lunes, marzo 10, 2014

UNA ENORME BOCA QUE DEVORA LA CASA DE MI INFANCIA...

 
*Dibujo de Erika Kuhn.
http://obraerikakuhn.blogspot.com.ar/
 
 
 
 
 
 
MIEDO*
 
 
“Hay un pájaro azul en mi corazón que quiere salir pero soy duro con él, le digo quédate ahí dentro, no voy a permitir que nadie te vea..."
CHARLES BUKOWSKI
 
 
 
Ya lo siento llegar.
En un rumor de pasos que adelgazan la noche.
El viento ha silbado tres veces. Ha llorado tres veces.
Tres veces lo ha negado.
Pero él avanza con su falo y su dedo, erectos.
Se acomoda en mi cama.
Me cubre con su cuerpo pesado.
Su aliento me apuñala la espalda.
Me huele, me habla, casi secretamente.
Se hunde en mí. Me muerde.
Es una enorme boca que devora la casa de mi infancia.
Los ladrillos de luna. Los racimos.
Engulle sin piedad la patria de mis ruidos impúberes.
El viento en las ventanas. Las voces sacrosantas.
El tintineo de las amapolas en la lluvia.
Y no hay barcos, ni albergues, ni barriletes nuevos.
Y las palomas migran, y los cielos y los dioses.
Solo quedan los miopes y las cucarachas.
Los paralíticos y una que otra langosta.
Y cuando bendigo la impalpable luz de la locura.
Un mendigo me acaricia los ojos y la boca.
Y lo beso, y lo tomo y lo albergo.
Trae un pájaro azul en su mirada
Me besa las yemas de los dedos.
Y me dice con su voz de cristal amargo.
Déjalo que salga... y anda.
 
 
*De Amelia Arellanoamelia.arellano01@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
 
 
UNA ENORME BOCA QUE DEVORA LA CASA DE MI INFANCIA…
 
 
 
 
 
 
 
NÁUFRAGA*
 
 
 
*De Pamela S. Terlizzi Prina. pameprina@hotmail.com
 
 
Un sonido. Un sonido lejano que se acerca. Lejano, intermitente y áspero, se aproxima veloz. No tiene identidad, ni dimensión, ni procedencia. Es un graznido. Y con la revelación, el gusto dulce del agua, que no quita la sed, pero ahoga. Volvió a quedarse dormida. Abre los ojos junto a la convulsión de los brazos, que abandonan el vuelo calmo sobre la superficie del agua, y se sumergen en un movimiento involuntario, como buscando asirse a cualquier cosa. Los ojos tan abiertos como permite la anatomía le muestran el pájaro, que sigue graznando como si quisiera mantenerla despierta. Ya no cuenta de a sesenta para tener noción del tiempo que lleva en el agua. Los retazos del bote se han alejado tanto que el verde le asalta todos los horizontes. También ha dejado de gritar. Ahora sólo llora con espasmos, de a ratos, cuando tiene accesos de conciencia, cuando sabe con certeza que va a morir. Entre llanto y llanto, la quietud es violenta. La nada es irrefutable.
 
El chaleco la sume en una posición errática; tiene los brazos suspendidos hasta los codos, la cabeza deprimida entre los hombros. El resto del cuerpo, ofrendado a esas fauces que parecen de alquitrán, poco a poco se adormece en el frío, se hace imperceptible y liviano y ajeno.
 
A la orilla, quizás, llegue un hombre a nado rogando ayuda con un hilo de voz. Pero aquí, ella permanece presa de los círculos que se propagan en el rostro del agua, de la oración desesperada. Por momentos, cree sentir los dedos de los pies, cree moverlos, se concentra en ellos con la voluntad frágil, hasta que un pez se roba todos los sonidos, todos los hechos posibles en ese aturdimiento líquido. Salta desde la espesura con una simpleza indignante, con una libertad que la devuelve a un llanto de niño, con mocos y todo.
 
Siente el frío devorársela desde abajo. Quizás hay un instante en que cree sentir las rodillas. Parecen dientes. Una cosquilla estúpida, como eléctrica. Después otra vez, nada. Allí, sola, agua, nada.
 
En la orilla, quizás, el hombre consiga un bote, desande el río en su auxilio. Pero aquí, ella se aliviana con el correr del tiempo. Ya olvidó sus piernas, la vigilia es una lucha. El pájaro que la mantenía despierta ha volado, dejando un ruido de plumas. Desde su silencio la llora como un abandono más. Otro, además del de su cuerpo. Ahora las cosquillas le arañan los glúteos, como hormigas laboriosas, o peor, como una picana húmeda; le provocan un temblor odioso, que le hace apretar los dientes.
 
El sol se cae de un tumbo, y quizás, el hombre venga en camino cortando el río sin pausa. Pero acá, ella siente trece agujas en las manos. Siente una palidez que le baja desde el cielo. Con un esfuerzo, con un suspiro, mueve los dedos para espantar los peces. Encoje los brazos para tomarse el vientre que ha desaparecido. Si estuviera fuera del agua, su cuerpo no sería más que un cúmulo de viento. Aquí, es agua y peces, y un sueño que le gana, y un gusto a sangre que sube desde los dientes y las aletas. Aquí, llora por última vez tocándose el estómago, que es patinoso y de escamas, y le tiembla bajo las palmas, y nada en todas las direcciones, y come.
 
Aquí, llora por última vez escuchando el motor de un bote en el que, quizás, venga un hombre a rescatarla. Llora haciéndose peces y agua, y rendida al sueño. Y el motor se detiene a su lado y una mano la toma de los cabellos, y levanta una cabeza, unos brazos muertos, un chaleco, y un montón de peces vivísimos, desesperados, que sólo sueltan la carne cuando empiezan a ahogarse fuera del agua.
 
