viernes, septiembre 17, 2010

MAÑANA VOLVERÁ A AMANECER...




*Ilustración: Walkala. http://www.walkala.eu/





El día después*


Y el escarabajo fue el único sobreviviente.
Se encontró solo en el mundo, ahora desierto.
No supo qué hacer, adónde ir...
Subió a una alta roca,
miró, girando sobre sí, los trescientos sesenta grados de horizonte y
nada.
Cuando bajaba, su gesto era de resignado desconcierto.
triste, aunque un poquitín pragmático, se tiró de lado sobre la
piedra y se dijo -apoyando su cuerpito sobre la roca- "mañana volverá a amanecer..."
Cerró los ojos y
un segundo después,
despertó.



*De María Gabriela Meneghini.
San Cristóbal. Santa Fe.

-Fuente: Cuadernos y Palabras nº1.
(Edición cooperativa de los autores. Coordina: Oscar A. Agú)










DESDE LA VENTANA*


Para Vicente Grande


Me prometí que duraría hasta tanto se nos hiciera insoportable el imaginar que pudiera terminar alguna vez.
Querido Platón
Celima Bernal García



La idolatraba con un amor sin margen a la duda, que no necesitaba ser correspondido.

Sin preguntarse siquiera lo que prefería: si ese aire misterioso, la ligereza, el cuello estilizado, verla danzar cada noche a solas, al compás de la melodía interminable que llegaba en forma de susurro a la ventana desde donde la contemplaba sin que ella lo supiera.

Año tras año, la idea de que lo imaginaba espiarla en silencio, le causaba un doloroso placer, solo comparable en intensidad al miedo de perderla. ¿Qué pasaría si una noche no se abría la ventana, si era otra la silueta entrevista? Dónde poner tanta espera, si ella de pronto no adivinaba el pensamiento con que la acosaba al asomar la luna: “¡Baila, baila para mí!” Sentía que la danza estaba solo destinada a él, testigo fiel en tan peculiar luneta.

Un solo temor no lo había atravesado… Por más que juguemos a idear el futuro, no tiene por qué obedecer a nuestras predicciones, a nuestras esperanzas, mucho menos a nuestros temores.

Aquella noche no hubo música. Ella no bailó. Él repitió la frase hasta el cansancio… ¡Pobre, si alguna vez figuró que era escuchada! Toda historia está condenada a terminar; somos hijos del tiempo, pero, ¿no era la música eterna? ¿Cómo imaginar que acabaría?

Sintió que algo dentro de él se quebraba, algo interno, irrecuperable.

A la mañana siguiente, le dijeron a su dueña que este tipo de figuras de cristal a veces “cogían aire”. Ella botó los trozos, apenada, el pequeño diablillo era un recuerdo de su abuela.

¡Si tan solo él hubiera sabido que al joyero de la vecina, sobre cuya tapa giraba su bayadera, se le había descompuesto la cuerda!



*De Marié Rojas.
La Habana. Cuba.





