miércoles, septiembre 03, 2014

EL CORAZÓN DEL CAOS...


*Dibujo de Erika Kuhn.






Exilio de las huellas*



Formas que hablan
Del paso de la existencia.
Ilusión breve que pesa sobre la arena
Con anónimas historias.
El mar va llevándolas a su refugio
A su abismal memoria.
Convoco presencias
en estas marcas ajenas
–podrían haber sido nuestras–
Mientras tenaz la marea quiere borrar
la evidencia de estas señales de vida
Apuremos los sueños
incansablemente hambrientos
Que no digan que fuimos
Espejismos que navegan
Dejando frágiles rastros.
Es posible aún arrogarse
El desafío de quimeras
Antes
que el encaje de la espuma
Abra
la puerta del agua
e ingresemos
al exilio
                   de las
                                  huellas.


*De Miryam Colombotto de Seia. miryamseia@cablenet.com.ar
-Del libro NAVEGO PALABRAS.







EL CORAZÓN DEL CAOS…






Mi enfermedad*




Ciénaga
de hedor putrefacto
que quema mis entrañas.

Más quiero salir,
y más me hundo.

Aún no sé cómo te llamás
y sigo tu aliento,
para encontrar tu nombre.
Para saber quién es
mi enemigo más cruento.

Cuerpo, cansancio,
deterioro, corrosión,
son tus lugares predilectos.

Necesito ubicarte
saber tus coordenadas
para entender tu juego.

Intento ganarte la partida.

No te tolero, y tal vez,
seas mi compañera de viaje infinito.

La muerte,
certera
pondrá fin a ambas.


Espero esta vez
logre equivocarse.


*De Cecilia E. Collazo. psic_collazo@hotmail.com


-Del Libro "Poética Despiadada". Editorial Imaginante. 2013













ADÓNDE VOLVER*



Uno envidia a quien es capaz de desnudarse, de dejar las prendas y los lenguajes, abandonar la merienda servida e irse; irse lejos, atravesar países tiempos y gentes. Todos sentimos alguna vez esa inclinación a soñar con el mar, con los caminos que se pierden, con horizontes difusos que borren el asfixiante aquí y ahora.
Se puede viajar, si, es posible disolver la pertenencia en escapadas, en huidas tempranas o tardías. Es posible cortar las cintas que nos aferran a la tierra, a la familia, a los amigos. Se puede, aunque sea esta una empresa de personas marcadas por algún secreto signo que no está visible en la frente.
Lo que perdura allá en un fondo de pozo con sapo y luna, es el miedo a no tener adónde volver.
La vida entera es la dificultosa construcción de aquel sitio que nos reciba al fin de la jornada. Puede que sea un intento fallido; que al acabarse la partida sólo un gato sigiloso murmure su aprobación solitaria a la viejita olvidada entre muros silentes, o que por ser el último en abandonar el ferrocarril, el anciano quede con los naipes en la mano, vacías las sillas de sus compañeros ya desvanecidos.
Pero habrán tenido puerto para la charla amable o ácida. Habrán hecho sus nudos de amores u odios donde fuesen reconocidos, donde la familiaridad les prestase un entorno que sintieran propio, intrínsecamente propio. Odiado puerto, amado puerto el del fin de la jornada, pero una amarra que nos contiene cuando el embate del mar. El vértigo absoluto de un viajero es no tener adónde volver.
Y no nos engañemos, viajamos tanto los que se van y pasan de vida a vida como los que nos quedamos, y hacemos rutina de veredas fatigadas. Todos debemos retornar a casa cuando el crepúsculo nos trae. Y algunos, no tienen adónde volver.
Quién escuchará la narración efímera de los incordios del día, quién compartirá la mesa, quién respirará quizás en otro cuarto, quizás en otra casa, pero quién respirará nuestro aire.
En qué lugar habrá una caja con fotografías de nuestra infancia, quién preguntará cómo estás, y aguardará la respuesta. Y, si me voy, quién recibirá mis cartas.
El vértigo absoluto de un viajero es no tener adónde volver.



