sábado, diciembre 06, 2014

EDICIÓN DICIEMBRE 2014



*Obra de Walkala. Luis Alfredo Duarte Herrera (1958-2010).

-En Aurora Boreal. Walkala: un homenaje in memoriam









*


Me la donaron. Nací en su mar. Me incubaron de horror, de
asco, de pasión, de placer, de risa, sus palabras.
También me la gané, desagregando de todos los textos y las
charlas, las que quedaron en mi y me representan.
Ahora, estoy en los zapatos de mi lengua como si fuera a bailar
un tango que está por comenzar.
Estoy con los compañeros del alma de mi lengua diciendo en voz alta un discurso de justicia, de verdad.
Abriéndome a la ternura de la palabra quechua que nombra a mi nieta, una brisa que junta.
Los sonidos del italiano, del iddish, del gallego, del árabe, resplandecen, suenan y se abren.
Acá tan chiquita para tanta historia, una mujer saborea en su boca, con su lengua, el lenguaje sin el que no sentiría lo que siente, ni pensaría lo que piensa.
Su cuerpo no sería el que es, sin sus palabras propias, las de su placer, las de su dolor, las de su rabia. Emociones.
Es su lengua, la arrancó a mordiscos para decir su verdad frente a las versiones de los poderes.
A veces suplicó una palabra de rodillas para expresar lo inefable.
Su lengua cobija al silencio como a un amigo que empuja  lo que dirá mañana
A todos los que leyó y escuchó y a los que escucharon y leyeron esos que ella leyó y escuchó, cadena infinita, como una síntesis, un resplandor besado en la boca,
gracias.


*De Cristina Villanueva. libera@arnet.com.ar










SUEÑOS*



Primero era como una pátina oscura, luego con las reverberaciones de sol empezaban a aparecer los árboles y el carbón cambiante de los pájaros.
“Dulce es estar tendido entre los árboles”, escribía Juanele Ortiz.
En el cielo un poco más tarde jaspearían unas nubes leves, menos que nubes, flecos y a veces pudo ser una línea como un hilo destejiéndose en la tersura de ese cielo chato, brillante casi austero en la plenitud del Sur.
Si uno podía quedarse un tiempo observando ese espacio que a pleno sol brillaba, irían apareciendo en formación marcial aquellas aves silvestres que irían cruzando esa lámina estática hacia distintos puntos, esos destinos que para nosotros era un misterio. ¿Buscarían alimentos, refugio, otros cielos? ¿Tal vez otros destinos, impenetrables a nuestro razonamiento humano? Si iban alto, muy alto, podrían ser los siriríes, que según el viento uno podría oír ese grito que los identificaba y les daba el nombre. O los crestones con un ruido más ronco y a veces en silencio oscuro como un tejido denso. O los zambullidores que en su pequeñez chillona alborotaban el aire, se chocaban con los chorlitos o los tordos, que iban de carbón pesado, no en bandadas, sino sueltos y que no pasaba casi nunca la media docena. Después estaban los gorriones, arbitrarios, rebelde, erráticos y bulliciosos siempre. También había pirinchas, tijeretas, y las calandrias tan dispuestas siempre a la pelea.
También podía cruzar esa pareja de horneritos, tan pacíficos y laboriosos, que nunca se metían con nadie, observando algún charco con barro blando, si era la época de hacerse la casita y  nido consecuente. Y en esos charcos nunca faltaba alguna mariposa.
Esto era lo que sucedía en los veranos, por el aire y que no se modificaba demasiado en el resto de las estaciones.
Abajo estaban las casas y las calles, los vehículos que cruzarían esas calles, con sus mercaderías, si venían de otros lados, con los granos y los tarros de leche si venían del campo. Vehículos a tracción a sangre, es decir, tirados por caballos, pero también había “motores”, como llamaba Cesare Pavese en su poema Los mares del sur. Pero en aquel tiempo eran los menos y no esta proliferación actual con los adelantos tecnológicos que facilitan extraordinariamente todo.
Después estaba el campo con su clásica variedad de sembrados y animales para las atareas rurales de entonces.
Y luego, en último lugar  estábamos nosotros, con nuestras obligaciones y nuestros entretenimientos simples que no incluían juguetes, salvo excepciones. Pero esas  carencias no obturaban la alegría sino que incentivaba la imaginación, de por sí, frondosa en la mente de un niño y como teníamos lo más preciado a mano, una libertad segura, de qué peligros nos podríamos prevenir o asustar.
Hacíamos de cualquier falta una virtud, y los más hábiles – no era mi caso- fabricaban sus propios juguetes, supliendo la falta de medios con la creatividad incansable e innata de los niños, que la vida le iría mellando.
Y si hay un sueño que no se cumple, siempre queda el recuerdo de aquella bandada de gaviotas blancas o esas pocas garzas moras atravesando alto, muy alto, el más alto de todos los sueños.


