miércoles, octubre 06, 2010

EN LA LÍQUIDA SOLEDAD DE LA LUZ...




*Ilustración: Walkala. http://www.walkala.eu/





LA JARDINERA*


A los doctores Tony y Luz Racela


con la magia de la que vienen envueltas las pequeñas cosas, esas que son capaces de llenar todo un universo.
El Martillo de Plata
Yordán Rey


La idea le surgió cuando recogió por curiosidad un papel amarillento que encontró en el banco. Era una carta de desamor y despedida... ¡Quién sabe cuándo había sido escrita, cuántos vientos la habían barrido!

Le gustaba ir al parque a contemplar el despertar de las flores, su casita era tan pequeña que no le cabía ni un tiesto de margaritas. Estaba la opción de comprar flores arrancadas de sus tallos, pero su aspiración era cultivarlas: verlas nacer, no verlas morir.

Comenzó a pasar sus horas de insomnio escribiendo cartas de amor, variando en estilo, lenguaje y situaciones, imaginando declaraciones, lontananzas, desengaños y perdones, separaciones y reencuentros, rupturas y reconciliaciones, añoranzas, concupiscencias y amores platónicos... Por las mañanas iba a sembrarlas: las dejaba en parques, postes, árboles, las deslizaba bajo puertas cerradas, las pegaba en farolas, las ocultaba bajo piedras en cruces de camino... Al atardecer regresaba, plena de ideas
nuevas.

Una noche llegó a su puerta una carta, no se sabe si la dejó el cartero o una paloma mensajera... apareció a un paso de la entrada. Era una esquela de amor para ella, la primera que recibía en su vida. Alguien la había descubierto colocando una de sus cartas, la había leído y se había dedicado a seguirla por la ciudad, recogiendo las que dejó en tantos rincones anónimos, y al fin se decidía a responderle.

La jardinera sonrió, sus semillas habían germinado.



