lunes, mayo 04, 2009

UNA VIDA UNIVERSAL DONDE FRATERNIZAN LOS ÁTOMOS Y LOS MUNDOS...




Asunto de palabras*







Entonces es así, me pregunté. Se cuenta para espantar el fantasma de la muerte o el de ser tan pequeños y solos, en la historia que nos precede y nos va a continuar, así sin paraíso, casi ciegos, entre templos y ciudades perdidos y ganados. Migajas en la naturaleza que nos aterra y nos consuela. Espejos rotos que se juntan inventando ficciones para llegar a una verdad: verse en la mirada de los otros, un lenguaje para abrigarnos de la nada.





*de Cristina Villanueva. libera@arnet.com.ar











UNA VIDA UNIVERSAL DONDE FRATERNIZAN LOS ÁTOMOS Y LOS MUNDOS...









El inventor*





Al cabo de muchos años de investigación, Plumkier, descubrió una sustancia para hacer desaparecer todo tipo de manchas. Después de rechazar ofertas de cientos de laboratorios se trasladó al África y comenzó a utilizarlo. Al cabo de dos años todos los guepardos perdieron sus manchas.

Cansado de correr detrás de estos, decidió abandonar su plan y en lugar de continuar con los ocelotes, pumas y jaguares, como tenía previsto, vendió su invento a los políticos para lavar su honor.



*de Joan Mateu joan@cimat.es












*



(Desde México)







En una caricatura publicada en el periódico Machetearte (#1462), una leyenda adorna el dibujo: “¿A quién se le habrá ocurrido reducir el gasto a la investigación científica en este país?”.



Es cierto que es fácil señalar errores cuando se hacen evidentes, pero éste no es un error repentino ni azaroso: la influenza porcina muy probablemente hubiera surgido tarde o temprano, aquí en México o en cualquier otro país, eso no se podía prever, pero la política desarrollada en México desde hace varios años, y en particular en los gobiernos más recientes se ha encargado de debilitar la educación y la investigación, en aumento del pago a senadores, militares, etc. Desde hace tiempo se ha señalado desde los movimientos sociales independientes que un país que no apoya el desarrollo intelectual y académico está condenado a una dependencia científica, tecnológica y, por ende, económica hacia países que sí la apoyan (que por alguna misteriosa coincidencia son los mismos países que se hacen llamar de “primer mundo”).



Por el momento no pondré a cuestión si el gobierno mexicano ha actuado correctamente con las medidas sanitarias, pero es un hecho que de no haber debilitado el desarrollo científico desde hace ya varias décadas, las opciones para el control, identificación y muy probable tratamiento de la influenza hubieran sido mayores y quizá mejores.



Sin embargo, y con todo, las principales instituciones del país con la capacidad de investigación (y que son públicas, y por ello frecuente blanco de las políticas privatizadoras actuales) poseen el desarrollo científico para apoyar para bien esta contingencia sanitaria: la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y el Centro de Investigación de Estudios Avanzados del IPN (CINVESTAV), además de varios laboratorios de universidades públicas de varios estados de la república, que han logrando hacer verdaderos milagros con el presupuesto para la educación. Lo que sustenta las tesis de que en México existe la suficiente capacidad para desarrollar una independencia científica y tecnológica, y que el poco apoyo por parte de los gobiernos no solo está infundada, sino que es una medida ilógica (y que se mezcla con sucesos de corrupción).



Con todo esto, la situación por lo menos en la capital (el Distrito Federal), en las calles no es directamente proporcional a lo que los medios masivos de comunicación difunden: si uno ve las noticias en la TV, pareciera ser que aquí la gente anda muriendo, que nadie sale de sus hogares, que siendo un país denominado “guadalupano” las oraciones a la virgen han ido en aumento y todos esperamos el milagro; que el gobierno ha hecho “todo lo posible” (aunque eso de “todo” también incluye la prevención de la enfermedad, en buena medida dada, claro, por un apoyo a la investigación científica). El sábado 2 de mayo se dio el aviso de que llegó el primer cargamento de ayuda humanitaria internacional, y la ayuda se agradece sinceramente; pero cuando uno se levanta del televisor, lamentándose enormemente de la situación, y se sale a la calle, se puede observar lo siguiente:



