martes, septiembre 18, 2007

POR EL FILO DE UNA NAVAJA...


La madeja*



Si te pienso
pobrecito
continente trágico
pasto de villanos
pisoteado en los huesos
esquilmado
mucho moco
sudor y sangre
no encuentro salida
para los ojitos
que te miran
por primera vez
los que escucharon
la danza de tu Pachamama
ya desde el vientre

Si tierra sufriente
pero siempre
esperanzada
pongo una golosina en las bocas
de los corazones deseosos
de aprehenderte

Si digo
en ronda de amigos
que te sueño
desde mi infancia
cuna de esa edad dorada
porvenir sagrado
extensión de riquezas
de los cuatro reinos...
Libera su llanto mi madre
de tremenda emoción
desde su telar de oraciones
y los elementos de la naturaleza
convocados por su vehemencia
juegan en rondas
alrededor de tantos temores e
injusticia.

Si
Te realizo
qué ánima no descubriré en ti.


*de Victor M. Falco vittoriofa9@hotmail.com






Por el filo de una navaja...




Mierdas*



Hay una foto suya, la que ocupa la primera plana de la última muestra anual de fotoperiodismo argentino, en que se lo ve entrando a la comisaría 5ta. de la ciudad de la Plata, centro donde estuvo detenido durante la dictadura. Tiene puesta la boina, algo torcida hacia un costado. Por debajo de la boina, a los costados, se le escapa algo de su pelo gris, en forma de patilla, sobre las orejas. Tiene la mirada lúcida, los ojos abiertos, muy despiertos. Y levanta un brazo, señala algo que no vemos, que no se ve, por encima de un uniformado de la bonaerense que lo mira de frente y al que le vemos sólo la nuca. A Lopez se lo ve entonado, seguro, algo así como "yo estuve acá, muchachos, los que me metieron picana, a mi y a los otros, de día y de noche, con saña, se llaman así y asá, se paseaban por este pasillo; esa era mi celda, ahí me meaba y me cagaba, acá estaba detenido tal o cual, etc.".
Se lo ve entero, con la verdad puesta de su lado. Con todos nosotros paraditos y paraditas detrás de él.
Hay una imagen viva de Lopez, cuando se sienta frente al letrado de los tres jueces que están para juzgar al ex jefe de investigaciones de la Policía bonaerense, Miguel Etchecolatz. Lopez tiene puesta la boina y un pulóver rojo, grueso. Le hacen la pregunta de rigor, aquello de si jura decir la verdad, y
nada más que la verdad, con la mano en la constitución. Lopez dice que si, que está esperando ese momento desde hace treinta años, de que tenía diecinueve y se lo llevaron una noche, en las sombras, porque los cagones te llevaban cuando todo el mundo dormía, cuando nadie veía nada, que está esperando ese momento desde que le cambiaron la vida tanta tortura, tanta mierda, tanta locura, que está esperando ese momento por él, por todos los que se llevaron, por su familia. Y toma asiento. Detrás de él, sentadas, en silencio, algunas tomadas de los brazos, enteras como un dique de piedra que aguanta sobre sus espaldas un océano entero, hay algunas madres, sus pañuelos blancos, sus arrugas. Lopez
habla un poco trabado, tiene los músculos de la cara tensos, los ojos bien chiquitos, el micrófono a sólo unos centímetros de su cara. Y hace memoria, cuenta, denuncia, da nombres, lugares, fechas; brinda el testimonio más relevante del histórico juicio que se le hace a una de las figuras más nefastas de la dictadura, una mierda que, cuando le tocó hablar, porque él si tuvo derecho a decir lo suyo, a defenderse, dirigiéndose al tribunal, con la cara avejentada, la boca chiquita, cerrada, el pelo blanco como el de su victima, les dijo que no eran ellos, los jueces, quienes lo iban a juzgar, sino el que está
arriba, y señaló con un dedo hacia el techo, el todopoderoso, aclaró, el Dios cristiano, el que nos bendijo mientras masacrábamos a una generación entera de chicos y chicas.

