domingo, septiembre 13, 2009
LA IMPOSIBILIDAD DEL OLVIDO...
LA PALABRA*
“...no nos une el amor sino el espanto, será por eso que la quiero tanto...”
JORGE LUIS BORGES
Si el viaje te ha cansado.
Si el saco te ha quedado grande y los zapatos chicos.
Si te has extraviado en tu propia casa.
Si no encuentras, tu mesa ni tu silla
Si los íncubos del miedo se alojan en tus huesos.
Si tu pecho es un caracol vacío.
Si encuentras que tu lecho, no es tu lecho
Si te encuentras desnudo de polen y palomas.
Si te enteras que el tren no ha de llegar.
Ay, no ha de llegar porque no ha partido.
Si no reconoces la exacta geografía de tu cuerpo.
Si tu mano no es tu pié. Tus ojos, tus oídos.
Si no hueles con tu boca el esplendor de la rosa mosqueta.
Si no aspiras el sabor del durazno y de la lima.
Si cabalgas en un rebuzno gris del corcel acerado.
Si la galaxia más cercana es tu lágrima.
y sientes que hasta la lágrima es un fracaso
Ay de mí. Ay de ti. Algo me dice que es la hora
Es la hora, mi adormecido ángel. Mi sol espejo amado.
Tendremos que trepar por techos y azoteas.
Ser ladrones. Violentar cerraduras.
Romper a dentelladas los vitraux. Los muros de obsidiana.
Desangrarse en alambres de púas.
Romper el malecón que nos sofoca el pecho.
Hasta encontrarla, amor, hasta encontrarla.
Y cuando la encuentres. Sabrás, por fin.
Vale la pena envejecer en alfabetos.
Y conjugar, de nuevo, en azul, en trino.
En jazmín, en malva, el azahar de la palabra nueva.
*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar
LA IMPOSIBILIDAD DEL OLVIDO...
Pajaros Prohibidos*
*De Eduardo Galeano.
(1976, en una cárcel del Uruguay)
Los presos políticos uruguayos no pueden hablar sin permiso, silbar, sonreír, cantar, caminar rápido, ni saludar a otro preso.
Tampoco pueden dibujar ni recibir dibujos de mujeres embarazadas, parejas, mariposas, estrellas ni pájaros.
Didoskó Pérez, maestro de escuela, torturado y preso "por tener ideas ideológicas", recibe un domingo la visita de su hija Milay, de cinco años. La hija le trae un dibujo de pájaros. Los censores se lo rompen a la entrada de la cárcel.
Al domingo siguiente, Milay le trae un dibujo de árboles. Los árboles no están prohibidos y el dibujo pasa. Didoskó le elogia la obra y le pregunta por los circulitos de colores que aparecen en las copas de los árboles, muchos pequeños círculos entre las ramas: - ¿son naranjas?¿qué frutos son?- La niña lo hace callar:
-ssshhhhh- y en secreto le explica: - bobo ¿no ves que son los ojos? Los ojos de los pájaros que te traje a escondidas.
LUIS CIANCIO, EL EX FUTBOLISTA DE GIMNASIA DESAPARECIDO, CUYO CUERPO FUE
HALLADO POR EL EQUIPO DE ANTROPOLOGIA FORENSE
Una historia de militancia y fútbol recuperada*
Jugaba de volante en Tercera División, estudiaba Ingeniería y militaba en el PCML. Estaba desaparecido desde 1976, y casi 33 años después sus restos fueron devueltos a su familia. Estuvo detenido en el Pozo de Banfield y fue fusilado de tres tiros.
*Por Gustavo Veiga
La pose de futbolista con las manos en la cintura, la camiseta de Gimnasia cuello en V sin publicidad, los árboles del bosque platense como fondo, la tribuna cabecera de madera, los mismos sueños de Primera División que cualquier pibe. Todo en la fotografía en blanco y negro (una entre tantas que conserva su hermano menor, Gabriel) parece estar en el mismo lugar cuarenta años más tarde. Todo menos él: Luis Alberto Ciancio. El tiempo que prolongó su desaparición, su pérdida de identidad ahora recuperada, supera con holgura sus años de vida. Por eso resulta imposible llenar semejante espacio vacío. Aun después de que finalizara su búsqueda.
Pese a la tarea formidable del Equipo Argentino de Antropología Forense, que identificó sus restos, faltan completar algunas partes de su historia.
¿Dónde está su compañera Patricia Dillon, la madre de su hijo Federico?
¿Quiénes dieron la orden de secuestrar a la pareja? ¿Por qué el estudiante de Ingeniería que militaba en política no pudo terminar su carrera? ¿Por qué se ensañaron con la mayoría de los jóvenes que integraban su organización, el Partido Comunista Marxista Leninista (PCML)?
