jueves, marzo 06, 2008

POSTALES DE UN ESTADO DE COSAS...


MONOS*



*de Nicolás Guillén


El territorio de los monos.
De acuerdo con los métodos modernos
están en libertad provisional.

El de sombrero profesor.
Con su botella el del anís.
Los generales con sus sables de cola.
En su caballo estatua el héroe mono.
El mono oficinista en bicicleta.
Mono banquero en automóvil.
Decorado mono mariscal.
El monocorde cordio
fásico cotiledón.
Monosacárido.
Monoclinal.
Y todos esos otros que usted ve.

Para agosto
nos llegarán seiscientos monosmonos.
(La monería fundamental).


*del libro “El Gran Zoo”. Editorial Quetzal, Buenos Aires, 1967
-Enviado para compartir por Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar








POSTALES DE UN ESTADO DE COSAS...





Mi amigo Correa*



Por Fidel Castro *


Recuerdo cuando nos visitó, meses antes de la campaña electoral donde pensaba presentarse como candidato a la presidencia de Ecuador. Había sido ministro de Economía del gobierno de Alfredo Palacio, médico cirujano con prestigio profesional que también nos había visitado en su condición de
vicepresidente, antes de acceder a la presidencia, por situaciones imprevistas que se dieron en Ecuador. Este había sido receptivo a un programa de operaciones oftalmológicas que le ofrecimos como forma de
cooperación. Existían buenas relaciones entre ambos gobiernos.
Correa, no hacía mucho, había renunciado al Ministerio de Economía. Estaba inconforme con lo que calificó de corrupción administrativa promovida por Oxy, empresa extranjera que exploró e invirtió importantes sumas, pero que se quedaba con cuatro de cada cinco barriles de petróleo extraído. No habló de nacionalizar, sino de cobrarle elevados impuestos que asignaba de antemano a inversiones sociales pormenorizadas. Ya había aprobado las medidas y un juez las declaró válidas.
Como no mencionaba la palabra nacionalizar, pensé que experimentaba temor al concepto. No me extrañaba, porque era economista graduado con grandes reconocimientos por una conocida universidad de Estados Unidos. No me ocupé mucho en profundizar, lo acosaba con preguntas del arsenal acumulado en la lucha contra la deuda externa de América latina en 1985 y de la propia experiencia cubana.
Existen inversiones de riesgo sumamente altas y de sofisticada tecnología, que ningún país pequeño como Cuba y Ecuador podría asumir.
Como estábamos ya en el año 2006 decididos a impulsar la revolución energética, que fuimos el primer país del planeta en proclamar como cuestión vital para la humanidad, le había abordado el tema con especial énfasis. Me detuve, había comprendido una de sus razones.
Le conté la conversación que hacía poco había sostenido con el presidente de la empresa española Repsol. La misma, asociada a otras empresas internacionales, acometería una operación costosa para perforar en el fondo del mar, a más de 2000 metros de profundidad, con empleo de sofisticadas
tecnologías, dentro de las aguas jurisdiccionales de Cuba. Dije al jefe de la empresa española: ¿Cuánto vale un pozo exploratorio? Le hago la pregunta porque queremos participar aunque sea en el uno por ciento del costo, deseamos saber lo que ustedes quieren hacer con nuestro petróleo.
Correa, por su parte, me había contado que de cada cien dólares que extraían las compañías, solamente veinte iban para el país; ni siquiera entraban en el presupuesto, expresó, se dejaban en un fondo aparte para cualquier cosa menos para mejorar las condiciones de vida del pueblo.
Yo derogué el fondo, me dijo, y asigné 40 por ciento para educación y salud, desarrollo tecnológico y vial, el resto para recomprar la deuda si el precio de la misma nos favorecía, o de lo contrario invertirlo en otra cosa más útil. Antes teníamos que comprar cada año una parte de esa deuda que se encarecía.
En el caso del Ecuador -me añadió- la política petrolera rayaba en traición a la patria. ¿Por qué lo hacen?, le pregunto. ¿Por miedo a los yanquis o presión insoportable? Me responde: Si tienen un ministro de Economía que les dice que privatizando mejora la eficiencia, usted puede imaginarse. Yo no
hice eso.
Lo estimulo a seguir y me explica con calma. La compañía extranjera Oxy es una empresa que ha roto su contrato y de acuerdo con la ley ecuatoriana se requiere la caducidad. Significa que el campo operado por esa empresa tiene que pasar al Estado, pero por presiones de los yanquis el gobierno no se atreve a ocuparlo, se crea una situación no contemplada por la legislación.
