sábado, mayo 30, 2009

UNA PALABRA GRÁVIDA DE CIGÜEÑAS EN VUELO...




Formas de nubes*



Mirando al cielo mientras paseaba por la playa vio una serie de nubes que se amontonaba en el horizonte. Al observarlas con atención le pareció que una de ellas tenía la forma de un bebé acabado de nacer. Las siguió mirando hasta que le pareció distinguir al bebé mientras era amamantado por una señora que le recordaba a su madre. Aquel perfil anguloso y el moño era inconfundibles.

Un golpe de aire acercó una formación de cúmulos que parecían un edificio conocido: ¡el colegio donde estudió!. Inmediatamente le pareció que en otra veía a Luisa, aquella novia tal alta y espigada con la que probó el amor por vez primera. En la siguiente nube, casi en la línea del horizonte, distinguió a Matilde con dos niños, sus hijos.

Ya no pudo parar y fue leyendo en el cielo la historia de su vida escrita por las nubes. A la vista de todo ello pensó: ¡cuanta razón tenía su madre al decir que era un cielo!.



*de Joan Mateu. joan@cimat.es






UNA PALABRA GRÁVIDA DE CIGÜEÑAS EN VUELO...







Amor 2*


Era bella, con sus ojos color del tiempo humillaba a los rayos del sol. Sus pestañas de un marcado sombreado movían con su aire de suspenso a las regadas flores del jardín. Parecía de otro planeta, era etérea, cuando se animaba a ser sincera. Ni la brisa del aleteo de los colibríes osaba hacerle
competencia. Sus cejas tupidas por un renegrido pincel enmarcaban sus inmensos mirares. Su boca carnosa se volvía exquisita cuando asomaba una sonrisa. Un lunar de terciopelo de chocolate adornaba sus mejillas regordetas, dándole un toque singular. Del otro lado de su rostro un hoyuelo de picardía se abría frente a la alegría. Era tan pura cuando se animaba a mostrarse sin sus mascaras. Que hasta los dioses la acosaban intrigados por su esencia de azares. El destino se anclaba en el mito de la
feminidad.
Pero frente a ese hombre, al que deseaba con locura la magia de su encanto se perdía....
Ante la oportunidad del amor, enmudecía pálidamente y se apropiaban de ella sentimientos de vulnerabilidad.-



