viernes, abril 10, 2009

EDICIÓN ABRIL 2009.



*IMAGEN DE MIGUEL RUIBAL: http://miguelruibalfotos.blogspot.com


DIARIO MOJADO DE MEMORIA*




Mi amiga aun no ha vuelto.
Quizás no vuelva ya.
Está aquí, entre nosotras.
Pero esta no es aquella.
No es la que caminaba conmigo bajo la lluvia.
La que es la de la barra del mate amargo.
La que relojeaba los chicos de la facultad.
La que pintaba pesebres y árboles azules.
La que leía Sarte, el Che, Artl.
La que amaba la teta buena, hasta que conoció la mala.
La que llevaron porque estaba pintado paredes.
Leyendas limpias en ciudades sucias.
La que recibía cartas y promesas de amor.
La que, creímos, pertenecía al país de los N N
La que se me apareció un día tras percheros de tienda.
Lloré. Lloré de miedo, de alegría, de amor.
No!. Lloré de dolor.
Sin dientes, sonrisa mueca contorsión.
Sin amor. Mentira, cartas basuras. Roña. Homínido.
Luego, universo coma. Registro en blanco.
Blanco guardapolvo. Blanca tiza. Blancos dientes.
Blanca nada.
Fábulas.
“Trece fábulas y media”
“cuanto mas canalla es la doctrina mejor el discípulo.”
Blanco corcel/ matungo rengo. Padre de la Patria.
Mariano claro muerte oscura Moreno.
Había una vez un continente de oro.


La m de mamá. La m de mentira.
La d de dedo .La d de dolor
La p de picana. La p de papá.
La o de oso. La o de olvido.
¿30 mil? ¿30 mil? (+) x (+)= (-) (-) x (-)= (+)



Me duele el robo, amiga. Aun me dueles.
No en el corazón
En la panza me dueles.
En la panza, todos los días.
Todos los días, cuando leo el diario.
El diario de hoy, amiga, está mojado de memoria.



*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar







Sonidos*




El piar
de los pollitos
al nacer


el canto
de los búhos
en la noche


la lluvia
cuando caía
y mi madre me decía

recuerda, Martita,
a los niños
que no tienen techo


la bocina
del Ford
de mi padre


el rebuzno del burro
que me llevaba un día
en las sierras de Córdoba
y casi nos caímos
juntos
del puente al río


el ruido
de la escopeta
de mi papá
cuando íbamos a cazar
los domingos

las plumas que entonces caían
de cuarenta perdices
y de una liebre
el rabo caliente


el chirriar
de la grasa
sobre las brasas
del asado


del silencio
cuando mi perra
secuestrada por el gavilán
cayó al suelo


el último
de los ladridos
de uno de mis perros

el Tupac, que mi padre...
y el sonido del revólver

el aletear
del arroyo
los días
de crecida

el pitear de la locomotora
al entrar en el puente ferroviario

y la huida de palomas
dos veces al día

el coro de mi madre.


*de Marta Zabaleta. mzabaletagood@gmail.com





Eso era lo que el creia...*





Con su mochila cargada de preguntas, viajaba en un tren antiguo. Sus largas vías estaban oxidadas por el paso del tiempo y de tanto esperar.
En su mirada, de un gris profundo, se visualizaba el borde puntiagudo de la nostalgia. En la búsqueda del tiempo perdido, el boleto que había comprado tenía el perfil sombreado de su papá. Estaba confundido, no podía distinguir entre el pasado y el presente. El futuro le hacía una mueca de desgano, ya que no le revelaba demasiados proyectos interesantes.
Eso era lo que él creía.
Se movía por la rutina de los horarios rígidos y horóscopos desanimados. No podía darse cuenta que sólo era un episodio más de cualquier cuaderno borrador escrito en lápiz, muy fácil de anular.
La delgada línea entre la fantasía y realidad, se transformaba en un peso agotador por la carga de afectos contenidos.
La inseguridad de no poder expresar lo que sentía, deseaba, ambicionaba, se le venía viento en contra.
Eso era lo que él creía.


*De Nora Azul del Rosario Akimenco azulaki@hotmail.com








La pregunta*









a Gastón Gori





Venía con una pregunta rodando junto a mis pies,
de acera en acera, de baldosa en baldosa,
trepándose por los postes de luz para
descender, con más fuerza, en un cordón plateado del aire.
Luego, corría en zig zag
entre los vehículos estacionados,
se acodaba en los tapiales bajos.
o columpiaba sus extremidades en los altos muros,
para, de repente, treparse a un ómnibus
espiándome por el vidrio trasero.
Creía que se iba, que su susurro de letanía
se dormía irresoluto en algún banco nocturno de plaza mal iluminada;
pero, no. Mágicamente subía por las espaldas
jugando con mi pelo dejando el aire en suspenso,
para, después, seguir con sus rondas,
sus persistentes rondas de preguntas preguntando
desde mil rostros y otros tantos gestos.
No sé muy bien cuando y en qué momento
la pregunta me habitó; fue un instante
desprevenido, inasible, asombroso,
que me está llevando una vida responderla.





*de cacho agú. cachoagu@yahoo.com.ar







TRES VECES*




Es de noche y ha cantado el gallo.
Ha cantado tres veces.
Presagio. Augurio. Anuncio
Un borracho canta.
El incendio azul verano quema.
Pero yo muero de frío, corazón.
Alba y ocaso.
Ya no más. Ya no más las secretas mareas.
Mi agenda está llena de tristeza.
Triste tristeza. Tristeza que no espera.
Remotas, las fogatas, las furias y los ojos brunos.
Una mujer sufre de Alzheimer.
Me pongo el traje OK y las máscaras.
“Carnavalizando Auschiwitz”
Un jubilado ríe con mueca desdentada de salario mínimo.
Y me duele el dolor en la solapa, en el codo, en las pantorrillas.
Me duelen las almendras y los álamos.
Los almohadones, las sábanas con perfume a lavanda.
Es de noche y ha cantado el gallo. Tres veces, corazón.
Tres veces.


