jueves, agosto 05, 2010
UNA PUERTA EN CUALQUIER PARTE
-ILUSTRACIÓN: RAY RESPALL.
LA HABANA - CUBA.
Mareo*
Estoy mareado por este subir y bajar interminable de la humanidad. Repetitivo y cambiante. Todo acaba en la guerra. Rueda, caza y guerra. Invasión persa, invasión turca, invasión china. Pirámides, huida y Jericó. Filósofos, juegos y guerras púnicas. Atila, huestes romanas, 100 años, mundial, civil, de guerrillas…
Quizás precisemos una guerra que acabe con toda las guerras.
Y todo esto me marea. Este sube y baja incesante de muerte, odio, dominación, confrontación y pausa. ¿Dónde estará la escopolamina que cure este mareo?
*de Joan Mateu joan@cimat.es
Un corazón que late en los pies*
Eres tu propio cielo,
Tu propia luz,
Tus propios colores.
Eres tu propio cielo,
Con sus divisiones armónicas,
Con sus milagros cotidianos.
Eres tu propio cielo,
Con tu piel llena de estrellas,
Tus mejillas sonrojadas hasta la nariz.
Con tristeza en tus ojos
Muestras a los hambrientos:
Dominados,
Pero no convencidos de esa dominación.
Eres tu propio cielo
Azul y negro,
Sonriente y ocurrente.
Eres tu propio cielo
Que cuando se rebela con sangre y sueños
Recupera su existencia.
Eres tu propio y amarillo cielo,
Que cubre adornando sus orejas
Con la caída entre cascadas de tu cabello.
Eres tu propio cielo
Con los bolsillos desgarrados,
La miseria sosteniendo a quienes dicen:
“Esto es vivir en paz”.
Eres tu propio cielo
Que añora mirar el día
Que ponga de pie a los oprimidos...
Eres tu propio cielo,
Tu propia tierra,
Tu propio mar,
Que apachurro fuerte entre mis brazos
Para que la deuda externa
No te arranque también de mi lado.
*de hugo ivan cruz-rosas. quetzal.hi@gmail.com
UNA PUERTA EN CUALQUIER PARTE*
Para Valeria
Esa tarde, cuando Valeria regresó de la escuela, escuchó un chistido, alzó la vista y lo vio; estaba sentado sobre la rama más gruesa del roble, vestido de verde, se hamacaba con las piernitas cruzadas y haciendo un gesto de “Ven aquí, ven aquí”.
Ella se quedó parada, tuvo miedo. Si bien en los cuentos se hablaba de enanitos que se subían a los árboles, encontrarse uno era distinto, no pasaba todos los días.
- No te asustes, Valeria – le dijo.- soy un enano bueno. Mi familia se fue de viaje y no tengo con quién jugar.
De un salto estuvo en el suelo, se colocó cabeza abajo apoyando sólo su dedo índice y dio vueltas y vueltas como un trompo mientras su ojitos parecían semáforos que chisporroteaban. Después se apoyó sobre la punta de su oreja que tenía forma puntiaguda y siguió dando vueltas. De tanto en tanto soltaba una risita que parecía un cascabeleo como el que hacen los renos de Santa Claus en Navidad.
A pesar del modo amistoso de su comportamiento, Valeria mantenía su distancia debido a su asombro.
Por último se paró delante de ella sonriente.
- Sólo quiero jugar, no me temas.
- ¡Valeria! – grito la mamá desde la casa. -¿Qué haces en la puerta? Ven a tomar tu merienda.
El enano de un salto volvió a la rama del roble justo cuando la madre abría el portal de golpe.
- ¿Se puede saber qué haces? – dijo en tono de enojo. – Tu leche se enfría.
- Había un enanito, mamá, estaba aquí a mi lado y subió al árbol. – estaba tan agitada que las palabras le salían amontonadas.
- Entra – dijo ella con impaciencia, - tú siempre inventando cosas..
- No invento, estaba aquí, yo lo vi, dio un salto y subió... – miró hacia el árbol y notó que había desaparecido. – Se fue.. – agregó decepcionada.
- Vamos, aquí el único enano eres tú que siempre trata de no tomar tu leche.
Valeria se sintió tan triste que sus ojitos se llenaron de lágrimas, pero no sólo porque el enano se había ido sino también porque su madre no le creía. Bueno, ella jamás le creía aunque a decir verdad algunas veces le decía mentirillas, pero eran chiquitas y sólo por no quedarse sin postre o sin los dibujitos de la TV.
Pero ahora era distinto, ella había visto al enano. De todos modos tomó su merienda sin chistar y se fue a su cuarto.
- Prepara enseguida tu tarea si quieres ver TV. – gritó su madre cuando Valeria salió de la cocina y se disponía a entrar en su cuarto. Estaba enojada por lo que tiró su mochila en un rincón con fuerza.
