lunes, marzo 02, 2009

UN TIEMPO INVISIBLE COMO EL AIRE, NOS RODEA A CADA PASO...


A LA LUZ DE LAS CHICHARRAS*



Gracias a Gabriela Benítez


De los troncos de los eucaliptus, de las ramas de los ceibos, de las rígidas extremidades de los limoneros, de árboles, de arbustos, de donde sea, el anciano de manos ávidas, de manos de sarmiento, de vena azul, de manos de espectro manos de tinta de pluma manos de anciano. El anciano prestidigitador entre los árboles, entre los arbustos, en donde sea. El anciano destilaba las chicharras.
La viejecita allá en la profundidad de la casa fresca, sentada en su silla de madera y paja. La viejecita de pan de azúcar y vainilla, la anciana de ojos de cielo con nubes, olor a viejos muebles, ruidosa a caireles de araña polvorienta. La viejecita de salmuera y punto cruz, la viejecita almidón, remiendo invisible, zurcido de almas y penas. La viejecita esperaba.
Lo contaba Gabriela y el fuego en el asador mandaba al cielo un comentario de chispas fugaces. Los últimos pájaros dibujaban las últimas líneas en el cielo. El vino violeta en los vasos, el vino violeta dejaba marcas violeta en la mesa. Círculos de atención expectante. Ojos asombrados.
Contaba Gabriela que allá tan lejos, allá en otro mundo, tan lejos porque el tiempo es el tren más veloz; hace tanto, cuando ellos estaban vivos y habitaban la casa que ya no es. Contaba Gabriela que la viejecita se declinaba lentamente en un sumergirse de ahogada calma en su propia locura.
Contaba Gabriela y entonces, mientras Gabriela contaba la mujercita revivía un momento, antes de que la luz nos transformase a nosotros mismos en fantasmas. En la mesa con queso y salame, en la mesa con generosidad de amigos, en la íntima circularidad de un relato en proceso. Contaba Gabriela.
Dicen, dijo Gabriela, que la mujercita esta que para mí está vestida de blanco, que algunos encajes lleva, que algunas cintas enlaza, que con lenta cuchara de madera dulcea amarguea, que le da sabores a los guisos, a las mermeladas, a la vida esa que ya no está y fue y tuvo sabor por su cuchara.
Dijo Gabriela de ella, de la foto en blanco negro y sobre todo grises. Dice Gabriela que la mujercita estaba predestinada a la locura, entendida la locura como sinrazón, o sea la razón única de una sola persona, razón particular personal, razón circunscripta a una solita vida, a una solita mollera trastornada, a una cabecita de trenza blanca, de rodete, a una cabecita toda arruga y frente bella y extravío delicado.
Cuenta Gabriela que todas las hermanas fueron cayendo en el sueño de la locura, de la luna con sus mareas de blanca luz. Dice que todas las hermanas fueron traspasando el umbral quizás para seguir jugando los interrumpidos juegos de la infancia, para reencontrarse del otro lado de la puerta, quién
sabe. Dice Gabriela que las hermanas de a poquito y firmemente se fueron yendo al territorio de la penumbra. Y lo dice Gabriela cuando la penumbra nos atrapa de a uno, de a uno, y apenas la luz del fuego nos hace danzar los cuerpos quietos.
El viejecito sigue en el relato entre los árboles del campo. El viejecito con sombrero y escalera, con pantalones encima de la cintura, con piernas flacas, con pelitos ralos. Entre los eucaliptos, entre los ceibos retorcidos, entre los robles y los ibirá-pitá, allá lejos cuando el tiempo de las casas con galería, allá cuando los carros todavía, los herreros todavía, las vidas de quince hijos y muchas muertes y sobre todo resistencia.
El viejecito con la escalera y el mandato.
La viejecita que se iba poniendo del color de la locura, y había decidido que el sonido de las chicharras veraniegas eran la causa de la confusión, del revoltijo, de la mezcolanza en los cajones.
Las chicharras inagotables del verano, el sonido unívoco, el sólido sonido del verano en las chicharras le agotaba el seso. Eso decía. Y la viejecita le pidió al marido que le matase las chicharras.
Con la escalera, los pantalones altos, con la paciencia de quien sabe que su empresa es inútil pero necesaria. Con perfecta conciencia de que en el campo las chicharras son como los granos de arena en la playa. Con lúcida fatiga infatigable, el anciano mataba las chicharras y llevaba a su amada las prendas de su amor. Los bichos muertos.
Ni perlas ni flores ni magníficas prendas le otorgaba su afán. Un puñado de bichos muertos, su esfuerzo, su devoción, su propio alunarse por acompañarla del otro lado.
Cuenta Gabriela que él le llevaba a ella las chicharras. Cuenta Gabriela que allá lejos, hace tanto tiempo, hace vidas y años y espesa muerte. Cuenta Gabriela que hubo dos ancianos; cuenta Gabriela que hubo indudable, maravillosamente, que hubo un grande amor.