*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar





A LA LUZ DE LAS CHICHARRAS*




Gracias a Gabriela Benítez


De los troncos de los eucaliptus, de las ramas de los ceibos, de las rígidas extremidades de los limoneros, de árboles, de arbustos, de donde sea, el anciano de manos ávidas, de manos de sarmiento, de vena azul, de manos de espectro manos de tinta de pluma manos de anciano. El anciano prestidigitador entre los árboles, entre los arbustos, en donde sea. El anciano destilaba las chicharras.
La viejecita allá en la profundidad de la casa fresca, sentada en su silla de madera y paja. La viejecita de pan de azúcar y vainilla, la anciana de ojos de cielo con nubes, olor a viejos muebles, ruidosa a caireles de araña polvorienta. La viejecita de salmuera y punto cruz, la viejecita almidón, remiendo invisible, zurcido de almas y penas. La viejecita esperaba.
Lo contaba Gabriela y el fuego en el asador mandaba al cielo un comentario de chispas fugaces. Los últimos pájaros dibujaban las últimas líneas en el cielo. El vino violeta en los vasos, el vino violeta dejaba marcas violeta en la mesa. Círculos de atención expectante. Ojos asombrados.
Contaba Gabriela que allá tan lejos, allá en otro mundo, tan lejos porque el tiempo es el tren más veloz; hace tanto, cuando ellos estaban vivos y habitaban la casa que ya no es. Contaba Gabriela que la viejecita se declinaba lentamente en un sumergirse de ahogada calma en su propia locura.
Contaba Gabriela y entonces, mientras Gabriela contaba la mujercita revivía un momento, antes de que la luz nos transformase a nosotros mismos en fantasmas. En la mesa con queso y salame, en la mesa con generosidad de amigos, en la íntima circularidad de un relato en proceso. Contaba Gabriela.
Dicen, dijo Gabriela, que la mujercita esta que para mí está vestida de blanco, que algunos encajes lleva, que algunas cintas enlaza, que con lenta cuchara de madera dulcea amarguea, que le da sabores a los guisos, a las mermeladas, a la vida esa que ya no está y fue y tuvo sabor por su cuchara.
Dijo Gabriela de ella, de la foto en blanco negro y sobre todo grises. Dice Gabriela que la mujercita estaba predestinada a la locura, entendida la locura como sinrazón, o sea la razón única de una sola persona, razón particular personal, razón circunscripta a una solita vida, a una solita mollera trastornada, a una cabecita de trenza blanca, de rodete, a una cabecita toda arruga y frente bella y extravío delicado.
Cuenta Gabriela que todas las hermanas fueron cayendo en el sueño de la locura, de la luna con sus mareas de blanca luz. Dice que todas las hermanas fueron traspasando el umbral quizás para seguir jugando los interrumpidos juegos de la infancia, para reencontrarse del otro lado de la puerta, quién
sabe. Dice Gabriela que las hermanas de a poquito y firmemente se fueron yendo al territorio de la penumbra. Y lo dice Gabriela cuando la penumbra nos atrapa de a uno, de a uno, y apenas la luz del fuego nos hace danzar los cuerpos quietos.
El viejecito sigue en el relato entre los árboles del campo. El viejecito con sombrero y escalera, con pantalones encima de la cintura, con piernas flacas, con pelitos ralos. Entre los eucaliptos, entre los ceibos retorcidos, entre los robles y los ibirá-pitá, allá lejos cuando el tiempo de las casas con galería, allá cuando los carros todavía, los herreros todavía, las vidas de quince hijos y muchas muertes y sobre todo resistencia.
El viejecito con la escalera y el mandato.
La viejecita que se iba poniendo del color de la locura, y había decidido que el sonido de las chicharras veraniegas eran la causa de la confusión, del revoltijo, de la mezcolanza en los cajones.
Las chicharras inagotables del verano, el sonido unívoco, el sólido sonido del verano en las chicharras le agotaba el seso. Eso decía. Y la viejecita le pidió al marido que le matase las chicharras.
Con la escalera, los pantalones altos, con la paciencia de quien sabe que su empresa es inútil pero necesaria. Con perfecta conciencia de que en el campo las chicharras son como los granos de arena en la playa. Con lúcida fatiga infatigable, el anciano mataba las chicharras y llevaba a su amada las prendas de su amor. Los bichos muertos.
Ni perlas ni flores ni magníficas prendas le otorgaba su afán. Un puñado de bichos muertos, su esfuerzo, su devoción, su propio alunarse por acompañarla del otro lado.
Cuenta Gabriela que él le llevaba a ella las chicharras. Cuenta Gabriela que allá lejos, hace tanto tiempo, hace vidas y años y espesa muerte. Cuenta Gabriela que hubo dos ancianos; cuenta Gabriela que hubo indudable, maravillosamente, que hubo un grande amor.



