domingo, octubre 18, 2020

¿DE QUÉ LADO DEL MUNDO ME ABANDONO ESTA MAÑANA?

 

*Obra de Walkala.

-Dr Luis Alfredo Duarte Herrera (1958-2010).

-En Aurora Boreal. Walkala: un homenaje in memoriam

http://www.auroraboreal.net/index.php?option=com_content&view=article&id=1367%3Awalkala&catid=94%3Apintura&Itemid=160

 

 

 

 

* 

 

Soñé

con amapolas

que arrojaba el mar.

Toda la arena,

la extensión

de este a oeste de la playa,

cubierta

de flores.

Vos caminabas

pisando el precioso tapiz,

pero no alterabas

la delicadeza de los pétalos.

Me desperté,

cuando la lluvia cayó sobre la casa,

con la piel ardida,

roja

como una amapola.

 

*De Mariana Finochietto. mares.finochietto@gmail.com

 

 

 

 

¿DE QUÉ LADO DEL MUNDO ME ABANDONO ESTA MAÑANA?

-Poesía de Mariana Finochietto-

 

 

 

 

*

Eso

que llamás amor

y se parece

a los bichitos

que nos caminaban en el cuerpo

en las tardes de sol

de los veranos de la infancia,

la piel ardida

y eso extraño

y suave

recorriéndote,

ese aprendizaje lento del placer

de estarse quieta,

entregada a la experiencia,

eso

se parece

a lo que vos llamás amor

y yo, de vez en cuando,

magia.

 

 

 

 

*

A quién

le importa en el huracán

recordar

su nombre,

a quién

le importa

ser nuca o árbol, ser mano o vientre,

a quién le importa

encontrar

el hueco

donde un lunar espera su simetría.

Quién necesita,

en el torbellino

ser otra cosa

que aire que roza todas las cosas,

si todo es viento

que aúlla y borra la piel del mundo.

 

 

 


 

*

Ahora que la edad me ha permitido

la banalidad de la sabiduría,

se me ha dado por pensar en el amor

como pienso tantas veces tantas cosas,

mientras pasan los días por mis dedos

en la metáfora más cruel de la vejez.

 

Era el amor, recuerdo, como un mar

y era hermoso estarse en él y se temía

porque siempre se teme. Es necesario

que el instinto sea precoz para advertirnos

cuando duele en la piel esa embestida

de la belleza salvaje sobre el cuerpo.

 

Siempre el amor dolía. Siempre queda

sobre la piel ardida una frescura

que es urgente encontrar entre las cosas

que salvamos después, los restos

destrozados de todos los naufragios.

 

 

 

 

 

*

Mirá,

mi amor,

estoy perdida en el agua del lenguaje.

Mirá,

¿me ves?

Amor y desamor son casi idénticas.

Las palabras son remos,

maderitas

que lanzo hacia lo hondo

porque a veces quiero estar,

así,

perdida,

zozobrada en un océano de angustia,

llorar tanta inundación,

amor,

llorarme tanto

hasta perderme,

ser

la perdidita,

la huerfanita náufraga que anda

sin remos sobre un mar.

Mirá,

¿me ves?

Amor y desamor son tan distintas.

Pronuncialas despacio.

Devoralas.

Que las palabras anden por tu cuerpo

como barcos

mecidos por la tempestad.

Amor,

amor,

¿qué tengo para dar sino palabras?

Remos de mi corazón,

que arrojo al fondo

para quedarme sola,

por fin,

quedarme sola.

 

 

 

 

 

*

A orillas

de las tierras silenciosas,

allá,

donde no se atreven los pájaros,

abandoné el corazón.

 

Los lobos

de mis pesadillas

lo han cuidado

del dolor que no duerme.

 

Ya no es mío.

Ya no me pertenece

Es apenas otra fiera solitaria,

vagando por la tierra,

desamparada,

pero viva.

 

 

 

 

 

*

Un hombre y una mujer

separados por un mar

siguen siendo

ese hombre y esa mujer

que se amaron por primera vez.

 

Lo saben.

Cada uno en su orilla

es náufrago del otro.

Son afortunados,

pienso.

