martes, agosto 09, 2011

EDICIÓN AGOSTO 2011.



*Dibujo: Ray Respall Rojas.
-La Habana. Cuba.




Carta*


Querido Stefen,

Me encanta tu pelo, con esos dos remolinos que lo agitan en la parte de delante, esos que te dan la apariencia intelectual. Y me gustan tus ojos, aunque quizás debería decir que es tu mirada la que me sorprende. Ese brillo en ellos, como indicando la intención de hacer diabluras… También me gusta tu boca, por que es perfecta, con los labios tan bien dibujados que dejan asomar una sonrisa cautivadora, especial y tan tuya.

Sin embargo lo que más me admira en ti es tu forma de pensar. Ese talante tan lleno de simpatía y a la vez afable y sincero. No es lo mío ensalzar las virtudes de nadie tan abiertamente, pero en tu caso no he podido contener el impulso de hacerlo. Debo reconocer que eres increíble.

Un abrazo.

S. Plumkier.


PD: Recuérdame que pregunte al psiquiatra si eso de escribirme cartas a mi mismo forma parte de mi patología ególatra.



*Joan Mateu. joan@cimat.es







AGUA DEL ARROYO*


Poesía Haiku


Las manos huyen
y hieren al arroyo
que arma viajes.


Los colores son
barcos iluminados,
obras de niños.


El árbol moja
sus hojas esperanza
y las revive,


Así mis manos
labran sus imágenes
y mecen sueños.


Canto rodado
brilla como el alba
en día sin nubes.


Acariciado
en cuna de arroyo
sueña con el mar.


El árbol tiñe
sus bordes alisados
con verde hoja.


En mansedumbre
resigna sus búsquedas,
el agua se va.



*De Emilse Zorzut. zurmy@yahoo.com.ar






ESTACIÓN PAVÓN, algún día más allá de 2020...*


Mientras subía el asensor, maletín en mano, recordaba anécdotas y sueños que me contaba mi Padre.

En esos escasos segundos desde la planta baja a la plataforma de la estación Pavón del viaducto elevado entre Sarandí, Gerli y Riachuelo, una secuencia de vivencias pasadas por otros, por él y por los sueños de él y muchos más volaban por mi mente.

Ese tren que me llevará hasta Mariano Acosta Sur, a la vera de la Ruta 200, viene de La Plata y sigue viaje por Pompeya hacia Tapiales y las vías del queridísimo Midland. Mercedes es su objetivo, pasando por detrás de la represa y ganando las vías del Sarmiento por detrás de G Rodríguez (Donde comparte el gigantesco taller de mantenimiento de los eléctricos del Sarmiento).

Mariano Acosta Sur es un nudo regional de trenes y colectivos. Es casi un Mundo en sí mismo. Todos los pobladores del antiguo Midland, el Merlo - Lobos y hasta del Compañía a Navarro y Nueve de Julio, deambulan por su hall arribando y partiendo de y a sus pagos. La gran ciudad los llama, igual que a sus abuelos, cuando venían con las vaporeras, los Drewry y los Ganz.

Si un día me pongo a armar un encuentro de Memoria allí, en los espacios de arte del Edificio de M Acosta Sur, seguro que todos los que por allí pasan tendrán algo que nombrar de sus padres o abuelos. Ellos nacieron en aquellos pueblos y pudieron quedarse por el nuevo trabajo que trajo el transporte recuperado.

Muchos, hijos de inmigrantes, quizá llamados por la tierra de sus abuelos o padres, se fueron para allí. Almeyra, San Sebastián, La Rica, Patricios, Comodoro Py, Lozano, tantas y tantas donde hubo que recuperar casas y construir nuevas, pero así, sin generar hacinamiento como en la Gran Ciudad.

