domingo, mayo 23, 2010

SUEÑO CON ESTÍOS QUE NO TERMINEN JAMÁS...



*ILUSTRACIÓN DE RAY RESPALL ROJAS.
LA HABANA . CUBA.


TIEMPO Y MAGIA*



Cada paso
es un minuto en los relojes.
Voy a prisa
sin saber qué buscar.
¿Más sueños?
Demasiados he engendrado,
ya no importa
si mueren al nacer.
Tengo hambre
de un hombro para llora.
Tengo frío
aunque dentro hay fuego para fluir.
Cada paso
me acerca al horizonte.
El viento
pasa y me dice adiós.



*de Emilse Zorzut. zurmy@yahoo.com.ar





SUEÑO CON ESTÍOS QUE NO TERMINEN JAMÁS...





PRIMER AMOR*


“Estamos bajo un árbol enorme, nos da sombra y frutos; pero carece de raíces…”

Querido Platón
Celima Bernal García



La amó desde el primer día. Adoraba la forma en que bajaba las pestañas, dejando entrever las finas venas de los párpados… su elegancia al caminar, el oro de sus cabellos, el metal de su voz, sus ojos marinos.

Aquella tarde en que la sorprendió llorando sintió que moriría de dolor junto a ella. Sabía que nada podía hacer, la pérdida acabada de sufrir era demasiado grande; solo pudo ocultarse y ver como una amiga intentaba consolarla.

Días después, le hizo la propuesta. No esperaba que una confesión tan intensa fuera recibida con una sonrisa de condescendencia. “¿Por qué no?”, preguntó. Escuchó la frase que no comprendió y, al ver que le regresaba la tristeza, optó por marcharse, sin atreverse de nuevo a cruzar su mirada azul, tan azul…

Solo al día siguiente, cuando fue presentado el niño nuevo, y se sumergió en sus ojos verdes, verdes, comprendió la diferencia que marcaba el latido del corazón: El amor que sentía por su maestra era inabarcable, pero de otra índole, nada se comparaba al incesante golpeteo que le provocaba la visión de Neftalí. Entonces entendió aquel “Te quiero mucho, Raissa, pero nadie podrá ocupar el lugar de mi hija”.



*De Marié Rojas.
(basado en un hecho real)







INVENTARIO*


"Yo también me creo un genio
Pero cinco minutos y una sola vez al día"

Los siete locos.
Roberto Arlt.


Le rajo a los balances, no de esgunfiado, pasa que los saldos son tremendamente rojos, no obstante hago navidad en abril, cierro el ejercicio contable y me avergüenzo de mi voracidad por acumular.
Un amor en el cementerio de Santa Fe por desinteligencias entre ella y el colectivo que la aplastó.
Cuatro jugadores menos.
Un duende que toca el bajo y una hechicera baterista que padecen mi apellido.
Una madre muerta rápido para risa del diván.
Un libro de la buena memoria que, a veces, no recuerdo dónde lo dejé. Media vida en Haedo. Una guitarra ciclópea que me mira con rencor.
Ocho molares, cuatro caninos, siete incisivos, una prótesis.
Quince fracturas, un menisco izquierdo, cuatro ingresos al quirófano, dos sobrestúpidas sobredosis, veintiún me cago en jesucristo, demasiados días en el manicomio.
Cincuenta por ciento de responsabilidad por el desmadre, un montón de amor, un perro negro que ladra en la conciencia asombrado y confundido.
Mil Huidas, mil batallas, una guerra borracha y absurda.
Diez pelotas en los postes, tres en el travesaño, mil pedazos de vidrios estallando y a correr, un gol hecho con la mano. Un carné de socio activo del Deportivo Morón, mil cuotas impagas.
Setecientos treinta y seis mil doscientos dos defectos. Una virtud.
Un arco iris de media noche, una linterna solar. Cincuenta mil búsquedas a tientas. Un encuentro causal. Un amor tuyo imposible.
Un ojo destrozado con la aguja del pajar ajeno. Una viga maestra de la escalera al cielo, en el otro. Un par de lentes para ver de cerca. Un árbol. Un bosque.
Una máquina de hacer pájaros. Un aeroblues. Un zeppelín. Una nave de fibra. Un vuelo gallináceo por donde está la verdad. Treinta mil penas sin olvido. Una sola traición y un tiro del final que tampoco a mi me salió. Y los botines que le robé a Aureliano Buendía el día que lo fusilaron.
Nada más.
Definitivamente, no soy un fenicio, debería dedicarme más a ser que a tener.
Me voy arrojar primero que nadie esta piedra que ya no necesito.

