lunes, mayo 18, 2009

NOMBRANDO SU NOMBRE CON LOS LABIOS DORMIDOS...




*


"no sé si alguna vez les ha pasado a ustedes"...
de:"A la izquierda de un roble"
Don Mario Benedetti



"no sé si alguna vez les ha pasado a ustedes"
que esa tristeza aciaga que silencian los ecos
se abriga en la quietud envolvente de un cielo
se esconde en el extraño horizonte del tiempo
y estrella laberintos en el aire de pájaros


no sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
ver cómo la indecencia se anima a la nobleza
y la victoria mengua encorvada en el agua
en el grito del árbol o en los brazos del sueño
del sueño adormecido en las manos del canto...


pero a mí me ha pasado
que derroté el cansancio en los ojos del viento
que bordé la coherencia con ánimo de nube
que parí la ternura
que lamí la semilla
y el verbo fue un brevísimo racimo de lluvia


pero nos ha pasado
que inventamos la risa con dos notas y el alba
que tejimos palabras en idioma costero
que las luces de agosto abrazaron los bordes
que el éxtasis y el aire deliraron nostalgias
y soleamos las manos
y el amor se hizo ángel
y el secreto paciencia
y las voces virtud
y la piel arboleda
y el abrazo desvelo


pero a mí me ha pasado...
que nombrando su nombre con los labios dormidos
que temblando la noche suturada de acordes
con la melancolía del sur en la estrella
el poeta hizo coplas
hizo copla en la siesta
hizo copla y camino
hizo copla en silencio...


*de Ana Lia Gattás. analia_gattasz@speedy.com.ar





NOMBRANDO SU NOMBRE CON LOS LABIOS DORMIDOS...




"Por favor, no se olviden de mi bolígrafo"*

El poeta uruguayo falleció en la tarde de ayer en Montevideo a los 88 años.
Fue uno de los poetas más leídos y cantados en el mundo de habla hispana. Sufrió persecución y exilio por sus convicciones. En Argentina fue amenazado de muerte por la Triple A.