*De Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar








*


La vieja tabla
resiste el embate.
La tensión
magnífica
del brazo
en obstinado vaivén
sobre la ropa
se parece a la furia.

Ella ya no piensa
en otra cosa
más
que en esa mancha
sobre la blanca tela.
El jabón
lava
los males del mundo.


*De MARIANA FINOCHIETTO.








*



A veces camino en estado de gracia pura, cualquier cosa del camino me abre a lugares de intensa belleza. Cosas simples, vulgares.


*De Liliana Díaz Mindurry. lidimienator@gmail.com









Recurso*



Es noviembre pleno, sus días se deslíen.
La esperanza, cumplida en los verdes.
Tengo ojos nuevos para el jazminero
espuma de flores asomado al cerco.
Y este trasiego de notar tanto
retoño-brote-vástago-yema
logra que mi decurso también florezca

Una noche de estas agregaré una estrella
a las constelaciones.
Irresistible. Inmensa.

Hasta aquí he llegado.

Suelo mentir mucho
cuando desespero.


*De Miryam Colombotto de Seia. miryamseia@cablenet.com.ar









BEDUINOS*



El desierto se presentaba delante de ellos como un mar de arenas sin fin y a pesar de ir dejando atrás una duna tras otra, la aparición de otras de igual apariencia les hacía tener la sensación de que no avanzaban en su huida.
No se arrepentían de su decisión y el amor que les había lanzado a marcharse de sus respectivas tribus les daba fuerzas para seguir. Su amor estaba por encima de las rencillas, los odios y las continuas peleas que durante décadas habían enfrentado las dos familias.
Sólo la casualidad hizo que se conocieran y gracias es ella se había fraguado aquel amor que les llevó a resolución de huir y formar su propia familia lejos del pasado.
Al cabo de muchas jornadas llegaron a un oasis pequeño y escondido detrás de unas formaciones rocosas de escasa altura, pero que mantenían el lugar lejos de las miradas de circunstanciales trashumantes por lo que decidieron establecerse allí.
Con el curso de los años, tuvieron dos hijos, consiguieron cultivar la tierra y tener algunos animales pudiendo con todo ello vivir una vida tranquila, feliz y en paz.
Una mañana despertaron sorprendidos al ver que el oasis había desaparecido, sus dos hijos no estaban y el huerto y los animales se habían esfumado. Sentados sobre la arena caliente con los primeros rayos del sol de la mañana, se miraron a los ojos y comprendieron, con desesperación, que habían vivido todos aquellos años en un espejismo.


*De Joan Mateu. joan@cimat.es











Diez poemas para matar al señor Barrimore...*


(primera parte)


debemos pensar en el lenguaje dando coces y escupitajos
el lenguaje como un cortocircuito
un hombre entrando con una escopeta al minishop
y partiéndole la boca de un beso a la encargada
y afanándose dos atados de Benson & Hedges
por si a la tarde se le da por comenzar a fumar.
el lenguaje como si fuera el último orgasmo
de tu vida miserable.



