra de su ex amante corriendo
feliz con esa sonrisa que tienen los perros cuando corren, y corre con las
orejas voladizas y con un aparato de rueditas atadas
a la cadera.
Cómo no llorar en el cine, en el camino de vuelta a casa, cómo no llorar ahora
que lo escribo.
La directora de
esta película de la que sí recuerdo el nombre, "The Savages", es, y
claro, si, es una mujer. Cosa de mujeres el filme. Cosa de mujeres. Trata de
padres, hijos, soledades y renuncias. Trata del mundo real y de cómo hacerse
cargo de ordenar un poco el pequeño mundo de las pequeñas vidas. Cosa de
mujeres, ciertamente, la de ordenar las gavetas y las repisas, hacerse cargo de
los niños y los ancianos. Enjugar lágrimas.
No hay nada
reprensible en ser tiernas, en ser vulnerables, en dejar que el mundo nos
conmueva. Renegar de una misma hace que los espejos reflejen monstruos. Nos
mata lentamente, insidiosamente, de a poco y desde adentro. Si es el amor, si
es la ternura la que nos define. Una mujer jamás estará sola. Siempre
encontraremos una planta, un gato, una perra con ruedas a quien amar, mientras
recogemos pedazos de vajilla, colocamos fotografías en los portarretratos y
tendemos la cama.
Y a mucha
honra.
*
Recuerdo
estar junto al
río
cuando ya era
otro
y se podía
contar
Cuando no
callaba...
siquiera el
silencio
y ya no hizo
falta
repartir las
gotas
para hacer
banderas
cantamos
Tuve la ilusión
de los
colectivos
bebiéndose el
pasmo
movida la
niebla
ya
al rozar la
hondura
Recuerdo los
ojos mojados
cuando el río
fue tibio
lo ví florecer.
*De Alejandra
Alma.
https://www.facebook.com/alejalma
http://alejandraalmapoesias.blogspot.com.ar/
PERSECUCIÓN*
No es fácil
determinar en qué momento apareció; tampoco sabría decir cuándo adquirí la
seguridad de que venía siguiéndome, pero desde que soy consciente de ello me
siento levemente incómodo y con el paso del tiempo, esta situación ha empezado
a resultar extremadamente molesta.
Mentiría si
dijese que hay algo irregular en su comportamiento. En realidad, lo único que
hace es caminar detrás de mí, a unos pasos de distancia. Nada que no pueda
verse en cualquier otra ciudad, a cualquier hora del día. Nunca antes la he
visto, ni es probable que ella me conozca, lo cual acaso fuese un motivo,
siquiera remoto, para caminar en pos de mí por toda la ciudad.
Si lo miramos
bien, no puede decirse que sea una niña, aunque así me lo pareció al principio.
Alguna vez he aprovechado el reflejo de un escaparate para observarla, siquiera
un segundo: su rostro no refleja en absoluto ninguno de los síntomas
característicos de toda persecución. Por el contrario, parece completamente
tranquila, como entregada a la meditación o al olvido. Un espectador casual
acaso pudiera sospechar que su itinerario es tan arbitrario como el mío, y que
el hecho de ir delante o detrás es tan irrelevante como, por ejemplo, los
nombres de las calles que atravesamos en nuestro coincidente tránsito. Pero si
entro en una tienda o en un bar, ella permanece afuera, esperándome sin
impaciencia, y reanuda la marcha en el momento en que vuelvo a salir a la
humedad que impregna las calles.
No se me
malinterprete: En ningún momento ella ha hecho nada que pudiera molestarme. Se
limita a imponerme su presencia a una distancia razonable. No voy a ocultar que
en algunos momentos, en determinadas calles poco transitadas, saber que ella
estaba ahí, unos pasos más atrás, me ha resultado reconfortante, ya que no
soporto la visión de las paredes grises que la soledad oscurece aun más y el
silencio multiplica implacablemente.
Podría pensarse
que todo es producto de mi imaginación, que me invento estas cosas, que los
médicos no erraron al diagnosticar mi enfermedad. También podría ser que para
ella todo esto no fuese más que un juego inocente. ¿Por qué, entonces, son
infructuosos todos mis esfuerzos por despistar su vigilancia? Si avanzo
lentamente, ella camina despacio; si lo hago más deprisa, ella acelera la
marcha; si corro, corre también. Siempre se mantiene a la misma distancia. No
parece interesada en alcanzarme, pero tampoco permite que me aleje demasiado.
Me pregunto cuánto durará esto, y si en verdad es posible concebir un final que
pueda satisfacernos a ambos.
(Aunque es un
hecho perdido en mi confusa memoria, he de confesar que yo también, en mi
lejana juventud, fui siguiendo a alguien durante algún tiempo. Quizá supe quién
era, pero ahora ya no recuerdo su rostro, ni su forma de caminar, ni las calles
por las que transitábamos. No era un juego: Esa persecución, aunque pueda
parecer un disparate, determinó mi futuro.)
Tal vez por eso
me siento tan apenado ahora que, al girar con disimulo la cabeza frente a uno
de los multiplicados zaguanes que salpican el incomprensible itinerario, he
podido constatar, acaso sin sorpresa, que la niña ha dejado de seguirme.
