domingo, agosto 23, 2009

COMO LA NIEVE PENDIENTE DE UNA MIRADA...





Escrito en blanco*



Nieva esta nieve
como a veces se hablan
hombres y mujeres.
Continua
mente
instantánea
nieva por primera vez siempre
como se miran los que se aman.


Nieva como la única cosa
real que sucede.


Y corren los niños para tocarla
y tras ellos las palabras
frágiles como la nieve
pendiente
de una mirada.



*de Eduardo Mitre
-De "Líneas de Otoño"

-Enviado para compartir por Verónica Capellino. veroaleph@hotmail.com






COMO LA NIEVE PENDIENTE DE UNA MIRADA...





“Ni nadie” *

(zamba malambeada disonante)



Nada es tan grave ni tan atroz
como el zarpazo del amor descontrolado,
como el naufragio de los sueños pasados,
como la prisa de un tiempo veloz.


Nada es tan propio ni tan real
como el reclamo interno de la vida,
como la urgencia por las cosas perdidas,
como el espacio entre el bien y el mal.


Nada ni nadie puede decir que pasa
por mi cabeza, cuando en pleno derrumbe,
veo la lumbre cruel de la fogata
y como Bonzo me muero por arder.


Nada ni nadie puede decirme ¡Basta!...
si son mis páginas que alimentan el fuego,
si son mis días y noches los que quemo
solo por ver si logro renacer.


Nada es tan cierto como la incertidumbre,
como el agudo filo del insomnio;
como la ausencia de un rostro en el espejo
como el silencio que reemplaza tu voz.


Nada es tan triste como no darse cuenta
que no hay eternidad si nos mentimos,
ni habrá un final feliz si no vivimos,
ni caminos, si no hay ganas de andar.


*de Victor G. Turquet victurquet@yahoo.com.ar






Socialismo y sensibilidad*



*Por Julio Pino Miyar isla_59_1999@yahoo.com
http://juliopinomiyar.blogspot.com
22/8/009