Nunca dejan de mirar el horizonte

 

Yo los ví,

buscándose desde la arena,

enviando pajaritos de papel a través del aire.

 

Yo quise

tener un corazón que pudiera amar así,

con el coraje de las causas perdidas.

 

 

 

 

 

 

*

¿Y qué pasa

con el amor,

qué nos sucede

con el ansia del fuego,

con el viento que todo

se lo lleva

y lo arrastra,

con el tiempo

que duerme?

¿Y qué pasa,

pregunto,

con el hambre rendida

en la boca del beso,

con el hijo que crece,

que se fue,

se está yendo,

con el tiempo

que escapa

como arena en los dedos?

¿Y qué queda del hombre

y qué queda del hueso,

si lo fugaz tiembla

como el aire en el río

si tan breve,

tan dulce,

tan atroz,

tan pequeño?

 

 

 

 

 

 

*

Nos han mentido.

Y no.

Nos han contado

las verdades a medias.

Lo que supimos

después,

cuando pudimos

sostener bajo los pies el mundo

y que se quede

quieto

como si fuera nuestro y nos obedeciera,

lo que supimos,

digo,

es tan pequeño

que nos cabe en un puño.

Y cuando se abre la mano,

ya no está.

Y yo aprendí. Yo aprendo,

como todos,

y olvido una vez y otra vez,

para salvar

el pedazo de inocencia que me queda,

para mentir a medias

o decirme

que la verdad es eso

que se aprende

gastándole la suela al corazón.

 

 

 

 

 

*

Hay un momento

en que las cosas

se muestran

como son.

No hubo otra hora

antes,

no habrá otro tiempo

después:

es el instante puro de la revelación.

Sucede

con la fragilidad de un pájaro cruzando por el cielo,

su sombra rozándote los pies,

lo ves

o no lo ves.

Te advierte

con la deslumbrante sencillez de la alegría,

para que lo tomes

o lo dejes.

 


 

 

 

*

¿Qué sería

de nosotros,

si un día

te abriera

el corazón?

 

Si pudieras ver

ese lugar oscuro

donde habito,

ese rincón,

árido y hostil

donde

suelo flagelarme

con alguna felicidad.

 

¿Abrirías

para mí

las puertas

de tu infierno?

 

¿Me mirarías con piedad?

 

 

 

 

 

 

*

La mujer

que esperaba junto al mar,

la que supo

contar los durmientes en las estaciones,

la que aprendió a hilar,

cansada de mirar ventanas que daban a ningún lugar,

la que se tejía trenzas en el pelo

bajo un árbol en Biella.

La mujer que se marchó cuando debía,

la que lo dejó todo porque no debía,

la que enterró lejos a sus muertos

y se lanzó a vivir.

La que lloró bajito en la cocina,

para que no la escuchen

los hijos y los perros,

ni el hombre que temía despertara.

La mujer que se curvó sobre su vientre

para no perpetuarse

en otra sombra,

la que dejó la mancha de vino en el mantel;

esas mujeres de las vengo,

las que andan

nombrándome la sangre.

 

 

 

 

 

 

*

Es natural

Cuando se rompe

la casa del amor,

cuando el viento,

o la lluvia,

o la grieta que el tiempo

talla en cada pared

destrozan

la casa del amor,

a veces,

entre los restos abandonados,

brota algún helechito,

todavía.

 

 

 

 

*

Algunas noches,

los hombres que amé

vienen por mí.

Trepan

por las paredes de mi cuarto

hacia donde no alumbra

la luz de la lámpara.

Me preguntan

¿fuimos tantos?

¿a quién de todos amaste más?

¿éramos poco para vos?

Compiten entre ellos

-son tan obvios-

por quién tiene más roto el corazón.

Los espanto

como a las moscas del verano.

Me he ganado el derecho

de dormir en paz.

 

 

 

 

 

*

Yo no sé.

No aprendí

a amar como aman

las sirenas blancas de la madrugada,

con las voces temblando

como escalofríos,

el pelo tan largo, tan suelto en la espalda.

 

Algo se resiste, se empeña,

me gana,

se hace pura espuma antes de ser agua.