Hay gente que va a su trabajo, de compras, o que sale por alguna razón. La gente hace bromas, toma medidas precautorias, pone dibujos y frases en sus cubrebocas… No todos van con cubrebocas (aunque este fin de semana ha aumentado el número de los que sí lo traen), los niños salen a jugar también con sus cubrebocas, hay algunas compras “de pánico”, pero no hay desabasto. No se vive una situación desesperada, pero claramente las cosas no son iguales: hay menos gente en todas partes, y cuando alguien estornuda todos a su alrededor se alejan discretamente. Hay quienes han tomado esta contingencia sanitaria como vacaciones (no hay clases en las escuelas) y hay quienes en verdad se han encerrado en sus casas. Cada vez comienza a ser más evidente que el gobierno se está beneficiando políticamente: legislando a su favor, aprobando leyes y reformas a la constitución que a penas y son mencionadas entre las noticias de la influenza, pidiendo un préstamo internacional, mostrando al ejército y al gobierno como salvadores de la nación.



La situación es compleja, y no sólo es una cuestión de salud: desde el principio ha habido matices políticos, económicos y sociales… La mejor manera de tener una referencia de lo que aquí se vive es consultando medios de información alternativos, no solo la televisión.



Lo que pasa con la influenza es un hecho que debiera servir de experiencia no solo a México, sino a todos los países y en particular a los países llamados “subdesarrollados” (perdón que use estos términos, pero dicen que “la historia la escriben los vencedores”; y ya habrá tiempos para poner nuevos nombres): si no se apoya el desarrollo científico y, con él, el desarrollo intelectual, cultural y de educación a todos sus niveles en un país, se seguirá siendo subdesarrollado, propenso a catástrofes por situaciones inesperadas, dependiente de quienes sí lo hacen. La educación no es un lujo ni algo prescindible.



El desarrollo científico, a la par de las demás esferas intelectuales de un país, le permite a la nación un desarrollo de acuerdo a sus experiencias y a sus aspiraciones históricas.






*de hugo ivan.

... Se ha intentado desviar al hombre de sí mismo (...)
la Plasmogenia le atrae a la realidad y le dice: no hay una vida
especial en cada conjunto organizado, sino una vida celular (...)
una vida universal, donde fraternizan los átomos y los mundos...
(Alfonso L. Herréra)
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Lunes, 4 de Mayo de 2009
ENTREVISTA AL SOCIOLOGO Y ANTROPOLOGO DAVID LE BRETON


“Todo lo que está en el mundo pasa por el cuerpo”*




El autor francés presentó su libro El sabor del mundo. Una antropología de los sentidos, donde profundiza su ponderado estudio de la corporalidad humana como fenómeno social y cultural. Su teoría, dice, le permite dar cuenta de la heterogeneidad de la sociedad actual.