Uno


Absorto, hace en realidad muchos años, en la lectura del Diario íntimo de Enrique Federico Amiel (1821 - 1881), afamado ciudadano de Ginebra, vine a tropezar con la siguiente propuesta intelectual: "Llegar a comprender nuestra época desde la perspectiva de la historia universal; la historia universal desde la perspectiva de los períodos geológicos y los períodos geológicos desde el punto de vista de la astronomía (.)" Esta progresiva generalización de la mirada, ese afán, leído entre líneas, de universalizar cada vez más los criterios y ampliar por ende, el horizonte de las interpretaciones, se convertía para mí en una justificación del camino seguido por el intelectual y el artista modernos, en vías de la conceptuación que debería regir cualquier estudio desde una altura que nos permitiera comprender en la sociedad, en la cultura y en la historia sus aspectos esenciales, mucho más allá de lo puramente circunstancial y pasajero. Y esa decimonónica petición, tomada en el contexto de una vida y una obra, devenía en un postulado perteneciente al viejo espíritu de la filosofía la cual, como todos sabemos, ha colindando siempre con la ensoñación.
La vida de Amiel es la historia de una ensoñación; su biografía nos muestra la experiencia de un hombre de excepcional sensibilidad y talento, condenado por su tiempo a la incomprensión y la soledad. Profesor por treinta años de filosofía y estética de la Universidad de Ginebra, la publicación de su Diario íntimo le permitió un póstumo reconocimiento, al punto que por mucho tiempo se dijo que Suiza era la patria de Rousseau, de Madame Staël, y de Amiel.
Observar con detenimiento la cronología inscrita en las páginas de ese Diario supone un viaje al corazón del siglo XIX. Desde el balcón de Ginebra, Amiel fue privilegiado espectador del nuevo mundo que ante su mirada se iba edificando. En una época en la que el planeta comenzaba a enjutarse por la aparición de revolucionarios medios de comunicación, como el ferrocarril y el telégrafo mientras se globalizaba el comercio, Enrique Federico Amiel fue uno de los primeros ciudadanos políticos del mundo. Ya que estuvo entre aquellos que ejercieron una inteligente reflexión sobre nuestro destino histórico, aunque más que atender a la eficacia y funcionalidad del nuevo orden creado, se preocuparon por la racionalidad de su sentido y la coherencia ética de su significado.
Ubicado en el contexto sociocultural y religioso de una sociedad calvinista, el escritor ginebrino vio desangrar su existencia entre los imperativos morales, -a los que se creyó siempre obligado y con los que decidió atar su destino individual-, y su pasión en pugna con los lazos religiosos y los deberes, que él entendía, tenía con su patria. Lo curioso es que Amiel no fue nunca un dogmático ni tampoco un nacionalista; era un libre pensador que amaba de Suiza su neutralidad histórica; esa singular mezcla heterodoxa de nacionalidades y lenguas que pluralmente la componían y su natural independencia ancestral. No obstante, en su aire universal y en sus graves paisajes, nuestro escritor supo encontrar, paradójicamente, los significados eterios y a la vez subyugantes de los conceptos de patria y religión.
Llama demasiado la atención que fuese un diario el único modo que él tuviera para darse a conocer ante la posteridad. Cada anotación que hiciera en sus páginas descubre a alguien que se reserva -por medio de la vigilia intelectual y la limpieza de espíritu- para un futuro providencial el cual, irónicamente, nunca llegó. El escritor repite, en decenas de formas, el lamento por su vida obliterada, por "esa anemia de la voluntad" que le acompaña y le malquista consigo mismo. Su Diario describe así la agonía del hombre superior doblado por el peso de las circunstancias.
En una hermosa monografía dedicada a su memoria, el polémico autor colombiano, José María Vargas Vila, escribió, que el ginebrino se había empeñado en tener "el fantasma de Dios por compañero". Vivir en Dios, habitar su Obra y "comprometerse enteramente sólo con Él", fue la consigna de ese singular espíritu meditativo. Sin embargo, Amiel no ignoraba que la teología cristiana significaba -a esas alturas del siglo XIX- una reducción del campo gnoseológico, ya que estaba fundada por abstractos principios
metafísicos, y que, en cambio, la experiencia práctica y sensible, el pensamiento y el análisis dedicados a la observación rigurosa de los fenómenos naturales, abría un nuevo e inestimable campo para el hombre y su actividad, específicamente humano. "Es indispensable, nos dice a tono con su época y con un acento que evoca a Ludwig Feuerbach, volver a lo concreto, a lo individual, a lo determinado; a observar, a experimentar (.)". De todas maneras, y a pesar de lo antes dicho, insiste: "Dios es la morada del hombre
desenvuelto en el devenir de la idea." Y reconoce: "Vivo atormentado por el ideal (.) vivo en medio de una luz crepuscular y helada, como las sombras de Homero..."
Pero Amiel no era ajeno, en modo alguno, a la crítica al cristianismo realizada por un neo hegeliano como Federico Strauss, el cual ubicaba la figura de Cristo en el contexto de una problemática histórica que implicaba a la humanidad en su conjunto en la lógica -absolutamente terrenal- de su devenir en pos de un gran ideal. Cristo no era otro, por tanto, que el hombre verdadero; la realización, en un individuo, de la humanidad viviente y universal. La raíz hegeliana de esta interpretación del cristianismo (el hombre sometido al puro devenir de la idea) aparecía aquí revisada por una fundamentación sociohistórica de la Religión, la cual finalmente se apartaba del idealismo hegeliano para comprender al hombre en su inmediata concreción, desde el ámbito, empírico y perceptible, de su experiencia y natural concepción.