"Hoy lloro a todos esos chicos, con los que tuve amigos compartidos con mi hermano. Casi todos están desaparecidos. El viernes, cuando regresaba con mi mujer del cementerio de Berisso, nos decíamos: 'Si volviera a pasar lo mismo que aquella vez en el país, seríamos muchos más los que saldríamos a dar pelea'. Lo que hizo la dictadura fue un genocidio que quedará en la historia como la Guerra del Paraguay o la Conquista", dice Ricardo (57), el segundo de los hermanos Ciancio, un empleado especializado en recursos humanos. Luis era el mayor, Alejandro (46) es el tercero y Gabriel (45) el cuarto.
Sus padres, Luis Alberto y Dora Hilda Alegre, provenían de Chacabuco, la ciudad de Haroldo Conti y Daniel Passarella. El jefe de familia participaba de carreras en ruta con su bicicleta y un día, en uno de los tantos viajes que realizaba, pasó de la pensión en donde vivía a trabajar en el frigorífico Swift de Berisso. La familia comenzó a crecer en la calle 8, frente al legendario club Estrella fundado en 1921. Luis, el primogénito, cursó la primaria en la Escuela N 2, Manuel Alberti, donde fue elegido abanderado (otra fotografía en poder de Gabriel lo corrobora). Cuando eran chiquilines, los hermanos mayores se probaron en Gimnasia, el club del que son hinchas los Ciancio. Luis quedó y Ricardo no: "A mí me echaron", recuerda. La poca diferencia de edad entre los dos más grandes hace que Alejandro y Gabriel (12 y 13 años menores que el joven desaparecido) sugieran que, para este tipo de evocaciones, Ricardo sea la persona más indicada.
"Luis jugó desde la división más chica hasta la Tercera. Sólo un año interrumpió sus entrenamientos en Gimnasia para participar en torneos barriales, pero después volvió para 5 o 4. Era un volante derecho que llegaba al gol, aunque cuento esto y yo, en realidad, no soy futbolero. Mi deporte era el rugby", confiesa.
Alejandro es -según Gabriel- el más parecido al hermano que secuestró un grupo de tareas de la marina. Médico, hoy vive en Ingeniero Maschwitz y dirige la Corporación Médica de San Martín. También pasó por el área de Salud en el gobierno porteño hace varios años. Aunque era un pibe con edad de escuela primaria cuando Luis había fichado en Gimnasia, se acuerda de que "jugaba bien, tenía muy buena pegada y su puesto era el de volante por la derecha. Petiso, gambeteador, un día me contó que había compartido el vestuario con Gatti. Yo también jugué en Gimnasia y llegué hasta la tercera donde tenía como compañeros al arquero Castagnetto, que ahora es viceministro de Desarrollo Social, al Flaco Rifourcat, Marchi y otros jugadores que habían bajado de Primera como Espósito y Abel Alves".
Luis Alberto, el antiguo empleado de Swift -frigorífico que cerró en 1970-, era un seguidor incondicional de su hijo, que en parte lo decepcionó cuando abandonó la carrera de futbolista para dedicarse por completo a sus estudios universitarios en la Facultad de Ingeniería platense. Ricardo confirma ese dato de la simbiosis que había entre su padre y su hermano mayor: "Lo seguía a todos lados, era infaltable en sus partidos. Por eso después lo buscó como lo buscó. Nosotros, el resto de la familia, lo hacíamos con algunos miedos, pero mi viejo no. Iba al frente contra lo que fuera".
De aquella etapa en la que el mediocampista de Gimnasia combinó brevemente estudios y deporte, sus hermanos también atesoran una foto en la que se lo observa junto a Juan Miguel Tutino, un volante creativo que hasta hace un tiempo trabajaba como taxista. Alejandro asegura que hay otra en la que se
lo ve con el delantero sanjuanino Oscar Fornari, integrante de la llamada selección fantasma que jugó las Eliminatorias del Mundial '74 en la altura de La Paz.
Pero si Luis hoy pudiera responder con cuál de las imágenes del álbum futbolero se quedaría, seguramente elegiría la que comparte con su íntimo amigo Horacio Cegatti, con quien jugó en las divisiones menores de Gimnasia.
A los dos se los observa en cuclillas, ataviados con el equipo del Lobo platense, antes de empezar un partido. Cegatti y el otro amigo íntimo de Luis, Miguel Segismundo, se mataron en un accidente automovilístico en Chacabuco, hace como veinte años.
