*Dibujo de Erika Kuhn.
Leyes pilares en
la propiedad privada*
Un conejo
puede saltar,
comer lechuga,
plantearse
problemas
que se
resuelven
dentro de
aritméticas
no acumulativas
y puede hacer
todas las cosas
que hacen los
conejos
gracias a la
propiedad de conejez
presente en
todos ellos.
Del mismo modo,
la mosquitez
permite a estos
dípteros
hacer todas y
cada una de las cosas
que hacen los
mosquitos,
como arrullar
tiernamente
el nacer de las
olas...
El problema
es la
humanidad.
La atunez
hace que el
oficio más bello
del canto de
los sueños sordos
sea el de los
atunes,
y les ayuda a
entrar
perfectamente
dentro de las
latas con verduras.
La propiedad de
zanahoriez,
como todos lo
saben,
hace lo propio
con aquellas
hortalizas,
aunque el
observador acucioso
conocerá ya de
sobra,
todo lo que las
zanahorias realizan.
Ahora que el
problema que se tiene,
es con la
humanidad.
La tlacuachez
ha permitido
aquellos
complejos tratados filosóficos
que los
tlacuaches escriben
en las raíces
del viento,
que escupe
frutos agridulces
para alimentar
a las lombrices,
quienes,
dicho sea de
paso,
poseen esa rara
propiedad de lombricez,
que tanto
escasea hoy día.
Pero aún
tenemos este problema
que enuncia una
discontinuidad
sobre una
superficie
homeomorfa al
plano euclidiano:
el problema de
la humanidad...
Quizás tan sólo
le falten más diéresis,
o le sobren
vocales,
o quizá sea
necesario
que termine en
“z”.
Tal vez,
y sólo tal vez,
la humanidad se
equivocó de animal,
de planta
o de tiempo.
*De hugo
ivan cruz-rosas. quetzal.hi@gmail.com
EL PROBLEMA ES LA HUMANIDAD…
ESTACIÓN DE LOS
VIENTOS DE AGOSTO*
Estación de las
búsquedas
Va y viene la
mujer. Busca.
El perro
intenta mover su cola.
Su mitad, ha
perdido su pérdida.
Sale de la
noche y a la noche llega.
Estación del
perdón
Los ojos vacíos
de no ver.
Los pies entran
en la boca del lobo.
Su piel tiene
la textura del perdón.
El lobo,
levemente la deposita en la leve hierba.
Estación de la
tibieza.
Algo toca, roza
los dedos del pié.
Nace en la
planta y se arraiga. Sube por el empeine.
La tibia
soporta el peso del cuerpo. El venir y el devenir
Se acurruca en
la tibieza de la pantorrilla.
Estación de los
vientos de agosto
El hombre y la
mujer encienden un círculo de fuego.
Tiemblas los
dos. Soplan.
Los vientos de
agosto los empujan.
Algo, que puede
ser una luz, un jazmín de aire.
Intensamente
perfuman la pausa del deseo.
*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@yahoo.com.ar
-De la Serie
Tiempo de las Estaciones.
*
El espacio se
cruza de agua y de sonidos, y el sabor de lo perdido que vuelve. La
lluvia abrillanta el olor de las flores. Hay un sueño a punto de
aparecer y un antiguo color. El fuego irradia hasta invitar a lo
íntimo. Besos errantes, el tiempo y una casa en el mar con
chimenea. El fuego inventa imágenes. Sol que se retira, pero antes de
hacerlo, despliega una revolución en el cielo. La violencia de la belleza.
El crepúsculo, es la última batalla ardiente, chorros rojos. La firma de un
dios que no se rinde en la hoja celeste o será diosa con sus colores
cambiantes. Una diosa todavía inocente con los bolsillos que se abren y
desparraman sus hogueras brillantes. Una diosa si, dios es perfecto, y se
murió por nosotros me dijeron, pero una diosa vive y saltan sus chispas
vitales a chorros imperfectos.
*De Cristina
Villanueva. libera@arnet.com.ar
*
Contra el
Alzheimer general de un pensamiento manipulado, contra la todopoderosa y ubicua
eficacia, se dirige todo lo poético.
Por suerte los
imbéciles que nos dirigen desde todos los tiempos no se han dado cuenta.
*De Liliana
Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com
Plaza
Almafuerte- Berisso (1943-2015)*
*Por Sandra
Caschera.
Me gustaba ir a
la plaza Almafuerte. Siempre trepaba las escaleras de la estatua. Raspaba mis
rodillas pero pagaba el precio. En vano me ponían medias largas o botitas. El
desafío eran las alturas. Al caer o tropezar, el suelo de conchillas no te
perdonaba. En casa la plata se iba como el agua por la canaleta. Me daban gustos
de algodones de azúcar, pirulines, y el helado de vainilla con el chocolate
abajo. Oscar era amigo de mi abuelo. Le hacía favores. Oscar me llevaba a la
plaza cuando salíamos con mi mamá. Yo recibía visitas que un juez (así me
explicaron) decidía. No me gustaban. No pasaron de dos o tres y la casa olía a
queso. Se cortaron...