Existió lo que Amiel llamó una "teología humanista" que tuvo en Feuerbach su máximo exponente. Según Hegel, el saber que tiene Dios sobre el hombre es parte del saber que tiene Dios sobre sí mismo. Pero Feuerbach invertía con audacia la fórmula: "el saber que dice tener el hombre sobre Dios es parte del saber que tiene el hombre sobre sí mismo". Porque de lo que se trataba era de restituir en el hombre, "aquellos atributos que le fueron otorgados erróneamente a Dios", y, desde esa premisa, elaborar -esa fue en realidad su gran tarea- una "antropología filosófica" que instituyera con plenitud el significado y el valor del ser humano.
Hegel, por su parte, había restablecido, por medio del pensamiento abstracto y la razón especulativa, las llamadas nociones suprasensibles. de ahí las reservas de Amiel con respecto a Feuerbach -su reproche por haber pretendido ponerle fin a la teología cristiana-, parecen tener en el fondo una
fundamentación hegeliana: existen, según él, valores abstractos y universales que no pueden ser reducidos a la simple facticidad de la historia y la experiencia humana. Por tanto, si se busca preservar la idea de Dios, las tesis de Feuerbach deberían ser corregidas, ampliadas -contradictoriamente- por la misma teología. Sin embargo, Amiel veía en la figura de Cristo lo mismo que Strauss, el "embrión" desde el cual evolucionaba una humanidad liberada, el camino ascendente de su consciente dignidad y redención:
"Todo hombre es sacerdote", dijo Lutero; "todo hombre es rey", dice la Carta Magna norteamericana; "Sois de la raza de los dioses", dejó dicho San Pablo". Escribe en su Diario.
Amiel se murió esperando una segunda reforma religiosa que debía ocurrir en el seno de las sociedades protestantes y que jamás llegó. Creía que esa "segunda reforma" estaría destinada a revitalizar los lazos que atan al creyente individual con la comunidad de fieles, y que había algo en el viejo espíritu del catolicismo, afín a la idea de la salvación colectiva y los valores de la compasión, que no debió ser despreciado por el desarrollo ulterior del luteranismo. Singularmente -y esto es un hecho que aún no he
mencionado-, Enrique Federico Amiel era un hombre de ideas socialistas; apasionado lector de Proudhon y de los hegelianos de izquierda, su amargo desencuentro con su época, -la cual coincidía con la segunda revolución industrial llevada a cabo por el capitalismo internacional-, poseía un fundamento político en el que estaba involucrado un trasfondo de postulados religiosos.
Lo llamativo es que en Feuerbach como en Amiel había una declarada crítica a la razón, a ese viejo templo de la razón que Hegel heredara de los clásicos griegos. En esto, ambos se encontraban más cerca de Lutero, porque primaba en ellos la sensibilidad y el sentimiento situado por encima de los
vericuetos de la lógica o la dialéctica. De esta manera, el plano esencial en que se mueve Feuerbach, por el que transita junto a Amiel en su visión conflictiva de la Modernidad burguesa, no es el de la gran urbe, ni tampoco el de las grandes industrias; es, por el contrario, el del continente sereno de la naturaleza. Esta última es la que compone el vasto cosmorama de ambas individualidades, la mirada, que el propio Amiel dejara reposar -para nosotros-, sobre el paisaje:
"Mientras caminaba a la hora del crepúsculo, bajo una bella y dulce atmósfera de primavera, he sentido las melancolías de la soledad, de la inactividad del alma, una dulce y triste pesadumbre. Volví por el camino que lleva a la casa (.), y recordé, y volví a ver mil imágenes de mi infancia, en cada rincón, en cada árbol, en cada piedra, en el patio de la casa, en las altas acacias que se alzan (.)"
La naturaleza actúa así sobre la rara sensibilidad de estos hombres selectos y es el lugar privilegiado de retiro y del olvido momentáneo de las pasiones y miserias del mundo. Los fundamentos gnoseológicos de Feuerbach, -que encuentran familiar complicidad con el pensamiento abstraído y la existencia
ascética de Amiel-, consideran la intuición como la forma primordial de intelección: no sólo el hombre percibe sobre la base de la realidad sensorial, sino también mediante su sensibilidad interior; es decir, de la manera en que el pensamiento establece su relación en especial con las ideas; ese viejo principio platónico que explica que cada cosa apercibida posee su forma, su idea, -su eidos- como materia de intelección. Y Amiel ampliaba esta concepción al decir que, lo bello era "el resplandor de lo
verdadero". De lo que se desprende, que hay una belleza sentida que nos implica intuitivamente con su idea, con su forma y en ella se percibe la verdad inefable de su existencia. No tendríamos que ir muy lejos para llegar desde aquí a una intelección de Dios fundada por la sensibilidad de nuestra
naturaleza, y expresada por medio de la captación formal de su idea.
Parece entonces no haber sido casual que el ateísmo marxista del siglo XIX no haya tenido en la naturaleza un inapreciable aliado en su crítica del capitalismo: Marx, sin dejar de refutar a la sociedad de mercado, elogió sin aprensión el nacimiento y desarrollo de la edad industrial como la piedra angular de una futura sociedad obrera, y no previó lo que el capitalismo tenía de nefasto para la naturaleza. La alteración galopante del ecosistema, que comenzara en el siglo XIX y que ha devenido en unos de los principales problemas que arrastra consigo la actual sociedad tecnológica, obliga a una relación muy especial con el medio natural, el cual podría devenir en fuente extraordinaria de desalienación humana. Mas para ello es necesario el instante puro de la contemplación, tal como lo entendiera Feuerbach y que fuera porción significativa de las visiones integradoras de Amiel ("Cegador y tierno paisaje de otoño, con un lago cristalino, lejanías nítidas, aires dulces, montes nevados, follajes amarillentos, cielo límpido; la calma era penetrante, con esa fantasmagoría propia de los últimos días buenos"). Ese mismo instante que la sociología marxista desdeñara por tanto tiempo, y que la pedagogía socialista en el poder considerara incluso inicuo: el momento noble de la naturaleza; el momento del recuentro fundamental del
individuo -de su conciencia innegociablemente autónoma-con su soledad.