(segunda parte)


el paranoico para no perseguirse evita los espejos
evita el capuchino a la mañana temprano
evita a las mujeres de pechos más grandes que su boca
porque le teme a todo lo que pueda aplastarlo
el paranoico cree que las hormigas urden el plan perfecto
para devorarle los ojos tarde o temprano
y llama a cada cosa por su nombre de guerra.



(tercera parte)


Barrimore escribía cartas a su novia
cartas que ella jamás leía
porque era de esas chicas inflables
que no leen cartas de amor porque manchan los dedos
lo peor es que ella
jugaba con su corazón como con un scalextric
y eso que Barrimore tiene un carácter del doce
pero las mentes más lúcidas suelen ser las menos precavidas
para las mujeres que amenazan con suicidarse
bebiendo el semen de otros hombres.



(cuarta parte)


un pajarito sobre la estatua de Roca
mira pasar los automóviles cercanos a la Estación
un pajarito que ignora su pajaril existencia
y se mata de risa de todos los hombres
él es el más estúpido de todos los que habitan la jaula
pero se ríe se ríe y su destino es la risa
como el destino de la ballena es devorar el cielo.



(quinta parte)


el Viejo le pellizca la costilla
ella se toma de frente la costumbre de ignorarlo
hasta que un día la mano del Viejo se pasa
de largo y va a dar directamente sobre el pezón izquierdo
a 10 centímetros de la corona inglesa
entonces ella ya no cree triturable la costumbre
y le hace un corte en la garganta con el taquín de su zapato
el viejo hace siete meses sangra en el café
de la calle Rivadavia al 1600.



(sexta parte)

todavía ando de gallina desclocada
todavía el olor de tus dientes me hacen doler la cabeza
todavía le digo a mis amigos que te amo
ellos me dan vuelta el culo a patadas y abren una Heineken
y yo agarro la verde botella y le meto la boca en el pico
mientras mis amigos se exacerban como monos dementes
yo hago fondo blanco y cuando estoy a punto de acabar el néctar
al final de la botella aparecen tus ojos
y esa extraña sonrisa que hace un siglo y medio
me descose los sueños a puñaladas
por qué te quise por qué te quise por qué carajos.



(séptima parte)


el oscuro de Éfeso sostenía en sus manos su miembro
y mientras jugaba a exterminar las hormigas con su orín
se le ocurrió sostener que ningún hombre o mujer o niño
se baña dos veces en el mismo río
esta sentencia (como toda metáfora) puede tener
múltiples aproximaciones
pero sin lugar a dudas lo que el gran Heráclito quiso decir
es que si existieran los mingitorios orinar sería aburrido
y conste que la sentencia es de varios siglos antes de nuestro
Señor Jesus Cristo que murió por revolucionario y por tenerlas
más grandes que todos los centuriones juntos. Amén.




(octava parte)

ella aproximó a sus venas el cuchillo
pensó que valdrían la pena los velorios y los veleros
que la conducirían al otro lado del casete
y que desde allí podría rebobinar el pasado
y equivocarse menos
y sonreír más
y tatuarse el rostro del hombre amado en la teta derecha
para quien la vea de ahora en adelante ella sería toda
de un solo hombre
ella tenía en su juventud el afán de pertenencia
de querer tener una etiqueta en el cuello donde se leyese
el nombre del hombre que la penetraba a diario
y que le hacía los avioncitos de papel glacé
ella dejó el cuchillo caer a sus pies como un mosquito muerto
y ya se sabe que al caer un cuchillo al piso
ella recibirá la visita de un hombre
a quien ya no querrá pertenecer pues se habrá curado
de propiedad privada.



(novena parte)


mi Viejo fumaba 43/70 largos negros infumables.
terminaba de cenar y se prendía unos atrás otro.
limpiábamos la mesa y nos quedábamos jugando
tirando los dados hasta las 3 de la mañana
tenía los ojos pequeños como un grillo
y le temblaba un poco la mano cuando se llevaba
a la boca la copita con vino
convino un día con la muerte y me quedé sin Viejo
tirando los dados contra la mesa
fumando cigarros más infumables que la mierda
en verdad desde entonces casi todo me es infumable
a mi Viejo le decían Pochi y era un buen tipo.
yo sé que se le llenaban de pájaros los ojos
cuando pronunciaba el nombre de mi madre.



