domingo, junio 07, 2020

EL DON DE LA NADA...



*Dibujo de Erika Kuhn. https://obraerikakuhn.blogspot.com/











*



La noche es ancha, padre.
Es un abismo azul
donde se pierden las tardes.

Sentémonos a la orilla.
Nombremos a las estrellas
con los nombres
cansados del campo.

Nunca te dije
que aprendí por mi cuenta
el nombre de los astros.
Sé de la fragilidad de la luz
que cruza el universo
sólo para alumbrarnos.

Nunca me contaste
que las estrellas mueren, padre.
Lo aprendí por mi cuenta,
y nunca te dije -nunca- que lo sabía.

Todo las cosas tienen final.
Deben tenerlo.
Sentémonos, padre,
a la orilla de la noche
que se pierde en tus ojos.
Nombrame a las estrellas
antes de que lleguen los pájaros.



*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com


- Mariana nació en General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City Bell.
Publicó: Cuadernos de la breve ceguera  (La Magdalena 2014). Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015)
La hija del pescador  (La Magdalena, 2016).  Piedras de colores (Proyecto Hybris 2018)
Su último libro publicado es El orden del agua, GPU Ediciones (2019)

-Coordina Microversos, talleres de exploración literaria.













STRUGGLE*



Recorres
los andenes nocturnos
buscando tropezarte
con el espíritu
de lo perdido

con las bocas abiertas
de las calles
con los semáforos en rojo
que cuelgan gráciles
de los párpados asustados
de los transeúntes

y tus pies destrozados
desentierran
las osamentas fósiles
de todos los dolores
infligidos a los tuyos;
el látigo, las cadenas
las lágrimas convertidas
en largos ríos negros

Recorres
los andenes nocturnos
con los corazones despedazados
de las madres en tus manos
mientras los gases
y los golpes
buscan silenciar tus gritos
y esperanzas


*De Daniel Montoly.












*


Recuerdo

la noche cae

por anticipado

como una cortina pesada

sobre las calles

ni un alma

solo estrellas

y la luz mentida

de una habitación

un falso veterano de guerra

persigue el eco

de una moneda que cae

en la vereda

el gris

se esparce

desde abajo

toma las paredes

los carteles

no queda nada

a salvo

de este atardecer



*De Eugenia Coiro.



-Eugenia Coiro nació en Buenos Aires, es periodista (Tea) y correctora literaria por el Instituto Eduardo Mallea. Desde 2014 coordina talleres de escritura en Siempre de Viaje-Literatura en progreso. Realiza diversas tareas para Viajera Editorial, forma parte del consejo editorial, corrige y colabora en la producción de eventos artísticos y literarios.
-Publicó los libros: Fragmentos del fin (Viajera, 2016), Agua o niño que corre (Viajera, 2014), Bengala Hotel (Viajera, 2011) y 374 (De los Cuatro Vientos, 2007). Integró las antologías: La tinta y el blanco (Ediciones Mallea, 2009), Himnos Nacionales (Años Luz, 2014) y Cómo decir (Ruinas circulares, 2018). Entre 2009 y 2011, algunos de sus poemas fueron publicados en la revista española Cuadernos del Tábano. En 2013 colaboró con textos para la muestra pictórica de Karin Godnic “También ahí había un mundo”. Fue invitada al V Festival de Poesía de Lima en 2014. En 2019 participó del Festival Permanente y en el proyecto feriaamericana.online.














Soy Viento*



Escapo del pulmón cielo.
Libre recorro distancias
Sobre un mar que agito
En quieta llama.
No hay freno,
Por atajar el ímpetu
De alcanzar la cumbre.
Siguiendo caminos
Que rugen mi paso…
Inspiro una vez más
Y exhalo con fuerza
Liberando rabias.
Imaginado vuelo,
En él busco descanso,
Y duermo soledades.
Soplo oculto
En el hueco de la nube.
Suspiro y lentamente,
De ráfaga, ahora soy brisa.



*De Selene Chierico. selene1364@gmail.com

















Formas de nubes*



Mirando al cielo mientras paseaba por la playa vio una serie de nubes que se amontonaba en el horizonte. Al observarlas con atención le pareció que una de ellas tenía la forma de un bebé acabado de nacer. Las siguió mirando hasta que le pareció distinguir al bebé mientras era amamantado por una señora que le recordaba a su madre. Aquel perfil anguloso y el moño era inconfundibles.