*de Azul azulaki@hotmail.com






Tres monedas*



Era el segundo o tercer día de clases de mi segundo año en la escuela primaria. El primer día habíamos tenido un acto. El segundo hicimos algunos ejercicios; pero yo no tenía útiles. En casa aún no me los habían comprado.
Cuando volví a casa mamá me prometió que iba a comprármelos en cuanto papá volviera del trabajo, en la fábrica, en turnos alternados en ese momento, de ocho a doce. Pero al llegar la noche aún no los tenía, y ya había agotado mis pedidos a mamá, y la pobre desviaba el tema, y finalmente la mirada. Yo no entendía. No comprendía eso de ir a la escuela sin un cuaderno, un lápiz y una goma; por lo menos, como cualquiera de los demás compañeritos.
Papá, en la cena, respondió muy molesto, más bien de mal modo: …Que ya me iban a comprar, que verían mañana u otro día…
-¿Pero qué haré yo mañana? La señorita me dijo que tenía que llevar esos útiles, ¿en qué y con qué voy a escribir?
Nunca supe porqué mi padre estaba tan molesto…
-Le pedirás a la maestra. ¡Ella te tiene que dar! ¡Decile que te dije yo!- Y dio una palmada fuerte en la mesa, poniéndole fin al asunto.
Esa noche no me podía dormir. Recuerdo que lloré, y en mi angustia, no una vez; sino que durante la noche soñaba con mi mañana, y volvía a llorar… No quería que llegara el día siguiente.
Pero llegó, y tuve que afrontar entre “pucheros”, tomar el desayuno e iniciar aquél cruento camino a la escuela… Me sentía tan mal que ni lágrimas me salían. Recuerdo que mamá siempre en silencio, me acarició los cabellos y sentí como que ella me acompañaría, con esa mirada que aún la siento, como si aún me acompañara; como si desde esa mañana saliendo a la escuela, nunca más me habría de dejar…
Y me uní con otros compañeritos, que pasaban a buscarnos, para ir juntos…
Todos reían. Todos iban jugando, contentos, como yo mismo hubiera querido ir…, pero no podía evadir lo que me esperaba: ¿Como iba a presentarme, qué iba a hacer sin esos útiles, que le iba a decir a la maestra…?
Ya caminaba como en el aire de tan avergonzado de ir con las manos vacías… ¿Y ante los demás chicos de la escuela? Todos lo sabrían, todos me mirarían, y yo me apartaría sólo, a un rincón del patio, en el recreo… Miraba casi sin levantar la vista a mis compañeros que iban jugando felices, todos con sus cuadernos y sus lápices… Incluso algunos llevaban mochilitas llenas de lápices de colores, gomas, sacapuntas… Ellos no tenían mi problema… ¡Ellos sí que eran felices! ¿Por qué teníamos que ser nosotros tan pobres, que mis padres no me pudieran dar ni siquiera lo mínimo para la escuela?
¡Ojalá no llegara nunca el momento de entrar a clase, ese día!
Iba con mis compañeros, pero yo estaba en otro mundo. Iba muy triste, con un nudo en la garganta, cavilando, con mi mirada en el suelo…
Y allí en ese suelo había tres moneda amarillas… ¡Me parecieron de oro!, Juntitas, casi apiladas, casi escondidas entre las pisadas de los caballos, que aquella vez transitaban nuestras calles de tierra, tirando sulkis, o las volantas, de los colonos que venían al pueblo…
Una de veinte, una de diez, y una de cinco centavos…¡Eso me salvaba!...
En 1946, todavía la plata tenía todo el valor, no había envilecido. Nuestro país era muy rico, y no conocíamos la inflación, que tras la segunda guerra estaba azotando a Europa.
Me agaché casi reverente y tomé las monedas. Sentí como si un ángel se hubiera arrodillado conmigo. Me levanté de un salto y fui corriendo a la librería de la otra esquina. Compré un cuaderno, lápiz, goma, y hasta un sacapuntas, y aún me sobró para comprar, enfrente, unas roscas azucaradas con las que convidé a mis amiguitos, que quedaron en la esquina esperándome.
Ese día fui seguramente, el chico más feliz de toda la escuela…
¡Y está entre uno de los mas felices de mi vida! ¡Por qué me hizo ver que los milagros existen!
Descubrí que hasta las cosas que pueden parecer pequeñas tienen su importancia, y dar tanta angustia, tanta felicidad, en ciertos momentos… ¡y tener su significado para siempre!.
Después papá nunca más me negó como esa vez, los útiles necesarios.-



*de Celso H. Agretti, celsoagr@trcnet.com.ar
AVELLANEDA (S.Fe)
24/07/05







Crítica de libros / Filosofía
El retorno de los ideales*


Ecce Comu , el nuevo libro de Gianni Vattimo, está íntegramente dedicado a la reflexión política; en él, el pensador italiano trata de imaginar un comunismo que no se crea en posesión incuestionable de la verdad, pero defienda una interpretación del mundo


*Por Gustavo Santiago
Para LA NACION

Ecce Comu
Por Gianni Vattimo
Paidós
Trad.: Rosa Rius Gatell y Carmen Castells Auleda
132 Páginas $ 30