Cada vez que lo veo a Lopez, me cruzo con su imagen, si está en moviendo más aún, se me hace un nudo en la garganta, se me endurecen las pantorrillas, los muslos, la panza, el orto. Me parte al medio pensarlo a Lopez, un obrero, un trabajador, un peón, un militante de base, poco formado, padre de familia, un
jubilado, un hombre que hace poco le pasó a un amigo una serie de papeles escritos a mano, de su propia mano, con toda su pesadilla, de punta a punta, palabras, dibujos, garabatos, denuncias, enunciados, deseos, un hombre que creyó en la justicia, en sus resortes, en sus fundamentos, en su legalidad, y que
se animó a testimoniar, a romper el silencio, a batallar contra sus propios fantasmas, a compartir una sala con la bestia, la mierda, la monstruosidad.
Lopez es un ejemplo. Lopez hizo historia. Y por eso se lo llevaron. Para hacernos mierda de nuevo, para meternos en el ojete la historia que se venía -viene- dando vuelta, para hacernos retroceder en el tiempo treinta años, para que el miedo, el terror y la desesperación nos enfermen la cabeza de nuevo.
Y lo lograron. Los hijos de mil puta lo lograron. Porque estamos todos con un odio padre que nos asfixia, que nos humedece los ojos. Porque nos la dieron de nuevo. Y peor, aún, que la primera vez. Duele más ahora. Julio Lopez nos mata.
Pero seguimos, como siempre, como se hizo desde el vamos, desde el momento que las madres fueron las madres. Y hoy somos miles, los que estamos atravesados por la historia y los que no también. Y no nos van a poder parar. Ya está. La pelea por la verdad la ganamos nosotros. Hasta el Estado tomó un nuevo rol, el de no dejar prescriptos los delitos de lesa humanidad que se cometieron en nuestro país; hasta perdón, nos pidieron a los argentinos y argentinas, por aquellas atrocidades.
Pobre Lopez. Un tipo así debería haberse cuidado como si fuese una perla, un diamante en cuyas paredes de cristal se pudiese leer, captar, trazar, como país, como nación, el camino a seguir, aquello de la memoria, la verdad y la justicia.
Un ejemplo de dignidad, de valor, de pelotas bien puestas.

Que hijos de mil putas.

¿Hasta cuando van a andar entre nosotros?



*de Mariano Abrevaya Dios MAbrevayaDios@plussistemas.com.ar
18/09/2007







LA ÚLTIMA INOCENCIA*



Partir
en cuerpo y alma
partir.

Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.

He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más fila para morir.

He de partir

Pero arremete ¡viajera!




*de Alejandra Pizarnik.
-Fuente: http://amediavoz.com/pizarnik.htm








Historia de una locura*


*por Julio Pino Miyar. isla_59_1999@yahoo.com


"(.) alucinaba a Santa Eulalia la de los pies lascivos; no se bañaba hacía meses, e iba adquiriendo
una peste apropiada de esquizofrénico tipo místico y se imaginaba a sí mismo en una peregrinación hacia
Santiago de Compostela".
Memorias del Sanatorio. Héctor R. Vallés