*de Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com







UN TIEMPO INVISIBLE COMO EL AIRE, NOS RODEA A CADA PASO...




Tierra fértil*


Tenía todas las palabras preparadas en su mente para escribir el libro, pero el viento del Alzheimer se las llevó. Por suerte cayeron en el jardín y en primavera brotaron todos los capítulos.


*de Joan Mateu. joan@cimat.es






LA POESIA DE JUANELE*



*Por Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar


Cada uno podrá decir lo que quiera de la poesía.
Habrá disculpas y definiciones, descargos, complicidades.
Alguien podrá pensar que puede perderlo para siempre como cuando uno ama a la mujer no adecuada.
Uno no sabe por qué elige esta maldición a este oficio o esta tarea o esta figuración que dicen los que saben tiene un acceso distinto al conocimiento vía la irracionalidad.
Y de ahí a suponer que la poesía es la hija boba de la cultura hay un paso. O al menos una hija inconsciente.
Además ya gente ilustre como Platón descreía de los poetas, tal vez porque no podían dar demasiadas explicaciones. Mal que nos pesa la censura ya era ejercida por gente famosa o al menos con una carga de prestigio que tiene nada menos que varios siglos encima y para colmo no es de una oscura taberna llena de incomodidades sino de la ciudad más prestigiosa de la antigüedad, bañada sus costas nada menos que por el Egeo.
Lo cierto es que la poesía siente que es sospechosa. De ahí a que produzca bienes no canjeables ni pasibles de ser marcados la desvalorización del todo.
No obstante lo curioso es que desde algunos exitosos directores técnicos de fútbol, pasando por periodistas también de éxito y de políticos no menos indiferentes a los alados carros de la fama no pierden la oportunidad para alardear sobre el poeta. Para ello sin solución de contigüidad le ponen en una cadena sintagmática junto: al obrero, al empresario, al religioso, al educador y al sindicalista aunque éste últimamente está tan desprestigiado como el poeta pero con un poco más de poder, como es obvio.
Digo yo no sé para qué gastan pólvora en chimangos. Saben que el poeta es absolutamente incapaz de competir con todos ellos juntos y aún por separado. Además a los poetas en general no les gusta el fútbol ni admiran a los periodistas y con respecto a la política no hay nada que les venga bien, como se sabe.
Pero un amigo mío, el poeta rosarino Raúl García Brarda escribió una vez esta frase que me permito transcribir aquí:
“Nunca entendí y pienso, afortunadamente que nunca entenderé como se nace o cómo crece la poesía. Las palabras adquieren vida propia, se independizan, llegan a transformarse en algo imprevisto y bellamente desconocido.
La poesía, sin embargo, con su ternura y sus ambigüedades, su incoherencia y su creatividad irracionalidad, ha logrado perder y salvar mi vida.
La he perdido, en tanto abandoné por ella una tierra más propicia de pisar. La ha salvado, en cuanto me dio las extrañas formas de un vuelo misterioso y eterno, una caricia que resguardara la parte buena, quizás única, que pugnaba por pertenecerme.
También me ha servido de fe contra mí mismo y, es casi imperdonable decirlo, de protección contra las debilidades de la esperanza.
Pero de algo estoy realmente seguro, la poesía será siempre un camino en soledad “
Uno entiende menos entonces esos arrestos de los padres de la patria por nombrar al poeta cuando hay alguna gira proselitista cerca, aunque ahora supongo que se harán cada vez menos como antes y solo una caravana cruzando como una sombra los barrios sin luz y sin barridos, sin cloacas, con un sentido fantasmagórico como el famoso barco de Amarcord que el genial Fellini filmó para siempre.
Esa caravana escéptica, lejana inabordable, ya ni siquiera se gastan en discursos lo cual en adelante tal vez nos salvemos de estar en boca de gente tan irresponsable.
De todos modos, como decía una vez Ernesto Cardenal cuando le preguntaron para que servía la poesía:
-“Para nada”, contestó-. “Pero existe”.
¿Y todo esto para qué estarán pensando ustedes ya prontos a abordar el tren del aburrimiento?
Simplemente para decir que ninguna pasión está exenta de la experiencia, que ninguna reflexión puede eludir aquello que se amó intensamente y que no voy a ocultar precisamente eso y lo voy a reconocer siempre como valiosa. Esto no quiere decir que toda la literatura o toda poesía deba ser autobiográfica, ya que la literatura o la poesía se hacen con palabras, pero si uno no se reconoce a través de ellas en lo vivido y en los sueños y en las utopías mejor dedicarse a otro cosa.
Y viene a cuento en esto de las experiencias y de los espejos donde uno se empieza a mirar en la juventud y una experiencia bella y trascendente para nosotros, fundante, única fue la de conocer primero los poemas y luego la persona del grande que se llamó Juan Laurentino Ortiz, Juanele para sus amigos.
