jueves, abril 27, 2017

SIN TUS MANOS DE CREAR PÁJAROS…



*Foto de Karina Giglio.






*


Un estruendo mortecino
atravesó la tarde
y el pájaro cayó
como una piedra.

Los asesinos merodeaban.

Con aplomo nos aproximamos
                                            testigos azorados
de su inocencia agonizante.
Sus ojos se escondieron tras sus párpados.
Hubo silencio
en esa mínima tragedia.

Horas después pasamos por allí
y había una flor junto al cadáver.



*De Damián Jerónimo Andreñuk  odesa86@hotmail.com



-Damián Jerónimo Andreñuk nació en City Bell en 1986 y reside en Villa Elisa, ambas localidades ubicadas en el partido de La Plata, Bs. As. Publicó tres libros: Omisiones (2010), Portales al vacío (2011) y Metástasis (2015). Obtuvo, asimismo, varias distinciones; entre ellas, el Primer Premio en el X Concurso Internacional de Poesía organizado por Ediciones Hespérides en 2012, que le valió la publicación de un cuadernillo: Formas concretas (2013). Y el Primer Premio en el V Concurso Internacional Literarte, que le valió la publicación de otro cuadernillo: Silencio de crisálidas (2015).








SIN TUS MANOS DE CREAR PÁJAROS…






FLORES DE VÉRTIGO*



Siempre quise ir a los cafés del “Greenwich Village”
a mirar a los viejos Beatniks emborracharse
como perros nórdicos.

A encontrarme con el espíritu de Kerouac,
Ginsberg, Corzo, y Burroughs.
Extasiados de marihuana y cervezas.

No fue hasta ayer, mientras llovía a cántaros
cuando logré descubrir de súbito la puerta:
Las bisagras oxidadas olían a soledad legible.
Pobres ornamentos de la nostalgia.
Renegridas y sangrantes
como la identidad, en los días de nulidad
que gotean, mientras legiones de fantasmas
emergen conquistando la noche. Solitarios
y barbudos, con un cigarro en una mano,
y en la otra, la miseria.

Viví ese momento a bajo perfil del Nirvana.
Sentí las alas de mi juventud entumecerse,
con la perfecta conformidad del vértigo
perdió el papel, su himen de color rosa,
como una geisha de inmensas piernas blancas,
y nalgas con la redondez de perlas.

Abandoné el café oliendo a “Flores de Kansas”,
como escribiera Ginsberg; borracho, andrajoso
y cansado de arrastrar el hedor de un cuerpo y un nombre
ineludibles, a la animosidad de la muerte
ya excomulgado del todo.


*De Daniel Montoly. danielmontoly@yahoo.es











LA VEDA*



La veda, esa suspensión temporaria para la caza rige para ciertas especies en un cierto tiempo. Cuando la especie se ha extinguido, la veda es definitiva.
Cuando se acabó un amor, cuando se pasó la posibilidad del retorno y expiró el último plazo, cuando no sonó ni el timbre de la puerta ni el teléfono, entonces, amigo mío, comienza la zona de exclusión.
Alguien pasa de ser "bichito" o "gordi" a llamarse Federico, por ejemplo. Y sucede así de golpe. De golpe, realmente.
¿Cómo se puede hablar, en qué lenguaje desconocido, a quien ya es otro así de golpe, así por súbita transposición de actitud, cambio de nombre, cierre de puerta?
Un beso que conoce el camino de los labios tiene que recomponer el rumbo a la mejilla, o quedar en gesto inconcluso. Y en vez de la sonrisa al evocar la imagen del otro, esa imagen se resuelve en nudo en la garganta, en un brillo en los ojos justo a punto de brotar como catarata, en una necesidad de cruzarse de piernas o cerrar las manos. Hacer algo.
Es tan reciente el dolor que una se olvida de que hay que sofrenar la ternura, que está prohibido desde ayer acampar en esa playa.
Es tan reciente el dolor que parece que no duele. Hay que darle tiempo para que aparezca el desamparo, para que el pájaro negro de Poe nos diga mil veces "nunca más, nunca más, nunca más". Para comprender que la veda es definitiva y cierto olor, cierto modo de mirar, cierta caricia se han ido con su dueño en ese "para siempre" que estruja y que hace daño.
La especie se ha extinguido, y, entonces, es en vano tomar arco y flecha. No la hallaremos.
Habrá que prender el calefactor, encender la televisión, pasar el invierno.