Probablemente ha encontrado por fin su propio camino y ya no me necesita. A
pesar de la aparente incomodidad que me provocaba su presencia, ahora echo de
menos sus pasos leves a mi espalda. Pero la esperanza también es una forma de
rebeldía; por eso, de cuando en cuando, al volver cualquier esquina, echo un
rápido vistazo hacia atrás: No es imposible que alguna vez mis ojos me muestren
una sombra, o la vaga sospecha de una sombra siguiéndome, justificando así, de
uno u otro modo, mi errático caminar por estas calles que se me antojan
eternas.
*De Sergio Borao Llop sbllop@gmail.com
BESTIARIO AZUL*
He llegado a
tocar el fondo espejado donde los muertos entierran
A sus propios
muertos.
Zumban.
Espanto.
Suciedad. Moscardón. Abominable
He tocado el
borde quieto del abismo. (Un paso solo un paso)
He ingresado,
desnuda, al bestiario azul.
Los cuatro
vientos, remolinos de sangre, se alojan en mi pubis.
Partido.
Profanado. Parto. Partida
(LOS MUERTOS
lloran sobre mi cuerpo en cruz)
He caminado por
las estrellas de seis puntas de cristal del mal.
A lo lejos.
Ojos perforados
por agujas de hielo
Debajo, duerme
la ignominia, cenagal salobre, inexplorado.
Arriba, una
cobra real color olivo.
Ojos de bronce.
No mata.
Fragmenta suavemente las neuronas
He levitado
sola en el mar feroz de los desgarros.
Hasta el aire
mismo se ha negado.
La luz, el
agua, los trigales
Elegir el
final.
¿Elegir el
final?
*
miré dentro de
mí
había allí un
aljibe profundo
una mujer se
asomaba
con ojos de
paloma
decía mi nombre
en una lengua
extranjera
cuando quise
tocarla
toqué solo el
agua
mis dedos se
hundieron
caí dentro de
mí
a una hora
postergada
toqué mis
huesos
mis vísceras
intactas
allí encontré a
la mujer
que me nombrara
con ojos de
paloma
la abracé y en
su mirada
estaba yo
dentro de mí/
*De León
Peredo gustavojlperedo@yahoo.com.ar
Señora tomando
sopa*
*De Olga
Orozco
Detrás del vaho
blanco está la orden, la invitación o el ruego,
cada uno
encendiendo sus señales,
centellando a
lo lejos con las joyas de la tentación o el rayo del peligro.
Era una gran
ventaja trocar un sorbo hirviente por un reino,
por una pluma
azul, por la belleza, por una historia llena de luciérnagas.
Pero la niña
terca no quiere traficar con su horrible alimento:
rechaza los
sobornos del potaje apretando los dientes.
Desde el fondo
del plato asciende en remolinos oscuros la condena:
se quedará sin
fiesta, sin amor, sin abrigo,
y sola en los
más negro de algún bosque invernal donde aúllan los lobos
y donde no es
posible encontrar la salida.
Ahora que no
hay nadie,
pienso que las
cucharas quizá se hicieron remos para llegar muy lejos.
Se llevaron a
todos, tal vez, uno por uno,
hasta el último
invierno, hasta la otra orilla.
Acaso estén
reunidos viendo a la solitaria comensal del olvido,
la que traga
este fuego,
esta sopa de
arena, esta sopa de abrojos, esta sopa de hormigas,
nada más que
por puro acatamiento,
para que cada
sorbo la proteja con los rigores de la penitencia,
como si fuera
tiempo todavía,
como si atrás
del humo estuviera la orden, la invitación, el ruego.
*Olga Orozco
(Toay, 1920 - Buenos Aires, 1999)
*
(Para escribir
poesía o recibirla)
hay que
desarmar
la mirada de lo visto
velarla y desvelarla
hasta que el dolor se amanse
y acariciar
el pequeño infinito de un
garabato fuccia dibujado en el aire
racimos de flores
vertidos
por la jarra del cielo o de la
noche
*De Cristina
Villanueva. libera@arnet.com.ar
***
INVENTREN
Próximas estaciones:
LA RICA
-Por Ferrocarril Midland-
SALADILLO NORTE
-Por Ferrocarril Provincial-
-Colaboraciones a inventivasocial@yahoo.com.ar
Al salir de la Estación de empalme Ingeniero de Madrid, el
Inventren sigue un doble recorrido por vías del ferrocarril Midland
con destino a Puente Alsina, y por vías del ferrocarril provincial con
destino a La Plata.
-las estaciones por venir en el ferrocarril Midland:
SAN SEBASTIÁN. J.J. ALMEYRA. INGENIERO WILLIAMS.
GONZÁLEZ RISOS. PARADA KM 79. ENRIQUE FYNN.
PLOMER. KM. 55. ELÍAS ROMERO.
KM. 38. MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD. MERLO GÓMEZ. RAFAEL CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA. JUSTO VILLEGAS. JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE. ALDO BONZI.
KM 12. LA SALADA. INGENIERO BUDGE.
VILLA FIORITO. VILLA CARAZA. VILLA DIAMANTE.
PUENTE ALSINA. INTERCAMBIO MIDLAND.
-las estaciones por venir en el ferrocarril Provincial:
GOBERNADOR ORTIZ DE ROZAS.
JOSE RAMÓN SOJO. ÁLVAREZ DE TOLEDO.
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JUAN ATUCHA. JUAN TRONCONI. CARLOS
BEGUERIE.
FUNKE. LOS EUCALIPTOS.
FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE. GOBERNADOR
UDAONDO. LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN
RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO. ESTACIÓN DOYHENARD.
ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
D. SÁEZ. J. R. MORENO.
EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS. INGENIERO
VILLANUEVA.
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InventivaSocial
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