*de Marié Rojas Tamayo. La Habana. Cuba







Mi papá*



*Por Juan Sasturain


Hoy, 4 de octubre, mi papá -que se murió hace más de veinte veranos en Mardel Plata- habría cumplido cien años. Juan Sasturain (sí, me puso como él)nació en Lobería, un pueblo de la provincia de Buenos Aires, cerquita deNecochea, primer hijo de vascos navarros que venían de dos aldeas contiguas de arriba de Pamplona, como yendo para Roncesavalles y la frontera francesa.
Estuve ahí, la primera vez que fui a Europa, con más de cuarenta años. Es hermoso el lugar, con sus valles verdes y aldeas blancas, y estaban las casas y había viejas que sabían de nosotros por fotografías colectivas enviadas desde la Argentina con numeritos junto a cada cara y aclaración en el reverso; y estaba la cama de mi abuela cuando era chica, y encontré una Villa Sasturain y una chocolatería.
Lo notable -o no- es que los que iban a ser los padres de mi viejo y mis abuelos no se conocieron allá sino que vinieron -cada uno por su lado, en el mismo barco o sucesivos- a principios de siglo, y terminaron encontrándose acá, en Lobería: Josefa Ilundain, alta y caderuda, laburaba de ayudante de cocina en el único hotel del pueblo; y Agustín Sasturain, petiso y gordo, sanguíneo, de empleado del almacén, con la canasta. Fue un romance de trastienda y sin glamour excesivo, creo recordar por dichos, o acaso imagino.
La cuestión es que el abuelo Agustín pronto tuvo sus propios y prósperos ramos generales y despacho de bebidas. "Era el único boliche en el que no se jugaba a las cartas", puntualizaba mi viejo. Se supone que con el detalle subrayaba la vocación laburante y el rigor de su padre, mientras se recordaba de pibe, sentado sobre el mostrador o durmiendo arriba de las pilas de bolsas con su perro Chicho. De algún modo el excesivo empeño laboral o la dieta de embutidos le costó caro al petiso Agustín, que se murió de un derrame cerebral en 1922, a los treinta y seis. Dejó la mujer sola y cuarentona, tres hijos -mi viejo el mayor, de once, y dos hermanas- y tres propiedades de cuyos alquileres vivió o malvivió la viuda durante décadas. Los "alquilinos" decía la abuela, famosamente.
Así, mi papá tuvo poco padre y se crió entre mujeres. Terminó la primaria y estudió contabilidad no sé dónde ni cómo, llevaba los libros de algunos negocios, jugaba al fútbol de wing derecho en Independiente -el otro equipo del pueblo era, y debe seguir siéndolo, Jorge Newbery- y pateaba los penales de punta. Pero largó pronto. Para la época de la foto, más o menos. La instantánea que acompaña estas efusiones está sacada en el invierno de 1931, más precisamente el 9 de Julio, en Lobería -dónde, si no-, en un banco junto a la puerta de la municipalidad, frente a la plaza.
Mi viejo tiene veinte años que parecen más, claro, por la pilcha de la época y del día de fiesta patria: el breto, el moñito negro, el gacho gris, los guantes, la parada compadre... Un langa. La de al lado es la Negrita Ronco, mi mamá. Tiene diecinueve. Y la distancia que los separa -"prudencial" habría dicho años después mi viejo- supongamos que no es la habitual. Son novios desde pibes, casi desde que se acuerdan... Y seguirán siéndolo cinco años más, hasta que se casen en el '36, cuando él entre de auxiliar al Banco
Provincia -cuña de algún caudillo radical o conservador mediante- y tengan con qué alquilar.
Pero volvamos a la foto, que no quiero ir más allá (o más acá). De las cuatro del banco, las más lindas (no tanto como mi vieja, tanita natural y salvaje) son sus hermanas, mis tías Totó y Tití, segunda y cuarta, de
izquierda a derecha. Han salido a pasear empilchadas el día de fiesta, y si la cámara se alejara y tomara la vereda y la calle se vería algún Ford A, algún coche de caballos, chicos con gorra, el vigilante, las engalanadas calles de tierra. Me gusta el lugar y me gusta esta gente. Amo esta foto y amo a estos tímidos novios pueblerinos que creen (pero no saben) que se han elegido para siempre y que serán alguna vez -entre tantas cosas- mis viejos.
Este es entonces mi papá, que nació hace cien años cuando Figueroa Alcorta era un presidente y no una avenida, y es acá apenas un muchacho tanguero y vagamente socialista que vive con la vieja y sus hermanas menores. Que empilcha bien, que irá esta tarde al único cine con la novia (acompañada y
si la dejan) a ver una de William S. Hart; que supo del golpe de Uriburu o del primer Mundial de Montevideo -que ganaron los uruguayos en final oprobiosa-, cosas de hace apenas un año, por lo que se enteró por los diarios, por El Gráfico o por radios carrasposas. Me quiero quedar acá.
Este muchacho ya es y todavía no es el hombre que me dejará con los años algunas cosas definitivas: el nombre y el entrecejo, cierta convicción ética, el primer peronismo, la pelada infalible y una camiseta de Boca que me puso para siempre a los cuatro años, como quien cumple una promesa, cuando nos salvamos del descenso en la última fecha del campeonato del '49.
La tengo todavía.


*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-154281-2010-10-04.html




*

Esculpe el hombre

Cincela un destino

Golpea la piedra

Me gustaría mirarlo

Espía de las artes y de los colores.

Cómo trabaja el material,

Bajo los árboles, allí, junto al río.

En la líquida soledad de la luz.