*de Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com




SEÑOR OREJAS*



Nadie recordaba claramente cuando había comenzado el hábito de Don Mario, un sexagenario afable, de sentarse todos los días entre la una y las seis y treinta de la tarde debajo del tilo de la puerta de su casa. Lo único que todo el barrio sabía era que por una cardiopatía irreversible lo habían jubilado a los cincuenta. Un día apareció sentado en su mecedora con la mirada huída hacia adentro o hacia fuera, según el momento y la situación.
Se fue dando espontáneamente un accionar que se hizo rutina y así pasó esa tarde. Clara, su mujer, sacó la mecedora y la colocó debajo del tilo, Don Mario se sentó blandamente y no tardó en aparecer Don Jesús.
- Buenas, Don Mario, vengo a hacerle un poco de compañía; no aguanto a mi mujer siempre rezongando porque tiene que lavar los cacharros del almuerzo. A veces preferiría no comer con tal de no oírla.
- ¿Usted la oye o la escucha? – preguntó socarronamente el anciano.
- Es lo mismo – fue la respuesta.
- No, si usted sólo oye puede no escuchar y entonces no se altera.
- No se me había ocurrido – dijo Jesús desconcertado por el descubrimiento.
- Quiere decir que si aprendo a hacer eso no me va a molestar que ella chille. No está mala la idea.
Jesús se quedó pensativo rascándose la cabeza como si de pronto ante él se hubiera abierto una ventana o una puerta.
- ¿Usted puede hacerlo? – preguntó mirándolo fijo.
- ¡Puf! – exclamó Don Mario con aire suficiente. - ¿Por qué cree que aún estoy en este mundo?
- ¡Parece mentira! Debo reconocer mi ignorancia, nunca me di cuenta de que esas dos palabras no significaban lo mismo. ¡Cuántos disgustos me hubiera ahorrado! Lo voy a poner en práctica y después le cuento.
Jesús se fue caminando activamente como un niño que quiere mostrarle a sus padres lo que aprendió en la escuela.
La sonrisa del anciano, entre maliciosa e irónica, iluminó un largo rato su rostro.
- ¡Hola, Don Mario!
Era Alfredito, su vecino de trece años que todos los días sacaba a Puqui, su pequinés de pésimo carácter, a dar una vuelta a la manzana.
- ¿Qué tal, Alfredito?
- Aquí estoy, podrido de esta vida. Tengo ganas de quedarme huérfano porque a mis padres ya no los aguanto.
- ¿Tan mal está todo?
- ¿Mal? ¡No! ¡Peor! Tengo una fiesta esta noche y mi madre no me deja ir porque no arreglé mi habitación. ¿A usted le parece?
- ¿Esa es tu obligación?
- Eso es lo que ella dice.
- ¿Y cuándo te lo dijo?
- Ya ni sé, debe hacer mucho tiempo.
- ¿Así que no es una novedad para ti?
- No, me lo repite tanto que me pudre.
- ¿Y cuántas veces lo cumples tú?
- Bueno, de vez en cuando, cuando tengo ganas.
- ¿Es obligación de tu madre hacerte la comida todos los días?
- ¡Por supuesto!
- ¿Y qué pasaría si ella hiciese la comida sólo cuando tiene ganas?
- ¡La mato! ¡Con el hambre que tengo siempre!
- Entonces tu madre tendría que matarte cuando no arreglas tu habitación.
- No es lo mismo.
- ¿Por qué?
- Porque yo soy chico.
- Si eres chico no puedes ir a la fiesta. Eso es de grandes.
- Don Mario, usted me está pateando en contra.
- No, te presento los mismos argumentos que tú me das.
- Con usted no se puede, mejor me voy a pasear a Puqui, adiós.
La carcajada de Don Mario se elevó en el aire y cayó sobre él como una brisa fortificante, después no pudo menos que pensar sobre la forma como el muchacho manejaba su lógica, siempre para su beneficio. En verdad había cambiado mucho el mundo, a él no se le hubiera ocurrido criticar a sus padres delante de un vecino, lo hubiera sentido como algo que lo llenaba de vergüenza o de culpa. Muchas veces pensó que ellos eran injustos, pero de ahí a decirlo había un trecho demasiado largo. Aparentemente Alfredito no tenía ese problema.

- Mejor para él – pensó en voz baja sin darse cuenta.
Una brisa suave lo envolvió en perfume de tilo, entrecerró los ojos pero no pudo rebobinar recuerdos porque apareció Sofía demandando su atención.
- Don Mario, que suerte que lo encuentro – dijo agitada. – Necesito hablar con alguien sino reviento.
Sofía era una cuarentona un poco agria, “porque no tiene marido”, decía Clara, pero tal vez no fuera esa la causa.
- Cuente, Sofía, ¿qué le ha sucedido esta vez?
La mujer se sentó sobre el pasto cuidando recatadamente de tapar sus rodillas con su falda amplia.
- Me llegó carta de mi hermana, la que vive en Buenos Aires; me echa en cara que estoy ocupando la casa de mis padres y no le pago por vivir allí. Es cierto que la casa está a nombre de las dos, pero ella tiene su propia casa y yo no.
- Situación comprometida ¿no? – razonó él como para adentro.
- Para mí es muy clara, yo no me fui de la casa, cuidé a mis padres y este reclamo no creo que se justo.
- Afectivamente claro que no lo es, pero legalmente si. ¿Usted lo aclaró con su hermana alguna vez?
- No, no hacía falta.
- Siempre es bueno aclarar las cosas.
Sofía lo miró perpleja, defraudada, no podía entender cómo Don Mario se ponía de parte de su hermana. El anciano la miró de reojo y notó su malestar.
- No se altere, Sofía – dijo lentamente. – Entiendo su posición y me parece justa, pero si me pongo en el lugar de su hermana no puedo menos que pensar que también ella tiene su razón. Usted piensa en usted y no en ella y su hermana hace lo mismo, piensa en ella y no en usted. Si cuando murieron sus padres cada una hubiera pensado en la otra, lo habrían hablado y ya no eistiría conflicto.
Sofía se levantó de un salto.
- Cuando empieza a jugar con las palabras ya no lo entiendo, me confunde; mejor me marcho – y con paso rápido se dirigió hacia su casa.
Don Mario quedó meneando la cabeza con cierta pena.
- ¡Jugar con las palabras! – comentó por lo bajo. – Yo diría jugar con las realidades que nadie quiere escuchar.
En un intento por relajarse acomodó su cuerpo en la mecedora, estiró sus piernas y creyó sentir cómo su sangre corría por sus venas y arterias. Era una curiosa sensación sentirse funcionar. Cerró los ojos rogando que nadie se acercara, ya no quería escuchar más.
El sol comenzaba a descender pero aún calentaba bastante, el murmullo de alguna torcaza a la distancia le hacía recordar al campo de sus mocedades al igual que el modo como el aire envolvía su cuerpo a esa hora de la tarde, sin ruidos para no despertar a quienes dormían la siesta.
Se había ido acostumbrando a saborear cada retacito de vida hasta sus últimas consecuencias. A los cincuenta le había costado horrores, cuando lo retiraron de la vida activa creyó que no lo resistiría y que su muerte no se iba a producir porque su corazón dejara de latir, sino por la angustia de no poder hacer que era como dejar de ser, pero después, el cariño de Clara, sus tardes bajo el tilo y la gente que se fue acercando, le señaló una nueva ruta, se convirtió en dos orejas, dos grandes orejas por donde entraban las rabietas de Jesús con su mujer, el desenfado de Alfredito, el egoísmo de Sofía, las ilusiones amorosas de Mariela, la soledad de Francisco, la chismografía de Juana y algunos más que no eran muy asiduos.
Él los escuchaba y al principio se quedaba con sus propios razonamientos, después ocurrió algo raro, necesitó decir en voz alta lo que pensaba y ya a la gente no le gustó tanto. Esa tarde había sido mucho más realista y todos se fueron enseguida. La gente necesitaba el espejito que le devolviera la imagen deseada, la más linda, por supuesto. Pero la realidad no era tan fea si se la sabía recibir y analizar, era otra perspectiva desde donde se podían ver las cosas.
- ¡Don Mario! ¡Don Mario!
Mariela lo sacudió por el hombro asustada.
- ¿Qué pasa, Mariela?
- No... nada... – vaciló la muchacha.
- No te asustes, hija – sonrió él buenamente, - no estoy muerto, todavía no. ¿Cómo andan tus cosas hoy?
Mariela sacudió la cabeza como echando a volar las malas ideas que la inquietaban, se acomodó junto a la mecedora y sonrió.
- Todo igual, Don Mario, Ale me mira de lejos, me parece que soy poco para él. Su familia tiene mucho dinero y yo no soy nadie...
- Si Ale se fija en eso es él el que es poco para ti, no se la hagas fácil, por lo general se valora más lo que cuesta conseguir.
Le acarició la cabeza y su mano pareció revitalizar a la muchacha.
- Intenta divertirte un poco. ¡Tienes tanto tiempo!
- Mariela...
Se escuchó a la distancia el llamado de la madre.
- Me llama mamá, hasta luego Don Mario.
- Hasta luego, hija.
La miró alejarse gozando la juventud que irradiaba.
- ¡Cuánta dulzura! - dijo para sí y volvió a distenderse en la mecedora. – Creo que esto es lo último que desearía ver antes de morir.
- ¡Don Mario! ¿Sabe lo que me dijo la perra de mi vecina...?
La voz de Juana chocó contra el cristal de la vida.



