*Dibujo de Erika Kuhn.
http://obraerikakuhn.blogspot.com.ar/
MIEDO*
“Hay un pájaro
azul en mi corazón que quiere salir pero soy duro con él, le digo quédate ahí
dentro, no voy a permitir que nadie te vea..."
CHARLES
BUKOWSKI
Ya lo siento
llegar.
En un rumor de
pasos que adelgazan la noche.
El viento ha
silbado tres veces. Ha llorado tres veces.
Tres veces lo
ha negado.
Pero él avanza
con su falo y su dedo, erectos.
Se acomoda en
mi cama.
Me cubre con su
cuerpo pesado.
Su aliento me
apuñala la espalda.
Me huele, me
habla, casi secretamente.
Se hunde en mí.
Me muerde.
Es una enorme
boca que devora la casa de mi infancia.
Los ladrillos
de luna. Los racimos.
Engulle sin
piedad la patria de mis ruidos impúberes.
El viento en
las ventanas. Las voces sacrosantas.
El tintineo de
las amapolas en la lluvia.
Y no hay
barcos, ni albergues, ni barriletes nuevos.
Y las palomas
migran, y los cielos y los dioses.
Solo quedan los
miopes y las cucarachas.
Los paralíticos
y una que otra langosta.
Y cuando
bendigo la impalpable luz de la locura.
Un mendigo me
acaricia los ojos y la boca.
Y lo beso, y lo
tomo y lo albergo.
Trae un pájaro
azul en su mirada
Me besa las
yemas de los dedos.
Y me dice con
su voz de cristal amargo.
Déjalo que
salga... y anda.
UNA ENORME BOCA QUE DEVORA LA
CASA DE MI INFANCIA…
NÁUFRAGA*
*De Pamela S. Terlizzi Prina.
pameprina@hotmail.com
Un sonido. Un sonido lejano que
se acerca. Lejano, intermitente y áspero, se aproxima veloz. No tiene
identidad, ni dimensión, ni procedencia. Es un graznido. Y con la revelación,
el gusto dulce del agua, que no quita la sed, pero ahoga. Volvió a quedarse
dormida. Abre los ojos junto a la convulsión de los brazos, que abandonan el
vuelo calmo sobre la superficie del agua, y se sumergen en un movimiento
involuntario, como buscando asirse a cualquier cosa. Los ojos tan abiertos como
permite la anatomía le muestran el pájaro, que sigue graznando como si quisiera
mantenerla despierta. Ya no cuenta de a sesenta para tener noción del tiempo
que lleva en el agua. Los retazos del bote se han alejado tanto que el verde le
asalta todos los horizontes. También ha dejado de gritar. Ahora sólo llora con
espasmos, de a ratos, cuando tiene accesos de conciencia, cuando sabe con
certeza que va a morir. Entre llanto y llanto, la quietud es violenta. La nada es
irrefutable.
El chaleco la sume en una
posición errática; tiene los brazos suspendidos hasta los codos, la cabeza
deprimida entre los hombros. El resto del cuerpo, ofrendado a esas fauces que
parecen de alquitrán, poco a poco se adormece en el frío, se hace imperceptible
y liviano y ajeno.
A la orilla, quizás, llegue un
hombre a nado rogando ayuda con un hilo de voz. Pero aquí, ella permanece presa
de los círculos que se propagan en el rostro del agua, de la oración
desesperada. Por momentos, cree sentir los dedos de los pies, cree moverlos, se
concentra en ellos con la voluntad frágil, hasta que un pez se roba todos los
sonidos, todos los hechos posibles en ese aturdimiento líquido. Salta desde la
espesura con una simpleza indignante, con una libertad que la devuelve a un
llanto de niño, con mocos y todo.
Siente el frío devorársela desde
abajo. Quizás hay un instante en que cree sentir las rodillas. Parecen dientes.
Una cosquilla estúpida, como eléctrica. Después otra vez, nada. Allí, sola,
agua, nada.
En la orilla, quizás, el hombre
consiga un bote, desande el río en su auxilio. Pero aquí, ella se aliviana con
el correr del tiempo. Ya olvidó sus piernas, la vigilia es una lucha. El pájaro
que la mantenía despierta ha volado, dejando un ruido de plumas. Desde su
silencio la llora como un abandono más. Otro, además del de su cuerpo. Ahora
las cosquillas le arañan los glúteos, como hormigas laboriosas, o peor, como
una picana húmeda; le provocan un temblor odioso, que le hace apretar los
dientes.
El sol se cae de un tumbo, y
quizás, el hombre venga en camino cortando el río sin pausa. Pero acá, ella
siente trece agujas en las manos. Siente una palidez que le baja desde el
cielo. Con un esfuerzo, con un suspiro, mueve los dedos para espantar los
peces. Encoje los brazos para tomarse el vientre que ha desaparecido. Si
estuviera fuera del agua, su cuerpo no sería más que un cúmulo de viento. Aquí,
es agua y peces, y un sueño que le gana, y un gusto a sangre que sube desde los
dientes y las aletas. Aquí, llora por última vez tocándose el estómago, que es
patinoso y de escamas, y le tiembla bajo las palmas, y nada en todas las
direcciones, y come.
Aquí, llora por última vez
escuchando el motor de un bote en el que, quizás, venga un hombre a rescatarla.
Llora haciéndose peces y agua, y rendida al sueño. Y el motor se detiene a su
lado y una mano la toma de los cabellos, y levanta una cabeza, unos brazos
muertos, un chaleco, y un montón de peces vivísimos, desesperados, que sólo
sueltan la carne cuando empiezan a ahogarse fuera del agua.
