*Obra: “La guardiana del huevo
del Fénix” de Leonor Fini. (1908
- 1996)
ACTO
MAGIA*
el niño
agarra la
botella vacía
y sopla
sopla duro
adentro
algo se mueve
el niño mira
sin asombro
sin curiosidad
porque
cree que la
magia
puede
despertar
a lo imposible
de su
aletargado
sueño
sopla bien
fuerte
el niño
y un pedazo de
pan
toma forma
come hambriento
el niño
porque la magia
también cree
que no hay
razón alguna
para que
existan
niños
hambrientos
soplando
adentro de una
botella
sin tener
suerte
ni magia
ni pan ni
sueños
que tomen
formas
dentro de
botellas
vacías
*De Daniel Montoly.
*
En la pantalla
anuncian
que a cientos
de miles de
kilómetros
hay gente
que vive y
muere
en mares
de
incertidumbre.
Un resplandor,
Luces de
colores
barridas
por la urgencia
de una
publicidad
de crema de
belleza.
Un instante
en el que
aleteó
el precario
pájaro de la
angustia.
El que solía
acompañar
a los hombres
frente al dolor
de los demás.
*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com
- Mariana nació en General Belgrano, Provincia de Buenos
Aires. Actualmente vive en City Bell.
Publicó: Cuadernos de la breve ceguera (La Magdalena 2014). Jardines,
en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015)
La hija del pescador
(La Magdalena, 2016). Piedras de colores (Proyecto Hybris 2018)
Su último libro
publicado es El orden del agua, GPU Ediciones
(2019)
-Coordina
Microversos, talleres de exploración literaria.
LA
VAJILLA*
*Obra de teatro
de Patricia Suárez.
Acordeón, s.
Instrumento en armonía con
los sentimientos de un
asesino.
Ambrose Bierce
La acción
transcurre a fines de la década del ‘40.
Víspera de
Reyes Magos.
Personajes
María
Jaime
Escena
1: Antes del baile
Jaime y María sentados
en el patio, entre las plantas.
Jaime tiene el
acordeón entre las manos y toca soñoliento algunos acordes.
María: Anoche tuve un sueño. Primero, no me
podía dormir y cuando me pude dormir, tuve un sueño. Estoy en la casa, está la
mesa tendida, una gran mesa. De pie a los lados, todos están serios. Es como
una boda o un entierro… Hay dos platos para cada uno, un plato encima del otro:
el hondo y el playo. Es una gran comilona, pero no hay la alegría de las
comilonas. ¿Entiendes lo que te digo?
Jaime asiente.
María: En el centro de la mesa, está la
sopera. La toco y la mamma me dice: “Cuidado, Marietta. Es la sopera que le
robé al cura. Veintiún días la tuve escondida entre la ropa.” “Sí, mamma.
Quédese tranquila”, le digo. Me fijo que todo esté correcto, los tenedores, los
cuchillos, las servilletas que bordó la Assuntina cuando creía que se iba a
casar.
Todo, todo está
acomodado: parece el servicio de un príncipe. Entonces yo me pongo en la
cabecera, agarro las puntas del mantel y tiro. Tiro, tiro. Vuela por el aire la
vajilla entera, la sopera se hace añicos en el piso. Ay, qué alivio. Todo roto.
Un silencio.
María: ¿Me escuchaste?
Jaime: Sí.
María: ¿Vos nunca tuviste un sueño así?
Jaime: No.
María: ¿Por qué no?
Jaime: Porque yo hace dos años que no sueño.
María: Eso es un daño que te hicieron,
Jaime.
Jaime: No sé.
María: Hay que decirle a doña Briggeta que te
cure.
Jaime: Puede ser.
María: Está vieja pero todavía cura. Hoy doña
Briggeta seguro que va al baile. La llamo
aparte y le
contás.
Jaime: No se si voy a poder.
María: ¿Qué?
Jaime: Voy a estar ocupado. Esta noche, porque
es una noche mágica, hay que hacer el repertorio napolitano. Torna a Surriento,
la canzonetta principal. Mañana, porque es el sorteo de Reyes, la Lotería nos
contrata para tocar en la puerta. No paseamos por la calle arriba y abajo
tocando, para que no nos dé el sol en el morro y nos desmayemos en la vereda.
Tocamos abajo del toldito de la lotería. ¿Pero y con el Correo? Ya falté para
la Navidad para tocar en la calle de la Lotería. “El Gordo de Navidad atrae
mucha gente, “Jaime”, me dijo el patrón. “Seguro lo contratan para tocar en
tantas fiestas que usted se hace rico.” Sí, ¿eh? ¿Quién me contrató? Una
chiquita de buena familia nos quería en su fiesta, y cuando se acercó la
cogotuda de la madre para ver la ralea de gente que somos, salió chillando que
a unos músicos zaparrastrosos no iba a contratar para el santo de la hija.
¡Pero andáte! Stefanin dejó la tuba un momento y le escupió la sombra a la
cogotuda. Me siento muy mal, María. ¿Qué les digo a los del Correo? ¿Qué por
qué falto al trabajo esta vez? Ah, triste destino el del músico.
María: Triste.
Jaime: Porque a mí me corre música por las
venas… Yo soy el hijo de Giácomo Pastore, tres veces ganó la Fiesta de
Piedigrotta.
María: Ya lo sé, Jaime.
Jaime: Música, notas, corcheas, semicorcheas,
fusas… ¡”María, Marí”! Me corre por aquí dentro; “Funiculí, funiculá”
María: Me lo dijiste.
Jaime: … pero ¿qué pasa, eh? Tengo dos hijos
que alimentar.
María: Y, sí.
Jaime: Eduardo y la Iris.
María: Iris y Eduardo. La Iris nació primero.
Jaime: Es lo mismo: son dos hijos que comen
todos los días. Y mi mujer es pantalonera de un judío feo que no le perdona
puntada. Pero el acordeón no alcanza para poner un plato de comida todos los
días sobre la mesa.