La ley dice caducidad y nada más. El juez de primera instancia, que era presidente de Petroecuador, lo hizo así. Yo era miembro de Petroecuador y nos llamaron de urgencia a una reunión para expulsarlo del cargo. Yo no asistí y no pudieron despedirlo. El juez declaró la caducidad.
¿Qué querían los yanquis?, pregunto. Querían una multa, explica él rápido.
Escuchándolo comprendí que lo había subestimado.
Yo estaba apurado por multitud de compromisos. Lo invité a presenciar el encuentro con un numeroso grupo de profesionales cubanos altamente calificados que partirían para Bolivia, a fin de integrarse a la Brigada Médica; esta cuenta con personal para más de 30 hospitales, entre otras actividades 19 posiciones quirúrgicas que pueden realizar más de 130 mil operaciones oftalmológicas por año; todo bajo forma de cooperación gratuita.
Ecuador dispone de tres centros similares con seis posiciones oftalmológicas.
La cena con el economista ecuatoriano fue ya entrada la madrugada del 9 de febrero de 2006. Apenas hubo puntos de vista que yo no abordara. Le hablé hasta del mercurio tan dañino que las industrias modernas esparcen por los mares del planeta. El consumismo fue, por supuesto, un tema enfatizado por
mí; el alto costo del kilowatt/hora en las termoeléctricas; las diferencias entre las formas de distribución socialista y comunista, el papel del dinero, el millón de millones que se gasta en publicidad sufragado forzosamente por los pueblos en los precios de las mercancías, y los estudios realizados por brigadas sociales universitarias que descubrieron, entre los 500 mil núcleos de la capital, el número de personas ancianas que vivían solas. Expliqué la etapa de universalización de los estudios universitarios en que estábamos envueltos.
Quedamos muy amigos, aunque tal vez se llevara la imagen de que yo era autosuficiente. Si eso ocurrió, fue realmente involuntario por mi parte.
Desde entonces observé cada uno de sus pasos: proceso electoral, enfoque de los problemas concretos de los ecuatorianos, y victoria popular sobre la oligarquía.
En la historia de ambos pueblos hay muchas cosas que nos unen. Sucre fue siempre una figura extraordinariamente admirada junto a la del Libertador Bolívar, quien para Martí lo que no hizo en América está por hacer todavía, y como exclamó Neruda, despierta cada cien años.
El imperialismo acaba de cometer un monstruoso crimen en Ecuador. Bombas mortíferas fueron lanzadas en la madrugada contra un grupo de hombres y mujeres que, casi sin excepción, dormían. Eso se deduce de todos los partes oficiales emitidos desde el primer instante. Las acusaciones concretas contra ese grupo de seres humanos no justifican la acción. Fueron bombas yanquis, guiadas por satélites yanquis.
A sangre fría nadie absolutamente tiene derecho a matar. Si aceptamos ese método imperial de guerra y barbarie, bombas yanquis dirigidas por satélites pueden caer sobre cualquier grupo de hombres y mujeres latinoamericanos, en el territorio de cualquier país, haya o no guerra. El hecho de que se
produjera en tierra probadamente ecuatoriana es un agravante.
No somos enemigos de Colombia. Las anteriores reflexiones e intercambios demuestran cuánto nos hemos esforzado, tanto el actual presidente del Consejo de Estado de Cuba como yo, a atenernos a una política declarada de principios y de paz, proclamada desde hace años en nuestras relaciones con los demás Estados de América Latina.
Hoy que todo está en riesgo, no nos convierte en beligerantes. Somos decididos partidarios de la unidad entre los pueblos de lo que Martí llamó Nuestra América.
Guardar silencio nos haría cómplices. Hoy a nuestro amigo, el economista y presidente del Ecuador Rafael Correa, quieren sentarlo en el banquillo de los acusados, algo que no podíamos siquiera concebir aquella madrugada del 9 de febrero de 2006. Parecía entonces que mi imaginación era capaz de abarcar sueños y riesgos de todo tipo, menos algo parecido a lo que ocurrió la madrugada del sábado 1º de marzo de 2008.
Correa tiene en sus manos los pocos sobrevivientes y el resto de los cadáveres. Los dos que faltan demuestran que el territorio de Ecuador fue ocupado por tropas que cruzaron la frontera. Puede exclamar ahora como Emilio Zola: ¡Yo acuso!