En ese lugar situado a 215 kilómetros de Buenos Aires todavía vive un hermano de Hilda Alegre, la mamá del militante y futbolista que estuvo desaparecido durante casi 33 años. El tío de Luis se llama Ricardo Osmar Alegre, alias Caíto, y viajó, pese a que tiene algunos problemas de salud, a la inhumación de los restos de su sobrino (ver aparte). Militante del Partido Auténtico en los '70 (un intento político de los Montoneros por ir a elecciones en 1975), estuvo detenido durante nueve meses en 1976, incluso desde antes del golpe del 24 de marzo.
A Luis lo recuerda en la infancia como "un chico bárbaro. Me acuerdo que lo subía a un trencito, acá en Chacabuco, en el que le gustaba jugar. El venía generalmente a pasarla en lo de mis padres, o sea, sus abuelos". Con los años, tío y sobrino se enfrascaban en charlas políticas aunque no pertenecían al mismo partido. El joven desaparecido se había comprometido con el PCML (Partido Comunista Marxista Leninista Argentina),y, según Caíto, "tenía, como yo, la colección del periódico Militancia, que dirigían Ortega Peña y Duhalde. Cuando venía a Chacabuco había una confitería que se llamaba Lacentra donde discutíamos de política". El mayor de los Alegre, Antonio, ocupó la presidencia de Boca Juniors entre 1985 y 1995. Hoy tiene 86 años y también es tío de Ciancio.
Caíto evoca que cuando estuvo detenido a lo largo de 1976 "pensaba mucho en él". Pero cuando Alegre -quien ahora tiene 73 años-, recuperó su libertad, a la semana secuestraron a Luis. Ocurrió el 7 de diciembre de 1976, en el acceso a las oficinas de Vialidad Provincial, donde trabajaba el joven Ciancio. Ese mismo día la detuvieron a Dillon, presuntamente en la sucursal del Banco Provincia de Berisso, donde se desempeñaba. Otra versión indica que su desaparición ocurrió en la ex Casa Beige, una tienda de 48 y diagonal 74.
Para entonces, ya había nacido Federico, el hijo de Luis y Patricia o Pato, una rubia de rostro aniñado, pelo largo y estudiante de Letras, dos años menor que Luis. A los dos se los ve sonrientes en un par de fotografías; él demasiado delgado y ella "menuda, dulce, divina, la conocí cuando tenía cinco años", recuerda Gabriel, su cuñado.
Federico nació un día después del golpe, el 25 de marzo de 1976. Hoy está casado con Silvina y tienen una hija, Galatea, la nieta de Luis. El es un músico prestigioso que acaba de recibir el premio Konex. Toca el órgano y el clavecín en composiciones clásicas, como lo ha hecho bajo la dirección de Carlos López Puccio, también integrante de Les Luthiers. A Federico lo criaron sus abuelos Hilda y Luis Alberto, que fallecieron en 2001 y 2003, respectivamente. Junto a los dos, en el cementerio Parque de Berisso, ahora descansan los restos de Luis.
El 21 de abril pasado, la familia Ciancio se enteró de que el Equipo de Antropología Forense había identificado a su ser querido. Hubo que esperar un tiempo más para tener la confirmación oficial de un juzgado. Y habrá que seguir varios años para seguir sumando certezas. Sobre 337 cuerpos encontrados en el cementerio de Avellaneda, 47 ya se sabe de quiénes son. El ex futbolista de Gimnasia, estudiante de Ingeniería y cuadro político del PCML que pasó por el centro clandestino de detención denominado Pozo de Banfield fue fusilado de tres tiros. Ahora su familia quiere saber quién disparó. "Sin espíritu de venganza, sin odio. Pero sí con un profundo sentido de justicia", afirma Ricardo, con quien Luis también solía discutir de política. Una postal de época que hoy escasea y que cruzó a la generación
de los dos.
"Vamos a buscar a quien lo asesinó"
*Por Gustavo Veiga
La inhumación de los restos de Luis Alberto Ciancio fue un acto muy emotivo al que asistieron unas 250 personas. Se realizó anteayer en el Cementerio Parque de Berisso. Estuvieron presentes su hijo Federico, sus tres hermanos, Ricardo, Alejandro y Gabriel, su nuera Silvina y su nieta Galatea, además de otros familiares, amigos y compañeros de militancia.
También acompañaron la ceremonia el intendente local, Enrique Slezack, el de Ensenada -un partido vecino-, Mario Secco; el diputado nacional Mariano West; el subsecretario de Derechos Humanos bonaerense, Fernando Cano: el presidente de la comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados provincial, Ricardo Gorostiza; el decano de la Facultad de Ingeniería de La Plata, Pablo Massa; el vicepresidente de Gimnasia y Esgrima La Plata, Fabián Gagliardi; varios funcionarios de primera línea del municipio de Berisso; organismos de Derechos Humanos y trabajadores del Banco Provincia y de Vialidad Provincial, donde cumplían tareas Ciancio y su compañera, Patricia Dillon, de cuya familia asistió una hermana. Además concurrieron Luis Bustamante y Víctor Díaz, integrantes del Equipo de Antropología Forense que hizo posible la recuperación de la identidad de Luis, cuyos restos fueron colocados junto a los de sus padres.