Vallés, autor puertorriqueño de la novela "Memorias del Sanatorio", me comentó, a partir de algunas
indagaciones mías en las razones de su obra, que Sartre, el filósofo existencialista francés, había
escrito que el músico austriaco, de la segunda mitad del siglo XVIII, Amadeus Mozart, era el último gran talento que fue feliz.
Con la psiquiatría contemporánea el problema de la infelicidad humana se ha reducido a un concepto
médico, que supone la búsqueda de una etiología del mal y de una profilaxis del bien que debe aliviar al
enfermo, aligerar la pesada carga de sus días. Para paliar las circunstancias humanas de la alienación han
aparecido alienígenas, provistos de un determinado saber e instrumentando una tecnología, los cuales
tratan un problema capital que las filosofías y las religiones vienen tratando e identificando desde
milenios.
Es el llamado mal de la melancolía. "El mal del siglo". Así se le llamó en el siglo XIX donde estuvo
de moda ser triste, como sentirse un completo escéptico ante las propuestas que nos hace a diario la
vida. El problema era entonces abordado especulativamente por los literatos, los filósofos,
por el pensamiento humanista; devenía, el concepto de infelicidad, en un rasgo sustancial del carácter de
ciertos hombres y mujeres sensibles; predestinados a no ser comprendidos por su tiempo; marginados, en su altruismo, por esa "magia burguesa", funcionalista y eficiente (creadora de una nueva escala de valores) que comenzó, poco a poco, a imperar en todas partes.
El espacio literalmente concebido para la marginación social, donde se han visto alojados, por el vértigo de la nueva época, el hombre y la mujer melancólicos, el pensamiento y el comportamiento inusual, fue sufriendo las modificaciones que el desarrollo de la ciencia le propició. El pensamiento burgués de nuestro tiempo, debido a su connotación utilitarista y pragmática, comenzó rápidamente a subvertir el otrora fundamento existencial de la infelicidad humana y la justificación ética del fracaso romántico ante la vida, para parcelarlo, como máxima contribución científica, en las celdillas de los nuevos hallazgos de la farmacopea y las más recientes definiciones médicas. El concepto mismo de enfermedad ha perdido con esto su dimensión simbólica, alegórica, metafórica que fuera la manera en que el profesor de Viena, creador del psicoanálisis, Sigmund Freud concibiera los males de la mente, como complejos culturales expresados filogenéticamente en las relaciones internas (sociales y psicológicas) de la familia
humana.
Los nuevos paradigmas científicos y psiquiátricos ya no son los complejos psicológicos, fundamentados
culturalmente por el teatro trágico griego de los clásicos Esquilo y Sófocles (el complejo de Edipo, el
complejo de Electra etcétera) sino los nuevos descubrimientos del comportamiento bioquímico del
cerebro y la química terapéutica. O sea, para decirlo filosóficamente, las enfermedades, incluyendo las
psiquiátricas, tienen, en la nueva concepción, un basamento esencialmente empírico. Se llega con esto a
la creación de un paradigma biológico, en consenso, para la comprensión y el tratamiento de todas las
enfermedades humanas, incluyendo la infelicidad; el comportamiento anómalo y lo que se conoce
contemporáneamente como locura, la esquizofrenia.
La novela "Memorias del Sanatorio" narra la historia de personajes "sedados" por los neurolépticos. Es
como un largo discurso exteriorizado que nos lleva de la mano por escenarios cosmopolitas, los cuales se
ubican, indistintamente, en Miami Beach, Nueva York, Madrid y Puerto Rico. La entiendo como un texto
pautado por frecuentes ironías, humor blanco y negro, curiosos rejuegos intelectuales y dolorosos sarcasmos, que han logrado hacer del lenguaje, con el que fue escrita, el personaje principal de la pieza literaria.
Creo que me encuentro ante una obra concebida desde el placer y para el placer; un texto construido por la fiebre hedonista de quien manejó, desde el principio hasta el final, la enorme pulsión de su escritura. Un singular autor que buscó siempre conjurar los demonios que asaltaban su precaria paz, según parece, a alto precio conseguida.