*Por Alina Mazzaferro




Desde su llegada, David Le Breton ha causado una pequeña gran conmoción dentro del mundillo académico porteño. Un centenar de personas lo siguen, desde hace dos semanas, en su itinerario de conferencias programadas en distintos puntos de la ciudad de Buenos Aires. Porque el sociólogo y antropólogo francés ha venido a dictar un seminario intensivo de doctorado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, y mientras tanto aprovechó para presentar su libro El sabor del mundo. Una antropología de los sentidos en la Feria del Libro, dar una charla en la Manzana de las Luces y participar del coloquio internacional dedicado a la obra de Roger Caillois que recientemente organizó la Alianza Francesa y la Embajada de Francia en la Argentina.
El interés que ha suscitado su obra –al menos la que aquí ha sido traducida y publicada, que son siete libros de una extensa producción que incluye más de veinte– revela el creciente atractivo de un campo de estudio que hace dos décadas tenía pocos adeptos: la sociología del cuerpo. Porque Le Breton, de formación sociólogo y psicólogo, se dedica hace más de quince años a estudiar la corporalidad humana a la que entiende no como mera biología sino, por el contrario, como “fenómeno social y cultural, materia simbólica, objeto de representaciones y de imaginarios”. Para él no hay nada natural en el cuerpo: los gestos y posturas corporales, el modo en que cada uno ve, oye y percibe el mundo que lo rodea, las maneras en que se sufre y se goza, las formas de relacionarse y comunicarse con los otros, hasta las emociones y todo el conjunto de las expresiones corporales son modelados por el contexto social y cultural en el que cada actor se encuentra sumergido.
Así, Le Breton se ha encargado de estudiar las diferentes concepciones del cuerpo de la sociedad tradicional y la moderna, según múltiples puntos de vista: desde los ritos de interacción en distintas sociedades y épocas hasta los juegos de la seducción y los modos diferenciales en que el hombre y la mujer expresan sus sentimientos; desde las prácticas del piercing y del tatuaje hasta el arte contemporáneo que involucra al cuerpo como material estético; desde el cuerpo del discapacitado hasta los homogéneos cuerpos cinematográficos y televisivos; desde la bulimia y la anorexia hasta todo el conjunto de preocupaciones actuales por la belleza, la salud y la apariencia.
Todo un campo de estudio se le abre frente a sus ojos a partir de considerar al cuerpo como materia simbólica en lugar de pura biología. Antropología del cuerpo y Modernidad (Nueva Visión, 1995), el primero de sus libros publicado en la Argentina y el más conocido aquí, es para el autor una suerte de “caja de herramientas” que le ha permitido desarrollar el resto de su obra. Allí presenta en cada capítulo las temáticas que luego abordará en profundidad en posteriores libros: el estudio de los sentidos es desarrollado en El sabor del mundo... (Nueva Visión, 2007); de las emociones se ocupa en Las pasiones ordinarias. Antropología de las emociones (Nueva Visión, 2002); el dolor y el sufrimiento es objeto de análisis en Antropología del dolor (Seix Barral, 1998); la invención moderna del cuerpo en tanto objeto separado del ser que lo porta y la historia de la anatomía son trabajados en La chair au vif (En carne viva, aún no ha sido traducido); el tema del rostro y la máscara es estudiado en Des visages. Essai d’antropologie (Los rostros. Ensayo de antropología, tampoco ha sido traducido); mientras que los cuerpos de un mundo volcado cada vez más sobre la tecnología son analizados en Adiós al cuerpo. Una teoría del cuerpo en el extremo contemporáneo (Nueva Visión, 2002). Además, Le Breton ha publicado una breve, esquemática pero útil genealogía de las teorías que se han ocupado del cuerpo –La sociología del cuerpo (Nueva Visión, 2002)–, en donde recorre todas las corrientes sociológicas, filosóficas y antropológicas que histórica, implícita o explícitamente han abordado las lógicas sociales y culturales del cuerpo, los imaginarios en torno de él, el control político de la corporalidad (trabajado especialmente por Michel Foucault) o los vínculos entre el cuerpo y las clases sociales (tarea encarada principalmente por la sociología de Pierre Bourdieu a partir de su noción de habitus).
Lo cierto es que el abordaje de Le Breton está en los antípodas de la obra de Foucault, Bourdieu o de autores post-marxistas que han encarado el estudio del cuerpo a partir de su situación de clase. Le Breton desconfía de la microfísica del poder que supondría un control invisible y diseminado en todos los ámbitos de lo social de las acciones corporales; tampoco cree en la existencia de un habitus de clase (esas disposiciones que con el tiempo vamos adquiriendo a partir de la experiencia). Para una buena parte de la intelectualidad argentina, estas sospechas y descartes pueden resultar incómodos, teniendo en cuenta el arraigo que esos autores tienen todavía aquí. Pero Le Breton viene de otro palo académico. En estas dos semanas en Buenos Aires se ha ganado un público y molestado a otro para el que la experiencia humana sólo tiene sentido en términos de clase. Le Breton dice inscribirse en una corriente de pensamiento muy distinta, de tradición norteamericana: el interaccionismo simbólico, representado por el sociólogo Erving Goffman, considerado el padre de la microsociología. Porque a Le Breton le interesa estudiar individuos y no clases cerradas y homogéneas, y esta teoría le permite dar cuenta de la heterogeneidad del mundo social contemporáneo. Así lo expresó en una extensa y profunda charla con Página/12.
