sábado, agosto 28, 2010
LA VIDA ES UN DIVINO GUIÓN...
-Dibujo: Ray Respall Rojas
Olivia*
para Ray y Sarah, mis dos voces amigas.
Desde su infancia, Olivia escuchaba dos voces, una masculina y una femenina, conversando con ella, haciéndole sugerencias, aconsejándola... A veces no se ponían de acuerdo entre ellas y tenía que esperar a que terminaran de discutir. También intervenían en sus sueños, pero era agradable no estar sola en aventuras y pesadillas.
Se considera aceptable que un niño hable solo, tenga compañeros imaginarios; mas cuando creció y siguió conversando con algo invisible, sus padres se alarmaron. Olivia descubrió que aquello que consideraba muy normal era una aberración de su mente. Intentó acallarlas y, reconociendo su impotencia, se dejó arrastrar de psicólogos en psiquiatras, asesorar, hipnotizar, entrevistar, medicar... Al fin pudo silenciarlas, con lo cual fue considerada apta para reincorporarse a la sociedad.
Pretendió entablar conversación con sus padres y amigos, pero estaban muy ocupados; trató de hacerse escuchar por los médicos que la habían ayudado, pero ya estaba considerada cuerda; procuró nuevas amistades, mas cada cual estaba inmerso en sus problemas... Todo ser humano parecía estar demasiado atareado para intentar llegar a otros.
Comprendió que estaba sola.
Los demás siempre lo habían estado, no parecían entender su desesperación, lo raro era buscar compañía en un grado tan profundo como para compartir el alma... Con hablar del clima, la obligada y ambigua pregunta de “¿cómo van las cosas?” y algún comentario trivial cuya respuesta ni siquiera era atendida, parecía bastar. Ella siempre tuvo dos amigos, que si bien a veces eran atorrantes, no la dejaban abandonada como ahora lo estaba haciendo el mundo que le había impulsado a alejarlos.
Se sintió triste, arrepentida de haberlos expulsado, mas no había remedio. Aprendió a vivir con ella misma. Se volvió una joven melancólica... “Estuvo loca, es normal que le cueste adaptarse”, decían los que la rodeaban.
Años después, las voces regresaron sin previo aviso. Su alegría fue tan grande que casi les grita un saludo. Pero miró hacia fuera, ahí estaba ese mundo de personas solas, distantes... Prudentemente, calló su voz externa y con la voz de su interior, les dio la bienvenida. Desde entonces conversa con ellas, en silencio, y puede contarles lo que sea, pues siempre le prestan atención, le dan consejos, le cuentan historias y la escoltan hasta en sueños.
Olivia ha vuelto a sonreír, a veces ríe a solas. Pero ya no habla en voz alta y si le preguntan por las voces, niega su existencia. “Al fin se ha recuperado del todo”, dicen los que la rodean, satisfechos, y continúan sus vidas de soledad en compañía.
*de Marié Rojas Tamayo.
La Habana. Cuba.
El viaje al altiplano*
Si cruzo frente a ella
la observo desplazarse por todos lados
como una estrella
en la majestad de la bruma,
encendidamente cálida.
Entierra sus ojos en mi silencio
hasta rozar mi piel
con sus deseos
y luego se disuelve,
soterrada y fría,
dejándome un vendaval de angustia
en cada célula.
*de Daniel Montoly©. danielmontoly@yahoo.es
Uno se salva*
*Por Juan Forn
Mi madre, que aceptaría ser definida como una lectora ocasional, mandó durante años a encuadernar en cuero los libros que por algún motivo quería conservar, y los tiene todos juntos en una bibliotequita angosta en su dormitorio. Son de una variedad absoluta, descarada: hay libros que heredó (de ahí el mandato de encuadernarlos), hay libros que están ahí no por su contenido sino por su dedicatoria, hay hasta un compendio de recetas manuscritas en francés y otro de cálculo diferencial que usó mi padre cuando estudiaba ingeniería; hay de todo, y casi todo está ahí desde que yo tengo memoria. Pero, con los años, mi madre ha ido reduciendo el stock de esos estantes para intercalar entre los libros fotos de las personas queridas que se le van muriendo. En el resto de su dormitorio hay infinidad de enormes
dibujos en colores de sus nietos, reina la luminosidad, pero en ese rincón mi madre se semblantea con la muerte a su manera. Quiero decir que mi madre no puede leer esos libros, ya no le da la vista para leer, pero los considera parte de ella, en todo sentido: cuando regala uno es porque tiene que hacer lugar para otra foto, lo que significa otro muerto, lo que hace muy intenso recibir alguno de esos volúmenes cuando ella decide desprenderse de él, con un criterio tan particular como el que tuvo para seleccionarlo.