Ricardo Ciancio, en diálogo con Página/12, describió la ceremonia como "más de recordación que política" y fue uno de los oradores del acto, junto al intendente Slezack. "Mucha gente trabajó para que llegue este día. Y aunque todavía falta recuperar a Patricia, la esposa de Luis, ahora comenzamos una nueva etapa, la de buscar a quien lo asesinó", dijo el mayor de los hermanos. El funcionario reconoció que por primera vez hablaba en público "con un nudo en el estómago" y destacó que Luis es el primer detenido desaparecido de Berisso en ser reconocido.
Antes de que finalizara el acto también pidió brevemente la palabra un integrante del Partido Comunista Marxista Leninista que reivindicó a Ciancio como militante. Esa fuerza nutrida de estudiantes universitarios que diezmó la represión ilegal de la dictadura y que tenía entre sus filas a varios deportistas, además del puntero derecho que hizo todas las divisiones inferiores en Gimnasia.
Compañeros y desaparecidos
*Por Gustavo Veiga
Ricardo Ciancio jugó unos años al rugby en el club La Plata, que tiene una extensa lista de jugadores desaparecidos, al menos diecisiete. Aunque no militó en el PCML, conoció a varios de los compañeros de su hermano Luis, como Otilio Pascua, Santiago Sánchez Viamonte, Pablo Balut y Mariano Montequín, los tres primeros secuestrados en un operativo en Mar del Plata y el último en otro realizado en la calle Ramón Freire de la Capital Federal.
Los cuatro jugaban de manos con la ovalada en la institución de Gonnet y llegaron al plantel superior. También, en 1974, integraron el equipo que ganó el tradicional Seven de verano que se disputaba en DAOM.
De todos los jóvenes del PCML, el futbolista de Gimnasia fue el primero en caer, en diciembre de 1976; a Sánchez Viamonte, Balut y Pascua los secuestraron en octubre de 1977 y a Montequín en diciembre del mismo año. En el PCML también militaba una deportista desaparecida, Adriana Acosta, jugadora de hockey del club Lomas y de la selección nacional, que estudiaba Medicina en La Plata. Un grupo de tareas se la llevó de una pizzería de Francisco Beiró y Segurola el 27 de mayo de 1978. Ninguno de estos militantes todavía pudo ser encontrado.
*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/deportes/8-131690-2009-09-13.html
Domingo, 13 de septiembre de 2009
PABLO SPINELLA, HIJO DE UN DESAPARECIDO, Y LA IMPOSIBILIDAD DEL
OLVIDO
"Fue inexorable reconocer mi historia"*
La novela no es autobiográfica, pero el personaje de Lucas tiene mucho que ver con la vida de su creador. "Las heridas que nos deja el pasado nos enseñan que lo que nos pasó fue real", asegura. El libro tiene prólogos de Ana Careaga y Estela de Carlotto.
*Por Silvina Friera
"En un país donde hablar de los desaparecidos está mal visto, ¿quién nos va a contar lo que pasó?", se pregunta Lucas, el protagonista de La imposibilidad del olvido (Nuestra América), de Pablo Spinella, novela prologada por Ana Careaga y Estela de Carlotto, que se presentará el lunes 14 a las 19 en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543). Lucas evoca imágenes de su pasado para recomponer su identidad. El avión militar que sonó como un trueno en el patio de la escuela durante la guerra de Malvinas; la primavera democrática y sus comienzos difíciles en la escuela secundaria; su rechazo a escuchar las propuestas de los candidatos a dirigir el centro de estudiantes ("me habían enseñado, con la pedagogía del miedo, a no meterme en política"); la primera vez que escuchó la palabra
"desaparecidos" sin poder aplicarla a la ausencia de su padre, convencido de que lo había abandonado. Lucas se hunde en una realidad enmascarada por el "mejor no preguntar". Saber, es cierto, quizá sea peor que ignorar. Pero el "no saber" qué había pasado con Angel lo está enfermando. El primer paso lo
da cuando decide visitar la casa del hermano de su padre, ese tío que murió súbitamente, con el que nunca habló sin saber por qué razón. Papeles, cartas, fotos y documentos que encuentra en una caja disparan un diálogo imaginario con su padre. Lucas no puede parar de escribir, necesita conjurar
el olvido con palabras.
