domingo, octubre 03, 2010

Y COMIENZA DE NUEVO A DESTEJER EL DÍA...



*Ilustración: Walkala. http://www.walkala.eu/




DESOVILLANDO EL DÍA*



Rompe la urdimbre de la nada, el sueño.
Y sueña María Ariadna, sueña.
Sueña con las cuentas del rosario.
Con los zapatos rojos bailarines.


Enredada entre el sueño y la nada María Ariadna espera.
Teseo ha ido en busca del minotauro azul.
Flota el engaño en las plumas del ave.
Una vela negra presagia el infortunio.
María Ariadna queda atrapada en los hilos del sueño.


El agua se derrama sobre el fuego.
María Ariadna saborea el pan duro, la soledad y la pobreza
Crujen los huesos y los dientes del viento montaraz.
Carga en sus brazos una cruz y un haz de leños secos.
Y comienza de nuevo a destejer el día.


*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar








Te doy el sol*




*Por Juan Forn


En 1920, aprovechando el desgaste del Ejército Rojo después de dos años largos de guerra civil con las tropas blancas zaristas, los polacos (flamantemente independizados) se lanzan a recuperar por las armas territorios que supieron ser de ellos cien años antes. Los rusos, obviamente, no se los quieren dar. Del lado bolchevique, en las huestes cosacas del general Budyonny, cabalga camuflado un judío llamado Isaac Babel. Del lado polaco, en las tropas igualmente antisemitas del mariscal Pridsulzky, avanza matándose de hambre, con la esperanza de desfallecer antes de entrar en combate, otro judío llamado Isaac Bashevis Singer. "Esto no es una revolución marxista; es un duelo personal entre salvajes", escribe Babel en su diario. Sin conocerlo, el exánime recluta Singer coincide:
"Pelean sólo para decidir quién exterminará después a los judíos". La caballería rusa y la polaca se masacran en el barro tal como lo hicieron sus antepasados cien, doscientos, trescientos años antes, mientras pasan aviones por encima de sus cabezas. La verdadera guerra es la de arriba, ellos son un
anacronismo, dicen los expertos. Serán un anacronismo visto desde lejos; pero, para los que tienen el dudoso privilegio de vivirlo de cerca, es la muerte con nombre y apellido, lleve el uniforme que lleve.
Como se sabe, Babel y Singer lograron salir con vida de aquel trance. Uno volvió a Rusia; el otro a Varsovia, desde donde emigró a América. De regreso en Moscú, Babel se sentó a describir sus experiencias con los cosacos en un libro que llamó Caballería Roja, a continuación revivió el extraordinario mundo de su niñez en Cuentos de Odessa, se convirtió con esos dos breves libros en el último gran maestro del cuento ruso y los enemigos que supo ganarse en el camino (por judío, por creer en la revolución, por creer aun más en la literatura) se cobraron con creces la afrenta, haciéndolo fusilar en 1940. Ese mismo año, en el otro extremo del mundo, Singer empezaba a publicar en un diario en iddish de Nueva York los cuentos que le darían el Nobel treinta y ocho años después.
No me había dado cuenta hasta hoy de lo cerca y lo lejos que se pasan Babel y Singer en sus respectivas trayectorias. Es obvio que Babel no leyó a Singer (aunque en sus últimos meses en libertad tradujo al ruso, por puro placer, cuentos de Scholem Aleijem, otro "cuentero iddish"). Y se sabe que Singer nunca pudo disfrutar del todo los cuentos de Babel: "Todo me nubla la vista cuando lo leo: su bolchevismo, su judaísmo, su muerte, su genio". No ha de haber sido fácil para un judío de la diáspora, apenas terminado el Holocausto y con noticias semanales acerca de las purgas que seguía ordenando Stalin contra judíos, leer las más que vívidas descripciones de Babel acerca de lo que les pasaba a los judíos en los últimos tiempos del zar y en los primeros años de la revolución.