Se ha tornado un lugar común afirmar que la filosofía política actual tiene su sede en Italia. Los nombres de Giorgio Agamben, Toni Negri, Roberto Esposito e, incluso, Massimo Cacciari resultan inevitables en cualquier referencia a dicha disciplina. Mucho menos habitual es encontrar menciones a
Gianni Vattimo. Esto debería sorprender no sólo porque Vattimo fue uno de los filósofos más reconocidos internacionalmente en las últimas décadas del siglo XX (durante las cuales escribió numerosos textos sobre cuestiones políticas), sino porque además participó activamente en el terreno político, como diputado en el Parlamento Europeo y dos veces precandidato a alcalde.
Quizá hacía falta que escribiera un texto dedicado íntegramente a la reflexión política para que fuera tenido en cuenta en dicha discusión. Ése es el lugar que viene a cubrir su nuevo libro, Ecce Comu .
El título juega, obviamente, con el Ecce homo de Friedrich Nietzsche.
También lo hace el subtítulo. El del libro de Nietzsche era "Cómo se llega a ser lo que se es"; el del de Vattimo, "Cómo se llega a ser lo que se era".
Es que en el Vattimo de las últimas décadas, las novedades conceptuales son siempre retornos al punto de inicio. ¿Retorno de lo idéntico? No. Porque en el trayecto realizado por el filósofo tuvo lugar la creación de -o el encuentro con- algo que lo marcó definitivamente: el "pensamiento débil", que sostiene que no hay un fundamento último y único de la realidad y que, por tanto, no puede defenderse una teoría fuerte que, a la manera de un metarrelato, pueda explicar el sentido de la historia o de la vida.
Así como en Creer que se cree el pensador italiano "regresó" a su catolicismo de infancia para leerlo desde una perspectiva "debilista", dando lugar a un "cristianismo débil", el retorno en Ecce comu al comunismo con el que simpatizó en su juventud arroja como resultado un "comunismo débil".
El punto de partida en el texto es la constatación del agotamiento del sistema capitalista, que "ya no produce riqueza y emancipación, y que más bien corrobora las previsiones marxianas sobre la creciente proletarización de las clases medias y amenaza con eternizarse gracias a la utilización de los nuevos medios de comunicación y control". Bush y Berlusconi son los nombres que condensan el peligro del control por las armas y por los medios de comunicación, articulados por intereses económicos comunes. Señalan, además, al tipo de político que en las últimas décadas ha vaciado de contenido a la democracia en la medida en que se ha alejado obscenamente de todo interés por el bienestar del pueblo al que dice representar. Es esta crisis de lo político la que abre, según Vattimo, la posibilidad de pensar en un comunismo "no naturalista", "no esencialista", que no se cree en posesión de una verdad incuestionable, sino que es capaz de defender una interpretación del mundo, una perspectiva, dialogando con aquellos que presentan posturas diferentes: "Se trata de repensar el comunismo como ideal de una sociedad "justa" que, precisamente por serlo, no pueda pensarse como una sociedad "perfecta" y acabada que excluya cualquier transformación posterior, cualquier renovación desde abajo con los instrumentos de la democracia".
Vattimo asume que su propuesta se sitúa en el terreno de lo ideal. "No parece -afirma- que este ideal pueda hacerse realidad a corto plazo, dada la actual situación del mundo".
Es inviable, obviamente, en Estados Unidos donde, según el autor, los ideales democráticos han sido traicionados "en favor de la plutocracia pura y simple". Tampoco parece que pueda tener lugar en Europa, al menos mientras siga sometida al imperio de la perspectiva norteamericana. Si hay una luz de
esperanza, ésta se encuentra en América latina donde, para el pensador italiano, la política todavía apunta a cubrir las necesidades básicas de los más castigados por el sistema y donde pueden encontrarse ciudadanos comprometidos con el bienestar de sus pares.
Ecce Comu no debería ser tomado como un tratado político ni como un manifiesto, aunque por momentos parezca serlo. No tiene la pretensión de anunciar una verdad definitiva sobre la actualidad política ni la de indicar un camino seguro hacia el bienestar futuro; no intenta clausurar el debate, sino abrirlo; no se conforma con plantear soluciones "viables", sino que se arriesga a adentrarse en el terreno
-abandonado hace tiempo- de los ideales.
Es un texto estimulante, movilizador, que merece ser leído y discutido. No sería extraño, sin embargo, que -como ha pasado con gran parte de los conceptos de Vattimo- la expresión "comunismo débil" desate impugnaciones "espontáneas" por parte de quienes no se tomen el trabajo de leer el libro.


*Fuente: © LA NACION.