Spinella, escritor e investigador que trabaja en el Archivo Nacional de la Memoria, cuenta a Página/12 que decidió escribir La imposibilidad del olvido en fragmentos que recurren a imágenes separadas, como fotografías que surgen de manera espontánea. "Trabajé las elipsis, los finales abruptos, de manera deliberada, dejando situaciones de algún modo incompletas, al menos desde el plano literario, que llevan al lector a la reflexión -explica el escritor-.
Intentaba contar la historia reciente de la dictadura, cuando me di cuenta de que estaba inmerso en Lucas y a partir de ese momento no pude parar de escribir." El novelista acompañó al protagonista, tratando de ser fiel a sus vaivenes y contradicciones. "Después pasaron otras cosas; es lo inexorable
de reconocer la propia historia. Las heridas que nos deja el pasado nos enseñan que lo que nos pasó fue real -advierte Spinella-. Durante mucho tiempo, los libros fueron -y son- un refugio. Hubo momentos peores que otros y para cada uno un libro, un autor diferente: Cortázar, Dostoievski, José
Saramago, Osvaldo Bayer, Haroldo Conti, Arturo Jauretche. Cuando era chico, si no leía unas páginas de El Principito no me podía dormir."
"El dolor es íntimo y personal; un dolor que encuentra una salida lenta pero esperanzada, que se inicia gracias a la literatura. El ejercicio constante de la memoria es el motivo que me llevó a escribir -señala el escritor-.
Tardé mucho en hablar del tema, incluso -y me avergüenza decirlo- aún hoy me cuesta formular preguntas. Toda mi infancia estuvo signada por el silencio", revela Spinella. Mañana se cumplirán 31 años de la desaparición de su padre, Miguel Angel Spinella, militante del Partido Comunista Revolucionario.
"Nunca pregunté mucho sobre mi viejo, como Lucas. Saber es muy doloroso; a veces las certezas son peores que las incertidumbres", afirma el novelista. En abril de este año, Spinella se contactó con el único testigo que vio a su padre ingresar en la ESMA. "Lo agarraron en Constitución; mi padre iba rumbo a Quilmes, a la casa de mis abuelos, donde vivía yo. Cumplo años el 16 de septiembre y a él lo secuestraron el 14. Le pusieron una capucha y lo llevaron en un Dodge 1500 a la ESMA. Le sacaron una foto con un chico con guardapolvo azul y un maletín, que era yo, y unos panfletos en contra de la
guerra con Chile. Y parece que le dijeron: 'Los comunistas son más divertidos que los montoneros', porque le habían encontrado preservativos.
Mi viejo aparentemente fue un tipo muy mujeriego, tuvo varias novias y estaba separado de mi mamá. Esto es lo único que sé", dice el escritor.
-En la novela hay muchos reproches del hijo al padre, le "cuestiona" la militancia y que lo haya abandonado. ¿Son críticas imaginarias o autobiográficas?
-El orden de prioridades del papá de Lucas era la militancia, la facultad y su familia. Al principio, él creía que su padre lo había abandonado, pero cuando se da cuenta de que no fue así, en cierta forma se prolongan los reproches porque "no eligió a su hijo". Si no hubiese militado, probablemente hoy tendría a su padre. Pero esos reproches son del personaje.
Si a mí no me hubiera pasado lo que me pasó, seguramente habría ido a otra escuela, viviría en otra casa, quizá con otra familia. Sería lindo, claro, modificar el pasado, pero eso implicaría tener otra vida. Si esta historia no hubiese existido, no tendría necesidad de contarla. Lo hago porque quizá muchos hijos se sintieron abandonados.
-¿Cree que comparte parte de estos reproches con otros hijos de desaparecidos?
-No lo sé. En la época en que estuve con Hijos, gracias a Raquel Robles, una mujer a la que le tengo que agradecer infinitamente hasta la posibilidad de haber escrito, estaba en el lugar de víctima, del que me costó mucho salir porque es también un lugar muy cómodo. Mi papá era un héroe; no podía reprocharle nada porque todo lo que había hecho era perfecto. Después de elaborarlo, de mucha terapia, pude escribir esta novela.
-Hay una escena en la novela en la que Lucas se encuentra con compañeros de militancia de su padre y discute con ellos cuando intentan sumarlo al partido. ¿Está inspirada en la realidad?
-Sí, esa escena existió. En el 2002 se contactaron conmigo tres compañeros de mi padre, una ex novia, por lo que me contó, y dos más, pero nunca supe sus nombres verdaderos. Ellos se sorprendieron mucho por la similitud física con mi viejo, por mi manera de hablar y los movimientos que hago con las manos, siempre jugando con algo en la mesa. No es literal que me hayan querido sumar al partido, pero me invitaron a charlas, me contaron de una movida con los piqueteros y querían que yo fuera. Había cierta insistencia para que participara.
