sábado, julio 12, 2008

DIOS NOS ABANDONÓ. PERO ESTÁS VOS Y ESTOY YO. VAMOS VOLANDO...



*Foto de Valeria Marioni y Florencia Soler Abbate. hijasdelviento@hotmail.com



El Control*




Controlar había sido siempre lo mío. En el colegio siempre sabía lo que hacía cada compañero e influía, sin que se dieran cuenta, en sus decisiones. En los primeros trabajos ascendí gracias al control que tenía sobre el resto de compañeros. Tener el dominio de la situación era determinante para triunfar.

Cuando conocí a Luisa, vi claramente que, si quería casarme con ella y tener una vida feliz debía seguir los mismos métodos; debía tener su mente controlada, debía tener su corazón en mis manos. Ése era el objetivo: Tener su corazón en mis manos.

Cuando lo logré, ella quedó pálida y quieta frente a mi, con una mirada fija de sorpresa en sus ojos, mientras yo miraba alternativamente la herida en su pecho y mis manos llenas de sangre.



*Joan Mateu. joan@cimat.es






DIOS NOS ABANDONÓ. PERO ESTÁS VOS Y ESTOY YO. VAMOS VOLANDO...








NADA TRAIGO*


yo no traigo a este sitio del poema
ni ruiseñor de Keats ni tigre Willam Blake
ni río de Juanele o gato de Girri

no he domesticado a la palabra
ni le puedo al silencio ni a la ausencia

águila ni serpiente de Zoroastro traigo

disculpen
yo no traigo
a la ventana abierta a los lectores
ni la maga de Julio
ni el musical infierno de Alejandra
ni el burrito de plata de Juan Ramón Jiménez
ni aquel cuervo de Poe
ni la rana de Basho ni las cosas
que giannuzzi versara contra la muerte

no he fracasado más que cualquier otro
no he bebido mejores licores
no me alcanzó la luz que a elegidos alcanza
ni me comí la sombra mayor ni la menor

¿con qué derecho vengo a oficiar de poeta?

no hice más feliz a la que hice feliz
que lo que otro bien pudiera hacerla

no maté a ser humano con mis manos
no fui padre ni esposo

no moriré en París no estuve en Autzwich
no me piden permiso para ser
la lluvia, el viento, el mar;
el sol para brillar
la flor para aromar en el desierto

¿con qué derecho quiero,
señoras y señores,
que lean mis disculpas o pretextos
y olvidables argucias de poetastro?

disculpen
no se bien a qué venía
no estoy seguro ni de mi silencio
¿con qué derecho trazo o borroneo
sobre la hoja en blanco?

yo no he visto el aleph ni el falso aleph
no estuve en la frontera al borde de la guerra
no me ha excomulgado la iglesia en que no creo
no he ganado una estrella en el cielo del marxismo
no amasé una fortuna en el mercado

sólo que aquí y ahora me atraviesa
este atardecer gris de medio invierno
y estoy solo en mi cuerpo
no más solo que antes o que otros
y está todo tan frío tan inmóvil
que estirando la mano con que escribo
quise alzar esa piedra que es mi alma
y no puedo y me duele

no consigo arrancarme a ser un grito
a ser un vuelo azul un viento negro
un pozo ciego un puñal una rosa
un pedazo de pan en la vereda

disculpen
hoy no sé con qué derecho
vengo a buscarme o a perderme así




*de Rubén Vedovaldi. RubenVedovaldi@netcoop.com.ar

-Enviado para compartir por Oscar A. Agú. cachoagu@yahoo.com.ar








Ultimos días de Marilyn*



*Por Tomás Eloy Martínez
Para LA NACION
Sábado 12 de julio de 2008



Las célebres "fotos prohibidas" de Bert Stern fueron exhibidas hace dos años en el museo Maillol, en París Foto: Newscom