–¿Cómo comenzó a preocuparse por el cuerpo?
–Escribí sobre el cuerpo porque yo era un joven que se sentía mal en su propia piel. Estaba empezando a realizar mi tesis doctoral acerca de la construcción social y cultural del cuerpo cuando decidí partir a Brasil, con la voluntad de perderme, de desaparecer. Estuve allí durante meses, viajando a pie y en barco, atravesando todo el país, incluso el Amazonas, hasta que finalmente decidí volver a Francia para terminar mi tesis de sociología. Fue en esa época que empecé a escribir sobre las conductas de riesgo de los jóvenes y también acerca del cuerpo.
–¿En ese momento la sociología no prestaba atención al cuerpo?
–El cuerpo había sido objeto de análisis de Michel Foucault, pero desde un punto de vista más histórico. El etnólogo François Loux ya había trabajado sobre el cuerpo en la sociedad popular francesa, pero en general la investigación acerca del cuerpo no era valorizada en esa época. Para muchos de mis colegas el cuerpo no era más que una forma biológica sobre la cual no había nada que decir. Por supuesto que en Gran Bretaña y Estados Unidos había un cierto número de sociólogos y antropólogos que ya trabajaban este tema, pero eran los comienzos. Yo intenté aplicar los criterios de análisis de la antropología cultural a la cuestión del cuerpo.
–¿Cómo se aborda una antropología del cuerpo?
–Se trata de interrogarse. Doy un ejemplo: la cuestión de los colores. Podríamos pensar que para verlos se trata solamente de utilizar los ojos; pero en realidad un niño va aprendiendo progresivamente a reconocerlos. Primero aprende a reconocer el rostro de su madre, de su padre, de los objetos que le son próximos, luego el jardín y la calle y el mundo que lo rodea. Si su padre lo estimula a reconocer las formas de las aves, lo hará. Lo que significa que nuestra mirada está orientada, al igual que nuestro oído y nuestro gusto.
–Entonces no hay nada natural, todo es construido culturalmente...
–Exacto. Todo es construido culturalmente a través de la interacción de un niño con sus padres. Un niño que come siempre el mismo plato de arroz tendrá poco sentido del gusto. En cambio si una niña aprende a preparar y condimentar platos al lado de su madre será una gran cocinera, con un gran sentido del sabor.
–¿Esa es la tesis del libro que ha venido a presentar en la Feria del Libro?
–En El sabor del mundo... me dediqué a comprender cómo vivimos en el mundo, porque todo lo que está en él pasa por el cuerpo: debemos escuchar el mundo, tocarlo, olerlo, sentirlo. No hay mundo más que a través del cuerpo. Nos acercamos al mundo a través de la mediación de los sentidos. Y no sólo los cinco sentidos que conocemos, que son los que heredamos de la tradición griega, sino también otros sentidos. Porque hay otras sociedades humanas con otras percepciones sensoriales.
–¿Algo similar sucede con las emociones?
–En Las pasiones ordinarias... intento demostrar que todas las emociones provienen de la cultura. Quiere decir que hay una cultura afectiva dentro de la cual crecemos y dentro de la cual nos vamos a situar, con nuestros modos personales de ser, por supuesto, porque no somos clones ni robots. Siempre hay una variable personal en lo emocional, pero cuando pasamos de una cultura a otra vemos claramente cómo la cultura afectiva cambia, la manera en que los sujetos sentirán y demostrarán las emociones varía. Hay sociedades en las que los sujetos permanecen estoicos ante el dolor, porque la ritualización del dolor implica guardarse el sufrimiento para sí; y hay otras en las que las personas lloran, gimen, gritan ante el dolor.
–¿Y por qué el Adiós al cuerpo?
–¡No soy yo el que le digo adiós al cuerpo! En ese libro intento analizar el imaginario del cuerpo en el mundo de hoy, que considera que el cuerpo es insuficiente, imperfecto, que nos hace perder el tiempo; sobre él recae la muerte y la enfermedad, entonces se cree que si nos pudiéramos deshacer de él sería mejor. Se cree que la tecnología nos podrá liberar de la muerte, nos dará una juventud eterna, una creencia que reemplaza hoy a la que planteaba la existencia de un Dios y una eternidad en el paraíso. Intento comprender el porqué de esa exigencia de transformar el cuerpo en el mundo contemporáneo, por qué hay que hacer siempre régimen y deportes, por qué no tenemos más derecho a ser nosotros mismos y estar a gusto en nuestra piel.
–¿Cuáles son los problemas que esta creencia a favor de la tecnología nos traerá en el futuro?
–Veo una gran inequidad entre las sociedades más ricas y las más pobres. La tecnología del cyborg y la robotización se desarrollará entre los más ricos. Dentro de varios años asistiremos a esa fusión entre la tecnología y la carne, al desarrollo de la clonación, un mundo en el que elegiremos a nuestro hijo en una revista. Un mundo profundamente injusto, porque las tecnologías serán para los ricos y contribuirán a la inequidad.






