viernes, abril 24, 2020

EL PRECARIO PÁJARO DE LA ANGUSTIA...



 *Obra: “La guardiana del huevo del Fénix” de Leonor Fini. (1908 - 1996)









ACTO MAGIA*



el niño
agarra la botella vacía
y sopla
sopla duro
adentro
algo se mueve
el niño mira
sin asombro
sin curiosidad
porque
cree que la magia
puede
despertar
a lo imposible
de su aletargado
sueño

sopla bien fuerte
el niño
y un pedazo de pan
toma forma
come hambriento
el niño
porque la magia
también cree
que no hay
razón alguna
para que existan
niños hambrientos
soplando
adentro de una botella
sin tener suerte
ni magia
ni pan ni sueños
que tomen
formas
dentro de botellas
vacías


*De Daniel Montoly.











*



En la pantalla
anuncian
que a cientos
de miles de kilómetros
hay gente
que vive y muere
en mares
de incertidumbre.
Un resplandor,
Luces de colores
barridas
por la urgencia
de una publicidad
de crema de belleza.
Un instante
en el que aleteó
el precario
pájaro de la angustia.
El que solía
acompañar
a los hombres
frente al dolor de los demás.


*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com


- Mariana nació en General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City Bell.
Publicó: Cuadernos de la breve ceguera  (La Magdalena 2014). Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015)
La hija del pescador  (La Magdalena, 2016).  Piedras de colores (Proyecto Hybris 2018)
Su último libro publicado es El orden del agua, GPU Ediciones (2019)
-Coordina Microversos, talleres de exploración literaria.














LA VAJILLA*



*Obra de teatro de Patricia Suárez.


Acordeón, s. Instrumento en armonía con
los sentimientos de un asesino.
Ambrose Bierce


La acción transcurre a fines de la década del ‘40.
Víspera de Reyes Magos.


Personajes
María
Jaime



Escena 1: Antes del baile


Jaime y María sentados en el patio, entre las plantas.
Jaime tiene el acordeón entre las manos y toca soñoliento algunos acordes.

María: Anoche tuve un sueño. Primero, no me podía dormir y cuando me pude dormir, tuve un sueño. Estoy en la casa, está la mesa tendida, una gran mesa. De pie a los lados, todos están serios. Es como una boda o un entierro… Hay dos platos para cada uno, un plato encima del otro: el hondo y el playo. Es una gran comilona, pero no hay la alegría de las comilonas. ¿Entiendes lo que te digo?

Jaime asiente.

María: En el centro de la mesa, está la sopera. La toco y la mamma me dice: “Cuidado, Marietta. Es la sopera que le robé al cura. Veintiún días la tuve escondida entre la ropa.” “Sí, mamma. Quédese tranquila”, le digo. Me fijo que todo esté correcto, los tenedores, los cuchillos, las servilletas que bordó la Assuntina cuando creía que se iba a casar.
Todo, todo está acomodado: parece el servicio de un príncipe. Entonces yo me pongo en la cabecera, agarro las puntas del mantel y tiro. Tiro, tiro. Vuela por el aire la vajilla entera, la sopera se hace añicos en el piso. Ay, qué alivio. Todo roto.


Un silencio.

María: ¿Me escuchaste?

Jaime: Sí.

María: ¿Vos nunca tuviste un sueño así?

Jaime: No.

María: ¿Por qué no?

Jaime: Porque yo hace dos años que no sueño.

María: Eso es un daño que te hicieron, Jaime.

Jaime: No sé.

María: Hay que decirle a doña Briggeta que te cure.

Jaime: Puede ser.

María: Está vieja pero todavía cura. Hoy doña Briggeta seguro que va al baile. La llamo
aparte y le contás.

Jaime: No se si voy a poder.

María: ¿Qué?

Jaime: Voy a estar ocupado. Esta noche, porque es una noche mágica, hay que hacer el repertorio napolitano. Torna a Surriento, la canzonetta principal. Mañana, porque es el sorteo de Reyes, la Lotería nos contrata para tocar en la puerta. No paseamos por la calle arriba y abajo tocando, para que no nos dé el sol en el morro y nos desmayemos en la vereda. Tocamos abajo del toldito de la lotería. ¿Pero y con el Correo? Ya falté para la Navidad para tocar en la calle de la Lotería. “El Gordo de Navidad atrae mucha gente, “Jaime”, me dijo el patrón. “Seguro lo contratan para tocar en tantas fiestas que usted se hace rico.” Sí, ¿eh? ¿Quién me contrató? Una chiquita de buena familia nos quería en su fiesta, y cuando se acercó la cogotuda de la madre para ver la ralea de gente que somos, salió chillando que a unos músicos zaparrastrosos no iba a contratar para el santo de la hija. ¡Pero andáte! Stefanin dejó la tuba un momento y le escupió la sombra a la cogotuda. Me siento muy mal, María. ¿Qué les digo a los del Correo? ¿Qué por qué falto al trabajo esta vez? Ah, triste destino el del músico.

María: Triste.

Jaime: Porque a mí me corre música por las venas… Yo soy el hijo de Giácomo Pastore, tres veces ganó la Fiesta de Piedigrotta.

María: Ya lo sé, Jaime.

Jaime: Música, notas, corcheas, semicorcheas, fusas… ¡”María, Marí”! Me corre por aquí dentro; “Funiculí, funiculá”

María: Me lo dijiste.

Jaime: … pero ¿qué pasa, eh? Tengo dos hijos que alimentar.

María: Y, sí.

Jaime: Eduardo y la Iris.

María: Iris y Eduardo. La Iris nació primero.

Jaime: Es lo mismo: son dos hijos que comen todos los días. Y mi mujer es pantalonera de un judío feo que no le perdona puntada. Pero el acordeón no alcanza para poner un plato de comida todos los días sobre la mesa.