*de Mónica Laurencena. monilaurencena@hotmail.com







Apofenia*




*Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona


UNO Abran los cuadernos, saquen sus lápices y tomen nota de la nueva palabra del día: apofenia. El término fue estrenado por un tal Klaus Conrad en 1959 y define a "la espontánea percepción de significados y conexiones entre cosas sin relación alguna" resultando en "experiencias concretas de otorgar sentido de manera no del todo normal a lo que no suele tenerlo" (conducta que bien podría describir a lo que sucede cada semana en mis contratapas) y cuyo uso en exceso puede llevar a esa zona crepuscular donde se "confunde el límite entre la creatividad y la psicosis" (síntoma que en más de una
ocasión también puede describir lo que sucede cada semana en mis contratapas). Pero, en realidad, de lo que quiero hablar hoy es de Zero History, la última y flamante novela de William Gibson.


DOS Las novelas del norteamericano William Gibson (South Carolina, 1948) son decididamente apofénicas. Y provocan la apofenia en su lector. No tanto las primeras y futuristas y ciberespaciales (Gibson se hizo instantáneamente célebre en 1984 con la adelantada y fundacional Neuromancer), sino las tres últimas Pattern Recognition (del 2003, traducida como Mundo espejo), Spook Country (2007, País de espías) y la ya mencionada Zero History (2010, todavía sin traducción), componiendo lo que ya se conoce como la Trilogía Bigend. Las tres transcurriendo en un presente apenas acelerado y como
descripto desde otro ángulo donde marcas, productos y consumos varios funcionan como hitos y efemérides. Como Historia. Aquí, ahí y ahora, Gibson -como en su momento lo hicieron y supieron Philip K. Dick y J. G. Ballard- tiene la astucia de dejar de mirar hacia adelante para, mejor, mirar hacia los costados de la paranoia, las alturas de la conspiración y los subterráneos de la resistencia. "Todo lo que en realidad tenemos cuando simulamos escribir sobre el mañana es ese momento en el que estamos
escribiendo... Lo que a mí me interesa es la versión libremente alucinada del presente o del ayer inmediato", declaró en su momento Gibson para justificar su adiós a lo que vendrá o a lo que vendría. Pero la prosa de Gibson no tiene la económica claridad cromada de la de Ballard (sus frases son, a menudo, aforísticamente crípticas como las de Don DeLillo y su ritmo pasa del rat-tat-tat de James Ellroy a los giros centrífugos de Thomas Pynchon) ni sus tramas el humor enloquecido y perdedor de Dick (Gibson se sabe un visionario ganador y certificado desde el principio y, por momentos, se tiene la irritante impresión de estar escuchando a alguien que seguramente es gurú de Bono y de otros estudiantes aventajados de mesianismo). De hecho, es más bien fácil perderse en sus tramas, confundir
personajes y líneas argumentales (lo que seguramente excita a los adictos al desoriente de Matrix, de Lost y de la muy gibsoniana Inception), perder la paciencia ante su compulsivo exhibicionismo
tecno-existencial... Pero aun así se prospera y se avanza en su lectura -y se soporta a sus personajes
robotizados sin nada de la tristeza zombie de las criaturas de Bret Easton Ellis- porque lo que entusiasma y seduce en las ficciones no-ficciones de Gibson es el ambiente. La escenografía, el aire acondicionado en que se calientan y calientan sus ideas, el modo en que esto encaja con aquello vaya
uno a saber cómo y vaya uno a saber cómo Gibson lo sabe. Apofenia, que le dicen.