No hay brújula tan certera como el azar para encontrar lo inesperado. Quien se deja llevar por el azar y pasa por alto las relaciones de causa a efecto descubre siempre -o casi- una realidad desconocida, que estaba a la vista desde hacía mucho sin que nadie lo advirtiera. Es lo que me pasó hace algunas semanas con Marilyn Monroe, que fue uno de los íconos sexuales e intelectuales de mi juventud y cuya historia resume por sí sola los afanes de libertad y la pasión por cambiar el mundo que encendieron la década de
1960.
Hacía mucho que no me acordaba de ella cuando de pronto, en uno de los canales de cable de Nueva York, pasaron un excelente documental sobre sus últimos días, que retuvo mi atención durante horas. Era una pequeña joya que recuperaba las imágenes nunca vistas de su película inconclusa, Something s
Got to Give , las devastaciones que dejaban sobre su cuerpo los excesos del alcohol y de las píldoras para dormir, los provocativos desnudos con que trastornó las rutinas de los técnicos y uno de los momentos cumbres del final de su vida, cuando, a fines de mayo de 1962, abandonó la filmación y
tomó un avión a Washington para cantarle el feliz cumpleaños al presidente John F. Kennedy con una intensidad erótica que todavía empaña las imágenes.
Ver aquel documental hizo caer sobre mí el peso de una entrañable melancolía. Cada uno de aquellos años -los años en que empezaron los fuegos artificiales de los 60- regresaron intactos a mi memoria con la misma fuerza que tuvieron en el pasado. Al día siguiente, fui a caminar sin rumbo por Manhattan y, como otras veces, terminé mi paseo en Strand, la librería de viejo más grande del mundo, cuyos trece kilómetros de estantes y tres millones de libros no cesan de crecer. Allí, en una de las mesas del fondo,
volvió a salirme al paso Marilyn. Estaba en la biografía que le dedicó Donald Spotto, en la cual los últimos días de la diosa -así la llama- están enturbiados por la desesperación y los mismos personajes siniestros de Rebeca , la película de Hitchcock. Y estaba también en un libro de Bert Stern, The Last Sitting ("La última sesión"), agotado desde hace mucho pero no en Strand, donde quedaban tres o cuatro ejemplares.
En junio de 1962, Marilyn aceptó posar (desnuda y no) para el fotógrafo Bert Stern, a quien había contratado la revista Vogue . Tres o cuatro de esas tomas aparecieron en las ediciones del mes siguiente. Las otras fueron archivadas en un desván. Stern las ocultó la mañana misma en que Marilyn murió, el 5 de agosto de aquel año, y las resucitó poco después en su libro, que conserva las imperfecciones y las marcas rojas de todo borrador. Algunas de esas fotos pueden verse ahora en Internet, donde la frialdad digital les deja poco de la magia de sus orígenes, o de lo que Stern llamaba "la imposibilidad de captar una luz que no cesa de moverse".
Las que vi en el ejemplar de Strand me dejaron una impresión extraña. Se tiene todo el tiempo la idea de estar espiando por la cerradura una muerte inevitable y, lo que es peor, se entiende por qué la muerte estaba allí.
En la biografía de Spotto, Marilyn aparece sometida a la voluntad del siniestro e irresponsable psicoanalista Ralph Greenson y a las astucias de la enfermera Eunice Murray, que también manejaba a la actriz a su antojo.
Eunice tenía 58 años. Aunque se mostraba indefensa y angelical era, en verdad, un demonio posesivo e insolente. Aisló a Marilyn de sus viejas amistades y la mantuvo a raya con inyecciones de Nembutal, clorohidratos, vitaminas y anfetaminas, todas ordenadas por Greenson y por Hyman Engelbert, un médico de Los Angeles, que actuó como deus ex machina de la tragedia. "A ustedes les hará bien estar juntos -les decía Engelbert-. Todos están enfermos de narcisismo."
Según Spotto, Marilyn no se suicidó: la mató accidentalmente Eunice con una sobredosis de barbitúricos, aplicada en forma de enema el 4 de agosto de 1962, entre las seis y las siete de la tarde. Varios testigos la vieron irradiar alegría esa misma mañana. Proyectaba casarse de nuevo con Joe