María: No.

Jaime: No. Y hay que pagar la casa. ¿Cuánto debemos de esta casa?

María: Mucho.

Jaime: ¿Cuánto?

María: La mitad.

Jaime: Yo te digo: dieciocho mil cuatrocientos noventa y cinco pesos, más todos los intereses que vendrán cuando no podamos pagar al día.

María: Una casa cuesta.

Jaime: Porque don Mario no nos va a perdonar un pago atrasado.

María: Los compromisos son los compromisos.

Jaime: Sí, sí.

María se apantalla con el abanico.

Jaime: Voy a meterme en la Mafia, María.

María se apantalla notoriamente.

Jaime: Estoy muy mal, muy mal y soy el culpable.

María: Esta noche la vemos a doña Briggeta y le dices.

Jaime: Dejá de apantallarte.

María: Hace mucho calor.

Jaime: Me marea el ir y venir del abanico. ¿De dónde sacaste el abanico?!

María: Pensé que era un regalo.

Jaime: ¿El abanico?

María: Lo tenías en el bolsillo del saco.

Jaime: ¿Qué tienes que meterte en mis bolsillos?

María: ¿Por qué? ¿No puedo?

Jaime: Ay, María. Era un regalo. Tenés que esperar hasta mañana que es cuando llegan los Reyes.

María: Pero hoy también hace calor.

Jaime: Pero hoy te aguantás y te abanicás doble mañana por hoy y por mañana.

María: Nunca me hiciste un regalo para los Reyes. Me hacés regalos lindos los cumpleaños nomás.

Jaime: ¿Qué? ¿No te pone contenta?

María: Digo.

Jaime: Lo vi en el baratillo y lo compré.

María: Gracias, Jaime. Sos un buen marido.

Jaime: Costó dos monedas.

María: Sos un buen marido de verdad. La Assuntina no quería que me case con vos, ni la mamma. “¡Es un palurdo!”, decían. Pero yo te vi, salías del telégrafo con tu
chaquetita y tu camisa blanca y me enamoré a la primera mirada. Amor a primera vista, se llama. Y supe que mi amor por vos iba a durar toda la vida.

Jaime: Un peso con ochenta, costó.

María: Cuando venías a la casa ¡me temblaban las rodillas! El papá te miraba torvo… A veces yo no probaba bocado en todo el día ¡me quedaba soñando con tus ojos! El papá el día que olvidé ordeñar la vaca colorada, me dio una biaba! Me dolía toda la boca de los cachetazos pero al día siguiente viniste vos ¡ah, cómo te sonreía yo! Se me moría la boca de ganas de besos, ¡pero si te besaba hasta los dientes me iba a hacer saltar el papá! Pobre el papá, era una bestia bruta: pero estaba tan enamorada de vos…
(suspira)
Ah, sueños son sueños.

Jaime: ¡Compré el abanico como podía comprar un pirulín de dos centavos! ¡Me dio igual!

María: ¿Querías comprarme un dulce?

Jaime: Pero no. No entendés nada; María.

María: Pero hiciste bien. Porque al pirulín seguro me lo roban los chicos. La Iris salió golosa.

Jaime: Te lo tengo que contar, María. Me oprime el corazón.

María: ¿Qué?

Jaime: No puedo más, María.

María: ¿Qué? ¿Qué es? Decíme.

Jaime: Esperá que junte fuerzas.

María (estalla): ¡Te hiciste echar del Correo!

Jaime (lloroso): Marí…

María: ¡Te hiciste echar! ¡Te echaron, Jaime, por el asuntito de la música! ¡La música, maldición de Dios! ¡Te voy a matar, Jaime! ¡Dos hijos que mantener y me venís con el acordeoncito aquí y allá!

Jaime: María, no. María…

María: ¡El catecismo! ¿Quién le paga el catecismo a los curas? El Eduardo toma la comunión este año. ¿No lo pensaste? ¡pero qué lo vas a pensar, vos! ¿Y las monjas? Les debemos un regalo a las monjas por la nota que le pusieron a la Iris en labores…la Iris les quemó la cocina a las monjas cuando la enseñaron a hacer bizcochuelo, una cocina de leña, se las dejó negra, llena de hollín… ¡Quién le compra ahora un obsequio a la sor Jesusa! ¡Vieja viciosa, hay que llenarle la canasta de bombones y chocolate para que trate bien a la chica!

Jaime: No me echaron del Correo, María.

María: Vos y todos esos gringos vagos, amaretto les corre por la venas, ¡borrachines!

Jaime: No me echaron. Sigo siendo empleado del Correos y telégrafos de Argentina. Quedáte tranquila.

María: No te echaron.

Jaime: No. Eso te deja más tranquila, ¿no?

María: Y sí.

Jaime: Sigo siendo esclavo.

María: La vida del pobre es así.

Jaime: Espartaco no pensaba igual que vos.

María: ¿Quién?

Jaime: Espartaco, el de la película.

María: Si no tiene dos hijos menesterosos estudiando con los curas, puede ir al cine cuando quiere. Compra maní con chocolate, se lo embucha tranquilo en la butaca…

Jaime: Mirá que sos bruta. Espartaco, Kirk Douglas. Kirk Douglas. Espartaco decía: para el esclavo, la muerte y la libertad es lo mismo.

María: ¿Kirk Douglas, el actor?

Jaime: Sí.

María: ¿Qué me decís, Jaime? ¿Kirk Douglas decía eso?

Jaime: En la película.

María: Kirk Douglas no cose pantalones de sol a sol. No le viene un viejo jorobado a reñir porque el fondillo le quedó flojo o la bragueta flácida… Vos no estás bien de la cabeza.