TRES Y las novelas de la Trilogía Bigend -el apellido tiene que ver con la sinuosa figura del alguna vez adicto a sustancias peligrosas y magnate belga Hubertus Bigend, dueño de la agencia de publicidad y diagnóstico Blue Ant- son, también, novelas productivas. Novelas sobre la vida secreta de los
productos y sobre lo que éstos producen en nuestras vidas públicas y privadas con Hubertus Bigend como guardián de los portales que separan al comercialismo feroz del genio underground. Hubertus Bigend --cuyo apellido es tan fácil de descomponer y desarmar en un Big end o gran fin o final-
ejerciendo de Papa viral del Dios Marketing. Así, Zero History se concentra en el vínculo bizarro entre la industria de la moda y el diseño de uniformes militares y una nueva variedad de género denim del que puede llegar a resultar el jean perfecto. Y la idea es tan genial como freak: sabiendo que los uniformes militares acaban influyendo en la alta costura y el vestuario pop, Bigend se propone copar los contratos para uniformes militares y dárselos a modistos de avanzada y, así, saltarse un paso y, literalmente,
tomar por asalto las pasarelas. "Habiendo creado buena parte de lo más hot y masculino desde mediados del siglo pasado, de pronto los militares se descubrían compitiendo contra su propio producto histórico reciclado como ropa sport. Necesitaban ayuda", postulan Gibson & Bigend. Mientras tanto y hasta entonces, pía el Twitter, suena el iPhone, planta cara el FaceBook, los cool-hunters (hombres y mujeres extremadamente sensibles al potencial económico de logotipos y modelos) salen de cacería, y a no olvidar esa leyenda urbana recordada por uno de los reseñistas de Zero History. Aquel mito oral que hablaba del Department of Homeland Security de los Estados Unidos convocando de urgencia -días después de aquel 11 de septiembre de 2001- a un puñado de los mejores escritores de ciencia ficción para que le
explicaran al presidente y allegados por qué había pasado lo que pasó y qué pasaría pasado mañana y cómo hacer para que se les pasara ese apofénico dolor de cabeza decapitada. ¿Qué habría dicho Gibson en ese supuesto cónclave top secret y sci-fi? Seguramente algo así como "lean la novela que ahora mismo me voy a poner a escribir".


CUATRO Y esa novela se llamó Pattern Recognition y allí apareció por primera vez Hubertus Bigend sonriendo sobre las ruinas todavía humeantes del World Trade Center. De este modo -del Ground Zero a Zero History-, Gibson ha venido invitándonos a investigar la misteriosa aparición de miniclips flotando en Internet, el posible surgimiento de una nueva forma de arte high-tech apoyándose en la inmortalidad de los famosos (versiones holográficas de River Phoenix o de Francis Scott Fitzgerald muriendo en las
veredas de Los Angeles y los bungalows de Hollywood), la súbita desaparición de personas "en la acepción tan particularmente argentina del verbo" y, ahora, la idea de que la moda es, a su manera, otra forma de Tormenta del Desierto o Justicia Duradera o Haute Vendetta. O como más y mejor prefiera
bautizarla Hubertus Bigend. Ese Citizen B que, en Pattern Recognition, hace pocos años pero tanto tiempo atrás, ya nos explicaba: "Ahora no tenemos la menor idea de qué o quiénes serán los habitantes de nuestro futuro. Desde este punto de vista, no tenemos futuro alguno. O al menos no en el sentido
que nuestros abuelos lo tuvieron o pensaron que lo tenían. Aquellos futuros detallada y culturalmente imaginados fueron un lujo de otra época en el que el ahora duraba mucho más. En cambio, para nosotros, las cosas pueden cambiar tan abrupta y violentamente que el futuro de nuestros abuelos no tiene un 'ya' al que sujetarnos. No tenemos futuro porque nuestro futuro es tan volátil... Lo único que tenemos es la gestión de riesgos. Ese constante girar de las determinadas posibilidades de un determinado momento. El reconocimiento de patrones".
En otras palabras, en una palabra: apofenia.
Y -a ver cómo lo relacionan apofénicamente con todo esto que acaban de leer- es tan fácil predecir lo que me sucederá en pocas horas: se encenderán los motores del avión que me llevará a Estambul, y el tipo sentado al lado mío mirará tan fijo no al uniforme militarizado de las azafatas, sino a las azafatas, y todos apagarán a regañadientes todos esos gadgets a los que viven enchufados y sin los que ya no podrían vivir.
Un cable los atraviesa.
Ahí afuera, el presente continuará y el futuro nunca se sabe.
El pasado, muy bien, gracias.