- Haz tu tarea, toma la leche – rezongaba por lo bajo – Entra a casa. ¡Uff! ¡Qué lindo sería volar como el enanito!
Se sentó en el suelo junto a la ventana y se puso a mirar hacia el roble. Estaba tan absorta que cuando sintió que le tocaban el hombro se sobresaltó tanto que cayó hacia atrás quedando tendida en el suelo.. La risa del enano chocó contra las paredes y formó lucecitas de colores que quedaron flotando en el aire. Valeria permaneció tirada en el suelo mientras el enano se reía con ganas.
- Cierra la boca, Valeria, vas a tragarte mis luciérnagas.
- ¿Por donde entraste? – pudo preguntar cuando se repuso y logró sentarse de nuevo.
- Por cualquier parte.
- No se puede pasar por cualquier parte.
- Es muy fácil, abres la puerta de cualquier parte y entras.
- Me estás mintiendo, te burlas de mí – contestó la niña enojada.
- No me burlo – replicó el enano. – Dame la mano. Mira, ¿ves ahí? Ahí está la puerta de cualquier parte. ¡Vamos!
Los ojos de Valeria se agrandaron tanto que parecían salirse de sus órbitas porque era cierto, allí estaba la puerta y el enano salió por ella llevándola consigo. Después, sin saber como se vio sentada en la rama más gruesa del roble.
- ¡Guau!! – exclamó. - ¡Esto es fantástico! ¿Cómo lo haces?
- No lo sé, nunca me lo pregunté, no me pareció importante. Lo maravilloso era hacerlo. ¿Para qué preguntar?
- ¿Te lo enseño tu mamá?
- No, las mamás quieren y enseñan a querer, son pocas las que saben enseñar cómo se abren las puertas para volar. Mi mamá lo sabe hacer pero nadie se lo enseño ni ella lo sabe enseñar.
- ¿Cómo puedo aprender si mi mamá tampoco sabe volar? Ella sólo sabe enseñarme a obedecer. – se lamentó.
- No te apenes – la consoló el enano que de un salto se había ubicado en una rama más alta. – No esperes que todo lo haga tu mamá.
- ¿Pero cómo hago para entrar y salir por cualquier parte?
El enano dio una voltereta en el aire antes de volver a sentarse junto a Valeria.
- Haces muchas preguntas y el tiempo se te escapa por el túnel del por qué. Junta las manos y haz un hueco grande.
La niña lo hizo intrigada, el pequeño comenzó a reír y el hueco se llenó de lucecitas de colores que salieron de su boca.
- Ahora sacude mis luciérnagas pero no las dejes caer ni las aprietes.
-Ya está, ¿qué más, qué más?
- No preguntes, Valeria – contestó él fastidiado.
- Está bien, está bien.
- Ahora repite conmigo: En cualquier parte voy a poder abrir las puertas para entrar y salir por cualquier parte.
Ella repitió palabra por palabra y con asombro notó que las lucecitas iban saliendo de a una por su boca.
- Listo, abramos la primer puerta por cualquier parte, vamos.
Y así volvieron a su cuarto y no preguntó más.
El enano dio muchas volteretas sobre el piso y se despidió dejando la habitación llena de luciérnagas. Todo fue tan rápido que Valeria no tuvo tiempo de protestar
- ¡Valeria! – gritó su madre desde la cocina. -¿Terminaste tu tarea? Ya vamos a cenar.
La niña sonrió pensando que su mamá sólo sabía enseñarle a obedecer y que el resto debía aprenderlo de a poco, todos los días, pero creía que también debía preguntar de vez en cuando.
*de Emilse Zorzut. zurmy@yahoo.com.ar
EMOCIONES DEL SIGNIFICANTE
Marcas en el hueso*
El niño que pide a su madre lo imposible. La iluminación de Jacques Lacan ante unas marcas en un hueso de hace veinte mil años. La declaración de guerra o la declaración de impuestos o la Declaración de los Derechos del Hombre. El chico que por primera vez se conmueve ante el arte. En todas estas escenas el autor discierne la problemática relación entre el significante y el sujeto.
Por Guy Le Gaufey *
Lo que se llama "el niño" se encuentra embarcado con el Otro materno en una relación tramada por el significante, puesto que las satisfacciones que espera de ese Otro pasan por la articulación del lenguaje. Si no hubiera más que eso, podríamos decir que habría sólo comunicación. Pero, puesto que el Otro solicitado aparece a menudo como pudiendo responder o no responder, el hecho de que sí responda toma valor de prueba de amor: "El Otro, en la medida en que es acá alguien real, pero que está interpelado por la demanda, se encuentra en posición de hacer pasar esta demanda, la que sea, a otro valor, el de demanda de amor como tal, en tanto que se refiere pura y simplemente a la alternativa presencia/ausencia" (J. Lacan, Seminario "El deseo y su interpretación", 1958-59). Así, la respuesta a la demanda se desdobla en valor de satisfacción y en prueba de amor.