El hombre delgado, rodeado de objetos que parecían reproducir ese cuerpo casi inmaterial, que casi ni sombra hacía en el suelo.
Es obvio que no constituye su propio universo con la imposibilidad de saltear una tradición y que la dificultad de saquear el campo textual orticiano resultaba una certeza porque su originalidad era vasta y nos quedamos con sus enseñanzas dejadas como involuntariamente, como al pasar, como si en ese gran friso gigantesco el fuera inscribiendo sus obsesiones y nosotros con la avidez del principiante leyéramos esas grandes constelaciones sin poder alcanzarlas pero sí admirarlas con el asombro suficiente y dentro de los asombroso gozarlas.
Puestos a analizar ese corpus gigantesco, esa “alta catedral de su poesía”, al decir de Hugo Gola veremos que esa obstinada y silenciosa coherencia nos pone súbitamente frente a una de las obras más importantes que se constituyeron en este país de espaldas a las culturas oficiales de todos los tiempos, de todas las fabricantes de prestigios y de todos los inventos con que las metrópolis nos tiene acostumbrado por lo menos desde Echeverría hasta aquí.
Quiero suponer que no le habrá resultado fácil a un hombre de escasos recursos, puesto en el aislamiento a que lo sometió vivir perdido en ciudades de provincia (de esa provincia que como le gustaba decir tiene un aire muy particular, y no solamente esa red intricada de ríos y senderitos donde él fue dibujando, bordando con una obsesión de espléndida monotonía como exigía Pavese de un poeta auténtico).
Ortiz no necesitó las fastos de los grandes luces capitalinas para realizar una obra polisémica, renovada con los elementos más felices con que su entorno lo obsequiaba, con las informaciones de todas las culturas del mundo que vaya a saber cómo conseguía en sus largas vigilias, esa obra que aún hoy nos resulta secreta y desde las esquizofrenias de un país que desprecia a sus creadores auténticos, que los somete al olvido y al desconocimiento, que no les perdona esa libertad que eligen vivir por el orgullo de su humildad sin concesiones, Ortiz es el ejemplo más alto de una poesía que es fiel a sí misma, que rodea hasta la exasperación con las dudas y las interrogaciones, que ha de poner en carne viva las matrices de su nada engolado estado de éxtasis, recorriendo y tratando de escribir, de marcar sobre las texturas de los ríos o pasando sus largas perífrasis cobre el vuelo alto y libre de las calandrias, que no deja de tener sus caprichos y sus retrocesos, que nos va enseñando a vivir de la única manera que un hombre debe: con autenticidad y valentía, dejando afuera de los versos y de sus estipulaciones a todo lo que sea indigno en el hombre, injusto, de todo aquello que violenta esa armonía que él defendía con una obstinación admirable.
Resulta curioso o no tanto porque ya el asombro como vemos no nos dejará de acosar nunca en este país del desprecio, digo que resulta casi curioso que un hombre que concitó en la década del 70 una fanática asiduidad de parte de sus seguidores que lo convirtieron primero en mito y luego en leyenda, digo que también las revistas capitalinas de la frivolidad le hacía largos reportajes tal vez para remarcar lo menos importante aquello que a ellos les parecía exótico y ninguna editorial de envergadura comercial se interesó nunca para editar sus libros.
Hugo Gola se asombraba cómo el país se podía dar un lujo tan grande como para no incorporar a su cultura una obra tan viva y valedera. Muchos años después nosotros podremos seguir asombrándonos. Creo que hasta que no aparezca alguna generación que intente tomarse el país en serio esta inquieta incertidumbre nos seguirá persiguiendo.
Resultan extraños también los inútiles esfuerzos de algunos sectores contradictorios y antagónicos por querer aprehender la obra del gran entrerriano y llevarla al molino de sus intereses.
Los poemas de Juanele seguirán resultando esquivos, porque están construidos con un lenguaje que elude las afirmaciones estentóreas, él mismo descreía de los idiomas occidentales porque decía que estaban hechos no para la poesía sino para dar órdenes como si todo fuera un inmenso cuartel.
A veces me ha preguntado cómo se tomaría él este mundo de los gerentes y la frivolidad, esta posmodernidad que pretende que la poesía no diga nada, que pretende licuar los sentimientos y los anhelos de los pueblos, que pretenden sepultar lo insepultable; el deseo de libertad y justicia.
Ninguna causa noble del hombre le era ajena. Ninguna virtud se salvaba de su exaltación, ninguna sensibilidad digna de ser tenida en cuenta escapaba a su inventario. No excluía de él ni a los hombres ni a los animales ni a las plantas. Su idea de lo armónico, de lo que debe ser justo para que nadie agreda al semejante. El lo creía así.