*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-154330-2010-10-05.html






Prosapia*


Los dioses mayores dan/
los dioses menores.

Los dioses menores dan/ los dioses mortales.

Los dioses mortales dan/ las civilizaciones.

La madre de los dioses es/ la amante de los poetas.



*De Horacio Rossi.
(1953-1998)







Otros textos*




*Por Mario Alberto Perone



1

Tengo nueve años Son las diez de la mañana de un martes A mi lado mi padre sentado al volante de un Ford 37 Sobre el asiento trasero una escopeta de un caño calibre 14 creo La cuida mucho Va a enseñarme a tirar No me pregunta si yo quiero aprender o no Él lo decide y listo Me hace faltar a la escuela donde quisiera estar ahora y no aquí en el auto en un camino de tierra lejos del pueblo Mi madre dice Andá con papá Acompañalo dice y hay temor en su cara Yo quiero hacerles caso A los dos Nunca sé cómo Paramos Mi padre baja del auto escopeta en mano Tenés que hacerlo dice y la carga Mira hacia el
pajonal Una mata se mueve Me la da Tirale dice No puedo Tirale de una vez idiota dice La luz del sol me ciega Alguien pasa en sulky lejos por el camino de tierra Mis piernas sienten lo áspero del pajonal y pienso en mi terror por la sangre Tiemblo Obedezco Un balazo y una perdiz destrozada
Comienzo a llorar Mi padre no dice nada Subimos al Ford 37 Volvemos al pueblo Yo tiro en el pajonal la perdiz sin cabeza y sigo llorando Un viaje de unos diez kilómetros sin hablarnos Las plumas pringosas adheridas a mis manos se vuelan al sacudirlas por la ventanilla del auto Llegamos a casa Ya no lloro Mi padre me observa Cuelga la escopeta de su gancho Mira a mi madre que me mira a mí Parece que va a decirle algo pero no Está enojado y no habla En este momento empiezo a comprender cómo son las diferencias entre las personas