Jaime: Estoy mal, María.

María: Ya lo sé, ya lo sé, santa Madre de Dios. Lo dijiste como cien veces en media hora. ¡Acábala con la cancioncita!

Jaime: Es que estoy arrepentido.

María: Eso le pasa a todo el mundo, menos a los que asaltan los bancos… ¿Por quéestás tan arrepentido, si se puede saber? Si lo que querés es faltar al Correo para tocar en la puerta de los loteros mañana, desde ya te digo que no cuentes conmigo.

Jaime: Quiero abrirte mi corazón.

María: Jaime, me estás aburriendo. Hablas o no hablas. Tengo una pila de pantalones de percal para mañana y la pila me está llamando.

Jaime: Prometéme, María, que cuando te cuente no vas a hacer un escándalo ni…

María: ¡¡¡¡ Hablas o no hablas!!!!

Jaime: Hace dos años conocí a otra mujer.

María (indiferente): Ah.

Jaime: Me enamoré de otra mujer.

María: Una mujer de carne y hueso?

Jaime: Sí.

María: Una de verdad, que existe?

Jaime: Sí, María.

María: Estás inventando, Jaime.

Jaime: Hace dos años que la visito, vive en una pensión. Hacia el lado del río está la pensión. Una vez me vio entrar a la pensión la Assuntina. Pero ella no me vio, creo.

María: No te lo puedo creer.

Jaime: Creéme, María. Perdonáme, te pido perdón de rodillas. ¡Perdón, perdón!

María. Sí, después. Sentate en el banquito que te arruinás las rodilleras del pantalón. Contáme despacio si querés que te crea. Decíme primero: ¿cuándo fue eso?

Jaime: Hace dos años.

María: Hace dos años pasaron muchas cosas. La Assuntina se arregló con el novio número veinte, doña Cuncettina se tiró del balcón y se rompió dos costillas… ¿Cuándo fue lo de tu innamorata? ¿En abril, en junio? Después de la comunión de la Iris?

Jaime: Fue el día que nos agarramos con la patota de don Mario. ¿Te acordás que don Mario quería que Marito tocara la mandolina en la orquestina pero el Maestro no lo dejo porque el Marito era duro de oído? ¿Te acordás de que entonces nos agarramos porque don Mario mandó a los muchachos del matadero a que nos dieran una paliza y nos rompieran los instrumentos…?

María: Me acuerdo de don Mario.

Jaime: Vinieron los patoteros y nosotros les dimos con toda. Pero, cobramos. También cobramos. Me hice el corte en el ojo y fui al hospital para que me lo cosieran. ¿te acordás que me pusieron cinco puntos en la ceja? Ves la cicatriz?

María: Me acuerdo de los cinco puntos en la ceja.

Jaime: Ahí apareció ella, que ayudaba al doctor. El día del hospital. Ella es enfermera y estaba ahí, quietita atrás del doctor. Yo la vi esa vez y me enamoré hasta la verija. Como un embrujo.

María: Ah, sí. Ya sé quien es, Jaime. Vos hablás del cuadro con la enfermera que tiene el dedo así, sobre los labios. Silencio…, dice.

Jaime: No, no. ¿Qué decís, María? Es una mujer de verdad, no un cuadro.

María: ¿Pero qué? Ella te quiso así, roñoso, todo golpeado por los patoteros, ensangrentado, arrastrando el acordeón como una joroba en la espalda…?

Jaime: Sí.

María: Yo no entiendo a las mujeres.

Jaime:

María: A ver, contestáme esto: ¿y por qué te quiso a vos y no a Stefanin que toca la tuba?

Jaime: Porque Stefanin es un alfeñique.

María: Un alfeñique. ¿A ella le gustan los gordos?

Jaime: Y sí.

María: ¿Se piensa que vos tenés esa panza porque comés bien?

Jaime: Será.

María: No hay caso. No te lo creo.

Jaime: ¡pero sí, María, sí! ¿Querés que te traiga un papel firmado por ella de puño y letra que diga que se enamoró de mí?

María: Tanto como eso…

Jaime: Y bueno. Existe, es una enfermera. ¿Por qué no me creés, María?

María: Es que estoy harta de tanto cuento. ¿Te van a ascender en el trabajo si tocás en el jubileo del padre Almagro? Cuento: una noche de juerga. ¿Visita Mario del Mónaco de incógnito el Correo y le vas a tocar serenatas de los napolitanos? Cuento: Mario del Mónaco está en su casa haciendo gárgaras de aguamiel y vos estás con los gringos chupando grapa hasta reventar.

Jaime: Esta es cierta. Creéme, María. Creéme y perdonáme.

María: A ver: ¿quién es esa señora?

Jaime: Blancaflor, se llama.

María: Blancaflor.

Jaime: Sí, que tiene.

María. Nombre raro, de la ópera.

Jaime: Se llama así, ¿qué querés que haga? Es linda, pero no… es… es… Es renga.

María: ¿Renga? ¿Renguea con una pierna?

Jaime: Sï.

María: Tiene una pierna más corta que otra?

Jaime:

María: Mirá, Jaime. A vos un día Dios te va a dar un paráte a tanta pavada. Te da un corpo y no contás más el cuento. Ya me hiciste engranar.

Jaime: Ella me hizo un daño, María.

María: Mirá, Jaime, por segunda vez. No me busques más…, porque ella te hizo un daño, pero yo… no respondo de mí.

Jaime: Yo la quiero dejar y ella no quiere. Ella me amenaza con matarse.

María: Si está en su destino…

Jaime: ¡María, ayúdame a dejarla!

María: Soltáme, vos estás loco.

Jaime: ¡María, María: vos sos mi salvación!