Hace una semana decidió darme una vieja edición de Emecé (1952) de Crónica de mi familia, de Vasco Pratolini, un libro que a mí me partió al medio cuando lo leí por primera vez y sigue dejándome sin aliento cuando vuelvo a leerlo. A ella, en cambio, sólo le queda un vago recuerdo de que "le gustó",
de que fue un regalo (aunque no hay dedicatoria en el ejemplar) y no dice una palabra más sobre el tema porque eso fue antes de casarse con mi padre.
Se ve que era insistente quien se lo regaló, o que el libro le gustó a mi madre más de lo que recuerda, porque había otro Pratolini encuadernado en su bibliotequita, uno que se llamaba Diario sentimental, que fue el primero que yo leí (sentado en el piso del dormitorio de mi madre, con la espalda apoyada contra aquella bibliotequita y las rodillas en alto, para que me funcionaran de atril). Mi madre dice que estoy loco, que ella nunca tuvo ni leyó otro libro de Pratolini y que tampoco se acuerda nada de Crónica de mi
familia, así que le cuento la increíble historia de Vasco y su hermano: que la madre murió dando a luz al menor de sus dos hijos, que el padre estaba en la guerra, que la abuela no podía alimentar a los dos nietos, así que al bebé se lo quedó el mayordomo del patrón, que no podía tener hijos. Vasco vio cómo su hermanito crecía criado como un niño rico hasta que se escapó a Florencia, donde aprendió a leer solo, hizo la nocturna, se enfermó de tuberculosis, lo mandaron a un sanatorio de montaña, se curó, volvió a
Florencia, consiguió trabajo de periodista y una noche, en un bar, reconoció a su hermano, que lo estaba buscando hacía meses. Vasco lo culpaba desde siempre de la muerte de la madre; el hermano veía a Vasco como el único vínculo que le quedaba con la madre muerta (y en cierto momento le decía: "Pero tú quieres ser escritor. Tú eres el único que puede ayudarme a imaginármela viva"). La guerra había dejado sin trabajo al mayordomo y el hermano de Vasco era para entonces tan pobre como Vasco. Por fin eran
iguales. Tan iguales, que el hermano se enfermó igual que Vasco. Pero no tuvo la suerte de Vasco. Murió jovencito. Era enero de 1945. Acababa de terminar la guerra en Italia, pero Pratolini estaba encerrado en un cuarto de pensión redactando Crónica de mi familia, que está escrita en menos de un año, en carne viva, en forma de monólogo al hermano muerto ("Al morir mamá, tú tenías veinticinco días"), con esta tremenda aclaración preliminar al lector: "Este libro no es una ficción. Es un coloquio del autor con su
hermano muerto. El autor trató sólo de hallar consuelo. Tiene el remordimiento de haber intuido demasiado tarde la calidad espiritual de su hermano. Estas páginas se ofrecen como una estéril expiación".
Por ese libro extraordinario (y por el resto de su obra, pero por ese libro en particular), Pratolini estuvo por ganar el Nobel dos veces a principio de los años '50. Después, el existencialismo francés destronó al neorrealismo italiano y el rastro de Pratolini se fue perdiendo. Sus últimos libros ni se
traducían; hacia 1970 ya era un autor olvidado. Las necrológicas que en 1991 anunciaron su muerte tenían todas en común la misma sorpresa ante el hecho de que Pratolini hubiese seguido vivo hasta entonces, sin publicar nada desde 1967. Nadie sabe qué le pasó a Pratolini en todos esos años. En el
Diario sentimental, contaba que hizo un amigo de su edad en aquel sanatorio para tuberculosos. Con él compartía los permisos para caminar por la montaña, preguntándose si la tuberculosis y la guerra en ciernes les permitirían librarse de la virginidad antes de llevárselos. Un día el director los convoca a su oficina y nos enteramos de que ambos tienen la misma clase de tuberculosis y que existe un tratamiento que, si funciona, en menos de un año los curará (y, si no funciona, acelerará los síntomas).
Cuáles son las probabilidades, preguntan ellos. Cincuenta y cincuenta, dice el médico. A partir de entonces se produce un vuelco terrible en su amistad.
Porque los dos entendieron mal ese 50 y 50: creen que, si uno muere, el otro se salvará. Y no pueden evitar desearle la muerte al otro.