*Por Silvina Friera

"Cuando me entierren / por favor no se olviden / de mi bolígrafo." El poema pertenece a Rincón de haikus, publicado cuando el gran poeta uruguayo promediaba los 80 y la muerte era una sombra cercana con la que empezaba a dialogar para que no lo sorprendiera, para que no lo aplastara con el peso de su evidencia. Mario Benedetti murió ayer a los 88 años en su casa. Será velado hoy a partir de las 9 de la mañana en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo en Montevideo. En Uruguay se ha decretado duelo nacional. No sólo el Río de la Plata se despide con una infinita congoja de este hombre triste y cordial como un legítimo uruguayo, que supo conjurar el dolor de la finitud y escribió que había que vivir como si fuéramos inmortales. En cientos, miles y millones de almas, sin exagerar, garúa finito. Pocos poetas han sido tan saludablemente plagiados como Benedetti.
Sus poemas de amor fueron copiados "clandestinamente" por miles de jóvenes que se atribuyeron la autoría para sorprender a esas muchachas esquivas o para acortar las distancias e iniciar un romance. No le molestaba saber de estos plagios y menos le importaba que sonara cursi. Al contrario: él mismo
contaba anécdotas de parejas que le confesaban que se habían conocido, por ejemplo, gracias a Inventario. Quién no habrá repetido o cantado alguna que otra estrofa de "Te quiero", "Por qué cantamos", "Una mujer desnuda y en lo oscuro" y tantos otros poemas que popularizaron más de cuarenta intérpretes.
Su apellido se ha convertido en sinónimo de la poesía hecha canción. La muerte del autor de La tregua se prolongó durante tres años. Comenzó en 2006, cuando murió su mujer Luz, con la que vivió toda la vida. Desde entonces, el impulso vital del autor de más de 80 libros de poemas, novelas, relatos, ensayos y teatro, así como de guiones de cine y crónicas de humor, se fue apagando. La voz del fiel compañero se apagó, finalmente, pero quedan sus poemas de amor y de resistencia.
Sería arriesgado y tal vez apresurado afirmar que su obra será inmortal, pero seguramente muchos de sus poemas ya han adquirido ese estatus porque supo anclar sus versos y textos en los puertos que inquietan a la condición humana: el amor, la muerte, el tiempo, la miseria, la injusticia, la soledad, la esperanza. Sencillamente, fue el cómplice de varias generaciones de lectores y de militantes políticos que, como él, fueron amenazados y tuvieron que escapar, como pudieron, de la muerte. Desde comienzos del 2008 la salud de Benedetti se resintió debido a sus problemas intestinales y a una enfermedad respiratoria crónica de larga evolución. Este año estuvo tres veces internado: en enero, durante casi un mes; luego en marzo, y finalmente en mayo. El ganador de tan preciados premios como el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, nació el 14 de septiembre de 1920 como Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti en Paso de los Toros, departamento de Tacuarembó. La costumbre italiana disparatada de adosar tantos nombres -el poeta siempre recordaba que tuvo un tío que tenía los nombres de todos los reyes que reinaban el día en que nació- fue la primera batalla que libró el escritor hasta que logró suprimir los cuatro nombres restantes en todos sus documentos. Después de una quiebra de la farmacia que tuvo su padre, los Benedetti se trasladaron a Montevideo cuando Mario tenía cuatro años. El niño que se entretenía de la mano de Emilio Salgari y Julio Verne comenzó sus estudios primarios en el colegio Alemán, de donde fue retirado por su padre en 1933.
Tuvo una infancia y adolescencia poco amable y llena de privaciones por los problemas económicos. Vivían en un ranchito con techo de chapas de zinc; su madre tuvo que vender la vajilla, los cubiertos y los regalos del casamiento. A los catorce años Mario empezó a trabajar vendiendo repuestos para automóviles en la empresa Will L. Smith. Se ganó la vida de muchas formas -fue vendedor, taquígrafo de una editorial, cadete, oficinista, gerente de una inmobiliaria y periodista, entre otros oficios que ejerció- hasta que pudo vivir de la literatura. A los 18, en 1938, se vino a Buenos Aires a ver si podía torcer la mala racha familiar, mientras su vocación literaria se afirmaba durante sus lecturas en un banco de la plaza San Martín. Siempre recordaba que sus dos primeros libros, ediciones que las
había pagado Benedetti, no vendieron ni un ejemplar. Su primer módico éxito -módico porque la tirada era muy limitada- fue Poemas de oficina (1956), aunque antes había publicado los poemarios La víspera indeleble (1945) y Sólo mientras tanto (1950) y los relatos de Esta mañana y otros cuentos (1949). Le gustaba definirse como un poeta que además escribía cuentos y novelas. Tenía la mano más habituada al poema, pero los cuentos lo hacían sudar. Montevideanos (1959) le llevó dieciocho años terminarlo. "El
cuento no admite fallas, se construye palabra por palabra, cada una tiene que tener su rol, y los finales son muy importantes", decía el escritor que en 1945 se integró al equipo del semanario Marcha, hasta 1974, cuando fue clausurado por la dictadura de Juan María Bordaberry.