-Lo que sorprende de estos militantes es que siguen anclados en los '70; sobre todo por el lenguaje y los comentarios que hacen. ¿Por qué cree que no registran el paso del tiempo?
-Son tipos que perturban, esconden su identidad y siguen usando nombres de guerra o de cobertura, viven como si estuvieran perseguidos, en clandestinidad. Cuando se celebraron los cuarenta años del PCR en el Luna Park fui como familiar de mi viejo porque hay cosas que tengo que asumir.
Decían que el campo se estaba levantando; ahí me di cuenta de que estaban muy confundidos porque no se estaba levantando precisamente el campesino, y hablaban del "argentinazo de 2001", donde el pueblo había sacado un presidente... Efectivamente, se quedaron en los '70. Y molestan mucho, no construyen.
-¿Por qué Lucas cuestiona el uso que hacen esos militantes de sus compañeros desaparecidos?
-Eso me molestó muchísimo; ellos apelan a "nuestros desaparecidos" y a partir de ahí construyen sus causas. Cuando desaparecía un compañero, ellos se diluían, se borraban. Lucas les reprocha que ahora usen a los desaparecidos. Pero no quiero que esto se confunda con lo que dicen muchos sobre que este Gobierno usa a los desaparecidos. Al contrario, creo que este Gobierno está poniendo las cosas en su lugar, reivindicando la figura de las Madres, de las Abuelas. Por más que intentemos tapar lo que sucedió, con ese discurso de parte de la sociedad que se pregunta para qué revolver la mierda y esgrime la famosa reconciliación y demás, es imposible olvidar lo que nos duele. Lo que está guardado y no lo escribimos, no lo hablamos, no lo pensamos, es un dolor permanente.
*Fuente:http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-15267-2009-09-13.html
Kissinger y el 11 de septiembre*
*Por José Pablo Feinmann
Sería ingenuo no creer que el 11 de septiembre que el mundo recordará será el de las Torres Gemelas antes que el de Chile. El de las Torres tuvo una audiencia en simultáneo, un público atónito que asistía, compartiéndolo, en vivo y en directo, a uno de los acontecimientos más poderosos de la historia humana. No menos poderoso fue el de Chile, pero nos tenía más acostumbrados.
Ignoro si se ha reflexionado sobre un punto: el acontecimiento de las Torres y el de Chile no sólo comparten la fecha, sino mucho más. El país de las Torres (el Imperio) fue el causante directo del septiembre chileno. Chile nada tuvo que ver con la caída de las Torres. Pero Estados Unidos hizo el
golpe de Pinochet, lo inventó a Pinochet y lo asesinó a Allende. Era parte de la política que se había otorgado para manejar las cosas en eso que llaman su "patio trasero".
Desde que llegó a la presidencia, Kennedy, que era un furioso anticomunista, advirtió que -durante el llamado período de la Guerra Fría- las acciones bélicas directas no tendrían lugar entre los dos bloques hegemónicos. Había, en ellos, un exceso de técnica bélica que lo impedía. El terror nuclear recomendaba una excesiva prudencia que los dos colosos observaron con prudencia, con cautela. Las luchas, entonces, se dieron en otras latitudes.
Kennedy informó que los soviéticos instrumentarían las guerras nacionalistas, las guerras de descolonización para hacer de ellas guerras revolucionarias. Se había visto en Indochina, apenas acababa de verse en Argelia. No eran guerras entre colonizadores y colonizados. Ese era el disfraz y aun el concepto novedoso que las definía (guerras de liberación del Tercer Mundo) era una falacia. No había Tercer Mundo. El mundo seguía siendo bipolar. O el liberalismo democrático e individualista que
representaba Estados Unidos o el totalitarismo estatal y masificador encarnado por la Unión Soviética. Los cuales intentaban apoderarse del mundo, algo que vehiculizaban por medio de las guerras coloniales contra las potencias de Occidente que ellos respaldaban.
En América latina habían puesto su garra por medio de Cuba, por esos barbudos que habían seducido y engañado a la CIA diciéndose democráticos, y que la CIA creyó que apenas venían a tirarles abajo a ese sargento Fulgencio Batista, un sanguinario impresentable, que había hecho de Cuba un prostíbulo y un garito para la mafia. Apoyaron a los muchachos de Fidel, que les dieron una enorme y pésima sorpresa: su líder se definió y definió a su movimiento como marxista-leninista. Decidieron aprender la lección: nunca más un Castro en América latina. Porque Estados Unidos decía no pretender apropiarse del
mundo como los soviéticos, pero en verdad ya casi lo dominaba o esa era su meta. Por ejemplo: "Los países latinoamericanos tenían libertad para elegir sus gobiernos mientras no fuesen comunistas o nacionalistas y no amenazasen los intereses económicos, políticos y estratégicos de los Estados Unidos.