-De “Doce Dientes”,
Editorial Textos Intrusos, 2013
Reseña sobre
Doce Dientes, de Pamela S. Terlizzi Prina.*
"Claustrofóbicos,
hipnóticos, viscerales, de una densidad poco habitual, con una narración
cortante pero sutil al mismo tiempo, tajante y evanescente, los cuentos de
Pamela Terlizzi Prina no hacen del lector casual testigo de una situación
vivida por terceros. Pamela nos zambulle en el texto sin dilación ni anestesia
para que formemos parte del caótico mundo de sus personajes, torturados,
sensibles, extremadamente humanos (sin confundir humanidad con esperanza, sino
hundiéndose en el barro de la crudeza y el dolor).
No es casual
que el primer cuento del libro sea “Náufraga”. Anticipa en sus dentelladas el
tono de lo que vendrá, más allá del clima opresivo y atrapante de su historia;
un estilo narrativo que captura, que deshace, que sacude y quita el aliento, en
poderosas dosis que carecen de cautela.
El límite entre
realidad y fantasía (o quizá, pesadilla delirante) es difuso; derriba cualquier
parámetro y produce la emergencia de lo siniestro (aquello que resulta aún más
perturbador, por ser parte de lo familiar y conocido). Allí están “Verde vivo”,
magnífica dispersión dentro del alucinado mundo de la cotidianeidad de una
madre oprimida por la rutina; o la expiación de la culpa y el morboso duelo que
genera “Alacena”; o la piedad paternal (ajena a todo paternalismo, pero de
cuidado ante el desamparo en los márgenes sociales) de “Una selva”; o el rito
iniciático de la sexualidad en la pubertad, en “A pelo”; o la llana
discriminación de una crueldad ilimitada, de fantasías cruzadas por ambos lados
que se tornan casi incestuosas, en “Los planes” (a mi parecer, uno de los
mejores “dientes”).
De la narrativa
de Pamela, los lectores ávidos de experiencias voraces queremos siempre más.
Que los dientes sean cada vez más numerosos. Que las pirañas arrasen con
nuestra integridad, deshaciendo moldes literarios. Que nos impulse a leerla una
y otra vez, seduciéndonos con esa misteriosa e invaluable mezcla de poesía y de
horror. Que siga publicando y deleitándonos con sus pesadillas, que con el
correr de las páginas terminarán siendo palpitantemente nuestras."
-Alberto Di
Matteo es psicólogo en el Centro de Referencia de Quilmes para la
Secretaría de Niñez y Adolescencia y Director del Área de Salud en la Cruz Roja
Argentina. También es escritor y activo colaborador del colectivo cultural
INVENTIVA SOCIAL, dirigido por Eduardo Francisco Coiro.
III *
La piedra que
mató al pájaro
pintó de gris
el rumbo al
optimismo.
Ya no amaneció
por muchos días.
Tuvimos miedo
de que la noche fuera
a procrearse en
nuestra morada.
Traté de
recobrar la sonrisa
dejada hecha
flor
sobre la tumba
nido.
Traté de
alentar el vuelo de la paloma
que pudimos
salvar
del cataclismo
y nos dimos
cuenta que la muerte
es nacer otra
vez.
Sin techo*
Faltó que se
cayera la boca
al piso
para advertir
que estábamos
apenas
ensamblados,
atados con
alambre
los labios
-descosidos-,
huérfanos de
cuerpo
en común,
desmembrados
rotos
desarticulados.
Faltó que un
viento enano
pasara por
nuestro nombre
para dejarnos
sin techo
el amor.
*De María Laura.
A Clara...*
Clara dibuja el
aire con su voz,
caracoles y
peces
sonido de mar y
montaña,
aroma a
retamas.
Clara moldea en
sus manos
las mañanas y
las tardes
con ellas hace
barcos
con tesoros
escondidos y algún náufrago.
Clara baila el
ritmo de las noches de frío
y las transforma
en fogatita.
Clara pregunta
y re pregunta a la vida
todos los
porqué
y guarda cada
guiño
para regresarlo
iluminado.
Clara a veces
pienso
que sos
grande
como la luna
*De Paz Bongiovanni.
pazbongio@hotmail.com
*
desde estos
edificios, la noche es el reflejo de sus bordes,
apenas una luz
,
una pregunta
tenue en las ventanas
en cambio desde
el mar
la sal es una
fiesta,
un sueño de la
arena.
una reunión de
viento surgido de las sombras
(hay peces
que pierden los
contornos
danzando con la
luna)
*De Alejandra
Alma.
https://www.facebook.com/alejalma
http://alejandraalmapoesias.blogspot.com.ar/
Mujeres que
escriben*
Quiero hacer un
pequeño homenaje a las mujeres que han sacado tiempo del sueño para
intentar un poema o las cartas que atravesaron el mar con sonrisas y secretos.
Las que ingresaron con un tropel de sueños a los estudios, a la
política, a la vida misma... Escribieron cuadernos de clase, volantes,
recetas de cocina, artículos en revistas estudiantiles, barriales y
graffitis. Hay mujeres que en tiempos terribles perdieron hasta el cuerpo
(desaparecido) para dejar inscripta una palabra de lucha.
No me refiero
solamente a escritoras, las mujeres que escriben son un infinito universo
buscando sus voces y sus brillos a través del tiempo.
***
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