Si se hubieran conocido de jóvenes, Singer seguramente habría despreciado a Babel por comunista. Cuando aún vivía en Varsovia, echó a su novia embarazada porque le había organizado una célula comunista en su departamento. Al oficial que lo llevaba preso le decía: "Usted me conoce, oficial. Sabe que el comunismo no me interesa. Lo único que me interesan son las mujeres". El oficial le contestaba: "Lo sé de sobra, perro. Te has acostado hasta con mi mujer". De haber conocido entonces a Singer, Babel seguramente lo hubiera despreciado también. Uno terminó asesinado por escribir en ruso en Moscú y el otro sobrevivió escribiendo en iddish en Nueva York. Parecen opuestos, y sin embargo hay algo que los hermana por encima de toda diferencia: como si uno hubiera empezado a escribir porque
hicieron callar al otro.
Cómo no ver la mano invisible de Singer en esta descripción que hace Babel al final de "El hijo del rabino", cuando describe las pertenencias de un soldado del Ejército Rojo muerto en combate: "Todo yacía mezclado, las herramientas del agitador y del poeta devoto, retratos de Maimónides y de Lenin, cartuchos de bala y un mechón de pelo femenino envuelto en una hoja de fino papel que contenía versos en hebreo del Cantar de los cantares, envueltos a su vez en un trozo de periódico con las Resoluciones del 6º Congreso". Cómo no ver la perfecta capacidad de síntesis de Babel en esta definición del comunismo que da un personaje de Singer: "Es básicamente un rechazo metafísico a la codicia, un anhelo desesperado por erradicarla del alma de los hombres". Cuando lo convocaron a filas, Singer estaba dispuesto a morir de hambre antes que empuñar un fusil en combate. Cuando cargaba con los cosacos, Babel llevaba la pistola sin balas, porque "sus creencias le permitían dejarse matar, pero no matar". Los personajes de Singer que logran sobrevivir a los pogroms cosacos y a los hornos nazis y vagan como espíritus por las calles de Varsovia o de Nueva York, discutiendo a gritos con Dios y entre medio fornicando desesperadamente con la mujer que puedan, parecen un retrato de cuerpo entero del último Babel, aquel que después de la muerte de Gorki dijo a sus amigos: "Ahora no me dejarán vivir", y esquivó como pudo las presiones oficiales para publicar ("Por temperamento estoy interesado en preguntas que necesitan cuidadosa reflexión y gran honestidad para poder responderlas en forma literaria. Así me explico mi silencio a mí mismo, camaradas") y coronó la tarea acostándose con un viejo amor devenida esposa de un jefazo de la policía secreta, Nikolai Ezhov, tristemente célebre brazo ejecutor de las purgas de 1937 y 1938.
Eran tiempos más que oscuros, y Babel amó siempre la luz y el calor como todo nativo de Odessa ("Sólo así puedo imaginar Tierra Santa"). De hecho, Babel dejó una queja clavada en la pared de la literatura rusa antes de que lo mataran: dijo que lamentaba que en toda ella no hubiera "una verdadera descripción del sol, una escena luminosa que logre por sí sola hacernos sentir renovada la sangre". Singer escribió esa escena para él, en un libro llamado Sombras sobre el Hudson, que es una novela rusa a pesar del título y de que haya sido escrita en iddish. En cierto momento de ese libro, su descastada pareja protagonista sube a un tren que sale de Nueva York durante una tormenta de nieve, rumbo a Florida. Durante la noche, mientras ellos copulan en el camarote como si no hubiera un mañana, detrás de la ventana desfila el perfil humeante de las fábricas en la oscuridad, después los campos de algodón, después las plantaciones de tabaco, hasta que con la salida del sol llegan a destino, bajan del tren y piensan que están en Tierra Santa o en el otro mundo, cuando ven las palmeras y el cielo azul y
el sol radiante y una joven sonriente que les ofrece un jugo de naranjas exprimidas con frutas del lugar. "Olía a nuevo principio", dice Singer. Y entonces, como si pensara en Babel, como si se dirigiera a él, agrega: "No, nada puede empezar de nuevo. Todos somos espíritus. Este mundo es también el
venidero. Pero tenemos el sol".