*


Amor mío
si encontrara una palabra
que hiciera nacer
una manzana
con todo su rocío a cuestas
si la encontrara

Una palabra
grávida de cigüeñas
en vuelo

si la encontrara

Amor mío

La acomodaría
dentro de tu bolso
de peregrino

o en el calor de tu axila

o en el pleno meridiano
de tu pecho

para que
cuando llegues a mi casa
desde tu luna de espaldas

enciendas
-con ella-
un pesebre

justo
justito

en el borde
de mi cama



*de Graciela Geller
-Fuente: Hermano Luminoso Nº 36.
-Enviado para compartir por Verónica Capellino. veroaleph@hotmail.com






Estación Norumbega*



Aunque hayan transcurrido ya varios meses desde aquella terrible experiencia, el Licenciado Zelmar Araujo, mientras avanza tambaleante sobre estos rieles de trocha angosta, rumbo a la próxima Estación, aún continúa sintiéndose arrasado por el desconsuelo. A lo largo de toda su carrera profesional, jamás pudo pensar seriamente –más allá de alguna angustiosa fantasía desvelada- en que algún día se vería envuelto en una situación semejante.
Todo comenzó unos cinco años atrás, cuando aquella mujer acudió a la consulta, dispuesta a convertirse en su paciente. El Licenciado, psicólogo de profesión, la recibió y escuchó atentamente el relato de sus padeceres. Una historia familiar enrevesada, donde cada generación repetía casi puntualmente la historia que la precedía, y de cuyo entramado nadie parecía poder –o desear- escapar. Hijas que tenían una pésima relación con sus madres, y que en lugar de proponerse construir algo diferente para con sus propias hijas, elaborando sus propios conflictos, terminaban calcando los mismos síntomas que las habían forjado en sus respectivas infancias. Una cadena sintomática muy parecida a una formación ferroviaria, donde cada integrante asemejaba a un vagón de tren, y vaya a saberse quién sería la locomotora. ¿Un deseo silente, quizá, imposible de ser puesto en palabras…?
El Licenciado Zelmar Araujo escuchó ese relato durante centenares de semanas, familiarizándose con los personajes, prediciendo casi las reacciones de cada uno, intentando quebrar la monotemática letanía de aquel discurso con intervenciones tendientes a una apertura, que permitieran respirar mejor, con un aire diferente. Y hasta le parecía que sus dichos horadaban pacientemente esa coraza que la paciente había ido forjando a lo largo de su vida, poniéndole palabra a lo que ella callaba.
Sólo que una distracción fatal le ganó la partida. A los dos años de haber iniciado el tratamiento, a la paciente se le declaró un quiste en un pecho, que con el correr de las semanas se fue transformando en un tumor encapsulado. La intervinieron de urgencia, y como medida precautoria, según lo que ella le refería al Licenciado, decidieron aplicarle durante los meses venideros una acotada serie de dosis de quimioterapia. Ella se manifestaba muy angustiada ante lo que había ocurrido, sin poder explicárselo, y se volcó de lleno a la religión, luciendo en su cuello desde entonces -y hasta varios meses después de culminar el tratamiento quimioterápico- una enorme cruz de plata, intentando encontrar en ella algún tipo de consuelo.
Fue pasando el tiempo, los controles médicos no referían mayores preocupaciones, aparentemente su organismo se había estabilizado, y la terapia psicológica continuó su ritmo habitual, sin que la paciente se refiriese a su afección de otra manera que no fuesen “microcalcificaciones”. El Licenciado Zelmar Araujo aguardó a que ella volviese a remitirse al tema para ahondar en él, pero el tiempo fue pasando, la normalidad regresó, y “de eso no volvió a hablarse”.
Estaban por cumplirse los cinco años de tratamiento, durante los cuales la paciente había ido teniendo cambios considerables –se había ido de la casa de su madre para mudarse con su hija a dos localidades de distancia, iba cortando gradualmente el lazo de dependencia con su mamá o sus tías, insistió para que el abandónico padre de su hija le diese el apellido, temerosa de que “le pasara algo” respecto a su salud y la nena quedase sola…-, cuando comenzó a quejarse de dolores en la espalda y en las manos, como si la molestia excediese cualquier contractura muscular y se extendiese hacia los huesos. El Licenciado Zelmar Araujo consideraba que estaba atravesando por un intenso período de angustia, aunque no veía nada extraño que operase como aval de sus hipótesis en el relato de la paciente. Ésta, a su vez, deambulaba en las sesiones por los temas de siempre. Y el profesional le restó importancia…