*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com








*


¿Adónde fueron a parar esas horas perdidas en la casa que nací? ¿Quién vive hoy en ella? ¿Quedan en algún lugar del aire tantas antiguas iluminaciones? ¿Puede haber otro paraíso (proustiano sí) que recuperar esos momentos? ¿Y si no es posible: puede acaso haber otro paraíso, no es suficiente infierno haberlo perdido para siempre?


*De Liliana Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com









SER EL OTRO*


*De Eva María Medina Moreno. relojesmuertos@gmail.com




¿Me sucedió algo que quizá, por el hecho de no saber cómo vivir, viví como si fuese otra cosa?

CLARICE LISPECTOR, La pasión según G.H.




Es una mujer corriente, pero hay algo en ella que me arrastra. Noto que mis ojos empiezan a escrutarla de arriba abajo, acercando y alejando el objetivo; acercándolo, alejándolo, acercándolo, alejándolo. Su chaqueta negra oculta un cuerpo consumido, nada atractivo. Pelo castaño, largo, separado por una línea central recta. Nariz aguileña, trozos de carne casi inexistentes moviendo su boca. ¿Es esto lo que busco? No, creo que no. Oigo el sonido del zoom acercándose a unos ojos que parpadean. ¡Su mirada, es su mirada, que ha vuelto de un lugar árido, oscuro, frío, muy frío! Mis ojos se dirigen a ella, abstrayéndose del resto de realidad cercana. Un, dos, tres. Ya está, ya es mía.
La mujer de chaqueta negra y nariz aguileña grita. Sus ojos, de un azul muy claro, casi blanco, me acechan preguntándome qué ha pasado. No contesto y salgo.
Llego a otro andén. Ruido de raíles chirriantes. El tren estaciona. Se abren las puertas. El movimiento de la masa me introduce en el vagón.
Cuando el espacio se desahoga, me fijo en un chico que está de pie, agarrado a la barra metálica. Me atrae, algo me atrae. Me sujeto a la misma barra, y me oigo: moreno, nariz chata; no, no es eso. Los ojos, la boca. Tampoco. Miro sus manos. Entonces surgen las imágenes, tiesas, arrítmicas, de unos dedos enguantados negros sobre otros marrones. La misma atmósfera pesada. Siento que mis dedos se mueven, intentando rozar los del chico. No me lo puedo quitar de la cabeza.
En la calle, lo veo hablando con un amigo. Me quedo detrás. Doy pasos cortos, miro con frecuencia el reloj, y me apoyo en la pared.
Lo miro, examinando a modo de autopsia cada detalle, radiografiando su interior para extraer aquello que busco. Tenso los dedos, los aprieto, los estiro. Su figura dentro de mi pupila, ocupándola, haciéndose más grande; negra, cada vez más negra.
Un golpe seco. El chico yace en el suelo. Su amigo intenta reanimarlo. Gente alrededor. Corro, preguntándome qué le habré quitado. ¿Qué me atrajo de él? Subía las escaleras del metro deprisa, de dos en dos; esos dedos al agarrarse a la barra, los brazos, los músculos tensos…
Entro en un parque. Una niña salta, otros se columpian. Un niño, de unos cinco años, juega a la guerra con sus dedos. Lo observo. Se da cuenta y me sonríe. Le devuelvo la sonrisa y le enseño un papel y un lápiz que saco del bolsillo trasero del pantalón. Hago un dibujo. El niño se acerca y lo mira. Oigo: «Columpios, mamá, yo, señor». Con los ojos humedecidos, lo levanto, sentándolo en mis piernas. Trotes de caballo. El niño se ríe. Arriba abajo, arriba abajo. Viene una mujer que coge al pequeño, arropándolo en su pecho. «Degenerado. Aprovecharse así de un niño. ¡Yo os encerraba a todos! ¡Pervertido!». No digo nada; solo bajo la cabeza. «Te lo tengo dicho, no te alejes ni juegues con extraños; menudo susto, ¡y deja de berrear, me vas a dejar sorda!».