Un golpe de aire acercó una formación de cúmulos que parecían un edificio conocido: ¡el colegio donde estudió!. Inmediatamente le pareció que en otra veía a Luisa, aquella novia tal alta y espigada con la que probó el amor por vez primera. En la siguiente nube, casi en la línea del horizonte, distinguió a Matilde con dos niños, sus hijos.

Ya no pudo parar y fue leyendo en el cielo la historia de su vida escrita por las nubes.
A la vista de todo ello pensó: ¡cuanta razón tenía su madre al decir que era un cielo!.



*De Joan Mateu.
















El tiempo pasa*



como una escoba invisible
ha barrido
antiguas miradas.

Intento engañarlo
con un lenguaje distinto.

Ciertas cosas me rodean
como si fueran nuevas

ellas y yo podemos entendernos.

Existen simplemente
–como siempre-
pero a mis ojos, cada detalle es estreno.
Por instantes me desgajo en otra.

Es como sentirse fuera de lugar
en la propia piel.

Y celebro el volver a nacerme.



*De Miryam Colombotto Seia. miryamseia@cablenet.com.ar











*


Como otro gesto del amor,

con la osadía de la última entrega,

abandonar

es irse más allá,

donde no habita más que el don de nada.

Abandonar

es abrir la herida,

detenerse a mirar como sangra,

como cura.

Es contemplar con amor en pura ausencia.



*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com


- Mariana nació en General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City Bell.
Publicó: Cuadernos de la breve ceguera  (La Magdalena 2014). Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015)
La hija del pescador  (La Magdalena, 2016).  Piedras de colores (Proyecto Hybris 2018)
Su último libro publicado es El orden del agua, GPU Ediciones (2019)

-Coordina Microversos, talleres de exploración literaria
















CIGÜEÑAS*




*Por Jorge Isaías. jisaias4646@gmail.com



Tal vez primero fuera un camino solitario que sólo cruzaban los pájaros.
Pero en ese tiempo originario esos caminos tenían sus olores. El querendón olor de la albahaca en casa de la abuela materna o el trébol fragante que criaba mariposas.
Esos caminos que cruzaban los hurones y los cuises, y de vez en cuando una barra de chicos con sus hondas y tramperas camino a los bañados donde dormían los flamencos y las garzas. Esos bañados que festoneaban de juncos y espadañas, nidos de zorzales y estrépito de teros, desconfiados siempre, siempre alertas, siempre a los chillidos que perforaban el aire calmo del verano.
Los campos en esos amaneceres que estallaban de rocío, un rocío que se volvía vapor apenas los primeros rayos de sol urdían el foco ígneo, en fuga comba hacia la boca todavía cerrada del crepúsculo.
Muy por arriba sobrevolaban los chimangos, porque tal vez divisaron el cuerpo de algún animal muerto por el campo.
Yo no lo sabía en ese tiempo, pero yo también era paisaje. Todos lo éramos. ¿Qué otro valor tendríamos mayor a esa florcita azulina de cardo? O a los propios vilanos que volaban -erráticos- por el campo.
A decir verdad, no sólo yo era paisaje en ese tiempo, mis compañeros de caza, fútbol y aventuras también lo eran.
¿Acaso no nos cortaban a todos por igual el pelo muy corto, vestíamos ropa muy humilde que cosían nuestras propias madres y andábamos todo el día descalzos cuando era verano.
¿Acaso todos nuestros padres no eran jornaleros, alfabetizados en parte, en parte analfabetos? ¿Acaso no fueron todos afiliados al Sindicato Obrero y luchaban por sus salarios?
De alguna forma éramos como esas nubecitas que en verano se iban agrupando al amparo de la brisa hasta formar una más amplia que hacía una sombra visible sobre algún lugar del campo, de los bañados o de algún camino florecido como el llamado “Del Diablo”, o el de Ramón Camiscia o el de la tapera del ruso Bay que llevaba a Maldonado y quien dice Maldonado dice el Noventa o el Veintidós, con sus sendos espejos de agua que no se llenaba de peces en las inundaciones.
Al noventa se accedía por un ancho puente de madera y luego de transitar un largo camino festoneado de árboles, de pinos o eucaliptos, no sé. Aunque es probable que sólo hubiera añosos tamariscos donde hacían su nido las calandrias y las monteras.
Pero quedaba muy lejos y nunca –que yo recuerde- fuimos solos.
Hubo, sí, alguna incursión con mi viejo y con algunos de mis tíos a cazar patos. Como no se podía de ir a pie, siempre se conseguía algún vehículo que nos transportara a todos. Y hasta una vez recuerdo un viaje donde también fueron de la partida mi madre, mi tía, mis primas.
En esa oportunidad el vehículo era una cómoda chata con sus cuatros ruedas de goma, infiero que pertenecerían a un rastrojero, tirada por dos caballitos rendidores.
Como la chata tenía un par de barandas en uno de sus laterales, allí apoyaron las mujeres unas sillas y viajaron con gran comodidad, ya que las ruedas de goma saltaban mucho menos que las de hierro sobre el duro y polvoriento camino de tierra. Hoy ignoro por qué caminos internos de la estancia anduvimos, pero la proximidad de la gran cañada tuvo presencia mucho antes por el tipo de aves que nos cruzamos entonces. Mientras fuimos por los primeros caminos internos de la Estancia (así con mayúscula, como se conocía el Establecimiento Maldonado, por entonces) la diversidad de pájaros era reconocible por el tamaño de las especies: corbatitas, gorriones, federales, mixtos, jilgueros, tacuaritas, calandrias, horneros o algún picaflor extraviado.
De pronto una formación de garzas moras hendió el aire trayendo a la mañana su canto lastimero. Luego un grupo de gaviotas que levantaban vuelo siguiendo a las espantadizas bandurrias y al confiado chorlito.
En una hilera de postes de ñandubay vimos unos cuantos biguás caracoleros, señales inequívocas de agua que reemplazaba a la postal de las lechuzas que esperaban pacientes el paso furtivo de algún roedor por el costado de los alambrados.
De pronto, al doblar un recodo y ya entrando al camino recto de los tamariscos vimos el reflejo del agua donde titilaban los rayos del sol y una inmensa bandada de flamencos rosados que alzaban vuelo empequeñeciendo la mañana.
Cuatro inmensas cigüeñas se espantaron y fueron cuatro sábanas blancas en nuestras retinas para siempre.



