La ficha


David Le Breton es doctor en Sociología formado en la Universidad de Tours, Francia, psicólogo –aunque nunca ejerció como tal– y profesor de la Universidad March Bloch de Estrasburgo. Autor de una veintena de libros, su preocupación ha sido siempre una sola: el cuerpo. Se ha ocupado del rostro, del dolor y el sufrimiento, de la gestualidad, de los sentidos, de las emociones y pasiones, acercándose a estos temas siempre desde una perspectiva antropológica, pues para él, como para toda una tradición francesa, no hay diferencia entre la antropología y la sociología. Con una herencia proveniente del interaccionismo simbólico así como también de la antropología cultural, Le Breton también se ha dedicado a investigar las conductas de riesgo de la juventud francesa. Cuando se le pregunta por qué las editoriales argentinas no se han interesado por publicar estas investigaciones, a diferencia de sus estudios acerca del cuerpo, contesta que encuentra este hecho “algo paradójico, teniendo en cuenta que se trata de una problemática que concierne a toda Latinoamérica” y cree que se debe a “razones políticas”. Además, Le Breton es autor de una novela policial –Mort sur la rute– y actualmente se encuentra trabajando sobre otra obra de ficción, así como también en un nuevo abordaje antropológico, esta vez sobre la voz. Prolífico autor –acaba de terminar un libro acerca de la diferencia entre el dolor y el sufrimiento-, Le Breton aprovechó su estadía en la Argentina para gestionar la publicación local de sus obras que aún no han sido traducidas al español. Aparentemente, algunas editoriales se habrían interesado en En souffrance. Adolescence et entrée dans la vie, una aproximación antropológica a las conductas de los jóvenes, y Des visages. Essai d’antropologie, un intento por comprender la construcción social y cultural del rostro. Sus libros son de interés académico en el mundo entero, pues fueron traducidos a las más disímiles lenguas, desde el portugués y el alemán, hasta el árabe, el rumano y el coreano. Sin embargo, él considera que no sólo el especialista sino cualquiera puede acercarse a su trabajo, pues para él “la antropología y la sociología no deberían estar reservadas a un pequeño grupo de científicos sino al alcance de todos para que cada cual pueda comprender y ayudar a mejorar el mundo”.







Los imperativos contemporáneos


“Hay innombrables representaciones del cuerpo que son simultáneas en nuestro mundo actual y radicalmente diferentes”, sostiene Le Breton cuando se le pregunta cómo considera al cuerpo contemporáneo. “Hay millones de personas –subraya– que no se preocupan por su cuerpo, para quienes el cuerpo es una evidencia, que por supuesto arreglan, peinan, pero no más que eso. Pero también hay otra gran cantidad de hombres y mujeres que buscan acentuar su cuerpo, persiguiendo los estereotipos de lo femenino y lo masculino: mujeres que quieren volverse más mujeres y para eso hacen gimnasia, régimen, se practican cirugías estéticas, utilizan la cosmética. Hoy asistimos a una mundialización del modelo de mujer, un imperativo de juventud, belleza y seducción. Por el otro lado tenemos a los hombres que buscan acentuar la apariencia de virilidad y aquí tenemos el culto a los músculos, el bodybuilding y el fisicoculturismo, una voluntad de mostrarse como hombres fuertes, con una suerte de sobrecuerpo que los protege de la complejidad del mundo. Y finalmente tenemos el movimiento trans: para los transexuales la pertenencia al género masculino o femenino es una decisión personal; no importa cuál sea nuestro cuerpo, podemos decidir si queremos devenir hombres o mujeres a través de las operaciones, cirugías estéticas, los procedimientos hormonales. Entre los trans hay quienes rechazan la noción de género, para ellos sólo existe el individuo. Además hay un cierto número de científicos, especialmente norteamericanos, que consideran al cuerpo como algo superfluo, obsoleto, pasado de moda, del cual sería mejor desembarazarse. Esta tendencia toma dos grandes direcciones: por un lado, el cyborg y la voluntad de adjuntar a la carne una cantidad de piezas informáticas que darán lugar a una posthumanidad que espera la inmortalidad y la eterna juventud. Por el otro, están los que, a partir del desarrollo de la web y de la computación, tienen la sensación de que el cuerpo ya no importa y de que lo único que importa es la información que tenemos en nuestro cerebro. Entonces si pudiéramos trasladar esa información a una máquina nos convertiríamos en esa máquina y, por lo tanto, devendríamos eternos, puesto que la máquina es fácilmente reparable o reemplazable.