*Fuente: página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-154111-2010-10-01.html






PATRIA DE MIS SILENCIOS*


“...Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame...
Gracias... Ah un encargo, si el llama...le dices que no insista, que he salido”
ALFONSINA STORNI*



Llegó puntual.
Descalzo entró en la piel de mis silencios.
Y heme aquí, arrodillada ante un río de ámbar y rocío.
Pampa salvaje y desnudez de niño.
Me ha preñado de soles
Cascabeles de mar.
Rumor de caracolas en mi imposible oído.


Venía de viejos laberintos.
En mi espalda de hembra, todos los hombres.
Los amados, los odiados. Los de humo y tinta.
Todo un eco de cedrón en la niebla.
Todo él un corcel, un pájaro, una lumbre.
Dos ciegos escondidos en el tiempo.


Pude revolcarme en su mirada.
Rescatar nuevas y antiguas ceremonias.
Mirarse lento. Quieto
Persuasión de los días. Beber del mismo vaso.
Olvidar la pobreza, el hambre flaco y el llanto contenido.
Los mocos, los excrementos, los abortos.
Empaparme en olores y sudores. Exactos. Incorruptos.


Toda yo una furia. Un lamento de colinas y lápidas.
Toda yo, una lágrima fundida .Un sueño. Un sueño.
Entregada al puñal que me besa la punta de los dedos.
Al puñal que emancipa.
Ya no importan los adioses de amatista.
...Ya no importan.


*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar



*Sobre ALFONSINA STORNI:
(Sala Capiasca, 22 de mayo, 1892 – Mar del Plata, 25 de octubre, 1938.)
Desde San Juan el matrimonio Storni, se instala en Suiza y allí nace Alfonsina. Su padre, hombre melancólico y raro elige su nombre: “”Me llamaron Alfonsina que quiere decir dispuesta a todo”
En 1896 regresan a San Juan: “Tengo cuatro años, me veo colorada redonda y chata” Se trasladan a Rosario y la economía de los Storni va decayendo hasta quedar en la pobreza extrema. Alfonsina lavaba mesa y atendía mesas en los bares a los 10 años.
En 1911 se traslada a Buenos Aires y nace su hijo Alejandro. Padre desconocido. Esto la define como mujer, pobre, madre soltera; es, desde ese lugar que se instala y desafía la sociedad porteña.
Se vincula al mundo literario y a la vanguardia novecentista.
Recibe numerosas distinciones y construye un espacio en una sociedad hecha por y para hombres.
Se suicida en Mar del Plata saltando desde la escollera, aunque la leyenda dice que se interna en el mar.

OBRA PUBLICADA
La inquietud del rosal, Buenos Aires, Librería de la Facultad, 1916
El dulce daño, Cooperativa Editorial Limitada Buenos Aires, 1918.
Irremediablemente, Cooperativa Editorial Limitada Buenos Aires, 1919.
Languidez Cooperativa Editorial Limitada Buenos Aires, 1920.
Ocre, Buenos Aires, Babel, 1925.
Mundo de siete pozos, Buenos Aires, Tor, 1934.
Mascarilla y trébol: Círculos imantados, Buenos Aires, Imprenta Mercatali, 1938.
Morir sobre los campos, Buenos Aires, 1918
Poemas de amor, Buenos Aires, Editorial Nosotros,1926
El amo del mundo. Comedia en 3 actos.
Cimbelina en el 1900 y pico. Farsa trágica. Una de las "Dos farsas pirotécnicas".
Polixena y la cocinerita. Farsa trágica. Una de las "Dos farsas pirotécnicas".
La debilidad de Mister Dougall. Comedia en 3 actos.
Los degolladores de estatuas. Comedia en 1 acto.
Blanco... negro... blanco. Comedia en 1 acto, dividido en 4 cuadros.
Jorge y su conciencia. Diálogo.
Pedro y Pedrito. Comedia en 1 acto.
El Dios de los pájaros. Comedia en 2 actos, divididos en 4 cuadros.
Un sueño en el camino. Mimodrama.
Los cazadores de fieras. Comedia en 1 acto
Nosotras y la piel: selección de ensayos. 2005