María: ¿Yo? La María del cielo, será: yo no. Yo sueño braguetas noche y día; faciendo braguetas para todos los tamaños de cosos. Pero vos no te acercás acá, vos sos un extraño. Piensa en la música, las canzonettas, la parranda. De pronto, el señor tiene una amante. ¡Una amante que comía de mi bolsillo, de los culos que me hace coser ese judío! ¡Me robó! ¡Tu renga me robó! El abanico era para ella, para tu querida? Acá tienes el abanico (se lo tira). ¡Te echaría de la casa! Pero yo no soy una inglesa, yo no puedo darme el lujo de divorciarme del pedazo de mierda con el que me casé. Yo tengo dos hijitos: vos le quitaste el pan a tus hijos para dárselo a ella. A mí no me hables nunca más: ahora salí de mi vista, salí de mi patio, que las plantas ven tanto pecado junto y se marchitan.

Jaime: María, ella no tomó ni un centavo. Ella muchas veces me ayudó con plata…

María: Para mí estás muerto, Jaime.

Jaime: Cuando Eduardito tuvo el sarampión, ella me dio la crema esa para que lo frotáramos…

María: Me despellejó al chico.

Jaime: Para tu cumpleaños el broche, te lo compré con plata de ella. Le dije que la Iris necesitaba libros para el colegio y ella me la dio…, es generosa, me quiere. Yo sabía cuánto deseabas vos el broche. Me costó diecisiete pesos. Las perlas son falsas, pero costó diecisiete pesos. ¿Vos sabés cuántas liras son diecisiete pesos? Ella me dio la plata sin chistar, porque me quiere, dice. Pero yo ahora la quiero dejar, María. Si tengo que devolverle la plata, se la devuelvo. Pero yo todo lo que hice lo hice porque soy un pobre pecador y ella me hizo un hechizo. Soy débil, María. ¡El cuello de piel para el abrigo te lo compré con la plata de ella! Ayudáme a dejarla y yo te juro que nunca más en la vida miro a otra mujer que no seas vos.

María: Yo soñaba con vos, Jaime. Despierta y dormida soñaba con vos. Me tenías conquistada, yo estaba ciega; nos conquistaste a todos. El papá te odiaba, una vez no te echó los perros por un pelo. Pero un día entraste y dijiste: Buonasera, signorina y te me metiste adentro. Me clavaste una espina en el corazón. No hubo quién te saque después.
Pero te juro, Jaime: ¡si yo consiguiera una pinza para arrancarte! ¡Ah, una pinza!

Jaime: Pedíme lo que quieras y te lo cumplo. Pero ayudáme a dejarla.

María: El acordeón.

Jaime: ¿El acordeón, María?

María: Sí. Dejálo.

Jaime: ¡Está bien, dejo el acordeón! Pero ayudáme, alma mía, ¿vas a ayudarme?

María (llorando de rabia, desesperada): ¿Por qué me hiciste esto, Jaime? Malo, pérfido. Dios te va a castigar, te va a castigar bien fuerte cuando menos te lo esperes. Dios te va a castigar por matarme así, vas a ver.

Jaime: Ay, María. No me maldigas.

María: No, no. No te maldigo, Jaime.

Jaime: Marí…

María: ¡Ojalá te mueras, Jaime!


Apagón.



Escena 2: después del baile

María entra a la casa abrigada, es muy tarde. Jaime la espera con el acordeón dentro de su estuche; él está apagado, nervioso.


María: Te esperaba a la salida del baile. Te fuiste por la puertita trasera.

Jaime: No quería verla.

María: Te escapaste como una rata.

Jaime: No quiero verla nunca más.

María: Estaba enfrente, apoyada contra la pared. Metida en un tapado grueso, como si fuera invierno. Si no fuera porque le vi el zapatón que usa en el pie derecho, ni sabía que fuera ella. Estaba fumando. Justo cuando voy a cruzar, el tarambana de Luigi me saluda. “¡María, te alcanzo con el carro! ¡Vení!” Sigue con un carro mismo acá en la ciudad como si estuviéramos en el campo todavía, ¡qué bestia!

Jaime: Ella estaba llorando, seguro.

María: A vos eso no te importa.

Jaime: Siempre está llorando.

María: Me acerqué y le digo: “Usted es la fulana que tiene mi marido hace un par de años”. Temblaba de arriba a abajo ¡lo que es querer a un hombre! Lo digo por ella; porque a mí no se me movía un pelo. Yo estaba dura como una estatua, le puse cara de perro, para meterle susto. Porque no es decente la hembra que te buscaste: es alta como un soldado alemán. Me convidó con un cigarrillo ¡y yo que nunca había fumado; mirá con quién vine a empezar!

Un silencio.

Jaime: ¿Qué pasó?

María: Te parece lindo?

Jaime: Contáme qué pasó, María.

María: Ahora no, más tarde. Estoy muy cansada. ¿Dónde está la acordeona?

Jaime: Acá al lado de la lámpara.

María: Muy bien: mañana la tiro al río.

Jaime: Me duele en el alma.

María: Mañana a primera hora, tiro el trasto ese al río.

Jaime: Vos no tenés corazón.

María: ¿Qué dijiste?

Jaime: Nada.

María: Mejor. No te atrevas, Jaime.

Jaime: No sé qué le voy a decir a los de la orquestina. Qué excusa darles porque mañana en el sorteo de Reyes no voy a estar con ellos.

María: Cualquiera que les des va a estar bien.

Jaime: Eramos una familia; el Maestro el papá y nosotros los hijos que…

María: Les des la excusa que les des, no te van a escuchar. Están borrachos todo el día; no oyen nada de lo que se les dice… Una vergüenza.

Jaime: El hijo del gran Giácomo Pastore deja para siempre la música. Dos veces ganador del concurso de canción popular en la Fiesta de Piedigrotta. 1901 y 1902.