DiMaggio. Dejó inconclusa una carta de amor que resumía sus ambiciones de niña inmadura: "Querido Joe. Si sólo pudiera hacerte feliz, lograría la más grande y más difícil de las cosas: hacer a otra persona completamente feliz.
Tu felicidad sería mi felicidad". A partir de allí el silencio, el vacío, la mano tendida desesperadamente hacia la nada.
La versión de Spotto parece demasiado armada, demasiado teatral. Stern insiste en que la actriz ya nada esperaba de nadie. Basta observar sus fotos para advertir que quizá tiene razón. En el dormitorio donde Marilyn se suicidó no quedaron sombras de asesinos solitarios ni de amantes furtivos.
En vísperas del final, se vislumbra que ella no tenía fuerzas ni para llamar a Dios por teléfono y que jamás había salido de la infancia.
Pese a lo cual envejecía. Tal era el drama. La Marilyn que desenmascaran las fotos de Stern es la de la perfección violada: la imagen de la carne incorruptible e imperecedera que, sin embargo, siente su propio desvanecimiento. Las poses del libro exhiben voluntad de vida: Marilyn con una gasa entre los dedos, fingiendo pudor por su desnudez, cubierta de strass o de diamantes, mordiendo las cuentas de un collar o diciendo adiós con el cuerpo a un abrigo de pieles. Todo lo demás es violencia contra sí
misma, conversación con un ser que está adentro de ella, pero que la mantiene lejos.
Oírla cantar Happy Birthday, Mr. President en la fiesta de gala que los demócratas ofrecieron a Kennedy para celebrar su 45º cumpleaños, el penúltimo, es -tal como lo revela el documental que vi en el canal de cable- otra ceremonia de destrucción. Marilyn quizá supiera que se estaba despidiendo del hombre que había sido su amante de una sola noche y que le había dejado, como único recuerdo, un fugaz elogio a los músculos de sus pantorrillas. En el documental es visible el desinterés o el desdén del
presidente, y también el deslumbramiento de su hermano Bob, al que se ve erguido sobre la butaca del Madison Square Garden -escenario del recital-, pendiente del cuerpo pálido y aéreo de la actriz, subyugado por el vaho de sexualidad que ella sigue exhalando aún, pese a la polvareda de los años.
En las imágenes de Stern, Marilyn vuelve a ser la maravillosa criatura muerta que se esfuerza por aferrar la vida. El implacable fotógrafo no le disimula los aguijones de las arrugas en torno de los ojos, la oscura línea de una cicatriz sobre el vientre, las zarpas de la edad clavadas en los codos, los días que no se quieren vivir y que, sin embargo, llegan en las penumbras de la mirada. En la mitad de las fotos Marilyn está desnuda, como no lo había estado desde los dieciocho años, cuando posó para el almanaque
que iba a iniciarla en la fama.
Desnuda, pero sin el menor encanto. Ella se revuelve el pelo, se cubre la cara, se dobla como una púber sobre los pechos pequeños (también de púber: el único bastión de la adolescencia que no había caído), y nadie podría hacer otra cosa que compadecerla, pasarle la mano por la espalda y preguntarle de dónde Spotto cuenta que, hacia el final de las sesiones con Stern, Marilyn dejó caer el echarpe de seda con el que se cubría y le preguntó: "Bert, ¿no te parezco joven para mis 36 años?".
No parecía joven, pensó el fotógrafo. Parecía anciana y recién nacida, inocente y perversa, vacilante como la primera mujer en el primer día del universo. Se le acababa el ser y no lo sabía. Todas las desventuras del pasado se le asomaban de repente a la cara, como a un balcón en el vacío. Si algo sobrevive todavía de los 60 hay que buscarlo, sin duda, en los pliegues de esa cara menguante.
Fue de eso que murió, de no poder soportar a la que ya no era y que, no obstante, persistía en su ser: a la imperfecta, a la que se venía, a la que ningún Bert Stern querría volver a fotografiar. Los románticos solían decir que cada quien carga la propia conciencia como una cruz. Hay quienes -Marilyn era una- sobrellevan a duras penas el propio cuerpo, hasta que se vuelve ajeno y pesa demasiado, demasiado.