La ilusión de volver a vivir*


En su nueva novela, Antonio Dal Masetto cuenta la historia de un pintor que regresa al lugar donde fue feliz para redimir el asesinato de la mujer que amó


La culpa
Por Antonio Dal Masetto
Tusquets
215 páginas
$ 58
Un balneario del sur de Brasil es el escenario que eligió Antonio Dal Masetto para situar su más reciente novela, La culpa . A simple vista, este balneario brasileño es una localidad como tantas, un pueblo costero de unos cientos de habitantes, volcado sobre el Atlántico, con su calle principal
llena de negocios para turistas y un sol a pleno que sólo de vez en cuando cede su esplendor a la intermitencia de las lluvias y a la exaltada brisa del mar.
Un balneario más que, sin embargo, para César, un pintor argentino de cierto renombre, se transforma en el lugar más importante del mundo, el lugar donde 17 años atrás encontró la felicidad, cuando recaló con su novia Lucía. Ellos estaban de aventura, lanzados a un largo vagabundeo tropical, once meses a
dedo, lejos de Buenos Aires, donde se conocieron durante una muestra del artista. Lucía ya no está, y no está hace mucho, tragada a poco del regreso por las fauces de la dictadura, cuyos grupos de tareas tomaron nota de sus ideales de justicia, de su indignación solidaria, y se la llevaron de la casa de su madre, cuando ya tanto el viaje a Brasil como la relación con César habían tocado a su fin.
Ella lo dejó sin vacilar. Estaba claro que a él los reclamos exaltados por la justicia social y los derechos humanos no le interesaban. A los 35 años, César estaba centrado en lo suyo, en la exclusiva construcción de su oficio.
Para ella, en cambio, nada superaba el compromiso social. Pero el recuerdo de esa chica de sólo 18 años se mantuvo vivo. Más aún, creció hasta convertirse en una obsesión, una pérdida irreparable. Esa es la clave de esta trama tejida de recuerdos, de este retrato psicológico de un ser desvalido en busca de redención: es la historia de un duelo, arropada en la anécdota de un nuevo viaje de César al pueblo costero que lo vio en plenitud, un viaje que una vez más decide realizar a dedo, aunque acaso le sobren medios para financiarse un pasaje a cualquier parte, en el que se esfuerza por rememorar, rescatar, y en cierta forma, volver a vivir los mejores momentos de su vida.
Es un duelo mal concluido, o nunca encarado; el remordimiento de no haber sabido retener a Lucía y, por lo demás, de no haber estado con ella para evitarle el horror de las mazmorras criminales, entretejido con la culpa colectiva de una sociedad que toleró la dictadura.
Aunque no sabe con certeza lo que busca, César intuye que no logrará nada en la absoluta soledad y se deja auxiliar por el colorido elenco de personajes con que lo rodea Dal Masetto: los pobladores de la aldea costera, con sus propios deseos y esperanzas, sus miedos y proyectos. Allí está un panadero
convencido de que el pan es lo que ha definido la historia de la humanidad; un librero que cierra su local cada vez que César lo visita, a fin de dedicarle todo su tiempo a las absorbentes conversaciones sobre la culpa; o el jovencísimo Paulo, un mulato que lo guía a través de celebraciones paganas, fiestas de aldea y la sensualidad de una extensa lista de amigas. Y por encima de todo y de todos está el morro, una elevación natural donde César sabe que está la respuesta a sus más íntimas dudas y cuyo ascenso
demora, dejándose inundar por la vitalidad de sus compañeros y la calidez de este remoto rincón del mundo que escogió para volver a vivir.


*Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1309617







LA MUERTE DE LA ALEGRIA Y LA INOCENCIA*


A mi mamá in memoriam, a mis hermanitas Rachel y Rebecca


Cuando fui dulce en medio del tabú y la miseria circundante,
era porque te tenía, Abejita,
era porque eras tú
mi alegre sabiduría...
Tú sabías confirmar mis sentimiento:
yo quería al niño que llevó sus piojos
a la escuela y los echó en muchas cabezas.
En todas, menos la mía.

En festejo, me hurgarías tú
el cabello, con yemas de tus dedos,
shampoo, con yemas de huevos y qué gozo,
que me acariciaras, palmo a palmo mi cráneo...
mira si lo recuerdo que agradezco
al muchacho piojoso, el milagro oportuno
de tus manos en dulce rastreo
que me da miel de tus manos, que me da hebras
de tus bendiciones.

Quise aquella hijastra de los tuberculosos,
nieta de aquel fumador tan apestoso
y que tosía y se quedaba tieso, con su gargajo
asfixiando su pecho, sí aquel vecino
cuya mujer fue muy puta, porque Clarita
tenía ojos verdes y seguía flaquita, ardiente
aunque ya no era hermosa, ni medianamente jovenzuela
y su nena, con sólo pantaletas, corría a mí
y me surtía con abrazos. Ni siquiera eran besos
ni siquiera sabíamos qué es estar enamorados
o el sentirse fascinado por algún deseo.
Eramos ella y yo inocentes y no me dijíste échala.
Valoraste su dignidad sin asco.
Viste que es una linda niñaja sin otra riqueza
que inocencia, sed de cariño, en desaseo tal vez
y con el ombligo al aire, en pantaletas.

No había problema con bañarme
colectivamente, junto a toda la muchachería
porque es mayo y llueve y bajo el agua
da gusto irse desnudo, como en la romería
y cagarse de gozo; yo era dulce y arisco
como un gato, hambre de júblo me engordaban
tales cosas, pero contigo era sumiso
y te podría contar dónde, cómo, qué hice
y saber que no habrá ningún castigo.
Tal vez, no, siempre, en expectativa de tu forma que extraño
por ser tan la sutil exhortación que canaliza
el cuidado, protecciones, cautelas...

Habrías podido matarme y yo decirte te adoro.
Yo contigo aprendí todo, a querer dibujar
porque tú dibujas, a querer cantar porque tú cantas.
Quería silvar como silvas, pero mi aliento o mi boca
no aprendía tu silvo; yo creí a ciegas en Dios
porque tú eres judaica y tienes un corazón
de sefardita; yo era dulce
en medio del tabú y la miseria circundante,
y me creí el más rico, el más listo de todos
y no dolía ser pobre
porque te tenía, reina-Abejita,
y por tí me creí amado del Universo entero,
y con garantes de todo tipo, así que, si a tí preguntara,
lo más arduo, seguro que vendrías
con abundancia de respuestas y soluciones.

A tí es a quien se quiso, yo sólo era una sombra
de tu paso por el mundo, sombra más muda
porque tú si sabías, a mi juicio,
la razón de todas las cosas, cada secreto
y dolor del vecindario y cómo hacer milagros de justicia.
Eres la sanadora del planeta, tú, enfermerita milagrosa,
que curaste mi ceguera con borra de café
y que sacaste de mi barrigota una legión
de lombrices y parásitos, curaste mi farfallota
y mis varicelas... ¡Cómo de sanadoras
tus manos fueron que mi tez fue comparada
con la loza!

Y me cosíste la mayor parte
de mis pantalones (y camisas) y eso que eras
costurera aficionada, peluquera sin título,
partera por necesidad de las más pobres
vecinas de aquel barrio, tú servías para todo
y yo (para nada), bueno... sólo para darte compañía.