María: No.
Jaime: No. Y hay que pagar la casa. ¿Cuánto debemos
de esta casa?
María: Mucho.
Jaime: ¿Cuánto?
María: La mitad.
Jaime: Yo te digo: dieciocho mil
cuatrocientos noventa y cinco pesos, más todos los intereses que vendrán cuando
no podamos pagar al día.
María: Una casa cuesta.
Jaime: Porque don Mario no nos va a perdonar
un pago atrasado.
María: Los compromisos son los compromisos.
Jaime: Sí, sí.
María se apantalla con
el abanico.
Jaime: Voy a meterme en la Mafia, María.
María se apantalla
notoriamente.
Jaime: Estoy muy mal, muy mal y soy el culpable.
María: Esta noche la vemos a doña Briggeta y
le dices.
Jaime: Dejá de apantallarte.
María: Hace mucho calor.
Jaime: Me marea el ir y venir del abanico.
¿De dónde sacaste el abanico?!
María: Pensé que era un regalo.
Jaime: ¿El abanico?
María: Lo tenías en el bolsillo del saco.
Jaime: ¿Qué tienes que meterte en mis
bolsillos?
María: ¿Por qué? ¿No puedo?
Jaime: Ay, María. Era un regalo. Tenés que
esperar hasta mañana que es cuando llegan los Reyes.
María: Pero hoy también hace calor.
Jaime: Pero hoy te aguantás y te abanicás
doble mañana por hoy y por mañana.
María: Nunca me hiciste un regalo para los
Reyes. Me hacés regalos lindos los cumpleaños nomás.
Jaime: ¿Qué? ¿No te pone contenta?
María: Digo.
Jaime: Lo vi en el baratillo y lo compré.
María: Gracias, Jaime. Sos un buen marido.
Jaime: Costó dos monedas.
María: Sos un buen marido de verdad. La
Assuntina no quería que me case con vos, ni la mamma. “¡Es un palurdo!”,
decían. Pero yo te vi, salías del telégrafo con tu
chaquetita y tu
camisa blanca y me enamoré a la primera mirada. Amor a primera vista, se llama.
Y supe que mi amor por vos iba a durar toda la vida.
Jaime: Un peso con ochenta, costó.
María: Cuando venías a la casa ¡me temblaban
las rodillas! El papá te miraba torvo… A veces yo no probaba bocado en todo el
día ¡me quedaba soñando con tus ojos! El papá el día que olvidé ordeñar la vaca
colorada, me dio una biaba! Me dolía toda la boca de los cachetazos pero al día
siguiente viniste vos ¡ah, cómo te sonreía yo! Se me moría la boca de ganas de
besos, ¡pero si te besaba hasta los dientes me iba a hacer saltar el papá!
Pobre el papá, era una bestia bruta: pero estaba tan enamorada de vos…
(suspira)
Ah, sueños son
sueños.
Jaime: ¡Compré el abanico como podía comprar
un pirulín de dos centavos! ¡Me dio igual!
María: ¿Querías comprarme un dulce?
Jaime: Pero no. No entendés nada; María.
María: Pero hiciste bien. Porque al pirulín
seguro me lo roban los chicos. La Iris salió golosa.
Jaime: Te lo tengo que contar, María. Me oprime
el corazón.
María: ¿Qué?
Jaime: No puedo más, María.
María: ¿Qué? ¿Qué es? Decíme.
Jaime: Esperá que junte fuerzas.
María (estalla): ¡Te hiciste echar del
Correo!
Jaime (lloroso): Marí…
María: ¡Te hiciste echar! ¡Te echaron, Jaime,
por el asuntito de la música! ¡La música, maldición de Dios! ¡Te voy a matar,
Jaime! ¡Dos hijos que mantener y me venís con el acordeoncito aquí y allá!
Jaime: María, no. María…
María: ¡El catecismo! ¿Quién le paga el
catecismo a los curas? El Eduardo toma la comunión este año. ¿No lo pensaste?
¡pero qué lo vas a pensar, vos! ¿Y las monjas? Les debemos un regalo a las
monjas por la nota que le pusieron a la Iris en labores…la Iris les quemó la
cocina a las monjas cuando la enseñaron a hacer bizcochuelo, una cocina de leña,
se las dejó negra, llena de hollín… ¡Quién le compra ahora un obsequio a la sor
Jesusa! ¡Vieja viciosa, hay que llenarle la canasta de bombones y chocolate
para que trate bien a la chica!
Jaime: No me echaron del Correo, María.
María: Vos y todos esos gringos vagos,
amaretto les corre por la venas, ¡borrachines!
Jaime: No me echaron. Sigo siendo empleado
del Correos y telégrafos de Argentina. Quedáte tranquila.
María: No te echaron.
Jaime: No. Eso te deja más tranquila, ¿no?
María: Y sí.
Jaime: Sigo siendo esclavo.
María: La vida del pobre es así.
Jaime: Espartaco no pensaba igual que vos.
María: ¿Quién?
Jaime: Espartaco, el de la película.
María: Si no tiene dos hijos menesterosos
estudiando con los curas, puede ir al cine cuando quiere. Compra maní con
chocolate, se lo embucha tranquilo en la butaca…
Jaime: Mirá que sos bruta. Espartaco, Kirk
Douglas. Kirk Douglas. Espartaco decía: para el esclavo, la muerte y la libertad es lo
mismo.
María: ¿Kirk Douglas, el actor?
Jaime: Sí.
María: ¿Qué me decís, Jaime? ¿Kirk Douglas
decía eso?
Jaime: En la película.
María: Kirk Douglas no cose pantalones de sol
a sol. No le viene un viejo jorobado a reñir porque el fondillo le quedó flojo
o la bragueta flácida… Vos no estás bien de la cabeza.
Jaime: Estoy mal, María.
María: Ya lo sé, ya lo sé, santa Madre de
Dios. Lo dijiste como cien veces en media hora. ¡Acábala con la cancioncita!