Hacia fines de los años cuarenta fue miembro del consejo de redacción de Número, una de las revistas literarias más destacadas de la época, y participó en el movimiento contra el Tratado Militar con los Estados Unidos, su primera acción como militante. Sus viajes a Cuba fueron consolidando el despertar de su conciencia política. En 1968 creó y dirigió el Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas, cargo en el cual se mantendría hasta 1971. Junto a miembros del Movimiento de Liberación
Nacional Tupamaros, fundó en 1971 el Movimiento de Independientes 26 de Marzo, una agrupación que pasó a formar parte de la coalición de izquierdas Frente Amplio desde sus orígenes. Ese año publicó Crónica del 71, compuesto de editoriales políticos publicados en el semanario Marcha en su mayoría, un
poema inédito y tres discursos pronunciados durante la campaña del Frente Amplio. Después del golpe de Estado del 27 de junio de 1973 renunció a su cargo de director del Departamento de Literatura Hispanoamericana en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de la República.
Y llegó el exilio; lo arrancaron de cuajo de su ciudad. Primero cruzó el charco y trató de instalarse en Buenos Aires, en 1973. Fue aquí donde inauguró el "llavero de la solidaridad": cuando las cosas comenzaron a ponerse oscuras acudía a ese manojo que le abría la puerta de las casas de cinco o seis amigos. Pero la Triple A le "concedió" un plazo de 48 horas para que se fuera y se dirigió a Perú. La peste del terrorismo de Estado y las amenazas parecían seguirlo. En Lima fue detenido y deportado. Los brazos de Cuba lo acogieron en 1976, pero finalmente, Benedetti recalaría en Madrid, donde estuvo exiliado hasta 1983. Fueron diez largos años los que vivió alejado de su patria y su esposa, quien tuvo que permanecer en Uruguay cuidando de las madres de ambos. En esa década que lo vio luchar contra el
terror de los años '70, la versión cinematográfica de su novela La tregua, dirigida por Sergio Renán, fue nominada al Oscar en 1974, a la mejor película extranjera (aunque el premio, finalmente, lo obtuvo la película italiana Amarcord).
Benedetti escribía, lo ha dicho, para esclarecer la mente de un individuo, del ciudadano de a pie. "Las causas en las que creo y que son derrotadas son las que me impulsan, porque gracias a que las defiendo puedo dormir tranquilo. No me siento derrotado en cuanto a mis creencias ideológicas y voy a seguir luchando por ellas. Sin éxito, eso sí", aclaraba el escritor con los pies en la tierra, pero con la mirada siempre enfocada hacia ese horizonte de utopías que abrazó desde joven. "Siempre digo que los tres grandes utópicos que ha dado este mundo son Jesús, Freud y Marx; gracias a ellos la humanidad ha dado pasos positivos. Aunque de cada utopía se realice un diez por ciento, gracias a ese diez por ciento la humanidad ha mejorado un poco. Yo soy un optimista incorregible." Regresó a Uruguay, en marzo de
1983, un poco mejor de lo que se había ido, "más ecuánime, más tolerante, menos radical, pero sin perder mis obsesiones". Fue nombrado miembro del Consejo Editor de la nueva revista Brecha, que sería la continuidad del proyecto de Marcha, interrumpido en 1974. En 1985 Joan Manuel Serrat grabó
el disco El Sur también existe sobre poemas de Benedetti, contando con su colaboración personal. Con el "desexilio" llegan los reconocimientos en todo el mundo.
Las líneas no alcanzan para repasar la cantidad de títulos que ha publicado, son más de ochenta en todos los géneros que frecuentó. Se destacan, por mencionar un par, las novelas Gracias por el fuego (1965), La borra del café (1992) y Andamios (1996); los poemarios Inventario uno (1963), Cuando éramos
niños (1964), Quemar las naves (1969), Letras de emergencia (1973), Viento del exilio (1981), El amor, las mujeres y la vida (1995), La vida ese paréntesis (1998) y Adioses y bienvenidas (2005) y Testigo de uno mismo (2008); los cuentos de La muerte y otras sorpresas (1968), Con y sin nostalgia (1971), Recuerdos olvidados (1988), Buzón de tiempo (1999) y El porvenir de mi pasado (2003); los ensayos Peripecia y novela (1946), El escritor latinoamericano y la revolución posible (1974), La realidad y la
palabra (1991) y Vivir adrede (2007); y la obra de teatro Pedro y el capitán (1979). En 1999 fue galardonado con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana; en 2001 recibió el I Premio Iberoamericano José Martí; en 2002 fue nombrado Ciudadano Ilustre por la Intendencia de Montevideo; en 2005 obtuvo el Premio Internacional Menéndez Pelayo.
Mario, ese Cupido involuntario que no merece quedar libre de culpa y cargo por la cantidad de parejas que unió, sabía que la vida es un paréntesis entre dos nadas. "Yo soy ateo, no creo en Dios ni nada por el estilo. Hay gente que tiene sus creencias religiosas y tiende a sentir que después de la muerte está el Paraíso, o el Infierno, porque muchos han hecho mérito para ir al Infierno. Yo creo en un dios personal, que es la conciencia", afirmaba el poeta, que trabajaba en un nuevo libro de poesía cuyo título provisional es Biografía para encontrarme. "Muchos de mis poemas son producto de ser hombre de pueblo, y estar cerca del pueblo siempre ha sido una máxima para mí. Lo mejor que me pudo haber pasado en la vida es que lo que escribo le haya tocado el corazón a esa gente, a ese pueblo, a ese hombre de a pie."
Las lágrimas, esta vez, no tienen tregua posible. Y por favor, pensarán muchos ahora que hay que despedirse del compañero, no se olviden del bolígrafo de Mario.