Aquél resultó su mayor error.
Nuevas consultas con el oncólogo y una fatal radiografía dieron testimonio de unas extrañas manchas en la espalda, que derivaron –biopsia mediante- en una cruda metástasis ósea. La paciente se desbordó, abandonó sin aviso el tratamiento psicológico, y le comunicó las novedades por teléfono, cuando el Licenciado Zelmar Araujo la llamó, una funesta tarde de invierno, para concertar un nuevo turno.
Se había quedado sin palabra. Aquello que se materializara silente a través de los tejidos corporales de la paciente lo había enmudecido. No había sabido qué decirle en aquel último contacto telefónico, en el que ella lo había acusado de manipular su mente, sin haberla contenido ni derivado con algún otro profesional idóneo que pudiera tratar “un caso como el suyo”, conduciéndola de manera negligente hacia un rumbo muy distinto al de la curación. Ya sin saber qué decir, ganado por la culpa y sintiéndose el falta ante semejante demanda masiva –que quizá exigiese de sí mismo un improbable milagro-, el Licenciado Zelmar Araujo profirió un trémulo:
-Espero, de corazón, que se mejore, y salga airosa de esto.
-¡Dios lo oiga! -, remató la paciente, antes de cortar. –Y si Ud. es creyente, rece mucho, mucho, para que esto se revierta.
Los buenos deseos quedaron simplemente en promesas. El milagro jamás se produjo. Y la pesadilla no hizo más que comenzar…
Aún no habían transcurrido un par de meses desde aquel fatídico día cuando el Licenciado Zelmar Araujo –apaciguada su conciencia al recapacitar en cada detalle del caso, y convalidar el silencio que la propia paciente había impuesto sobre el tema, negándose a tratarlo, más allá de su propia “distracción” profesional, que lo obligó a supervisar sus restantes casos en forma regular, a fin de evitar complicaciones semejantes- recibió una cédula judicial donde se le informaba de una causa legal en su contra, por obrar con mala praxis en el ejercicio de sus habilidades profesionales. En primera instancia, consideró que todo ello no era más que un desborde de furia de la paciente, resignada a aceptar un final en extremo doloroso, pero deseosa de arrastrar a alguien con ella en la caída.
¿Se negaba a aceptar el daño que le habían hecho de manera inconsciente sus propios parientes al negarle parte de su pasado, frustrada además ante la posibilidad concreta de la propia muerte, por lo que proyectaba sus feroces rencores en contra del respetuoso profesional que la atendiera durante casi cinco años, pendiente de una -hasta entonces- errática evolución del caso? El estado anímico del Licenciado Zelmar Araujo era desastroso. Varias veces intentó ponerse nuevamente en contacto con ella, para que recapacitase, para evitar llevar esta dolorosa situación cada vez más lejos. Sin embargo, consideró que era inútil; si de nada habían servido sus esfuerzos para hacerla cambiar de opinión durante la última llamada telefónica, menos aún aceptaría hablar con él en estos momentos, resentida y resignada.
Acudió a la audiencia preliminar, se defendió de la mejor manera posible –alegando que el carácter todopoderoso para la curación no era otorgado junto con el título académico-, contrató a un abogado para que lo representara en las audiencias posteriores con el Juez, alegó sus mejores hipótesis respecto del caso al llegarle el momento de hacer su descargo, pero nada de ello fue suficiente. En un lapso de escasos meses, abatido por el stress y los pensamientos más funestos, sus peores pesadillas se hicieron realidad, agravadas por un defensor inexperto, sus deudas impositivas, y la falta de pago de la matrícula profesional provincial –cuyo pago al día hubiera puesto de su lado al hipócrita y genuflexo Colegio de Psicólogos-. El Juez, bastante clerical en sus dichos, fue taxativo: le revocaron ambas matrículas