- Reflexión del líder cubano publicada en Granma.


-Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/subnotas/100206-31596-2008-03-06.html






LYNCH*



*de Nicolás Guillén


Lynch en Alabama.
Rabo en forma de látigo
y pezuñas terciarias.
Suele manifestarse
con una gran cruz en llamas.
Se alimenta de negros, sogas,
fuego, sangre, clavos,
alquitrán.

Capturado
junto a una horca. Macho.
Castrado.



*del libro “El Gran Zoo”. Editorial Quetzal, Buenos Aires, 1967
-Enviado para compartir por Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar







La tierra incomparable*


(fragmento)

*de Antonio Dal Masetto



CUARENTA


Al día siguiente, sábado, Agata y Silvana se encontraron para ir a caminar por el mercado que se armaba una vez por semana en aquella gran plaza frente al departamento de Elvira. Agata pensó que volverían a hablar de Vito. Que­da hacer algunas preguntas y esperaba la oportunidad. Pe­ro Silvana no tocó el tema y ella no se animó a mencionar­lo. Después la atrapó la actividad y el colorido del mercado. Aquello era una fiesta y daba gusto andar entre los puestos y los gritos de los vendedores. Había de todo: comestibles, ropas, artesanías, flores, muebles, zapatos, re­lojes, antigüedades, pájaros. Se detenían acá y allá, conver­saban con los puesteros, saboreaban un pedacito de queso, acariciaban una tela. Agata disfrutaba.
-Me compraría todo -decía. Silvana la alentaba:
-Esto es bonito, está a buen precio. ¿Quiere llevarlo?
-Todavía no. Después volvemos.
Ya tenía los regalos para su regreso. También tenía uno para Carla. Le faltaba el de Silvana. Desde hacía varios
días miraba vidrieras. Quería que fuese un lindo regalo, una cosa especial. Pensó que en el mercado quizá lo en­contraría. De todos modos, si compraba estando Silvana presente se perdía la sorpresa. Así que decidió esperar.
Siguieron caminando y averiguando precios. Silvana se cruzaba con conocidos, se saludaban o se detenían para in­tercambiar un par de frases. Le presentó algunas amigas a Agata. Una se les unió. Agata oyó que preguntaba por Vito y Silvana contestó que lo vería esa tarde.
El mercado seguía por un tramo de calle que desembo­caba en otra plaza, también llena de puestos. Agata se de­tuvo. Algo -una voz, la luz, el empedrado, una pared, no supo qué- le trajo a la memoria una escena de cuando era chica, y que había olvidado. La anécdota carecía de impor­tancia, pero se sintió tentada de contarla por la sorpresa que le causaba haberla recuperado. Cierta vez, le dijo a Sil­vana y a la amiga, su padre y su padrino la habían llevado al parque de diversiones que se instalaba en esa plaza para las fiestas patronales. Había un puesto circular en cuyo centro se exhibían frascos con peces de colores. La gente arrojaba unas pelotitas blancas y los que embocaban en al­guno de los frascos se llevaban un pez como premio. Logró que su padrino le pagara una jugada y fue tirando sus pe­lotas -eran seis- sin acertar. Después, resignada, sabien­do que no habría otra oportunidad, se quedó junto al pues­to mirando cómo la gente probaba y probaba. No era fácil. Casi nadie acertaba. A su lado, una señora le pidió que ti­rara una pelota por ella, a ver si le traía suerte. Agata tiró, embocó, la señora dio un grito, aplaudió, la besó y se llevó su frasco con un pez rojo.
Agata señaló con el dedo:
-Fue justo ahí. Qué frustración.
La amiga de Silvana rió con ella. La historia le causó mucha gracia y volvió a mencionarla y a reírse cuando se despidió y se fue.
Ya habían dado una vuelta completa a las dos plazas cuando oyeron que alguien las llamaba. Era Toni. Agata no había vuelto a verlo después de aquella tarde de los hongos y la discusión con Carla. Tenía el mismo aire socarrón y el mismo entusiasmo en la voz, Dijo:
-¿Cómo están, muchachas?
Las invitó a tomar un café. Se sentaron en un bar que tenía mesas afuera. Desde ahí vieron como la gente aban­donaba poco a poco el mercado, los vendedores comenza­ban a guardar sus mercancías y los puestos se cerraban.
-Al final-dijo Silvana-, no compró nada.
-Igual me divertí -dijo Agata.
-Para compras consulte conmigo -dijo Toni-. Sé dónde están los mejores precios.
Pasó un coche con una bandera cruzada sobre el techo .Y dos muchachos asomados a las ventanillas y gritando:
- Trani, Trani.
Toni levantó una mano y los saludó. Se volvió hacia Agata:
-Señora, hoy hay partido, ¿no le gustaría ir?
-¿Adónde? -preguntó Agata sorprendida.
-A la cancha.
-Nunca fui a una cancha.
-Alguna vez tiene que ser la primera.
-No entiendo nada de fútbol.
-Es el equipo de su pueblo, tiene que vedo.
Agata, divertida, miró a Silvana.
-Jugamos contra Aduino, nuestros rivales eternos, no se lo puede perder -insistió Toni.
Agata movió la cabeza dubitativa. -No sé -dijo.
Toni se dirigió a Silvana: -Se van a entretener.
-¿Quiere? -preguntó Silvana.
Agata se encogió de hombros, todavía indecisa. -Si quiere ir, yo la acompaño -dijo Silvana.
-Entonces vamos.
Silvana fue a buscar el coche.
Tuvieron que estacionar bastante lejos del estadio. Un policía cortaba el tránsito. Después caminaron entre gente muy apurada, algunos corrían. El frente de la cancha no había sufrido modificaciones. El mismo portón, las colum­nas para las banderas, las ventanillas de hierro. Todo esta­ba más o menos igual que antes. Sólo dos cabinas telefóni­cas contra el muro gris marcaban la diferencia de época. Había también tres grandes recipientes para residuos, con las inscripciones: para vidrio, para latas, para papel. La gen­te, amontonada frente a las ventanillas, protestaba y exigía que se apuraran con las entradas porque ya empezaba el partido. Toni hizo cola y discutió con alguien que quiso adelantársele. Por fin entraron. Había una sola tribuna, de cemento, en uno de los costados. Treparon unas gradas y se sentaron.
Agata miró el campo todavía vacío, el césped cuidado, y pensó en lo que había significado ese terreno para ellos, cuando los alemanes se habían instalado con sus tanques y sus cañones. Para el pueblo ésos fueron los peores días, con los rastrilleos, los fusilamientos, las escuelas que fun­cionaban como cárceles, llenas de hombres que después eran deportados a Alemania. Desde ese terreno los cañones disparaban hacia las montañas y alrededor temblaba todo.
Agata se sobresaltó. La gente se había parado y gritaba.
En el campo de juego acababan de aparecer los jugadores. Toni estaba un escalón más abajo. Se dio vuelta e informó:
Los de azul son los nuestros.
Agata asintió.
La gente se calmó. Los jugadores se distribuyeron de un lado y del otro del terreno y después sonó un silbato. -Empezó -dijo Toni.
Agata volvió a asentir.