Desde mis diez años, mi padre me llevó todos los 31 de diciembre a un cóctel antes del almuerzo en casa de unos italianos finísimos que hacían negocios con él. Cuando mi padre murió, la invitación llegó igual, a casa de mi madre, y ella me pidió que fuese en representación de él. Yo obedecí, estuve copa en mano una larga hora en aquel departamento racionalista donde todo olía a fresco y a limpio y a vainilla, y terminé hablando con uno de los ancianos anfitriones, que me contó que había estado a punto de morir de
tuberculosis en su adolescencia, que se salvó de milagro y llegó sin nada a la Argentina en 1938. "Los años pasaron. Yo fui afortunado. Mire a su alrededor: hemos formado una familia, ¿no le parece?" Yo me sentí incluido en ese plural. La luz que entraba por los ventanales parecía suspendida a su
alrededor con el expreso propósito de mantenerlo vivo para siempre. El agregó: "Pasé todos estos años creyendo que mi mejor amigo en el sanatorio, un muchacho de mi edad, con mi mismo diagnóstico, había muerto. Pero hace un par de meses recibí una carta de Italia. Era de él. Usted quiere ser escritor, quizá conozca su nombre: Vasco Pratolini. La carta era muy breve.
Decía: 'Uno muere, el otro se cura, ¿recuerdas? Hemos llegado a ese momento, y el afortunado eres tú. Que tengas una buena vida, amigo. Me despido de ti'".
Mi madre me miró largamente cuando terminé de contarle esto. Después retiró de mis manos el ejemplar de Crónica de mi familia y dijo: "Creo que voy a elegir otro libro para darte. Este me lo voy a quedar".
*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-152061-2010-08-27.html
ALEGANTROPÍA*
Estos versos plagados
De palabras grotescas,
Cacofónicas, mesonóficas,
Endomórficas, metafóricas,
Con un sentido, destino,
Vestido, cansino y vecino
Mirón, entrovertido,
Exolado y culto.
Muchas de estas palabras
O fonemas o sonidos o
Formas de expresión
No son de mi total entendimiento,
Comprendimiento, agrado,
Pasado y, e, o gastado.
Pero como dicen algunos
Abladores sin “H”:
“El culturismo no ocupa
espacio en gaveta”
*de Ray Respall Rojas.
La Habana. Cuba.
NO NOS DICEN, NO NOS VEMOS*
*Por Miriam Cairo. cairo367@hotmail.com
Mis libros (que no saben que yo existo) / Son tan parte de mí como este rostro /
De sienes grises y de grises ojos / Que vanamente busco en los cristales /
Y que recorro con la mano cóncava. / No sin alguna lógica amargura / Pienso que las palabras esenciales / Que me expresan estßn en esas hojas / Que no saben quién soy, no en las que he escrito. /
Mejor así. Las voces de los muertos / Me dirán para siempre.
Jorge Luis Borges
El día 16 del mes en curso, recibí por correo electrónico un artículo de Eduardo Dalter, enviado por el querido poeta Rubén Vedovaldi. El asunto del mismo era "¿200 años de poesía argentina?". El interrogante venía a cuestionar la antología editada por Alfaguara que pretende homenajear a la
poesía argentina en el bicentenario de la Revolución de Mayo. Me permito transcribir sólo un tramo de la nota de Dalter para ponernos en cuestión:
"El propio Licenciado Monteleone, firmante de la antología citada (200 años de poesía argentina) y crítico del matutino La Nación, en los comienzos mismos del prólogo nos va a advertir, contraviniendo en rigor al propio título, y abriendo el paraguas, para que no queden dudas, lo que sigue acerca de la obra: "Tal vez no sea un conjunto más o menos razonado o azaroso de inclusiones, sino un sistema de ausencias, porque la acosa el fantasma de la totalidad. No sólo porque hay poetas que no están, que deberían haberse incluido y que, aun por motivos extraliterarios, cuya peripecia es irrelevante, no figuran en esta selección ". La mayoría de las perversas omisiones corresponde a poetas del interior del país. Pero la peripecia irrelevante de los motivos extraliterarios, al parecer, son motivo suficiente para justificar el olvido.
Todo lector es dicho por los autores que lee. (Como lectora, me permito repetir al maestro, quien siempre ha puesto por sobre su condición de escritor su cualidad de lector). Pero el lector en la actualidad de nuestro país tiene la identidad mutilada por el mercado editorial. El lector es dicho a medias por los autores que el mercado elige que digan. Y está claro que el mercado editorial da la voz condicionado por el debe y el haber no por convicciones estético culturales. Sin dudas, la principal actividad del mercado editorial es el silencio. O el barullo. Cada uno podrá colocar en una u otra categoría lo que lee o lo que no puede leer.