UNA PRESENCIA ESPERADA EN LA FERIA
Para romper con las evidencias


David Le Breton estuvo presente en la 35ª edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, donde presentó su libro El sabor del mundo. Una antropología de los sentidos (Nueva Visión, 2007). Con él estuvieron Carlos Trosman, docente en el campo de lo corporal y miembro fundador de la asociación Movimiento de Investigadores y Trabajadores Corporales para la Salud Argentina, y Elina Matoso, directora del Instituto de la Máscara y titular de la materia Teoría General del Movimiento de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, autora de El cuerpo, territorio de la imagen (Letra Viva, 2001) y El cuerpo, territorio escénico (Paidós, 1996). “Es importante una mirada como la del profesor Le Breton para no perdernos el sabor del mundo”, manifestó Trosman en su introducción a la obra del sociólogo francés. Mientras tanto, Matoso definió a Le Breton como un “hombre del laberinto a la búsqueda de los significados con los que se vive el mundo.” Pronto, el intelecto dio lugar a lo sensible y la lupa se puso sobre la piel, lugar de las cicatrices, heridas e inscripciones de la historia personal. El lenguaje se manifestó incapaz de revelar todos los aspectos de la percepción humana, considerada como otra forma de comunicación tan válida como la lengua. Hubo espacio para la poesía, porque el mundo para Le Breton es una “inmensa ficción”, construido por los sujetos en cada momento histórico. “No hay una realidad objetiva que podría ser descripta por los actores, el mundo se confunde con la percepción que tenemos de él”, explicó el teórico francés. “No somos ojos frente al mundo sino mirada, no somos orejas sino una escucha, no somos boca sino una gustación. Las percepciones sensoriales no son una ventana o espejo del mundo sino una actividad de interpretación por parte del actor, inserto en una trama social y cultural que su historia personal ha particularizado.” A partir de esta premisa teórica, empezaron a proliferar las historias y anécdotas: en una cultura lejana las personas ven muchos más colores que en Occidente; un ciego pudo por fin ver pero no mirar porque no había aprendido a ordenar el caos visual, como lo hacen los niños en los primeros años de vida; una sorda se suicidó al recobrar la audición porque para ella escuchar era sumergirse en un infierno de ruidos, pues desconocía el código mediante el cual el mundo sonoro cobra sentido. “El antropólogo debe romper con todas las evidencias en el mundo en que vivimos. Mostrar que a cada momento el mundo es una invención y que no hay nada más allá, no hay una realidad en sí misma a ser descifrada por la antropología. Más bien, la cultura es una inmensa ficción”, concluyó Le Breton.