*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com













El Desenamorarse*



El desenamorarse
sucede
de un desenamorarse
lentamente,
como desgrana
el tiempo
en un reloj de arena.

Se va desovillando,
punto a punto
hilera por hilera
como quien va
destejiendo
una bufanda.

Como pelar cebolla.
Gota a gota
como agua de deshielo,
como cerrar la puerta
que nunca se abrirá.

Se disipa el amor,
se desapega,
los más ardientes besos
van perdiendo calor.

Hasta que una mañana
descubrimos
que uno no reconoce
en esos ojos
otros
que nos miraron antes.



*De Ana María Broglio. anamariabroglio@gmail.com
Villa Gesell













PAJARITOS*



El tío Lito empeño el reloj cucu de su abuelo ni bien lo recibió como herencia.
Pasaron décadas.
En cada mudanza. En cada soledad. En su crónico infortunio ante el amor al tío lo acompañaba  el canto de su canario.

Ya anciano repetía una y otra vez el mismo chiste -del cual se reía él solamente-

"tengo dos pajaritos, uno canta y el otro esta triste".

La tía Margarita cansada de escuchar otra vez lo mismo en cada reunión familiar respondía: esto te pasa por haber perdido el reloj cucu del abuelo Nicola. Si lo hubieras conservado ahora tendrías dos pajaritos que cantan en tu casa y uno solo que esta triste.


*De Eduardo Francisco Coiro.











*


No es para mí
esta ofrenda.
Yo no quiero
la curva de tu espalda
iniciando el mundo,
yo no quiero
el olor a madera
que persiste en tu nuca,
yo me niego
a la fragilidad esquiva de tus ojos
inaugurándome.

Yo no quiero otro don
más que saberte
habitando la tierra,
a la derecha de todo mi deseo.

Pero como es respirar
lejos de tu boca,
como se sobrevive
sin tus manos de crear pájaros.


*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com













ESTABA CANTADO*


Llegó y dijo, hoy no soy Ernesto soy el pintor loco. Los girasoles que traía parecían irreales por lo desmesurados. Eran como soles abiertos al delirio, ventanas del insomnio. Elegí el más grande de una belleza casi despavorida. Mi amiga me susurró: -vos siempre enloqueciendo a los hombres. Me brillaban los ojos que entraban y salían del mar inabarcable.
El malecón era como el borde de un sueño.
Tiempo después olvidamos la belleza casi subversiva de las flores en la guardia del hospital donde lo dejamos. Me ayudó a sobrellevar la situación, saber que en el neuropsiquiátrico de Cuba lo iban a tratar bien, pero por sobre todo, lo que me decían mis amigas desde siempre, "ya vas a encontrar otro”, si vos "volvés locos a los hombres."



*De Cristina Villanueva. libera@arnet.com.ar











El viejo de los barcos*



Cuando ya todos nos habíamos olvidado de doblar papel, apareció el viejo. Se sentó a un costado del Universo y comenzó a plegar barcos. Los fue lanzando, uno a uno, para que naveguen por las estrellas y nos recuerden la niñez.