*Fuente: La Nación.
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1029428&pid=4729154&toi=6277&pid=4729154&toi=6277








Banderas*



*Por Sandra Russo


Hace algún tiempo comenté una idea del escritor británico John Berger que leí en una entrevista. Decía que él descree de la palabra "amor", porque supone un desenlace feliz. Y agregaba que él prefiere esos momentos en los que, a solas con otra persona o colectivamente, está pasando algo que todavía no puede ser conceptualizado pero se vive, se siente, se entra de lleno en ellos. Lo individual se disuelve y se abre el túnel que nos separa de los otros. Hay comunión. Son momentos de contacto pleno. Todo esto último
es interpretación mía de lo que desde ese momento llamo "Momentos Berger".
Sí recuerdo perfectamente que él terminaba ese párrafo diciendo: "Probablemente sean los únicos momentos por los que vale la pena vivir".
Colectivamente, desde hace cuatro meses vivimos sin aliento. Angustia, fricción, impotencia son algunos de los sentimientos que muchos experimentamos. Pero las cosas no son lineales ni van en una sola dirección.
Y también, junto a la angustia por el mañana incierto y la impotencia por la evidente manipulación mediática de los hechos, hay un despertar a un tipo de pertenencia que hasta hace cuatro meses no se planteaba. Están asomando banderas. Motivos de peso para agruparse, para defenderse, para participar de la vida política de este país. Esto que empezó imprevistamente y que hizo estallar una época argentina para darle paso a la siguiente está cada día sacando más tripas afuera.
A la oposición política de radicales y símil radicales, se ha sumado ahora el peronismo que protagonizó los noventa, que durmió su siesta y ahora vuelve radiante, como si fueran debutantes con aires renovados. Vuelven como quien se ha quedado sentado en el cordón de su vereda, esperando el momento
propicio para pasar facturas. En el bolonqui todos reman para el mismo lado, aunque es incomprensible que un peronista, aunque sea de derecha, deje pasar conceptos como los que se le escuchan a Carrió: el jueves aseguró que a la marcha de la Avenida del Libertador irá "la gente libre", y que a la Plaza del Congreso irá "la gente obligada". ¿Coincidirá Barrionuevo? Esta etapa nos demanda increíbles coincidencias y asociaciones. En el combo lo vi a Llambías ironizando sobre el zoológico, y la palabra "aluvión" cayó sola, por su propia inercia, con su carga de racismo típicamente argentino. A ese
borde llegaron los que ya no disimulan civilización y se hunden en la barbarie de sus propios criterios para calificar a los otros.
Los '90 fueron una década de gente por el estilo. Ahora mismo estoy escuchando en la tele a un senador radical estallar en ira con lo de Aerolíneas. Parece el abogado defensor de la empresa. Dice que así no van a venir inversiones. La palabra inversión fue tan pronunciada en el menemato, fue tan impregnada de una vaga virtud, que algo de eso ha quedado. Está hablando de un grupo que no cumplió el contrato y dice que si se le exige que lo cumpla corremos el riesgo de que otros inversores no vengan. La Argentina conservadora, a la que desde principios del siglo XX el poder político jamás le importó mientras le obedeciera, vuelve a tirar la garra.
Es todo muy confuso. Pero no tanto, vamos. Duhalde sí pensaba volver, y volvió acompañado. El peronismo ya tiene su ala derecha bien armada. Nos resta ver si esa derecha peronista es ahora democrática. No lo fue antes. Y, sin embargo, veremos, ahora esa gente no será tan terrible ni tan corrupta para las otras derechas que pueblan el Parlamento. Unas y otras se sienten representantes de los intereses de la renta. Hablan de los pequeños y medianos productores, pero ni en el Parlamento ni en los grandes medios quedó claro, a lo largo de todo este conflicto, a qué intereses específicos responden Miguens y Llambías. Se lo pasan hablando de los pequeños y medianos productores, como si ellos también fueran dirigentes de la
Federación Agraria. Los movileros como los conductores de los programas periodísticos de la televisión actual los dejan. Este debe haber sido el conflicto con menos repreguntas de la historia.
El viejo peronismo que baila con la más fea no escandaliza tampoco a la clase media. El clientelismo puro y la corrupción a escalas innegables no mueven a las señoras caceroleras a indignarse. Dicen que detestan al peronismo, pero parecen más bien detestar que los de abajo suban algún peldaño. En rigor, ése es el peronismo al que temen, el que puede mover algo de lugar. Esa es la parte más ruin de la clase media a la que pertenecemos tantos: se siente más clase media si hay miseria alrededor.
Decía al principio que están apareciendo banderas. Llamo aquí banderas a las convicciones que nos han animado siempre. La equidad, la justicia social, la defensa de los intereses nacionales. Apenas se conoció la inminencia del conflicto de Aerolíneas, Canal 13 sacó a un excitado Joaquín Morales Solá que ya antes de tiempo y sin que nadie se lo pida, montaba guardia en defensa de los intereses de un grupo español privado. Recuerdo perfectamente cuando Aerolíneas fue privatizada. Recuerdo la vergüenza y la rabia que generó aquel remate que sin embargo no sacó a multitudes a la calle.
En la Carta Abierta se habla de la emancipación. Es una idea que suena romántica, naturalmente, entre billikinesca y militante. Ningún aparato de poder, como es la lengua, permitiría que la idea de emancipación llegue límpida al oído de alguien. Para escucharla, hay que afinar el oído. La emancipación, según me la imagino, es la soga desatándose. Es un esfuerzo.
Pero es también el sueño de muchos que se conectan a través de ese deseo que los abre. Un deseo de dignidad ante los poderosos, de política ante la chicana, de pasión ante el interés. Algo de esto circula. Se siente.