Leyendo a Barthes cuando afirma que no hay lenguaje escrito sin ostentación me parece que no podríamos explicarnos a Ortiz, a la poesía de Ortiz con esta aseveración tan francesa. ¿Es ostentosa una escritura que elude hasta lo indecible las grandes afirmaciones de la que está plagada la poesía moderna desde Baudelaire y Rimbaud hasta acá?
En esos grandes remansos de sentido que Ortiz obsesivamente intenta una y otra vez desde sus apenas expuestos poemas de su juventud hasta las grandes hiperbolaciones de la fonética, la utilización de las comillas como mediatizando constantemente el sentido de las palabras, la inclusión de pocas en otro idioma menos que las de uso común que va cargando deliberadamente de honda afectividad, el uso de los diminutos y las interrogaciones sin abrir que hace de un largo verso leído casi hasta el final como una afirmativa nos deja pasmados al cerrar con un signo de preguntas al cual no le había permitido la entrada lógica al inicio. El uso extensivo de las comillas cuando quiere resaltar también con efectividad un giro de la región, el sobrenombre de sus tantos amigos muertos o vivos que pone a circular con toda naturalidad en ese islote flotante de signos, que van buscando siempre el estuario donde todos los hombres deberán encontrarse un día en busca del espacio de la gran fraternidad universal esperada según él desde siempre por el hombre.
Muchas veces he pensado su poesía como una gran madeja que él iba desovillando pacientemente, que él iba cada vez más consciente de su perennidad hilando con la Historia, con la Historia con mayúscula, iba introduciendo los mitos de la cultura guaraní que tanto amaba hasta los movimientos de los desarrapados ejércitos de Artigas de los que tanto le gustaba hablaren sus largas charlas con sus visitantes mientras el río iba desmadejando a su paso las delicias del paisaje entrerriano, ese gran río sin el cual la poesía de Ortiz, tal vez no tendido hacia los hombres esa característica tan fluvial, tan de sedimentación pero también tan de viaje hacia un país de maravillosos sentidos, celebrantes en su gozo d9onde también las hierbas de su orilla, sus pájaros y sus flores, sus peces que él aseguraba ver bajo la superficie mientras iría metiendo en su sangre mansa todo el esplendor que con firme timidez pide permiso para emerger de sus versos.
Tal vez con ningún poeta se nos presente la imagen romántica de la bondad puesta paralela a una escritura que lo abarca todo, desde las fulguraciones de múltiples arañitas por el inmenso blanco de la página.
Creo que como nadie uno pudo situarlo en el verdadero camino del maestro, creo que esa obsesiva red de significaciones que él fue uniendo en la soledad más propicia y más desvalida, pero en aparente contradicción tenía una fortaleza del que está seguro de orientación de su camino. Entonces en el cuerpo de ese hombre delgado que ya inficionaba todo un sistema literario con sus anécdotas, de apariencia pintoresca, se centraba una de las voluntades más extraordinarias de estilo, uno de los pocos vitales y verdaderos en la poesía del siglo XX que se escribió en la Argentina.
Conjeturar qué pensaría un hombre tan sensible a los movimientos sociales que fue contemporáneo de muchos de ellos en la nadería del posmodernismo y la ya deliberada vaciedad del sentido a que nos quieren acostumbrar ciertas usinas de la estéticas hoy día nos parece vano. Al fin y al cabo él vivió hasta que esa última perversión de los enemigos quiero decir el invento de la muerte de las utopías aún no se había inventado.
Dejémoslo entonces impoluto en la convicción que orientó su vida: la armonía que imperaría sobre la base de la justicia y la equidad entre los hombres.
Quedémonos con esa imagen de los grandes frisos de la historia que ese viejo magnífico soñaría en las largas y plácidas noches de sus vigilias junto al Paraná, donde él decía percibir las lentas grafías de los peces en la oscuridad.
Dejémoslo en nuestro corazón como el recuerdo de una brasa ardiente, de una brasa que mantuvo nuestros jóvenes corazones más allá de la desesperanza y el oprobio de los miserables que nos han gobernado y aún nos gobiernan con la impudicia de los corruptos. Y no se crea que estoy idealizando la vida de un hombre íntegro y si así fuera creo que no estaría de más decir que no me arrepiento de ello, ya que la falta de altos modelos morales en nuestra sociedad así me lo permite y sino bastara nuestra voluntad o nuestra elección para justificarlo, creo que la vida de Ortiz que dio muestras sobradas desde la más remota y empecinada contingencia como para tener el pleno derecho a ser considerado un hombre que construyó un estilo literario y un estilo de vida con una valentía no vista nunca entre nosotros.
Casi dolorosamente se interrogaba sobre el destino de los desposeídos.