Agachate... ¿Si?
No quiero tu cabeza rajada en mi próximo inventario.



*De Beto Casquero. beto_casquero@hotmail.com







La espera*



El cielo esta tenue, menudo
Gris y sin canciones
Hay un ser extraordinario
Que duerme en un silencio
Atormentado de herramientas
Sin musicalidad,
Exclusivo
Con un sonido de metal
No es la guitarra que afina
No es la voz su instrumento
Es la agonía entre el tiempo
Y la espera.
Te conocí en tus baladas
En tus ojos de celeste profundo
Con tu voz, maquillaje de promesas
Y tu porte de argentinidad
De tu figura trascendente
Y tu expresión tan clara y vital
Me nutro a la esperanza
Que puedas estar de nuevo
Entre nosotros los mortales.



*de Azul. azulaki@hotmail.com

Para Gustavo Cerati , 20/5/10








El borde de las cosas*




*Por Gary Vila Ortiz


Todas las cosas tienen sus bordes. Hasta los sueños y las lluvias, el caminar silencioso de un gato que sin dejar huellas las deja y con sus bordes. Un solo de Bix nunca registrado en algún disco, Stravinsky apuntando en una partitura un fragmento de la "Historia de un soldado", fragmento que luego no utilizará, el bandoneón de Piazzolla tocando en la alta madrugada algún conmovido adiós, tienen, en su desconocida existencia, sus bordes. Me gusta que la palabra borde tenga varios significados en el diccionario.
Extremo u orilla de una cosa. En un recipiente, contorno o línea que forma su abertura. Al borde de: muy cerca de lo que se expresa. Pero también borde es una persona de trato difícil y mala idea o alguien tosco y basto. Además, borde se aplica a las plantas no injertadas ni cultivadas. Me agrada también
que bordear signifique estar una serie o fila de cosas en el borde u orilla de otra. No neguemos a esta palabra un alto sentido poético. Sobre todo eso de estar siempre muy cerca de lo que se expresa.
Los bordes de la angustia, de la tristeza, del amor, de la inquietud, sobre todo los tan imprecisos bordes de la felicidad, son como cosas de las que el lenguaje puede estar cerca, pero no más allá. Es posible que la felicidad física tenga algunos bordes que podamos distinguir con mayor facilidad, que podamos palpar con alguna certeza. En el momento del amor (tengo memorias) pueden encontrarse esos bordes donde el placer se extiende más allá de sus posibles límites. La ternura que se expresa en la caricia es un juego de las manos sobre los bordes (ciertos bordes) de la mujer que en ese momento amamos. A veces son los labios los que recorren esos bordes del placer, aún cuando se trate de la caricia más profunda. En todo caso Cortázar hace el mapa de esos bordes, los desliza para los posteriores juegos de la memoria.
Los bordes en el amor de Borges por Beatriz Viterbo parecen invisibles, pueden aparecer fantasmalmente. En Bioy Casares suelen ser tan obvios que desaparecen, se esfuman en el exhibicionismo. Pero si los bordes del amor nos interesan tanto, no por eso dejan de obsesionarnos otros bordes, como el de la soledad, el de las nostalgias, el de esa lentitud tan misteriosa que tiene el tiempo perdido en Proust, los bordes en un relato de Faulkner, en un cuento de Hemingway, en tantas y tantas líneas de Camus. ¿Tiene bordes la muerte? En el cuerpo físico de la muerte los bordes desaparecen de manera
absoluta. Creo que reaparecen (en ese plano de lo físico) cuando los huesos despojados de todo adquieren ese ardor blanquecino. Pero en la muerte no hay solamente un cuerpo físico cuyos bordes se borran. Pero hay otros bordes de la muerte, o el ya no estar más, del ser amado: son los bordes de la
tenacidad con la cual la memoria va haciendo los bordes, quizá los únicos perfectos, del ser amado. Son bordes que abarcan el pasado integralmente (aun suponiendo que haya un futuro) y que va dejando los bordes de cada acto de aquella persona que fue indispensable para nuestro propio vivir.
El borde. Los bordes. Sin darnos cuenta los vamos haciendo y los vamos registrando. Cada gesto, cada ademán, que no es lo mismo, cada mirada, cada cerrar de ojos o cada abrirlos en la desmesura del orgasmo, vamos construyendo ese universo de bordes que es probable pueda definirnos. Están,
lamentablemente, los bordes de nuestras impotencias, de aquellos que nos supera y sólo nos provoca indignación o dolor (que tienen sus bordes) y debemos habitarlos sin remedio. Por ejemplo, nada más que un ejemplo, la sensación de distancia que nos entristece cuando por algo, un hecho político ajeno a nosotros, nos separan hondamente de alguien que queremos. Nuestra concepción no contempla la posibilidad alguna de fanatismo, de hecho lo que sentimos en ese aspecto es algo parecido a la autodestrucción. ¿Tiene bordes esa autodestrucción? Filosos, como el borde de una navaja. La palabra
inglesa por borde implica el filo, tal cual lo usa Somerset Maugham en su obra "El filo de la navaja" ("The Razor`s Edge").