(décima parte)


Barrimore desayunaba café con leche
se hacía tostadas con manteca
las rociaba con azúcar se sentaba al fresquito de la mañana
a leer las necrológicas del diario
no vaya a ser que estuviese muerto
y él como si nada
yendo todos los días a dejar una florcita sobre la puerta
de la mujer que nunca lo miraría sonreír.


*De León Peredo. gustavojlperedo@yahoo.com.ar












ÉL*


“….más bien te amaba porque debo olvidar y obligar a mi corazón a borrar toda huella que tus ojos pudiesen haber dejado…”
Gertrudis. (Hamlet).


Él. Fiduciario de todos mis sobornos.
Yo. Depositaria de lutos. De todas las congojas
Él. Por Dios parido en el séptimo día.
Yo, tierra maldita y yerma.

Él.
El padre que no tuve.
El hijo que jamás disfrutaré.
Untaba sus manos con quinina.
Mi madre las lamía y movía la cola.
El arco de su pié, una cuerda tensa.
Apta para ángeles que caen.
Aúllan los mastines entre muros.
La niña del almendro es la mano que llora.

Cardos y espinas, quiero.
Un puñal que cambie las líneas de mis manos.
Su cabeza en bandeja de plata antigua exijo.
Ya no vendrán hembras repudiadas.
Granizo negro y ojos en blanco.
Su cráneo es tan pequeño.
Cabe en un estuche de un lápiz labial.
Rojo sangre carmín.
Verde cobarde, soy. Ventrílocua.
Víbora coral. Piedra sonora.
Ortiga. Ofelia de pechos azulados.
“Incapaz de su desolación” Frágil rama de sauce.

Oh, artífice del mal. Los diarios y los plátanos.
Y la ausencia y la ira. Aun huelen.
Aun duelen y huelen… a hiel y a ti.


*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@yahoo.com.ar










Y SIN EMBARGO…*



Campanillas violeta,
ínfimos adornos,
enredaderas de ferrocarril.

Sobre las pilas de escombros,
entre las vías abandonadas,
tapando techos agujereados,
entre los hinchados cadáveres
de perros envenenados.
En la miseria última y final.
Sobre chapas, hierros y
pobreza desvencijada,
debajo de carrocerías deshechas,
se abre la flor inesperada,
maravillosa,
de la alegría.


*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com









Poesía argentina
EL OSADO ESTABLISHMENT PORTEÑO*
Del chasco de la antología del Bicentenario a la Feria del Libro de Guadalajara


El tema polémico central que estuvo circulando en torno de la delegación cultural argentina, invitada de honor de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, no fue otro que la olímpica ausencia de escritores y poetas de las provincias (salvo esos pocos que siempre están firmes ahí). Ciertamente, se trató de una delegación numerosa, que sufrió desde el vamos de una porteñitis severa, como pudo observarse en los listados. Polémica, por otra parte, que ya tuvo su versión en el Salon du Livre de París en marzo último, aunque de modo ampliado o diverso, en torno de convocados y de excluidos.

Naturalmente, es difícil si no imposible contentar a todos; aunque en verdad no se trata de eso, sino de algo por demás corriente en las actividades literarias, también poéticas, que incumben a lo nacional y que tienen lugar en Buenos Aires. En verdad, la mirada porteña, o, para ser más precisos, la mirada del establishment cultural porteño, poco entiende del país y de la geografía cultural diversa del país, y poco le ha interesado, con las omisiones y pozos que fueren en cada caso. Al respecto, la tan increíble antología poética del Bicentenario, que preparó el licenciado Monteleone, dice de lo mismo.