*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-125129-2009-05-18.html







REQUIEM POR EL VIEJO*



"El dolor se dice callando. Pero me pregunto:
¿qué será de nuestra ciudad, sola de él?
¿qué será de Montevideo, mutilada de él?
Y me pregunto:
¿qué será de nosotros, sin su bondad inexplicable?"
Eduardo Galeano



Mario nuestro que estás en el verso
del amor a la Luz
al dolor de la sombra,
y en el silencio de esta
merdianoche de otoño fresco en mis pagos


cuando todavía estámos haciendo
el duelo por Idea Vilariño,
¿también vos te llevás el bolígrafo
tu primavera rota y recompuesta
en este sur de mayo sin calor?.


Esta tarde en tu casa terminmó la agonía
¿Por qué buscar la noticia en la tele,
en la web, en la radio?


los canales seguían en su obsceno comercio
no pararon no sienten,
nadie hablaba de vos
ni de ti


mañana sí
van a vender la consabida necrológica
medio minuto una foto tal vez
para seguir banalizando todo


van a mezclar tu muerte
entre mezquinas encuestas electorales
y peleas por el ratting
y amarillos escándalos de farándula


quizá alguien con algo de memoria
diga que tu muerte
en un aniversario del asesinato de Tupac Amaru
fue tu manera de conmemorar


quizás asocien tu ida
al aniversario del nacimiento
de Augusto Cesar Sandino y
de Bertrand Russell
o no;
vos lo elegiste así,


y por si fuera poco
te vas
en otro aniversario de la muerte
de Anibal Troilo Pichuco
pa' que no faltara el fuelle entre los parches
para ganarle baile a ese salón
de los pasos perdidos por legislar


fuiste un grano en el ano
de aquella ologarquía de estancieros enanos
colorados y blancos y golpistas


egoista de mi
me hubiera gustado que te llevaras
otro triunfo del frente en primera vuelta
tu Frente, viejo.


Pero gracias en serio por la tregua
gracias por la lucha en la calle
codo a codo
gracias por el fuego al alcance de todos
Mario,
por el habla clara del pueblo
por esa constancia



*de Rubén Vedovaldi. RubenVedovaldi@netcoop.com.ar







Diamelas*



*de Horacio Rossi


Nunca antes había contemplado diamelas.

Las tengo ante mí, tan virginales, preciosas, aromando,
envueltas en la hora vespertina como una fiesta latente de luz y redención,
de tranquila y fundada esperanza.

Mis palabras les labran un saludo al que ellas buenamente, sí, consienten
con el gesto de feliz placer que importan nomás existiendo.

Me han regalado diamelas. Las miro cautivado.
Y entiendo mejor de algo que hay, s i e n d o .
Que sigue, sin pasar.
Que, tan amando: suena.

Danzan con quieto modo y honda gracia,
enamorantes, vibrátiles, intensas,
las diamelas,
regaditas apenas, puestas ante este enorme atardecer,
por ellas, sí, diré que por ellas, sin ocaso.

Suscitan levemente.
Arden existencia.
Mueven la casa de la fe.
Juegan a ropa de la vida desnuda in son dable.

Diamelas:
Nunca antes me habían hablado así de la paz…



-Enviado para compartir por Verónica Capellino. veroaleph@hotmail.com






El Regalo*



La amaba tanto que quería hacerle el mejor de los regalos. Quiso regalarle las montañas para que viera cuan grande era su amor, pero le fue imposible trasladarlas. Intentó de obsequiarle las olas del mar para que se diera cuenta de que, como las olas, a su amor no había quien lo detuviera, sin embargo, no encontró un recipiente lo suficientemente grande para contenerlas.

No renunció e intentó ponerle a sus pies joyas y dinero, pero en su pobreza eso fue imposible. No sabía que hacer para que su regalo fuese la prueba de su gran amor.

Entonces decidió darle lo mejor que tenía: su propia vida. Lamentablemente tampoco lo consiguió.
En el último momento murió en el intento.