Me interesan los bordes de todas las cosas del mundo y del mundo mismo. No me interesan, cuando esos bordes parecen corresponden a las fronteras. Si bien no me gusta viajar, pocas veces he pasado de nuestras fronteras, en realidad pocas veces he pasado las "fronteras" de mi ciudad, detesto las fronteras. Hay por cierto otras fronteras, otros bordes, que me inquietan.
Los bordes del delirio de la lucidez, por ejemplo. En el sentido que le daba Goya a los monstruos creados por la razón, ¿puede la lucidez engendrar monstruos? Si es así, ¿cuáles serían esos bordes, en este caso sus límites? ¿Ejemplos? Pero ¿para qué? No lo sé. Heidegger tenía sin duda una lucidez formidable, ¿fue un delirio lo que lo llevó a su aproximación al mayor monstruo de la historia, el nazismo? Hanna Arendt tenía una lucidez estremecedora que la hacían tan querible. ¿Qué fue lo la llevó a sentir amor
por el monstruo? ¿El amor? Puede ser, si es que aceptamos que el amor es una de las formas más terribles del delirio. Louis Althusser fue uno de los pensadores más lúcidos del siglo veinte. Asesinó a su mujer, la ley sostuvo que en un momento de locura. Pasados los años Elisabeth Roudinesco analiza,
en un trabajo sencillamente estremecedor, el libro autobiográfico de Althusser en donde este reconstruye la escena del crimen detalle por detalle, como si se tratara de una narración y él no fuese el protagonista.
Hay una penosa lucidez en esa narración ¿el delirio de esa lucidez?. Ezra Pound fue alguien más que lúcido, fue un poeta, ¿cómo un poeta puede haber llegado a su adhesión al fascismo y expresar conceptos de un fuerte antisemitismo? ¿Delirio de su grandeza como poeta? De ninguna manera, me equivoco. Tal vez no se trate un problema de la lucidez sino tan sólo de la inteligencia. Los bordes de la lucidez y la inteligencia se tocan. Pero de ninguna manera son lo mismo.
Hay aquí una necesidad de plantearme los bordes de mi propia lucidez, de mi propia inteligencia. Tal vez al no existir no tengan bordes. Pero algunas cosas voy entendiendo. Ignoro si algunos de los grandes maestros de la humanidad, fueron lúcidos e inteligentes al mismo tiempo o si hablar de lucidez o inteligencia con respecto a ellos no tiene mayor sentido.
H.G.Welles nos dice que el siglo VI antes de Cristo fue uno de los más notables de la historia. Buda enseñaba a sus discípulos a orillas del Benarés, Isaías profetiza a los judíos en Babilonia, Heráclito se consagraba en Efeso a sus investigaciones especulativas sobre la naturaleza de las cosas.
El reloj de arena de la historia, ese en el cual el tiempo se hace mucho más patente en su fugacidad, en la velocidad de su pasar. "Cada instante dentro del instante es fugaz, cada minúsculo grano de arena es la vida y es la muerte, ni los grandes vientos, ni nada puede detenerlo, así está dispuesto, así debemos aceptarlo, aún cuando se nos tolera, en esa fugacidad, muchas cosas". El tiempo en el reloj de arena sigue su marcha. Por los mismos tiempos surgen en la China Confucio y Lao Tsé. Y luego vendrán las enseñanzas del Eclesiastés, el amor de los salmos, la presencia de Cristo. Y hasta nuestro tiempo, el Zen, sigue provocando nuestro apasionamiento. Para nosotros, occidentales, eso es inalcanzable. En todo caso tenemos cosas parecidas, como las epifanías, las iluminaciones (sobre todo en la poesía) que corresponderían al satori del Zen. Para estos nombres, para estas expresiones de la espiritualidad ¿podemos hablar de inteligencia o de lucidez? No lo sé, pero creo que no, que otros eran los caminos que esos siguieron.
A esta altura de lo escrito me pregunto ¿de dónde sale esta obsesión por el borde de las cosas? ¿Qué me quiero decir a mí mismo con esto de los bordes?
Algunas palabras suelen enamorarnos y no nos ofrecen explicación alguna. Por otra parte esto tiene cierta lógica, si se nos enamora no se nos explica por qué se nos ha enamorado. Uno se puede enamorar, que de ninguna manera es lo mismo que amar, de una sombra, de la sombra de una sombra, de un fantasma que ha adquirido presencia. No, de eso no. Los fantasmas ¿tienen bordes? No tengo ningún amigo fantasma, por lo menos eso es lo que creo, y no puedo preguntarle. Pero suponiendo que los tengan deben ser bordes cambiantes, contornos que se modifican continuamente, por lo menos para nuestros hábitos
de tiempo.
No me resulta difícil suponer que Bartleby había adquirido esos bordes del preferiría no hacerlo. El los había elegido. Funes el memorioso tenía los bordes que cambiaban cada vez que Borges lo entrevía cuando hablaba con él.
Borges en realidad hablaba con una memoria, y no conozco los bordes de la memoria, no quisiera que los tuviera. Kafka tenía razón (siempre la tenía, pero no nos damos cuenta cabalmente) cuando no quería dibujo alguno, nada de representaciones para su Gregorio Samsa transformado. No podía tener bordes.
Este texto que escribo ¿tiene bordes? Una vez publicado los tendrá, claro, pero esos bordes ¿son en rigor los mismos bordes que tiene el texto mientras lo voy escribiendo? Prefiero no saberlo, de ninguna manera.