Dos
"Hay aquí caminos profundos, cubiertos de zarza y de viejos árboles torcidos con raíces fantásticas que se parecen totalmente a ese camino de un aguafuerte de Durero: "El caballero y la muerte". Le escribe el 26 de diciembre de 1878, Vincent Van Gogh a su hermano Theo. El tema de la finitud de la vida, de la visión sobrenatural, encontrada en la profunda introspección del paisaje, deviene en fundamento del nuevo espíritu de una Modernidad que oscila entre el ideal del progreso, protagonizado por la
industria, y aquellos nobles valores que el proyecto acelerado de la civilización occidental parecía dejar atrás.
Resulta original que a Van Gogh le gustara mucho más la región del Mediodía francés que el norte, la Bretaña, como a su amigo, Paul Gauguin. Nuestro pintor se lamenta en su retiro del frío del invierno, en el verano de las moscas... parece realmente un personaje simpático, algo tragicómico y aparenta estar dotado en el fondo de un excelente sentido del humor, o de una gran resignación que para el caso es igual. El gran pintor holandés consideraba su tiempo como la llegada de un nuevo renacimiento que tenía
como primado el color; lo afirma mientras pinta girasoles, o estudia pintura japonesa: ("El corazón del arte moderno, lo que ni los griegos ni el Renacimiento han hecho. Lo moderno es el pincel al servicio del espíritu").
Cita a Eugenio Delacroix como el gran teórico del color y encuentra en Millet, en la escuela de Barbizón, su principal fuente de inspiración. Van Gogh se nos aparece así como una mezcla de inspiración cristiana, en su sentido más esencial -los pobres de este mundo-, y deseo de apropiarse
artísticamente de la realidad. Ambas cosas se le presentan bajo el influjo de una ensoñación: ve en los humildes una razón de ser, (él, un contemporáneo de Marx y de la revolución en Francia de 1848; la erección allí de la efímera República social), como ve en la realidad un pretexto para la imaginación. Su interpretación de Jean Millet (el gran pintor de temas campesinos) es para fundamentar su propia cosmovisión: la realidad se deforma, la figura se vuelve borrosa, los colores se esparcen sobre el
lienzo indistintamente y en ello pone el frenesí de su alma y toda su energía. Lo sorprendente es que él no cede, está firmemente convencido que su visión del mundo triunfará, no le importan la pobreza ni el desengaño.
Subestima a Manet, no se siente parte de los impresionistas, tal vez porque considera que hay algo excesivamente formal en el modo en que aquellos trataban la realidad. No se cree un apóstol, sin embargo su obra tuvo el rigor de un apostolado. Jamás fue un teórico ni un formalista; creyó en los
campesinos y compartió su vida con ellos, con los tejedores, con los mineros, pero no lo hizo para asumir una postura ideológica. Sus razones fueron esencialmente humanas.
En el siglo XIX se dibujó un socialismo humanista hoy en día no tenido en cuenta en todo lo que se merece, y Van Gogh fue parte autónoma de esa gran corriente. Eran tiempos en que se creía, con Oscar Wilde, que el socialismo estaba destinado a exaltar la personalidad humana, y podría llegar a entenderse como un modo de organizar la sociedad sobre premisas éticas que resaltaran los valores del individuo, frente al burdo y grosero capitalismo, intrínsecamente estandarizador del comportamiento.
Si se leen las cartas de Van Gogh, comparándolas con las páginas de Federico Amiel, en ambos casos se comprobará la misma inclinación hacia un individualismo generoso, condicionado por un trasfondo de ideas religiosas. El socialismo premarxista, principalmente entendido por su acento en el individuo, en sus valores y en el significado más original de la existencia, -un socialismo que parecía destinado a resolver no sólo los problemas de la necesidad económica, sino los de la libertad política-, no tenía nada dogmático ni de sectario, era un regreso a lo concreto, a lo sensible, a la necesidad humana de experimentar e ideado como respuesta, o rechazo, al pensamiento abstracto, teológico. Es decir, un socialismo concebido desde un humanismo que consideraba que la realidad no debía estar mediatizada por ninguna doctrina de pensamiento. Ese socialismo floreció un día, pero las grandes corrientes políticas, los grandes enfrentamientos civiles de la época, (la respuesta brutal de la burguesía y la posterior creación del súper Estado soviético), se lo tragaron sin casi dejar huella.
Podría decirse que hay un marco eminentemente existencial, una precondición absolutamente humana, sobre la cual se ubicó el socialismo moderno antes -o paralelamente- de que Marx iniciara sus intensos estudios sobre economía, o comenzara a elaborar una ciencia general de la historia: el "materialismo