*de Emilse Zorzut. zurmy@yahoo.com.ar





El álbum*





Quería hacer algo por la humanidad y decidí dedicarme a fabricar abrigos. Pero abrigar a la gente no me pareció suficiente por lo que contraté un equipo de marketing para que desarrollara una campaña original. Después de un año de trabajo y planificación iniciamos la promoción.

Con el primer abrigo entregamos al comprador el "Álbum de Esperanzas". En la compra del siguiente abrigo le regalábamos un sobre con tres esperanzas y si era alguien muy necesitado, se le darán dos sobres de regalo. De este modo, al ir comprando abrigos, podrán ir llenado su álbum.

Los que lo completen, podrán abrigar esperanzas y entonces, serán felices.






*de Joan Mateu joan@cimat.es






El abarcamiento*



El la abarcaba a veces y ella otras lo mecía como si ella fuera la barca.
Ella acunándolo mientras él la contiene en sus brazos a ella que lo abarca a él que la contiene a ella que lo sueña a él soñándola.

Ese día de niebla parecía el principio o el final del mundo. El con la barca la va a buscar.
Lo único que lleva son los libros. Era mejor que el fuego este destino exilio para ellos.
Era otro fuego.
Se bajó de la barca. Con los brazos cargados de hojas, la abrazó. Ella orejas abiertas, él voz. Se decían las vueltas de la tinta. El sobre la desnuda piel de ella inventaba palabras collares, palabras prendedores, palabras aros .Tipografía, recortes, el mundo casi. Ella lo condecoraba, lo subrayaba, lo significaba, el se elevaba de poema. Envuelta de polisemia, ella esperaba. Los significantes abrían los sonidos, los abrigaban. El mundo era tan expulsivo que habían querido retornar al principio. Dos cuerpos que se leen incansables, escribiéndose.
Sin dios, manzana ni serpiente, el paraíso tenía la forma de una biblioteca.



*de Cristina Villanueva. libera@arnet.com.ar





Voces*



Últimamente oigo voces. No me atrevo a decírselo a nadie, pero, sin ir más lejos, hace una hora, apoyado en la barra del Flamingo con una cerveza delante escuché una voz femenina que murmuraba algo. Me giré inmediatamente pero no había nadie.

Hace tres o cuatro días que me sucede y generalmente alrededor de las doce, pero quizás sea porque estoy influenciado por las historias esas de fantasmas. Sin embargo esta noche ha sido diferente, he entendido algunas palabras, algo así como: "mejor de día". "cansada de no tenerte"

Sé que es una voz femenina y que sus mensajes son más nítidos cuando la noche está más avanzada. En el semáforo de la Avenida Plumkier, sobre las 4 de la madrugada entendí perfectamente: "así nos volveremos a encontrar".

Ahora ya no tengo dudas, se trata de un espíritu que intenta comunicarse conmigo por lo que he decidido ir a ver al Padre Lucas, que fue mi confesor y amigo en la escuela.
¡El maldito cura no me ha hecho ni caso!. Quizás fue porque lo levanté de la cama a las tantas de la noche y eso le disgustó. Sin embargo al volver a subir al coche la voz susurró: "Ya está bien de." .
Cada vez tengo más miedo. He decidido ir a ver a un hipnotizador para que averigüe, mientras estoy en trance, quien quiere comunicarse conmigo.

Estoy desesperado. El hipnotizador de pacotilla me ha dicho que hay una sombra que me habla, pero que no entiende lo que dice. ¡Eso ya lo sabía yo!
¡no me hacía ninguna falta soltar veinte talegos para que me lo dijeran!

Llevo tres días sin salir. Bueno, eso es normal porque yo únicamente salgo de noche. Se me han acabado los días de juerga, no me atrevo a moverme de casa.

He cambiado de hábitos. Ahora salgo únicamente de día y doy largos paseos por el parque sobre todo a la hora del sol. Por fin oí la frase completa:
"Ya está bien de salir de noche. Es mejor de día porque estoy cansada de no tenerte. Sal de día y así nos volveremos a encontrar"
Sigo caminando, le hago un guiño a mi sombra seguro de que nunca más me separaré de ella, la pobre estaba cansada de que yo saliera todas las noches de farra y ella no pudiera salir.


*de Joan Mateu. joan@cimat.es






PAÍS DE AUSENCIA*



Estoy en el rincón de las cosas perdidas.
Perdida alma. Alma perdida.
Quiero decirte que siento nostalgias de ti.
Que se me vuelven los pasos de extrañarte.
Que soy una ojera que camina.
Que soy un ojo seco y una mirada húmeda.
Daría todo lo que tengo por estar contigo.
Por supuesto- tú lo sabes, elegiría el mar-.
Puede ser en las dunas. En el acantilado.
En los tugurios donde se juntan los marineros con las putas.
Daría todo. Todo .Lo que más amo.
Daría mis libros. Mi colección de cajas.
Mi cama-tu bien sabes como quiero mi cama-
Mi computadora .Mi elefante de ébano.
El rosario de la abuela.
Mi anillo de amatista. El caracol de mar.
Fíjate, hasta daría el sombrero de paja, cinta azul.
Solo una noche amor.
Te preguntaría tantas cosas.
Recorrería con la yema de mis dedos las marcas de tu ausencia.
No, no me importaría llegar a la cima.
Sería tu nana, tu nodriza Tu hermana.
Me volvería pasionaria. Junco. Jarillal en flor.
Mordería tu silencio y tu grito.
Anegaría el huerto con tus ojos moros.