*Fuente: Página/12.
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-107708-2008-07-12.html







Cuando hemos perdido todo*




En su última novela, Pablo de Santis escribe a propósito de un personaje que se ve obligado a decir cierta verdad a la persona que ama: "dudó, porque toda verdad es una forma de despedida". Como ese personaje, siento que la terrible crisis argentina es la hora de decirnos la verdad; que es la despedida de todo aquello que creímos ser, engañados por una ficción política que muchas veces no tuvimos el valor o la lucidez de desbaratar. Y que asumir el casi insoportable dolor de esta despedida, utilizarlo como acicate para nuestra creatividad y nuestra solidaridad, es nuestra única posibilidad de sobrevivir.
Quizá porque todo lo que construimos en la adultez parece a punto de destruirse definitivamente, a menudo creo revivir situaciones de infancia que me cuesta mucho recordar con precisión. Los primeros días, por ejemplo, creía reconocer aquel momento de la misa en que uno se sentía mirado por un Dios al que era imposible mentir y sobornar; pero de inmediato me corregía, porque el temor de Dios entrañaba una fe en su bondad de padre. Hasta que hace unos meses, en un bar al que llego todos los fines de semana por las calles de Buenos Aires entre asaltos y mendigos, mi amigo Pablo Pérez el equilibrista me dio una clave: "¿Sabés? Una noche, en Mendoza, a los once o doce años, soñé que despertaba y saltaba de la cama y al abrir la puerta de mi casa sólo encontraba una inmensa llanura, y allá, a lo lejos, una casilla cerrada que corrí a abrir y en donde estaba Dios. Estaba encogido y tembloroso, Dios, con unos ojos enormes que parecían pedir piedad. cuando le pregunté por qué estaba asustado, Dios me dijo que ya no podía volar. Y desde que me desperté", termina Pablo, "yo mismo empecé a treparme a los árboles y a aprender este oficio que todavía no sabía que existiera". De alguna manera todos nosotros, aun los que no creemos, sentimos que "Dios está asustado" porque nuestra imagen del mundo y de la historia, la que justificaba hasta ahora todas nuestras acciones, nos ha mostrado para siempre sus propios límites, sus incapacidades de entender y actuar. Sí: hemos asumido que Dios está demasiado asustado para ayudarnos. Y en el dolor del abandono, sentimos que sólo nos quedan dos posibilidades: o morir o vivir. Y sobrevivir es mirar valientemente aquello con que todavía contamos, y sobre todo, como aquel chico en los árboles de Mendoza, disponerse a aprender. Porque, ¿qué nos queda cuando parecen habernos robado todo? En principio, aunque suene a lugar común, nos queda la memoria, pero no ya como mero sitio de homenaje, ni siquiera como utopía realizada y perdida, ese paraíso de los padres fundadores que nos inmoviliza en veneración y nostalgia. La lección de los tiempos es, incluso, contraria: no somos una identidad inmutable, sino los sujetos de una historia de inevitables mutaciones que debemos tener siempre presente para que el cambio no derive en traición.
Tenemos la memoria, digo, como sitio del presente repleto de herramientas todavía utilizables. Impedidos de comprar CDs, resucitamos las bandejas y los wincos y vamos por la ciudad rebuscando discos de vinilo que familias en bancarrota salen a vender o a trocar a las plazas: así resucita, casi intacta, la música de una argentina empeñada en escucharse a sí misma y a hacer escuchar sus voces, desde los alumnos del Mozarteum a los bagualeros de Yala, desde los baladistas del Di Tella a la gota de agua o el silbido de un barco que Leda Valladares perseguía por la ciudad con un diminuto grabador Geloso: Una Argentina que de pronto sabemos que sonaba para hoy y para nosotros. En las reuniones, ya cantamos distinto.