María: Una vergúenza hicieron; en el baile los gallegos les pedían: “Toquen Granada! Toquen Granada!” Pero tocaban La Romanina. Yo no puedo saber si vos y tus amigos lo hacían para fastidiar a los gallegos o porque no la saben.

Jaime: Yo no escuché que pidieran Granada.

María: Granada, La paloma, La jota de dolores… También puede ser que ustedes estén sordos, pobres diablos. A la vista de lo que tocan…

María se sienta en una banquetita baja y se quita los zapatos.

María: Mirá qué hinchados los tengo. Ni que hubiera bailado toda la noche! No me moví de la silla de al lado de doña Briggeta; pidiéndole consejo.

Jaime: Yo te vi bailar...

María: Toda la noche sentada en la silla al lado de doña Briggeta. Si le hice de mozo: “Tráeme la jarra de agua”; “Tráeme una copita de licor”; “Traéme unos trocitos de fruta”. Todo porque la vieja apenas si se mueve con el bastón.

Jaime: Pero si te vi bailar con el Luigi cuando tocamos la tarantela.

María: Qué desafinada la tocaron. Parecían mismo negros catingas que sólo saben aporrear tambores. Por suerte, doña Briggeta se durmió y al fin pude descansar.

Jaime: Ahí saliste a bailar?

María: ¿Sabés lo que me aconsejó doña Briggeta? Me dijo que ella te iba a hacer el favor de curarte el daño, pero que yo fuera y la peleara a la fulana. Unos cachetones, unos tirones de pelo, que le rasgara la ropa, para que tu querida aprendiera a no meterse con hombres casados. ¡Qué noche, madre mía, cómo tengo los tobillos! Mirá, Jaime, cómo tengo los tobillos.

Jaime enciende y apaga la perilla de la lámpara.

María: ¿Qué hacés?

Jaime: Nada.

María: Miráme los pies te dije. Mirá como los tengo.

Jaime: Sí.

María: Se rompe la lámpara si hacés eso. ¿Sabés cuánto costó?

Jaime: Seis pesos con cincuenta.

María: Dios te conserve la memoria para los números, Jaime. Aunque a vos Dios ya no te debe querer más.

Jaime: ¿Le pegaste?

María: ¿A quién?

Jaime: ¿A quién va a ser?

María: A la Renga, decís? Cómo le voy a pegar, Jaime, si es un urso de grande. ¿De dónde te vinieron esos gustos a vos? Parece un campeón de lucha libre. ¿Y la cara? Ahí en lo oscuro a mí me dio miedo. ¡Lo que será cuando hay luz!

Jaime: Le dijiste?

María: Vos sabés que la señora no se llama Blancanieves como me dijiste. Ni siquiera se llama Blanca. Me dijo que el nombre era Nelly.

Jaime: ¿Nelly?

María: Sí, Nelly.

Jaime: Qué raro Nelly.

María: Nelly, Nelly. Lo de Blancanieves era otro cuento.

Jaime: Blancaflor.

María: Blancaflor, como sea. Ahí tenés, otro cuento. Puro cuento, puras mentiras.

Jaime: Hablaron?

María: La señora esa dice que no se te va a acercar más a vos, si eso es lo que te preocupa. Que duermas tranquilo y vayas con Dios.

Jaime: Lloraba cuando te lo dijo?

María: Vos pensás que la señora tiene alma de canilla.

Jaime: Pero estaba triste. El amor no es un viaje en funicular.

María: No, el amor no es un viaje en funicular. Pero no lloraba. Me lo dijo con la frente bien alta: Dígale adiós de mi parte a su marido. Claro que yo para mirárle la frente alta tenía que torcer el cogote así. ¿Qué hacías vos con una jirafa, Jaime?

Jaime: Quería volver a verme.

María: La señora me dijo que hubiera preferido mandarte al diablo a vos en persona. Yo le dije que le transmitía tu mensaje, porque te cagabas en las patas del susto que tenías. No estaba tan enamorada; no peleó por vos, no luchó como en las películas románticas. No más se comía las uñas cuando hablaba y no le entendí palabra. Le tuve que hacer repetirme todo, palabra por palabra, despacito.

Jaime: Estaría llorando.

María: ¿Vos la estabas viendo?

Jaime: No.

María: Porque a lo mejor resulta que nos estabas espiando.

Jaime: No.

María: Tenés un informante.

María se quita la falda. Debajo tiene la enagua.

María (se toca la cadera): ¿Ves? El doble que yo tiene la Renga. ¡Jaime, Jaime! Te desconozco. El mendigo de la puerta de la iglesia es más familia para mí que vos. ¡Un culo así, que no cabe en la silla!

Jaime: Yo no puedo creer que ella no estuviera triste, María.

María: Es así.

Jaime: Me mentís.

María: Querés ir a preguntarle? Si no fueras tan cobarde, ibas y le decías todo vos a la Renga. Conste que esto lo hago por mis hijos. Porque el Eduardito será abogado o cura y la nena maestra o monja. Porque a los chicos los saco bien, que no salgan unos arrastrados muertos de hambre como vos. El día que vea alguno tocando un cornetín, les quito las ganas de soplar a cachetazos.

Jaime: Te agradezco que hayas ido, María.

María se quita la blusa. Queda con la enagua.

Jaime: Te lo voy a deber siempre.

María: Está bien.

Jaime: Tengo sueño.

María (señalándose los pechos): Así tenía las tetas, dos sandías. Una giganta te buscaste.

Jaime: Vayamos a dormir, María.

María: Esperá.

Jaime: ¿Qué?

María se quita la enagua y queda en calzón y corpiño.

Jaime: Te van a ver, María.