*De Ana María Broglio. anamariabroglio@gmail.com
Villa Gesell











CUMPLEAÑOS Y AUSENCIA *



*De Lena Ostapchuk. elena1ostapchuk@hotmail.com




Hace mucho tiempo... allá por 1921, nacía en la vieja Europa en territorio Ucraniano una niña llamada María.
Creció cerca del bosque, en una aldea, florecida de colores en verano y un paisaje cubierto de nieve en los helados inviernos.
Y su infancia transcurría, corriendo por la campiña, con sus hermanos y amigos.
Pero el fantasma de la guerra acechaba, y todo se volvió oscuro... Hasta que allí lejos en la América prometida, brilló una luz de esperanza.
Y el barco de los anhelos, cruzó los mares y se dirigió a un puerto, en un país lejano, y desconocido llamado Argentina., trayendo a una adolescente, llena de curiosidad e incertidumbre que dejó para siempre el terruño... y atrás quedó la infancia, el prado con sus flores de amapolas, la blancura de la nevada y los amigos.
Y así comenzó otra vida...la de la adultez,
Un compañero de vida y la lucha por sobrevivir en un lugar inhóspito, sin conocer el idioma, ni sus costumbres, pero más seguro.
La vida misma la envolvió sin demasiada estridencia.
Los hijos y los quehaceres de la casa fueron el motor de su existencia.
Fue "par" de su hombre, en las tareas de la tierra.
Fue la que amasó el pan de cada día. Y en las noches de invierno, bordaba a punto cruz el mantel donde se ofrecía el dorado pan.
La que hacía flores de papel de colores para la sala
Y preparaba las mullidas almohadas de pluma.
Ella hacia la torta de miel y la manteca casera, Y los dulces de frutas, incluidos los higos y el tomate.
Ella cuidaba la quinta de las verduras que consumíamos a diario.
Ella no aspiró a nada más que ser una mujer luchadora y agradecida.
Lavó a mano las sábanas y los guardapolvos, inmaculados y almidonados
Cultivó el malvón, ordeñó la vaca, hachó la leña para el fuego,
Barrió el patio de tierra con escoba de pichana
Frotó mis rodillas con alcohol y jarilla.
Fue la mujer sabia y paciente y que preparaba té de hierbas para el dolor de panza y los catarros.
Guardaba en un bolsillo de un saco ese collar de perlas, que se ponía como único adorno cuando iba a una fiesta.
Era la que se conformaba con poco y casi nunca se quejaba, pero presiento que alguna vez lloró en silencio recordando su tierra natal, a la que solo una vez volvió y pudo recorrer los mismos lugares que la vieron crecer.
La vida paso y en algún momento, así de repente, se quedó sin cuerda el reloj biológico.
Y las palabras y los pensamientos se hicieron un ovillo, que se durmieron en un rincón de su cerebro, ya cansado y nunca más volvieron a desenredarse...
Y así sin más... se fue despidiendo... etérea, casi imperceptible.
 En su mente se confundían los paisajes y ella volvió a ser esa niña que caminaba por el prado, de su aldea.
Hace poco menos de veinte días , partió para siempre y las remembranzas de su Ucrania natal se fueron con ella , atesorados en su mente ..
Hoy 8 de febrero hubiera cumplido 96 años!!
Un recuerdo y un aplauso para mi mamá..!!





-Lena Ostapchuk. Periodista nacida en Mendoza que actualmente reside en Buenos Aires. Aficionada & Apasionada a la escritura.













Mira*


El infinito...

Y un pájaro volando.

Como si nada.