Ese mítico niño va a querer encontrar, además, en el Otro, el significante que lo representaría como sujeto y vendría así a probar la buena voluntad del Otro con respecto a él, a probar que ese sujeto es, efectivamente, el destino del amor manifestado por las respuestas a sus demandas. En esta nueva relación al Otro, tiene que hacerse reconocer, en este Otro, como sujeto. Ya no más como demanda, tampoco como amor, sino como sujeto. Ahora bien, en esta nueva exigencia, una "tragedia común" (Lacan, ob. cit.) vendrá a impactar tanto al sujeto como al Otro: este último se encuentra en la estricta imposibilidad de brindar un significante de ese orden. Está desprovisto de él. No tiene nada de eso a su disposición. ¿Por qué? Porque él mismo es, a su vez, sujeto.
El hecho de que el Otro sea concebido él mismo como sujeto -y como tal desprovisto de lo que le permitiría garantizar el valor de sus actos, sustraerlos al deslizamiento perpetuo de la significación-, ese hecho se apoya en un enunciado anterior según el cual "No hay Otro del Otro". No hay un desfile indefinido de sujetos, sino una extraña confrontación en la cual, sometido por el sujeto a la pregunta acerca de la veracidad de lo que enuncia, el Otro pondría de manifiesto eso que, el resto del tiempo, queda velado: su fundamental incompletud. Este Otro, que se encuentra definido como el "tesoro de los significantes", capaz de desarrollar cuantos se quiera y aún más, no está en condiciones de producir ese que daría testimonio del destino de su amor o de su buena voluntad y que valdría, desde entonces como significante/signo de ese sujeto del que se ocupa.
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Lacan cuenta haber ido al museo Saint-Germain y tropezado con un hueso de reno que lo sacudió particularmente. Preparado por el cartel indicador que le presenta un objeto marcado con una serie de trazos que remontan a 17.000 o 20.000 años, Lacan observa "una serie de pequeños palotes, dos primero, luego un pequeño intervalo, y luego cinco, y después todo recomienza. He aquí por qué -prosigue-, dirigiéndome a mí mismo por mi nombre secreto o público, tu hija no es muda. Tu hija es tu hija, puesto que si fuéramos mudos, ella no sería en absoluto tu hija". Esas palabras no son, en
absoluto, las que un visitante cualquiera podría proferir; solamente las de alguien cuyas preocupaciones del momento lo ponen a la búsqueda de la emergencia del significante en la larga gestación de la humanidad. Con toda modestia, Lacan confiesa: "No digo que sea la primera aparición", pero "en
todo caso, [es] una aparición certera de algo que se distingue totalmente de lo que puede designarse como la diferencia cualitativa". La contigüidad de los trazos los constituye en serie, permitiendo diferenciarlos, no a partir del delineado singular de sus trazados, sino desde la mismidad de su
equivalencia formal. En el hueso de reno, el sentido se evaporó, y la mismidad se mantiene, en un nivel más alto de formalidad.
Frente a esas marcas de las que él sabe inmediatamente que no sabe nada en cuanto a sus referentes y que, sin embargo, no puede no tomar como signos, Lacan tiene súbitamente el sentimiento de estar frente a la "diferencia significante", la "diferencia en estado puro". En tanto no reenvían más a nada, esas marcas hacen signo sólo de un sujeto, el marcador (ese sujeto no es necesariamente individual). Que uno o varios individuos hayan trazado la serie importa poco. Es la serie la que hace al sujeto (no al revés) y
suscitan un sujeto, el lector, ambos separados por... una veintena de milenios. Emoción debida a esta brutal fraternidad imaginaria, pero al mismo tiempo captación de aquello que, en el signo así "borrado" de su referente (y por lo tanto de su significado) no vale más que como pura presencia del acto mismo de contar, acto del cual cada muesca no es aquí nada más que la simple reiteración. La mismidad de esos trazos se sostiene en la sola repetición del acto que los inscribió. En la vitrina del museo, cada una de
esas muescas, en sí misma, no representa nada para nadie, no significa nada para quienquiera que sea, pero se articula con las otras para hacer serie, y esa serie implica un sujeto.