(dialéctico) histórico". Feuerbach opuso así al devenir del espíritu absoluto (Hegel), sensibilidad y experiencia, y no sólo demostró el fundamento antropológico del pensamiento, sino lo ubicó en un contexto natural desde el cual emergía la esencia dialógica del ser humano, imbricada con la familia y la sociedad y desde donde se originaba un cambio sustancial en su concepción. La raíz de este cambio era psicológica, pues demarcaba en el individuo una reorientación de su atención mental hacia los problemas
inmediatos de la existencia, aunque a su vez hacía radicar el mundo de las ideas -los valores universales asumidos- en la objetiva concreción de su propia naturaleza. De esta manera, Feuerbach fue mucho más consecuente que Hegel al definir -éste último- al hombre como un "universal concreto". La gran tarea de la filosofía era, por tanto, reconstituir el tejido social y psicológico dañado por la práctica devastadora del interés burgués. No obstante, a Feuerbach le preocupada el hombre concreto, individual, mientras
que el socialismo marxista apostaría, en cambio, por el abstracto hombre genérico, disuelto en el devenir de la historia, o en la organización social de los diferentes sistemas económicos.
Habría quizás que partir del criterio de que la economía en sí misma no existe, que lo que existe es la socioeconomía, para explicar que lo que importa es el hombre y que es el hombre individual y concreto, como hecho experimentalmente comprobable, quien está siendo explotado y quien espera no sólo una máxima retribución de la riqueza que le es usurpada, sino una devolución de las cuotas de humanidad perdidas en su desempeño cósico de la producción de capital. Habría además que remitirnos a las definiciones marxistas para decir, que la crítica de Marx al capitalismo es mucho más vasta que una crítica a un sistema económico, ya que una Crítica a la economía política del capitalismo incorpora, en su conjunto, a todo el ámbito social, jerárquico, político, institucional e ideológico elaborado y sustentado por la burguesía. Habría incluso que añadir que todo ese enorme ámbito social - capitalista, tiene su fundamento en el hombre y sobre él es que debe operar la Crítica. La esencia del sistema se cumple cada día en el individuo concreto, y es ahí donde la economía política burguesa expresa el corazón de su negatividad. Por eso, el movimiento hacia la liberación debe partir también de ahí, del corazón de la positividad marxista, -su irrenunciable momento humano, entrevisto en los Manuscritos económico
filosóficos de 1844- y deberá desatar para sí, todo el contenido político de esa Crítica: la reconstrucción de una sociedad política liberada.
La crítica a la Religión fue la herencia filosófica que recogiera Marx de Feuerbach, la cual le devolvía, a esta última, su racionalidad. La crítica a la Filosofía fue parte del presente político de Marx, donde éste demostró la subordinación de aquella a las instituciones e intereses sociales establecidos. Y la crítica a la Política fue, a su vez, la demostración de la subordinación, en última instancia, de los intereses de los hombres a los imperativos de la economía. Sin embargo, hubo además una crítica marxista a la Economía capitalista... ¿Dónde se sustenta esta última crítica? En el núcleo sangrante de la Religión, en el Mito original del hombre: La fratria esencial, la arcadia bucólica; el Paraíso comunal. Por eso es que Marx llama a realizar con su lucha el programa -hasta este momento postergado- de la
filosofía: la inmensa tarea de la redención. A partir de ahí se reconstruye el Mito; o sea, se racionaliza, y, con él, vuelve aparecer, en el cielo especular de los hombres, la Filosofía. Bajo su abrigo se reabren las instituciones humanas, (la antigua Polis que había sido cancelada por el estrecho interés burgués) y bajo sus cimientos descansa la economía política del socialismo. Como se puede apreciar, es la ley del eterno retorno.
Pensando en seres como Amiel y Van Gogh, se puede aceptar que el socialismo es, entre otras cosas, cuestión de pura sensibilidad; obra también de esa percepción interior que no lleva a intuir la existencia de su práctica universal. Los hombres no deberíamos prohibirnos el paraíso, eso sería un pecado de lesa humanidad. En una de las cartas a Theo, Van Gogh decía - nos decía- textualmente: "Yo quiero trabajar hasta el punto en que se diga de mi obra: este hombre siente profundamente, este hombre siente delicadamente."