NO, NO ES POSIBLE*

No, no es posible
Hermanos nuestros tiritan aquí, cerca, bajo la lluvia.

¡Fuera la delicia del fuego, con Proust entre las manos,
y el paisaje alejado como una melodía
bajo la llovizna
en el atardecer perdido del campo!

Fuera, fuera, Brahms flotando sobre los campos!

No, la muerte mágica de la música,
ni la turbadora sutileza,
mientras bajo la lluvia
hombres sin techo y sin pan
parados en los campos,
vacilan al entrar a la noche mojada!

*J.L. ORTIZ






LA EFERVECENCIA DE LA NOCHE*


A Sally


Me gustaría vestirte con mañanas azuladas.
Esconderme tras las nubes
que te visten, y cazar curvas salvajes
con la pereza
de los dedos de cupido.
Olvidar pinceles mojados
en tus pechos. Besar el ombligo
de tu buena suerte
hasta llover relámpagos
de tu boca silenciosa. Pero sólo tengo
un anzuelo; y muchas esperanzas
como carnadas para ofrecerte.
Anda, ¡ven, y muerde!
Para que te ahogue en mi agua turbia,
y los luceros ladren al cielo
que vieron a un pescador y una sirena
cazando maripositas rojas
con redecillas de nylon.
Me gustaría... si eso puedo...
vestirte para honrar la geometría del cuerpo
ahogado por ese velo.
No soy tonto. Me faltan tantas cabras
para pagar mi sueño, que he decidido
robarte por la ventana,
una vez que llegue el invierno.