Jaime: Es que estoy arrepentido.
María: Eso le pasa a todo el mundo, menos a
los que asaltan los bancos… ¿Por quéestás tan arrepentido, si se puede saber?
Si lo que querés es faltar al Correo para tocar en la puerta de los loteros
mañana, desde ya te digo que no cuentes conmigo.
Jaime: Quiero abrirte mi corazón.
María: Jaime, me estás aburriendo. Hablas o
no hablas. Tengo una pila de pantalones de percal para mañana y la pila me está
llamando.
Jaime: Prometéme, María, que cuando te cuente
no vas a hacer un escándalo ni…
María: ¡¡¡¡ Hablas o no hablas!!!!
Jaime: Hace dos años conocí a otra mujer.
María (indiferente):
Ah.
Jaime: Me enamoré de otra mujer.
María: Una mujer de carne y hueso?
Jaime: Sí.
María: Una de verdad, que existe?
Jaime: Sí, María.
María: Estás inventando, Jaime.
Jaime: Hace dos años que la visito, vive en
una pensión. Hacia el lado del río está la pensión. Una vez me vio entrar a la
pensión la Assuntina. Pero ella no me vio, creo.
María: No te lo puedo creer.
Jaime: Creéme, María. Perdonáme, te pido
perdón de rodillas. ¡Perdón, perdón!
María. Sí, después. Sentate en el banquito
que te arruinás las rodilleras del pantalón. Contáme despacio si querés que te
crea. Decíme primero: ¿cuándo fue eso?
Jaime: Hace dos años.
María: Hace dos años pasaron muchas cosas. La
Assuntina se arregló con el novio número veinte, doña Cuncettina se tiró del balcón
y se rompió dos costillas… ¿Cuándo fue lo de tu innamorata? ¿En abril, en
junio? Después de la comunión de la Iris?
Jaime: Fue el día que nos agarramos con la
patota de don Mario. ¿Te acordás que don Mario quería que Marito tocara la
mandolina en la orquestina pero el Maestro no lo dejo porque el Marito era duro
de oído? ¿Te acordás de que entonces nos agarramos porque don Mario mandó a los
muchachos del matadero a que nos dieran una paliza y nos rompieran los
instrumentos…?
María: Me acuerdo de don Mario.
Jaime: Vinieron los patoteros y nosotros les
dimos con toda. Pero, cobramos. También cobramos. Me hice el corte en el ojo y
fui al hospital para que me lo cosieran. ¿te acordás que me pusieron cinco
puntos en la ceja? Ves la cicatriz?
María: Me acuerdo de los cinco puntos en la
ceja.
Jaime: Ahí apareció ella, que ayudaba al
doctor. El día del hospital. Ella es enfermera y estaba ahí, quietita atrás del
doctor. Yo la vi esa vez y me enamoré hasta la verija. Como un embrujo.
María: Ah, sí. Ya sé quien es, Jaime. Vos
hablás del cuadro con la enfermera que tiene el dedo así, sobre los labios.
Silencio…, dice.
Jaime: No, no. ¿Qué decís, María? Es una
mujer de verdad, no un cuadro.
María: ¿Pero qué? Ella te quiso así, roñoso,
todo golpeado por los patoteros, ensangrentado, arrastrando el acordeón como
una joroba en la espalda…?
Jaime: Sí.
María: Yo no entiendo a las mujeres.
Jaime: …
María: A ver, contestáme esto: ¿y por qué te
quiso a vos y no a Stefanin que toca la tuba?
Jaime: Porque Stefanin es un alfeñique.
María: Un alfeñique. ¿A ella le gustan los
gordos?
Jaime: Y sí.
María: ¿Se piensa que vos tenés esa panza
porque comés bien?
Jaime: Será.
María: No hay caso. No te lo creo.
Jaime: ¡pero sí, María, sí! ¿Querés que te
traiga un papel firmado por ella de puño y letra que diga que se enamoró de mí?
María: Tanto como eso…
Jaime: Y bueno. Existe, es una enfermera.
¿Por qué no me creés, María?
María: Es que estoy harta de tanto cuento.
¿Te van a ascender en el trabajo si tocás en el jubileo del padre Almagro?
Cuento: una noche de juerga. ¿Visita Mario del Mónaco de incógnito el Correo y
le vas a tocar serenatas de los napolitanos? Cuento: Mario del Mónaco está en
su casa haciendo gárgaras de aguamiel y vos estás con los gringos chupando
grapa hasta reventar.
Jaime: Esta es cierta. Creéme, María. Creéme
y perdonáme.
María: A ver: ¿quién es esa señora?
Jaime: Blancaflor, se llama.
María: Blancaflor.
Jaime: Sí, que tiene.
María. Nombre raro, de la ópera.
Jaime: Se llama así, ¿qué querés que haga? Es
linda, pero no… es… es… Es renga.
María: ¿Renga? ¿Renguea con una pierna?
Jaime: Sï.
María: Tiene una pierna más corta que otra?
Jaime: …
María: Mirá, Jaime. A vos un día Dios te va a
dar un paráte a tanta pavada. Te da un corpo y no contás más el cuento. Ya me
hiciste engranar.
Jaime: Ella me hizo un daño, María.
María: Mirá, Jaime, por segunda vez. No me
busques más…, porque ella te hizo un daño, pero yo… no respondo de mí.
Jaime: Yo la quiero dejar y ella no quiere.
Ella me amenaza con matarse.
María: Si está en su destino…
Jaime: ¡María, ayúdame a dejarla!
María: Soltáme, vos estás loco.
Jaime: ¡María, María: vos sos mi salvación!
María: ¿Yo? La María del cielo, será: yo no.