Con justa razón, el profesor Chalmers Johnson consideró que había más simetría entre las políticas de la Unión Soviética y de los Estados Unidos de lo que los norteamericanos deseaban reconocer. Si en el transcurso de la Guerra Fría la Unión Soviética intervino manu militari en Alemania Oriental
(1953), Hungría (1957) y Checoslovaquia (1968), los Estados Unidos articularon el golpe en Irán (1953), la invasión de Guatemala (1954) y de Cuba (1961), ocuparon militarmente la República Dominicana (1965) e intervinieron en Corea (1950) y en Vietnam (donde sustentaron dictaduras y
mataron a un número más grande de personas que la Unión Soviética en sus exitosas intervenciones" (Chalmers Johnson citado por Luis Alberto Moniz Bandera en su notable ensayo: La formación del imperio americano). En una comparación inevitablemente odiosa y desagradable, posiblemente la CIA sea y haya sido una organización más cruel, más asesina y, sobre todo, más
responsable de la llegada de regímenes genocidas al poder que la KGB soviética. Medio mundo o más no diría esto por la prepotencia, la supremacía que tienen los medios en la formación de la subjetividad de las personas. El cine, por ejemplo (gran herramienta de propaganda de EE.UU.), siempre ha mostrado a un agente de la KGB como alguien más siniestro que uno de la CIA, que, con frecuencia, es el héroe de la película. Jack Ryan, sin ir más lejos, tuvo la pinta y el carisma de Harrison Ford. ¿Quién, en la KGB, podía competir con él? Nadie y no sólo eso: todos los sujetos-sujetados del vasto universo ven a Harrison Ford como agente de la CIA y les cuesta creer, a partir de ahí, que un tipo de esa siniestra organización (llena, por ejemplo, de expertos en tortura y demás métodos "de inteligencia") sea una
mala persona. ¿O no lo hace el bueno, el encantador de Harrison? ¿O no lo hace nada menos que Indiana Jones? Sólo podría ocurrir -en estos tiempos duros de la "Guerra contra el Terror"- que Indiana tuviera una 5ta. parte (improbable, dado el fracaso de la cuarta) en que el héroe fuera decididamente malvado, a lo Batman versión Frank Miller, pues parece que Hollywood quiere atemorizar más que seducir, ser malo antes que bueno, uno de los principales consejos de Maquiavelo al Príncipe. Por algo será, ya que si el florentino no sabía nada de historietas, de política sabía un montón.
El problema se le aparece a la administración Nixon. En 1970, el socialista Salvador Allende, candidato de la Unidad Popular, gana de modo inobjetable las elecciones en Chile. Pese a que Allende propone una "vía pacífica" -o una "vía democrática"- al socialismo, Richard Nixon lo odia desde el primer día. Y desde ese día se propone echarlo del gobierno. Aquí debo mencionar dos documentales formidables con los que trabajo estas cuestiones y deben (creo) ser consultados: uno es casi una autobiografía de Robert McNamara y se titula La niebla de la guerra, el otro es una pequeña obra maestra de Christopher Hitchens, Los juicios de Henry Kissinger. En éste, Hitchens nos muestra la pasión que pone Kissinger en dejar contento a su jefe, Nixon, y demostrarle que se puede hacer con un país lo que Estados Unidos desee. No aún con Chile, porque Allende acaba de ganar muy limpiamente "y nosotros respetamos la democracia". Nixon acepta este dogma, pero tiene claro que -en caso de llegar a imponer una dictadura- siempre es mejor una dictadura no-comunista que una comunista (ver: Luis Alberto Moniz Bandeira, La
formación del imperio americano, p. 278). Seguramente compartían este criterio las empresas que le hicieron saber acerca de la gravedad del asunto: la ITT, la Pepsi Cola y el Chase Manhattan Bank. Todas se comunicaron con el director de la CIA, Richard Helms. (Qué cosa: pensar que uno se toma una Pepsi Cola -yo siempre lo hago cuando no hay Coca Cola light- y no piensa en estas cosas. Si lo hiciera, ya no podría vivir en este planeta.) También lo hizo Nixon, en una reunión relámpago: se sentó, tomó un
vaso de agua, dijo un par de cosas y se fue. Destinó 10 millones de dólares para la tarea de desestabilizar al "hijo de puta" -así le decía: SOB-, pidió acción inmediata, dejar de lado al embajador, poner los mejores hombres en la tarea y en 48 horas deteriorar la economía. A partir de ese punto
empezaría el trabajo en serio.