*©Daniel Montoly. danielmontoly@yahoo.es
http://www.danielmontoly.blogspot.com/






Curarme de vos*


Curarme de vos
para que la noche no agonice más por los bordes de la muerte
y despertar de ésta furia que rema contra el olvido.
Sólo existo porque soy aliento, gota, sombra.
Hoy quiero...
curarme de vos
para tocar en mi costado y saber que ya no estás
y recordarte ajena a todo lo que amo
para poder nombrarte sin dolerme
y oler tu boca sin que me pertenezcas;
Eso necesito...
curame de vos
Para que no lluevan penas que devoren mis pedazos
y rehacerme sin vos, desnudo de vos
sin tristezas, sin tormentas ni frío
y que tiemble solamente el rocío cuando no te llame;
hurgando entre mis manos de viento y sangre todavía
encontraré el milagro de curarme de vos.



*de María Manetti. dulcemariam6@hotmail.com





De La Propensión A Los Olvidos*



La felicidad- me dijeron-
es asunto de poetas ebrios.
Útiles solo para cabalgar la luna
con todo y sus acólitos nocturnos.

Escóndete tras la puerta me dijeron.
No cruces la línea que separa al ahorcado
de su mediodía.

Huye del espejo y sus engaños
únete más bien a una legión de imágenes
promotoras de la ausencia.

Trágate tu amor al prójimo
y sus dinosaurios descalzos.
Esas utopías ya no las compra nadie.

Si descubres un vuelo de monarcas coloridas
dales la espalda
no escuches su caricia en el aire
y el escándalo de sus alas encendidas.
Podrías no recuperarte.

Ama la sombra y sigue sus instrucciones
protégete en su círculo de las tentaciones
que la luz produce.

Súmate a la sagrada ley de lo que no se mueve
eso es lo que perdura.

Todo esto me dijeron.

Pero mi desnudez no tenía bolsillos para entonces.
Tampoco una memoria para el llanto.
He seguido la ruta de las aguas
en su afán de mar y de horizonte.
Y no puedo detenerme todavía.



*Consuelo Tomas.
-Enviado para compartir por Verónica Capellino. veroaleph@hotmail.com







Correo:



1º DE MARZO del 2009 - DIA DEL FERROVIARIO*


Muchacho, el pueblo
Recoge todas las botellas que se tiran al agua
Con mensajes de naufragio
El Pueblo es una gran memoria colectiva
Que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido
Hay que buscar esas botellas y refrescar la memoria

Leopoldo Marechal - "Rapsodia III. Asedio al Intendente"