Yo sueño braguetas noche y día; faciendo braguetas para todos los tamaños de
cosos. Pero vos no te acercás acá, vos sos un extraño. Piensa en la música, las
canzonettas, la parranda. De pronto, el señor tiene una amante. ¡Una amante que
comía de mi bolsillo, de los culos que me hace coser ese judío! ¡Me robó! ¡Tu
renga me robó! El abanico era para ella, para tu querida? Acá tienes el abanico
(se lo tira). ¡Te echaría de la casa!
Pero yo no soy una inglesa, yo no puedo darme el lujo de divorciarme del pedazo
de mierda con el que me casé. Yo tengo dos hijitos: vos le quitaste el pan a
tus hijos para dárselo a ella. A mí no me hables nunca más: ahora salí de mi
vista, salí de mi patio, que las plantas ven tanto pecado junto y se marchitan.
Jaime: María, ella no tomó ni un centavo.
Ella muchas veces me ayudó con plata…
María: Para mí estás muerto, Jaime.
Jaime: Cuando Eduardito tuvo el sarampión,
ella me dio la crema esa para que lo frotáramos…
María: Me despellejó al chico.
Jaime: Para tu cumpleaños el broche, te lo
compré con plata de ella. Le dije que la Iris necesitaba libros para el colegio
y ella me la dio…, es generosa, me quiere. Yo sabía cuánto deseabas vos el
broche. Me costó diecisiete pesos. Las perlas son falsas, pero costó diecisiete
pesos. ¿Vos sabés cuántas liras son diecisiete pesos? Ella me dio la plata sin
chistar, porque me quiere, dice. Pero yo ahora la quiero dejar, María. Si tengo
que devolverle la plata, se la devuelvo. Pero yo todo lo que hice lo hice
porque soy un pobre pecador y ella me hizo un hechizo. Soy débil, María. ¡El
cuello de piel para el abrigo te lo compré con la plata de ella! Ayudáme a
dejarla y yo te juro que nunca más en la vida miro a otra mujer que no seas
vos.
María: Yo soñaba con vos, Jaime. Despierta y
dormida soñaba con vos. Me tenías conquistada, yo estaba ciega; nos
conquistaste a todos. El papá te odiaba, una vez no te echó los perros por un
pelo. Pero un día entraste y dijiste: Buonasera, signorina y te me metiste
adentro. Me clavaste una espina en el corazón. No hubo quién te saque después.
Pero te juro,
Jaime: ¡si yo consiguiera una pinza para arrancarte! ¡Ah, una pinza!
Jaime: Pedíme lo que quieras y te lo cumplo.
Pero ayudáme a dejarla.
María: El acordeón.
Jaime: ¿El acordeón, María?
María: Sí. Dejálo.
Jaime: ¡Está bien, dejo el acordeón! Pero
ayudáme, alma mía, ¿vas a ayudarme?
María (llorando de rabia,
desesperada): ¿Por qué me hiciste esto, Jaime? Malo, pérfido. Dios
te va a castigar, te va a castigar bien fuerte cuando menos te lo esperes. Dios
te va a castigar por matarme así, vas a ver.
Jaime: Ay, María. No me maldigas.
María: No, no. No te maldigo, Jaime.
Jaime: Marí…
María: ¡Ojalá te mueras, Jaime!
Apagón.
Escena 2: después del
baile
María entra a la casa
abrigada, es muy tarde. Jaime la espera con el acordeón dentro de su estuche;
él está apagado, nervioso.
María: Te esperaba a la salida del baile. Te
fuiste por la puertita trasera.
Jaime: No quería verla.
María: Te escapaste como una rata.
Jaime: No quiero verla nunca más.
María: Estaba enfrente, apoyada contra la
pared. Metida en un tapado grueso, como si fuera invierno. Si no fuera porque
le vi el zapatón que usa en el pie derecho, ni sabía que fuera ella. Estaba
fumando. Justo cuando voy a cruzar, el tarambana de Luigi me saluda. “¡María,
te alcanzo con el carro! ¡Vení!” Sigue con un carro mismo acá en la ciudad como
si estuviéramos en el campo todavía, ¡qué bestia!
Jaime: Ella estaba llorando, seguro.
María: A vos eso no te importa.
Jaime: Siempre está llorando.
María: Me acerqué y le digo: “Usted es la
fulana que tiene mi marido hace un par de años”. Temblaba de arriba a abajo ¡lo
que es querer a un hombre! Lo digo por ella; porque a mí no se me movía un
pelo. Yo estaba dura como una estatua, le puse cara de perro, para meterle
susto. Porque no es decente la hembra que te buscaste: es alta como un soldado
alemán. Me convidó con un cigarrillo ¡y yo que nunca había fumado; mirá con
quién vine a empezar!
Un silencio.
Jaime: ¿Qué pasó?
María: Te parece lindo?
Jaime: Contáme qué pasó, María.
María: Ahora no, más tarde. Estoy muy
cansada. ¿Dónde está la acordeona?
Jaime: Acá al lado de la lámpara.
María: Muy bien: mañana la tiro al río.
Jaime: Me duele en el alma.
María: Mañana a primera hora, tiro el trasto
ese al río.
Jaime: Vos no tenés corazón.
María: ¿Qué dijiste?
Jaime: Nada.
María: Mejor. No te atrevas, Jaime.
Jaime: No sé qué le voy a decir a los de la
orquestina. Qué excusa darles porque mañana en el sorteo de Reyes no voy a
estar con ellos.
María: Cualquiera que les des va a estar
bien.
Jaime: Eramos una familia; el Maestro el papá
y nosotros los hijos que…
María: Les des la excusa que les des, no te
van a escuchar. Están borrachos todo el día; no oyen nada de lo que se les
dice… Una vergüenza.
Jaime: El hijo del gran Giácomo Pastore deja
para siempre la música. Dos veces ganador del concurso de canción popular en la
Fiesta de Piedigrotta. 1901 y 1902.
María: Una vergúenza hicieron; en el baile
los gallegos les pedían: “Toquen Granada! Toquen Granada!” Pero tocaban La
Romanina. Yo no puedo saber si vos y tus amigos lo hacían para fastidiar a los
gallegos o porque no la saben.
Jaime: Yo no escuché que pidieran Granada.
María: Granada, La paloma, La jota de
dolores… También puede ser que ustedes estén sordos, pobres diablos. A la vista
de lo que tocan…
María se sienta en una
banquetita baja y se quita los zapatos.
María: Mirá qué hinchados los tengo. Ni que
hubiera bailado toda la noche! No me moví de la silla de al lado de doña
Briggeta; pidiéndole consejo.
Jaime: Yo te vi bailar...
María: Toda la noche sentada en la silla al
lado de doña Briggeta. Si le hice de mozo: “Tráeme la jarra de agua”; “Tráeme
una copita de licor”; “Traéme unos trocitos de fruta”. Todo porque la vieja
apenas si se mueve con el bastón.
Jaime: Pero si te vi bailar con el Luigi
cuando tocamos la tarantela.
María: Qué desafinada la tocaron. Parecían
mismo negros catingas que sólo saben aporrear tambores. Por suerte, doña
Briggeta se durmió y al fin pude descansar.
Jaime: Ahí saliste a bailar?
María: ¿Sabés lo que me aconsejó doña
Briggeta? Me dijo que ella te iba a hacer el favor de curarte el daño, pero que
yo fuera y la peleara a la fulana. Unos cachetones, unos tirones de pelo, que
le rasgara la ropa, para que tu querida aprendiera a no meterse con hombres
casados. ¡Qué noche, madre mía, cómo tengo los tobillos! Mirá, Jaime, cómo
tengo los tobillos.
Jaime enciende y apaga
la perilla de la lámpara.
María: ¿Qué hacés?
Jaime: Nada.
María: Miráme los pies te dije. Mirá como los
tengo.
Jaime: Sí.
María: Se rompe la lámpara si hacés eso.
¿Sabés cuánto costó?
Jaime: Seis pesos con cincuenta.
María: Dios te conserve la memoria para los
números, Jaime. Aunque a vos Dios ya no te debe querer más.
Jaime: ¿Le pegaste?
María: ¿A quién?
Jaime: ¿A quién va a ser?
María: A la Renga, decís? Cómo le voy a
pegar, Jaime, si es un urso de grande. ¿De dónde te vinieron esos gustos a vos?
Parece un campeón de lucha libre. ¿Y la cara? Ahí en lo oscuro a mí me dio
miedo. ¡Lo que será cuando hay luz!
Jaime: Le dijiste?
María: Vos sabés que la señora no se llama
Blancanieves como me dijiste. Ni siquiera se llama Blanca. Me dijo que el
nombre era Nelly.
Jaime: ¿Nelly?
María: Sí, Nelly.
Jaime: Qué raro Nelly.
María: Nelly, Nelly. Lo de Blancanieves era
otro cuento.
Jaime: Blancaflor.
María: Blancaflor, como sea. Ahí tenés, otro
cuento. Puro cuento, puras mentiras.
Jaime: Hablaron?
María: La señora esa dice que no se te va a
acercar más a vos, si eso es lo que te preocupa. Que duermas tranquilo y vayas
con Dios.
Jaime: Lloraba cuando te lo dijo?
María: Vos pensás que la señora tiene alma de
canilla.
Jaime: Pero estaba triste. El amor no es un
viaje en funicular.
María: No, el amor no es un viaje en
funicular. Pero no lloraba. Me lo dijo con la frente bien alta: Dígale adiós de
mi parte a su marido. Claro que yo para mirárle la frente alta tenía que torcer
el cogote así. ¿Qué hacías vos con una jirafa, Jaime?
Jaime: Quería volver a verme.
María: La señora me dijo que hubiera
preferido mandarte al diablo a vos en persona. Yo le dije que le transmitía tu
mensaje, porque te cagabas en las patas del susto que tenías. No estaba tan
enamorada; no peleó por vos, no luchó como en las películas románticas. No más
se comía las uñas cuando hablaba y no le entendí palabra. Le tuve que hacer repetirme
todo, palabra por palabra, despacito.
Jaime: Estaría llorando.
María: ¿Vos la estabas viendo?
Jaime: No.
María: Porque a lo mejor resulta que nos
estabas espiando.
Jaime: No.
María: Tenés un informante.
María se quita la
falda. Debajo tiene la enagua.
María (se toca la cadera):
¿Ves? El doble que yo tiene la Renga. ¡Jaime, Jaime! Te desconozco. El mendigo
de la puerta de la iglesia es más familia para mí que vos. ¡Un culo así, que no
cabe en la silla!
Jaime: Yo no puedo creer que ella no
estuviera triste, María.
María: Es así.
Jaime: Me mentís.
María: Querés ir a preguntarle? Si no fueras
tan cobarde, ibas y le decías todo vos a la Renga. Conste que esto lo hago por
mis hijos. Porque el Eduardito será abogado o cura y la nena maestra o monja.
Porque a los chicos los saco bien, que no salgan unos arrastrados muertos de
hambre como vos. El día que vea alguno tocando un cornetín, les quito las ganas
de soplar a cachetazos.
Jaime: Te agradezco que hayas ido, María.
María se quita la
blusa. Queda con la enagua.
Jaime: Te lo voy a deber siempre.
María: Está bien.
Jaime: Tengo sueño.
María (señalándose los pechos):
Así tenía las tetas, dos sandías. Una giganta te buscaste.
Jaime: Vayamos a dormir, María.
María: Esperá.
Jaime: ¿Qué?
María se quita la
enagua y queda en calzón y corpiño.
Jaime: Te van a ver, María.
María: No me vé nadie. Estoy en mi casa.
Jaime: falta pagar dieciocho mil cuatrocientos
noventa y cinco pesos.
María: Mientras tanto es mi casa y la uso.
Jaime: Más los intereses, porque nunca
podemos completar los pagos a tiempo.
María: ¡Pero claro que lloraba! Lloraba como
un marrano, la fulana. Se paró así delante mío con las piernas abiertas; ¿se
para siempre así como un vigilante?
Jaime: …
María: Debe ser para el equilibrio de la
pierna corta. ¡Qué espectáculo! ¡Lloraba y se tragaba los mocos! Me dice:
“Anoche justo soñé que me casaba con Jaime. Yo estaba con el traje de novia
puesto y me lo iba sacando, me quitaba las horquillas del tul…” Yo la
interrumpo y le digo: “Señora, eso no se puede porque es bigamia. La bigamia es
pecado mortal y está penada por la ley; aparte el bígamo se va derecho al
infierno cuando se muere; no pasa por el Purgatorio.” Pero sigue, sigue: que
está sentada en la cama y vos le estás tocando la acordeona y le das un regalo.
Una caja de zapatos. Ella abre la caja de zapatos y adentro hay otra caja de
zapatos y adentro otra y así. Cuando llega al final ¿qué hay? Un bebé del
tamaño de una pera, y ella grita: ¡Nuestro hijo! Mirá las cosas que sueña esta
infeliz. Le dije: “Usted sí que lo conoce a mi marido, hasta en sueños. ¿Ha
visto? Él, un par de zapatos no le va regalar nunca. Antes le hace un hijo.
Pero para tener un bastardo con mi marido, usted tiene que pedirle perdón a la Iris
y el Eduardito, porque usted les hizo un mal que no tiene enmienda.” Lloraba,
la magdalena…
¿Qué te pasa
ahora, Jaime?
Jaime: No me siento bien.
María: Estás revuelto? La crema de los
duraznos estaba rancia, me dí cuenta. Vos comiste la crema?
Jaime: No.
María: ¿Estás llorando?
Jaime: Sí.
María: ¡Un hombre que llora! ¡Con quién me
casé!
Jaime: Vámonos a la cama, María.
María: Esperá, te dije. Miráme bien, Jaime.
Jaime: …
María: Miráme las carnes.
Jaime: …
María: Te gustan? Carne de rosa.
Jaime: …
María: Respondéme. Te gusto? Soy tu mujer:
¿te gusto?
Jaime: Sí.
María: Así que yo te gusto.
Jaime: María, basta ya. Te ruego que…
María: No me ruegues que soy una roca para
tus ruegos. No voy a reprocharte más tus amores con la tullida. Me voy a callar
y voy a guardar silencio, Jaime, hasta que te mueras y te vayas al infierno.
Por respeto a vos. Mirá qué buena mujer tenés. Ahora, eso sí: todo esto que estás
viendo y lo otro que no te muestro por pudor, acordátelo de memoria. Porque
nunca más lo vas a volver a ver. No te presto nunca más mis cosas; de acá en
más arregláte como vos puedas.
Jaime: …
María: Ahora sí. Vamos a la cama.
Jaime sale.
María recoge sus
ropas, llorando con aullidos.
Asustado, Jaime corre
hacia ella, la abraza. Ella responde a su abrazo. Los dos lloran.
Escena 3. Después de
Reyes.
María está poniendo la
mesa. Es un servicio sencillo, pero ella lo hace con cuidado.
María: ¡La comida!
Entra Jaime.
María (que lo ve): Ah,
por fin.
Jaime se sienta,
vencido.
María: ¿Vas a comer?
Jaime: …
María: ¿Qué te pasa?
Jaime: ¿Qué hiciste?
María: Minestrón. La carne… la carne: no
alcanzó para la carne. El ossobuco estaba bien…
Jaime: Hace calor.
María. Es enero.
Jaime: Lo tiraste?
María: Ah, sí. Asunto terminado.
Jaime: ¿Adónde lo tiraste?
María: En el río. Se hundió en el río.
Jaime: No me siento bien.
María: Es la crema de los duraznos. Estaba
rancia. No tendrías que haber comido la crema anoche. No la saben batir, yo se
los dije, pero no me creen. A cada fiesta, todos empachados con crema cortada.
Jaime: Ni la probé a la crema.
María: Los nervios son. O es la crema rancia
o son los nervios.
Jaime: Lo viste hundirse?
María: Sí. Quería asegurarme de que se fuera
al fondo. ¿Cuándo el agua hace onda es porque se va al fondo, cierto?
Jaime: …
María: ¡Chicos, la comida! No me hacen caso.
¿Sabés que me dijo el Eduardito? Que cuando sea grande él va a tener una
juguetería. Va a vender juguetes y cuando sea rico vendiendo juguetes me va a
dar toda la plata que gane para que yo sea feliz. ¡Qué nene tan bueno! Pero
después me dijo que le iba a costar desprenderse de los juguetes, porque como
él tiene todos juguetes usados y viejos que le manda don Mario… El Marito fue chico
hace un tiempo largo, pero eran lindos los juguetes del Marito. Eran de lujo
los que les trajo hoy por los Reyes. Decíles que te los muestren: una cocinita
para la Iris y una pelota de cuero para el Eduardito. A la pelota hay que pasarle
un poco de betún y queda como nueva. Pero el Eduardito rezongaba que era vieja,
que estaba cuarteada, que los camellos la trajeron pateando a la pelota. Yo lo
quería matar: no sabés la cara que puso don Mario: se le fruncieron los
mostachos. Cuando vi eso, le di un sacudón al Eduardito para que se reportara.
Se fue picando la pelota y cuando llegó a la puerta gritó: “¡Esta pelota es una
porquería! ¡No rebota!” Es verdad que no rebotaba, pobre hijo. Pero yo tuve que
servirle una taza de café a don Mario, darle las gracias y escuchar que él como
síndico de los chancheros es un apóstol.
Jaime: …
María: Antes los juguetes no existían. Ahora
hay juguetes para las criaturas. Yo jugaba con los pollitos, con los patitos.
Cuando era más crecidita, el primo Ángelo me enseñó tirar con la honda a los
gorriones. Después los hacíamos en la polenta. ¡Mirá si el papá me iba a
comprar muñecas! ¡A los siete me mandó a la zapa! ¿Vos tenías juguetes, Jaime?
Jaime: No.
María: ¿Y con qué jugabas?
Jaime: Tenía un acordeón así chiquito.
María hace un gesto de
fastidio.
Jaime: Tenía un tamborcito.
María: Sí, sí. ¡Chicos a la mesa!
Jaime: No tengo hambre.
María: Tomá un vaso de agua, Jaime. A ver si…
Jaime: No tengo sed.
María: ¿Qué hiciste cuando saliste del Correo?
¿Te fuiste a dar pena a la puerta de los Loteros?
Jaime asiente.
María: ¿Quién sacó la lotería?
Jaime: No sé.
María: ¿Pero estaba presente o no estaba
presente?
Jaime se encoge de
hombros.
María: ¿Lo viste o no lo viste? Si estaba ahí
y se sacó la lotería de la alegría que tendría se habrán levantado hasta los
muertos. ¿Cómo vos no te ibas a enterar?
Jaime: No sé.
María: Aparte, siempre le dan propina a los
músicos. Así que los atorrantes amigos tuyos, algo habrán cobrado. ¿Quién fue
el que ganó el premio?
Jaime: Ella estaba ahí.
María: ¿Quién?
Jaime: La Renga.
Un silencio mayúsculo.
María: ¿Había comprado un billete?
Jaime: No.
María: ¿le hablaste?
Jaime: Ella vino a hablarme.
María: ¿Hablaron?
Jaime: Sí…
María: Vos no tenés que conversar más con
ella, Jaime.
Jaime: Ya sé. Fue ella que se acercó.
Maria: Jaime, vos tenés que darle tiempo a
doña Briggeta para que te cure el daño. Si vos vas y te echás en los brazos de
ella…
Jaime: Yo soy un hombre débil, María.
María (estallando):
¡¡Vos no le das tiempo a doña Briggeta!!
Jaime: Fue ella, María. Fue ella; yo miraba
los adoquines todo el tiempo. No levanté la vista de los adoquines.
María: ¡Doña Briggeta es una vieja, tiene
mala memoria, le tenés que dar tiempo! No es una máquina de sumar: es un ser
humano. Capaz que la Renga es más bruja y tiene más poder que doña Briggeta,
por eso tarda el hechizo en deshacerse. Vos tenéte cuando te vengan ganas.
Jaime: Ni la escuché. No sé nada de lo que
decía.
María: Está bien, así es.
Jaime: Era como una música que me envolvía.
María: Eran los gringos tocando alguna
perrería sucia.
Jaime: No, ellos no.
María: ¡Que no! ¡Si los conoceré yo la de
canciones verdes que se saben!
Jaime: La voz de ella era una música, un
encantamiento…
María (impaciente):
Ves? Es bruja ella. Tenés que alejarte. Menos mal que el acordeón ya se hundió
para siempre. Mirá, Jaime. A ver si entendés.
(a los hijos) ¡Chicos!: ¿vienen o no vienen? Estas criaturas
me ponen los nervios de punta: los voy a meter pupilos, todo el día. Van a
salir nada más para la procesión de la Virgen, una vez por año, ya van a ver. (A J., le actúa) Viene la Renga y vos te ponés así: le das la
espalda. Si ella se para de frente, vos te das vuelta. Si no te podés dar
vuelta porque te arrinconó contra la pared, no la mirás a los ojos. Porque si
la mirás a los ojos, ella te hipnotiza y te come. Como la culebra con el
pajarito. Esto doña Briggeta me lo explicó muy claro. Te quedás contra la
pared, quietito, y apenas ella se descuida y mira para otro lado, vos salís
corriendo y no parás hasta que doblás la esquina. Ella correr, no te va a
correr porque no puede, pobre infeliz. Y si fuera una bruja tan poderosa que
puede volar, no estaría perdiendo el tiempo con un mequetrefe como vos. Así te
vas a salir del poder de ella. Vos hacélo por tus hijos. Pensá en tus hijos y
hacé lo que dice doña Briggeta.
Jaime: Sí, sí.
María: Ahora quedáte tranquilo y tomá el
caldo así asentás el estómago.
Jaime: Bueno.
María: Haya paz.
Jaime asiente.
María: Voy a buscar a tus hijos y los voy a
traer a la rastra.
María sale.
Ruidos de cosas que se
caen y escándalo.
María entra.
María: No quieren venir. Se escapan los
desgraciados. Se creen que es gracioso.
Jaime: Son chicos.
María: Son chicos pero se vienen grandes y
serán dos estúpidos.
Jaime: Dejálos.
María: te sirvo sopa?
Jaime se encoge de
hombros.
María le empieza a
servir y le tiembla visiblemente el cucharón.
Jaime: El ossobuco sacálo.
María le sirve. Se
queda de pie, extiende los brazos temblorosos y le muestra.
María: Hoy tuve que coser cuero. Tres agujas
rompí, había que hacer una fuerza bárbara.
Jaime: Sentáte.
María sigue de pie.
María: Justo cuando luchaba con el cuero,
llegó don Mario. Para peor con toda esa charla del sindicato me sacó de quicio…
Tenía ganas de gritarle: ¡Mafioso! ¡Viejo
mafioso! Nunca
vamos a terminar de pagarle la casa, Jaime. Vamos a perder el techo un día de
estos…
Jaime: No pensés más en eso, María. Vení.
María: Ahora me siento. Empezá vos.
Jaime sorbe una
cucharada de sopa, lento.
María se limpia las
manos en el delantal.
Jaime: Ella. ¿Sabés qué hizo?
María: ¿Quién?
Jaime: La Renga.
María: Otra vez con la Renga?
Jaime: Ay, María.
María: No se había terminado la charla sobre
la Renga?
Jaime: No.
María: Ay, qué cansada que estoy.
Jaime: Me regaló una armónica.
María: ¿Qué?
Jaime: Una armónica.
María: ¿Una armónica? Una armónica para…?
Jaime: Sí.
Jaime saca del
bolsillo una armónica y hace sonar unos acordes.
María: Vas a tocar la armónica, Jaime?
Jaime: Sí. Un poco.
María: Un poco.
Jaime: Después me echo a dormir la siesta.
María asiente.
Jaime hace más acordes.
Tiempo crítico.
María (con voz sorda):
Vos, Jaime, no tenés perdón de Dios.
María se levanta.
Jaime: No vas a comer más?
María: Corréte un poco de la mesa, Jaime. Apartáte
un poquito.
María ordena la
vajilla otra vez, los vasos, la tapa de la sopera. Limpia con una servilleta la
cuchara en la que tomó Jaime. La pone junto al plato, y a la servilleta
sucia, la dobla y la
coloca también bajo el plato playo. Va hacia la cabecera de la mesa, inspira;
está satisfecha con cómo quedó la mesa.
María: hay que creer en los sueños, Jaime.
Creer o reventar.
Con seriedad toma las
puntas del mantel y tira.
La vajilla vuela por
el aire.
Apagón.
**
-PATRICIA SUAREZ.
Nació en Rosario en 1969. Es dramaturga y narradora. Así como escritora
de libros para niños.
Como dramaturga
escribió la trilogía Las polacas.
Recibió el premio Scrtittura de la Differenza por su obra Edgardo
practica, Cósima hace magia en Nápoles, Italia, en 2005 y ese mismo
año recibió el 2do premio del 6to Concurso de obras inéditas del INT por El tapadito, montada en 2006 por Hugo Urquijo y y nominada a
Mejor Obra Argentina por los Premio Ace. Obras suyas fueron representadas en el
extranjero como La rosa Mística en el Proyecto
Padre, del Teatro San Martín de Caracas, de la mano de Gustavo Ott (2009), Disparos por Amor dirigida por Jorge Cassino en Madrid
(2010) y La engañifa, espectáculo de Marta
Monzón basado en en Las Polacas, en La Paz, Bolivia, en 2011; también en 2011
la puesta de la obra para niños Aventuras de Don Quijote
dirigida por Hugo Medrano en el Gala Theatre de Washington DC y en 2014 en
Teatro Mirador de Madrid, RUDOLF,
dirigida por Cristina Rota; las lecturas de las obras: Herr Klement
en la Radio Polaca Nacional (2010), La chica
serbia (2011), Chiclana, Cádiz; Casamentera
(2012) en la State University de Ohio; Rudolf (2012)
Madrid, España y La huelga de las escobas (2012) en
co-autoría con M. Ogando y R. Aramburu, en el Teatro Stabile di Genova . En
2011 recibió el I Premio Latinoamericano Argentores por su obra Natalina. Fue
coordinadora en el Teatro Nacional Cervantes junto a Adriana Tursi el Ciclo de
Teatro Semimontado AUTORAS ARGENTINAS.
El musical Las Polacas fue puesto en escena en el Galatheatre de
Washington DC en 2015, los mismo que Las nuevas aventuras de
Don Quijote, bajo la dirección de Hugo Medrano. Ese mismo año se
estrenaron las obras Solamente una vez
dirigida por Carlos Cordera en La Paz, Bolivia y El puerto de
los cristales rotos en el Teatro Avante de Miami, dirigida por Mario
Ernesto Sánchez. Recibió durante tres años consecutivos el Premio Estrella de
Mar de Mar del Plata en 2014 como autora de El corazón
del incauto, en 2015 por Maldad y en 2016 la obra Natalina fue
premiada como mejor drama. La obra La Virgen del Colibrí
recibió en 2015 el Premio Anual de la Legislatura de Buenos Aires. En 2016 su obra Shylock
fue el 2do premio de I Premio Pop Drama de Caja Granada, la cual está siendo
traducida al inglés. Durante 2017 la obra Benilde recibió
el premio Estrella de Mar a mejor producción, y fueron puestas en escena las
obras El juicio de Rica por Claudio Aprile, Carmencita por Mariano Dossena y Querido San
Antonio por Marcela Walter Sallas es Houston, Texas. Solamente una vez en el teatro Regina de Buenos Aires en
2018.
LA INGENUIDAD DE LA
LECHE*
En la televisión pasan
una escena/ en donde el cielo se nubla/ con nubarrones de leche./ Un aguacero
intenso de leche cae/ inundándolo todo de leche/ sobrecogiendo la pantalla. Y
desbordados ríos
de leche/ se enrumban
hacia
un vasto océano/ con
intensos oleajes de leche;/ barcos repletos de marineros/ se encaminan/ mar
adentro/ soñando conquistar otros mares de leche/ mientras en mi pobre barriada/
los niños no tienen leche/ ni tampoco sueñan con leche./
*De Daniel Montoly.
Inventren
JUAN TRONCONI.
En el recorrido del tren literario por Ferrocarril Provincial:
CARLOS BEGUERIE. FUNKE. LOS EUCALIPTOS. FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE. GOBERNADOR UDAONDO. LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD. ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA. D. SÁEZ. J. R. MORENO. EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY. LISANDRO OLMOS. INGENIERO VILLANUEVA. ARANA. GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.
***
En el recorrido del tren literario por Ferrocarril Midland:
ELÍAS ROMERO.
KM. 38. MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO. LIBERTAD.
MERLO GÓMEZ. RAFAEL CASTILLO. ISIDRO CASANOVA. JUSTO VILLEGAS.
JOSÉ INGENIEROS. MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE. ALDO BONZI. KM 12.
LA SALADA. INGENIERO BUDGE. VILLA FIORITO. VILLA CARAZA.
VILLA DIAMANTE. PUENTE ALSINA. INTERCAMBIO MIDLAND.
InventivaSocial
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-Para compartir escritos escribir a: inventivasocial@yahoo.com.ar
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