*de Joan Mateu. joan@cimat.es






COSAS DE DIABLO*


La ciudad había sido invadida por una euforia inusual, se festejaba los cien años de su fundación y seguía exhibiendo una planificación excepcional .
En realidad fue el sueño de alguien que con un espíritu que volaba alto se colocó ante una gran hoja de papel y soñó diagramando, midiendo, creando pero siempre soñando. Y un día llevó su proyecto a alguien que también soñaba y sobre una llanura abierta a la espera plantó una ciudad diferente a todas las del mundo.
Por supuesto como todos los sueños diferentes despertó sus misterios que comenzaron a sobrevolarla desde sus comienzos. Entre cuchicheos se hablaba de una logia secreta, un cierto pacto con fuerzas extrañas que entraba por sus diagonales que recogían el viento limpiador de tormentas que soplaba del sur, también de ciertos pactos con fuerzas desconocidas que habían inspirado al planificador y de un mensaje secreto que yacía en una urna en la plaza central junto con una botella de champagne que debía abrirse cuando llegara el centésimo año.
Se comentó, se difundió, hasta se llegó a dejar testimonio escrito, pero todo en tono bajo como para no despertar a los demonios.
Cuando llegó el día tan ansiado todos encaminaron sus pasos hacia la plaza central, las grandes confiterías donaron una torta inmensa para agasajar a la concurrencia, los grupos folclóricos se dispusieron a hacer vibrar su música y la gente, incentivada durante años por la profecía, allá corrieron en busca de la respuesta final.
La hora señalada era a las 4 de la tarde por lo que a los que concurrieron muy temprano acicateados por su impaciencia, se les hizo muy larga la espera porque ya se sabe que esperar algo deseado distiende el tiempo de cada minuto convirtiéndolo en sensación de horas.
A las 3 de la tarde llegó la comitiva oficial, el Excelentísimo Gobernador acompañado de su séquito se hizo presente en el predio.
Una mujer mayor proclive a asimilar los miedos de los mitos se persignó y juntó sus manos en señal de rezo.
- Tranquila, Raquel, - le dijo por lo bajo su compañera que rondaba la misma edad, - Dios nos va a proteger.
- Amigos, - vociferó en tono solemne el Excelentísimo Gobernador, - cumplamos con el designio legado por el fundador de nuestra querida ciudad.
Un silencio cubrió el sector como un manto implacable, hasta los pájaros dejaron de trinar, todo se detuvo y una masa humana expectante siguió a las autoridades hasta el lugar donde estaba la misteriosa urna.
Muchos ojos fijaron su mirada en el sur como seguros de que por allí vendría a azote del maleficio.
Dos obreros con mucho cuidado levantaron la tapa de mármol blanco y dejaron ver la urna del pacto; fue la máxima autoridad la encargada de abrirla mientras el silencio total podía cortarse con un cuchillo. Las ancianitas rezaban mientras la tapa de hierro era levantada y dejaba a la vista de centenares de ojos azorados un espacio totalmente vacío.
Los que hacían de la lógica su credo diario dijeron que el diablo se había tomado el champagne después de destruir el documento de la profecía.



*de EMILSE ZORZUT. zurmy@yahoo.com.ar





*


HOY MARIO SE HA IDO
Cuando la vida cumple con la muerte
Y se van los poetas, los amigos, los parientes,
Yo también muero un poco.
Siento que es el paso insalvable.
Y yo te saludo, Mario
Te digo hasta luego.
Gracias por haber enriquecido mi vida
Con tus versos, cuentos y novelas
“Gracias por el fuego”
Gracias tierra mía por dar héroes como tú
Porque hoy todo el norte sabe
“Que el sur también existe”
Tus palabras siempre estuvieron a mano.
Tus versos estuvieron en mi boca,
y tus cuentos en mi vida.
Y cuando allá nos encontremos,
seguiremos “Defendiendo la alegría”
Mientras en la tierra seguiremos
“Gritando rebeldía”