Teoría involutiva*



El hombre fue creado por Dios.
El mono desciende del hombre.
El mono ascendió a los árboles.
El hombre descendió a sus infiernos.




*de Urbano Powell. urbanopowell@yahoo.com.ar








Legado comunista*



*Sylvina Walger
23.08.2009


En la Rusia de Stalin la más sangrienta de las purgas se desencadenó en 1937. Época conocida como el Gran Terror, para el pueblo ruso es simplemente el "37" con sus 700 mil ejecutados y dos millones de encarcelados, La base ideológica, y propagandística, del Gran Terror se resumía en un concepto:
Entorno hostil, búsqueda histérica de enemigos en el extranjero y de una quinta columna en el país. Moldes que se derramaron sobre toda la Europa comunista.

A poco de caer el comunismo, una encuesta de Gallup internacional mostró que los pueblos de Europa del Este y del centro eran los más escépticos frente a la democracia. No es que fueran antidemocráticos pero no creían en la separación de poderes y eran -y posiblemente lo sean aún- pasto para los
populismos de toda especie. El legado de la cultura política que dejó el comunismo, es que al opositor no se lo considera alguien con quien se discute o negocia, sino un enemigo al que hay que destruir. Los argentinos asistimos diariamente a la no resolución de este dilema. Aunque uno de los países a los que parece costarle más romper con este esquema es Rumania.

Entre 1945 y 1989 el país fue gobernado dictatorialmente por una pareja diabólica, Nicolae Ceausescu y su señora, Elena Petrescu. Durante todos esos años el país fue un gran campo de concentración. Además de los campos de trabajo había 61 locales de interrogatorios, 44 cárceles, 63 centros de
deportación. Una dictadura sangrienta por la que nadie aún ha sido condenado. Es lo único que explica que el año pasado el Senado aprobara una ley, promovida por un partido ultranacionalista, que obliga a dar noticias felices.

Ceausescu nació en 1918 en el seno de una familia de diez hermanos, en la aldea de Scornitesti, Rumania. Era gente muy pobre y Nicolae, un adolescente semianalfabeto de 15 años, comenzó como ayudante de zapatero. Por la noche asistía a los cursos de marxismo que organizaba el muy revolucionario hijo de su patrón. Fue en las manifestaciones comunistas de Bucarest de 1939 donde conoció a Elena Petrescu, su alma gemela. Nacida también en una familia humilde que tenía una fonda. Elena fue obrera textil y ayudante de laboratorio, curriculum que el régimen adornó con el título de "científica de formato universal", con títulos y honores de "ingeniera, doctora y académica". La verdad era otra, Elena Petrescu no logró aprobar la primaria.