2

El chico, de unos nueve años, está sentado detrás de la ventana que da a la vereda. Ha corrido una cortina y mira hacia afuera. Hay una mesa en el medio de la habitación, que parece el comedor. Sobre la mesa, papeles, diarios y cigarrillos. Son las once de la mañana y el chico escucha el ruido de un
caminar dificultoso por la vereda. Abre más la cortina para espiar mejor. Es el viejo que pasa, puntual, golpeando el suelo con su bastón de palo y arrastrando la pierna izquierda. El chico deja sobre la mesa la calculadora de mano. Hay una radio en un estante y se oye a Ella Fitzgerald cantando "Lady be Good". Se acerca un poco más al vidrio. En su cara hay una expresión absorta, levemente ansiosa. Mira al viejo, que se detiene justo bajo la ventana y apoya el bastón contra la pared. Baja la bolsa que cuelga
de su hombro, la deja en el suelo y se sienta al lado, sobre las baldosas rotas. Abre la bolsa y saca bruscamente una muñeca. Cruza los pies y coloca la muñeca en su entrepierna. La muñeca tiene el tamaño de un recién nacido.
Está desnuda y sucia. De la cabeza cuelgan ralos mechones de pelo pajizo. Le falta una pierna y en la otra tiene una media roja. El viejo agarra las manos de la muñeca, la mira a los ojos y le habla con una voz aguda, casi femenina. "¿Todos los días te lo tengo que decir?" La acerca a su cara hasta frotar su nariz con la de ella. "Así no sé cómo ayudarte" le dice. Los ojos del viejo comienzan a llorar. Sus lágrimas mojan su barba entrecana. "Sé lo que pensás. Nunca más me vas a engañar". Sacude los bracitos articulados de la muñeca. "Es feo ver llorar a un hombre" dice. "Fijate, otra vez la cama
sin hacer". Levanta la muñeca hasta su boca y la besa. "Bueno, vamos. Nadie nos robará las naranjas. Quedate tranquila, yo te cuido". El viejo mete violentamente la muñeca en la bolsa, se incorpora con mucho esfuerzo, toma el bastón y se va, arrastrando la pierna izquierda y la bolsa. Detrás de la
ventana, el chico suelta la cortina. Ella Fitzgerald canta ahora "Easy to love". La puerta del baño se abre y una mujer entra al comedor. Tiene un bolso de mano y dice "Voy al quiosco a comprar cigarrillos y otras cosas y después me quedo en la iglesia hasta mediodía". El chico contesta "Sí tía, ya sé" fastidiado, sin mirarla. La tía es maciza, baja, de vientre abultado, sin cintura. Tiene un vestido barato y huele a comida. Calza ojotas de goma, pero sus pies se ven asombrosamente bellos. Son lisos, blancos, suaves, y las uñas brillan, agresivas, muy bien pintadas con un insolente esmalte rojo. Hace un mohín de despedida, sale y cierra la puerta con suavidad. El chico espera unos minutos. Aparta su silla y se levanta. Sus zapatos negros no son iguales. El derecho es normal. El izquierdo tiene un gran zócalo que
compensa la desigualdad de sus piernas. El chico camina inclinándose hacia la derecha cada vez que pisa con ese pie. Llega hasta un gran biombo y lo separa. Detrás, en lo que parece el único lugar para dormir de la casa, hay una cama de dos plazas. El chico se agacha y saca de abajo una caja de cartón. La destapa y toma una muñeca vestida con un espléndido traje de comunión, blanco, impecable. Le acomoda los pliegues, los volados, los zapatitos de seda rosada, el pelo negro, lacio y brillante. Se acuesta, besa
la muñeca, la coloca sobre su entrepierna y la frota frenéticamente, hasta quedar dormido. A las doce, la tía regresa, deja la compra, el misal y el rosario y se sube a la cama. Comienza, lentamente, a despertarlo acariciándole el cuello. "Tontito" le dice al oído "¿Por qué no me esperaste a mí"? Desde la radio, Ella Fitzgerald canta "Day Dreams".


3

Ayer pasó la anciana. Él, el chico de unos nueve años sentado detrás de la ventana, estaba allí. Ella miró. Él también, pero no a ella sino al infinito, al vacío. La anciana siguió su camino. El chico quedó en el mismo lugar, sentado detrás de la ventana, mirando al infinito, al vacío. Hoy pasa la anciana. Mira al chico sentado detrás de la ventana, que sigue allí, exactamente como ayer, mirando al vacío, al infinito, a través de los vidrios. La anciana mira otra vez y sigue su camino. Mañana, la anciana pasará nuevamente. Mirará y buscará al chico sentado detrás de la ventana, mirando al infinito, al vacío, y no lo encontrará. El chico sentado detrás de la ventana mirando al infinito, al vacío, desaparecerá de la mirada de la
anciana que pasará mañana. La anciana, que mañana pasará, habrá dejado de pensar en él, y esa será la causa de su desaparición. Lo que la anciana no sabrá nunca es que mañana, cuando el chico sentado detrás de la ventana mirando al infinito, al vacío, desaparezca, también desaparecerá ella, porque sólo estaba presente, caminando y mirando al chico sentado detrás de la ventana mirando al vacío, al infinito, en la mirada de ese chico.


*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-25632-2010-10-06.html







Pequeño descubridor*




Tempranamente he descubierto
que se puede uno parecer
a un tarado


No siempre a un tarado:
en ocasiones, a un salame
un bólido, un mequetrefe
un muerto de frío
un impresentable o ni fu ni fa


y no pocas veces
otros pareceres
de índole contigua
delatora de insuficiencias
ha podido uno
personificar


Lo más interesante:
sin serlo.


*De Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar
-Poema CORREGIDO (en septiembre 2010) de su libro-e “Viene junto con”.