Bajo la calle sonriendo. Me fijo en dos adolescentes. Se besan, caminan, se vuelven a besar y entran en una cafetería. Los sigo.
Son como lapas; como no paren de besarse imposible averiguar lo que quiero. Me lo están poniendo difícil, ¡críos de mierda!
Me acerco a ellos.

−Perdonad que os moleste, ¿no tendréis un cigarro?

−No –dice él.

−No fumamos –responde ella.

−Mejor, mejor…

Vuelvo a la barra, y los miro. La chica tiene algo, no es guapa, pero tiene algo. Se me cae el café, que limpio con servilletas. Una voz me dice que son sus labios lo que deseo. Unos labios carnosos, grandes, con esa forma perfecta, como los pintó Rossetti: capaces de las mayores desgracias. Te los voy a quitar, princesa. Sudo. El sudor por la frente, las cejas. Son casi míos. Me pertenecen, ya son parte de mí. Un grito, la chica. Sus labios sangran. El camarero la atiende. El chico, paralizado. Ella continúa gritando. Salgo del bar, sintiendo que algo me falta. ¡El pelo del chico! Lo quiero, esa melena rubia va a ser mía, ¡mía!

Cuando llego a casa, me tumbo en el sofá. Me quedo dormido.

Al despertar, siento un ligero temblor, que desecho estirando brazos y piernas. Voy al baño. Me echo agua en la cara, bebo del grifo y me miro al espejo. Llevo una peluca rubia, lentillas de un azul muy claro; mi boca, pintada de un rojo chillón corrido por los bordes, y unas hombreras debajo de la camiseta. La imagen me paraliza. ¿Qué era aquello, una broma?

Mientras pienso qué hacer, me fijo en una luz roja e intermitente que sale del dormitorio. Retiro la cortina, escondiéndome detrás, y veo una furgoneta; con esa luz tan molesta. ¿La policía? El chico podría haber muerto, la mujer quedarse ciega, el niño sin alegría, los adolescentes…

Llaman a la puerta. La peluca, al suelo. Me quito las lentillas. Me limpio la boca con la mano, y tiro las hombreras. Las ideas se me amontonan. Las desecho.

Llego a la puerta, con los oídos latiendo. Miro por la mirilla y pregunto. Me llaman por mi nombre. Dicen que abra. La policía, pienso. Corro. Me cogen antes de llegar a la escalera. «No he sido, yo no he sido», grito. Me dicen que ya lo saben.

«Pórtate bien», oigo, «y no te pondremos la camisa». Uno de ellos se sienta a mi lado. Es un hombre corriente, pero hay algo en él que me arrastra. Noto que mis ojos empiezan a escrutarlo de arriba abajo, acercando y alejando el objetivo; acercándolo, alejándolo, acercándolo, alejándolo. Su chaqueta y pantalones blancos...



***


-Eva María Medina Moreno (Madrid, 1971) es licenciada en Filología Inglesa por la Universidad Complutense de Madrid. Autora del libro de relatos Sombras (Editorial Groenlandia, 2013), y coautora de Relatos en Libertad (Editado por Anuesca, 2014) y de Letras Adolescentes (Colección Especiales, Editorial Letralia, 2012). Ha obtenido diversos premios literarios por sus cuentos, que han sido publicados en distintas revistas literarias, españolas y latinoamericanas Letralia, OtroLunes, Cinosargo, Entropía, Almiar, Narrativas…, y en diversas antologías. La revista La Ira de Morfeo editó un número especial con algunos de sus relatos. Relojes muertos es su primera novela. En la actualidad está ultimando la escritura de su segunda novela, Asesinos de palomas.








*



Buscar la palabra,

la exacta,

la precisa,

la maldita palabra,

con ciega terquedad,...

con ansia,

con urgencia.

Buscar la palabra

con sed de enfermo,

y saber que no es agua.

Presentir que es la llave

de todos los infiernos,

el corazón del caos,

el final

de las búsquedas perpetuas.

Y buscarla.


*De MARIANA FINOCHIETTO.