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Recuerdo: tengo diez años y leo sin parar, todo lo que me cae en las manos, al punto de que mi dulce madre me ha llevado hace poco al médico para hacerle saber de estos excesos que la inquietan, me "vuelven salvaje". El me prescribe ampollas de Actifos. Marche el Actifos. Pero en lo de una prima
subrepticiamente me robo un volumen (de una serie que ella había comprado por metro, por la encuadernación) de un autor que no conozco, un tal François Mauriac, que tiene un extraño título: Thérèse Desqueyroux. De noche, en la cama, con mi linterna, recorro las primeras líneas: "Thérèse,
muchos dirán que no existes. Pero sé que existes. Yo que desde hace años te espío y a menudo te detengo al pasar, te desenmascaro".
Una emoción me atrapa. Nunca me hablaron así. Releo. Es increíble. Leo lo que sigue, un poco atontado, enlentecido por un vocabulario que me desborda, perdido en una intriga que en gran medida se me escapa. Una vez terminado, es evidente que quiero recomenzar en seguida y me procuro, de nuevo
subrepticiamente, el libro que lindaba con éste, Nudo de víboras, del mismo Mauriac. Fracaso. No entiendo nada, y la emoción no acude a la cita. Pero guardo el recuerdo marcado a fuego de las primeras líneas de Thérèse. Desde entonces estoy casi seguro de no haber abordado nunca una novela sin la
esperanza apenas disimulada de rencontrar eso.
Mi pasión, mucho más tardía, por Faulkner, se debe a esos deslices donde alguno de sus héroes, exasperado por el hecho de chocarse con la lengua, se enfurece, y Faulkner con él, y también el lector que soy, todos enredados de repente en un maelström donde ya nadie sabe quién es, tomado en la urgencia de salvarse por medio de las palabras, tan poderosas y peligrosas, sin embargo, como la ballena blanca que se aproxima, y el capitán Ahab soy yo, es él, son ellos todos. ¿Nosotros, quizás? En esos excepcionales momentos, existo con una tonalidad que no sé muy bien fabricar de otra manera. O mal,
puesto que, sin la sorpresa, no queda más que el esfuerzo, intelectual u otro. Eso trae por aquí o por allá algunas recompensas, no digo que no; es mejor que nada, pero en el fondo todo eso no tiene nada que ver.
¿Qué es lo que desborda, hace irrupción hasta el punto de sacudir de esa manera cuando una voz perfora el tejido apretado del sentido? Se parece mucho a la emoción que rodea la declaración de sexo o de amor, de guerra o de independencia, cuando llega a decirse eso después de lo cual... el sujeto
no está más allí donde estaba antes. Es así de tonto. Por poco que la guerra se declare, El mar de las Sirtes saldrá de su silencio secular, las cañoneras que hasta entonces cruzaban a lo largo plácidamente van a tronar, la pólvora y el fuego dentro de poco van a devastar mi patria tan calma que se la hubiera creído dormida, yo cambié de vida. ¡Y si sólo los seres humanos se declararan! Las epidemias, los incendios, las bancarrotas, los domicilios, los impuestos, el estado civil, la guerra, la paz, los derechos
del hombre, y hasta la primavera: cualquier cosa que pudiera, poco o mucho, sacudir a un sujeto... se declara. El instante anterior, no estaba, y cuando el signo de eso aparece, está allí y, hasta nueva orden, va a quedarse. No se va a ir solo. Un significante nuevo asomó la punta de su nariz, y Cleopatra no puede hacer nada. La materialidad del significante da a lo que surgió con él la fuerza de una lápida: una vez puesta, para retocarla habrá que madrugar.
* Extractado de El sujeto según Lacan, que distribuye en estos días ed. El Cuenco de Plata.
*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-150723-2010-08-05.html
La Ganadora del Mundial*
*Por César Hazaki –psicoanalista- cesar.hazaki@topia.com.ar
http://www.topia.com.ar/contenido/ganadora-del-mundial
(Este articulo salió publicado en la revista Campo Grupal de agosto)
El campeonato mundial de Sudáfrica potencia un despliegue de apuestas mediáticas de las que quedará, a no dudarlo, una larga serie de ganadores que disfrutarán por un largo tiempo de beneficios, mientras que los diversos perdedores penarán no sólo por las derrotas.
No estamos hablando de quién será la selección de fútbol que se lleve el trofeo de más preciado del mundo (obra realizada con cinco kilos de oro) de los deportes. Posamos nuestra mirada en todas las mercancías que se compran y se venden alrededor del evento: publicidad de las marcas o logos de los grandes holdings empresariales, promoción de productos y de los jugadores más taquilleros desde el punto de vista de la imagen, que son los que pueden, de acuerdo a los criterios de su majestad el marketing, vender eficazmente cualquier cosa.