Todo eso pasa por mi mente cuando voy de Gerli a la casa de mis amigos de Mariano Acosta. Me traslado por unos instantes a Miramar cuando veo pasar el Expreso Santa Fe - Rosario - Retiro - La Plata - Mar del Plata - Miramar, ese que como tantos otros trenes pasa por debajo de la Ciudad uniendo Estación Buenos Aires con Retiro Norte en la Facultad de Derecho.

Todo cambió. Todo parece como que jamás ocurrieron esos 60 años de destrucción de pueblos, ciudades y trenes. La música de los rieles que se eleva desde el recorrido del Tranvía Midland - Provincial allí, por las calles de Caraza y de Monteverde, contrasta con los años que viví de chico escuchando a mi familia quejarse del transporte y de la destrucción de "los Belgranos".

Hoy puedo escribir poesía sobre trenes que existen, igual que mis bisabuelos que tenían trenes.

Qué lástima que casi tres generaciones solo pudieron volcar poesía de lágrimas y reclamos por sus tierras abandonadas y por los sufrimientos en los viajes al trabajo.

Hoy se puede escribir poesía con Puente Alsina y con La Salada; con Avellaneda P y La Plata P. Hoy esquina negra ve pasar los cargueros y los expresos que entran y salen de La Plata al Oeste y al Sur.

Hoy podemos seguir soñando, más no sufriendo el retroceso.



*Por Jorge de Mendonça. jorgedemendonca@gmail.com
- Agosto 9 de 2011 - Ingeniero White - Buenos Aires






SIETE NOTAS DE INVIERNO*

Poemas



Hasta tu cama
entran,

tensos, de esquina,
por tu piel,

y por allí
te andan,

quiebran
tus cerrojos;

los hechos,
las manos, las voces.



*


Como a cada beso lo borra
el viento que sopla y sopla,

ella pocea y pocea la arena,
pareciera, con más fuerza;

es el viento húmedo, poceado,
que escribe, escribe, escribe.



*


Dejá que entre la luz,
dejala que entre,

que se acomode,
que abra su valija;

no vayás a echarla;
dale de comer;

dejá que ande por la casa.


*


Amor marcado
de estos años.

A pesar de todo
vuela, vuelve.

Tibio es él;
a prueba es él.

Memorioso, dúctil
y carnívoro.

El da la hora
de esta hora.



*


Pasás ladeada, vida;
depende el barrio.

O acariciando con un ala,
o dando fuerte con el pico.

No pasás derecha, vida;
vos planeás, planeás.



*


Hermosura que te busco;
electricidad que es hermosura;

hermosura de una mano
en otra mano; de un cuerpo

en otro cuerpo; de una letra
que con otras es palabra;

palabra que te busca, me busca.
La oscuridad no es cosa nuestra.




*


Por la calle fría
un hombre va

metido en sí
hasta la médula

como representando
poemas de Vallejo,

cruza la avenida, tose
y se pierde entre la gente.



*De Eduardo Dalter. eduardodalter@yahoo.com.ar








EL HERMOSO VERANO*


Cesare Pavese, i.m.