La primera
bicicleta me la regaló mi abuelo y tenía rueditas. Yo podía andar sin miedo por
los caminitos de la plaza y las conchillas no me lastimaban. Un día Oscar nos
llevó a todos a otra plaza porque tenía auto. Yo lloraba porque era muy lejos y
no llegábamos más. Había una estatua de una virgen o santa y mis abuelos
pasaron largo rato frente a ella. Mi mamá trataba que yo no me aleje mucho de
ellos. Hablaba con Oscar pero no la veía contenta. Yo lo único que quería era
llegar a casa para andar en la bici nueva. Aunque las veredas estaban rotas no
me importaba. Le había colgado unas cintas de colores. El timbre era grande
como una mandarina de plata y sonaba más fuerte que el de Paula. Tenía canasto,
inflador y una cajita con llaves detrás del asiento. Era una Legnano dorada.
Paula me la envidiaba por flamante. La de ella tenía raspones en la pintura. Yo
estaba contenta de que le de bronca. Era mala conmigo, a veces. Su papá le iba
a comprar una nueva, el último modelo y se iban de vacaciones a la playa. Voy
andar en la bici por la arena, me dijo. Ojalá te caigas pensé. Siempre me
ganaba con algo y nunca le terminaban de gustar mis cosas. Con toda la bronca
la tiré de la bici cuando me dijo: porqué tu papá no hace lo mismo?..
*
Julián se lava
las manos.
ahí en el
arroyo.
él no sabe de
dónde viene
ni hacia dónde
va.
le alcanza con
saber que esas aguas
le sacan la
tierra de las manos
se las mira
el sol de la
primera mañana lo toca
como si fuera
el brazo de su padre.
Julián se lava
la cara en el arroyo
junta ramas
caídas en sus bordes
arma un fuego
cotidiano
arriba apoya
una pava maltrecha
se sienta sobre
la Tierra
sobre el
planeta Tierra
deja caer sus
nalgas,
respira, toma
el mate, mira la galaxia
y no puede
creer
que todo eso
sea suyo/
*De León
Peredo. gustavojlperedo@yahoo.com.ar
Continuidad de
los parques*
*Julio
Cortázar
Había empezado
a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a
abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por
la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una
carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías,
volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de
los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo
hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su
mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer
los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las
imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida.
Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo
rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el
terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la
mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los
robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes,
dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y
movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero
entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el
chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos,
pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de
una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos.
El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un
diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se
sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que
enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban
abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había
sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada
instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado
se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a
anochecer.
Sin mirarse ya,
atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la
cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta
él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez,
parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva
del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y
no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres
peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban
las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una
escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación,
nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la
luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la
cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.
PEQUEÑAS
EPIFANÍAS*
Me miraste.
Sigues sin
verme.
¿Seré acaso un
proyecto inacabado?
*De Miryam
Colombotto de Seia. miryamseia@cablenet.com.ar
*
¿Y si llamar
a las cosas
por su nombre
fuera
expulsarlas
de sus otros
vastos
significados?
¿por qué pájaro
es sólo pájaro
y no es vuelo,
pluma,
levedad
que quiero
para mí?
¿por qué
ventana
es ventana
y no es
ansiedad
de ser paisaje,
júbilo que
escapa
del geométrico
entorno
que la oprime?
¿Y si el amor
fuera
más
que la suave
melancolía
que me abraza
cada noche?
*De MARIANA
FINOCHIETTO. mares.finochietto@gmail.com
Marx, el laburo
y los psicoanalistas*
*Por Héctor
Cepol. hectorcepol@gmail.com
Primero fue el
silencio de la sección a la que escribimos del diario y luego que los tiempos
electorales no nos abrieron espacio en el Correo de Lectores. Es una pena,
siempre es bueno reflexionar sobre asuntos tal vez menos urgentes pero no menos
candentes. Así que, bueno, nos damos una vuelta por acá…
No soy
psicoanalista pero asistí con interés al debate de estas últimas semanas en la
sección Psicología de Rosario12 sobre la dimensión humana del trabajo. Leímos
que para uno de los analistas el hombre solo es hombre cuando no trabaja (sic),
para otro el trabajo crea al hombre y para un tercero este crea el trabajo. Y
para los tres que Marx habló del trabajo y sostuvo las tres visiones. Curioso.
Bien ¿hay lugar
para un cuarto Marx? En mi opinión, al margen del juicio que se tenga sobre el
marxismo y sus seguidores, la ontología que traza Marx del laburo es
simplemente inobjetable. ¿Qué (me) dijo? (Aunque por suerte leo que también se
los dijo a otros).