Homenaje a Pichón Bucelli*



*Por Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar


En los lejanos amaneceres con escarcha, en aquella épica digna de la pluma de Homero como eran los trabajos rurales de entonces, quiero escribir aquí.
Es como si fuera una puerta desde donde se asomaran el insistente comienzo del mundo y aquellos sueños que pugnaban por abrir una cuña en las férreas estructuras que se usaban en los comportamientos lejanos. Sin embargo, en ese tiempo tan remoto, como una nube que se desfleca en el aire existe un
punto que se agiganta cuando mi memoria llena de brasas vivas la empieza a convocar. Ese lugar seguramente breve, seguramente íntimo, pero seguramente muy querido está en esa pequeña chacra muy cercana al pueblo, en ese viejo camino de tierra a Beravebú, pasando el campo de don Juan D'Allosta y la tapera de Domingo Cléreci con sus paredes que se llevó la inundación del cuarenta.
En ese lugar -en esa chacra están los rostros muy queridos, inolvidables de la tía María, el tío Domingo, Chiquín y por sobre todo Pichón, que era el más joven y a quien veo en mis esporádicos paseos por el pueblo.
Pichón y su extemporáneo afecto que lo lleva a detener su chata cuando me ve pedalear mi bicicleta por las calles solitarias del pueblo, abre de improviso la puerta, estaciona donde sea, el vehículo en medio de la calle y me abraza efusivamente gritándome: ¡Cómo estás Jorgito?
Es así, puro sentimiento, puro afecto y puro corazón, un corazón que uno puede suponer saltándole fuera del cuerpo: es Gilberto Bucelli, es decir es Pichón.
Pichón vive en una casa de las afueras, tiene sus buenos metros de terreno, tal vez treinta de frente por cincuenta de fondo, en el camino de la fábrica de galletitas, de la familia Yacco, pasando la sodería de Aldino Gardella quien me tuvo entre sus huestes, de sufrido repartidor de sifones, unos meses antes de venirme a esta ciudad.
En ese gran terreno, Pichón ha hecho una chacra en miniatura. Cría conejos, gallinas, pavos que cuidan algunos perros saltadores e inquietos.
Cuando estamos mateando en esa cocina que me recuerda a la de la chacrita de tío Domingo, vuelven los recuerdos de los años felices, llenos de esquirlas inquietas, de recuerdos de cuando mis padres eran jóvenes e iban a juntar maíz de forma manual, allí se reunían con el Sete Paulini y su esposa a quien decían La Ñata y creo que se llamaba María y también el hermano de don Domingo, el famoso Nando Clérici y su esposa doña Rosa, quien acaba de morir ya pasados los noventa años. Completaba el equipo de matrimonios un hombre solitario y desterrado de su país y de sus afectos, y estoy nombrando a don
Francisco Cantoni, el inefable Chiquín que impregnó gran parte de mi primera infancia con sus historias no sé si inventadas, que incluían las persecuciones del Duce, sus años de sacrificios y de su paso como
combatiente en la guerra del catorce y esa nostalgia que semanalmente ahogaba en alcohol domingo a domingo.
Cuando voy preguntando a Pichón por algunos objetos que de la antigua chacra recuerdo, como ese carrito que volcaba las espigas en el tope de la troja de maíz tirado por un caballito que él mismo montaría o le cuento de mis apasionados pedaleos infantiles encabalgado en un artefacto que con ese
sistema hacia girar un gran piedra para afilar los cuchillos y las tijeras, se sonríe: Vení -me dice seguime.
Y vamos hacia el fondo y allí debajo de un cobertor o de chapas está ese aparato fijo, con asiento, y piedra circular para afilar los cuchillos.
En principio no puedo articular una palabra y él, sabiendo que estoy muy emocionado me pone una sola mano en el hombro y me pregunta muy satisfecho:
¿Y, qué me contás?
Me mira paternalmente mientras yo paso mi mano por el asiento donde mi pequeña humanidad infantil se aposentó, me subo a esa especie de bicicleta y trato de pedalear con la poca premura de mis años tratando de rememorar cómo era aquella sensación de mis cinco o seis años cuando tratando de llegar a
esos pedales me creería un Jorge Batiz, campeón mundial del ciclismo de la época ¡Y era argentino! Como repetían las maestras en la escuela.
Cuando me ve satisfecho, me lleva al fondo del terreno donde tiene no uno, sino dos carritos volcadores de espigas. Uno de madera y el otro de metal.
Solamente recuerdo a éste último y con mucha precisión, porque al final de la descargada de la chata cuando las bolsas irían de a poco siendo volcadas en ese carrito por el tío Domingo, yo, quien observaba el trabajo desde la chata, saltaría hacia el suelo y juntaría las pocas espigas que involuntariamente habían caído allí y las pondría en ese carrito volcador.
Ahora sí -me diría el tío Domingo que te ganaste un "sanguche". Y a fe que lo sería con creces, porque en una varilla gigante -cortada al medio un queso casero con salame u otra factura de cerdo mientras la tía María completaría la merienda con un gran tazón de café con leche sacada de las ubres ese amanecer. Y yo entonces sí, que podría quedarme tranquilo.
Esos atardeceres eran perfectos, porque luego al salir al patio de tierra, allá en el poniente una gran bola de fuego iría sin piedad incendiando rastrojos.


-Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-25153-2010-09-02.html







FRAGMENTOS sin COLOREAR*


La lluvia
insidiosa
interrumpe en el techo
mi sueño mañanero

Al despertar,
moría.

Arribé así a Sarajevo
desconociéndome, como si ya no fuera
de los tíos Jakas
la sobrina del Plata. No bastaron
para tranquilizarme
muchas más horas ni los sueños
que inoportunos
me trajeron
a saludarte. Te encuentro ciega.
Atendida por tu hermana
ya muerta
y la enfermera que excitada me explica
que te han retocado la cara,
(sin querer, la sonrisa)
con el láser a la vista.

Me alarmo y casi me despierto
cuando entra un hombre bello
de pelo largo y perfil de Guevara
que ha venido a ofrecerme un té:
¿con leche?
¿con limón?
¿claro?
¿oscuro?
¿argentino, chileno, danés, o yugoslavo?

No, escocés,
si, gracias, hijo, apenas
un redbush africano
servido en tacita
de te inglés
a media tarde. Dormida
hasta el hartazgo.
me asomo a la ventana, y es de día.



*De Marta Raquel Zabaleta. mzabaletagood@gmail.com







UNA PELICULA QUE VA MAS ALLA DE TODA FORMALIDAD

Amar a una mujer centenaria*

El documental de Belón es uno de esos casos donde no se necesita de una estampa de top model para sentir que es mucho lo que se ofrece, que hay tanto por compartir. Y donde se encuentran sentidos y significados ocultos que van más allá de la superficie.