Hay campañas de todo tipo y gusto que pueden llegar a generar situaciones increíbles, por ejemplo: jugadores que, de hacer un gol, deben festejarlo de la manera que acordó previamente con su sponsor. Es decir conforme con las publicidades mundiales puestas en todas las pantallas de televisión del mundo -cosa que no es nueva: hubo un famoso goleador, en el campeonato argentino del año 1999, que festejó un gol sobre un cartel de cerveza, días después se supo que esa actitud había sido acordada previamente con el fabricante de la bebida. Se trató de un extra que llevó dineros para el jugador y un extraordinario plus publicitario de muy bajo costo para la marca. Una muestra de esto es que ante la promesa de Maradona de dar la vuelta al obelisco desnudo en caso de llegar a ganar el mundial, Pepsi montó rápidamente una campaña publicitaria donde ofrecía desnudar de etiquetas sus botellas para acompañar la idea.
Sabemos que la sociedad del espectáculo trata de expandir, en esta feria del mundial, las lógicas capitalistas del consumo. Las grandes marcas son las que establecen el acelerado y fastuoso show de su primer gran producto: la publicidad que trata de hacernos ilusionar con la posibilidad de un consumo constante.
Apresuremos a separar de este conjunto a los negocios de la FIFA que serán difíciles de observar para cualquiera de nosotros, dado que Blatter y sus amigos se guardan bien esos secretos y muy pocos medios se atreverán a husmear esos asuntos. Pero un botón de muestra nos da la pista: el día antes del comienzo del mundial a la FIFA, las autoridades sudafricanas, la eximieron de todos los impuestos que debía pagar.
¿Entonces de qué se trata este artículo? Pues de aquello que no se ha puesto en venta todavía, por lo menos que sepamos, y que hará que muchos televidentes se rindan casi hipnóticamente ante su presencia. Hablamos de un inesperado ganador que no hizo campaña y tampoco, insistamos que sepamos, aportó dinero para los grandes beneficios de imagen que viene recibiendo.
Marketing en el cuerpo
Es notorio que los jugadores alquilan su cuerpo para publicidad (esto se expresa en un gorro con un logo colocado durante una entrevista, la ropa que se ponen, los botines que usan, etc.) nada novedoso dado que esto mismo ocurre con todos los deportistas de alta competencia: no hay más que ver a los tenistas, los golfista y los hombres de la Fórmula 1 para corroborarlo. En síntesis: los cuerpos de los deportistas están a disposición de las agencias de publicidad que organizan estas campañas mundiales para las grandes empresas.
Estos cuerpos que funcionan como los carteles luminosos mundiales de los logos empresariales son máquinas de producir dinero, los contratos publicitarios otorgan a los jugadores ganancias mayores a las logradas por su actividad específica. Pero no sólo el cuerpo es requerido para los negocios publicitarios, también en las comunicaciones virtuales los jugadores tienen sus blogs, Facebook, Twitter, etc. donde son puestos a producir negocios. Messi, que se mantuvo en silencio después de la derrota de Argentina ante Alemania, está contratado por una empresa china de comunicaciones para un blog y es allí donde se pueden leer sus primeras palabras luego de la derrota. Alguien podrá argumentar que algún periodista contratado hace ese trabajo y que Messi sólo le pone la firma. Lo cierto que, sea cual sea la cocina de este asunto, ese blog representa la palabra oficial del ídolo.
La publicidad exprime todas las facetas del ídolo, tanto las reales como virtuales. No sólo eso sino que les organizan reuniones con periodistas donde un veedor de la marca que tiene contratado al ídolo indica de qué se puede hablar y de qué no. Veamos un ejemplo de la página de Fernández Moore en La Nación (7-7-2010) hablando de una entrevista del periodista Scout Price de Sports Illustrated a Messi “apenas interrogó (a Messi) sobre Maradona, el hombre de Adidas que controlaba todo que de ese tema no debía preguntarse”. Es decir están, lo reconozcan o no, maniatados a sus patrones, se deben a ellos.
Recorremos este aspecto más conocido del negocio publicitario y las estrellas deportivas para ir acercándonos a esos otros aspectos que no están a la venta, que tienen un alto significado para los jugadores y que parecen colaborar inestimablemente en el desarrollo de la tarea: nos referimos a los rituales, tanto grupales como individuales, que los jugadores realizan. Nos detendremos especialmente en aquellos que expresan aspectos religiosos. Daremos primero un rodeo por los rituales de grupo para después abordar el tema místico.
Rituales grupales
Los jugadores seleccionados para representar a sus países son, la mayoría de ellos, la elite del fútbol y llegan a la parte final de la copa del mundo intentando constituirse en un grupo que represente a su país. Como en cualquier actividad de equipo la construcción de un grupo, que amplíe las cualidades individualidades que cada jugador trae, hace a la constitución de una potencialidad mayor y beneficiosa para la actividad deportiva. Se sabe: el todo es mayor que la suma de las partes. Como la grupalidad, definida por la eficacia en la tarea, no se consigue tan fácilmente, mucho menos entre tantas estrellas que tienen el narcisismo por las nubes, no todos los equipos la logran. La fractura interna del seleccionado francés es un claro ejemplo al respecto.
