sábado, octubre 10, 2015

DE LOS SUEÑOS DEL HADA AZUL...










Hoy desperté en un día especial*



Mi pie izquierdo giró derecho

Recibí un ramo de rosas amarillas

reí  de mis defectos

Leonardo Di Caprio me dio un

beso de película

No leí las noticias de los diarios

Las plumas de mi sonrisa desplegaron

golondrinas de coral

Me duché con agua bendita

El olfato animal me llevó

por la tibieza de su intuición

nadé en un mar de  nubes

No repasé en  el qué  dirán de mí

Ni  cuanta plata tenía en los bolsillos

camine por la playa sin un sostén prensado

Ni tuve en cuenta al reloj










DE LOS SUEÑOS DEL HADA AZUL…

-Textos de Nora Azul del Rosario Akimenco.






Cuando me duerma esta noche

Tu rostro viajará sobre mis párpados…






*


El les creó una luna artificial en el ventanal

Coleccionó rosas de un florero dormidas

Dibujó  un sol de girasoles en la pared

Les cantó una serenata debajo de la persiana

Con una guitarra de juguete

Se puso alas de papel crepe y alambre

Se vistió de súper héroe

Hacía morisquetas para que rieran

A él lo llamaban Papá.-







*


Quisiera ser la rubia tonta

No tener que irritarme

Por llegar a fin de mes

Ni pensar cada día

En el almuerzo y la cena.

En la educación de mi hijo

Ni los autorreproches

Ni sentir la soledad

Y el oscurecimiento

Frente a las decisiones

De trabajo tantas veces

Teñido del sufrimiento

Enajenado de la pobreza

Y  la preocupación de

Expresar la palabra adecuada

Sin dañar a los más necesitados.


Pero, ¿y si no puedo?






Muñeca de trapo


Esa joven era una estampita de pergamino. Retorcida en fragmentos.
Su piel eran racimos de uvas. Sus ojos vidriosos despintados por el miedo.
Sus manos no tenían delineados dedos y sus piernas eran frágiles., como el cartón humedecido.
Cualquiera articulaba su imagen y la convertía en una diosa, una santa o en un ser descartable.
No era una marioneta, pero parecía.
Era una mujer rota, pentagramas y conciertos no alcanzaron a enderezarla.






¿Quién?



Quién escribiría  versos amables

De manzanas verdes, doradas

Las pieles de ellas extienden

Pasiones y sueños desencontrados

El almendro  con sus frutos deja

Efusivas  gotas de cobre grabadas

Quise robar el fruto con alma desesperada

Pero  disolvió  frágil el color que emanaba

La guadaña  quebró mi cielo

La espada  fulminante cautivaba

La esperanza tronando en mis pechos

Y en el horizonte, tenue la mirada

Se fue haciendo turbia, triste

Al deshacerse en agua sudada


Fui diosa y relámpago

De manojos aromáticos de albahaca

Tomé sus hojas humedecidas

Encontré mi mirada mojada


Solo el fruto astuto sepa

Del presente y el pasado plantado

En tierras de tentaciones

Donde mi alma habita callada.-






No me nombres



Solo siénteme

No derroches mi nombre para otros

Que  consiguen llevar algo de mí

Así  volarían mis velos de nostalgia

Abrigarían  mis alegrías

Y no se quien podría amarrarlas

No quiero que descubran mi pasión

Que es poema inmerso en la mar

Acaríciame con dulces ofrendas de vocablos

Infinitos y desmesurados, sin tiempo

Deja el reloj fijo en el instante

En la quietud de esta tarde de  reencuentro

No importa tu figura ni tampoco la mía

Ni los años que han pasado

Tu llamado de tan lejos

Me ha acercado a lo más profundo de mi universo

Colmando de ansiedad y de amor que creí perdido


No me nombres, no es necesario







*


Te pienso


En esta noche tan intima

Las luces del reloj

Titilan en un ritmo más lento


Recorro tu cuerpo

Con esmero

Tratando de retener

Cada detalle de tu piel

Palpo cada cuota de besos

Que nos brindamos

En algunas madrugadas

Afuera no hace frío

Están las estrellas pendientes

De nuestros abrazos

La hora de dormir

No llega a inquietarme

Hay demasiado recorrido

Por inventar todavía.








El beso



Me faltó un beso

Esta mañana

Descansaba desnuda

Y entre sueños oía

Cómo el ruiseñor

Tarareaba

Su suave dueño

En puntitas de pié

Al solcito orientaba

Me faltaron tres y cien besos

Esta mañana.