A veces se oyen voces*



Gravedad del desorden que forman las palabras
incoherentemente pronunciadas, como un cáliz
rajado, seco, infame, con los bordes manchados...

Tenebrosa la noche que nos viola
con sus destellos deslumbrantes, con su ruido,
con la risa imprudente de los cuerdos,
con el brillo en los ojos del amante;
la noche cuyo vino adolescente nos embriaga,
la noche dominante y entreabierta...

A veces se oyen voces
en la pública quietud de las esquinas,
en la tibia intimidad de los zaguanes.

Mas el silencio siempre vuelve
como un amo cruel, tenaz, inagotable...


*De Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com

-De la antología "Poemas Quietos" Ed. Mizar.









Se hicieron humanos*



La lengua de fuego en el  cruce, en la frontera, pequeña chispa originada en el espacio oscuro de las estrellas muertas.
Tanto brillo apagado guardaba la semilla de un incendio. Ella se escondía en cavernas. Él loco por encontrarla, se decía  de una forma imprecisa,  porque el lenguaje no estaba inaugurado,"la voy a hacer hablar".Ella  rodeada de bisontes salidos de su mano, él rodeado de dragones, hacía restallar un bastón luminoso, la galaxia era excesiva para los dos,  luceros perdidos que  podían alumbrar respuestas a preguntas no formuladas. Las nubes se detuvieron ante la caverna que reunía un espacio extraño. Alguien, agazapado en la penumbra de una idea se deslizó oscuro como un presagio. Tendió un mantel de hojas, estrujó las frutas para hacer pintura  del jugo rojo, se volvió a esconder. Ellos mojaban los dedos en esa pasta, los pasaban por las paredes de la cueva, se hacían humanos. Luego, el arte fue a los cuerpos. Como en un sueño hipnótico, él desvanecía el blanco del cuerpo de ella con fuertes soles. Ella se animaba apenas, le tuvo cierto miedo, por el resplandor con que se presentó y esas armas de la cacería que el portaba, pero empezó a tatuarlo y se encontró con el alma, la embebió de colores. El alma luz, sombra,  pozo, cumbre, ella lo palpó con perfumes, él ejecutaba  música sobre ella, con ella,  la hizo  su instrumento, su concierto, su partitura, le arrancaba notas, por fin palabras, era el encuentro de todas las citas. Inocentes, perversos se hundieron en el abismo, cuando se despertaron, comprendieron  que ese abrazo   profundo, era un  pequeño cielo. Perdieron el terror a ser  puntitos en el mar de las galaxias.
Mientras tanto el perverso, salió del escondite buscó  su  inventada  tinta y con lo que quedaba escribió prohibido, prohibido, prohibido, incesante, rabioso, perdido.

Pero era tarde



*De Cristina Villanueva. libera@arnet.com.ar






*


suponiendo que el mar
cabe en una fotografía
que a su vez cabe
en un porta-retrato
el cual cabe en el mueble de una casa
que se sitúa
en una ciudad determinada
de un país determinado
en un continente determinado
suponiendo que el mar
que la fotografía
suponiendo que la casa y la ciudad
y el país
y el continente suponiendo que el hombre
que tomó la fotografía
no quiso el mar sino el tiempo
suponiendo que el tiempo
pueda representarse
en la quietud
involuntaria
de una ola
que en su sola dinámica de la tristeza
el hombre haya querido
retratar la soledad completa
es decir, la mujer determinada
del amor determinado
del olvido imposible/


*De León Peredo. gustavojlperedo@yahoo.com.ar








*


escribo a media luz
y es cierto

como si el fulgor insignificante de esta vela
-que nunca ha dado flores-
pudiera alumbrar
la paradoja.


*De alejandra alma. almaalma3h@gmail.com





***

INVENTREN
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J.J. ALMEYRA.
-Por Ferrocarril Midland-


GOBERNADOR ORTIZ DE ROZAS
-Por Ferrocarril Provincial-

-Colaboraciones a inventivasocial@yahoo.com.ar



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