*de Gabriel Segovia lebriga32@hotmail.com







BORGES. HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA*



*Por Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar


Hasta aquí, Borges siempre había escrito poesía o ensayos.
Habíase declarado inútil para escribir ficciones. No se anima a llamarlos cuentos, se refiere a ellos en el prólogo de 1954, en la segunda edición como "el irresponsable juego de un tímido que no se animó a escribir cuentos y se distrajo en tergiversar (sin justificación estética alguna vez) ajenas historias".
¿Qué nos está diciendo Borges con esto? Que el no ha inventado las historias, que las ha tomado de otros, que se ha tomado la libertad también de tergiversarlas. No tiene en cuenta la teoría romántica de la originalidad. Para él la originalidad no está en el escritor, sino en el lector, que es un cisne mucho más tenebroso que el escritor, acá tiende a pergeñar una idea que lo seguirá por siempre. Que es más civil leer que escribir. Entonces él empieza a esbozar aquí una teoría de lectura más que la teoría de inventar historias, ya que la originalidad no está en escribir historias nuevas Por eso él siempre trabajará las citas, los cruces de las traducciones con sus libres interpretaciones de todo lo que se le ponga a mano. Las tradiciones en primer lugar, las noticias de las enciclopedias, la trama de las novelas policiales que tienen esa eficacia de relojería que él iba a aplicar después a sus cuentos y a sus notables paradojas como en sus ensayos. Esa relojería que tuvo a medio mundo confundido creyendo que se
trataba de un filósofo, siendo que su eficacia narrativa era camuflarse como para que nadie se diera cuenta que en el fondo su originalidad era ésa: presentar los textos escondiéndose él en una suerte de mistificación, donde todo estaba en juego, en primer lugar el escritor como un dramaturgo, tal
como lo necesitaban las viejas culturas occidentales.
Borges reniega de todo eso. Usando la ironía salvaje que lo caracterizó siempre (el arte de alacranear llamaba él a estos deslices) que le hace escribir por ejemplo:
"En 1517 el padre Bartolomé de las Casas tuvo mucha lástima de los indios que se extenuaban en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas, y propuso al emperador Carlos V la importación de negros, que se extenuaran en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas. A esa curiosa variación de un filántropo debemos infinitos hechos: los blues de Handy, el éxito logrado en París por el pintor doctor oriental Pedro Figari, la buena prosa cimarrona del también oriental Vicente Rossi, el tamaño mitológico de Abraham Lincoln, los quinientos mil muertos de la Guerra de la Secesión, los tres mil trescientos millones gastados en pensiones militares, la estatua del imaginario Falucho, la admisión del verbo linchar en la decimotercera edición del Diccionario de la Academia, el impetuoso film
Aleluya, la fornida carga a la bayoneta llevada por Soler al frente de sus Pardos y Morenos en el Cerrito, la gracia de la señorita de Tal, el moreno que mató Martín Fierro, la deplorable rumba "el manisero", el napoleonismo arrestado y encalabozado de Tousaint Loverture, la cruz y la serpiente en
Haití, la sangre de las cabras degolladas por el machete del papaloi, la habanera madre del tango, el candombe".
Además: la culpable y magnífica existencia del atroz redentor Lazarus Morell.
Aunque el propio Borges al final del volumen cite las reales o presuntas fuentes de donde sacó los temas, a mí se me hace que saqueó un autor que nombra poco pero que tiene mucho que ver con Borges y que es el francés Marcel Schwob: En las vidas imaginarias, de Schwob, que son una parodia de las Vidas Paralelas de Plutarco, creo que Borges pudo encontrar inspiración, independientemente que también las haya encontrado en las citas dudosas que él mismo declara, pero lo cierto es que los títulos de estos siete textos son de por sí de una estructura oximorónica, de un deslizamiento irónico de sentido que ya invita a no creerse mucho los que él va a contar aquí. No exenta de fina ironía, los deslizamientos argumentales se pone al servicio del lector como para al mejor estilo quevediano (otro de sus maestros) un falsamente lea la vida normal de unos perdularios dignos sólo de las crónicas más truculentas de la policía y no de la pluma de un escritor de la talla de Borges. El primer extrañamiento, la primer paradoja es que un escritor hiperculto como ya era Borges a esa altura, se haya dedicado a exhumar estas viejas historias policiales y centra a su manera, a lo Borges el desarrollo de las mismas.