Muchos de mis amigos, escritores y foniatras, cantores y hasta reparadores de electrodomésticos, se han puesto a escribir manuales: no ya para aprovechar tal o cual demanda de las editoriales, todas al borde de la quiebra. Todos tenemos la misma urgencia de compartir esos saberes que creíamos haber olvidado simplemente porque nadie nos lo requería, porque nos habíamos acostumbrado a hacer nuestros trabajos según órdenes ajenas o extranjeras o porque, en fin, nos habíamos resignado a que nos hubieran arrebatado nuestro puesto de trabajo. Una de esas amigas me dice que en los talleres de escritura, por ejemplo, han sido muy pocas las deserciones: lo que era, hasta diciembre una actividad secundaria se ha revelado como el último lugar en que un pueblo defiende la posibilidad de decirse, de imaginarse, de elaborar, contra la alienación, un lenguaje nuevo y propio. Por supuesto, no confundo estas formas de resistencia con ninguna victoria final, ni siquiera la auguro; pero las señalo como lo que son, luces imprevistas que nos permiten seguir dando pasos en medio de esta oscuridad, apostando a que nos suceda lo mismo que al protagonista de aquel cuento danés que, después de toda una vida de aventuras durísimas, subió a la cima de una colina y vio que su itinerario por la comarca había dibujado una figura precisa: la figura de una cigüeña. Y que esa figura le daba, porque había sido fiel a su deseo, un premio más cierto y profundo que la felicidad: el premio de la comprensión.
En verdad, escribo estas vivencias y me doy cuenta de que en medio de la tragedia aprendimos a aprender de todo y de todos: y que el cuidado de una planta o un animal, de pronto tanto menos frágiles que nosotros, o la escritura de una novela, tanto más espaciosa y acogedora que nuestra propia vida, me han enseñado mucho sobre el tiempo, en estos meses que he vivido con la intensidad de los muy viejos, incapaz de concebir la idea del futuro.
Por eso, contra esa obligación "políticamente correcta" de estar tristes, me parece urgente contraponer esta evidencia, obvia desde siempre en todas las militancias, aun -y acaso especialmente- en las que surgen como respuesta a una de las tragedias más horrendas; esa evidencia obvia, digo, en el increíble fenómeno de las asambleas populares o del movimiento piquetero: el dolor, en lo que tiene de verdad, abre camino siempre a la belleza, "porque la belleza es verdad, la verdad es belleza y nada más importa saber sobre la tierra". Más aún: el dolor exige convivir con la alegría, nunca con la tristeza, que es negación y muerte. La alegría de crear, la alegría de servir, la alegría de saberse útiles.
Y si no, fíjense en esta última historia verdadera. Mi amigo Ivo Machado, que es poeta y controlador aéreo en Portugal, recibió una noche la llamada de un piloto que volaba solo en medio del océano Atlántico. cuando el piloto le describió su situación, Ivo le dijo lo que el otro quizá no se atrevía a admitir: que carecía de combustible suficiente como para llegar a cualquier costa, y que debería prepararse para acuatizar. Durante unos minutos, el piloto siguió haciendo preguntas vacilantes, preguntas que eran excusas para no quedarse en el silencio del mar y que Ivo respondía con precisión y solidaridad: no, en esas latitudes no había tiburones; sí, claro, la temperatura de esas aguas, aun en invierno, no representaban peligro alguno. Creo que el piloto mandó entonces algún mensaje, y que Ivo prometió retransmitirlo. pero cuando ya no hubo más que decir, el piloto intentó despedirse. Ivo, sin saber por qué, le preguntó si, en lugar de quedarse en silencio, no quería oír poesía. El piloto dijo sí, y durante casi una hora, hasta que finalmente el piloto se perdió en el silencio final, la voz de Ivo cruzó la inmensidad llevando los versos que había amado durante toda su vida. Ivo nunca me contó si el piloto era portugués: en tal caso, el piloto habrá sentido que toda la cultura de su pueblo acudía en su ayuda; si no era portugués, y aunque el sentido se le escapara, igualmente habrá podido percibir que el ritmo de los versos se plegaban dócilmente al del mar y al de la luna, y que ésa es la conquista de la aventura humana.
Pienso en Pablo, el equilibrista, planeando sobre las mesas del bar y en Ivo diciendo sus poemas. Pienso en el chico que fui y en el que, de algún modo, somos todos en medio de esta tragedia y me parece oír, en todos los casos, el mismo silencio, y es el silencio de una ceremonia, y es un silencio sagrado. El comienzo de un rito, sí, que repetiremos siempre para saber que una vez nos salvó esta verdad: "Dios nos abandonó, y cae la noche. Pero estás vos y estoy yo. Vamos volando".