En la construcción de un grupo hay una enorme cantidad de elementos que hacen a la eficacia de la tarea. Existen muchos de los que se suele no hablar, nos referimos a los elementos mágicos que los participantes construyen incansablemente desde el primer momento, así aparecen las cábalas que deben repetirse siempre de la misma manera, por ejemplo: arrancar todos los partidos atacando hacia el mismo arco, mantener siempre al mismo compañero de habitación, viajar constantemente de la misma forma (en el mismo lugar, al lado del mismo compañero) en los micros que van a la cancha, etc.
Veamos otro ejemplo: Maradona, en Sudáfrica, quería dar la conferencia de prensa anterior a los partidos desde el mismo sitio aduciendo que eso había colaborado en los triunfos conseguidos. Las cábalas, una vez constituidas como tales, se les hacen imprescindibles a aquellos que las generan ya que creen a pie juntillas en ellas. Son parte de lo que se conoce como la mística ganadora del grupo, es acá donde los aspectos más primarios de los integrantes del grupo se manifiestan y anclan. En esta línea podemos decir que la proliferación de las cábalas va convirtiendo a los equipos en un grupo que pierde autonomía dado que es cada vez más dependiente de elementos ajenos a la tarea.
Debemos remarcar que cuanto mayor sea la creencia del director del equipo y de sus colaboradores en estos rituales los mismos aumentan sin cesar. Nuevamente viene en nuestro auxilio el equipo francés y su director técnico que, por sus creencias en el horóscopo, hizo algunas elecciones de jugadores para favorecer ciertas sintonías astrales entre sus jugadores: no juntar muchos géminis con capricornios, por ejemplo, era su manera de entender cómo unir y favorecer la calidad del equipo de acuerdo a las indicaciones del horóscopo. Los conflictos que se desataron en el grupo demostraron que la tarea, finalmente, terminó siendo atacada cuando los resultados no fueron rápidamente favorables. Es decir: los rituales grupales pueden ayudar a sostener al grupo, siendo parte de las estrategias que todo grupo construye, pero no pueden omitir la labor, claro que su aumento reiterado logra, de no mediar el éxito inmediato, ahogar tanto la espontaneidad lúdica necesaria para el triunfo, como los criterios básicos de la estrategia conjunta establecida. En resumen se trata de no poner el carro delante del caballo.
En el caso del fútbol vemos que cada grupo va armando sus creencias grupales en pos de un sueño y que las mismas refuerzan, inevitablemente, la actitud religiosa de los integrantes del equipo. Podemos asociar esta mística a una religión privada de la que son partícipes únicamente el cuerpo técnico y los jugadores, es decir el núcleo íntimo de la delegación deportiva.
Esto que se construye tiene las características de una secta secreta que se juramenta para que todo eso sea un pacto de iniciados. Cuando los futbolistas hablan de códigos de vestuario dejan traslucir algo de ese mundo de cábalas y sortilegios donde, supuestamente, la magia expresada por las cábalas los ayuda.
Rituales personales
Hemos realizado el recorrido que nos permitió ir deslindado las tramas secretas de negocios de la FIFA que jamás conoceremos, las cuestiones empresarias que la sociedad del espectáculo promueve, las impactantes relaciones entre la imagen de los deportistas capaces de vender de todo y los rituales grupales que surgen en los equipos; vamos a intentar establecer algunas precisiones sobre los rituales personales a los que podemos dividir en privados y públicos.
En el caso de los rituales privados o solitarios un ejemplo muy claro es el comentario de un basketbolista de primer nivel: Fabricio Oberto le dijo a Clarín (28-6-10): “-En 2007 me fui caminando hasta la Virgen de Alta Gracia. Demoré 4 horas y media. Parecía un loco caminando solo por la ruta. Si este año salimos campeones me voy de nuevo” (negritas nuestras).