*Por Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar


En ocasiones las chicharras aserraban los veranos más sólidos, los que hacían un aire líquido de cualquier situación donde el sol tuviera su antiquísima preponderancia.
Era también la hora en que las iguanas se asomaban al sol y cuando eso sucedía, según mi madre advertía, ningún ser humano debía animarse, so pena de sentir cómo su cerebro se licuaba en la caja craneana.
Allí no servían los sombreritos humildes de trapo, que la mano hacendosa de la madre cosía en los días de frescor y de lluvia.
El verano traía la ventaja que era como una gran puerta luminosa, era como si el universo abriera todo su espacio para que estallaran absolutamente todos las goznes del moho y el cielo, el campo, las calles solitarias del pueblo flotaban en un vaho que excluyera todo lo que no fuera plena felicidad.
Entre las libertades que se abrían como un poderoso imán estaba la exención de la responsabilidad de la escuela y si, uno había sido lo suficiente preciso para preocuparse un poco durante el año estaría libre para navegar en ese laxo vaso de plenitud que era el verano, "El hermoso verano" como bien podríamos parafrasear aquí el gran escritor piamontés, Cesare Pavese quien sugirió que al venir "la muerte y tendrá tus ojos". ¿Los ojos de quién? ¿Acaso de la bella mujer de la voz ronca? El cianuro se llevó su secreto esa noche de 1950 en Turín.
Esos veranos eran de vagabundeos a veces solitarios. Yo disponía de la mano laxa de mi madre en esta época en que mi padre andaba en la cosecha fina, a mil kilómetros del pueblo y yo podría -no digo el pueblo, eso era excesivo para nosotros- pero en los mandados podría dar una gran vuelta y pasearme bajo los plátanos umbrosos del Veredón del ferrocarril, como ese día que mirando en grandes zanjones que lo acompañaban, encontré en el fondo seco una gran pelota de goma roja con sus correspondientes rayas blancas. Salté rápidamente me introduje en esa gran cuneta hasta desaparecer. Cuando la tuve en mis manos descubrí el motivo, el por qué esa pelota estaba abandonada allí: tenía una pinchadura que su pinta de juguete nuevo no podía disimular. La llevé a mi casa con una alegría desconsolada, ya que comprendí que no tardaría mucho en partirse, apenas comenzáramos el
primer picado en la cortada del viejo Pichichelo. Entré saltando el pequeño portoncito de madera y pasé como una exhalación por el amplio patio de tierra que sombreaban esos añosos fresnos y los altos, coposos paraísos oscuros. Fui directamente al gallinero, busqué un trozo de alambre duro y
cuando ingresé a la cocina sorprendí a mi madre quien se inquietó al verme tan misterioso. Fui al cajón de herramientas de mi padre y tomé unas tenazas para sostener ese alambre que calenté al rojo en la hornalla de la cocina y salí al patio donde me esperaba la pelota sobre la mesa de cemento donde mi
padre salaba la carne para su asado. Mi madre picada su curiosidad ya que yo no había abierto la boca, me siguió mientras introducía ese alambre rojo que ya se estaba volviendo negro o violeta al contacto con el aire, en la pinchadura, cosa de "cauterizar" esa herida que me dolía a mí, como mi viejo alguna vez me había enseñado.
No contesté enseguida al requerimiento de mi madre sobre el origen de esa pelota, tan abstraído estaba.
-La encontré en el Veredón, le dije, lacónico y preocupado. Como estábamos muy cercanos al día de los Reyes Magos y mi padre estaba lejos y las noticias eran que aún no terminaba el trabajo, supuse que ese año no tendría un juguete, ya que mi madre no tenía un cobre, y ni por las más remota imaginación se le pasaba comprar algo al fiado, al ser mi padre tan buen pagador no tendría problemas.
Pero las cosas no sucedieron así.
Yo tuve una idea, más que por mí -sabía a estas alturas que los Reyes eran los padres- sino para hacer quedar bien a mi madre, guardé la pelota como para fingir que era el regalo que me habían traído la noche de reyes.
El seis de enero mi tío Berto nos invitó a cenar, Allí fuimos, yo con mi pelota.
Cuando me preguntaron que me habían traído los Reyes mostré mi pelota, que de lejos aparecía como usada o al menos tengo ese recuerdo. Mi tío me la pidió y al tenerla en las manos exclamó:
-Pero algún camello te pisó la pelota.
Todos rieron, mi madre bajó la cabeza, no se si triste o tal vez un poco humillada.
Pensé mucho tiempo en esta anécdota banal porque yo había querido que ella quedara bien y sin querer la había hecho sentirse humillada.
Incluso tuve tiempo de sobra de comentarle, de adulto, ésto que fue una anécdota.
Para sacarme la culpa es que escribo estas palabras, que son tardías porque mi madre murió hace 19 años, yo ya no soy ese niño que también sufrió la humillación que me costó toda la vida comprender.
Es triste, pero así fueron las cosas. Más tristes no haberlo comentado con ella.
A veces pienso que de estos pequeños dolores tempranos de niño pobre también se hace la poesía. Al menos la idea que tengo de ella.
Termino este relato melancólico volviendo a una cita de Pavese, del cuento "La Langa": "Mi pueblo es chico, pero lo atraviesa una carretera provincial donde yo jugaba de niño ¿No han oído hablar nunca de esos cuatros techos?. Pues bien, yo soy de allí".