*Por Juan Pablo Cinelli


No es una idea descabellada pensar que muchas veces es posible acercarse a una película como a una mujer (las mujeres tal vez puedan pensarlas en masculino, como films). La belleza formal es apenas una primera capa superficial que encanta en lo inmediato, pero que no necesariamente conseguirá deslumbrar ni llegará a generar esa necesidad de más que permite a ese primer nivel desbordar hacia el siguiente. Es ese estado que a veces se llama amor (pero que también tiene otros nombres, menos solemnes, más
pragmáticos) e implica una comunión más profunda, íntima, en la cual las fibras sensibles de un individuo y otro alcanzan un estrecho nivel de armonía. En el cine también hay algo físico, formal, que puede resultar atractivo a primeras vistas, pero que nunca alcanza por sí mismo para conquistar al espectador. Es necesario mucho más para que una película consiga penetrar hasta el hueso; pero cuando lo hace -como en el amor o como se llame-, hasta lo formal deviene accesorio.
El documental de Hernán Belón, Sofía cumple 100 años -que no por casualidad tiene nombre de mujer- es uno de esos casos donde no se necesita de una estampa de top model para sentir que es mucho lo que se ofrece, que hay tanto por compartir. Desde la primera escena se percibe que hay en ella sentidos secretos, un significado sobrepasa lo dicho, lo filmado, lo editado. Un sentido más allá del primer nivel superficial de la mera sinopsis. Es por eso que enseguida aparecen preguntas, éstas u otras, que cada quien deberá tratar de responder. ¿Qué es lo que quiere contar una película que retrata a una mujer que está a punto de cumplir 100 años? ¿Qué pueden significar los 100 años de Sofía para una nación que apenas ha cumplido 200? Y sí, tal vez se trate de eso, de la memoria. Pero no de los recuerdos petrificados de la letra escrita, del bronce o del óleo. Se trata de la memoria todavía viva, en construcción, esa que requiere estar atento para no permitir que todo se escurra hasta el fondo del mar del tiempo.
Eso parece querer decir la mencionada primera escena. Todo ocurre en un comedor, frente a una mesa de desayuno, con el sonido de los pájaros mañaneros muy de fondo. Sentada de frente a la cámara, Sofía se pone sus audífonos. Primero el de su derecha y así sucede el milagro: también sube para el espectador el volumen a la izquierda del estéreo y los pájaros se escuchan ahí más fuerte. Lo mismo ocurre cuando se calza el aparato en la otra oreja: con ese truco simple se presenta un nuevo mapa sonoro, más
nítido, más claro, más rico. Sólo se necesita atención y las herramientas adecuadas para que los detalles de la vida no se pasen así, opacos y sin huella. Y la memoria comienza a cobrar sentidos diversos, que vienen a entrelazarse en tres dimensiones para ir ganando cada vez más profundidad.
Primero Sofía le dice a su médico, en una revisión casi rutinaria, que ha comenzado a tomar Memorex porque siente que viene "más o menos con los recuerdos". Sin embargo, a partir de allí Sofía, tan lúcida a sus 100 como cualquiera de los críticos de este diario, comienza a demostrar que su memoria funciona perfectamente. Recordará cómo conoció a su marido en 1932; la traumática muerte de su padre durante el terremoto de San Juan en 1944; su casamiento en el '45; los nacimientos de sus hijos, de sus nietos;
revivirá como una adolescente viejas disputas infantiles con Berta, su hermana menor, a partir del sentido de tal o cual foto tomada durante la niñez de ambas.
Entra en escena entonces la desaparición de uno de sus hijos, el exilio de toda la familia en Brasil, entre 1977 y 1984, y con todo eso llega el dolor, un motivo válido para no querer perder esa memoria que funciona bien, aunque no gracias al Memorex. Será que en realidad lo que más teme es olvidar, que
el olvido es peor que la muerte, esa desmemoriada amiga de Sofía, que para alegría de todos se olvidó de pasarla a buscar. Otra de las historias de Sofía vuelve sobre el tema de la mejor manera posible: hablando de otra cosa. Cuando una de sus nietas le pide que revele cuál era el secreto para seguir teniendo relaciones sexuales con su marido, hasta que él murió a los 88 años, ella responde intencionada: "Será que con tu abuelo no hablábamos de sexo. Lo practicábamos". No alcanza entonces con hablar para sostener la memoria; tampoco con Memorex: la memoria se practica todos los días. Como amar a una mujer, aunque tenga 100 años.


-SOFIA CUMPLE 100 AÑOS
Argentina, 2009.
Dirección: Hernán Belón.
Música: Martín Rur.
Fotografía: Lorena Fernández Núñez.
Montaje: Hernán Rosselli.



"Todos estos años, fue derrotando a la muerte"

La nieta de Sofía fue quien acercó la propuesta al director y quien debió vencer la resistencia inicial de la protagonista. "La motivación para hacer la película tuvo que ver con el interrogante de cómo sobreponerse a situaciones trágicas", dicen.