*de Leopoldo Brizuela.
-Publicado en la edición del diario Clarín del jueves 6 de junio del 2002.-














Urbano Powell*





Año 3623. El Papa Urbano Powell IV acaba de concluir su intervención en el concilio, la aprobación de las uniones virtuales es un hecho. Él es, el tercer clon de Urbano, el primer Papa negro de la historia, y es hoy conocido popularmente como el Papa "Sociólogo" por la Orden Teológica del Saber de la que proviene.

La humanidad marcha, se acerca a la concreción paso a paso de sus antiguas utopías. Pero, ¿qué mundo es este? Todo ha cambiado mucho en el último milenio, de muchas cosas solo queda el uso inadecuado y melancólico de las palabras que alguna vez designaron esa realidad. Pero las palabras durmientes han resistido más que las cosas, más que la gente que las sostenía con cuerpos y prácticas reproducibles. No hubo discusiones apasionadas, el mundo del amor virtual hace rato que se ha impuesto como forma dominante de intercambio entre seres y sexos. Quizá, la pregunta de hacia donde vamos, nunca tuvo tal penuria, tanta falta de destino como en este presente continuo.

El amor solo se concibe como una relación de imaginarios, y hace ciento de años que perdió cualquier relación con la necesidad hormonal y física de intercambio carnal.

Estaba previsto, había sido profetizado a fines del siglo XX. El Papa sociólogo, lleva en sus maletas los documentos originales que fundaron su hermandad del saber. Los escritos fundacionales, que ahora son leídos con cierta decepción, con cierta forma de naturalidad: De La Seducción, de Jean Baudrillard, La Historia de la Sexualidad de Michel Foucault, y muchos otros escritos por apellidos como Castoriadis, Beck, Lipovetsky, Todorov, todos datan del momento en que la humanidad luchaba por entender y alterar un destino por entonces desconocido.

En este mundo, muchas cosas han cambiado, el amor ha quedado emancipado de cualquier decepción y la reproducción de los humanos abandono la sede corporal de los úteros para ser una cuestión de Estado, que se realiza bajo estrictos códigos de manipulación genética.

Ya nadie engendra a sus propios niños con un intercambio directo de fluidos corporales. Desde la imposición masiva de la concepción extrauterina con manipulación genética, los humanos solo pueden donar esperma y óvulos para los bancos de gestación de hijos de la humanidad, luego pueden adoptar de
forma casi inmediata hijos de crianza, aunque los sectores del privilegio en general prefieren clonarse en descendientes casi idénticos, en un proceso al que se denomina mismidad caracterológica, pues no solo se clonan sus formas corporales, sino que también su memoria, sus recuerdos y emociones pueden
transferirse desde archivos virtuales a la edad necesaria.

El mundo de las regulaciones se ha desplazado notoriamente, el control de la natalidad, las características deseables de las futuras generaciones de habitantes e hijos de la humanidad monopolizan el conjunto de debates y casi toda la energía disponible en las instituciones para dedicarla al área del conflicto.

El FMI, ha abandonado las prácticas de control de intercambios digitales y su institución principal es el control del cumplimiento de la cuota de natalidad prevista para cada Estado miembro. Una formula polinómica que permite solo pequeños desequilibrios ha de reunir año tras año, el incremento de la población con el incremento de la producción de los recursos transgénicos necesarios para alimentarla y sostenerla en el mundo.