Y, por señas tan orondo: ¡ah, por mi madre hacendosa!
Una genia en las comunas y, seguido ya que cortaste
mi cabello, presumido: es mi mamá quien lo corta y lo peina
y me hace este gallo y esta compartidura
y me alimentabas (nunca me faltó pan a tu lado
ni algo que echar como merienda en mi fiambrera)
y, más ufano, en el colegio, anunciaría
que no recuerdo un día que me pegaras;
ni un Día de Reyes o Navidad sin algún regalo.
(¡Que lo sepan las adineradas de mi pueblo:
la madre de él es la razón de su dicha!)

Para que yo me enorgullezca no se necesitó
otra cosa que esta confianza en su amor,
el diálogo y, conste, prescindo de la idea
de que por hacerme defensa
sacó su cresca y su ira, madre de agallas;
tú no podías verme vencido por alguna tristeza,
o amenaza y por eso, casi faldero,
si salías, yo quería ir contigo.

Díme, abejita, si un infierno de vuelos te ocasiona
el cansacio, oh, mamá yo me canso contigo, te auxilio.
Te doy mi aliento, si te acosa el asma,
te doy todas mis alas. Las agito yo, si tú no las agitas.

Contigo el mundo es dulce aunque haya penuria...
Y en medio de lo prohibido,
¿quién me vencerá o negará debida justicia
a nuestras causas? No en medio del tabú
y la miseria circundante cuando estabas
viva y yo, por tal razón, a mi alegría
la designé el dulce panal de tu reino...
pero un día te perdí y contigo se fue
la educación en la inocencia.
La injusticia vino a ocultar el recuerdo,
a dementir lo que dices,
a dar recomendaciones
que no son las que enseñaras.

Estos otros me dicen:
«No dejes que una niña, hija de puta,
coquetée, se te abrace y venga
con ínfulas de novia o de amiga».
«Tú no puedes hacerte asiduo de El Pulgoso,
si es quien lleva sus piojos a la escuela;
no te juntes con tal o cual palomilla,
acuérdate que la gente juzga
hasta por lo que sólo es aparente».
«No te digas, obrero, porque educado has sido
como Hijo del Libro, y tu moral ha de ser
santa como la Torah».
En el mundo hay conflictos, polémicas,
violencias, no te metes con él, no contiendas,
sé apolítico, no te arrimes ni ayudes a nadie
a no ser que te convenga...»

Ha muerto mi madre
y el mundo cambia con ella.
¡Qué extraño es cuando todo el mundo
ahora me predica que vale la pena ocultar
lo que realmente se piensa!
Que hay que ser hipócrita, insolidario,
que no permita que nadie hurgue dulcemente
mi cabeza ni vea que estoy desnudo
porque el mundo está lleno de líbido asquerosa
y gente que tiene tisis, gonorrea,
vicio por sangre y malos pensamietos
y no merecen mi cariño ni ayuda...

Por eso sé que estás muerta, Abejita.
En medio del tabú y la miseria circundante,
ya no tengo a mi lado dulzura, sólo recelo
y tabú y a mi oído, instruyéndome,
hay cosas tan distintas
a tu sabiduría...

Ahora siento, sin tus protecciones,
que los ángeles no sólo mueren. Los matan.
Todo el prejuicio y el odio militan más que los generosos.
Las abejas nacen sin alas y ninguna,
nadie, alza su vuelo ni confirma que el mundo
puede sostenerse en pos de una inocencia eterna.



*DE CARLOS LOPEZ DZUR baudelaire1998@yahoo.com
-2000 / Del libro Las zonas del carácter.




Correo:



Experimento Socio Económico de Lesa Humanidad*


(Cualquier libre asociación con la posible realidad histórica de un País en particular, corre bajo el exclusivo derecho del imaginativo lector).


Corrían los años 20 y aquello era una voraz pubertad política en el pensamiento social en todas las clases. Desde el más analfabeto hasta el más cultivado tenían algo de idea de qué es lo que querían que fuera su País.


Los abuelos burgueses industriales ya estaban criando a los padres de los nietos que aborrecerían cuidar al personal de sus fábricas. Padres que privilegiarían las relaciones carnales con el Imperio, antes que poner un solo centavo en el riesgo industrial del torno o la máquina de coser.