*De Miryam Colombotto Seia. miryamseia@cablenet.com.ar







InvenTren






El último tren*


*Por Victoria Mora. mvictoriamora@yahoo.com.ar



El tren no llega. Odio esperar. Este andén parece un cráter que se abre a mis pies y no paro de caer. Quiero irme ya ¿para que habré aceptado venir a este pueblo de mierda?, siguiendo un amor ¡que ingenuidad! Tendría que haberme quedado en mi ciudad, no sé si sería feliz, pero al menos no tendría esta grieta enorme que me atraviesa el corazón y llega hasta el andén para que me caiga. Encima de noche; con lo que odio caminar de noche estas calles, donde aún en la oscuridad los ojos siempre miran y juzgan. En cambio en Buenos Aires lo mejor es la noche, el anonimato, sus luces, su música, sus bares.
No te voy a negar que quisiera estar volviendo con vos. El rencor no me alcanza para mentir. Te odio y te amo tanto a la vez ¿Cómo es posible? −Dale vamos a vivir a provincia, necesito el aire
limpio, el verde, la paz, Buenos Aires me agobia, me enferma ¿Cuántas veces me enfermé el último año? mis bronquios no dan más.
Sabías muy bien que no podía ir contra tal argumento, tu salud es lo primero. ¡Que imbécil! La primera vez cuando bajé del tren tuve que apoyarme en tu hombro porque casi me caigo del espectáculo que tenía en frente. Un puñado de negocios que no sumaban más que diez y un bar ocupando toda una esquina, algunas casas y el campo ¿Qué hago acá? Pensé, pero no te lo dije, y cuando te miré, esa sonrisa que me derrite el alma; entonces sonreí, y te dije que me gustaba que acá ibas a respirar mejor, que fue una buena decisión, que íbamos a ser felices.
Me esforcé ¡y como! Nunca me escuchaste quejarme, viajé cada día dos horas de ida y dos de vuelta a mi laburo, me fui cada mañana dándote un beso y sonriendo y volví cada día con otra sonrisa para vos.
La gente no me caía nada bien, chusmas todos viejas chusmas, hombres, mujeres, jóvenes o niños. Los primeros tiempos fuimos los extranjeros, hasta que empezaron a saludarnos por el nombre. Mostraban más afinidad con vos, te les metiste bajo la piel, se notaba que te adoraban. Siempre te hablaban amigablemente, a mi apenas un saludo con la mano o una inclinación de cabeza. Claro, yo nunca estaba y vos siempre pendiente de ayudar a los vecinos y adentro del club organizando una cosa y otra. Además, estaba tu enfermedad. Te encargaste de contarles los terribles tratamientos que habías pasado, que habías elegido el pueblo para recuperarte, lo importante  que era para vos quedarte en casa y disfrutar de una vida apacible. Notaban que necesitabas todos los cuidados que yo te daba.
A pesar de todo, estos últimos meses empecé a acostumbrarme, y hasta un poco el gusto le tomé a esta tranquilidad avasallante. Incluso ansiaba la hora de volver a casa. Hasta que un día me dolió una muela.
Ya me molestaba cuando tomé el tren seis y media de la mañana, intenté no darle bola, un analgésico y listo. Bajé en La Plata, compré un agua y me tomé una pastilla esperando el alivio que nunca llegó. Para el medio día ya no aguantaba más, no podía ni pensar. Le pedí permiso a mi jefe y me fui. Llamé a mi dentista y conseguí que me atienda de urgencia. Terminé todavía con dolor esperando el tren dos horas antes de lo habitual. Bajé del tren en  nuestra estación sintiéndome un poco mejor y hasta con cierta alegría de disfrutar un par de horas más de ese día juntos. Caminé las cuatro cuadras que separan nuestra casa de la estación, abrí el portón, la perra me saltaba y me movía la cola, fui por la puerta de atrás, cuando estoy a punto de agarrar
el picaporte levanté la vista, a través del vidrio partido de la puerta, los vi:  los dos desnudos bailando un tango, y te miro y se te ve feliz, como pocas veces te vi conmigo, siento que la cabeza me va a explotar quedo inmóvil ahí mano en el picaporte y pies estaqueados al piso por unos segundos que se hacen eternos, hasta que reacciono.
Me di media vuelta y me fui, le pegué una patada a tu perra pesada que pegó un grito que espero hayas escuchado.  Volví a la estación como por inercia ¿A dónde iba a ir? Esperé el siguiente tren a La Plata, finalmente después de media hora lo tomé. A la tercera estación me bajé y me crucé a un bar a tomar un café y hacer tiempo. La cabeza me daba vueltas, no sabía que pensar, y tus palabras para convencerme de mudarnos no paraban de resonarme como un eco eterno, ¿habrá sido antes o después? ¿Cuándo empezaste a engañarme? No sé si quiero saberlo alguna vez. Calculé la hora y tomé el tren que me correspondía.

Llegué a casa y te encontré pintando como si nada. Yo igual, como si nunca me hubiese encontrado esa misma tarde con la imagen de la traición.
Cenamos como todos los días, te dije que me dolía la muela y me fui a dormir temprano, en realidad no pude pegar un ojo. Cuando me aseguré que dormías, me levanté y en silencio junté un par de cosas indispensables y me fui para no volver.
Acá estoy, esperando el último tren, no vuelvo más, no sé a donde ir, no tengo a donde ir sin vos, caigo finalmente en la cuenta que no tengo a nadie en el mundo más que a vos, sin embargo no quiero simular. Las luces del tren que se acerca se hacen cada vez más grandes, de repente tienen tu rostro y tu cuerpo desnudo,  parpadeo. No es posible, y aun así, ahí estás, en esas luces, entonces, salto a tu encuentro.







Próxima estación para escribir por Ferrocarril Provincial:

POLVAREDAS.

JUAN ATUCHA.   JUAN TRONCONI.    CARLOS BEGUERIE.  FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.  ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.
GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.   ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY. ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.  LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.
ARANA. GOBERNADOR GARCIA.  LA PLATA.



***
Próxima estación para escribir por Ferrocarril Midland:

PLOMER.

KM. 55.   ELÍAS ROMERO.  KM. 38.  MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD.  MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO. ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS.  JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.   KM 12.  LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.
VILLA FIORITO. VILLA CARAZA.  VILLA DIAMANTE.
PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.



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