María: No me vé nadie. Estoy en mi casa.

Jaime: falta pagar dieciocho mil cuatrocientos noventa y cinco pesos.

María: Mientras tanto es mi casa y la uso.

Jaime: Más los intereses, porque nunca podemos completar los pagos a tiempo.

María: ¡Pero claro que lloraba! Lloraba como un marrano, la fulana. Se paró así delante mío con las piernas abiertas; ¿se para siempre así como un vigilante?

Jaime:

María: Debe ser para el equilibrio de la pierna corta. ¡Qué espectáculo! ¡Lloraba y se tragaba los mocos! Me dice: “Anoche justo soñé que me casaba con Jaime. Yo estaba con el traje de novia puesto y me lo iba sacando, me quitaba las horquillas del tul…” Yo la interrumpo y le digo: “Señora, eso no se puede porque es bigamia. La bigamia es pecado mortal y está penada por la ley; aparte el bígamo se va derecho al infierno cuando se muere; no pasa por el Purgatorio.” Pero sigue, sigue: que está sentada en la cama y vos le estás tocando la acordeona y le das un regalo. Una caja de zapatos. Ella abre la caja de zapatos y adentro hay otra caja de zapatos y adentro otra y así. Cuando llega al final ¿qué hay? Un bebé del tamaño de una pera, y ella grita: ¡Nuestro hijo! Mirá las cosas que sueña esta infeliz. Le dije: “Usted sí que lo conoce a mi marido, hasta en sueños. ¿Ha visto? Él, un par de zapatos no le va regalar nunca. Antes le hace un hijo. Pero para tener un bastardo con mi marido, usted tiene que pedirle perdón a la Iris y el Eduardito, porque usted les hizo un mal que no tiene enmienda.” Lloraba, la magdalena…
¿Qué te pasa ahora, Jaime?

Jaime: No me siento bien.

María: Estás revuelto? La crema de los duraznos estaba rancia, me dí cuenta. Vos comiste la crema?

Jaime: No.

María: ¿Estás llorando?

Jaime: Sí.

María: ¡Un hombre que llora! ¡Con quién me casé!

Jaime: Vámonos a la cama, María.

María: Esperá, te dije. Miráme bien, Jaime.

Jaime:

María: Miráme las carnes.

Jaime:

María: Te gustan? Carne de rosa.

Jaime:

María: Respondéme. Te gusto? Soy tu mujer: ¿te gusto?

Jaime: Sí.

María: Así que yo te gusto.

Jaime: María, basta ya. Te ruego que…

María: No me ruegues que soy una roca para tus ruegos. No voy a reprocharte más tus amores con la tullida. Me voy a callar y voy a guardar silencio, Jaime, hasta que te mueras y te vayas al infierno. Por respeto a vos. Mirá qué buena mujer tenés. Ahora, eso sí: todo esto que estás viendo y lo otro que no te muestro por pudor, acordátelo de memoria. Porque nunca más lo vas a volver a ver. No te presto nunca más mis cosas; de acá en más arregláte como vos puedas.

Jaime:

María: Ahora sí. Vamos a la cama.

Jaime sale.

María recoge sus ropas, llorando con aullidos.

Asustado, Jaime corre hacia ella, la abraza. Ella responde a su abrazo. Los dos lloran.



Escena 3. Después de Reyes.


María está poniendo la mesa. Es un servicio sencillo, pero ella lo hace con cuidado.

María: ¡La comida!

Entra Jaime.

María (que lo ve): Ah, por fin.

Jaime se sienta, vencido.

María: ¿Vas a comer?

Jaime:

María: ¿Qué te pasa?

Jaime: ¿Qué hiciste?

María: Minestrón. La carne… la carne: no alcanzó para la carne. El ossobuco estaba bien…

Jaime: Hace calor.

María. Es enero.

Jaime: Lo tiraste?

María: Ah, sí. Asunto terminado.

Jaime: ¿Adónde lo tiraste?

María: En el río. Se hundió en el río.

Jaime: No me siento bien.

María: Es la crema de los duraznos. Estaba rancia. No tendrías que haber comido la crema anoche. No la saben batir, yo se los dije, pero no me creen. A cada fiesta, todos empachados con crema cortada.

Jaime: Ni la probé a la crema.

María: Los nervios son. O es la crema rancia o son los nervios.

Jaime: Lo viste hundirse?

María: Sí. Quería asegurarme de que se fuera al fondo. ¿Cuándo el agua hace onda es porque se va al fondo, cierto?

Jaime:

María: ¡Chicos, la comida! No me hacen caso. ¿Sabés que me dijo el Eduardito? Que cuando sea grande él va a tener una juguetería. Va a vender juguetes y cuando sea rico vendiendo juguetes me va a dar toda la plata que gane para que yo sea feliz. ¡Qué nene tan bueno! Pero después me dijo que le iba a costar desprenderse de los juguetes, porque como él tiene todos juguetes usados y viejos que le manda don Mario… El Marito fue chico hace un tiempo largo, pero eran lindos los juguetes del Marito. Eran de lujo los que les trajo hoy por los Reyes. Decíles que te los muestren: una cocinita para la Iris y una pelota de cuero para el Eduardito. A la pelota hay que pasarle un poco de betún y queda como nueva. Pero el Eduardito rezongaba que era vieja, que estaba cuarteada, que los camellos la trajeron pateando a la pelota. Yo lo quería matar: no sabés la cara que puso don Mario: se le fruncieron los mostachos. Cuando vi eso, le di un sacudón al Eduardito para que se reportara. Se fue picando la pelota y cuando llegó a la puerta gritó: “¡Esta pelota es una porquería! ¡No rebota!” Es verdad que no rebotaba, pobre hijo. Pero yo tuve que servirle una taza de café a don Mario, darle las gracias y escuchar que él como síndico de los chancheros es un apóstol.