*


Recuerdo

sentí el frío azul

en los huesos

sin querer

desperté y supe

ya eras otra

¿no había escuchado

lo que el viento decía

esa noche?

sujeté una mariposa

antes de entrar

al pasado

animales prehistóricos

el fuego que auna

relieves

mágicas pinturas

quería quedarme ahí

fuera de tiempo

tal vez junto a la playa

como esas casas

tan vacías

mirando

al mar


*De Eugenia Coiro.



-Eugenia Coiro nació en Buenos Aires, es periodista (Tea) y correctora literaria por el Instituto Eduardo Mallea. Desde 2014 coordina talleres de escritura en Siempre de Viaje-Literatura en progreso. Realiza diversas tareas para Viajera Editorial, forma parte del consejo editorial, corrige y colabora en la producción de eventos artísticos y literarios.
-Publicó los libros: Fragmentos del fin (Viajera, 2016), Agua o niño que corre (Viajera, 2014), Bengala Hotel (Viajera, 2011) y 374 (De los Cuatro Vientos, 2007). Integró las antologías: La tinta y el blanco (Ediciones Mallea, 2009), Himnos Nacionales (Años Luz, 2014) y Cómo decir (Ruinas circulares, 2018). Entre 2009 y 2011, algunos de sus poemas fueron publicados en la revista española Cuadernos del Tábano. En 2013 colaboró con textos para la muestra pictórica de Karin Godnic “También ahí había un mundo”. Fue invitada al V Festival de Poesía de Lima en 2014. En 2019 participó del Festival Permanente y en el proyecto feriaamericana.online.











*


A veces el silencio es una continuidad y se puede tocar. Hay silencios finos, suaves, silencios gruesos, rugosos, silencios agudos, metálicos, y silencios a punto del salto como las fieras.


*De Liliana Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com









Inventren



-Próxima estación:

JUAN TRONCONI.


En el recorrido del tren literario por Ferrocarril Provincial:


CARLOS BEGUERIE.   FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.
ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.
ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.    D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.   LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.  ARANA.  GOBERNADOR GARCIA.
LA PLATA.



***


En el recorrido del tren literario por Ferrocarril Midland


ELÍAS ROMERO.


KM. 38.   MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.   LIBERTAD.
MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.    ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS.
JOSÉ INGENIEROS.   MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.   KM 12.
LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.  VILLA FIORITO.  VILLA CARAZA.
VILLA DIAMANTE.  PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.





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