*Por Oscar Ranzani

Sofía es una abuela encantadora, llena de vida y de optimismo, a pesar de que está a punto de cumplir nada menos que cien años. A lo largo de ese recorrido, tuvo alegrías y tristezas. Como todos. Logró reponerse a la pérdida de su hijo, "El Bebe", desaparecido por la dictadura militar, y al que buscó incansablemente en aquellos años oscuros hasta que tuvo que exiliarse con su marido, para luego volver en democracia. Otro hecho traumático que padeció Sofía fue la muerte accidental de su padre en el
terremoto de San Juan en 1944, cuando ella tenía 34 años. Y años más tarde sufrió la de su compañero de vida. Pero cada día se levanta como si fuera el primero. Va a la peluquería, teje para sus nietos, habla con su hermana Rebeca, asiste al teatro con su hijo. Y cuando tiene que ir al médico, se anima a decirle con el buen humor que la caracteriza: "Yo no me siento de 100. Me siento de 25". Vitalidad y fortaleza no le faltan.
Es tan particular Sofía que su nieta, Joana D'Alessio, responsable de una productora, decidió convocar al cineasta Hernán Belón, compañero de trabajo, para hacer una película sobre su abuela. El resultado es Sofía cumple 100 años, un documental de observación que establece un recorrido desde el acto más pequeño al más significativo, siguiendo a Sofía en sus prácticas más cotidianas hasta concluir con ese hecho tan trascendente para toda la familia: el cumpleaños número 100 de la abuela, que todos piensan festejarlo con bombos y platillos. El film no es una biografía clásica ni tiene entrevistas, sino que Belón siguió los cuatro meses previos al gran acontecimiento, en las rutinas más pequeñas de la abuela centenaria. Sofía cumple 100 años se estrena hoy en la cartelera porteña.
"¡Es un disparate!", dijo Sofía cuando su nieta le contó el proyecto cinematográfico que pensaba producir. "Le parecía cualquiera. Dijo que no estaba dispuesta, que no tenía nada para decir ni que era una persona interesante para una película", recuerda D'Alessio. Nada más alejado de la realidad: su presencia ilumina una película que traza un retrato íntimo y cálido sobre el valor de la vida ante la proximidad de la muerte. "Después, prendimos la cámara y era como si alguien le hubiera escrito un guión", señala D'Alessio sobre el cambio de actitud de Sofía.
Belón considera que "es un vínculo muy importante el de abuelos y nietos y está buenísimo tener un/a abuelo/a". En ese sentido, desde que conoció a Sofía, le pareció que "es una abuela con la que la gente puede identificarse". Y el director también admira cómo, a pesar de todos los problemas y pérdidas que tuvo en su vida, "ella pudo seguir adelante e ir derrotando a la muerte cada día hasta llegar a hoy". Belón buscó indagar en "cómo piensa una persona de cien años y en cómo se ve la vida desde ahí.
Esta cosa de la muerte cercana me parecía que era un lugar desde donde ver la vida con otro punto de vista. Y ella tiene un punto de vista muy particular de las cosas".
-Si bien es un documental, está estructurado como una película de ficción: con un comienzo, un desarrollo y un desenlace. ¿Por qué lo pensaron así?
Hernán Belón: -Cuando se concretó el proyecto, faltaban cuatro meses para el cumpleaños. Pero podríamos haber estado a dos semanas o un año. Esos cuatro meses eran el tiempo que teníamos. Pero la idea era ir presentando los personajes y que, de a poco, fueran saliendo a la luz los distintos temas,
como en una película de ficción. Eso se logró por el montaje, ordenando las escenas temporalmente. En este tipo de películas, la tarea de montaje consiste en ir enlazando situaciones.
-Si bien vivió acontecimientos traumáticos como la desaparición de su hijo y la muerte de su padre, Sofía se muestra como una mujer entera, incluso con humor. ¿Cómo hizo para sobreponerse a estas situaciones trágicas?
Joana D'Alessio: -La motivación para hacer la película tuvo que ver con esa pregunta. Porque es un interrogante que yo me formulé mucho. Era algo que yo no llegaba a entender. Teniendo a mi abuela al lado, y al hablar con ella y escucharla, yo no entendía cómo ella había atravesado todo eso y hoy sigue
teniendo esa vitalidad y esas ganas de seguir viviendo. A veces me parecía muy increíble. Hay algo del amor de los otros seres queridos que la mantienen viva. Y eso tratamos de ponerlo en la película. Cuando desapareció mi tío, mis viejos se fueron a Brasil. Ahí nacimos mi hermano y yo. Y bueno, llegaron los nietos, la abuela tenía otro hijo. Y creo que eso la mantuvo unida a la vida. Y, además, hay algo en su espíritu: tiene una fuerza vital.
-Más allá de notarse que es una persona generosa, a Sofía se la ve muy activa y lúcida. ¿Cuáles son sus aspiraciones a los cien años?
J. D'A.: -Yo estoy embarazada de mellizas y dice que está pensando cómo va a hacer para sostener a las dos al mismo tiempo (risas).
-¿Y qué significa Sofía para la familia?
J. D.'A.: -Es una persona que todos admiramos mucho. Mi papá siempre dice que la abuela es un ejemplo de vida. Y yo pienso que si soy el veinte por ciento de lo que es ella, voy a estar satisfecha.
-¿A través del recorrido por la vida de Sofía también se puede recorrer parte de la historia del país?
H. B.: -Hubo muchas discusiones sobre eso. En una primera instancia, habíamos pensado una versión en la que había sucesos históricos por década.
Por ejemplo, "Sofía cumple diez años y se inventa la radio", y así. Pero después, cuando ya teníamos la primera versión de la película, me pareció que el personaje no necesitaba eso. Y era como forzar un poco la situación.
Era como hacer si Sofía fuera Zelig. Pero Sofía no necesitaba eso para contarse el cuentito. Entonces, solamente pusimos un par de momentos que tienen que ver directamente con su vida. Pero de todos modos, yo creo que sí hay un paralelismo. De hecho, ella es hija de una familia de inmigrantes que vinieron a fines del siglo XIX desde Rusia, un poco exiliados también por la persecución a los judíos. Después, casualmente pasó este accidente del padre en el terremoto de San Juan, donde se conocieron Perón y Evita. También estaba el tema de la militancia de su hijo en Montoneros y su desaparición.
Creo que es una familia con la que los argentinos se pueden reconocer, porque es bastante común de lo que fueron las familias del país en el siglo XX. Por eso se puede hacer una analogía.
-¿Es también una película que, a través de un caso particular, reivindica el valor de los abuelos?
H. B.: -Para mí, sí. Yo espero que todo el mundo salga del cine y vaya a llamar a su abuela. O al revés: que cada abuela vaya a llamar al nieto. La vida tiene ciclos y a cada uno le toca contar un pedacito de la historia. A mí me toca una parte, después le tocará a mi hijo. Es decir, el mundo no empieza y termina con uno. No creo en este individualismo en el que vivimos que indica que hay que romper con el pasado, de que "lo que a mí me dieron no me sirve más, hago mi historia". El grupo siempre te ayuda a vivir y te
contiene. Y eso para mí está bueno.