Cuando te encuentre

En secreto

Te robaré las plumitas

Del ruiseñor de tus labios.-









El aire perturbado


El aire yacía incómodo, perturbado.  Estaba viviendo una situación en la que no quería estar, pretendía pasar desapercibido.

El tío, cansado de un trámite que lo dejaba en otro estado civil, se sintió cómodo con la ayuda de unos mates, cebados por su sobrino, un ardiente editor y escritor que en un universo paralelo, había soltado su melancolía abriendo las puertas a un sonido de letras lejano, pero muy cercano. También, pero sin papeles burocráticos de por medio, recogía  el silencioso aroma del amor. Alunizando, leyó unas líneas que le enviaron de una  plataforma especial: "la vida me dio un mensaje de libertad al encontrarte"  una frase ondulada... Fue enviada en el momento oportuno.

De improviso un volcán en erupción comenzó a girar en ese aire perturbador, modelando su fisonomía. De ser tenso y monotemático,  la ventilación separó  la ternura aislada en un compartimiento íntimo, ennegrecida por el aburrimiento. Cambió su textura rígida y domesticada por los años, inquilinos del encierro.

Esa frase: “la vida me dio un mensaje de libertad al encontrarte” renovó la vertiente que sentía perdida y penada por los compromisos.

El deseo, el alivio, la frescura bordaron en esa tarde lluviosa un territorio invadido hasta entonces por el hastío.

El editor se frotó los ojos con imprecisión, en un gesto de sorpresa. Limpió sus anteojos anticuados de los restos del polvo de lo rutinario,

Su aliento se agitó, los poros de su piel francos a la aventura de creer  se rebelaron incandescentes.

En esa tarde, la  lluvia brindó  cautivada…








*



Entre sales del Himalaya, luces tenues naranjas, los cuerpos salados y calurosos. Tímidamente él y ella se iban palpando,  pues el recorrido era lo primero.
No había experiencia del tacto. La piel ondulaba en compresión y extensión. Generando ansiedad. Reservas de  sensaciones y sabores exóticos y ambivalentes, entre el no saber por donde comenzar primero, pues la comunión estaba idealizada. Temblorosas las sabanas gemían, entrelazadas con ternura en demasía. Recorriendo recovecos, rincones desiertos hasta el momento, con una paz inimaginable.

Los labios sedientos en la búsqueda de un beso, las ingles abiertas por la pasión. El corazón unido a otro corazón, galopaba rítmico y en una melodía amorosa.
Las manos temblaban ante el otro habitado. El argumento se fue desarrollando en pausas y en silencio.
Cada frase en pentagramas de su espalda leía el hombre en voz baja. No sabía ella de ese lenguaje musical.

Sutileza de caballero respetuoso de los tiempos más lentos de la mujer. Hicieron del primer episodio una rapsodia de luna. Siguieron más atardeceres y buenas noches. Y como final en una burbuja de auras coloreadas por más de los siete colores del arco iris, la satisfacción de un abrazo, de caricias, llamas de suspiros de regocijo el principio y el final  se fusionaron en alma.

Sublime el cálido recuerdo de una noche o miles de noches donde las estrellas viajaron en tranvías en coches en brindis y teclados bien condimentados.-







*



¿Querés hacer el amor?

-si quiero

-hagamos el amor

¿Pero el amor se hace o se siente?

Entonces, seamos el amor.-






***


-Nora Azul del Rosario Akimenco.  Vive en la ciudad de La Plata.
Es Licenciada y profesora en Psicología. Directora de Psicodrama Terapéutico y Pedagógico.-
Instructora de Hatha  Yoga. Autora del Libro "¿Cuando me vas a conseguir un papá y una mamá?" Editorial Universitaria de La Plata.
Participante  en " Palabras al viento" Antología y narrativa de Escritores de La Plata  y de "50 años de buena letra" Antología 2005, sociedad argentina de escritores/ La Plata. 2005. Colabora con sus textos  en Inventiva Social desde comienzos de la comunidad literaria.





INVENTREN
http://inventren.blogspot.com/




(De la Estación Ingeniero De Madrid, compartida por Ferrocarriles Midland y Provincial)


De paso*



Lo pensó así en el momento exacto en que se apeaba del tren: "nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto". Intuía o recordaba que era el título de una canción, una película, un libro... Algo que le venía de remotas regiones de su mente, palabras difuminadas por la resaca del tiempo que ahora, sin motivo aparente, habían salido a la superficie para volver a sumergirse en el olvido minutos u horas más tarde. El hombre ya no era joven. Tenía esa edad indefinida de quienes han vivido en muchos sitios o -pensémoslo despacio- en ninguno. Por eso una frase aparecida de repente en su cabeza podría venir de cualquier parte: La edad mezcla palabras y recuerdos, invenciones y vivencias. Todo es una misma argamasa que se amontona, informe, en los anaqueles de la memoria.