La pelota iba y venía, de vez en cuando se producía un encontronazo y un jugador o dos quedaban tendidos en el suelo durante un rato. Los otros intercambiaban manota­zos y en la tribuna la gente se enfurecía.
A la izquierda de Agata se produjo un tumulto. Había un grupo de pie, aislado del resto de los espectadores. No eran demasiados, pero hacían mucho ruido.
-La hinchada rival-informó Toni.
Había varios policías rodeándolos, no se sabía si para protegerlos o contenerlos. Se fueron tranquilizando, me­nos uno, que seguía de espaldas al campo e insultaba hacia la parte alta de la tribuna. Un policía lo tomó de un brazo, lo obligó a darse vuelta y le ordenó:
-Mire el juego.
Después, alrededor de Agata hubo más gritos y aplau­sos. Los jugadores de azul se abrazaban. Toni giró hacia la hinchada rival y, sin emitir palabra, les mostró el dedo ín­dice y lo mantuvo en alto, en un gesto que evidentemente queda significar: uno. Se volvió hacia Agata:
-Vamos ganando. Agata asintió.
-¿Cuál le gusta de los nuestros? -preguntó Toni.
Agata buscó con la mirada y señaló a un jugador:
-Ese muchacho de pelo largo. ¿.Por qué ése?
Se parece a mi nieto.
Hubo un nuevo estallido y más abrazos.
-¿Gol? -preguntó Agata.
Toni giró otra vez hacia la hinchada de Aduino, levantó dos dedos y los mantuvo arriba, siempre sin hablar.
En la cancha seguían los encontronazos y las caídas.
Agata estaba impresionada con tantos golpes. Toni, con­tento como un chico, bromeaba, se hacía el gracioso: -¿Por qué se estarán peleando tanto por una pelota? ¿Por que no le dan una pelota a cada uno y así se quedan tranquilos? ¿Verdad, señora?
-Claro -dijo Agata.
Después algo debió andar mal en el partido, porque en el término de minutos, en dos oportunidades, la gente pa­reció volverse loca, bramaba, sacudía la alambrada y algu­nos se trepaban. Agata nunca había oído insultar y blasfe­mar tanto. Detrás de ella, una mujer gritaba:
-Arbitro arruinafamilias.
Le resultó curioso el insulto y se dio vuelta para verle la cara.
Hacia la izquierda, en cambio, los de la hinchada rival habían comenzado a cantar. Parecían ignorar la amenaza que los rodeaba. Cantaban mirando el cielo, agrupados y solemnes, como entonando el himno.
Toni estaba junto a un hombre de lentes, alto y elegan­te, de sombrero, que hasta ese momento se había manteni­do en calma. Ahora los dos se desgañitaban hombro con hombro y el elegante arrojaba el sombrero al piso, lo le­vantaba y lo volvía a tirar. Toni, la cara roja, los ojos extraviados, miró a Agata y dijo: -Señora, los delincuentes más grandes de este mundo son los árbitros de fútbol.
-Sí -dijo Agata.
Inmediatamente los jugadores abandonaron el campo y Agata preguntó si el partido había terminado.
-El primer tiempo -dijo Silvana-. Pero si quiere po­demos irnos.
Saludaron a Toni, que se mostró decepcionado por la deserción, compraron castañas asadas al pie de la tribuna y salieron del estadio.
-En mi época también era así -dijo Agata-. Desde mi casa se oían los gritos. Me acuerdo que cuando termi­naban los partidos la gente se quedaba esperando que sa­liera el árbitro para lincharlo.
Tomaron hacia la derecha y pasaron por el terreno que separaba la cancha de fútbol del cementerio. En el medio, bajo los grandes árboles de hojas doradas, había un carro­mato y un cartel que anunciaba la próxima instalación de un circo. Ahí era donde se fusilaba al finalizar la guerra. Lo hacían junto al cementerio, para no tener que trasladar los cadáveres. El declive que en aquella época bajaba del camino al terreno había sido nivelado. Por ese declive em­pujaban a los hombres antes de dispararles.
Desembocaron en el acceso al puente de hierro. Comen­zaron a cruzarlo y se detuvieron en la mitad. Ahí el río se ensanchaba y se aquietaba en un remanso donde el agua parecía inmóvil. Cincuenta metros más allá, superadas las piedras que formaban un dique de contención, se producía una cascada breve y recomenzaba la correntada. Había una liebre ahogada en aquel remanso. Flotaba de perfil, las pa­tas delanteras encogidas y las traseras estiradas, en la acti­tud del salto. La liebre tenía la misma tonalidad rojiza de los bosques y era una mancha neta en aquel estanque color verde botella. Casi no se movía. Tardaría mucho en llegar a la cascada. Agata y Silvana la miraron durante un rato.
-A las seis cruzo a Coseno -dijo Silvana-. Me quedo hasta mañana. Vito ya está bien. Vaya preparando sus co­sas. El lunes salimos rumbo a Venecia.
Agata tardó en hablar. Por fin dijo: -¿Todavía querés ir?
-Seguro. ¿Usted no?
-Yo sí.
-Entonces vamos.
Nuevamente, Agata esperó que Silvana mencionase a Vito. Pero Silvana no volvió a hablar. Se trepó a la baranda del puente, se paró y se alejó de Agata, haciendo equilibrio con los brazos abiertos. Agata contuvo la respiración y apretó con fuerza los barrotes de la baranda. Silvana llegó hasta una de las gruesas vigas oblicuas, la abrazó y comen­zó a subir. Pasó a otra viga que cruzaba la primera, des­pués a otra y siguió trepando en zigzag. Alcanzó la parte superior del puente, se tomó con ambas manos de la últi­ma viga horizontal, separó el cuerpo y los pies del punto de apoyo y quedó colgando. "¿Qué hace?", se preguntó Agata. No se animaba a moverse, no se animaba a hablar, estaba paralizada. Pasaron los segundos y Silvana seguía allá arri­ba, quieta, colgada de sus brazos, una mancha clara entre la estructura negra del puente. Había mucha calma alrededor, en los bosques, en la monotonía del agua. Agata hu­biese querido gritarle que bajara. Pero tenía miedo. Le pa­recía que, en tanta paz, cualquier señal de desorden, inclusive su voz, hubiese alterado el equilibrio en que se apoyaba la seguridad de Silvana. Seguía apretando los ba­rrotes oxidados y enviaba hacia arriba órdenes mentales. "Basta, basta, ¿hasta cuando vas a resistir?". Por fin, una de las piernas de Silvana se separó de la otra, tanteó y en­contró dónde apoyarse. Silvana se deslizó hacia la viga oblicua y comenzó a bajar. Pisó la baranda en el mismo punto donde había comenzado el ascenso y vino hacia el centro del puente con los brazos abiertos. Saltó al piso y se colocó junto a Agata.
-¿.Por qué hiciste eso? -preguntó Agata.
Silvana no contestó y de nuevo se pusieron a mirar el agua. La liebre seguía en el mismo sitio. Después Silvana dijo:
-Me parece que nunca vaya poder perdonarle a Vito lo que me hizo. Sobre todo que haya tomado las pastillas es­tando yo ahí.
En el puente ya no daba el sol y a Agata le pareció que el silencio se había agrandado todavía más. Ahora su atención estaba dividida entre las recientes palabras de Silvana y el movimiento de la liebre que, muy despacio, había comen­zado a girar sobre sí misma.