*Por Juan Carlos Cena ferrocena2003@yahoo.com.ar


El 1º de marzo es el día del ferroviario. Día olvidado, han tratado de borrarlo de todas las maneras, porque según dicen: No hay nada que recordar.
El olvido, aún mantiene un cierto campo conquistado sobre la memoria en este simbólico 1º de marzo. Dura lucha es la que han protagonizado tercamente los memoriosos ferroviarios, en el intento por hacer recular ese vacío, llamado olvido. Primero en la cabeza de los nuevos ferroviarios y luego en la
sociedad. Hoy es un día de nostálgica recordación para los ferroviarios veteranos, que engrosan el ejército de desocupados y jubilados 85.000 ferroviarios a la calle y el ferrocarril saqueado, desintegrado, anulado, pasto de comerciantes y corruptos, políticos y gremialistas cipayos.
Es un día triste en esta larga diáspora, a pesar de ello, los ferroviarios, recuerdan lo que fueron y lo que fue el ferrocarril aquel, el deficitario.
El recuerdo regresa en ese ¿té acordás? Momento del primer paso dado en busca de la memoria, el primer tranco dado para ganarle al olvido. Una de las características de los ferroviarios fue siempre su terquedad.
Pero es dable aclarar que, trabajar en el ferrocarril, no es lo mismo que ser ferroviario. El ferroviario incorporó a su Ser ese inmenso objeto metálico en movimiento, como su Sujeto: el es el ferrocarril, era de su pertenencia, no como una propiedad privada, sino porque él era parte
constitutiva del ferrocarril, no estaba añadido, adosado, sino incluido; el ferrocarril y él constituían un conjunto integrado, armónico. Caminar por las playas de maniobras o recorrer sus rincones, era como recorrer el patio y las comisuras de tu casa.
Somos como fuimos, trabajadores trashumantes, solidarios, sembradores y cosechadores de ideas. Somos como nuestros hermanos aborígenes, donde el árbol (objeto) es el sujeto que los penetra, porque ellos son la naturaleza y no están sobre ella. Nosotros los ferroviarios somos el ferrocarril, no estamos sobre él.
La historia de los ferroviarios es un testimonio de lucha, de abnegaciones, sacrificios, rebeldías, muertes y desapariciones. Desde sus inicios el movimiento obrero ferroviario fue duramente reprimido. Nunca lo doblegaron.
Todos los gobiernos de todos los signos trataron de sujetar y domesticar a los trabajadores ferrucas.
Desde 1888 a la 1896 la primera huelga masiva contra los ingleses, o la del 6 de enero de 1912 con 52 días de huelgas. 7000 ferroviarios enfrentaron a las 18 empresas británicas, y así, hasta el advenimiento del gobierno peronista, donde son movilizados militarmente en 1950, momento en que Eva
Perón concurre a los talleres Remedios de Escalada para disuadirlos, no logrando tal cometido.
Muchos de esos compañeros que le dijeron no a Eva, más tarde, en 1955, integraron la Resistencia Peronista. Eran jóvenes peronistas en esa huelga, pero tenían metido dentro de su ser la pertenencia: la de corresponder a la clase obrera. Luego, después de 1955, represión, movilización, Plan Conintes
en tiempos de Frondizi. Dura huelga resistente fue la de 1961, fueron 42 días de paro férreo contra el primer intento de desguace ferroviario de la mano del general Larkín.
La dictadura de Onganía militarizó a los ferroviarios mediante el decreto 5324, todos teníamos grado militar. La repuesta obrera fue la formación de las Comisiones Clandestinas Ferroviarias, y así, resistiendo todos los intentos represivos.
La dictadura militar de 1976, a través del genocidio, crea un vacío generacional entre los ferroviarios, compañeros desaparecidos por todo el territorio, se instala el terror, a pesar de ello los ferroviarios nunca dejaron de luchar. Resistieron de mil maneras diferentes dejando como saldo más de 90 compañeros desaparecidos y 40.000 cesantes. Los ferroviarios demostraron que la clase obrera resistió.
El regreso de las democracias relativas encuentra a la sociedad en su conjunto, al decir de John William Cooke, blanda. Los factores de poder adueñados y consolidados dentro del aparato del Estado ejecutan el desguace del ferrocarril. Primero son los intentos de Alfonsín de la mano del eficiente Terragno y, luego Menem, con toda la iconografía peronista y el embuste cierra los ferrocarriles y expulsa a 85.000 ferroviarios a la calle.
Esa política continúo durante todos los gobiernos democráticos en forma sucesiva, hoy, se ha profundizado.
Con el ferrocarril desintegrado, más los ferroviarios expulsados, el sistema comete en un mismo acto un gigantesco Ferrocidio.
Así las cosas, hoy 1º de marzo del 2009, podemos decir que nuevamente los ferroviarios se van erectando. Nuevas luchas, mismos patrones, traidores de todo los pelajes, cipayos globalizados, intelectuales progress recontraconvertidos, otros reciclados, algunos sancionado judicialmente por
un premio mal habido, profesionales almaceneros, y así: la mediocridad se instaló y nos cubre. Como dijera el poeta Roque Daltón: No hay héroes posibles cuando la tempestad ocurre en un oscuro mar de mierda.
1º de marzo del 2009, tiempo surcado por las luchas que comenzaron en el siglo XIX. Más de cien años, tiempo que les costó a los explotadores pretender domesticar la rebeldía ferroviaria, no pudieron. Hoy la realidad lo confirma, y nos permite afirmar que todo germina de nuevo, la clase obrera y los ferroviarios en forma particular, que en su dimensión dialéctica, ésta siempre renace de sus cenizas demostrando que no hay un fin, sino un recomienzo más dinámico. La clase obrera, la clase más antigua
de la humanidad, nunca fue vencida a pesar de las persecuciones, genocidios, represiones, y las derrotas temporales.
Se va a cumplir otro aniversario del golpe de estado de marzo de 1976. Los ferroviarios fueron brutamente reprimidos. Hoy, los ferroviarios están de nuevo en el riel, como la clase obrera remontado la lucha en las calles.
Es que después de la derrota ferroviaria se intentaría la extinción de toda cultura obrera, empezando por la palabra. Los ferroviarios vivieron a través de la palabra por todo este tiempo; recorrieron el país montados en trenes de palabras. Ella fue y es la transmisora de ideas, historias, triunfos,
derrotas, pero nunca acarreó historias de vencidos, porque siempre se resistió, siempre. Los ferroviarios nunca se dieron por derrotados ni aún derrotados, porque no estaban vencidos, conservaron la palabra, y mientras haya guardapalabras que las cobijen, la vida continúa.
Ellos, los que cercaron la Ciudadela Ferruca lo sabían, y se propusieron: ¡hay que arrebatarle la palabra a los ferroviarios! para vaciarles el lenguaje aquel. Nunca lo lograron.
Existen fenómenos que ocurren en el seno del pueblo, y hay que divulgarlos, porque son almacenamientos de vida. Durante la dictadura y los gobiernos democráticos serviles, los trabajadores ferroviarios escondieron el fuego sagrado de sus luchas. Cobijaron y clandestinizaron la palabra entre los rescoldos de las cenizas de la devastación ferroviaria. Los nuevos compañeros volvieron a soplar la brasa -es lo real maravilloso de la clase obrera-, dando nacimiento a nuevos retoños tibios, que encarnan la certeza
de que la lucha continúa.
"El olvido es una herramienta de la clase dominante. Se ha dicho que hay un momento inicial de la memoria en que el río incontenible de lo vivido es tumultuoso,
Arrastra todo a su paso, espumante, y más allá, el río armoniza su cauce.
La memoria es un proceso social. No hay un solo memorioso, y si lo hay, es de algún modo arbitrario, porque quien narra elige un orden que jamás será espejo del pasado." El Guardapalabras -(memorias de un ferroviario)