Dicha antología, si así se la puede denominar, y la delegación nacional de la Feria del Libro de Guadalajara hablan de un país ausente en su geografía cultural. Hay un duro “establishment porteño”, algo extraño, que pretende mostrar “la selección” del país, cuando tan sólo lo está omitiendo. Y la poesía argentina, en el caso de la poesía, va quedando, como decía Discepolín, con “la ñata contra el vidrio”, provincia por provincia, para una suerte de escamoteo nacional. Por un “canon” en el que nadie cree, ni puede entender, inclusive en la capital, aunque por propio peso, creo, no puede durar mucho.

                                                                         
*Eduardo Dalter. eduardodalter@yahoo.com.ar

Buenos Aires, diciembre 2014


-Otros artículos del autor acerca del tema:
* Acerca de la poesía argentina/ Un apunte personal; en “Inventiva Social”,  http://inventivasocial.blogspot.com.ar/2014/12/antes-que-la-piel-se-vuelva-piedra.html

* Las 200 omisiones de la antología “200 años de poesía argentina”; en “El Nuevo Cántaro”,  http://www.elnuevocantaro.com/LAS_200_OMISIONES.pdf





***

INVENTREN
http://inventren.blogspot.com/


FOTO*

(De la estación Andant)


La foto, en apariencia, no tiene nada de especial. Y sin embargo, la miramos. Sin saber muy bien el porqué. La ausencia de color nos hace suponer que es antigua; también el hecho de estar rasgada en algunos puntos y arrugada en otros. Los años han gastado las esquinas; en una de ellas, arriba a la izquierda, falta un trocito minúsculo, tal vez demasiado pequeño para afirmar que la imagen está incompleta. Al mirarla por primera vez, se tiene una ligera sensación de frío, tan leve que casi no la percibimos. Sólo más tarde (pero ¿cuánto más tarde?) seremos conscientes de ello.

Muestra un pequeño edificio de una sola planta, con una especie de porche o tejadillo exterior que da a un andén. Sabemos que es un andén por la presencia de las vías en la parte inferior de la imagen. La conclusión resulta obvia: El lugar es una estación. En un lateral del tejadillo hay seis letras que nos indican el nombre, seis mayúsculas irrebatibles: ANDANT. Quizá sea esa media docena de letras, que parecen un tanto anacrónicas, lo que nos perturba ligeramente. O el color apagado del cielo, en el que, sin embargo, no se aprecia nube alguna. Lo cierto es que nos asalta una sensación desagradable que, por otra parte, no nos impide seguir mirando la foto; acaso anhelamos encontrar eso que nos molesta un poco no saber definir o señalar con precisión.

La visión de líneas paralelas sugiere el infinito. Aquí, las vías quedan bruscamente cortadas en los bordes izquierdo y derecho de la foto, negando con violencia esa abstracción, segmentando una mínima parcela de realidad -o de ese conjunto de percepciones que llamamos realidad. En el andén hay seis personas. Posan (la contemplación de una foto puede llevarnos por caminos un tanto sinuosos e intrincados; hacernos pensar, por ejemplo, en la actitud del que posa, en la perpetua repetición de ese momento, en la pavorosa idea de que toda la vida es pose). Cinco de ellos miran directamente a la cámara. El otro, el primero por la izquierda, está con los brazos cruzados y parece tener la vista clavada en un punto inconcreto, hacia la derecha del fotógrafo. Nos incomoda ese detalle (¿porque insinúa una ruptura, un desorden?). Nos incita a preguntarnos qué está mirando exactamente. ¿Por qué no hace como todos los demás y simplemente fija la vista en el centro? (si es que el ojo de la cámara es el centro, si podemos atrevernos a presumir la existencia de un centro) ¿Qué es eso que está ahí, fuera del ámbito de la foto, y qué significa esa mirada y por qué los otros no ven lo que él está viendo? Podría pensarse que sólo es un gesto, una pose diferente, una obstinación lícita en no mirar directamente al ojo de la cámara, y tal vez no sea otra cosa, pero nos desasosiega un poco esa asimetría.