*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/5-19285-2010-09-16.html







PIER PAOLO PASOLINI*



En el abandono de un teatro a las afueras de Roma, desapercibida
su presencia por los gritos de los trabajadores
que en asamblea deciden ir a huelga
en las plantas de la Fiat; Pier Paolo Pasolini
filma la toma de un grupo de niños cantores
de Bologna, que cantan La Internacional,
solemnes, como partisanos rojos.


Tres meses después del sangriento oasis
en la playa romana de Ostia
el presunto asesino de Pier Paolo
"Es un joven con piel de enigma."
Según el titular en Corriere della Sera.
"La gran logia P2 lamenta el macabro desenlace."


Según el titular de L'Osservatore Romano.
Irónico; todos sospechan saber
porqué se lavan las manos como Pilatos.



*De Daniel Montoly. danielmontoly@yahoo.es






Correo:


*

Estimados todos,

Hasta el día de hoy nos hemos enterado del fallecimiento del Dr. Luis Alfredo Duarte Herrera, y aunque no tuvimos el gusto de conocerle personalmente, lamentamos profundamente su pérdida. Así, a nombre de todos los editores y colaboradores de "En sentido figurado", expreso nuestras más sinceras condolencias a sus familiares y amigos, y hacemos votos porque algún día, en algún lugar, volvamos a encontrarle.


*José Gutiérrez-Llama. jgllama@ensentidofigurado.com
Editor responsable
En sentido figurado



*


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