Destino de viento

que siempre se cansa

de tanto golpearse contra la montaña

y se vuelve tibio,

manso entre las ramas,

y le andan pájaros por la suave estela

y a veces le cantan.

 

Yo no aprendo nunca.

Soy la que no sabe,

no puede,

no encaja.

Me río a destiempo.

Lloro así, por nada.

Y digo palabras porque no aprendí

a estarme callada.

 

 

 

 

 

 

* 

Era

como sentarse al sol

en las tardes tibias

de otoño.

 

Era

como entregar

al viento

la piel desnuda.

 

Era

como soltarse

el pelo,

el corazón,

las amarras.

 

Se parecía,

lejanamente,

a ser feliz.

 

 


 

 

*

Escribo.

Escribo sobre una pared

las palabras de la alegría.

 

Siempre llueve

al comienzo de tu nombre,

¿quién sos?

¿quién eras?

 

Traza mi mano signos sobre el muro.

Huellas de mí

que voy dejando

hasta la próxima tormenta.

 

¿Cómo era tu nombre

cuando andaba dulce y feroz

en mi garganta?

 

Escribo.

Escribo sobre una pared.

¿En qué momento

empezó

a sobrarme

el aire que respirás?

 

 

 

 

 

 

 

*

Prestame tus zapatos,

hija,

los que tienen piedritas de colores,

y el collar de perlas

que brillaba como una fiesta al sol.

Pintame una sonrisa

en la cara,

coral o carmesí.

Dibujame sobre las uñas ríos verdes,

que caigan sobre la mesa,

que derramen

paisajes sobre los pisos.

Un vestido.

Quiero un vestido de princesa

para cubrirme el frío,

que me llegue a los pies,

que arrastre, al pasar, las hojas secas.

Enseñame a cantar

como se hacía

cuando la tierra era mansa y chiquitita

y los buenos ganaban.

Dame tus anteojos rosas,

hija,

para salir al mundo hoy, sólo por hoy.

 

 

 

 

 

 

*

Uno ignora

por qué,

de vez en cuando,

en la grieta

de la melancolía

la vida

se despierta

y se hace flor.

 

Pero

se entrega,

sin preguntas,

al milagro.

 

 

 

 

*

Escribís

-decís-

para saberte a salvo

y de qué.

Acaso

para que cierre

la herida

que llevás

adentro,

el pequeño

corte inaugural.

 

Tal vez

ni siquiera importe

porqué escribís.

Acaso

naciste así,

fallado,

con un lunar

sobre la espalda

y los dedos

largos de tu mamá

y este defecto

de pasarte las noches

escribiendo.

 

Y te preguntan

por qué escribís,

por qué

perdés

el tiempo

cuando estás lleno

de cosas importantes,

como lavar los platos

y darle

de comer al perro.

 

Y no sabés

porqué escribís.

Entonces

mentís,

y aparece

otro poema,

aparece

otro cuento.

 

 


 

 

*

No hay

otra mujer más hermosa

que ésa,

la que dejó todo por amor.

La que rompió su casa y a sus muertos

y a las secretas líneas que sostienen

al mundo en su lugar.

La he visto.

Toda ella

era un fuego que arde y se consume

como si fuera un planeta que sustenta

una forma de vida superior

o acaso,

otra forma de la muerte más feliz.

La vi,

con los ojos deslumbrados y serenos

de los mártires

en las pinturas

y entendí.

El coraje también es santidad.

Yo la vi.

Era la mujer más hermosa de este mundo,

con la valija llena de pedazos rotos de su vida

yendo en busca del hombre que la ama.

 

 

 

 

 

 

*

Dejé a mi mano

rozar la enredadera

como si buscara algo en el vértigo del verde.

Algo de mí,

supe después,

me esperaba entre las hojas,

una certeza

clara y húmeda,

crecida

como todas las certidumbres en la sombra.

Será

que ahora soy digna,

cuando empiezo a ser menos sabia

y me gana la humildad frente a las cosas más sencillas,

será que ahora

me ha sido dado conocer el equilibrio

entre caricia y pérdida.