Porque toda separación es una herida*



- No estés triste -le había dicho ella- Esto era inevitable. Después de todo, yo nunca hubiese podido amarte.

Luego, le dio un beso en los labios y se dirigió hacia la calle, escoltada por los dos tipos que habían venido a buscarla. Al abrirse la puerta, ella se volvió a mirarle por última vez y un rayo de sol iluminó su rostro. De haber existido esa posibilidad, el destello que se vio en sus ojos hubiera sido el preludio de una lágrima inminente, pero tal cosa era impensable. Cuando finalmente salieron, la puerta se cerró y el silencio ocupó la estancia.

Fumando, él miraba por la ventana. Recordaba el día en que se conocieron, la tarde de los pájaros, los alegres planes, las puestas de sol junto al estanque, el viaje a Florencia... Con inusitada precisión, podía ver en su mente los pormenores de aquellos diez años de vida en común. Era maravilloso recordar así, hasta los mínimos detalles. ¿Por qué, entonces, no se sentía feliz? ¿Por qué ese absurdo nudo en la garganta? Si cualquier otro de los ejecutivos de la compañía le viese ahora...

Pensó que si el recuerdo le resultaba doloroso, también podía optar por el olvido, pero la sola idea le produjo un acceso de rabia. ¿Olvidar? ¿Sumar el vacío del olvido al vacío de la ausencia? ¿Acaso cabe un horror semejante?

¡Cómo haber supuesto siquiera que llegaría a enamorarse de ella! Todo debería haber sucedido de otro modo. Al fin y al cabo, no era el primero ni sería el último. Pero nadie tuvo en cuenta el factor emocional, y ahora, él lo estaba pagando.

Si todo es pura apariencia, ¿qué importaba que los recuerdos fuesen implantados? ¿qué importaba que aquellos diez años hubiesen sido en realidad tres semanas?¿qué importaba que Ella -el prototipo Woman VI, como figuraba en los planos del proyecto- sólo fuese un androide, si le había hecho pasar las horas más felices de su vida? "Por supuesto -había dicho el vicepresidente de la compañía- le compensaremos. La próxima semana le enviaremos un nuevo prototipo mejorado. Y con funciones adicionales. Verá como le satisface"

Sentado junto a la ventana, Harry -Harry 12, según un expediente que muy pocos conocían- supo que sin ella nada iba a tener sentido, que habría otras y que ninguna de esas otras sería jamás Ella, y deseó que ese sol que se estaba poniendo, no volviese a levantarse más. Esa noche, por primera vez desde la incierta y olvidada fecha de su creación, soñó, y eso fue –aunque él nunca llegaría a saberlo- como vivir.



*De Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com






DUNAS*


“Yo misma he vertido ayer una lágrima,
Dios mío, cuadrada.”
ALFONSINA STORNI



Estás parada en un universo hecho de piedra y dunas.
Nadie ha de salvarte.
Ni la agonía del polen, ni el parto de la rosa.
Ni las huellas en las ardientes colinas.
Ni la saciedad, ni el hambre.
Ni las ramas que brotan de tus ojos.
Ni los anillos de lluvia.
Ni lo negado, ni lo dado.
Ni la pupila cerrada del Bautista.
Ni la espada, suspendida, de Damocles.
Ni el oro de Siddartha, ni la plata de la traición abrazo.
Ni Lancelot, ni Gilgamesh.
Ni el caballo de Troya.
Nada habrá de salvarte.
Tal vez, los salmos de la historia
Que no has de conocer, hoy.
Acaso, nunca.