*Fuente: Página/12

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/2-13737-2009-05-04.html














SIXTO, LA QUICHUA Y LA HIPOCRESÍA*



Se hace difícil tratar de precisar algunos aspectos que rodearon la vida y la muerte de Sixto Doroteo Palavecino. Como se vio en estos días, hubo una respuesta enorme de parte de la sociedad santiagueña por la noticia de su muerte. Una despedida emotiva, de sus familiares y gente muy querida, a un músico, escritor y narrador, pocas veces vista en la provincia. La gente luchadora de siempre, y también los colados culturales, todos reunidos. Muchos folcloristas, escritores, funcionarios, trabajadores, y muy pocos quichuistas. Sorprende haber leído, por ejemplo, que Sixto tenía chagas desde hace treinta años. Sorprende, además, la mayoría de las opiniones vertidas sobre su figura: que era un grande, un baluarte de la cultura, un gran gestor, etc. Lo raro es que la mayoría no argumentaba por qué era un grande, un baluarte, etc. Pensando en esta situación, al margen de su triste notica y de su lucha en vida, lo que nos interesa aquí será el uso que la sociedad hizo del concepto “Sixto” y todo lo que simboliza.
¿Qué representa la figura de Sixto para la sociedad santiagueña y para el mundo? Para el país, podríamos ver un hombrecito con violín hablando quichua, un rezago de “patrimonio cultural”, un “testimonio vivo de las culturas antiguas”, y otras barbaridades por el estilo. Para la provincia el caso es más complejo; podemos decir, para comenzar, que hubo que esperar hasta que muera Sixto, para que todos los medios lo hagan aparecer de repente, mucho y condensado como para hacer zapping después de un rato. Si bien fue mediatizado cientos de veces, era menos por convicción que por complacencia hacia algo que no se entendió nunca del todo. Complacencia por una figura que, de algún modo, simboliza lo poco que queda de una cultura sachera en vías de extinción. Y que posiblemente esta extinción no sea física, pero sí mediática, política, simbólica, y espiritual. Hablar de la muerte de Sixto es hablar de la desaparición de una idea de cultura que (durante muchos años) la sociedad y sus pésimos funcionarios crearon, elevaron, vituperaron, y después de las fotos, lo guardaron en el cajón para el próximo festejo.
Frente a la abrumadora evidencia, es necesario proponerse discutir, al menos, por las condiciones materiales que obligaron a que Sixto sea un pedazo de tela roto, perdido, pero conservado hasta su última hebra como pieza de museo. Un museo, diríamos, que está siempre a punto de caerse, pero a cada fecha cultural, se lo remoza con guirnaldas, con algún concierto en casa rosada, con algún programa compensatorio que confunde “lo quichua” (y todo lo que esto supone), y “lo indígena” (con todo lo falso o verdadero que queda en Santiago). Ese museo raído como una metáfora de la cultura santiagueña. Y más discusiones culturales sobre el quichua y los campesinos, donde estos sujetos nombrados no pueden participar.
La muerte de Sixto es, de algún modo, hacer notar que nadie quiere embarrarse en un derecho humano esencial: el derecho a la enseñanza en lengua materna. Si logró trascender, fue porque, a fuerza de su violín, de León en el disco, de músicos que lo acompañaron en el camino, Sixto remó a contracorriente de un modo que a ningún militante político o gestor cultural se le hubiera ocurrido. Pero también porque se lo dejó cantar, se lo dejó hablar en quichua en los medios. Es decir, lo dejaban aparecer en los medios como para quedar bien, y para no pasar por ignorantes hacia aquello que no se entiende.
El Martín Fierro quichua no sólo es un libro: es parte de una tragedia mayor. Más allá de que algunos quichuistas hayan entendido su traducción, o no la hayan comprendido, hubiera sido interesante enterarnos sobre miles y miles de ejemplares repartidos en cada rancho, y en cada escuela de Santiago. O por lo menos, que haya sido parte de algún plan de lectura. Por supuesto que nada de esto pasó: Nadie, en el área educativa, sabe qué hacer con un bilingüismo de miles de niños quichuistas (o bidialectalismo de los no quichuistas), o con los miles de “Sixtos” que nunca serán. Niños que no reciben el apoyo del sistema porque su lengua sigue siendo “ilegal”. Niños que nunca podrán escribir poesía quichua, ni cantar en quichua, ni putear en quichua en la carpeta de la escuela, ni argumentar en una nota de opinión en quichua, ni hacer un informe científico en quichua, porque nadie sabe qué diablos hacer con esa realidad que debe ser promovida y desarrollada.
Esta creación literaria de Sixto también sufre los efectos de esa hipocresía cultural: Nadie, jamás, publicó un comentario (no hablemos de un análisis crítico) del Fierro quichua, en ningún diario ni revista. Aplaudimos su publicación, y pasamos a otra cosa. Nadie sabe dónde hay ejemplares de esta obra. Nadie los pidió. Nadie vio que circulen por el espacio social. Ni hablemos de la esfera rural, lugar estratégico de un público ideal al que Sixto hubiera querido llegar. Pero 1.200 ejemplares financiados de una obra en quichua es menos una política de lectura que un pequeño gesto paternalista. De este modo, el Martín Fierro quichua es empujado a ser parte de las innumerables obras santiagueñas del siglo XX que hablan del monte, de la problemática del excluido, de la riqueza cultural de los “otros”, pero que nunca llegaron al monte, al campesino, ni colaboraron en el proceso de educación popular. Más invisibles, todavía, algunos pocos docentes de Salavina, Figueroa, San Martín, etc., que intentan generar proyectos educativos bilingües sin ningún tipo de apoyo oficial, desconectados entre ellos, sin formación técnico-pedagógica del estado, pero con voluntad silenciosa. De ahí que Atila Karlovich concluía, con justa razón, que, para la gente, el quichua no se escribe porque no sirve para ser escrito, y porque los perdedores de la historia no son cotizables ni interesantes para nadie.
De aquí en más podremos observar medidas irrisorias de muchos sectores: homenajes sin propuestas de acción, melancolías sin reflexión, proyectos sobre el día de la “cultura quichuista”, o el “día del quichua”, es decir, un acto mecánico más para los pobres chicos y maestros.
Con Sixto se murió algo que sería lo más “del monte” que nuestra sociedad santiagueña puede llegar a aguantarse. Sixto fue un puente movedizo entre una comunidad que lucha todos los días por su supervivencia, y el resto de la sociedad. Porque, al ver a Sixto mediatizado tantas veces, observamos que la sociedad avala paternalmente aquello que no entiende, y si aquél campesino quichuista se acerca para dialogar, sonreímos, sacamos una foto, y peligrosamente escapamos. Vale preguntarnos: ¿Dónde ponemos ahora el chagas de Sixto? ¿Y el de miles de campesinos? ¿Muchos cantan como Sixto? ¿Aparecieron alguna vez? ¿Tuvieron apoyo de alguien para hacerlo? ¿Hasta qué grado pudieron cursar?
Y aquí la pregunta en la que todos somos sus asesinos: ¿Por qué, en 50 años de vida mediática del quichua, no hay miles de adolescentes-Sixto, miles de poetas-Sixto, o escritores-Sixto? Y como final: ¿Por qué la sociedad tuvo que llegar hasta el límite de declarar que “se murió el último de los grandes”?
Una cultura profunda fue dada por muerta, y reducida a la imagen de una persona querida. Hemos impuesto el traje de patriarca, prócer, apóstol, etc., a un artista (costumbre santiagueña de endiosar mitos, ocultando realidades que no nos gusta ver). Sixto, al igual que otros miles de santiagueños sin voz, está más allá de un patriarca. O mucho mejor, está más acá, lo que lo hace más nuestro.
Pensando en muchas personas sinceras despidiendo con dolor a un hacedor de cultura, (pero también por la hipocresía social y política observada anteriormente), el asunto es ver si lo que representa Sixto para la clase media es nada más que un músiquero, un quichuista pintoresco, o (muy a mi pesar) un desecho folclórico. O acaso su lucha, su vergüenza inicial a hablar quichua, su penurias económicas, su gestión artística, nos mueven a una discusión profunda en materia de políticas culturales, donde el bilingüismo es un elemento estratégico para miles de niños y jóvenes que podrían desarrollar sus habilidades estéticas y culturales desde su quichua. Este sería el mejor homenaje a Sixto: la lucha por la lengua y sus hablantes marginados.