Kissinger tenía un buen concepto de la habilidad política de Allende: por todos los medios exhibiría que no era un satélite soviético, a lo Castro, ni siquiera un gobierno abiertamente comunista. Pero no estaba dispuesto a mostrar que le creía. En suma, entre Nixon y Kissinger deciden hundir a Allende desde el primer día de su llegada al poder. Así se hace la historia.
En tanto en América latina se festejaba el gran paso de la llegada al gobierno por elecciones libres y democráticas de un gobierno socialista (aunque fuese con un margen leve: la Unidad Popular sólo alcanzó el 36,2 por ciento), en las oficinas de la CIA o en el despacho más privado de Nixon la tarea de destrucción ya estaba en camino. Precisamente en Los juicios de Kissinger, el halcón Alexander Haig (que anduvo por aquí tratando de arreglar la guerra de Malvinas) lanza una exclamación con la fuerza de un
escupitajo iracundo: "¿Otro Castro en América latina? ¡Por favor!". O sea, ni locos. Allende debía caer.
Kissinger empieza la tarea. Ya, cierta vez, había dicho que no se le debía permitir a un país hacerse marxista sólo por "la irresponsabilidad de su gente". Es un perfecto razonamiento de derecha: mientras la gente vote lo tolerable, lo que podemos aceptar o manejar sin perder dinero ni perder la posibilidad de ganarlo, bien. De lo contrario, han votado como idiotas. No vamos a tolerar ser víctimas de la voluntad de los idiotas. Aquí, en Chile, lo mismo. Si estos latinos del extremo sur han elegido volverse comunistas, allá ellos. Debieron saber que no toleraríamos un segundo país rojo en nuestro patio trasero. Ahora vendrán las consecuencias y tendrán que atenerse a ellas. Todo lo que sigue es más o menos conocido. Kissinger le encarga a la CIA matar al comandante en jefe del Ejército chileno, el general René Schneider. Lo acribillan dentro de su auto. Uno ve la foto y se parece demasiado al auto de Rucci. Luego se hace todo lo necesario para llegar al golpe de Pinochet. Ya se ha liberado correspondencia entre ambos tiernos personajes. Se han hecho públicas comunicaciones telefónicas en las que Kissinger le dice: "Mañana hablaré en las Naciones Unidas sobre derechos humanos, pero no se sienta agredido. Sólo es algo formal. Tengo que decirlo".
El 11 de septiembre de 1973 se produce el golpe. La economía ha sido devastada, la clase obrera ha perdido su cohesión, las conchetas chilenas hace días y días que salen a cacerolear y a pedir la caída de Allende.
Pinochet, por fin, bombardea La Moneda. Allende muere resistiendo.
Precisamente ese día el Senado confirma a Kissinger como secretario de Estado. Kissinger declara que Estados Unidos nada tiene que ver con el golpe de Chile. El embajador Edward Korry (sin dejar de sonreír, pues todo le parece una comedia irrefrenable y macabra) dice: "Mintió". Hace una pausa y
repite: "Mintió". Como si dijera: "¿Qué esperaban de él?".
El próximo paso de Henry (Henry, retrato de un asesino titula Ramón Pedregal Casanova su comentario al trabajo de Hitchens) es ayudar al régimen de la Junta argentina. Así, recibe al almirante Guzzetti en una suite ultrarreservada del Waldorf Astoria el 7 de octubre de 1976. Le dice que, en Estados Unidos, no se entiende que "ustedes tienen una guerra civil". Que él ya nada puede hacer para imponer ese punto de vista, que se rechaza una y otra vez. Que la cuestión de los derechos humanos está difícil. Que terminen el trabajo sucio antes de fin de año, antes de que el Congreso retorne a sus funciones. En suma, antes de Navidad. Guzzetti le asegura que "antes de Navidad" todo estará concluido.
Se cumplen 36 años del golpe contra Allende, el 11 de septiembre. Se cumplen 8 años de la caída de las Torres, un 11 de septiembre. Se ha buscado de muchas maneras enjuiciar y arrestar a Kissinger, considerado por muchos "el más grande criminal de guerra vivo". McNamara murió en julio de este año a los 93 años, en su cama, sereno. Hace un tiempo se consiguió llevar a juicio al verdugo de Allende. Por fin. Era, simbolismo que fue buscado, un 11 de septiembre. Pero era el 11 de septiembre de 2001. La audiencia se anuló.
Sigue libre.
*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-131698-2009-09-13.html
*
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Este domingo 13 de septiembre de 2009 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música del compositor uruguayo Daniel Stefani. Las poesías que leeremos pertenecen a Juan Gustavo Cobo Borda (Colombia) y la música de fondo será de Llaktaymanta (Andes).
¡Les deseamos una feliz audición!
ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!! (Recomendamos usar
http://24timezones.com/ para conocer las diferencias horarias).
REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!
Freundliche Grüße / Cordial saludo!
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