"Memorias." es una literatura compuesta de la manera en que el Marques de Sade quería que se escribieran todos los textos: desde la compulsión del Deseo. La novela es así la secreción que comienza en la primera línea, al modo de una agotadora, y prolongada en el tiempo, masturbación genesíaca. Concebida, luego del clímax definitivo, para el nacimiento originario de una literatura; una acaba expresión que deja, sobre el papel en blanco, la huella seminal de noches infernales, pero, también, de la esperanza intuida a la luz de una escritura al fin verificada.
A partir de lo antes dicho podríamos llegar a plantear un fundamento biológico, vitalista de la literatura y el arte. Mas, lo que sucede, es que tanto el arte como el pensamiento son también entidades socio históricas, sometidas, por tanto, a los procesos temporales del cambio, las mutaciones y las necesidades materiales. Y del mismo modo que las enfermedades del cuerpo y de la mente no deben ser aisladas para su interpretación del contexto histórico y social (psicológico y familiar) en que se producen, el testimonio de nuestras anomalías espirituales, de nuestras más obscuras pulsiones y símbolos, poseen un contexto objetivo sobre el cual se verifican y sobre el cual se expresan literariamente.
El libro del filósofo francés Michel Foucault "Historia de la locura en la época clásica" narra la
historicidad de la relación médico - paciente y las implicaciones socio culturales que esta relación tiene dentro de la teoría del conocimiento. Una relación, pudiéramos añadir, que se vuelve histórica porque es esencialmente hija de un complejo proceso material y humano. Que, por tanto, evita el conocimiento médico como formulación absoluta, al modo de una mediación, de raíz teológica, en la que la ciencia descendería al individuo por medio del chaman moderno, el médico, y su brujería, el domino técnico.
Pienso que Puerto Rico, refiriéndome al caso literario de Vallés, es un contexto cultural sumamente ubicuo por su doble carácter de semi nación isleña y nación desarraigada en los predios del Norte.
Por eso es que opino que toda experiencia médica debería valorar el factor socio cultural (existencial)
del paciente y entender al conocimiento científico como un devenir, jamás como una teoría desligada de un proceso real en constante formación. El conocimiento es una producción donde se implica todo, hubiera dicho Carlos Marx. Por ello el paciente no es sólo el objeto de un conocimiento (el psiquiátrico) es también coautor, sujeto actuante, dialécticamente hablando, de ese conocimiento.
Tal vez sea mejor sentirse de un modo en el que no se entienda nada humano que no sea producto de la
historia. Lo más importante de la historia es su relativismo, su valor práctico y vivencial. La
historia está viva y el conocimiento científico incurre a veces en el error de convertirse en el suelo
de una demarcación muerta, obscura, reticente, ajena al individuo, quien, en cierto sentido, lo es todo.
Recientemente Vallés me decía textualmente: "La novela "Memorias." es, como vista y bien vista por ti,
y el discurso, del cual yo y mi historia somos la fuente, como un personaje de los montes de Lares o
Naranjito (Puerto Rico) que trata de escribir, quizás como Pierre Menard, el Quijote".
Todos los que han leído con atención el Quijote pudieron percibir que la obra sucede en un espacio
geográfico muy bien definido, connotado por una diáfana ubicación localista: el pueblo del Toboso, la
región de La Mancha etcétera. Lares y Naranjito son, a su vez, localidades puertorriqueñas bien localizadas, las cuales, en su persistente latencia cultural, pueden auspiciar una expresión artística y literaria de distinto rango. Lo mismo puede decirse del Nueva York boricua o del Miami esencialmente latino, comprendidos como proyectos sociales donde opera el fenómeno histórico de la transculturación; las lentas simbiosis de culturas y hábitos.
"Pierre Menard", citado más arriba por Vallés, debo aclarar, fue un personaje literario del siglo XX
creado por el escritor argentino Jorge Luís Borges que, según él, copió, página por página, palabra por
palabra, el Quijote de Cervantes en el idioma francés y lo firmó con su nombre.
Don Quijote es el clásico moderno que sacude hasta el tuétano nuestra sensibilidad de escritor. "Pierre