*Prof. Héctor A. Andreani
Asociación de Investigadores en Lengua Quechua
www.adilq.com.ar
hectoralfredoandreani@yahoo.com.ar









Correo:






Convocatoria
III Festival: Palabra en el Mundo




Vorto en la mondo, Palavra no mundo, Parola nel Mondo, Worte in der Welt, Rimayninchi llapan llaqtapi, Paraulas in su Mundu, Cuvânt în Lume, Parole dans le Monde, Ordet i verden, Word in the world


14 al 17 de mayo del 2009
La Paz, el pan y el agua de cada día

SAN LUIS - ARGENTINA


15 de mayo de 2009 -18hs “TEA” Colón 567
ORGANIZAN: “Poetas del Exilio” “Radio FM. Sol”



Coordinación: Amelia Arellano
arellanoamelia@yahoo.com.ar

poetasdelexilio@hotmail.com



§ Convocamos por este medio a todos los que creen que aun es posible un mundo mejor.
§ A los que creen que el agua, la tierra y el agua nos pertenecen.
§ A los que creen que la Paz, como el pan se amasa: Dos condimentos básicos, la libertad y el fuego.
§ Convocamos, porque creemos en Uds. y en nosotros. Porque decimos con Celaya que “la poesía es un arma cargada de futuro”
§ Si Ud. escribe venga.
§ Si no escribe y le interesa la poesía, venga.
§ Si no le interesa la poesía, venga.
§ Si le duele el país y cree que la Identidad es un quehacer y no una abstracción : VENGA
LOS ESPERAMOS



AUSPICIA: PROYECTO CULTURAL SUR






*


Queridas amigas, apreciados amigos:


Este domingo 3 de mayo de 2009 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música de los compositores colombianos Edgar Rivera Laverde y Manuel Mejía Serrano. Las poesías que leeremos pertenecen a Norman Salazar Leiter (Colombia) y la música de fondo será de Machu Picchu (Andes). ¡Les deseamos una feliz audición!


ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!!



REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!

Freundliche Grüße / Cordial saludo!



YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur
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Schießstatt-Str. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel: ++43 662 825067


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Que es Inventiva Social ?
Una publicación virtual editada con cooperación de escritores y lectores.

Cuales son sus contenidos ?
Inventiva Social relaciona en ediciones cotidianas contenidos literarios y noticias que se publican en los medios de comunicación.

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