A modo de homenaje a los ferroviarios, en este 1º de marzo, del Libro de Cesar Vallejo España aparta de mí este cáliz", el poema: Solía escribir con un dedo grande en el aire

Solía escribir con un dedo grande en el aire:
"¡Viban los compañeros! Pedro Rojas",
de Miranda de Ebro, padre y hombre,
marido y hombre, ferroviario y hombre,
padre y más hombre, Pedro y sus dos muertes.
¡Viban los compañeros
a la cabecera de su aire escrito!
¡Viban con b del buitre en las enseñanzas
de Pedro
y de Rojas, del héroe y del mártir

*Miembro fundador del Mo.Na.Re.FA (Movimiento Nacional por la Recuperación de los Ferrocarriles Argentinos.


*

Queridas amigas, apreciados amigos:


El domingo 1 de marzo de 2009 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música del compositor cubano Aurelio de la Vega. Las poesías que leeremos pertenecen a Roque Dalton (El Salvador) y la música de fondo será de Uakti (Brasil). ¡Les deseamos una feliz audición!



ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!!



REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!

Cordial saludo!

YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.org

Schießstatt-Str. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel: ++43 662 825067


*


Apreciadas amigas, queridos amigos,

El número 86 de nuestro Magazín Cultural Latinoamericano XICóATL "Estrella Errante", edición Enero/Marzo/2009, puede ser ya consultado en nuestra página en internet www.euroyage.org
bajo el link:

http://www.euroyage.org/es/xicoatl-86


CONTENIDO:

· ENSAYO: Onetti: la lección del maestro. Jorge Isaías.
· NARRATIVA: Los sin nombre. Amelia Arellano.
· - Cuentos cortos. Joan Mateu i Marti.
· POEMARIO: Poemas. Blanca Helena Muñoz de Escobar.
· AUSTRIA: Poemas. Wolfgang Kauer.


La edición impresa de XICóATL # 86 puede ser puede ser solicitada a YAGE por e-mail a la dirección euroyage@utanet.at al precio de 7.- Euros (incl. envío postal).


Cordial saludo,

YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur
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Que es Inventiva Social ?
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Cuales son sus contenidos ?
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