*de La tierra incomparable, © Editorial Planeta (1994), © Antonio Dal Masetto.







Jueves, 06 de Marzo de 2008
A PROPOSITO DEL DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER


Postales de un estado de cosas*


La posición actual de la mujer es un claro ejemplo de cómo lo establecido, lo dolorosamente estatuido puede y debe interpelarse. Así, los cambios impactan en la sociedad toda.

Simone de Beauvoir escribió en "El segundo sexo": "No se nace mujer: se llega a serlo". Aspiraba que alguna vez estuviera perimido, pero lamentaba que sostuviera su vigencia.


Por Laura Capella *


El "Día Internacional de la Mujer" fue establecido por las Naciones Unidas en 1975. Su origen se remonta al 8 de marzo de 1857 cuando se produjo la primera huelga de trabajadoras de la industria textil y del vestido en la ciudad de Nueva York. En la misma ciudad, en 1908 las obreras iniciaron una
huelga en la Fábrica Colton y tomaron el establecimiento. Ellas pedían igualdad de salario entre hombres y mujeres, descanso dominical y reducción de la jornada laboral. Las huelguistas fueron encerradas y el edificio fue incendiado. Murieron quemadas ciento veintinueve mujeres.
El año en que esas mujeres fueron masacradas en Nueva York, hace cien, nacía en Francia Simone de Beauvoir. En su obra El segundo sexo, dice: "No se nace mujer: se llega a serlo. Ningún destino biológico, psíquico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; es
el conjunto de la civilización el que elabora ese producto intermedio entre el macho y el castrado al que se califica de femenino". Simone de Beauvoir aspiraba que ese libro alguna vez estuviera perimido, pero lamentaba que por el contrario, sostuviera su vigencia.
Del 29 al 31 de diciembre pasados, más de ciento cincuenta voces femeninas y morenas le explicaban al mundo por qué luchan, desde el encuentro de mujeres en La Garrucha, territorio rebelde zapatista. Estas mujeres, en la última década del siglo XX comenzaron a recorrer junto a los hombres de su pueblo, pero también en muchos aspectos, en contra de los mismos, un camino de subjetivación que las colocaba más allá de propios y ajenos; ya que al derecho de pernada que practicaban sobre ellas los patrones se unía a la naturalidad con que el maltrato, violación y desprecio era ejercido por sus padres, maridos y hasta hijos. Ellas cuentan en ese encuentro, que nacer niñas era motivo de desprecio y hasta las comadronas cobraban menos si traían al mundo a una niña que a un niño.
Por otro lado en la ciudad de Montevideo, este carnaval, cincuenta y cuatro mujeres de diversas profesiones, entre ellas una carpintera, integran la primera cuerda de tambores "totalmente femenina". Este grupo, "La melaza" nació cuando un grupo de amigas se reunió en los actos por el día de la mujer en marzo de 2005.
Postales de un estado de cosas que no es simple ni debemos simplificar; creo que la posición de la mujer actualmente es un claro ejemplo de cómo lo establecido, lo dolorosamente estatuido puede y debe interpelarse, de cómo el trabajo del alquimista es una bella metáfora para pensar estos procesos
personales y sociales en los que, como dicen las mujeres zapatistas se ha "transformado en purito gusto lo que antes era vergüenza de hablar".
Que como ocurrió a esas mujeres uruguayas, el 8 de marzo se constituya en punto de partida de un acto de creación y de toma de palabra; sabiendo que los cambios que las mujeres produzcamos en nosotras mismas impactan en la sociedad toda, y pasan a formar parte de la obra colectiva de la humanidad
de la que gustaba sentirse parte Sigmund Freud.


*Psicoanalista. Foro en defensa de los DDHH del Colegio de Psicólogos Rosario.

-Fuente: Rosario-12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/21-12612-2008-03-06.html






EL HAMBRE*



*de Nicolás Guillén



Éste es el hambre. Un animal
todo colmillo y ojo.
Nadie le engaña ni distrae.
No se harta en una mesa.
No se contenta
con un almuerzo o una cena.
Anuncia siempre sangre.
Ruge como león, aprieta como boa,
piensa como persona.

El ejemplar que aquí se ofrece
fue cazado en la India (suburbios de Bombay),
pero existe en estado más o menos salvaje
en otras muchas partes.

No acercarse.


*del libro “El Gran Zoo”. Editorial Quetzal, Buenos Aires, 1967
-Enviado para compartir por Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar








Jueves, 06 de Marzo de 2008

Los gatos de Rivadavia*


*Por Enrique Medina


Terminan de jugar al ajedrez y echan una caminata para reacomodar los huesos del atascado cuerpo. La plaza está en su esplendor. Hay gente de todo pelaje y por donde sea. Buscas a la pesca. Colas de dinosaurios reventando colectivos. Maltraído, un arrebatador con portafolios cruza la avenida corrido a los gritos por el asaltado. Otros miserables controlan a sus minas. Minas negras, minas teñidas, minas feas, gordas-regordas, sentadas con la misma hidalguía que las alemanas de Francfurt y Osaka, y en ello el atractivo. Conversan, ríen, se las ve simpáticas. Educados, con elegante discreción los ajedrecistas saludan y ellas les hacen el guiño correspondiente y agradecido. Los amigos son jubilados y con amistad de años. Wilde, uruguayo, harto en toda la vida de tener que aguantar siempre a algún atento pelotudo que le pregunta si Wilde es apellido. Y él que no, que es nombre, y no sé por qué carajo me llamo así y basta. En cambio, Escopeta, que es apodo asimilado en la infancia cuando le decían "Flaco escopeta",
acepta, sin alterar su chicha-calma: Si sigo siendo flaco tengo derecho al apodo, y sonríe. Se sientan en el borde de los canteros, frente al monumento. Son tan veteranos en la plaza que tranquilamente pueden
abstraerse de la existencia misma que agita el caótico espacio. Ven sin ver, eso. Y charlan, cuando charlan. Y están en silencio, cuando ídem. No por nada especial, tienen su propio mundo, como cualquiera. Un chico le pregunta a su madre: "¿Qué es eso que está lleno de gatos?". Y la madre tardando en
la duda, intenta: "Y... una casa... para gatos, como el Jardín Zoológico...".
Acostumbrado a salir en defensa de los símbolos, Wilde mueve su cabeza y explica a la madre y el chico que "eso" es el Mausoleo a Bernardino Rivadavia, primer presidente de nuestro querido país y esos gatos son su guardia pretoriana. La mujer promedia su enjuto rostro, seco y sin gracia, y sigue chupando el helado, como si en ello le fuera el esfuerzo del día. El chico se anima: "Guardia ¿qué?...". Y Wilde se despacha porque el chico le cae bien: "Pre-to-riana..., ¿eh?... Pretoriana, ¿sí?". El chico como que no,
como que es un poco mucho para él, así que, igual que la madre, chupa el helado para hacer tiempo. Y Wilde le dice que el fulano se llamaba Bernardino de la Trinidad González Rivadavia, conocido como Bernardino Rivadavia solamente y mucho más conocido porque la avenida Rivadavia es la más larga del mundo, y dentro del monumento está él; muerto, claro. El chico sonríe, mueve los ojitos y pregunta: "¿Arriba o abajo?". Wilde piensa que si ese chico fuera su hijo podría tallar un ser excepcional: "Arriba, la parte de abajo es la plataforma, el pedestal del monumento, monumento que hizo uno
de los grandes escultores argentinos, Rogelio Yrurtia". Hay un silencio en el que el chico deja que el helado se le derrita por un costado y dice: "¿Y los gatos?"... Wilde se acomoda mejor, como para enseñar, y larga el rollo sobre la guardia pretoriana, el César, el pretorio, el imperio romano y
termina con que los gatos vienen a ser un símbolo, el equivalente de nuestro tiempo, de aquellos valientes soldados que defendían con su vida al César.
"Son 574 gatos, ¡bien contados!, incluidos los 18 que nacieron este fin de semana." El chico lame el costado que se está derritiendo, mira al hombre en silencio, no está seguro si entendió algo o no entendió nada, pero sí sabe que le gustaría tener a ese hombre como padre, o abuelo; y le pregunta cómo sabe tanto. El no contesta, lo hace Escopeta: "Fue maestro y director de escuela". La mujer, que nada ha escuchado porque está pendiente de otra cosa, dice: ya llegaron; y se lleva al chico sin saludar. El chico al menos sacude la mano libre. "Cayeron los evangelistas", advierte Wilde. Se quedan en silencio. Al rato, Escopeta le dice: "¿Hacemos la revancha?". Wilde está de acuerdo: "Dale, vamos...".


*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-100201-2008-03-06.html





Jueves, 06 de Marzo de 2008
Legado de sabiduria de Emilio Rodrigue

"Decidí celebrarme todo el día"*



En el recuerdo de Tato Pavlovsky, preciso y emocionado, Emilio Rodrigué se ofrece como el caso de un hombre capaz de dedicar un día entero a la celebración de ese otro que, en tercera persona, es él mismo. Rodrigué, psicoanalista y escritor, falleció el jueves 21 de febrero de este año.

Hernán Kesselman, Tato Pavlovsky y Emilio Rodrigué, en 1980.