-provincial y nacional-, alegando su falta de capacidad para llevar adelante casos de gravedad, “careciendo de una visión abnegada para con el prójimo, cuyas almas padecen sinsabores tan amargos”, y su actitud negligente al no supervisar el caso a tiempo, con las perjudiciales consecuencias padecidas desde entonces por la paciente.
Desde el día de la fecha, ya no podría volver a ejercer como psicólogo.
Salió del Tribunal con la mirada perdida y el ánimo deshecho. El mundo se precipitaba sobre él, como si un gigantesco dedo divino, representante de la Maldita Culpa Superyoica, lo señalase desde las alturas y le exigiera que se arrepintiese. ¿Qué haría a partir de ahora? Lo ignoraba. Sólo quería zambullirse en el primer bar que encontrara y ahogarse en unos cuantos vasos de alcohol.
Deambuló por cuanto lugar se le pudo ocurrir, se ofreció a hacer las labores y oficios más diversos –aquellos para los cuales no le hacía falta más capacitación que el título secundario-, pero no encontró nada, a pesar de los diversos contactos que intentó establecer para conseguir trabajo. Finalmente, aún habiendo conocido por intermedio de terceros la noticia del fallecimiento de su antigua paciente –internada en una clínica de la zona donde vivía, y a quien él jamás le deseara la muerte, a pesar del desarrollo de los acontecimientos posteriores-, se alejó de las ciudades, creyendo que en el campo podría, aunque no consiguiese nada que pagase su esfuerzo laboral, al menos encontrar algo qué comer…
Así, errante, “en la vía”, llegó hasta las remozadas instalaciones de la Estación de Ferrocarril de Norumbega, donde el progreso y la tecnología se habían abierto paso entre la desidia y el abandono de centenares de funcionarios de gobiernos anteriores, fomentados por novedosos proyectos de renovación ferroviaria que articularan a los pueblos cuasi-fantasmas del interior provincial. Los rieles refulgían con las últimas luces de la tarde, las señales brillaban con el esplendor de lo recientemente estrenado, y la edificación de la Estación ostentaba las marcas del tiempo, aunque no por ello se la viera ruinosa.
El Licenciado Zelmar Araujo, desarrapado y mugriento, con apenas algunos enseres y muy poca ropa en un bolso harapiento que llevaba colgado al hombro, trepó al andén, abandonando su desparejo sendero de durmientes y canto rodado, y se aventuró en busca de algún lugar bajo techo donde pasar la noche.
¡Cuál no fue su sorpresa al descubrir quién era el Jefe de Estación!
-¡Licenciado Coiro!!! -, exclamó, sonriendo por primera vez en varios meses, al encontrase con la pícara expresión de su amigo de siempre, a quien creía perdido desde hacía algunos años.
-Llámeme Jefe, por favor -, lo rectificó Eduardo, sonriente, tocándose con los dedos índice y mayor de su mano izquierda la astrosa visera de la gorra del uniforme.
-¿Habrá algún lugar donde pueda descansar por esta noche? Tengo los pies a la miseria.
-No se preocupe, Araujo. El ferrocarril parece volver a ser lo que fue alguna vez. Todos pueden ser parte de su gran familia nacional. Hasta yo, que me negué a participar del falaz intercambio de bienes del capitalismo.
-Necesito algo que me contenga -, confió el antiguo Licenciado, rememorando aquella frase pronunciada por su antigua paciente en la última comunicación que mantuvieran por teléfono, sintiendo que sus entrañas se estrujaban ante el recuerdo. –Un espacio del cual no sentirme exiliado.
-Ha llegado al lugar indicado, mi amigo. Venga, pase y tomemos una taza de té. Los mates me han sido prohibidos hace rato por el gastroenterólogo. Cuestiones de la edad, Ud. comprenderá…
-Cualquier infusión en su compañía será un placer. Gracias, de verdad.
Y sus ojos comenzaron a lagrimear, al estrecharse ambos, solitarios y abandonados, quizá con el único consuelo de una ilusión compartida, en un cálido abrazo que los alejase del dolor.