 
-De “Doce Dientes”, Editorial Textos Intrusos, 2013
 
 
 
 
 
 
 
Reseña sobre Doce Dientes, de Pamela S. Terlizzi Prina.*
 
 
 
*Por Alberto Di Matteo. licaldima@yahoo.com.ar
 
 
"Claustrofóbicos, hipnóticos, viscerales, de una densidad poco habitual, con una narración cortante pero sutil al mismo tiempo, tajante y evanescente, los cuentos de Pamela Terlizzi Prina no hacen del lector casual testigo de una situación vivida por terceros. Pamela nos zambulle en el texto sin dilación ni anestesia para que formemos parte del caótico mundo de sus personajes, torturados, sensibles, extremadamente humanos (sin confundir humanidad con esperanza, sino hundiéndose en el barro de la crudeza y el dolor).
 
No es casual que el primer cuento del libro sea “Náufraga”. Anticipa en sus dentelladas el tono de lo que vendrá, más allá del clima opresivo y atrapante de su historia; un estilo narrativo que captura, que deshace, que sacude y quita el aliento, en poderosas dosis que carecen de cautela.
 
El límite entre realidad y fantasía (o quizá, pesadilla delirante) es difuso; derriba cualquier parámetro y produce la emergencia de lo siniestro (aquello que resulta aún más perturbador, por ser parte de lo familiar y conocido). Allí están “Verde vivo”, magnífica dispersión dentro del alucinado mundo de la cotidianeidad de una madre oprimida por la rutina; o la expiación de la culpa y el morboso duelo que genera “Alacena”; o la piedad paternal (ajena a todo paternalismo, pero de cuidado ante el desamparo en los márgenes sociales) de “Una selva”; o el rito iniciático de la sexualidad en la pubertad, en “A pelo”; o la llana discriminación de una crueldad ilimitada, de fantasías cruzadas por ambos lados que se tornan casi incestuosas, en “Los planes” (a mi parecer, uno de los mejores “dientes”).
 
De la narrativa de Pamela, los lectores ávidos de experiencias voraces queremos siempre más. Que los dientes sean cada vez más numerosos. Que las pirañas arrasen con nuestra integridad, deshaciendo moldes literarios. Que nos impulse a leerla una y otra vez, seduciéndonos con esa misteriosa e invaluable mezcla de poesía y de horror. Que siga publicando y deleitándonos con sus pesadillas, que con el correr de las páginas terminarán siendo palpitantemente nuestras."
 
 
-Alberto Di Matteo es psicólogo en el Centro de Referencia de Quilmes para la Secretaría de Niñez y Adolescencia y Director del Área de Salud en la Cruz Roja Argentina. También es escritor y activo colaborador del colectivo cultural INVENTIVA SOCIAL, dirigido por Eduardo Francisco Coiro.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
III *
 
 
La piedra que mató al pájaro
pintó de gris
el rumbo al optimismo.
Ya no amaneció por muchos días.
Tuvimos miedo de que la noche fuera
a procrearse en nuestra morada.
Traté de recobrar la sonrisa
dejada hecha flor
sobre la tumba nido.
Traté de alentar el vuelo de la paloma
que pudimos salvar
del cataclismo
y nos dimos cuenta que la muerte
es nacer otra vez.
 
 
*De Emilce Zorzut zorzutemilce@gmail.com
 
 
 
 
 
 
Sin techo*
 
 
 
Faltó que se cayera la boca
al piso
para advertir
que estábamos apenas
ensamblados,
atados con alambre
los labios
-descosidos-,
huérfanos de cuerpo
en común,
desmembrados
rotos
desarticulados.
 
Faltó que un viento enano
pasara por nuestro nombre
para dejarnos sin techo
el amor.
 
*De María Laura.
 
 
 
 
 
 
 
A Clara...*
 
 
Clara dibuja el aire con su voz,
caracoles y peces
sonido de mar y montaña,
aroma a retamas.
Clara moldea en sus manos
las mañanas y las tardes
con ellas hace barcos
con tesoros escondidos y algún náufrago.
Clara baila el ritmo de las noches de frío
y las transforma en fogatita.
Clara pregunta y re pregunta a la vida
todos los porqué
y guarda cada guiño
para regresarlo iluminado.
Clara a veces pienso
que sos
grande
como la luna
 
*De Paz Bongiovanni. pazbongio@hotmail.com
 
 
 
*
 
 
desde estos edificios, la noche es el reflejo de sus bordes,
apenas una luz ,
una pregunta tenue en las ventanas
en cambio desde el mar
la sal es una fiesta,
un sueño de la arena.
una reunión de viento surgido de las sombras
(hay peces
que pierden los contornos
danzando con la luna)
 
 
 
*De Alejandra Alma.
https://www.facebook.com/alejalma
http://alejandraalmapoesias.blogspot.com.ar/
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Mujeres que escriben*
 
 
 
Quiero hacer un pequeño homenaje  a las  mujeres que han sacado tiempo del sueño para intentar un poema o las cartas que atravesaron el mar con sonrisas y secretos. Las que ingresaron con un tropel de sueños  a los estudios, a la política,  a la vida misma... Escribieron cuadernos de clase, volantes, recetas de cocina, artículos en  revistas estudiantiles, barriales y  graffitis. Hay mujeres que en tiempos terribles perdieron hasta el cuerpo (desaparecido) para dejar inscripta una palabra de lucha.
No me refiero solamente  a escritoras, las mujeres que escriben son un infinito universo buscando sus voces  y sus brillos a través del tiempo.
 
 
*De Cristina Villanueva. cristinavillanueva.villanueva@gmail.com
 
 
 
 
***
 
 
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