Miro hacia fuera Es verano y los brotes explotan.
Sin embargo tengo frío. Tengo frío de ti.
¿Recuerdas nuestras calles?
Son ahora, una larga avenida de lamentos.
Tampoco está la luna.
A medida que escribo los dedos se adormecen
Adormecida, alma.
No se si es nochería. Llovizna Ausencia.
No se si vivo porque muero.
Pero me duele el frío.
Hasta los huesos, amor. Hasta los huesos.



*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar




La luna*



La luna
En cuarto menguante
Me invade del mutismo
Luna viajera y somnolienta
En tus altares de luz
Evaporas el gruñido de los ignorantes
De los que te admiran
En lo telones de un río calmo
En los atardeceres de inmensidad
Pareces un dibujo de espejismo
No me veo, no siento
En la exaltación de la esperanza
Solamente el elegir alejarme
Es tu condena y la mía.-



*de Azul. azulaki@hotmail.com








TIERRA ASENTADA*







Me cuenta Miguel lo que otros contaron, que es una forma de homenaje a los narradores, a lo narrado, a la memoria que se derrite como el hielo en verano, que se esfuma, que tiende a desaparecer.
Y me cuenta Miguel que le contó Antonio que su padre, brazos en jarra frente al mar, le dijo "qué lecos está mi casa", italiano frente al mar, italiano frente al océano, frente a la inmensidad del espacio pero más del tiempo. "Qué lecos está mi casa", y le aclara "mi casa de la infancia". Todo un mar, señor Cali, todo un mar entre su Italia y la América.
Y cuenta Miguel que su amiga Inés le dijo una historia, me imagino historia contada a media voz, historia de sobremesa, cuando la luz he decaído, la emoción florece y los vellos sutiles propenden a erizarse frente a lo intangible, a lo tan real que se puede tocar con esos, los dedos verdaderos del comprender por completo.
Inés le contó a Miguel que su mamá llamó a un taxi, le dio la dirección de su casa para volver a ella, y el taxista comprobó que la casa a la que la señora quería dirigirse era esa de la cual había salido recién para tomar el taxi. Sería, me imagino, la casa de la infancia. Pero ella no quería volver a esta casa presente, a esta casa donde ella es vieja y su hija ya no juega ni llora con las rodillas raspadas. Ella no quiere esta casa repintada, transformada, con gentes distintas a fuerza de calendarios y sucesos y vida
que transcurre. Ella quiere volver a su casa de la infancia.
El océano del tiempo la separa de esa casa de fantasmas. Cómo podría ser esta casa la casa de la infancia, si aquí papá no está, si en esta cocina las manos de mamá no amasan los tallarines en la mesa empolvada de harinas pasadas, ya irremediablemente posadas en la madera que ya no está.
Y mi madre vuelta a su Euskadi que me dice que aquí por donde pasa la autovía era la fábrica, y aquí donde ya nada hay, en este sitio que ya no es pero fue, ella jugaba. Y el señor Coiro con sus ojos de cielo, plantando en este clima dos sufridas parras y un nogal retorcido para traerse un pedacito
de su paisaje de montañas.
Me doy cuenta de que esta es una tierra de gentes sin hogar. Mudados de ciudad o de país, mudados de casa, pocos pueden atrapar el polvo dorado que los rayos de luz orlaban para sus abuelos. Me doy cuenta de que esta tierra es una tierra de gente trashumante, que tiene la extraña costumbre de
envejecer, de perder amigos familia y conocidos, de viajar el tiempo que aleja aleja aleja irremisiblemente de las casas de la infancia.
El papá de Antonio, brazos en jarra delante del mar, del infinito mar, descubrió que la casa de la infancia estaba lejos. Que la infancia estaba lejos. Que era un marino del océano del tiempo y del espacio.
El polvo de los altillos se asienta en los suelos de madera. El libro troquelado se va cerrando, la casita se pliega, queda el mar. Se escucha en el silencio un reloj.



*de Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com












Veranos*








Entre el mar y nosotros los libros. Abriendo el horizonte y el silencio. Policiales negros en una casa blanca. Ahora que el largo adiós a esos momentos ya fue dado. Entiendo que ese otro lado corrupto, sangriento, con largas rubias de largos tacos y detectives con un vaso siempre a mano. Sólo podía ser leído en el encanto, que quizá no fuera tan encantador, pero para mi lo era. Esos mundos extraños y lejanos estaban en los libros devorados mientras todos dormían y se acallaban los ecos de juegos, calesitas, paseos, y el fuego de los leños. Todo tenía las fisuras por las que luego se colarían los dolores. Ahora la violencia de la muerte y del paso del tiempo nos tocó. Un idilio derrumbado. El mar, como un gran animal furioso y bello, parece lo único cierto entre tantas carcomidas certezas. También la mano de él en el desayuno cubierta de picaflores, las niñas jugando, el perro, la receta de pan con queso, tomate y orégano, regalo de Italia al paisaje del jardín. Por suerte ya los leí, me digo ahora que el mundo parece un policial negro devastador y me falta el amparo de mi ficción de arena perdida y a veces recuperada.





*de Cristina Villanueva. libera@arnet.com.ar










NÉMESIS (*)








Sangra la herida abierta de Narciso.
Lo parte en tres:
Jazmín de leche.
Cuervo. Chiquero cenagal.
Entre ambos, la agonía de la paloma mora.



Gotea sal la herida irremediable.
Pasa su lengua látigo pedernal caliente.
Duele la trizadura cicatriz secreta.





Narciso escribe su epitafio en letras de oro
El espejo, también devuelve el eco.
En humo, en ojeras, en harina torva.
Piedra de la locura y soledad.
Narciso huye del agua y del espejo.
Desterrado del paraíso de hombres y de Dioses.