Pero ¿a qué venía esa frase justamente ahora? El traje raído, las arrugas delatoras, el exiguo maletín ¿pueden ser, acaso, la respuesta? El hombre miró al frente. Un cartelito despintado anunciaba el nombre de la estación: "Ingeniero de Madrid". Le resultó chocante, porque él había nacido allí, muy cerca de Madrid; en España, esa España ahora tan lejana como las brumas de un entresueño, que se van desvaneciendo poco a poco cuando despertamos y de las que, al final, apenas queda un vago rescoldo, una cicatriz inexistente.

Tal vez fue ese detalle -pero esto lo pensó ahora, mientras contemplaba el letrero-, el nombre de la estación, lo que le trajo a la mente la frase lapidaria. Porque ¿algún ser vivo recordaba todavía quién fue exactamente ese ingeniero? Cierto que en algún libro, en alguna enciclopedia cubierta de polvo, quizá se reflejase no sólo el nombre, sino incluso también el hecho por el cual este lugar que ahora pisaba había adoptado ese nombre, que -a pesar de todo- no dejó de resultarle sumamente curioso. Pero ¿puede una enciclopedia, por exacta y completa que sea, imitar o suplantar eso que llamamos recuerdo? ¿Son esos artículos, esas anotaciones, una forma de seguir existiendo en la memoria de las gentes futuras? Tal vez, pero, en cualquier caso, una forma distorsionada, infinitesimal. Las biografías las escribe gente viva sobre gente muerta (o gente muerta sobre gente muerta, que viene a ser lo mismo) y quienes las escriben no saben nada, absolutamente nada. A lo sumo, una mínima colección de hechos aparentemente importantes, pero que en realidad son irrelevantes o anodinos, puesto que no arrojan ninguna luz sobre la persona biografiada... La única biografía posible la va escribiendo uno mismo, con sus propios actos, y no queda registro en parte alguna...

Vio las vías perdiéndose en el horizonte. Las vías del tren sugieren la infinitud y el desencuentro (Acaso también la infinitud del desencuentro) pero en este caso concreto, además, ese desencuentro resultaba aún más dramático porque dos pares de vías se cruzaban en este punto para ir alejándose después hacia sus respectivos destinos, líneas infinitas que jamás volverían a encontrarse. Y este punto, el único lugar en que esas líneas se encuentran, es una estación erigida en medio de la nada, un punto perdido entre otros puntos igualmente perdidos o inimaginables.
Así sucede -pensó- tantas veces. Tal vez sólo exista un punto, un único punto en todo el inimaginable cosmos, donde sea posible el encuentro. ¡Qué dicha, el encuentro! Y qué tristeza ver alejarse de nuevo los trenes del destino, intuyendo.
Desencuentros... Si lo pensaba con frialdad y atención, fueron precisamente ellos quienes le habían traído hasta este lugar, quienes habían de llevarle adónde iba. Pero ¿dónde iba exactamente? No podía recordar el nombre (si es que tal cosa puede tener importancia en realidad), y no tenía el menor deseo de sacar del bolsillo el papel donde figuraba. Ya habría tiempo para eso cuando el nuevo tren se pusiera en marcha hacia el siguiente destino. La vida es una sucesión de trenes que, en apariencia, nos llevan de un lugar a otro. Sabía que una vez allí tenía que hablar con un tal Pereira o Pereyra, un portugués o brasileño que también -por circunstancias desconocidas y que, en el fondo, no importaban- había venido a dar con sus huesos en ese lugar alejado del mundo y de la historia. (Pero -atinó a pensar más o menos confusamente- ¿hay algún lugar que no esté alejado del mundo y de la historia? De ser así, el tiempo, juez definitivo, ya vendrá a corregir esa desigualdad momentánea, ese error inocuo). Tampoco recordaba, hecho anecdótico si lo miramos bien, cómo se llamaba el lugar del cual venía. De ese triángulo escaleno, sólo el curioso nombre de esta estación solitaria había echado raíces en su memoria. En la estación no había nadie más. De nuevo, estaba solo.