-Cabe preguntarse si en realidad tenemos derecho a asomarnos a una foto. No me refiero al vistazo casual o efímero, al frívolo escrutinio de un momento, que con frecuencia provoca una sonrisa o un rechazo o mera indiferencia. Hablo de mirar una foto como quien mira un cuadro, durante un tiempo que no se puede medirse con cronómetros o calendarios, el tiempo dúctil de quien pinta un atardecer a lo largo de infinitos atardeceres o el de aquellos que esperan, agazapados durante toda su vida, el instante exacto del resplandor que les justifique. Esa contemplación, que en el fondo es una búsqueda, ¿no sería una forma de intrusión en ese otro orden que nos es ajeno? ¿No serán, pues, nuestros ojos invasores -camuflados tras el objetivo y el tiempo- lo que miran esas cinco personas, preguntándose acaso el motivo de tal insistencia?

La wikipedia nos cuenta que hace más de treinta años que por ahí ya no pasa el tren y que en Andant, el pueblo, apenas quedan cuarenta habitantes. Visto desde lejos, sólo son cifras. Pero la lenta despoblación de todos estos lugares nos da qué pensar. Pensamos, por ejemplo, si eso que mira el primero de la izquierda, eso que parece estar un poco a la derecha del fotógrafo, ligeramente a la derecha y hacia arriba, no será lo que, sin ruido, sin que casi nadie lo perciba, va limando con paciencia los bordes de las fotos, oscureciendo los paisajes y los rostros, devastando, centímetro a centímetro, los campos y las calles asfaltadas, terminando poco a poco con la vida en los pueblos y devolviendo al desierto lo que, acaso, siempre fue del desierto.


-Y así, la inmovilidad de la foto desborda el ámbito del papel y se expande implacable por la realidad (por este lado de la realidad). Pienso que debería ponerme de una vez a escribir algo sobre ella. Pero no se me ocurre nada. La tengo ahí, delante de mis ojos, dejándose mirar mansamente, permitiéndome atisbar cada detalle, acaso contemplándome, o contemplándose a sí misma a través de mis ojos un poco cansados. Y yo no puedo hacer otra cosa: sólo mirar la foto y dejarme contagiar esa parálisis, esa suerte de espera; inmóviles ellos en su perpetuo instante desgajado para siempre del tiempo; inmóviles todos en nuestro diario periplo por las avenidas de la rutina; inmóvil yo en mi celda sin barrotes; tanto, que ni siquiera me molesto en girar un poco la cabeza, en mirar de reojo hacia atrás, a mi derecha, donde sé que se arremolina en silencio, expectante, eso que está mirando, desde la lejanía y el pasado, el hombre de la foto, eso que siempre ha estado ahí y que no puede verse; que nadie puede ver sino a través de un reflejo, una señal inequívoca en los ojos asombrados de otro, una sombra difusa atravesando océanos y décadas.



*De Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com
http://sergioborao2011.blogspot.com/
https://www.facebook.com/Sergio.Borao.Llop


Próxima estación para escribir:
  
J.J. ALMEYRA.

Estaciones literarias por visitar en el Ferrocarril Midland:

INGENIERO WILLIAMS.
GONZÁLEZ RISOS.  PARADA KM 79.  ENRIQUE FYNN.
PLOMER.   KM. 55.   ELÍAS ROMERO. 
KM. 38. MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.
LIBERTAD.  MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.
ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS.  JOSÉ INGENIEROS.
MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.
KM 12.  LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.
 VILLA FIORITO. VILLA CARAZA.  VILLA DIAMANTE.
 PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.

***

-Próximas estaciones literarias por visitar en el ferrocarril  Provincial:

GOBERNADOR ORTIZ DE ROZAS

 JOSE RAMÓN SOJO.  ÁLVAREZ DE TOLEDO.    POLVAREDAS.
JUAN ATUCHA.   JUAN TRONCONI.    CARLOS BEGUERIE.
FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.
ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.
 ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.   GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.
GOBERNADOR OBLIGADO.   ESTACIÓN DOYHENARD.   ESTACIÓN GÓMEZ DE LA VEGA.
 D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.
ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.  LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.
ARANA. GOBERNADOR GARCIA.  LA PLATA.

-Colaboraciones a inventivasocial@yahoo.com.ar



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