Entre el duelo, la agonía de la paloma mora.
En su cola, posada Némesis lo sigue.
Hasta que el mandamiento no escrito, lo decida.


(*) Diosa de la venganza








*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar











Soñar no cuesta nada*






Soñé que me llevaban haciendo turismo a un castillo en Italia .Desde lo alto se veía el mar azul. Había algunos hombres y algunos invitados, entre otros mi padre.
Mi preocupación en el sueño era como iba a pagar la magnífica belleza de ese lugar También tenía cierta inquietud porque algunos hombres me pretendían al mismo tiempo y temía a los problemas, peleas, disgustos que esa situación podría traer aparejado.
La preocupación económica era bastante obsesiva y opacaba el disfrute .Tanto así que cuando me desperté, quedé con el alivio de perder el mar azul y la deuda

Si tienes un sueño tan vivo. Si adentro tuyo está ese paisaje simplemente hay que nadar en el placer, disfrutarlo, vos lo creaste.



Como el muro que cayó una vez, quizás caiga con este terremoto financiero en el bolsillo del Imperio (iba a decir corazón pero no tiene) esa idea de que todo se compra, se vende, se paga, ese dios del dinero.

Aprendí soñando que lo más bello no tiene precio. Todavía no hay en los mercados rodajas de crepúsculos, grandes ofertas en amaneceres.

Le di la razón a Epicuro en su creencia en la bondad de los placeres .Era una filosofía que destacaba la amistad, por lo tanto desechaba a los placeres que hacían mal a uno mismo o a los otros. Lo más que se pueda de placer sin daño. Linda consigna para una pancarta. Basta de silicios o coronas de espinas o cruces, otra.

Los sueños crean realidad o permiten soportarla.


Si varios hombres se pelean por vos debe ser un sueño.


Si es de verdad sos una artista.


El arte y los sueños se funden


*de Cristina Villanueva. libera@arnet.com.ar








Princesa secuestrada*



Montado en su brioso corcel, divisó desde la mitad del páramo el castillo que se dibujaba a contraluz en la cima del altozano. Decididamente se dirigió hacia él con la esperanza de poder guarecerse durante la noche.

Al acercarse alcanzó a oír unos gritos de socorro que salían de una de las torres. Una mujer estaba solicitando ayuda con la voz desgarrada y un tono lastimero que le indujo a espolear su caballo y acercarse a galope hasta la muralla.

Una vez allí, levantando su yelmo, preguntó .

- ¿Quién sois y que os ocurre?
- Soy la princesa Stefany Plumkier y he sido secuestrada del castillo de mi padre por un dragón que me tiene prisionera.
- No os preocupéis bella princesa, que ha llegado el caballero que os salvará de vuestro encierro.
- Si me liberáis, caballero, me casaré con vos.

Y dicho lo anterior, el caballero se dirigió hacia la poterna del castillo mientras increpaba al Dragón a que saliera para batirse en duelo. Al poco, asomó por el rastrillo un Dragón de color verde esmeralda, que arrojando llamas por la boca y volutas de humo por la nariz arremetió contra el caballero con aviesa intención.

El caballero logró esquivarlo haciendo que el caballo cabriolara, y de un certero golpe hirió al dragón en la espalda hiriéndole en el lomo. El dragón cayó al suelo aparatosamente levantando una enorme nube de polvo. IOR al caballero y salió huyendo hacia el bosque Tiró el combate, dejando claro que le habían vencido. Seguidamente liberó a la princesa y montándola a la grupa de su corcel se encaminó al reino de su padre para recibir su bendición, desposarla y vivir en el castillo.

Cuando llegó ante el rey se extrañó de la escasa alegría que manifestó éste al ver a su hija, pero supuso que sería por la emoción y la sorpresa. En pocos días se preparó la boda y el festejo, cumpliendo la bella princesa la promesa realizada.

El cabo de medio año, avanzaba un caballo con el caballero por el páramo en dirección al castillo. A la grupa, amordazada, una princesa hermosa como una rosa gimoteaba y daba pataditas. Al llegar a la puerta del castillo, el caballero se arrodilló implorando al Dragón que encerrara de nuevo a la princesa en la almena del castillo y la amordazara para que nadie más cayera en el error de querer salvarla.



*de Joan Mateu. joan@cimat.es




MUJER DE ARENA*





Loca. Le llaman loca.
Porque va, viene, arremete, exige.
Se desangra en la lucha.
En conjuros de luna
Se aferra al amor desesperadamente.
Ama Teme. Se desgarra en el goce.


Un día llora, otro día canta.
Es tormenta que opaca los cristales.
Es lecho improvisado.
Es la mujer de arena.
Se desgrana.
Levanta los peñascos, los ata con alambres de púas.
Loca, le llaman loca



No ha seguido el rebaño de las hembras sumisas
Mujer, mortal, amante despojada.
Barcos pesqueros. Aparejos.
Trampa. Red, sedal.


Jadean en la noche de sílice.
Golpean con furia sus acantilados.
Penetran en astillas de vidrio.



La toman en la mano.
La acarician.
La llevan hasta el borde.
Abren su puño y cae.
La pisotean. Sin compasión la pisotean.
La dispersan las mareas furiosas.


La exilian, la apartan, la fragmentan
Solo el mar infinito la toma entre sus brazos.
Loca suicida, le llaman, loca.



*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar
-Poema seleccionado para “LA MUJER ROTA” presentado en la Feria Internacional del libro en Guadalajara