Menard" es el gran loco que se propone la gran obra: estudiar, con tal profundidad la época cervantina, que el hallazgo en sus archivos de una copia tautológica, sometida a ligeras variaciones (su reescritura en francés del siglo XX) se convierte en la prueba más audaz de su originalidad de espíritu.
El personaje del escritor psicópata, interpretado por Jack Nicholson en el filme de 1980 "The Shining" del director Stanley Kubrick, narra un caso parecido de rememoración tautológica: construye un libro de cientos de páginas que se compone de una sola oración, miles de veces repetida.
El arte conceptual ha sido pródigo en alardes como éste: el pintor Marcel Duchamp lo llevó a cabo con la reposición pictórica de la "Gioconda" de Leonardo da Vinci. Pero, esta vez sometida a pequeñas variaciones, un mostacho, una perilla y esta notable inscripción: "Ella tiene el culito caliente." Creo con énfasis que desde el Marques de Sade y Joyce en literatura, Duchamp, en la historia de la pintura, todas nuestras adorables majas deben tener el "culito" en semejantes condiciones. Incluyendo en esto a los personajes femeninos de Héctor Vallés: Santa Eulalia, la de "los seductores pies lascivos"; que más que un personaje literario cobra en Vallés la fuerza irruptora de una invocación, colmada de simpáticos apuntes y excelentes paralelismos religiosos.
La persistencia humana en modelos de conducta absurdamente repetitivos, pueden poner en evidencia un
pensamiento anómalo. Pero cuando es la época que se vuelve tautológica, cuando sobre el tapete de las
teorías literarias se realiza la propuesta de reinscribir una antigua obra clásica (el Quijote, La
Divina Comedia, La Ilíada) en las sociedades de los siglos XX, XXI lo que estamos haciendo es reabriendo una problemática histórica, la cual, en su momento, pudo quedar inconclusa. Es también como si viviéramos una situación de agotamiento psicológico generalizado, donde los antiguos textos, nuevamente reescritos, sometidos a modernas variaciones de significado, vendrían a reavivar nuestra lánguida memoria cultural.
No quiero quitarle al lector el placer de leer un breve párrafo de "Memorias del Sanatorio":
"Crucé ríos y llegué a islas. Alertagado, en aquella duermevela, sufrí el terror de mis días. Vi a los
monos amolando los cuchillos aquella noche. Yo enjaulado, esperando la decapitación que ahora se me
avecina, treinta años después entre los abrojos. Los jueyes reptando detrás del sanatorio encayado. Mary se lo tomaba de lo más bien. Alegaba que como Juana de Arco se encontraría con Cristo de un momento a otro. Más allá de la luna sangrienta".
Luego el propio Vallés me vuelve a comentar: "He leído partes del libro que mencionas de Foucault.
Al inglés creo que fue traducido como "Madness and Civilization". Sin embargo, lo que trato de hacer a mi manera portorra es "La Montaña Mágica", es decir, la de la esquizofrenia. Una curiosa tuberculosis. ¿No te parece?"
Una de las cosas que se ha vuelto privilegio de la locura, en una época esencialmente prosaica, es la
autenticidad del espíritu romántico. "La Montaña Mágica" de Thomas Mann, es la gran novela romántica
del siglo XX. Sus personajes se mueven dentro del gran conflicto existencial desatado en Europa por la
Primera Guerra Mundial. Dos de sus protagonistas reflejan los polos de una fuerte contradicción
cultural: Nafta, el miembro de la organización religiosa de los Jesuitas, prosélito de una
cosmovisión cultural partidaria del totalitarismo de Estado y la dogmática espiritual; Septembrini, el
ideólogo de los derechos del hombre y de una sociedad económica liberal. Si nos fijamos con detenimiento, veremos que esta contradicción permaneció, con sus epicentros ideológicos, a todo lo largo del siglo XX: liberalismo, fascismo, comunismo, social democracia y neoliberalismo.
En "La Montaña Mágica" veremos a hombres, colocados bajo un foco de luz, disertando sobre su tiempo;
especulando sobre el sentido de la época en tinieblas y a la enfermedad de la tuberculosis devenida en
símbolo cultural en la cima de una montaña. En "Memorias del Sanatorio" veremos agonizar todos los