Los rituales públicos son aquellos que los jugadores muestran a la vista de todo el mundo dentro de la cancha. Prestaremos especial atención a uno reiterado por muchos jugadores, directores técnicos y árbitros, lo que quiere decir visto repetidamente por millones de personas, nos referimos a los que se persignan al entrar al campo, al inicio del partido, al hacer un gol, etc. Es decir ponemos la atención en aquellos que expresan públicamente sentimientos religiosos, por vía de la realización de la señal de la cruz -sin vergüenza, ni ocultamientos- cuando comienzan la tarea o cuando algo les sale bien y se lo agradecen de esta forma al dios cristiano. Esto que no está preparado, que no está pago y que muestra en forma pública una relación entre el éxito deportivo de la estrella del fútbol y dios que, supuestamente, lo ha favorecido ha sido la escena más ganadora en términos publicitarios. Por lo eficaz, lo reiterado y lo económica que resulta la espontánea campaña a favor de propagar los fundamentos de la iglesia católica. (1)
Como se observa nos alejamos de los ritos pagos por las empresas (el festejar un gol al lado de un determinado cartel publicitario) y de los ritos grupales (por ejemplo arrojarse todos juntos al piso luego de ganar un campeonato) para tratar de entender cómo y por qué la señal de la cruz es el ritual religioso más realizado por los jugadores antes, durante y después de los partidos.
En un mundo donde la iglesia católica pierde adeptos (tan es así que vende en Europa algunos templos para sostenerse, donde los juicios por abuso y violación de niños de los clérigos han salido a la luz en todo mundo) en el espectáculo televisado del mundial Sudáfrica 2010 ocurre lo contrario: la reiteración de la señal de la cruz por técnicos, árbitros y jugadores gana por goleada la batalla mediática. Aparece el catolicismo como la religión de los winners. Es necesario pensar por qué los jugadores se han vuelto tan públicamente relacionados con la religión. Para ello debemos ir sobre la historia de la señal de la cruz
Historia de la señal de la cruz
Tertuliano (160 – 220 d C), escribió: “En todos nuestros movimientos y en todas nuestras salidas y llegadas, al ponernos nuestros zapatos, al tomar un baño, en la mesa, al prender nuestras velas. Al acostarnos, al sentarnos, en cualquiera de las tareas en que nos ocupemos, marcamos nuestra frente con el signo de la cruz”. Propagaba que: “los cristianos no nacen, se hacen”. Lo que demuestra desde antiguo la sistemática vocación por la conquista de nuevos adeptos de la religión cristiana. Para eso construyó imágenes al servicio de dicha expansión.
En el devenir histórico la señal de la cruz fue cambiando. En sus inicios era una pequeña cruz en la frente y en el siglo XI, en el Libro de Oración del rey Enrique se indica que hay que marcar los cuatro lados del cuerpo (nótese cómo se trata de apoderarse de todo el cuerpo y no sólo la frente).
Es decir que la señal de la cruz se propaga y ocupa el cuerpo de los adeptos mientras el cristianismo se hace la religión hegemónica en occidente y en una significativa parte de oriente. Así la señal de la cruz se convierta en el símbolo cristiano más popular y es usado, con algunas variantes, por los católicos y ortodoxos.
Por el contrario, al no estar expresamente indicada en las Escrituras, fue rechazada por los partidarios de la Reforma que además veían en ella un signo de idolatría que no aceptaban. Es decir la señal de la cruz no es admitida por el conjunto de los cristianos y no parece que apareciera en la biblia como una indicación precisa para honrar al dios cristiano.
Pese a lo anterior se impuso como imagen del cristianismo, en ella se reúnen eficazmente dos aspectos: el recuerdo de la muerte en la cruz de Jesucristo y la trinidad: padre, hijo y espíritu santo. Lo que hoy podría denominarse perfectamente un logo, es así dada la cantidad de informacion que transmite con pocos elementos. El ritual muestra el conjunto de los pilares de la iglesia. Vende la empresa muy bien.
Es posible que la mayoría de quienes la hagan no tengan cabal cuenta de toda la información contenida en ella, pero lo cierto que su repetición es, desde el punto de vista informativo – publicitario, más contundente que el inclinarse a rezar hacia la Meca o los cantos del shabat judio. Es más práctica de realizar y hacerla no requiere gran trabajo, desde este punto de vista solicita pocos esfuerzos, mejor dicho al hacerla es evidente que hay una economía de esfuerzos, se trata de mover la mano hacia arriba, abajo y los costados y se realiza en segundos. Casi el mismo tiempo que lleva observar un cartel enorme en una avenida que solo tiene el logo de Nike. Por si esto fuera poco establece una relación individual con la religión que se puede manifestar en cualquier lugar y momento.
Como vemos un icono altamente exitoso que impacta y contagia. La síntesis de su realización está en consonancia con la cultura icónica que la sociedad del espectáculo produce y propone. La señal de la cruz puede ser cotejada con el trazo de Nike, las tiras de Adidas o las líneas de Puma. Logos simples y penetrantes, rápidos de entrar por los ojos y muy especialmente sintéticos y acotados. Muestran y transmiten mucho con poco. Pura imagen que, de imponerse, permite luego que la empresa venda cualquier producto. Exactamente igual que la señal de al cruz.