Solo restan algunos bolsones de resistencia. Grupos de apocalípticos se reproducen libremente en las montañas de Afganistán, en las selvas montañosas del Perú, en grietas y lugares inaccesibles de pequeñas islas volcánicas del Pacifico. Bajo condiciones extremas de marginalidad esa población primitiva disminuye año tras año, cuando alguno de ellos es rescatado por las fuerzas de la civilización es tomado como población de ensayos y finalmente desactivado para la reproducción directa de la especie.

Existen principios importantes que han logrado ser normalizados, y extendidos con un fuerte consenso democrático, como una ideología del sentido común que otorga verdad a todos los intercambios.
"El cuerpo es un lugar de desencanto", dice Urbano Powell IV una y otra vez en sus encíclicas, y la realidad de la gente parece darle para siempre la razón: ya nadie podrá decir que ha engendrado hijos sin deseo, por pura necesidad de contacto sexual, es más cada vez es más extendido que las mujeres y hombres, ya sean clones o hijos de la humanidad desistan de las complicaciones del contacto físico sexual, el conjunto de la vida emocional se produce en Comunidades de sexo virtual, donde se estimulan y surgen donantes para los bancos de reproducción de la especie.

El mundo se emancipo para siempre de las debilidades y tentaciones de las que prevenía San Agustín, se libero de la culpa por ceder al deseo que describió Lacan, logro como lo profetizaba Baudrillard, expulsar su parte maldita.

Las gentes han logrado imponer lentamente desde finales del siglo XXII una ética del Preferiría no hacerlo, y las emociones se buscan en viajes virtuales en la reversibilidad de las partículas de luz, que permiten ver y sentir las otras épocas donde la soberanía del acontecimiento era absoluta.

Los ciclos de revisión del cine son muy populares, antes de tomar la decisión del día, los miembros del consejo directivo de la hermandad, participaron de un debate teológico después de la exhibición de la película La Guerra del Fuego.

El asistente principal de Urbano, Udi Tucker, lloraba de emoción al ver las imágenes donde el macho poseía a su hembra sosteniéndola por detrás, sin duda inspirado en la visión naturalizada que tenían nuestros más primitivos antepasados de la copula de otros mamíferos de cuatro patas. La película de
Anaud, termina por sellar las cosas, el mundo no puede retroceder a sus orígenes, a sus instintos más animales.

Hemos superado para siempre la edad mítica, razonó en voz alta Urbano, en la mesa, todos nuestros mitos se han realizado en la vida virtual y real de La humanidad, Eros y Thanatos no coexisten más adentro de cada uno.
El Arzobispo Horatio Vagus Engels recordaba las mesas cuando todavía se consumía la carne de cadáveres de seres vivos, como aves y carne de mamíferos. Reían todos al imaginar a esos animales que pastan hoy en reservas naturales servidos en platos cocidos después de largos períodos de enfriamiento.

Después de todo, el discurso del Papa ha sido mundialmente aceptado, el mundo ha logrado la reducción paulatina de su obscenidad y la no-convalidación de la unión monogámica virtual seria un retroceso en la
credibilidad.

Quien verdaderamente ama, concluye el Papa Sociólogo, debe estar liberado para siempre de buscar complacerse en lo concreto con otro.





-2004-





*De Eduardo Francisco Coiro. inventivasocial@hotmail.com






*

Queridas amigas, apreciados amigos:


El domingo 13 de julio del 2008 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música del compositor argentino Matías Giuliani. Las poesías que leeremos pertenecen a Lucas Duarte (Colombia) y la música de fondo será de Machu Picchu (Andes).
¡Les deseamos una feliz audición!


ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!!


REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo! Cordial saludo!



YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com

Schießstattstr. 44 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel. + Fax: 0043 662 825067





ESPACIO PARA SOCIOS:


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Respuesta a preguntas frecuentes

Que es Inventiva Social ?
Una publicación virtual editada con cooperación de escritores y lectores.

Cuales son sus contenidos ?
Inventiva Social relaciona en ediciones cotidianas contenidos literarios y noticias que se publican en los medios de comunicación.

Cuales son los ejes de la propuesta?
Proponer el intercambio sensible desde la literatura.
Sostener la difusión de ideas para pensar sin manipulación.

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