discursos y una descentralización extemporánea de la personalidad humana, colocada bajo la supervisión de una totalidad médica y financiera, legitimada por los más avanzados descubrimientos neuroquímicos. Mann, en su espanto, podía tener aun la pretensión de explicar a su tiempo; "Memoria.", en su desconcierto, se vuelve incapaz de aportar una explicación válida. La tuberculosis amenaza al cuerpo y templa al espíritu. La locura, por su lado, amenaza a la mente y disocia al espíritu. Ambos, y es lo que tienen en común, son, a su manera, males epidémicos que nos corroen desde abajo, poniendo a prueba la naturaleza de nuestro ser.
Sin embargo, Foucault escribió que el Quijote, como el loco, era el hombre de las semejanzas perdidas que se propone un nuevo orden cultural; un nuevo sistema de relaciones interhumanas fundada en la pasión por las analogías. Un nuevo mundo inscrito sobre la tierra como una reactivación moral del trabajo y su sentido social, y, una religión, de raíz ecológica, pueden indicar al paraíso perdido, hasta ahora sólo entregado en simbólico usufructo al genio romántico, que, como el loco, lo conserva como su más preciado tesoro.
Por ese camino es que se podría explicar especulativamente las razones de "Memorias." La razón
de la sinrazón, que con razón le afecta; la sensibilidad asediada, puesta en la picota por la
razón estereotipada de la ciencia. Cuando Freud habló del "malestar de la cultura" implicó directamente
cosas como estas. Hay algo en nuestra civilización que estamos haciendo muy mal. Hay algo en la locura que nos apunta hacia una claridad de sentido. Pero, por el momento, a los locos sólo los salva la poesía. La
novela de Vallés pudo ser también una forma de poetizar sobre el significado de la vida. No lo es
exactamente. Hay demasiada desolación en esas páginas.
Una poética, no obstante, construida a la manera en que la pintura de los románticos del siglo XVIII,
William Turner y John Constable, reflejaba los paisajes de la vieja Inglaterra. Hay mucho de óleo con
colores y manchas difumadas, de siluetas humanas emborronadas por el corrimiento del pincel, en los
tranquilos atardeceres de todos los sanatorios del mundo. Muy bien lo sabe el autor de estas memorias. En las avenidas de los álamos donde suele batir la brisa, que el alienado percibe, y en la que refresca su
agobiada existencia, puesta siempre en duda por otros; acorralada por tantos. Los verdaderos locos son los que se salvan de sí mismos gracias a la belleza del mundo y por el bien interior que suele habitar en la belleza. La inopia de los días sólo los hace pensar en madrugar.
Una de las mejores cosas de la novela es la centralización de la voz narrativa como coautora del
libro y del mundo que examina, como si en ello quisiera implicarlo todo. Es decir, como un meta
discurso que busca operar sobre lo humano y lo divino.
La agonía del loco se vuelve entonces la agonía por el tiempo que se le escapa para emprender con éxito la gran tarea. ¿Qué hacer con el tiempo? Cómo poder escapar a la ansiedad depositada en la garganta, si
no es con un uso verdaderamente humano del tiempo.
Intentar una respuesta existencial, en la que esté en juego cuanto se cree, cuanto se espera, es la metáfora del hombre que, lleno de penas, se mueve sobre el hilo delgado de la vida y a quien un poeta árabe infaliblemente le recuerda: "Caminar el camino de tu salvación personal te será tan difícil como caminar por el filo de una navaja".
Creo que es exactamente así. Las páginas del libro de Héctor R. Vallés me lo confirman.







MENDIGA VOZ*


Y aún me atrevo a amar
el sonido de la luz en una hora muerta,
el color del tiempo en un muro abandonado.

En mi mirada lo he perdido todo.
Es tan lejos pedir. Tan cerca saber que no hay.




*de Alejandra Pizarnik.
-Fuente: http://amediavoz.com/pizarnik.htm







*



Reescribiendo noticias. Una invitación permanente y abierta a rastrear noticias y reescribirlas en clave poética y literaria. Cuando menciono noticias, me refiero a aquellas que nos estrujan el corazón. Que nos parten el alma en pedacitos. A las que expresan mejor y más claramente la injusticia social. El mecanismo de participación es relativamente simple. Primero seleccionar la noticia con texto completo y fuente. (indispensable) y luego reescribirla literariamente en un texto -en lo posible- ultra breve (alrededor de 2000 caracteres).

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