*Fuente: Rosdario-12

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-23685-2010-05-23.html







NUDO GORDIANO*



“Aquí abajo, todos las lilas mueren, y los trinos de los pájaros,
son breves. Yo sueño con estíos que no terminen jamás...”
SULLY PRUDHOMME


Amor, tengo un nudo en el pecho.
Tengo un nudo en el pecho que no me deja tregua.
Busco en las manos que brotan desde el suelo y que me llaman.
Busco en la mirada del búho.
Desnudez de silencios.
Busco en amatistas, sílices, turmalinas.
Y solo encuentro profundas hullas, en mis ojos.
En tus ojos, hullas. Apagados, con un vino de luto.
Y no basta la procesión de álamos.
Ni los perros que cantan a la luna.
Ni el perfil de las azules piedras de tu nombre
Y no basta el temblor. Ni tu voz.
Ni mi carne, ni tu risa de oro, ni tus negados vientos.
Tengo un nudo. Atado por las manos de Gordias.
Trabado. Irresoluble. Encadenado.
Sin embargo yo espero, corazón, espero.
Espero la espada, el tajo y la rosa menguante.
El agua bautismal de tu frente .Los estíos.
Tu bestial galope sin jinete.
Y mis manos...anudando mi pecho.



*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar








LA ÚLTIMA SERENATA*



Caía torrencial la lluvia; tan fuerte era que, cómplice con el viento, hamacaban los añosos árboles que rodeaban mi pequeña casa. Cuando de repente, entre truenos y ruidos, una canción se dejó escuchar. Casi como un golpe, el recuerdo me sacó del letargo; la música venía de mi radio. Del hecho ya me había olvidado, no así de Agustín.
Mi nombre es Eliseo Godoy, estoy viviendo acá en Campo Grande Misiones, al reparo de la selva, hace
veinte años que dejé Rosario, donde ocurrió el hecho.
Manos y garganta prontas, tenía el Nacho Aguilera, para los golpes y el canto. Para lo primero se lo alquilaba por algunos pesos, para cobrar alguna vieja deuda, para asustar a alguien y cosas por el estilo. Para lo segundo, era barato, por algún vino, o tomando partido de alguna mujer a la que en algún momento, gracias a su voz había seducido o robado a otro. Era increíble, cuando su canto llegaba a
oídos de ellas, simplemente las cautivaba. Por eso cuando salía de serenatas con sus amigos, iba por puro gusto nomás.
Pasaron los años y ya no hacía "trabajitos raros", eso sí, seguía soltereando porque nadie había
despertado nada en su dormido corazón. Les comentaba a todos que no tenía suerte en el amor. A pesar de todo él seguía "ayudando" a conquistar mujeres y, como siempre, de mediador.
Se llamaba Ignacio, como su abuelo, igual que su abuelo paterno, pero más mujeriego y mejor cantor que él, según decían. Valiente y casi sin miedo. No había salido a su padre, que se lo tildaba, como hombre
huidizo y aprovechador, no era querido por la gente y, también se comentaba, era "prestador de dinero"
Así fue la cosa, al Nacho lo conocí en un bar cerca del puerto. Hombre de ojos profundos pero lo
extraño era que su mirada no combinaba con su lengua ágil, sobre todo para chistes cortos y para volcar conceptos a diestra y siniestra, por todo o toda que pasaba frente a él. De esa forma, con matices de voz y gesticulaciones atrapaba a la gente.
Por eso y otras cosas, traté, a partir de un tiempo de tener su amistad, de actuar yo de "Celestino" entre él y una cuarentona, que aún esperaba que su vida tenga buenos sobresaltos y tenga más sentido. Ella, Victoria, hermosa, ahora sola, había pasado lo mejor de su vida cuidando lo que ya no tenía, sus padres. Lo que su boca negaba, su corazón pedía a gritos, amor.
Un día, después de unos vinos, le comenté al cantor sobre una serenata y, como yo lo esperaba, aceptó sin preguntar nada. Al otro día nomás puse en marcha el plan.
Nunca le dije que la jugada era para él, la sorpresa iba a ser total. De esa forma y sin contratiempos, llegó la esperada noche.