*Por Eduardo Pavlovsky


En 1972, vivíamos juntos con el psicoanalista Emilio Rodrigué, en Libertador y Oro. El se iba a su consultorio de Ayacucho muy temprano a la mañana en una bicicleta vieja que se había comprado, y volvía a la noche. Yo trabajaba en Esmeralda y Libertador, y la mitad de la semana iba al teatro Payró a actuar en mi obra El señor Galíndez y volvía tarde. La mayoría de las noches cuando llegaba lo veía a Emilio con alguna señorita en el sillón de nuestro living. Yo pasaba rápidamente, temiendo importunar alguna intimidad. Pero él me saludaba cordialmente, presentándome a la señorita de la noche. Lo que me
asombraba de la situación -Emilio siempre tuvo la facultad de asombrar- era que las jóvenes variaban según los días, pero Emilio mantenía siempre una misma posición física. Piernas cruzadas y su brazo izquierdo tocando suavemente el hombro derecho de la joven. Las jóvenes siempre estaban ubicadas a su derecha. La posición era extraña pero invariable. Lo que variaba eran las jóvenes. Debo aclarar que la posición de Emilio estaba distante de cualquier encuadre erótico. Por sus características yo presumía
que era un juego preerótico de estilo emiliano. Intraducible. Tenía algo de resabios de vieja alcurnia franelera.
Una noche, después de mi función de teatro, al entrar noté con sorpresa que el sillón estaba vacío, y escuché desde el baño la voz de Emilio que me gritaba: "Vení Tato, estoy solo". Emilio estaba totalmente sumergido en la bañadera, colmada de espuma y desde donde sólo emergía su cabeza. La espuma en la bañadera al estilo de Lana Turner o Marilyn Monroe. En un borde de la bañadera había varios Gráficos, la mejor revista deportiva de la época, y él tomaba simultáneamente un gin tonic con una larga pajita que desembocaba en el vaso y que el otro extremo culminaba en su boca. Como los dos somos de Independiente, me empezó a mostrar viejas fotos de aquella inolvidable delantera del '40 -Maril, De la Mata, Erico, Sastre y Zorrilla- pero, como había comprado 40 Gráficos viejos, también teníamos fotos de Michelli, Cecconato, Lacacia, Grillo y Cruz. ¡Era una fiesta roja! De repente Emilio me miró fijamente y me dijo: "Me jubilé por hoy y decidí celebrar a Emilio Rodrigué todo el día". Por la seriedad con que me lo dijo me di cuenta de que había que escucharlo y decidí sentarme en una silla cercana a la bañadera. Algún nuevo contexto de descubrimiento se avecinaba. Habló:
"Hoy me levanté temprano a la mañana y resolví festejar a Emilio Rodrigué. Pensé que se lo merecía después de tantos años de trabajo y con una abultada producción literaria y psicoanalítica. No usé la bicicleta y resolví llevarlo al Plaza Hotel en taxi para desayunar. Me parecía un buen comienzo.
Un buen desayuno siempre es bueno para empezar el día con energías. Después de las lecturas de los diarios, que no fue precipitada sino gozosamente saboreada, y hasta leyendo secciones de los diarios que nunca leo en días de trabajo, por ese apuro imperioso de leer el diario en diez minutos entre paciente y paciente. A las 11 de la mañana lo invité a caminar por la calle Florida pero muy lentamente, como gozando la calle en esa nueva armonía cadenciosa. Respiraba profundamente mientras miraba libremente y sin apuro las bellezas femeninas que pasaban a mi lado. A algunos culos les dedicaba el tiempo que merecían. A las 12 tuve una imperiosa necesidad de leer Gráficos viejos y lo llevé a la calle Azopardo, donde los vendían. El primero que abrí tenía la foto de Capote De la Mata en el famoso gol a River
en el Monumental, de 1937. Era una foto de museo. Ahí fue cuando decidí llevarme todos los Gráficos que podía. La sensualidad de esas hojas amarillentas me enloquecía. El vendedor, un hombre maduro, me señaló al pasar: 'Parece que el señor es de Independiente'; salió rápidamente hacia otra oficina y volvió con una foto de Erico del día que le ganamos 7 a 1 a Boca en Avellaneda. 'Tome, es suya, se la merece, llévela'. Me hizo un enorme paquete y salí de la calle Azopardo emocionado. Tomamos un taxi y
volvimos a casa para dejar los Gráficos bien guardados. Te confieso Tato que tuve miedo de que si llegabas por la tarde me los pudieses robar, una foto de Erico para un hincha fanático como vos es una pieza de museo muy deseable. Guardé todo el paquete y cerré con llave la puerta del cuarto.
"Almorzamos en un restaurante japonés en la calle Mendoza cerca de Libertador. Buen vino, buen postre y un buen coñac. Nunca gocé tanto en no tener que trabajar por la tarde. Fuimos a casa y dormimos una saludable siesta. A las 5 lo invité a correr y accedió. Hablaba muy poco. Casi nada.
Tenía algo de autista funcional que me atraía. No invadía. Sólo acompañaba autísticamente. No hinchando las pelotas con preguntas boludas. Eso es lo mejor de los autistas.
"Al volver a casa a eso de las 7, vimos algún noticiario por televisión y al rato le ofrecí cocinar para los dos un buen lomo que tenía en la heladera con papas fritas y acompañado por un Bianchi Borgoña. Después de la cena estaba contento de haber festejado a Emilio Rodrigué. No es un hombre que
expresara mucho, pero sus ojos delataban la alegría de haber pasado un buen día. Creo que llegó a decir gracias. Mucho para su reserva habitual. Para su autismo funcional e instrumental. Gracias a su autismo instrumental, James Dean se cogió a todas las minas de Hollywood.
"Cuando me quedé solo, llené la bañadera con agua caliente y le puse espuma de baño que una mina me había regalado. Traje todos los Gráficos y los apilé cerca de la bañadera. Traje también una botella de gin y cuatro tónicas y una pajita japonesa de 40 centímetros para ocasiones como ésta y me metí en
la bañadera.
"La lectura de los Gráficos viejos tomando gin tonic sin reserva me producía un éxtasis excepcional. No era éxtasis de yerba. Era éxtasis de gin, Gráficos y espuma. Todo junto. Suspiré profundo y dije: 'Qué bueno haberme celebrado así'. En ese momento llegaste vos y tuve la imperiosa necesidad de relatarte la experiencia. Te veo llegar con cara de soldado del frente de Stalingrado que ha cumplido bien su faena militar. Yo no niego que hacer teatro pueda ser para vos una manera de celebración, pero es todavía
demasiado exigente. Hay que hacerlo bien. Hay que trabajar. Vos te celebrás poco, Tato. Las que saben celebrarse son tus minas, por lo menos las que conozco. A ver si la entendés: Tato tiene que celebrar más a Tato, tiene que festejarlo más, tiene que exigirle menos, tiene que enseñarle a perder el tiempo. Vos no sabés perder el tiempo. Sos un ruso de batalla. Siempre en la línea de combate. Celebrate, amigo mío. Yo necesito que vos te festejes más, te mimes más, como lo hice hoy conmigo. Date un día para vos; sin minas, que exigen tanto. Un tiempo de puro festejo tatista, de celebración pura".
Mientras escribo esto estoy llorando.
Rodrigué continuó:
"Sin exigencias. Dejá Stalingrado por un día, pedí licencia". Yo estaba emocionado. Nunca Emilio me había hablado así, con tanto cariño explícito.
Empezó a buscar entre los Gráficos y sacó la foto de Erico. "Tomá, te la regalo, que la foto sirva para tu primera celebración. Celebrate hermano, que te lo merecés" y, de repente, como si yo no estuviera, tomo un Gráfico y siguió leyendo, ensimismado. Yo me levanté lentamente de la silla, me fui a mi cuarto con la foto de Erico en la mano y me senté en la cama. Pensé: ¿podré realmente celebrarme como este hijo de puta? Me resultaba difícil tanto placer junto. Pero la experiencia fue importantísima en mi vida. Lo mire a Erico en la foto y me puse a llorar. Erico ya había muerto, como hoy está muerto Emilio Rodrigué. Pero sus recuerdos siguen vivos en todos los que lo quisimos tanto.
Celebrarse, ¡qué palabra inventada! ¡Qué palabra tan emiliana!


*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-100180-2008-03-06.html





Más años es tal vez más felicidad*


La conciencia de los límites, el peso de la experiencia e incluso ciertos cambios en la actividad cerebral pueden redundar, en la vejez, en una mayor satisfacción frente a lo cotidiano como también en la capacidad de desestimar emociones negativas.