Su extraña personalidad llamó la atención de propios y ajenos: obsesión por el poder político, prefabricado perfil académico y amor por la frivolidad.
Así y todo logró ser reconocida en el Partido Comunista rumano como la esposa "inteligente" de uno de los principales líderes del nuevo régimen. En 1965 su esposo fue electo jefe de Estado de Rumania y se convirtió en el "conducator" (conductor). Ella cumplió su sueño de ser Primera Dama de la
Nación para pasar luego a Viceprimera Ministra.

Autora de un tratado sobre la química de los polímeros, éste fue promovido internacionalmente por el Gobierno. Muchos miembros de la Academia de Ciencias de Rumania tenían la obligación de recoger datos de las revistas internacionales especializadas y pasárselos en informes convenientemente
preparados para que ella pudiese entenderlos.

A partir de ese momento y hasta 1989 (año en que el matrimonio fue obligado a abandonar este valle de lágrimas), la científica del Instituto Químico de Bucarest se alzó como uno de los principales verdugos del régimen. Como esposa del líder y Viceprimera Ministra, poseía el control del aparato represivo del gobierno y se encargaba de exterminar a los políticos de la oposición y a miles de civiles en las principales ciudades del país. De sus fusilamientos no se puede decir que fueran solamente mediáticos.

Era conocida la expresión con que se dirigía a sus acólitos ".estas gentes son ratas y a las ratas hay que exterminarlas.". Entre otras naderías se le atribuye el hecho de ordenar inyectar a varios niños huérfanos el virus de Sida, para probar en ellos una cura contra la enfermedad. En las memorias de
Ion Pacepa, jefe de la Securitate (los servicios de Rumania), que un día se hartó y se refugió en Estados Unidos, éste la describe como alguien de la que había que cuidarse y mucho. Vengativa y vulgar, exigente y vanidosa.
Encargada de vigilar a la nomenclatura se deleitaba escuchando las grabaciones que transcurrían en las alcobas de sus funcionarios. Una de las misiones de Pacepa era acumular joyas, -pagadas por el Estado, claro- y hacerle obtener los diplomas "honoris causa" de las universidades extranjeras más prestigiosas. Sus súbditos no olvidaron sus gustos aristocráticos. Su exclusiva colección de abrigos de piel y sus lujosos palacios de mármol de Carrara. Dos de sus pasiones que la llevaron a la muerte, en un país donde su nombre era frecuentemente comparado con el legendario Conde Drácula de Transilvania. Para muchos, Elena se había alimentado con la sangre del pueblo de Rumania.

Si como gobernanta fue una película de terror, como hija tuvo algún gesto que otro. Así fue como alojó a su anciana madre, Alexandra Petrescu, en el palacete de Primavera en Bucarest, con mayordomos y doncellas a su servicio.
Según sus cuentos, la anciana no era difícil de complacer. Pasaba los días sentada en su mecedora favorita entregada a sus dos pasiones: los cigarrillos búlgaros (que encendía con la colilla del que estaba a punto de terminar) y el vodka ruso, único licor que descansaba -en cantidades industriales- en las bodegas de la residencia.

En el apuro de la huida la hija olvidó a su madre. La anciana fue encontrada por los revolucionarios 48 horas después del derrocamiento de su yerno, escondida debajo de su cama, deshidratada y con síndrome de abstinencia. En su habitación el olor a putrefacción y la suciedad eran irresistibles y la anciana no sabía precisar su edad. Mientras agonizaba en un hospital de Bucarest, la viejita se atrevía a aventurar que andaba entre los 97 y los 103 años.

"En política interior era un dictador tiránico, pero en política exterior era un genio", escribió Pacepa. Había logrado ganarse la simpatía de Occidente al haberse salido del Pacto de Varsovia, condenado la invasión soviética a Checoslovaquia en 1968.