La balada de Haroldo Conti*






*Por Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar




En los textos de Conti las estaciones predicen el destino de los personajes y lideran las futuras acciones y peripecias de los personajes, influyen en su ánimo, tiñen el valor y espesor de los recuerdos.
Los colores cambiantes van traduciéndose en percepciones para instalar leve y paulatinamente el tono con que el relato se desplaza en un cono de luces que cubren todos los sentidos.
Los diálogos son verosímiles y como en la saga hemingwaiana siempre exponen un mundo interior que subyace detrás de la historia, que va más allá de su laconismo y su economía de recursos expresivos.
La diferencia entre el autor norteamericano a quien admiró la generación de Conti y Conti mismo reside en que el discurso de aquél nunca o casi nunca expone los sentimientos mientras que el escritor argentino con similitud de recursos expone una afectividad nostalgiosa y nunca ríspida, apegada al gran valor otorgado a las cosas y a los seres que se pierden para siempre y que por algún motivo no preciso de la memoria a él se le presentan asociados.
La escritura de Haroldo Conti se nos aparece humilde, morosa y preocupada para retener aquello tan pequeño que a nadie interesa, solo a su letra que no se resigne a dejar morir lo que se va.
De eso, creo, se ocupa la poesía de todos los tiempos porque tal vez Barthes tenga razón y los escritores eternamente estarán tratando de responder a dos preguntas claves.
¿Por qué te amo?
¿Por qué le tengo miedo a la muerte?
No hay ningún tema fuera de esos porque el poder y la gloria no permanecen indiferentes sino implicados en esos enunciados barthesianos.
La morosidad y el amor con que Haroldo Conti trabaja el devenir de las vidas anónimas, marginales y muchas veces miserables de sus personajes, que como en el caso de El Boga, de Sudeste, ni nombre propio tienen.
La morosidad de sus narraciones que el propio Conti eligió para construir un mundo poético lleno de reflexiones donde duda permanentemente sobre el poder representativo de la palabra, conciente que dedica sus afanes a esos "antihéroes" que obviamente no son ni nunca serán ejemplares, presentados
los párrafos con la ironía con que reconoce su propia dificultad y su distancia, su desconfianza de ser tenido en cuenta en ese discurrir de sus historias que como dice el narrador de uno de sus cuentos está contando una historia que no es de él sino de otro, y que además le fue referida y "que no interesan verdaderamente a nadie", como si fuera conciente de la elusión que hace de los grandes temas que instalaron el prestigio de la literatura de todos los tiempos.
Haroldo Conti apostó a una poética, esa visión de lo que falta, de lo que siempre está detrás, este trazo que aparece donde nada existe.
La conjunciones disyuntivas, las frases indirectas, los reflexivos, la progresiva incorporación y la preponderancia de las frases pocas seguras, acentuaron la relación entre el narrador y su materia. Esas frases que ponen en duda la historia que cuenta el propio narrador como si constantemente estuviera dudando en esas infinitas mediaciones que hacen entrever lo que quiere contar de una historia que conoce de oídas.
Cumple con el consejo borgeano que dice que uno tiene que contar las historias como si no las supiera del todo.
El río funciona en los textos de Conti como una metáfora del tiempo, que no es sino el río que El boga trasiega incansablemente con la excusa de la pesca o la del viejo del cuento "Todos los veranos", donde el narrador-personaje niño relata las vicisitudes de su padre, un pescador que navega las aguas enojosas o calmas del Delta en busca de pesca pero en el fondo lo que busca es el sentido para su vida vagabunda y errática.
El tiempo, gran personaje de la narrativa contiana, tal como aparece a lo largo de toda su obra, sirva como ejemplo esta cita de su cuento "Los novios" de su libro Todos los veranos.
"A Hipólito le gustaba hablar del tiempo, lo mismo que a su padre. En realidad, era todo lo que lo que recordaba del viejo.
Allí estaba en su recuerdo hablando las horas enteras en el Círculo Italiano o en el bar Alsina. La verdad que era un tema inmenso. Se recordaban cosas, se auguraban cosas, y uno se volvía cosa y tiempo también".
Quien recorra con atención (única manera de manera de leer literatura) la obra de Haroldo Conti se encontrará con las recurrentes núcleos de sentidos que va desplegando incesantemente, con frases que hacen de la elipsis una retórica y en el énfasis sobre la ambigüedad semántica su pilar donde funda
una estética.
(aclaro que uso aquí la palabra estética en su sentido clásico y no como se usa ahora, para hablar de una moda).
En Sudeste, El Boga es el río, pero también el tiempo, también la conciencia de la indiferencia del hombre frente a los otros hombres donde ni el río que buscó como refugio lo salva.
En esa indolencia, en ese vagabundeo en que El Boga se desplaza buscándose inútilmente a sí mismo si saberlo o intentando intuitivamente un sentido a su propia existencia se involucra sin quererlo, con indolencia, como un héroe de la tragedia griega va a encontrarse con unos contrabandistas y al
final sucede lo predecible: la muerte oscura en un riacho bajo las balas policiales. Como se ve, un final nada épico como corresponde a un personaje contiano.
Tal vez podría decirse sin exagerar que empecinadamente el personaje no busca sino terminar con esa vida de eterno viajero sin sentido para encontrar "su sentido" que no era otro que su propia muerte.
Como tantas vidas oscuras de la vida real ,como tantos otro personajes de la saga contiana.
Que el escritor trató con ternura sin igual, esa ternura que tuvo para con todos los desclasados que pueblan la tierra.
En el cuento "Perfumada noche", del libro La balada del álamo carolina, el narrador pone al lector en situación, cito: "La vida de un hombre es un miserable borrador, un puñadito de tristeza que cabe en una cuántas líneas . Pero a veces, así como hay años enteros de una larga y espesa oscuridad, un minuto de la vida de un hombre es una luz deslumbrante . El señor Pelice tuvo ese minuto y esa luz".
Probablemente podríamos relacionar este párrafo con aquella reiterada aseveración borgeana donde asegura que hay un minuto de la vida de un hombre donde el sabe para siempre quién es.
Probablemente se necesita toda una vida para encontrarse con el propio coraje físico, pero en el cuento de Conti el personaje encuentra la felicidad en un amor platónico donde el platonismo es tan perfecto que el objeto de su amor nunca se entera.
El clímax de su felicidad se produce cuando al pasar por la calle Saavedra, donde vive la señorita Haydée Lombardi y ella lo saluda mientras él el se quita el sombrero panamá en señal de admiración, galantería y respeto.
Pero esa insinuada o imaginada sonrisa de la señorita Lombardi dio sentido y felicidad para siempre al señor Pelice, quien era el más reputado cohetero de la zona y a partir de allí perfeccionó su técnica en honor de la señorita. Desde entonces y durante los años en que la señorita vivió le escribió una carta cotidiana que nunca le hizo llegar, salvo el día en que ella murió, entonces le envió un ardiente y sentido pésame rogándole que lo espere para descansar por toda la eternidad juntos, como no habían estado en
la vida.
"Al señor Pelice le hizo un nudo el corazón y la amó desde ese mismo momento. Jamás cruzaron una palabra pero él desde entonces se quitaba puntualmente el panamá frente a aquella puerta a las seis de la tarde en invierno y a las ocho en verano, y ella inclinaba apenas la cabeza y casi sonreía".
Eso sólo le bastó al señor Pelice para ser el más feliz de los mortales.
Los personajes siempre aparecen y actúan en ese centro de radiación que se constituye en el discurso enunciativo, no como presencia viva sino como sombras difusas y reminiscentes que presentan un aura de extraña y entrañable morosidad donde es imposible no sentir afecto por esos seres desvalidos que en el papel juegan una fantasmagoría de sombras, que a través de esa enunciación termina siendo de una carnalidad vivida y consecuente, inolvidables criaturas que uno como lector no puede dejar de amar y
recordar: El tío Hipólito y la señorita Adela en "Los novios", el señor Pelice y la señorita Lombardi en "Perfumada noche", El boga en "Sudeste", Silvestre y Milo en Alrededor de la jaula, el Oreste de En vida y el otro Oreste de Mascaró y el cazador americano, el chico sin nombre del cuento "Como un león" de Con otra gente, Basilio Argimón en "Ad astra", el inolvidable viejo sin nombre, el pescador del cuento "Todos los veranos" etc. etc.
La textualidad contiana ha participado con creces en la representación de su literatura de aquella premisa de Cesare Pavese: "Narrar es monótono. Y todo auténtico escritor es espléndidamente monótono".
Haroldo Conti, lo es con creces.
En su estudio había colgado un cartel que decía: "Este es mi puesto de combate y de aquí no me muevo. Los chacales que lo secuestraron el 4 de mayo de 1976 no lo leyeron. Estaba escrito en latín y como todos sabemos los chacales no saben latín. Hoy integra la lista de los treinta mil desaparecidos.