Que laburar,
laburamos todos los seres vivos; que en todo caso la diferencia entre animal y
hombre es que el primero despliega tareas predeterminadas y el otro es creativo
(sobredeterminadamente creativo), y que si la explotación aliena al hombre no
es tanto ni solo por el salario o las condiciones de trabajo como por forzarlo
a una cierta tarea. En otras palabras: que el laburo desnaturaliza aun
bajo un buen sueldo si no desplegamos en él una vocación.
De ahí lo
grosero de empujar, sugerir o dejar que los hijos busquen por inercia carreras
rentables en lugar de alentarlos, permitirles o ayudarlos a descubrir sus
verdaderas inclinaciones, de transmitirles confianza en cuanto a que aquello
que hagan con pasión no va a negarles el pan y les proporcionará, en cambio,
otra clase de confort.
Cuestión
aparte, y más que interesante aunque no para ahora es si el violinista
decentemente retribuido de la sinfónica y el CEO son disímiles o ambos son
tipos realizados. O si uno es un goce auténtico y el otro alienado por la
internalización del poder y la dominación. Pero hay poco espacio.
Lo pertinente
es que, junto a la brecha social, esto y no otra cosa es lo primordial de la
explotación para Marx, no porque lo esencial no sea la plusvalía sino porque
esos son sus ingredientes y sus efectos (y sin que resulte contradictorio que
sea ambas cosas a la vez, porque el laburo queda subsumido en el capital, ergo,
en el “afán de enriquecimiento”, bah, en la pulsión de apoderamiento…).
En otras
palabras, desde el riguroso ángulo del lego, no de la ciencia, digamos que
quien se quemó las pestañas en el Museo Británico tomografiando la codicia,
implícitamente nos dice que el trabajo crea al hombre y el hombre crea al
trabajo. Dos aspectos complementarios que liquidan cualquier paradoja. Al menos
si el trabajo (a gusto) dignifica y si todos nos realizamos en trabajos
distintos. Pero, sobre todo, si ambos, trabajo y hombre, hombre y trabajo no
nacen tal para cual sino que se van construyendo (o intentan y podrían hacerlo
mucho mejor en un sistema más justo).
Freud y Lacan
quizá no nos bajarían el pulgar. En cierto sentido, ellos tampoco fueron más
que sus laburos, y sus laburos qué duda cabe que fueron ellos.
*Los artículos
en cuestión:
INVENTREN
(De la Estación
Dudignac – Ferrocarril Midland)
EL VIEJO TREN*
Saludo a Count
Basie
y Carl Sandburg
Por estas
mismas vías
pasaba el viejo
tren.
Desde las
brumosas factorías
los obreros lo
saludaban
como a una
aparición de lo lejano
con los sueños
y los ojos.
Por estas
mismas vías,
atravesando
barriadas
somnolientas y
alambradas,
pasaba el viejo
tren
echando densas
bocanadas
contra el cielo
como un duende
que va rasgando
el silencio
con un eco dolido
de trombón y
clarinete.
Por estas
mismas vías,
poco antes del
amanecer,
pasó como una
estrella
repentina,
pañuelo de gasa
al cuello,
ancho sombrero
y barbilla
siempre levantada,
la bella Chick
Lorimer,
con una pequeña
maleta,
un perfume, un
libro,
y como una
exhalación
de lo
innombrable.
Por estas
mismas vías
pasaba el viejo
tren.
*De Eduardo
Dalter. eduardodalter@yahoo.com.ar
Brooklyn, N.Y.;
junio de 1998.
***
Próxima estación para escribir por Ferrocarril Midland:
GONZÁLEZ RISOS.
PARADA KM 79. ENRIQUE FYNN. PLOMER.
KM. 55. ELÍAS ROMERO. KM. 38.
MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD. MERLO GÓMEZ. RAFAEL CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA. JUSTO VILLEGAS. JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE. ALDO BONZI.
KM 12. LA SALADA. INGENIERO BUDGE.
VILLA FIORITO. VILLA CARAZA. VILLA DIAMANTE.
PUENTE ALSINA. INTERCAMBIO MIDLAND.
***
Próxima estación para escribir por Ferrocarril Provincial:
JOSE RAMÓN SOJO.
ÁLVAREZ DE TOLEDO. POLVAREDAS.
JUAN ATUCHA. JUAN TRONCONI. CARLOS
BEGUERIE.
FUNKE. LOS EUCALIPTOS.
FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE. GOBERNADOR
UDAONDO. LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN
RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO. ESTACIÓN DOYHENARD.
ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
D. SÁEZ. J. R. MORENO.
EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS. INGENIERO
VILLANUEVA.
ARANA. GOBERNADOR GARCIA. LA PLATA.
InventivaSocial
Plaza virtual de escritura
Para compartir escritos escribir a: inventivasocial@yahoo.com.ar
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