*De Aldima. licaldima@yahoo.com.ar





*


VI CONCURSO NACIONAL MACEDONIO FERNÁNDEZ DE NARRATIVA Y POESÍA

El Círculo Médico de Lomas de Zamora a través de la CODIC, comisión de docencia, investigación y cultura, y el Taller Macedonio Fernández de lectura y escritura literarias invitan a poetas y narradores a participar del

“VI CONCURSO NACIONAL MACEDONIO FERNÁNDEZ-CMLZ DE NARRATIVA BREVE Y POESÍA”

Bases generales:

Podrán participar todas las personas mayores de 18 años residentes en Argentina con un libro inédito de poesía o narrativa breve escrito en castellano, de tema libre, que no haya obtenido premios o menciones, ni haya sido finalista en otros concursos.
Sólo se podrá participar en un género.
Los autores premiados serán notificados en los primeros días del mes de noviembre.
La participación en este concurso implica la aceptación completa de sus bases.
Se tomará como válida la fecha del sello postal.
No se entregará recibo alguno por la recepción de las obras.
Ningún material será devuelto por la institución durante el concurso ni después de establecido el fallo del jurado ni se mantendrá correspondencia sobre el mismo con los participantes.
Los autores ganadores conservarán los derechos totales de su autoría.
La participación en este concurso es gratuita.
La sola recepción del material determina la inscripción.
No podrán participar personas relacionadas directamente con el CMLZ.

Los envíos serán recibidos desde el 4 de mayo hasta el 31 de julio de 2009 por correo postal o personalmente en Colombres 420, (1832) Lomas de Zamora, Buenos Aires, Argentina.

Premio único e indivisible para cada género: $ 3.000 más la edición del libro ganador.

Bases Narrativa: un libro inédito de cuentos breves, de temática libre, con un mínimo de 50 y un máximo de 70 páginas (con aproximadamente 22 líneas por hoja), en hoja tamaño A4, anillado y firmado con seudónimo, en letra Times New Roman o similar, a espacio y medio por una sola cara del papel.
Sistema de plicas: los libros deberán ir acompañados de un sobre cerrado conteniendo los datos personales del autor (nombre y apellido, número de documento, domicilio, teléfonos y correo electrónico) y en cuyo frente figurarán el seudónimo y el título de la obra. Cantidad de copias: tres.

Jurado Narrativa: Alejandra Laurencich, Inés Garland y Roberto Ferro.

Bases Poesía: un libro inédito de poemas, de temática libre, con un mínimo de 400 versos y un máximo de 700, en hoja tamaño A4, anillado y firmado con seudónimo, en letra Times New Roman o similar, a doble espacio por una sola cara del papel. No podrán superarse las 70 páginas.
Sistema de plicas: los libros deberán ir acompañados de un sobre cerrado conteniendo los datos personales del autor (nombre y apellido, número de documento, domicilio, teléfono y correo electrónico) y en cuyo frente figurarán el seudónimo y el título de la obra. Cantidad de copias: tres.

Jurado Poesía: María del Carmen Colombo, Jorge Boccanera y Javier Adúriz.

Coordinación general: Roxana Palacios

Taller Macedonio Fernández-CMLZ de lectura y creatividad literarias.
Colombres 420, Lomas de Zamora.
Teléfono: 156 782 4551
macedonianos@gmail.com
http://tallermacedoniofernandez2009.blogspot.com




*

Queridas amigas, apreciados amigos:



Este domingo 31 de mayo de 2009 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música del compositor español Tomás Garrido. Las poesías que leeremos pertenecen a Christiano Witaker (Brasil) y la música de fondo será de Marcelo García (Argentina).
¡Les deseamos una feliz audición!


ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at (Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!! (Recomendamos usar http://24timezones.com/ para conocer las diferencias horarias).

REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!

Freundliche Grüße / Cordial saludo!

YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.

www.euroyage.org


Schießstatt-Str. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel: ++43 662 825067




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