Correo:


Ediciones del Nuevo Cántaro y
Centro Cultural de la Cooperación

Invitan a la presentación del libro
HARLEM: LOS BLUES DE LA HISTORIA
Antología y estudio de Eduardo Dalter

La poesía del Harlem del siglo XX, las poéticas de los poetas negros,
desde Countee Cullen y Langston Hughes a Amiri Baraka y June Jordan

Presentación: Eduardo Dalter
Lectura de poemas: Nidia Santa Cruz

Viernes 8 de octubre a las 19 horas

Centro Cultural de la Cooperación
Av. Corrientes 1543, 3er. piso, Sala Meyer Dubrovsky
Ciudad de Buenos Aires



*

La bicibleta: maravilloso invento de la humanidad ( Un video)

El caso de la ciudad sueca de Malmoe con 700.000 habitantes
How one Swedish city gets people to trade silly car trips for bikes

http://www.grist.org/article/2010-09-29-how-one-swedish-city-gets-people-to-trade-silly-car-trips-for-bi


*Información compartida por Alfredo Armando Aguirre. choloar47@rocketmail.com



*

Estimado compañero: aquí le adjunto una noticia que salió en un importante diario de Tandil acerca una iniciativa que esta llevando a cabo el necochense Juan Carlos Parson con diferentes organizaciones, y que tiene el propósito de peticionar a las autoridades nacionales el tren de pasajeros a Tandil...
Fraternalmente, Hugo Mengascini. hugomengascini@gmail.com


http://www.eleco.com.ar/index.php?action=detalle&modul=noticias&id_noticia=37416

Un ciclista irá de Necochea a Constitución por el tren
30.09- Hoy entre las 17 y las 18 arribará a la ciudad Juan Carlos Parson, un ciclista que unirá Necochea con Plaza Constitución para pedir por la recuperación del tren.


En la Estación local, sobre la avenida Machado, un grupo de tandilenses lo esperará junto a Flor de Murga, Miguel Ferraggine y Juan Carlos "Cacho" Quiñones, quien interpretará el tango "Clausura" -con letra y música de Santiago y Carlos Meli- dedicado a la estación ferroviaria de la localidad
de Patricios, en 9 de Julio, Buenos Aires.
La iniciativa de hacer una bicicleteada por ruta, desde Necochea hasta Plaza Constitución para pedir el restablecimiento del servicio que prestaba Ferrocarriles Argentinos, nació del necochense Juan Carlos Parson. En Tandil encontró eco en un grupo de tandilenses junto a amigos porteños que están
consustanciados con el objetivo de esta empresa.
Los organizadores destacaron al tren como un medio de transporte seguro, ecológico, masivo y accesible para todos y "también porque queremos devolver ese rol protagónico en la comunicación de personas y poblaciones que generó casi una mística en nuestros antecesores y que aún vive en una gran parte de
la población".
En el paso por las distintas localidades se presentará el proyecto para recolectar firmas durante dos meses y el 30 de noviembre Juan Carlos Parson volverá a hacer el mismo recorrido en bicicleta pero para dejar la adhesiones de los vecinos.
Las organizaciones que se unieron para concretar esta actividad son Fudesa (Frente Usuarios Desesperados del Sarmiento), promotor del Tren Nacional por la Paz y la No Violencia, desde Buenos Aires a Mendoza, Tren de los Pueblos, Monarefa (Movimiento Nacional por la Recuperación de los Ferrocarriles Argentinos), Asociación Unidos por el Tren (de Tandil) y Asambo (Asociación
Ambientalista Bonaerense).*

http://www.eleco.com.ar/index.php?action=detalle&modul=noticias&id_noticia=37416





*


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LA RICA. / SAN SEBASTIÁN. / J.J. ALMEYRA.

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ELÍAS ROMERO. / KM. 38. / MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.

LIBERTAD. / MERLO GÓMEZ. / RAFAEL CASTILLO.

ISIDRO CASANOVA. / JUSTO VILLEGAS. / JOSÉ INGENIEROS.

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