*De Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar






CAÍDA CONTROLADA*


Vemos un laboratorio como imaginamos los lugares de creación científica; como las viejas películas de ciencia ficción imaginaban el desarrollo de la técnica: batas blancas, asepsia, ángulos ortogonales y aristas blancas. En el impoluto laboratorio, un robot que intenta dificultosamente hermanarse con los que nos desplazamos sobre dos extremidades. Sin éxito. El blanco robot en el blanco laboratorio una y otra vez se cae.
Pesado, no demasiado alto, las rodillas dobladas y un aspecto alarmantemente humano. Pero más que hombre, mujer o niño, se asemejaba a un astronauta enfermo con mareos invalidantes.
En la división de cibernética de la SONY intentaban que el autómata diese tres pasos sin acabar de costado sobre el piso. No lo lograban, y menos aun cuando un asistente le propinaba un empujoncito. Más motores en las articulaciones, sensores de gravedad, giróscopos. Nada. El robot, pobrecito, invariablemente terminaba de costado pataleando sobre el suelo del laboratorio.
Para lograr que camine un bípedo, es necesario estudiar cuadro por cuadro y con extremo detalle el desplazamiento de los humanos. De la imitación de la naturaleza se obtienen las maravillas y los monstruos tecnológicos. Precisamente observando videos de movimiento, uno de los ingenieros dio finalmente con la solución simple y obvia, como simple y obvia suele ser cada solución una vez que alguien ha dado con ella.
Nadie camina sin caer innumerables veces; la cosa no es evitar la caída sino intentar controlarla.
El cuerpo se inclina hacia adelante, comienza a caer, se adelanta una pierna que salva al peatón de quedar tendido en la vereda. La columna se tiende hacia el frente, la pierna se extiende con vigor, el atleta corre y equilibra con brazos y cintura la posibilidad de rodar en la pista.
Caminar, entonces, es frenar innumerables caídas en vez de evitarlas. Será que más importante que cuidar la indumentaria es aprender a zurcir las inevitables rasgaduras. Las heridas abren la piel pero se restañan, la red necesita de remiendo luego de cada pesca en alta mar.
Caminar es controlar cada pequeño abismo, poner cintura a las traiciones, manotear algo para asirse cuando se cae el amor, frenar un poco cuando la ira arrecia o la enfermedad desbalancea. Vivir es superar cada grande o pequeño revés hasta aquel que, por profundo o por final, sea el que nos deje tendidos para siempre. Mientras tanto, a extender la pierna hacia adelante muchachos, y a intentar mantener el paso airoso.


*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com







Las hadas*


Tengo un hada de vestida de tules blancos en mi cuarto.
Cuando era pequeña solo creía en el hada Campanita. Ella con sus destellos de brillos volaba por las alturas y con su varita encendía mi corazón de un millar de ilusiones.
Campanita venía los domingos a la tarde, en las pocas horas en que la televisión era para los chicos: la hora de Disney. Allí concentrada en su virtuosismo y su bondad, iluminaba mi espíritu. Hacía que en mi íntimo deseo, las ilusiones se convirtieran en realidad.
También con mi inocencia creía que podía volar, despertar el silencio de las rosas, el capullo de la amistad, sentir la esencia de la nobleza, y que el canto de los pájaros era mío.
También, el sentir la musicalidad de los valses de Viena y la hermandad de mi mascota.
En aquella época, no existían los peluches. Tenía una muñeca de color carne y con ojos saltones que se abrían y cerraban según la posición que la colocaba. Sus ojos de de color celeste, eran de una hechizo inexplicable.
En ese tiempo de la niñez, jugaba a la maestra, las personas grandes eran protagonistas a los que debía respetar sin ningún cuestionamiento.
Campanita me protegía por los pasillos en mi clase de danzas clásicas. Con ella mi baile viajaba hacia las sinfonías con mis zapatillas de media punta y el rodete de una bailarina del Colón. Protegida por Campanita, alcanzaba desplegar mis alas de elegancia y distinción.-


*De Azul. azulaki@hotmail.com





Bajo el Limonero que en las Mañanas da Lluvia Serena*



Me miro dentro de casa por vez primera:
Nunca había entrado,
Y esta parece ser una ocasión especial.