*Fuente: Rosario-12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-5088-2006-08-31.html







Vos & vos*




Vos
porque sos vos:
sos vos
vos

& vos porque no sos
ella:

sos
la que no es ella

vos.



*de Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar





*

Queridas amigas, apreciados amigos:

Este domingo 12 de abril de 2009 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música del músico peruano Víctor de la Rosa. Las poesías que leeremos pertenecen a Saturnino Rodríguez Riverón (Cuba) y la música de fondo será de Chimizapagua (Andes). ¡Les deseamos una feliz audición!


ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!!


REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!

Freundliche Grüße / Cordial saludo!


YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur
www.euroyage.org

Schießstatt-Str. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel: ++43 662 825067



*

Apreciadas amigas, queridos amigos,

El número 87 de nuestro Magazín Cultural Latinoamericano XICóATL “Estrella Errante”, edición Abril/Junio/2009, puede ser ya consultado en nuestra página en internet www.euroyage.org bajo el link:
http://www.euroyage.org/es/xicoatl-87


CONTENIDO:
· Resultados del 3er Concurso de Composición XICóATL.

La edición impresa de XICóATL # 87 puede ser puede ser solicitada a YAGE por e-mail a la dirección euroyage@utanet.at al precio de 7.- Euros (incl. envío postal).


Cordial saludo,

YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur
www.euroyage.org

Schießstatt-Str. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel: ++43 662 825067



*


Suscribase a la edición cotidiana de inventiva social*


Cuota anual 2009 para lectores y/o escritores: $45 en Argentina.
-10 Euros desde el exterior-
Consultar por suscripciones con difusión de actividades culturales.

*Escribir a Eduardo Francisco Coiro.
inventivasocial@yahoo.com.ar



InventivaSocial
"Un invento argentino que se utiliza para escribir"
Plaza virtual de escritura

Para compartir escritos dirigirse a : inventivasocial(arroba)yahoo.com.ar
-por favor enviar en texto sin formato dentro del cuerpo del mail-
Editor responsable: Lic. Eduardo Francisco Coiro.

Blog: http://inventivasocial.blogspot.com/


Edición Mensual de Inventiva.
Para recibir mes a mes esta edición gratuita como boletín despachado por
Yahoo, enviar un correo en blanco a:
inventivaedicionmensual-subscribe@gruposyahoo.com.ar


INVENTREN
Un viaje por vías y estaciones abandonadas de Argentina.
Para viajar gratuitamente enviar un mail en blanco a:
inventren-subscribe@gruposyahoo.com.ar



Para visitar:
www.walkala.priv.at
http://incoiroencias.blogspot.com
http://www.metroflog.com/Lunanoconquistada
http://urbamanias.blogspot.com/
http://remontandosoles.blogspot.com/
http://zonamutante.blogspot.com/
http://www.metroflog.com/Exducere


Inventiva Social publica colaboraciones bajo un principio de intercambio: la libertad de escribir y leer a cambio de la libertad de publicar o no cada escrito. los escritos recibidos no tienen fecha cierta de publicación, y se editan bajo ejes temáticos creados por el editor.
Las opiniones firmadas son responsabilidad de los autores y su publicación en Inventiva Social no implica refrendar dichos, datos ni juicios de valor emitidos.
La protección de los derechos de autor, o resguardo del copyrigt de cada obra queda a cargo de cada autor. Inventiva solo recopila y edita para su difusión las colaboraciones literarias que cada autor desea compartir.
Inventiva Social no puede asegurar la originalidad ni autoria de obras recibidas.

Respuesta a preguntas frecuentes

Que es Inventiva Social ?
Una publicación virtual editada con cooperación de escritores y lectores.

Cuales son sus contenidos ?
Inventiva Social relaciona en ediciones cotidianas contenidos literarios y noticias que se publican en los medios de comunicación.

Cuales son los ejes de la propuesta?
Proponer el intercambio sensible desde la literatura.
Sostener la difusión de ideas para pensar sin manipulación.

Es gratuito publicar ?
En inventiva social no se cobra ni se paga por escribir. La publicación de cada escrito es un intercambio de libertades entre el escritor y el editor, cada escritor envia los trabajos que desea compartir sin limitaciones de estilo ni formato.

Cómo se sostiene la actividad de Inventiva Social ?
Sus socios lectores remuneran con el pago de una cuota anual el tiempo de trabajo del editor.

Cómo ayudar a la tarea de Inventiva Social?
Difundiendo boca a boca (o mail a mail ) este espacio de cooperación y sus propuestas de escritura.

No hay comentarios: