miércoles, marzo 10, 2010

¿CUÁL ES, EXACTAMENTE, SU MUNDO? NO LO SÉ...



-Ilustración de Walkala. www.walkala.eu





MORADA MIRANDO AL SUR*



I

Quiero descansar.
Pon tu mano sobre mi corazón y no la retires hasta que adviertas que él también duerme.
Luego transfórmate en esencia que se diluya en un rayo de luna y sin ruidos penetra el universo, desde allí podrás poseerme.


II
Las estrellas fugaces son intentos de libertad que caen al vacío, desfallecen en el silencio que nos habla de fracasos, se adormecen en el infinito sin amas nodrizas ni cobertores tibios.
La libertad perdió su madre el día que abrió sus ojos a la realidad.



III
Me tiendo sobre un páramo de ruidos para invocar los sonidos del silencio.
Me descubro fragmentada, sin rumbo y no escucho mi propia voz interior porque perdí el camino del reencuentro.
Tal vez duendes maliciosos dibujan su negrura en mis oídos, destruyan el canto de los pájaros, amordacen el Violonchelo del mar, conviertan el seseo de la brisa en un zumbido despiadado.


*de Emilse Zorzut. zurmy@yahoo.com.ar






¿CUÁL ES, EXACTAMENTE, SU MUNDO? NO LO SÉ...





Marea anti poetas*




*De Horacio C. Rossi.


Los que nos obligaron a vivir en corral se encaramaron a componenda...
Y prohibieron todo lo de salud, de abiertas puertas, de alegría, de amor...
Y se vienen portando bastante torpes con los que no acatamos su
zonza pretensión. Y seguimos haciendo habitable al mundo, cocinando, sembrando,
industriando, cantando, anotando, abrazando, amando...

Y si bien no tuvieron ningún tipo de éxito, al menos en los
últimos cinco mil años, sus ejecutores nos queman vivos, nos cortan los dedos,
nos matan a tiros o de hambre, nos culpan de todo, tratan de que nos
identifiquen con el vicio, el asco, el suicidio:
"¿tu hijo es poeta?: ¡pobre de él, y pobres de ustedes!"...
creando una onda artificial de choque, aveces hasta sutil, pero
nomás imbécil, a la que, con el perdón de las palabras, llamaré: marea anti poetas...

La marea anti poetas logró que muchos se obligaran a creerse otra
cosa, y vivieran toda su vida en casa ajena...
En sus obras, la Poesía habita, campea y esplende, dueña y, lamentablemente, desdeñada
por su teniente entonces infeliz...

Con ella nos miramos, y, sonriendo, algo tristes, pero serenos en
el fondo, proseguimos...

hablar de la marea anti poetas es nombrar la campaña anti hembra,
anti fertilidad desabrochada, anti danza, anti fiesta...
es tan obvia que ni la vemos... es como hablar de estos fresnos,
que, si los sacamos, desaparece Santa Fe...

es hablar de la siembra del miedo...
de alimentar el miedo que nacemos teniendo...
aunque la voz popular distingue, al poeta, del loco, el negocio de
cierta gente es insistir hasta que la meneada gente nos confunda a los poetas,
con locos...
degenerados, enfermos, suicidas, adictos, flagelantes,
antisociales...
es hablar de la siembra del miedo...
de alimentar el miedo que nacemos teniendo...



estos subversivos, los poetas, dicen que la puerta del corral está
abierta... y lo muestran... dicen que no hay puerta... y lo muestran...
dicen que un mundo mejor, un mundo habitable, es posible... y lo muestran...
y enseñan cómo hacerlo... fácil, gratis, lindo, sano, bueno, factible...

entonces, algún colega, se mira, mira su entorno, y dice: lo mío es la prosa...
yo soy un escritor... haré relatos, cuentos, novelas, ensayos...
la poesía es la infancia del arte, y yo soy una persona adulta,
madura, objetiva, reflexiva, científica, a más de ciudadano...
mi aporte a la sociedad será condigna a mi estatura humana de
hombre mayor -si es mujer, dirá: mujer mayor o mayora, como prefiera decir...

Así pienso, dice, porque cree que piensa...
Piensa que así siente, como si sentir se pudiese pensar...
Y anota unos hermosos poemas y los titula cuentos o los mete
dentro y los firma como Julio Cortázar o Marguérite Duras o cuántos más. O se
busca un pseudo nombre, y escribe poemas ahora firmados por un tal Saint-John
Perse o por un tal Gastón Gori...

En la casa o la iglesia o el partido o los amigos les ponían cara
rara, por decir lo menos, si se enteraban que escribían poemas, versitos,
palabritas lindas puestas en hilera... Sin permiso de cada uno de todos ellos.
Entonces, les decían, a coscorrones:
Eso no es la debida obediencia. No es lo que esta hora de la
historia necesita. Debilita el frente interno. Es una claudicación
retardataria. Esto llama al demonio, alimenta la concupiscencia y los malos
instintos, bah, el instinto, que con uno solo ya es más que suficiente. Queda
feo, imaginate. En el barrio se va a comentar, y ya sabés lo que van a decir...

yo, quedé escibiendo, poemas... y ando lo más bien...
también anoté relatos y marginalia y una novelita me llevó 20
años... lo más bien...
ni pude ni quise parar, y sigo...
y casi ni me enteré de la marea anti poetas...

que te llena de ejemplos de extremismo y moralina:
Van Gogh se cortó la oreja. Oscar Wilde se colgó un girasol de la
solapa. Ghandi puede haber liberado la India, pero ¡con qué cataplasmas en la cama!: "viejo,
pero no pellejo" el desgraciado...
Por suerte, uno es sanito, y, en casa, nada de eso.
Salvo los pecadillos de juventud, ya se sabe...

ni esperemos que los parásitos de la marea anti poetas nos
muestren ejemplos sanos, contagiosos, de índole íntima, doméstica, fraterna,
como Johann Sebastian Bach, por ejemplo...
o los anónimos que construímos Alhambra y las Catedrales...

sin apuro... calidad... en el todo y en la parte... calidad... sin apuro...

tenía razón, parece, ese que dijo: yo hablo en prosa...
errados vivieron en las cuevas y en las llanuras, en las selvas y
en las costas... los pueblos sin registro oficial, sin historia...
errados vivieron los pueblos felices...
cantando, danzando, fiestando...
bajo el sol, la luna, la lluvia, el cielo, las frondas, el viento, la vida...
por eso nos los tragamos, los mantenemos dentro, no los mostramos...
salvo algunos, sin querer, quienes no siempre... ni pedimos... ni
permiso... ni disculpas... a nadie...

no somos nosotros, los diferentes:
nos seguimos reuniendo en torno al fuego, de leña o de pabilo...
no cobramos por nacer, casar, morir...
ni por naturalmente participar en la divinidad sagrada existente...
cantamos, o pronto cantaremos...
danzamos, o pronto danzaremos...
nosotros seguimos siendo, como siempre:

pronto, de nuevo, hasta viviremos, inexorablemente...
y nos lo enseñamos a hacer, también, con bien entre los bien
dispuestos, cuando es el tiempo de nos encontrar...

nosotros seguimos siendo los mismos, lo mismo...
"Vos sos peor que los guerrilleros, porque Vos sos de
fondo", me piropearon un día: eso seguimos siendo: de fondo...
donde todo surge, nace, vive, riendo...
somos lo mismo que eso del fondo, inconcebibles...

y la marea anti poetas viene y llega y piala
y siempre a alguno enlaza y se lo lleva:
nada se pierde: esta avulsión acá dará aluvión allá...
y, en su obra, la Poesía campea para siempre:
amén y gracias, buen viaje, mar calma y sotavento...

el cielo no existe, el tiempo no existe, la muerte no existe...
la magia vale solamente si para alguien sirve de algo bueno...
"¡ están locos!", aúlla la marea antí poetas...

nosotros seguimos cantando que hacer lo que nos gusta es sin permiso,
que hacer lo que nacimos para hacer es alegría. es salud, es amor...
siempre es bueno y siempre está bien...

nosotros conectamos con el fondo que somos...
del que estamos hechos todos...
directamente, conectamos...
a los carísimos pseudo intermediarios encaramados, no les gustamos

La marea anti poetas está hecha de miedo. Y, el miedo, no es zonzo.
Además, las ventajas materiales -de seguir vivo, en adelante-
están de su parte, sin duda.
Yo escribía. Pero cuando era joven. Apenas envejezca, ya no más.
Lo prometo.

Y estoy convenciendo a algunos colegas de que, en realidad, ellos
son poetas.
Por cierto que ellos no serán convencidos de tal cosa ni por mí ni
por nadie.
Y seguirán adelante, nomás, con sus poemas...

Interín, nos tomamos, como decimos acá, unos cuantos mates, y
vinos varios, en torno a mesas con abuelos, padres, hijos, nietos, y sus
correspondientes dueñas.
Riendo. Cantando. Fiestando.
Y el fuego de un fogón asador.
O la serena llama de una vela bujía vuelta, entonces, vela navía
del común individual ensueño.
Y la luna y el sol.
Y el tiempo que existe para que charlemos por turnos.
Respetando al silencio...


Así que, ahora, me callo. Pero, no más, hasta luego...


*Enviado para compartir por Oscar A. Agú. cachoagu@yahoo.com.ar







JUAN MANUEL INCHAUSPE*



*Por Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar



Contrariamente a la poesía que algunos publican en este tiempo olvidable (chatarra, ignorancia, desidia) sin escribir casi, por puro desgano y sin leer una línea que otros escribieron. Juan Manuel Inchauspe hizo el camino inverso. Lector asiduo (no se consideraba un poeta, sólo un atento lector) de la mejor poesía universal, puesto en la línea de René Char y de Raúl Gustavo Aguirre, escribió una obra muy breve en su corta vida. La escribió a su pesar casi, cuando ya las palabras lo invadían como una marea.
No escribió sobre los grandes destinos de la Humanidad ni fue afecto a los temas tenidos por universales y clásicos. Escribió sobre su propia intemperie pero sin pedir piedad por su evidente desamparo.
Sus poemas nos producen un raro sentimiento y la sensación flagrante de estar ante el único poeta de la Argentina de los últimos años que antes de escribir o publicar, optaba por el silencio. Cuando uno recorre los pocos poemas que nos legó (es un decir, creo que no se preocupó por tenernos en cuenta), siente ese extrañamiento que él mismo habrá sentido al escribir el poema La Araña ("¿Cuál es, exactamente, su mundo? No lo sé".)
De las "liviandades" de todos los días extrajo su poesía más honda, de esa imposibilidad de vivir y no estar conforme con las palabras que encontraba para expresarla.
Salvo la filiación antes apuntada -muy sutil y abonada por las referencias a la obra de esos dos grandes poetas- nada lo ataba al mundo literario ni a las escuelas, ni a los grupos.
Nació en Santa Fe en 1940, ciudad donde lo encontró a la muerte en 1991. Había vivido algunos años en nuestra ciudad donde cursó parcialmente la Carrera de Letras en la vieja Facultad de Filosofía y donde alcanzó a editar un único número de la revista "Alto Aire", con Gary Vila Ortiz y Luis María Castellanos, y donde publicó algunos poemas.
En 1976 Orlando Calgaro le dio su sello fraterno de Ediciones "La Ventana" para su primer poemario: Poemas (1964-1975), en l985 la Universidad Nacional del Litoral le editó Trabajo Nocturno, libros que este mismo sello editorial reunió junto a 20 poemas inéditos bajo el título de Poesía Completa (1994) con prólogo de la poeta Estela Figueroa.
El este último sello editorial ha encargado a Francisco Bitar y Sergio Delgado la reedición de esta obra que incluirá poemas inéditos y un archivo de imágenes.



1


Me voy temprano y regreso muy tarde
cuando la noche ha hecho ya
gran parte de su trabajo
y no queda tiempo para detenerse a mirar.

Así paso los días. Como si lo mejor de mi
estuviera paralizado y muerto
o mejor como si no hubiera existido nunca.

Entiendo que debo quemar mis manos una vez más.

Abro el cuaderno y escribo rápidamente.

Todo arde.


(1969)



2



Esta mañana al despertar
al abandonar el lecho de cenizas del sueño
me incliné como siempre en el jardín,
pero no encontré la ayuda de mis palabras.

Quiero saber por qué las aguas de aquella mañana
iban por encima de mí
más lejos de lo que yo esperaba
pero no encontré respuesta. En el lugar
donde todos los días mi rostro va a reflejarse
encontré una piedra oscura
de afiladas puntas.




¿Acaso
valieron de algo aquel candor
a entrega
los años apostados?
Acaso
valieron los días
las noches lejanas
las palabras?

Para salvar la vida
hay un momento
en que es necesario
mirar a través
del velo de lo vivido.




La araña


La veo asomarse en el orificio de un tronco podrido.
¿Cual es, exactamente su mundo?. No lo sé.
Quizá sea ese tenso cordaje
entre ramas y hojas,
sobre el cual pretende ahora avanzar.
Alrededor nada se mueve.


Pero ella debe haber escuchado un oscuro llamado:
¿Mide realmente
la distancia que lo separa del centro?
¿O se siente poderosamente atraída
por ese vacío cargado de peligros?


Como nosotros, a veces, en medio de la oscuridad
y de las palabras,
ella, la araña, emerge de pronto hacia la luz
y se aquieta de golpe
atenta a todas las vibraciones
de la red.




El viento del otoño
sopló toda la noche



El viento del otoño sopló toda la noche
Por la mañana
detrás de las macetas del patio
encontré las hojas del álamo
ocultando su última palidez.






Si lo sé
no conozco nada del dolor horrendo
que recorre las calles.
Pero me basta con lo que conozco.

Basta
basta
dejenme dormir
sobre esta arena caliente.




Viento


Alto
demasiado alto
estaba esta mañana
el cielo de las palabras
Tan alto
que ni siquiera lo miré.
Ni siquiera me importó saber
si el viento que lo recorría
terminaría al fin
trayéndolo hasta aquí
o se lo llevaría
más lejos
aún.





En mi vida
me jugué por la suavidad y la fragancia de una pequeña
planta de salvia y en su lugar, creció una ortiga




7


No puedo hablar. No puedo escribir..
Más allá del círculo invisible de mis palabras
el círculo de mi desorden se ensancha.
Busco a mis amigos. Busco a mi amada
en quién la noche abrió sus labios.
Busco un lugar virgen fuera del área
de estas ciudades donde todos los días
muchos entierran su corazón.
Ha comenzado a llover. Tú me señalas
el rostro encendido de nuestro hijo
detrás de los vidrios y todo vuelve
a entrar en la nebulosa. Amor mío:
esta rabia secreta, hundida
aquí, que aflora de noche tras la palabras,
es nuestro verdadero cielo.






¿Y seguiré gritando cuando debo callar
y callar cuando las venas
debieran salirseme por la boca?
Seguiré traspasando el espectáculo
con los ojos llenos de miedo?
El miedo, ciudad podrida y perfumada,
el miedo siempre sonriente.




Tres poemas inéditos de Juan Manuel Inchauspe.

"Lo necesario, las perlas", obra en mi poder -manuscrito por el autor- gracias a una fotocopia que me regalara uno de los destinatarios, mi amigo Héctor Medina. Inchauspe paraba en su casa cuando venía a Rosario. Héctor, Gigí y la hija de ambos, Julia, eran sus anfitriones privilegiados aquí.
Los otros dos poemas fueron hallados en mi desordenado archivo personal, seguramente cedidos por el propio autor ante mi insistencia para alguna abortada antología de poetas de Santa Fe. En el volumen "Poesía completa" de Inchauspe que reuniera y prologara la poeta Estela Figueroa y
editara la Universidad Nacional del Litoral, no figuran. Debo suponerlos entonces también inéditos.


Jorge Isaías
-Otoño 2001



Lo necesario, las perlas



Como esas gotas de rocío
descubiertas, suspendidas
en las pequeñas y rubias y escondidas
/ telarañas del jardín
así fue mi amor por ti.


Después vino el padre sol
iluminó, evaporó, limpió
no dejó más que lo
/ necesario.
Así es ahora mi amor entre las flores.


-12 de septiembre de 1987
Para Julia, Gigí y Héctor
Con todo mi amor

En la calle Ricchieri 2571. Rosario
-Tomado de la Revista de Literatura Ciudad Gótica. Nº 24. Año 7, página 32.






La rosa de Rilke*



*Por Julio Pino Miyar isla_59_1999@yahoo.com
http://juliopinomiyar.blogspot.com



Resulta verdaderamente llamativo que el notable poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar (Cuba y 1930) hace escasos años escribiera el poema, “Alguien me pidió una rosa de Rilke”, el cual contiene unos versos de desasosegado acento autobiográfico: “(…) En La Víbora lejana, mi total cercanía. / Registro viejos papeles amados y escojo estas rosas / Escritas por la mano absoluta del poeta. / Luego sería la rosa final, la de la espina”. ¿Es el mismo poeta de estos versos el absolutamente prendado de una utopía política, para quien el discurso esteticista debía ceder paso al sueño más insurgente y quien aclamara ardientemente el impacto de todas las exenciones de la Revolución de 1959 sobre nuestras letras?
Previendo los peligros que acechaban a la poesía a partir de la proclamación de una impositiva cultura popular, el poeta alemán Heinrich Heine, simpatizante de las ideas socialistas, le confesó a su contemporáneo y amigo Carlos Marx, que tenía miedo que los obreros “terminaran por sembrar patatas en su jardín de rosas.” ¿Fue entonces una reacción eminentemente tardía ante supuestos desmanes cometidos en el territorio de la poesía, lo que hizo a Retamar salir a defender casi al final de su vida su amado jardín de rosas e invocar a Rilke, uno de los supremos representantes de una culta elite europea? ¿Un regreso, acaso un signo de admisión, a esa lejanía esencial, al parecer irreductible, que viene padeciendo desde siglos la poesía, y que es, sin embargo, su “escudo de nobleza”, su privativa e insoslayable condición? La cual alude sin afectaciones a la naturaleza exiliada del poeta y sus palabras; a la escabrosa situación de inmigrante perpetuo para quien, encerrado en su sueño moral, en su arcano utopos político, en su intransferible desasosiego existencial, comprende que ya no es posible el retorno, y su fe asume entonces la anchura de las certezas metafísicas y el regusto amargo y nostálgico que sólo pueden traer las batallas perdidas.
La batalla perdida, pues fue a la que nuestra abstracta existencia nunca asistió. Retamar asume como propia la culpa por esa incapacidad proverbial del poeta para llegar a tiempo a las citas concertadas con la historia, mientras fue otro el que estuvo en su lugar. ¿Dónde estaban en ese momento el poeta y la poesía? En el exilio, en el inxilio; en el exilio indistinto de la geografía o la cultura; en el inxilio equívoco -interior- donde el poeta enumera, como las cuentas de un rosario, el algebra imposible de su alma. Pero es 1ro de Enero de 1959 y Retamar saluda la llegada de la joven Revolución con estos versos:
“Nosotros, los sobrevivientes, / ¿A quiénes debemos la sobrevida?” / ¿Quién se murió por mí en la ergástula, / Quién recibió la bala mía, / La para mí, en su corazón? (…)”
Es el canto de Jeremías bíblico. Sin embargo, no debería caber duda que lo dicho en ese momento fue sustancialmente honesto, y que la honestidad es la precondición existencial que nos exige desde siempre la poesía. Si siguiéramos la línea de un pensamiento políticamente comprometido como el de Retamar, e hiciéramos además uso de las alegorías bíblicas, podríamos decir que la poesía había estado en cautiverio en Babilonia por todos los años de la República de 1902, y la Revolución parecía liberarla, haciéndola regresar de un éxodo de lustros, al convocar a los poetas para reconstruir juntos el gran proyecto histórico de la nación. Para Retamar el Deseo -fuerza matérica de la poesía-, eros entretejido en la distancia, se hacía tangible, se objetivaba y dejaba atrás su vocación lúdica para colocarse al alcance de las manos que trabajaban: “(estoy construyendo esta escuela) con las mismas manos de acariciarte”. Era como si hubiésemos llegado al fin de todos los exilios, a la tierra feliz de promisión, levantado nuevamente el Templo y haber hecho resurgir a Jerusalén sobre las antiguas ruinas de la dispersión. Nuestro deseo, largamente alimentado en el destierro, volvía así a su condición fundamental: ser la materia de la creación; la sustancia indivisa para ejecutar la arquitectura del sueño.
Pero, ¿qué sucedió en nuestra historia nacional, en la vida del poeta, para que en el ocaso de su poesía volviera a invocar la bienamada rosa de Rilke, su exquisito perfume como una añeja necesidad que buscaba expresar la sensibilidad trasgredida del artista por el paso devastador de los años y las utopías? ¿Por qué entre sus poemas se lee ahora al ambiguo arte conjetural y le hace decir a Jorge Luis Borges lo que pudo muy bien decirse a sí mismo, como tanteando con eso los pequeños resortes metafísicos de la existencia? “Lamenté no haber tenido el valor de mis mayores, (…) / No se olvide que no soy quien escribe estos versos. / No los escribe nadie”. El bibliógrafo cubano Rafael Rojas curiosamente ha sintetizado el peligro que se cierne sobre Cuba a las alturas del siglo XXI, cuando se encuentra singularmente inerme frente al impacto desmedido de la globalización capitalista: “(llegar a ser) una democracia sin nación, un mercado sin república”. Mientras que un devenir personal “inquebrantablemente entrelazado con el destino de la nación”, haría que esos males históricos atenazaran la existencia del artista convirtiendo su arte en un credo sin posibilidad de comunión, y a su propia vida en la memoria abstracta de una antigua raza. ¿Un nuevo exilio nos espera más tenaz y definitivo que el anterior? ¿un nuevo exilio al que no le ha bastado usufructuar porciones enteras de nuestro pasado, ya que parece erigirse desde el futuro para señalar donde hubo promisión, la tierra yerma y baldía? ¿Qué significado posee en definitiva Jerusalén como metáfora del exilio, del hombre trashumante en la tierra, abandonado de la Ciudad de Dios? El fin del mundo de los significados trasvalorado en la postulación exclusiva de la fe. Y la ausencia de abrigo bajo el rigor último de la intemperie.
Tres
(Cambiar la vida)
“En un rincón de la Plaza Furstenberg en París he dejado una pequeña maleta invisible que acostumbro a mirar a través de un espejo de grano muy unido que encontrara en el sitio en que la maleta reposa A muy pocos pasos de ese lugar absoluto he vivido algún tiempo (…)”. Nos dice el poeta cubano José Álvarez Baragaño, (1932 - 1962) ¿Bordea el creador los linderos de la estética surrealista? Podría suponerse, en esas ocasiones en que la realidad parece alterarse ante nuestra mirada, yuxtaponerse en planos de diferente origen y difícil ordenamiento, creando raras composiciones y explorando áreas hasta esos momentos poco visitadas del vívido entorno. El surrealismo no es otra cosa que un experimentalismo -ese “lugar absoluto”, esa “maleta invisible”- de fuerte registro existencial. No sabe cómo situarse ante el problema de la tradición y por eso la deja en suspenso, en un gesto enfáticamente romántico de desencanto y rechazo.
Cuando el singular personaje de la Maga le afirma a su pareja en un lugar de Rayuela, “Hay ríos metafísicos, Horacio, vos te vas a lanzar un día a uno de esos ríos”, nos está indicando la precondición existencial padecida por esos habitantes metafóricos de París que son los poetas, la Maga, Horacio y el propio Cortázar; sus irrevocables talentos suicidas como buscadores in extremis de significados. Fue en su novela – problema, Rayuela donde Julio Cortázar describió a París como una “inmensa metáfora”, porque hay un modo marcadamente ficcional de operar de la cultura, y la metáfora alude a ese formidable desplazamiento metonímico, a esa alteración radical de la realidad que la propia cultura provoca. Es decir, la Ciudad del Sena no sólo existe como realidad urbana, como puro conglomerado humano, sino además, como un lugar que se distingue entre las inquietudes más legítimas y soberanas del espíritu. Mas, si nos dedicáramos a la comparación crítica de grandes ciudades metafóricas como París y Jerusalén, las cuales comportan cualidades muy disímiles a la hora de experimentar lo mítico, veríamos que, en la primera se vive el agónico cruce entre la realidad y el sueño, mientras, en la segunda, la actitud es de una abstracta actitud de espera -no menos agónica- por algo que no sabemos qué es y sobre lo que no hay asomo alguno de certeza. La imagen que en París percibe nuestra sensibilidad, es algo interior, subjetiva, latente. En Jerusalén, en cambio, es externa y se erige al modo de un “enemigo rumor” que desde una distancia infranqueable nos observa. Para ambos casos se proponen la soledad y la fe como únicas verdades alternativas; ese “permanecer tranquilo en la obra” que pedía en sus epístolas Van Gogh, en su doble condición de hombre de arte y de religión. París, en resumen, es aquella Ciudad privilegiada en el que la historia moderna situó el profano e irresuelto programa de la liberación; Jerusalén, la Ciudad escogida por la tradición milenaria en la que asistimos a los problemas sagrados de la redención y la inculpación. De esta manera, los dilemas que plantea existencialmente el exilio son como una madeja que se enreda entre la realidad y la ficción, la culpa y la ensoñación.
¿A qué región particular de nuestra sensibilidad apuntan con su existencia los poetas que mueren asombrosamente jóvenes? No el más grande pero sí quizás el más radical de los poetas cubanos, Baragaño escribió a los veinte años el poemario, Cambiar la vida. El poeta nos dejó dicho allí que había que aspirar a aquella imagen que poseyera enteramente la realidad de las cosas. Él fue nuestro gran poeta surrealista, aunque al entender la evidente insuficiencia de las palabras al nombrar la realidad como el apartamiento más inicuo experimentado por el hombre, asumió, paradójicamente, un punto de vista teológico. Apartamiento y éxodo, de raíces metafísicas, al que el creador se ve condenado y desde donde clama por la imagen preciada que volviera a expresar, de una vez por todas, la antigua realidad, la copiosa plenitud.
Para Baragaño, el poeta se exilia voluntariamente del mundo persiguiendo una intensa visión interior que pudiera devolverlo a su condición originaria, a la plenitud de su experiencia humana. No obstante, es en el miedo a quedarse sin imágenes, en el horror a un mundo carente de significados, donde se produce la revancha de las cosas y por ende, la angustiosa cosificación de la existencia, la cual se nos aparece entonces bajo las formas críticas de la locura y la muerte extrema. Nos abunda sobre eso el poeta en su “Himno a la muerte”, tomado de su poemario, Poesía, Revolución del Ser (La Habana, 1960):
“(…) Morir es caminar por tus abismos/ Es consolar la palidez de nuestro rostro/ En el único cambio verdadero/ (…) En tiempos oscuros de miedo y de locura/ (…) No sé qué rectitud ideal me la recuerda/ Qué reposo innombrable/ Qué peso que no pesa…”
La Ciudad del poeta no es así el París al que canta en sus versos Fayad Jamís, porque la Ciudad que éste evoca en sus poemas tiene un ligero acento de manifiesto cívico, y desde él expresa su hermoso sueño político, el matiz social que le acompaña y delinea, no sólo para brindarle una forma oportuna, sino también, para dejar bien establecidos sus inexcusables límites. La poética de Baragaño, si fuese remitida al escenario y al amplio ámbito cultural donde se inscriben Los puentes, sería el París de las andanzas nocturnas bordeando las ciénagas del Sena, donde el alma es llevada en bandolera, descendiendo con ella a los ínferos de la soledad y la concupiscencia, perdida y recobrada por medio de esos raros contubernios a los que, a veces, suele ser proclive la palabra. Nuestro poeta, muy a diferencia de Fayad, no se encuentra ubicado dentro de los límites convencionalmente preestablecidos de la existencia, su poesía es así mucho más imperfecta, sin embargo, por eso más intensa, sobre todo porque nos recuerda el apotegma que André Breton hiciera de la belleza: “será convulsa o no será”. Baragaño se ve ubicado en el borde exterior de todos los límites, colocado siempre más allá de cualquier rasgo de prudencia, y, desde ese extrañamiento fundamental, desde ese exilio irreductible, nos habla, mientras recorre sin descanso los peligrosos bordes exteriores de una ciudad amurallada, lo cual se convierte para él en el único modo o gestión humana permisibles. Y esa señalada ineptitud parece establecer el contenido sustancial de su obra y de su extraordinario periclitar. Por tanto, la poemática de Baragaño admite ser leída como una experiencia límite de la existencia y la palabra, pues nace de la mirada en lontananza hacia las planicies indiferenciadas del desierto donde se sitúan las amargas certezas, el gesto iracundo del Job bíblico ante una inhóspita Jerusalén, o frente a un dios que ha negado a los hombres toda bienaventuranza.
Indudablemente, José Álvarez Baragaño fue nuestro gran poeta maldito. Su poesía recorre en círculos el camino que va del drama de la existencia individual a la Ciudad de los hombres, a los grandes intereses y necesidades colectivas, aunque percibe que hay en él un golpe irreparable, una herida severa y tangencial que nada ni nadie podrá reparar. La certeza de esa enorme carencia labra su poesía, acaso su razón de ser, y se siente destinado a una Revolución en solitario que, según el primer Octavio Paz, es la revolución del verdadero artista de hoy para luego cargar consigo, “el peso desgarrador de la felicidad”.
Cuando pensamos en la muerte en 1930 del gran poeta vanguardista ruso, Vladimir Maiakoski, estamos tocando no sólo un hecho paradigmático, sino una de las regiones más sensibles de la intimidad del artista contemporáneo: ¿Por qué se suicidó Maiakoski? Hay sólo dos opciones, la primera es decir que esa pregunta no tiene respuesta, pues enuncia ese hito de vacío, de absoluta incertidumbre, que se suspende como un misterio sobre la vida de ciertas naturalezas privilegiadas: el poeta se suicidó por la angustia pura de vivir, una suprema insatisfacción que jamás podría resolverse. Sin embargo, la segunda opción nos dice que su muerte pudo ser evitada, que su descenso revela el fracaso de una específica política cultural en tiempos del Poder de los Soviet. Y supongo es la respuesta verdadera, la que nos deja opciones, la que no se traduce en mera instancia metafísica, ya que parte de la absoluta terrenalidad del artista y de los problemas que, en cada momento particular de la historia, le conciernen.
Cuando llegó la Revolución de 1959 se pensó en un mundo nuevo en el que el socialismo resolvería los problemas que para el artista plantea la existencia, y que la propia filosofía del hombre encontraría, en la práctica más vivificante, la respuesta a todas sus preguntas. Hoy sabemos que no fue así. El Che, probablemente en el más conocido de sus textos, El socialismo y el hombre en Cuba, intentó sortear la aguda contradicción que creaba el binomio de un Estado del pueblo y una sociedad asalariada, donde el artista sería un becario estatal y donde, por tanto, su sensibilidad y su inteligencia estarían transadas, de antemano, con todas las bulas que a diario diseña el poder. El socialismo, hasta donde hoy lo conocemos, no ha resuelto los problemas que proyecta desde milenios el tema de la liberación humana -por el contrario, los ha enrarecido-, y el Che fue uno de los escasos líderes revolucionarios mundiales en creer con honestidad en la necesidad real de pensar y resolver ese inobjetable dilema.
Si nos atenemos a los Manuscritos económicos – filosóficos de 1844 de Carlos Marx, veríamos que el ateísmo filosófico que allí se proclama, sólo puede verificarse en la práctica coherente de una filosofía política la cual vindique la soberanía de la autoconciencia no sólo en un plano cósmico, sino en los renglones tanto económicos como políticos de la sociedad. Lo que llamamos angustia metafísica puede ser sólo un modo de cómo encaramos la reflexión sobre nuestro destino individual y el valor que para la vida poseen los significados; mientras la Revolución social que todos esperamos, solamente sería viable si la sentimos cumplirse en cada uno de nosotros; en ese espacio íntimo, discreto pero medular, donde acostumbra a latir la acuciosa sensibilidad del artista y se fragua la soberanía política de la autoconciencia; su antitotalitario ateísmo moral y el fundamento socioeconómico que, sin duda, la sostiene.
Cuando André Breton en el México de los años treinta firmó junto a León Trosky y Diego Rivera el “Manifiesto por un Arte Revolucionario Independiente” estaba intentando tocar las puntas de un triángulo equilátero. ¿Es posible todavía cambiar la vida? Es la pregunta que se hizo Baragaño, es la frase formulada por Rimbaud, es el Rimbaud traducido por Vitier, es el gran proyecto surrealista y las jornadas estudiantiles y obreras del París de Mayo del 68’; es el sueño dadaísta de Tristán Tzará en sus interminables partidas de ajedrez con Lenin en el legendario exilio de Zúrich de la segunda década del siglo XX. ¿Por qué, y a pesar de todo, persistimos en apoyar la Revolución de Enero? Porque es nuestra única opción, no hay otras, no habrá otras. Lo que puede haber de carne de mi vida, lo que pude constatar en el corazón de las esencias, es ese sueño postergado, es esa excusa que no acaba, (a pesar de la mirada extraviada de los burócratas del mundo, los grises pontificadores de “la verdad revelada”, los adocenados del gesto, el pensamiento y la palabra). Esa teodicea que no llega, esa aventura solar y estos borbotones de sangre jacobina. Ese lejano exilio irremediable -prudente, antiguo, cómodo, burgués- que mi propia mano me deparó un día. Esa vida preterida, ese exilio que no cesa... esa rosa de Rilke deshojada.





Punto de lectura*


Angélica Gorodischer


Estoy leyendo en la librería en un diván. Casi sin darme cuenta me voy quedando sola. Sé que se acerca el momento del cierre, cuento las hojas que faltan para terminar el cuento de la Gorodisher. No sé si llego y el alma se acelera. Es una hermosa sensación de suspenso, disfrutar antes que den las doce o antes de la muerte, disfrutar el placer clandestino del libro. Ahora se ha dado vuelta todo, se revuelve la narración y el personaje sometido triunfa. La justicia poética llega cuando me avisan que se termina, el tiempo, pago la cuenta, junto los libros y me voy. El poder, las mujeres, los oprimidos, la justicia, el deseo de saber, de saltar los encierros, revivido en esa lectura. Vuelvo al patio de mi infancia cuando, con los ojos brillantes del voyeur, penetraba esa colección, todos los libros iguales vestidos de verde, todos me llevaban lejos de lo permitido, todos me hacían pensar, imaginar, rebelar de la sujeción a tantas fórmulas no compartidas. Como triunfar en la vida ese era el nombre del cuento de Angélica. Ahora lo sé triunfar en la vida es escaparse por una rendija del destino prometido..



*De Cristina Villanueva. libera@arnet.com.ar




Correo:

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Eduardo: me pides que hable de mi experiencia con este terremoto brutal que nos sacudió la madrugada del 28 de febrero, como dice un periodista acá, nada hacía presagiar que esa noche del Viernes iba a ser diferente a cualquier otro fin de semana, me había acostado tarde viendo el Festival de Viña, mis hijos habían salido y sabía que regresarían de madrugada, así que la siberiana en una pieza y yo en otra dormíamos felices cuando me desperté bruscamente por el tremendo movimiento que remecía mi departamento; vivo en un piso doce, a lo primero que atiné fue a ir a buscar a la perra, pobrecita se moriría de susto si la dejaba sola.



Ella me imagino corriendo y yo como pude nos quedamos juntas en mi pieza yo la calmaba a ella pero inconscientemente me decía a mi misma esas mismas palabras, tranquila, ya va a pasar... No era un temblor, era un terremoto con mayúsculas, he, como todos los chilenos, vivido otros terremotos y miles de temblores, este iba de izquierda a derechas, y viceversa para después saltar violentamente, más unas ondulaciones, todos esos movimientos se repetían durante mucho, mucho tiempo, fue eterno, casi dos minutos, y cuando durante dos minutos no puedes estar de pie es una eternidad. Aparte de este movimiento errático, violento e incesante el ruido…El ruido era horroroso, sordo, fuerte, como truenos, pero no uno, sino muchos entrecruzando sus sonidos, para completar la sinfonía acústica el edificio en construcción tenía a bien soltar al vacío vigas de acero que retumbaban en el pavimento y que por supuesto contribuían a aumentar la sensación de que en cualquier momento el piso se podría romper y llegaríamos al suelo.



Finalmente en medio de la obscuridad, ya se había cortado la electricidad y se veía por las ventanas solo el negro de la noche, terminó el ruido, terminaron los temblores y quedó solamente un silencio profundo y pesado, soy una mujer grande, he vivido algunas situaciones límites en mi vida, pero jamás me habían quedado tiritando las manos de la forma en que lo hacían esa noche, la costumbre, la deformación profesional o lo que fuere me hizo reaccionar en cuanto paró, lo más importante vestirme rogando para que no empezara de nuevo antes de estar lista con algo abrigado, después gateando buscar las llaves del departamento, el teléfono, celular, los cigarrillos y encendedor que en medio de la debacle habían salido junto con la laptop volando y estaban esparcidos por el suelo.



Obvio el ascensor no funcionaba y si lo hubiera hecho no se puede usar en circunstancias como estas, así que perra en mano a bajar los doce pisos al igual que mis vecinos, ya el hall del edificio estaba lleno de gente con caras pálidas y rastros de lágrimas en algunos rostros, gente que jamás se había saludado se mostraban los dientes por ser compañeros de la misma desgracia, yo en una esquina trataba de llamar a mis hijos y mi madre en primer lugar, uno de ellos logró llamarme diciendo que estaba bien ufff que alivio, con las líneas abarrotadas de llamadas logar comunicarse era tarea de titanes, por suerte mi compañía fue de las que pudo seguir prestando servicios, logré saber de mi madre, también asustada pero bien y de ahí en adelante nada de nadie.



Alguien avisó que se había roto una cañería en el subterráneo, merde tenía que volver a subir para buscar las llaves del auto que no quería que quedara nadando si era grave, vuelta perra en mano ( nunca estuvo más dócil) a subir los 12 pisos, que con ese sistema ahorrativo apenas prendes una luz parece que suponen que eres un triatleta y se corta antes de que llegues a otro interruptor, mientras subía me encomendaba a Dios para que no se pusiera a temblar de nuevo cuando ya había estado a salvo, logré llegar y a obscuras empezar a rastrear las llaves y de pasada cortar el gas, no fuera que por algún escape lo que no se había roto tuviera ganas de estallar cuando llegara la luz, vuelta a bajar los doce pisos y pude sacar el auto a la superficie donde al menos no se inundaría. No faltaban los pseudos expertos que miraban el puente grúa del edificio del frente en construcción que vaticinaban que se iba a caer sobre nosotros ( me mordí las uñas para no mandarlos a ya saben donde por catastrofistas, salía otro trago en mano muerto de la risa que encontraba que todo esto era genial ( ¿Los vecinicidios en tiempos de emergencias tendrán menos años de cárcel?, en fin finalmente llegaron mis hijos y me entró el alma al cuerpo, estaban bien y tranquilos.

Se que nos miraron como si fuéramos ET, pero decidimos que si no se había caído el edificio con ese terremoto ya era confiable y subimos de nuevo los doce pisos (juraba mientras subía no fumar nunca más…ya se me olvidó, los ascensores funcionan), les juro que miraba los muros y ventanales y los encontraba amorosos, alguien había hecho bien su trabajo, alguien había cumplido con las normas antisísmicas y el edificio estaba perfecto. Pasábamos a otra etapa, recuento de daños, bucear linternas, tratar de encontrar la única radio con pilas que nos pudiera contar ¿De qué magnitud había sido? ¿Dónde fue el epicentro? Y todos esos detalles que al final nos hicieron sentir muy afortunados. Daños casi nada, una copa rota, los cuadros que habían decidido bajarse de las murallas y mucho desorden, todo lo que se podía caer estaba en el suelo, luego prendimos la única vela que había y nos sentamos mirando la noche tomando el café más malo del mundo (con agua tibia) pero que en ese momento estaba exquisito.



Cuando por la radio empezamos a oír las trasmisiones desde la zona Central nos quedó más que claro que lo nuestro había sido nada, pero la verdad nada, allá estaba el drama, en una zona muy extensa, cinco de trece Provincias habían sufrido este terremoto, más o menos esto afecta al 80% de la población, con un gran agravante, todo el borde costero además del terremoto sufrió el efecto del tsunami que se formó por haber sido el epicentro en el fondo marino, cuento corto lo que no se cayó ( muchas de las construcciones en esa zona son de adobe, algunas eran patrimonio nacional, podían llegar a tener 200 años), casi todo quedó destruido o inhabitable, y después lo arrasó el mar, no con olas gigantes, sino entrando con fuerza por todas las caletas, puertos y playas arrasando con todo a su paso y llegando a alturas insospechadas.



Ya saben por las noticias el caos inicial, que si hay alerta de tsunami, que si no hay, que si llamamos a confirmar, que si damos la alerta se puede morir gente de susto etc., excusas, en caso de terremotos sobre los 7,0 grados de magnitud se debe subir a terrenos altos en todo el borde costero, los que no esperaron a que les avisaran se salvaron, los pescadores viejos saben que “la mar” se va a enojar y vendrá con toda su fuerza llevándose todas las casas de los que viven todo el año y por supuesto las de veraneo que en ese momento estaban llenas. Me dirán es que si no avisan que es de 7.0 grados o más como sabremos si “no nos avisan” si un terremoto te impide tenerte en pie es de más de 7 grados, receta casera pero totalmente efectiva. No funcionó nuestro súper sistema de alerta temprana esa es la verdad, los que se salvaron fue por su propio conocimiento e intuición amén de los muchos carabineros y bomberos del lugar que expusieron sus vidas avisando a gritos o con un megáfono! Tenemos una tarea inmediata y urgente, se deberá reformular el sistema de manera que el próximo terremoto - triste decirlo pero sabemos que siempre habrá un próximo- nos pille mejor preparados.



Hoy nos queda encontrar a los aún desaparecidos, enterrar nuestros muertos, consolar a sus deudos, remover los escombros para poder reconstruir todo lo que está en el suelo, con prioridad para las casas, hospitales y escuelas. En paralelo se investigará todos los derrumbes de edificios nuevos que debieron igual que el mío haber resultado sin daño y le caerá todo el peso de la ley civil y penal.



El otro día pensaba cómo sería mi Chile si cada 10 años no tuviéramos que reconstruir algún pedazo de nuestra larga y angosta faja de tierra , seguramente sería mejor económicamente, pero nunca habríamos forjado el carácter como nos ha tocado hacerlo, oír los testimonios de quienes perdieron todo, todo…no importa, los pescadores somos duros, vamos a salir adelante, solo necesitamos unos créditos para recuperar nuestras lanchas y aparejos y están dispuestos a adentrarse a ese mismo mar que enfurecido recobró su terreno para lograr su sustento y el de sus familias. Sinceramente me emociona ver los testimonios de miles de héroes anónimos que arriesgaron sus vidas por salvar sus familias o mucho peor, por salvar a desconocidos, ellos merecen ser honrados por todo el país y merecen que se destaque su grandeza y entrega con la misma fruición con que la prensa cubría los saqueos, saqueos puntuales de gente que aprovechó el momentáneo vacío de poder para robar lo que fuere, a las grandes tiendas ,a las medianas, a sus vecinos, a todos, hoy restablecido el orden se allanan sectores donde existen verdaderas multitiendas de objetos robados, puedo entender robar por hambre o frío, no me pidan que disculpe a los simples ladrones que en camiones y autos cruzaban raudamente con sus botines y que hoy no saben donde esconderse pues ya están detenidos.



Este terremoto ha logrado cambios profundos, los militares controlando el orden en las calles eran vitoreados por moros y cristianos, ya se acabó el complejo que las FF.AA. son lo que fueron en los aciagos días de la dictadura, se han reencontrado con el pueblo y han recuperado el lugar que nunca debieron perder. Este terremoto también logró que Presidenta saliente y Presidente entrante se fundieran finalmente en un abrazo muy simbólico, no queda tiempo para la política chica, es el tiempo en que Chile necesita todos sus ciudadanos comprometidos con la reconstrucción, sin distinción de colores, el único color vigente es el tricolor. También les cambió el escenario a los políticos, ya no podrá existir un programa de gobierno que no sea reconstrucción y una Oposición que no sea reconstrucción, porque de otro modo seremos muchos, la mayoría los que les pasaremos la cuenta y tendrán que oírnos. También cambió la relación o no relación social, si todos somos al fin y al cabo seres humanos y punto, nada mejor que un desastre como este para mostrarnos que el consumismo, el elitismo, la discriminación son conceptos añejos… solo vale que estamos vivos y que tenemos que ponerle el hombro.



No me queda más que agradecer a todos los países que nos han mandado ayuda en alimentos, remedios, hospitales de campaña, médicos enfermeras, aviones, helicópteros, equipos de comunicación, plantas desalinizadoras y un largo etc., gracias, muchas gracias.





*María Teresa.

-Desde Chile-




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