 

 

 

 

 

* 

Hoy hablé

con mis hijos de la muerte

porque nos anduvo cerca

y es preciso

darle nombre a los miedos.

Las palabras

están hechas para eso;

para volver materia a lo invisible,

poder rozar,

con el lenguaje,

a lo que tiembla.

 

 

 

 

 

*

Como la noche

cuando cae sobre el mundo

me ha cubierto la tristeza.

Ando triste en la casa,

pateando el destino de los trágicos

de cuarto en cuarto.

 

(Alguna vez pensé que la tristeza

era el camino blanco donde anduve

sola y con pies pequeños,

casi

sin hacer ruido)

 

Mis hijos me ven pasar.

Ya saben

que llevo pájaros negros en la frente

y me ofrecen manos abiertas como nidos,

miguitas de diminutas felicidades,

trampas para gorriones.

 

 

 

 

 

 

*

Esa mujer,

en la verdulería,

con el puñado de pelitos blancos

recogido en la cabeza,

quita las hojas de las lechugas

ignorante de mí.

Su mano es sabia en el oficio,

es natural

la habilidad con que desarma el ramo.

Absorta,

el peso de su espalda

encoge

como un fruto demasiado maduro.

¿Habrá sido feliz?

Su mano de atravesar fríos

ha debido amar,

sembrar trenzas en el pelo de un hijo,

acariciar la nuca

de su hombre

¿Serán suficientes motivos para la felicidad?

Esa mujer que teje,

entre cajones de manzanas,

las últimas redes de su historia,

¿podrá cerrar los ojos

y decir:

"he vivido feliz"?

¿Podría decirlo yo?

 

 

 

 


 

 

*

Hijos míos:

es hora de contarles

que mamá

no es la Mujer Maravilla.

No escondo la capa en los placares,

ni me levanto

a medianoche para sobrevolar la casa.

No tengo visión de rayos X,

ni la habilidad de teletransportarme,

sino, apenas, ay,

un carnet de conducir

y una pereza inconmovible,

a la que derroto algunas noches

para ir en busca de mis niños.

No amaso. No tejo. No coso.

Escribo

y me gusta

sentarme a ver pasar los pájaros.

 

Quedan avisados.

Entiendan

que no voy a ser una abuela competente,

de nietitos los fines de semana.

Es probable

que el abuelo y yo tengamos

cosas para hacer.

Pero eso sí, les juro,

los voy a amar cada día de mi vida

con este único infinito amor inabarcable

con el que las madres

queremos a los hijos.

 

 

 

 

 

*

Escribir

para barrer los restos de la noche,

esa costumbre

de insertar el caos

en el orden de las estanterías.

Escribir

para volver tangible lo inasible;

la palabra en la punta de la lengua

escapándose,

la palabra

que separa el mundo en dos.

¿De qué lado del mundo me abandono

esta mañana?

 

 

 

-Poesías de Mariana Finochietto.-

 

- Mariana nació en General Belgrano, Provincia de Buenos Aires. Actualmente vive en City Bell.

Publicó: Cuadernos de la breve ceguera  (La Magdalena 2014). Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015)

La hija del pescador  (La Magdalena, 2016).  Piedras de colores (Proyecto Hybris 2018)

Su último libro publicado es El orden del agua, GPU Ediciones (2019)

-Coordina Microversos, talleres de exploración literaria.

 

 

 

 

Inventren

https://inventren.blogspot.com.ar/

 

-Próxima estación.

En el recorrido del tren literario por el Ferrocarril Midland:


ELÍAS ROMERO.

 

KM. 38.   MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.   LIBERTAD.

MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.    ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS.

JOSÉ INGENIEROS.   MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.   KM 12.

LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.  VILLA FIORITO.  VILLA CARAZA.

VILLA DIAMANTE.  PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.

 

 

**

 

-Siguiente estación.

En el recorrido del tren literario por el Ferrocarril Provincial:

 

CARLOS BEGUERIE.  

 

FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.

ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.

ESTACIÓN SAMBOROMBÓN. GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY. GOBERNADOR OBLIGADO.

ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.    D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.

ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.   LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.  ARANA.  GOBERNADOR GARCIA.

LA PLATA.

 

 

 

 

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