Un instrumento útil para evaluar las incoherencias, desastres y locuras del régimen son la arquitectura y el urbanismo. Luego de visitar China en 1971, el conducator volvió con la idea fija de la arquitectura. Empiezan los trabajos faraónicos en la antigua Bucarest. Uno de los megamonumentos que mandó construir es La Casa Poporului, Casa del Pueblo. El segundo edificio más alto del mundo después del Pentágono. Para eso arrasó barrios históricos y desplazó a miles de personas. Los rumanos han acuñado una palabra que define el destrozo: "ceaushima" (mezcla de Ceausescu con Hiroshima). Toda la economía del país, la vida cotidiana se sometieron a este delirio arquitectónico y urbano. Una explicación a la falta de hospitales, escuelas o autovías. Diez años antes de su derrocamiento Nicolae orillaba la
demencia. En 1978 quería un aparato que le permitiera saber que hacían 10 millones de rumanos. También exigió que cada rumano entregara una muestra de su escritura a fin de identificar a los audaces que escribían a Radio Free Europa en Munich, para denunciar su dictadura.

El 25 de diciembre de 1989, Elena y su esposo fueron condenados a muerte por un tribunal creado ex profeso. En juicio sumario fueron acusados, entre otros cargos, de genocidio (más de 60 mil víctimas) y daño a la economía nacional. Ejecutados en un cuartel militar en Târgoviste, el suceso fue transmitido por las cadenas de televisión rumanas. Como dato curioso, para cada bala que recibió Nicolae, ella recibió 10. Intervinieron 80 soldados y sus cuerpos recibieron 120 impactos de bala, según declararon al diario francés Le Figaró, miembros del Comité Ejecutivo del Frente de Salvación Nacional.

El fin de la familia más poderosa dejó la tradicional señal de los regímenes dictatoriales: Rumania se había convertido en uno de los países más pobres de la región. Durante los años 80 la impopularidad de Elena Ceausescu era gigantesca. Especialmente por su apoyo a las masacres de la minoría étnica
(los roms o gitanos) y por el respaldo absoluto a la brutal explotación de la fertilidad de la mujer rumana. Ella fue una de las arquitectas del "proyecto 8 hijos por cada madre de familia", Una política que llevó a millones de rumanos a la mendicidad y a 500 mil las muertes por abortos clandestinos.

Clasificada junto con Bulgaria, como los dos países más corruptos de la Unión Europea, Rumania no logra revisar su pasado y convive hasta hoy con sus torturadores.



*Fuente: http://www.criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=29573







voz*


la voz
porta
es un hallazgo
emitir la moneda de la voz
escrita
la voz con palabras

hago la voz
y hago la calle de la voz




voz*


a voz
leva
é um achado
emitir a moeda da voz
escrita
la voz con palavras

faço a voz
e faço a rua da voz




*de Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar
-Traducción: Teresinka Pereira






*

Inventren... Próxima estación: SATURNO.
-Colaboraciones a inventivasocial@yahoo.com.ar
http://inventren.blogspot.com/




*


Queridas amigas, apreciados amigos:



Este domingo 23 de agosto de 2009 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música del compositor argentino Matías Giuliani. Las poesías que leeremos pertenecen a Lucas Duarte (Colombia) y la música de fondo será de Machu Picchu (Andes). ¡Les deseamos una feliz audición!


ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!! (Recomendamos usar http://24timezones.com/ para conocer las diferencias horarias).



REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!

Freundliche Grüße / Cordial saludo!


YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.org

Schießstatt-Str. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel: ++43 662 825067




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Inventiva Social no puede asegurar la originalidad ni autoria de obras recibidas.

Respuesta a preguntas frecuentes

Que es Inventiva Social ?
Una publicación virtual editada con cooperación de escritores y lectores.

Cuales son sus contenidos ?
Inventiva Social relaciona en ediciones cotidianas contenidos literarios y noticias que se publican en los medios de comunicación.

Cuales son los ejes de la propuesta?
Proponer el intercambio sensible desde la literatura.
Sostener la difusión de ideas para pensar sin manipulación.

Es gratuito publicar ?
En inventiva social no se cobra ni se paga por escribir. La publicación de cada escrito es un intercambio de libertades entre el escritor y el editor, cada escritor envia los trabajos que desea compartir sin limitaciones de estilo ni formato.

Cómo se sostiene la actividad de Inventiva Social ?
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