El escenario era bueno, las estrellas, a pesar de su palidez, reinaban la noche, prevaleciendo ellas sobre las amarillentas luces de las esquinas. Llegamos y nos situamos debajo del altillo, allí dormía Victoria,
estaba seguro. Ligeramente revisamos "las herramientas", él si su guitarra estaba en condiciones e igual que yo, tanteó igual que yo, si no había olvidado el cuchillo, por las dudas, no era un barrio de suburbio pero era peligroso.
Ahora sí estábamos listos.
Empezaron los primeros acordes de su "enamorada" guitarra, a la canción la había elegido yo,
era un vals.
Su canto se confundía con el instrumento, de su boca salieron los más hermosos cantos de pájaros y fue entonces que la alta ventana dejó salir una tímida luz. Yo extasiado entrecerré los ojos y dejé que el vals me llevara a otro tiempo, posé mi mano sobre el hombro del Nacho, la misma con la que antes marcara los compases de esa bella canción que me llevaba hacia Agustín, mi amigo, que tan joven se había quitado la vida por una mujer. Entonces cerré del todo los ojos, ya estaba terminando el valsecito, luego, antes de que se abriera del todo la ventana, busqué en la parte de atrás de mi cintura, y allí estaba, como siempre. Con un movimiento rápido, clavé el recuerdo de mi amigo junto con el cuchillo y la traición, palanquié hacia arriba dos veces dejando entrar aire en un riñón del Nacho.
No gritó, apenas se conmovió, mi mano izquierda tapaba su boca por las dudas, mientras que la otra
se calentaba con sangre. Abrí los ojos, miré hacia el ahora oscuro cielo y casi rezando, le murmuré a Agustín, que el hombre que alguna vez le había arrebatado su amor. Había muerto.



*De DANIEL CORIA
Santo Tomé. Santa Fé.

-Enviado para compartir por Oscar A. Agú. cachoagu@yahoo.com.ar








Por esas ciertas libertades*



Por esas ciertas libertades
que no supimos conseguir
será preciso estar atentos
a las cadenas que no están rotas
a las mordazas que se ciñen
ahogando el grito sagrado
de este pueblo doliente y despojado.


Por esas ciertas libertades
que faltan conseguir
habrá que desenmascarar sin tregua
la conspiración de los fantasmas.


Por las libertades que nos niegan
es urgente desarticular las armaduras
a los urbanitas temerosos
solitarios vagabundos de la jungla
que aceleran el paso esquivando encuentros.
en vertiginosa carrera hacia ninguna parte.


De esta contemporánea maldición tantálica
hace falta liberarnos
de las mutantes caricaturas monstruosas
arrebatadoras de la risas, los encuentros,
la música, los sueños y la palabra
hace falta liberarnos.



*de Marta Goddio. martagt46@yahoo.com.ar
16 de Mayo de 2010







Por contrato*



Bien sé, claro
esto desde siempre sucede:
no todos los contratos se respetan


Sepa el público que
por contrato, yo
este personaje protagónico
absoluto
no debería morir sino
en la toma final.



*De Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar








*


Queridas amigas, apreciados amigos:


Este domingo 23 de mayo del 2010 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música del compositor uruguayo Daniel Stefani. Las poesías que leeremos pertenecen a Gabriel Ruiz Arbeláez (Colombia) y la música de fondo será de la Surazo (Andes). ¡Les
deseamos una feliz audición!



ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at (Link: MP3 Live-Stream).
Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!! (Recomendamos usar http://24timezones.com/ para conocer las diferencias horarias).


REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!

Freundliche Grüße / Cordial saludo!


YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com

Schießstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel.: 0043 662 825067




*


Inventren Próxima estación: CORONEL MARCELINO FREYRE.



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