*Por Ricardo Lacub
Fuente: PROFESOR ASOCIADO DE PSICOLOGIA DE LA TERCERA EDAD Y VEJEZ


Es posible pensar la felicidad por fuera de los ideales sociales que nos auguran logros, reconocimiento y poder? ¿En qué medida la consciencia de los límites nos permite acercarnos al goce de lo cotidiano?
La felicidad, que aparece hoy como un nuevo tópico de investigación científica, aun cuando siga generando suspicacias y dudas por su complejidad conceptual, nos arroja datos cada vez más sustantivos y consolidados que nos acercan a temáticas abordadas desde hace siglos por filósofos y pensadores
que buscaban "ese oscuro objeto del deseo".
Cuando se aborda esta cuestión en relación con el envejecimiento, se produce una especial curiosidad y sorpresa.
Recientemente, en un estudio de la Universidad de Warwick y Dartmouth College, se recolectaron datos de 2 millones de personas, en 80 países (inclusive el nuestro). Los resultados mostraron que las personas de mediana edad disminuían los niveles de felicidad; un dato curioso indicaba que para volver a alcanzar los niveles de los 20 años había que esperar hasta los 70.
Este dato es consistente con otras investigaciones, entre las que se destaca la de Pond Lacey (Journal of Happiness Studies, 2006), donde fueron evaluadas personas de aproximadamente 30 y 70 años y se descubrió que éstas últimas eran más felices. Son resultados que parecen sorprender hasta los
más optimistas.
Las explicaciones son variadas, aunque se remarca el peso de la experiencia y el paso del tiempo, los cuales permitirían un punto de vista diferente de la vida. La intensidad de las emociones parece suavizarse particularmente frente a las experiencias negativas, lo que muchas veces se denominó la
serenidad de la vejez. Esto no implica la no intensidad de los goces, sino un manejo más adecuado de lo molesto o nocivo.
Aun cuando las explicaciones sean predominantemente de orden psicológico, existe una fuerte evidencia sobre los cambios de la actividad cerebral en la percepción de los hechos negativos en las personas mayores. Por ejemplo, imágenes registradas por un resonador magnético revelaron que la amígdala, que es la parte del cerebro responsable de las reacciones emocionales y la memoria, no reacciona con la misma intensidad que en otras edades cuando se muestran escenas negativas.
Los investigadores Stacey Wood y Michael Kisley (Psychological Science, 2007) grabaron la actividad cerebral de adultos a quienes se les mostraron una serie de imágenes positivas y negativas, tales como un helado o un animal muerto. Mientras que los jóvenes (entre 18 y 25) dieron más importancia a las imágenes emocionalmente negativas, los adultos mayores (55 y más) prestaron más atención a las positivas. Otros estudios agregaron a estas conclusiones la más rápida recuperación frente a eventos negativos.
Stacey Wood (Los Angeles Times, 2007) sostiene que se produce un manejo diferente de la información emocional en el procesamiento cerebral. Esto podría remitir a la antigua noción de sabiduría, interpretada como la habilidad para integrar la información que proveen las emociones, siendo más
capaces de sopesar y no hallar tan disruptivo lo negativo o discordante.
Mientras que algunos consideran que "los golpes de la vida" podrían enseñarnos lo esencial -es decir, lo que tiene valor para el sujeto-, otras perspectivas complejizan las explicaciones. La psicóloga estadounidense Laura Carstensen viene desarrollando investigaciones sobre las emociones en la vejez en el Centro de Longevidad de la Universidad de Stanford, tratando de comprender "la predisposición a lo positivo".
La explicación es que el control emocional, que redunda en un más amplio nivel de satisfacción, se debe a la creciente consciencia de finitud y la percepción de un tiempo limitado por vivir, lo que tiende a generar una mayor selectividad emocional, generalmente asociada a objetivos más afectivos, personalizados y con una fuerte focalización en el presente (Psychology and Aging, 2002)
Esta misma perspectiva, en la que la sensación de cierta provisionalidad es más real y palpable, permite darle a la vida más valor y sentir más agradecimiento, así como también enfocarse más sobre los aspectos positivos y promover con ello una mayor satisfacción vital.
La paradoja de la vejez parece radicar, según Carstensen, en que a pesar de que existe cierto declive físico y cognitivo, se incrementa el bienestar psicológico.
Esto no implica que sea una experiencia de todos los mayores. Ciertos niveles de padecimientos físicos o económicos podrían limitar estas vivencias, así como las características neuróticas del sujeto no disminuyen con la edad.
Borges, en el cuento "El inmortal", siguiendo una tradición existencialista, describía el aburrimiento que generaba la falta de prisa de aquellos cuyas vidas carecían de un límite de tiempo. La cercanía del fin puede producir pánico o puede hacer brotar la experiencia más rica del ser humano: el goce
de lo cotidiano.


*Fuente: Clarín
http://www.clarin.com/diario/2008/03/06/opinion/o-03101.htm





*


Aquí
entre algún tunal perdido,
sembrando pájaros al borde del barro
alarmando lágrima.
En su cintura cósmica del paisaje
Horizontal y maíz dice el silencio.
Un vino de su raíz en tu palabra compadre
En el Cuyo que amo
por hembra madre.
Que una gota de este vino dispare futuro,
por el barro frío de tus madrugadas,
sor el sueño país en labios hermanos.
Por grito incomprendido.
Porque Jorge no bebía ginebra,
nosotros áspero vino de jornal.
Porque entre rejas somos y fuimos libres.

Vos,
dura sangre andina
Yo áspero litoral.



*de ricardo d. mastrizzo.






*

Queridas amigas, apreciados amigos:


El domingo 9 de marzo del 2008 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música del compositor argentino Pablo Espada. Las poesías que leeremos pertenecen a María Elena Solórzano (México) y la música de fondo será de Machu Picchu (Andes). ¡Les
deseamos una feliz audición!


ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!!


REPETICIÓN: ¡La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!
Cordial saludo!


YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com
Schießstattstr. 44 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel. + Fax: 0043 662 825067





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