Pero si uno luego se entera que primero fueron publicadas en un diario amarillo, de tirada masiva por esos años como era Crítica, uno piensa, bueno lo hizo para ese público que podía interesarse en esas historias non santas. Pero como vemos él no trepidó en editarlo como libro, si bien con el aditamento de sus más famosos cuentos, el primero de cuchilleros que él llamó Hombre de esquina rosada y en una sección que llama etcétera agrega algunos de esos juegos, tipo "silva o de varia lección" que
tanto le agradaba. Recontar alguna vieja historia oriental, traducir algunos textos antiguos, breves poemas con temas que le llamaban la atención al joven Borges. Acá las historias que relatan la falsa ilusión de que la realidad y la ficción no son necesariamente simétricas, o de qué están hechas las materias de los sueños, si tienen de algún modo una secuencia paralela o promisoria de la realidad. Preguntan que Borges siempre se hizo a sí mismo.
Amén de esos breves poemas, que al citar fuentes (no sabemos si apócrifas o reales) no sabemos si traducidas por él algunas o simplemente copiadas, nos da esa vaga idea de que la literatura también es juego, y que cada cual puede usarlo como quiere no importándosele quién lo haya escrito.
Aunque él, curiosamente firme TODO el libro con su nombre, sin especificar si el trabajo de esos breves poemas que cierran el volumen son traducciones hechas por el o no. ¿Costumbre, vicio, originalidad, muestra de que la literatura es de quien la usa y no de quien la escribe? De todos modos es
original demostrando que no le importan los originales ni la originalidad, Borges es el menos romántico de nuestros escritores, es en eso el más trasgresor que tenemos.
Importa ahora saber si entre los numerosos homenajes que su obra y más que su obra, su figura, recibe hoy o el recuerdo de su figura, digo si importa saber qué es esta maravillosa obra. Esta obra que al decir del filósofo rumano Cioran su importancia estaba en el matiz. Yo interpreto que en esa opacidad de su obra, que era como una esponja, capaz de incorporar y mejorar la obra de cualquiera. ¿Acaso él no decía que todos los hombres, que todos los poetas, aún los menos importantes tenían derecho o podían acceder a escribir que aunque más no sea un solo verso perfecto? ¿Él, que fue toda la vida un provocador intelectual, un irreverente que no trepidó en someter a burlas, a rectificaciones, a opiniones irrespetuosas a cualquier canónico del arte?
Tuvo esa maravillosa intuición, única entre nosotros, de saber qué era el arte, qué era la literatura y tuvo también la maravillosa valentía de asumir el ser un argentino, un personaje como somos todos nosotros un poco, sabemos un poco de todo, opinamos un poco de todo, pero no funcionamos como sociedad. En sus artículos de los años treinta ya lo advertía, decía que ser sociables era una de las imposibilidades nuestras.
En contraposición a ello, nuestra amistad entre varones dijo, tiene la más mitificada cadena de amistad que los tangos ayudaron a difundir.
En su famoso artículo sobre el arte de injuriar, dice se debería tener en cuenta que el escribano debería estar condenado a robar, el verdugo a comentar la longevidad, el sastre dedicarse al nudismo, el judío errante condenado a la parálisis y los libros dormir a la gente.
Después de una batalla, podríamos decir por ejemplo: "El festejado catre de campaña debajo del cual el general ganó la batalla".
Importa saber si hoy podemos escribir sin él, si tiene sentido transitar las letras que trabajosamente nos dejó durante toda su vida.
Laboriosamente, pero inspiradamente también. Porque él antes que nadie descreyó de la realidad , ya que si uno intenta contarla con el lenguaje nos damos cuenta que es imposible, porque éste es sucesivo y aquella es simultánea.





DESMORIRSE*



*Por Mario Benedetti.


Cuando muera quisiera desmorirme
tan sólo por un rato para ver
como el mundo se lleva con mi ausencia.

a los que lloren les daré un pañuelo
a los que rían un bol de ceniza
indiferencia a los indiferentes

cuando muera quisiera desmorirme
y visitar de nuevo a mis compinches
a los sobrevivientes por supuesto

y preguntarles las poquitas cosas
que se fueron quedando en el tintero
o que neutralizó el silencio turbio.



*Fuente: El mundo que respiro.
Seix Barral. Bogotá. 2001





*

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