Jaime:

María: Antes los juguetes no existían. Ahora hay juguetes para las criaturas. Yo jugaba con los pollitos, con los patitos. Cuando era más crecidita, el primo Ángelo me enseñó tirar con la honda a los gorriones. Después los hacíamos en la polenta. ¡Mirá si el papá me iba a comprar muñecas! ¡A los siete me mandó a la zapa! ¿Vos tenías juguetes, Jaime?

Jaime: No.

María: ¿Y con qué jugabas?

Jaime: Tenía un acordeón así chiquito.

María hace un gesto de fastidio.

Jaime: Tenía un tamborcito.

María: Sí, sí. ¡Chicos a la mesa!

Jaime: No tengo hambre.

María: Tomá un vaso de agua, Jaime. A ver si…

Jaime: No tengo sed.

María: ¿Qué hiciste cuando saliste del Correo? ¿Te fuiste a dar pena a la puerta de los Loteros?

Jaime asiente.

María: ¿Quién sacó la lotería?

Jaime: No sé.

María: ¿Pero estaba presente o no estaba presente?

Jaime se encoge de hombros.

María: ¿Lo viste o no lo viste? Si estaba ahí y se sacó la lotería de la alegría que tendría se habrán levantado hasta los muertos. ¿Cómo vos no te ibas a enterar?

Jaime: No sé.

María: Aparte, siempre le dan propina a los músicos. Así que los atorrantes amigos tuyos, algo habrán cobrado. ¿Quién fue el que ganó el premio?

Jaime: Ella estaba ahí.

María: ¿Quién?

Jaime: La Renga.

Un silencio mayúsculo.

María: ¿Había comprado un billete?

Jaime: No.

María: ¿le hablaste?

Jaime: Ella vino a hablarme.

María: ¿Hablaron?

Jaime: Sí…

María: Vos no tenés que conversar más con ella, Jaime.

Jaime: Ya sé. Fue ella que se acercó.

Maria: Jaime, vos tenés que darle tiempo a doña Briggeta para que te cure el daño. Si vos vas y te echás en los brazos de ella…

Jaime: Yo soy un hombre débil, María.

María (estallando): ¡¡Vos no le das tiempo a doña Briggeta!!

Jaime: Fue ella, María. Fue ella; yo miraba los adoquines todo el tiempo. No levanté la vista de los adoquines.

María: ¡Doña Briggeta es una vieja, tiene mala memoria, le tenés que dar tiempo! No es una máquina de sumar: es un ser humano. Capaz que la Renga es más bruja y tiene más poder que doña Briggeta, por eso tarda el hechizo en deshacerse. Vos tenéte cuando te vengan ganas.

Jaime: Ni la escuché. No sé nada de lo que decía.

María: Está bien, así es.

Jaime: Era como una música que me envolvía.

María: Eran los gringos tocando alguna perrería sucia.

Jaime: No, ellos no.

María: ¡Que no! ¡Si los conoceré yo la de canciones verdes que se saben!

Jaime: La voz de ella era una música, un encantamiento…

María (impaciente): Ves? Es bruja ella. Tenés que alejarte. Menos mal que el acordeón ya se hundió para siempre. Mirá, Jaime. A ver si entendés.
(a los hijos) ¡Chicos!: ¿vienen o no vienen? Estas criaturas me ponen los nervios de punta: los voy a meter pupilos, todo el día. Van a salir nada más para la procesión de la Virgen, una vez por año, ya van a ver. (A J., le actúa) Viene la Renga y vos te ponés así: le das la espalda. Si ella se para de frente, vos te das vuelta. Si no te podés dar vuelta porque te arrinconó contra la pared, no la mirás a los ojos. Porque si la mirás a los ojos, ella te hipnotiza y te come. Como la culebra con el pajarito. Esto doña Briggeta me lo explicó muy claro. Te quedás contra la pared, quietito, y apenas ella se descuida y mira para otro lado, vos salís corriendo y no parás hasta que doblás la esquina. Ella correr, no te va a correr porque no puede, pobre infeliz. Y si fuera una bruja tan poderosa que puede volar, no estaría perdiendo el tiempo con un mequetrefe como vos. Así te vas a salir del poder de ella. Vos hacélo por tus hijos. Pensá en tus hijos y hacé lo que dice doña Briggeta.

Jaime: Sí, sí.

María: Ahora quedáte tranquilo y tomá el caldo así asentás el estómago.

Jaime: Bueno.

María: Haya paz.

Jaime asiente.

María: Voy a buscar a tus hijos y los voy a traer a la rastra.

María sale.

Ruidos de cosas que se caen y escándalo.

María entra.

María: No quieren venir. Se escapan los desgraciados. Se creen que es gracioso.

Jaime: Son chicos.

María: Son chicos pero se vienen grandes y serán dos estúpidos.

Jaime: Dejálos.

María: te sirvo sopa?

Jaime se encoge de hombros.

María le empieza a servir y le tiembla visiblemente el cucharón.

Jaime: El ossobuco sacálo.

María le sirve. Se queda de pie, extiende los brazos temblorosos y le muestra.

María: Hoy tuve que coser cuero. Tres agujas rompí, había que hacer una fuerza bárbara.

Jaime: Sentáte.

María sigue de pie.

María: Justo cuando luchaba con el cuero, llegó don Mario. Para peor con toda esa charla del sindicato me sacó de quicio… Tenía ganas de gritarle: ¡Mafioso! ¡Viejo
mafioso! Nunca vamos a terminar de pagarle la casa, Jaime. Vamos a perder el techo un día de estos…

Jaime: No pensés más en eso, María. Vení.

María: Ahora me siento. Empezá vos.

Jaime sorbe una cucharada de sopa, lento.

María se limpia las manos en el delantal.

Jaime: Ella. ¿Sabés qué hizo?

María: ¿Quién?

Jaime: La Renga.

María: Otra vez con la Renga?

Jaime: Ay, María.

María: No se había terminado la charla sobre la Renga?

Jaime: No.

María: Ay, qué cansada que estoy.

Jaime: Me regaló una armónica.

María: ¿Qué?

Jaime: Una armónica.

María: ¿Una armónica? Una armónica para…?

Jaime: Sí.

Jaime saca del bolsillo una armónica y hace sonar unos acordes.

María: Vas a tocar la armónica, Jaime?

Jaime: Sí. Un poco.

María: Un poco.

Jaime: Después me echo a dormir la siesta.

María asiente.

Jaime hace más acordes.

Tiempo crítico.

María (con voz sorda): Vos, Jaime, no tenés perdón de Dios.

María se levanta.

Jaime: No vas a comer más?

María: Corréte un poco de la mesa, Jaime. Apartáte un poquito.

María ordena la vajilla otra vez, los vasos, la tapa de la sopera. Limpia con una servilleta la cuchara en la que tomó Jaime. La pone junto al plato, y a la servilleta
sucia, la dobla y la coloca también bajo el plato playo. Va hacia la cabecera de la mesa, inspira; está satisfecha con cómo quedó la mesa.

María: hay que creer en los sueños, Jaime. Creer o reventar.


Con seriedad toma las puntas del mantel y tira.
La vajilla vuela por el aire.


Apagón.


**


-PATRICIA SUAREZ.  Nació en Rosario en 1969. Es dramaturga y narradora. Así como escritora de libros para niños.


Como dramaturga escribió la trilogía Las polacas. Recibió el premio Scrtittura de la Differenza por su obra Edgardo practica, Cósima hace magia en Nápoles, Italia, en 2005 y ese mismo año recibió el 2do premio del 6to Concurso de obras inéditas del INT por El tapadito, montada en 2006 por Hugo Urquijo y y nominada a Mejor Obra Argentina por los Premio Ace. Obras suyas fueron representadas en el extranjero como La rosa Mística en el Proyecto Padre, del Teatro San Martín de Caracas, de la mano de Gustavo Ott (2009), Disparos por Amor dirigida por Jorge Cassino en Madrid (2010) y La engañifa, espectáculo de Marta Monzón basado en en Las Polacas, en La Paz, Bolivia, en 2011; también en 2011 la puesta de la obra para niños Aventuras de Don Quijote dirigida por Hugo Medrano en el Gala Theatre de Washington DC y en 2014 en Teatro Mirador de Madrid, RUDOLF, dirigida por Cristina Rota; las lecturas de las obras: Herr Klement en la Radio Polaca Nacional (2010), La chica serbia (2011), Chiclana, Cádiz; Casamentera (2012) en la State University de Ohio; Rudolf (2012) Madrid, España y La huelga de las escobas (2012) en co-autoría con M. Ogando y R. Aramburu, en el Teatro Stabile di Genova . En 2011 recibió el I Premio Latinoamericano Argentores por su obra Natalina.  Fue coordinadora en el Teatro Nacional Cervantes junto a Adriana Tursi el Ciclo de Teatro Semimontado AUTORAS ARGENTINAS.  El musical Las Polacas  fue puesto en escena en el Galatheatre de Washington DC en 2015, los mismo que Las nuevas aventuras de Don Quijote, bajo la dirección de Hugo Medrano. Ese mismo año se estrenaron las obras Solamente una vez dirigida por Carlos Cordera en La Paz, Bolivia y El puerto de los cristales rotos en el Teatro Avante de Miami, dirigida por Mario Ernesto Sánchez. Recibió durante tres años consecutivos el Premio Estrella de Mar de Mar del Plata en 2014 como autora de El corazón del incauto, en 2015 por Maldad y en 2016 la obra Natalina fue premiada como mejor drama. La obra La Virgen del Colibrí recibió en 2015 el Premio Anual de la Legislatura de Buenos Aires.  En 2016 su obra Shylock fue el 2do premio de I Premio Pop Drama de Caja Granada, la cual está siendo traducida al inglés. Durante 2017 la obra Benilde recibió el premio Estrella de Mar a mejor producción, y fueron puestas en escena las obras El juicio de Rica por Claudio Aprile, Carmencita por Mariano Dossena y Querido San Antonio por Marcela Walter Sallas es Houston, Texas. Solamente una vez en el teatro Regina de Buenos Aires en 2018.












LA INGENUIDAD DE LA LECHE*



En la televisión pasan una escena/ en donde el cielo se nubla/ con nubarrones de leche./ Un aguacero intenso de leche cae/ inundándolo todo de leche/ sobrecogiendo la pantalla. Y desbordados ríos
de leche/ se enrumban hacia
un vasto océano/ con intensos oleajes de leche;/ barcos repletos de marineros/ se encaminan/ mar adentro/ soñando conquistar otros mares de leche/ mientras en mi pobre barriada/ los niños no tienen leche/ ni tampoco sueñan con leche./


*De Daniel Montoly.







Inventren

-Próxima estación:

JUAN TRONCONI.

En el recorrido del tren literario por Ferrocarril Provincial:

CARLOS BEGUERIE.   FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.    D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.   LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.  ARANA.  GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.



***


En el recorrido del tren literario por Ferrocarril Midland:

ELÍAS ROMERO.

KM. 38.   MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.   LIBERTAD.
MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.    ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS.
JOSÉ INGENIEROS.   MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.   KM 12.
LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.  VILLA FIORITO.  VILLA CARAZA.
VILLA DIAMANTE.  PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.





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