No parece muy razonable que los escritores que se han dado a conocer al público masivo en los últimos años hayan salido de premios de emporios comerciales. ¿A ningún ministro de cultura se le ha dado por sospechar algún atisbo de pobreza en el hecho, por ejemplo, de que estos premios sean otorgados a uno solo de los géneros literarios que existen? ¿El estado no tiene por función proteger a los sectores más vulnerables? ¿La cultura de una nación uno de una metrópoli no merece cuidado y promoción de todos sus referentes culturales? ¿Un país que tiene el privilegio de contar con un poeta merecedor del Premio Cervantes (no del premio Clarín), no debería ocuparse, preocuparse porque la poesía conquiste un lugar más preciado? El mismo Gelman, cuando recibió el premio en el año 2007, nos dio un mensaje que por lo visto, como nación no hemos podido comprender: "la poesía es la Cenicienta de las artes". Perdón, maestro. Esta princesa, oculta entre las labores más veladas y complejas del hombre, sigue siendo destinada a tareas de servidumbre: en los colegios es utilizada para cantar odas acomodaticias
en fechas patrias, y en el parlamento, para dar unas pinceladas de maquillaje a la conciencia cultural de los funcionarios.
Porque el estrago no sólo se dio por la indolencia con que se pensó, se prologó y se vendió la antología, sino que además, este tajazo a la memoria nacional fue declarado de interés para la H. Cámara de Diputados, y quien firma el trámite parlamentario Nº 77 del 16 de junio de 2010 es la diputada
Castaldo Norah Susana, de Tucumán.
Entre los fundamentos para tal declaración se cita a los propios editores quienes procuran "entre todas las facetas de nuestro patrimonio común, reconocernos en la palabra poética, entendida como la quinta esencia de la creación de sentido, de belleza y de verdad. Ese es el espejo continua diciendo la nota de presentación de los editores donde en esta fecha elegimos mirarnos: el de la reunión de las obras de cientos de poetas argentinos, de diferentes épocas, estéticas y cosmovisiones, que esta antología pone otra vez al alcance de todos, a modo de celebración".
En el espejo roto de la poesía nacional, como lectora, elijo no mirarme.
Entiéndase que mi postura no va en contra de los poetas seleccionados sino de la amputación, de la indolencia, de la mezquindad.
Recuerdo que en el III Congreso de la Lengua, el poeta Ernesto Cardenal (cuyo discurso no gozó de las luces de neón) dijo que "Cada vez que un pueblo deja de hablar una lengua se empobrece toda la humanidad." Y yo me permito diversificar este enunciado: cada vez que un pueblo deja de leer los
distintos lenguajes de sus poetas se restringe su cosmovisión, se limita su condición lectora, se cercena su percepción estética, se disgrega su tejido social, se le roban sus tesoros, se empobrece su humanidad.
En 1987, Octavio Paz decía: "En las democracias liberales de Occidente la libertad de creación se enfrenta a peligros más insidiosos pero no menos bárbaros que la censura política e ideológica de los Estados intolerantes: el mercado y la publicidad. Someter a la poesía, por naturaleza solitaria y que nada siempre contra la corriente, a las leyes de circulación de las mercancías, es mutilarla en su esencia. La poesía moderna, lo dijo Blake, es la aliada del demonio: es el ángel que dice No."
Este ángel del No sigue vivo en los bares y resiste en publicaciones privadas. Es cierto que es fuerte, que es invencible, pero no la forcemos más a sobrevivir a la sombra del poder editorial porque seríamos cómplices de un crimen donde nosotros seremos nuestros propios cadáveres.
*Fuente: Rosario-12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-25079-2010-08-28.html
Un nido de abrazos*
1
Alboroto de gorriones contra la tarde gris.
Un hombre traza sus letras casi en oscuridad.
En quietud, afina el oído.
Desprendidos de trinos, se escuchan pasos de luz
de su compañera —ahora con alas plegadas— volviendo al nido.
2
Levantan la vista
ven al árbol dormitorio
florecido en pájaros de la noche.
No caen a pétalos.
Sólo se acompañan en soledad
de hoja en hoja.
Ella se pregunta
porque no hacen nido.
Mirando al cielo vedado
por hojas y pájaros. Se abrazan.
Y hacen del abrazo, un nido.
*de Eduardo Francisco Coiro inventivasocial@hotmail.com
*
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