Como vemos los múltiples contactos entre el capitalismo súper concentrado de las grandes marcas y la señal de la cruz como ícono predominante de la religión están en consonancia.
No deja de ser llamativo, este momento en que la iglesia católica se derrumba por los delitos sexuales de sus curas, haya un aumento sistemático de deportistas de elite que se encomiendan a dios por vía de la señal de la cruz en las canchas. Árbitros, jugadores y técnicos dan gracias al señor, reclaman o agradecen su ayuda. Prédica que transmite un mensaje sencillo y claro al televidente: Triunfo porque dios me ayuda. Potencia y fragilidad unidas que parecen, al decir de Guy DeBord, una visión del mundo objetivada que resume el orden social vigente. Donde los más reconocidos y eficaces jugadores de fútbol expresan que, en la cumbre más alta de la fama, se han convertidos en seres que tienen un miedo infantil a dios. Ya no son dueños de su vida pese al reconocimiento y poder que tienen sino que se sienten a merced de una exigencia tan absoluta que los pone al borde de la cornisa todo el tiempo. Por eso invocan, por eso al parecer tan omnipotentes que sólo hablan con dios terminan mostrando una fragilidad que se transforma en el ruego permanente. Así, pese a los desastres del catolicismo, estas estrellas del deporten son los mejores publicitarios del cristianismo. Hacen que el mundial de fútbol tenga como ganador exclusivo al marketing del catolicismo, el que por la asociación de los astros del fútbol y la señal de la cruz se publicita exitosamente.
Sin duda las estrellas deportivas han quedado a merced de la producción seriada y global de mercancías, siendo ellos también una mercancía de alto rendimiento publicitario: “El negocio del espectáculo cada vez más industrial, en el sentido de producción seriada, ha puesto a los protagonistas cada vez más lejos de lo lúdico y más abrazados a la religión católica”. (2) Por eso al triunfar el mensaje del catolicismo en el mundial, sus propagadores -aquellos que por extraordinaria habilidad hacen de las delicias de millones en el mundo- demuestran el temor que los invade. Terminan como Marilyn Monroe pasando de los brazos de John Kennedy a los de su hermano Robert pero no pudiendo escapar a su destino de mercancía. Como consecuencia el miedo los gobierna e infantiliza, por eso la gran ganadora del mundial es la religión católica por vía de su icono por excelencia: la señal de la cruz lanzada al mundo por los asustados jugadores de fútbol.
Notas
(1) Este artículo es complementario del desarrollo que hicimos en el libro: El cuerpo mediático (Editorial Topía 2010). Capítulo. Fútbol pasión de multitudes.
(2) Hazaki, César, El cuerpo mediático. Editorial Topía, Buenos Aires 2010
Yuyo verde*
Tango
1944
*Musica: Domingo Federico
*Letra: Homero Expósito
Callejón, callejón,
Lejano, lejano.
Íbamos perdidos de la mano
bajo un cielo de verano
soñando en vano.
Un farol, un portón
-igual que en un tango-
y los dos perdidos de la mano
bajo el cielo de verano
que partió.
Déjame que llore crudamente
con el llanto viejo adiós.
Donde el callejón se pierde
brotó ese yuyo verde
del perdón.
Déjame que llore y te recuerde
-trenzas que me anudan al portón-
De tu país ya no se vuelve
ni con el yuyo verde
del perdón.
¿Dónde estás? ¿Dónde estás?
¿A dónde te has ido?
¿Dónde están las plumas de mi nido,
la emoción de haber vivido
y aquel cariño?
Un farol, un portón
-igual que un tango-
y este llanto mío entre mis manos
y ese cielo de verano
que partió.
*Fuente: http://www.todotango.com/english/las_obras/letra.aspx?idletra=208
*
INVITACIÓN
Presentación del libro "SÍNDROME X"
Cuentos
De Emilse Zorzut
Viernes 6 de Agosto de 2010 a las 19 hs.
En Palacio López Merino – Complejo Bibliotecario Municipal
Calle 49 Nro.835 e/11 y 12 – La Plata
Palabras de la autora.
Las escritoras Marta Beatriz Multini y Noemí Maldonado comentarán y leerán textos del libro.
Fin del acto: vino de honor.
*
Viernes 6 de agosto, 20 hs.
En el marco de la Feria del Libro de Santo Tomé (Belgrano y San Martín), estaremos presentando el libro del poeta HORACIO C. ROSSI: "Poema de Cachi".
Amigos del Horacio leerán parte del poema acompañados, entre lectura y lectura, por la voz de NILDA GODOY y la guitarra de CACHO HUSSEIN.
Esperamos nos ayuden en la difusión.
Su presencia nos gratificará.
Muchas gracias.
*Oscar. A. Agú. oscarcachoagu@yahoo.com.ar
*
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