Los desencuentros, sí... Llegan a ser tantos que es imposible recordarlos todos. Y ¿para qué habríamos de recordarlos si sólo pueden producir dolor, desolación? Amigos que se fueron diluyendo en un pasado cada vez más difuso, amantes cuyos rostros apenas son una neblina inconsistente, familiares a quienes no había visto en dos décadas... Y le vino de nuevo esa frase:

"Hablar de nosotros después de muertos- musitó con una sonrisa amarga-. Si al menos alguien lo hiciese cuando aún estamos vivos, si es que en verdad lo estamos". Si alguien. Porque: ¿Quién le brindó una mano cuando su mundo se desmoronaba? ¿Quién le habló cuando precisaba una palabra? ¿Quién estuvo ahí en esas horas de amarga e interminable soledad, o en esas otras de inasumible derrota? ¿Quién, finalmente, vino a despedirle a la estación -esa otra, ahora disuelta entre las telarañas de un olvido consciente- veinte años atrás, cuando tuvo que partir para no regresar? Para no regresar.

¿Amistad? Palabra casi siempre exagerada para definir relaciones superficiales entre seres humanos. ¿Amor? Ya lo dijo Bécquer: es un rayo de luna. ¿Fidelidad? Palabra horrible y abstracta. Encierra una falacia.

Un día, no muy lejano, de esta estación sólo quedarán ruinas, algunas fotos viejas, tal vez uno que otro recuerdo impreciso como la sombra tenue de un sueño abandonado en las hondonadas del tiempo. De quienes en ella esperaron alguna vez, de quienes tomaron un tren o se apearon de otro, de quienes en ese mismo andén conversaron durante unos minutos, desconocidos atrapados durante un instante en un lugar que ninguno de ellos eligió, ¿Qué será exactamente lo que quede?

Un vacío tan grande como el que ahora veían sus ojos, allí en esa estación inconcebible, era la única respuesta a todas esas preguntas. El hombre suspiró, miró hacia el cielo gris. El cansancio ya conocido vino a posarse sobre sus hombros. Tuvo que sentarse. Tal vez se adormeció. Por eso, no podría decir si vio, o sólo los soñó, a los jinetes que venían cabalgando desde el Sur, lentos, callados, cabizbajos.

De los dos jinetes, el más joven se quedó un buen rato mirando al hombre que dormitaba, sentado en el destartalado banco de madera de la vieja estación.

Hizo un gesto vago de saludo, sin obtener respuesta. Luego miró a su acompañante y preguntó:

- ¿Qué estará haciendo ahí?

Después de un rato, el otro jinete, un viejo de pelo blanco y rostro endurecido por lluvias y sequías y noches durmiendo al raso, contestó sin apartar sus ojos del camino:

- Está esperando.

El joven le mira, incrédulo.

- ¿El tren? Pero entonces tal vez deberíamos decirle...

- Probablemente él sabe.

- Pero si supiera, entonces...

El viejo calla. Deja que la verdad se vaya abriendo paso en la mente del otro. Sólo cuando ya casi le han perdido de vista, cuando el hombre desconocido y la estación abandonada apenas son un recuerdo que se va desdibujando, vuelve a oírse su voz grave, sentenciosa.

- Hay gente que va en busca de su destino; y hay gente que espera. Y también hay gente que hace las dos cosas. Dónde, cuándo, por qué... sólo son detalles circunstanciales, insignificantes. Y ni siquiera podemos hablar de elección. Caminas durante años y un día, sin que se sepa el motivo, los pies se niegan y ya no hay alternativa. Ese hombre -su rostro lo gritaba- se cansó de caminar. Y ahora espera. Nada más.

Y sin mirar atrás, los dos jinetes siguen cabalgando, sin apuro, como si en realidad no fuesen a ningún lugar, como si la única realidad posible fuese el camino que se extiende bajo los cascos de sus caballos. El silencio se ha instaurado de nuevo entre ellos, y sobre la escena, ahora, apenas se oye el rumor de la brisa que recorre, casi con timidez, el inabarcable páramo, rozando al pasar, de forma leve, todo aquello que aun tiene consistencia y que algún día, pronto, sólo será una sombra, un apunte inconcreto en los ajados libros de los hombres.



*De Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com
http://sergioborao2011.blogspot.com/



***

Próxima estación para escribir por Ferrocarril Provincial:

 JOSE RAMÓN SOJO.

ÁLVAREZ DE TOLEDO.    POLVAREDAS.
JUAN ATUCHA.   JUAN TRONCONI.    CARLOS BEGUERIE.
FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.
 ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.   GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.   ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
 D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.  LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.
ARANA. GOBERNADOR GARCIA.  LA PLATA.


***

Próxima estación para escribir por Ferrocarril Midland:

PARADA KM 79

ENRIQUE FYNN.  PLOMER.  
KM. 55.   ELÍAS ROMERO.  KM. 38.
MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD.  MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS.  JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.
KM 12.  LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.
 VILLA FIORITO. VILLA CARAZA.  VILLA DIAMANTE.
 PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.



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