Todos me miran
Como esperando a que me acerque,
El calor que se siente es cada vez más bochornoso.


Me miro dentro de casa,
Y miro que mi cuerpo no es un cuerpo completo.


La tarde tiene un brillante olor de frutas cocidas:
Me adornan con ellas.


Me miran esperando a que me acerque,
Me llevan en platos
Y me dispersan por la mesa.


La tarde tiene aromas alegres
De corazones hervidos con sueño caliente,
Con manojos de hierbabuena.


Mis ojos me miran dentro de casa,
Servido dentro de platos de fiesta
De esos que sólo se usan los días de San Jacinto.


Me miran y les miro:
Mi cuerpo ha alcanzado para cada invitado.


Nos miramos y sabemos que es este un día de fiesta:
Se da el primer bocado,
La sensación extraña
De sentir cómo caigo a los estómagos
Me produce algo parecido a las cosquillas.


Me distraigo del tiempo
Pensando en que ha sido buena idea
La de dejarme entrar en la casa,
Lejos del polvo que hay afuera,
Para poder festejar juntos el día de San Jacinto.



*De hugo ivan cruz-rosas. quetzal.hi@gmail.com





TU BOCA*

"El primer beso no se da con la boca sino con la mirada"

TRISTAN BERNARD


Calla, amor. Calla y dame tu boca.
Yo te he dar mis ojos, mi mirada, mi pausa.
Es noche de conjuros y de lobisones.
El séptimo hijo cae en los abismos.
La serpiente se arrastra y el ángel cae.
En la cueva de Merlín hay sonidos extraños.
El búho se esconde y la cigarra calla.


Dame tu boca de jazmín de leche.
Tu boca andrógina en mis pechos de hembra.
Se mono. Pez azul. Ballenato
Dame el milagro de tu concavidad de fugas y corcheas.
Tan exacta. Tan certera.
Tan puntual. Como la milenaria brújula del viento.
Tu boca, ansiosamente dolorosa.
Tu boca, rumor de tallos y espumas de azucenas
Tu boca, tu boca universal.


Tu propia existencia te sostiene.
Como el aire tibio, la arena y el deshielo.
Me sostiene tu boca.
Improvisado poema de mí especie: Huerto fértil.
Y tu pulso, mi niño, ah, tu pulso.
Latido. Lirio irredento. Espurio. Casi saciado.
Duerme mi niño, duerme y calla tu boca.
Afuera. Lejos de mis brazos.
Deambula un mundo, sin promesas.
Sin promesas, un mundo.



*De Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar
-Para mis hijos







Pobre amor*



Pobre amor
el mío
si
muerto

capado
por tus ladinas
pestañas.



*De Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar






DEJÁ VU*



Las mismas copas de vino
Dibujan nuestros rostros en el cristal.
La misma melodía viene del fondo
Colmando el vacío que deja el silencio.

Las mismas velas encubren la tristeza,
Dibujando siluetas en el crepúsculo.
Las mismas promesas,
Los mismos besos.

Las miradas que se cruzan,
Las frases que no se dicen
Y viven a la sombra de la espera...
El abrazo que tememos tanto.

¿Hemos vivido ya este momento?
¿Volveremos a vivirlo?
Sólo quiero saber
Si al final, de nuevo, partirás.



*De Marié Rojas.
La Habana. Cuba




*

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