Aquellos albañiles que sabían cómo construir, estaban enseñando el oficio a quienes les seguirían, lo mismo que el oficinista, el gerente, el tornero o hasta el político de buena cepa.


Todos entendían lo importante que era sacar el propio combustible para impulsar fábricas, ferrocarriles y automotores. Sabían que “allí construirían un camino, que acullá un ferrocarril”. No dudaban en que ESO se iba y debía hacer.


Tenían la hermosa peste de creer que había que hacer las cosas y que iban a hacerlo. Sea un buen tornillo para una tuerca, una tela para un mantel que ya no se importaría o un precario avión hecho con las manos de los hermanos del centro del País.


Una daga asestó la puñalada en el final de aquel invierno pero, pese a querer botar los sueños de democracia y de propio petróleo, la buena peste ya no era púber, sino joven y desenfrenada y estaba, de peón a ingeniero, de analfabeto a jurisconsulto, dispuesta a construir la propia realidad de un País soñado por unos desde sus ancestrales genes locales y por otros que llegaron hacia nuevas oportunidades de sociedad.


Por Derecha y por Izquierda, con buen, con regular o mal acierto de qué querían como Sociedad – Nación – República, todos eran una sola masa que sí sabía que quería ser fundamentalmente libre.


Como jóvenes adultos se atrevieron a anunciar la libertad lograda. Los imperios se preguntaron ¿Qué sería aquella cosa, allá por el Sur del Sur? Aunque todos de acuerdo con el qué y el para qué, las dudas y los errores juveniles del cómo, abonaron el camino para instalar una contra – peste (Un poco desde fuera, pero mucho desde dentro mismo). Así lograron que les enviarán las espoletas, una especie de catalizador inicial del experimento.


Los que querían que se hiciera lo mismo pero de otra forma, cayeron en la trampa del experimento científico y hasta se horrorizaron con las mentiras que les contaban.


Los aviones habían logrado ser jets, pero nadie se dio cuenta que a los ingenieros ya no les daban tinta para sus estilógrafos. Las locomotoras habían sido fabulosas, pero consintieron que echaran a los genios de su creación. Los ferrocarriles comenzaron a ser duda. Los teléfonos problema y la energía un desastre. Todos creyeron el mensaje y año a año creían nuevas mentiras y aceptaban la culpabilidad escrita por los adláteres del odio. Alfiles clave de aquel experimento socio – económico.


Mientras tanto, ya las escuelas industriales eran la clave del primer ascenso social y del funcionamiento de la máquina industrial y de construcción. Los pueblos pequeños, con sus escuelas de pocos alumnos y buenos maestros eran cunas futuros hombres probos. La economía local funcionaba ya mejor que las congestionadas y convulsionadas capitales.


Un enviado, Caballo del Ajedrez de aquel experimento, General de Logística él, dictaminó el congelamiento de la construcción de caminos. El abandono de cientos de pueblos a su suerte por el cierre del 34% de la Red Ferroviaria (17.000 Km), la progresiva abolición de la navegación fluvial y, de paso, un endeudamiento más para hacer cosas que, realmente, solo le servirían al centralismo de La Capital.


Pocos años antes, y bajo el gobierno de un ¿BRILLANTE DESARROLLISTA?, los teléfonos habían dejado de expandirse sobre el Territorio. Solo La Capital y algunas ciudades grandes verían, apenas, avanzar las redes de comunicaciones.


La Política se estaba avejentando, mientras la madurez los encontraba con imberbes que habían comprado un sueño. Que lo habían mamado de sus viejos y abuelos, pero que ya no estaban dispuestos a cederles el paso ni a que se vuelva a aquel sueño.


La suerte estaba echada, dos veces más se oscureció el cielo y, bajo el mismo trabajo de la contra – peste, la Democracia amaneció escuálida y temerosa. Solo el mensaje de que con Democracia era que deberíamos vivir, aquella Sociedad otrora industriosa, soñadora y, por qué no, hermosa, solo tenía el cómo, pero ya no el que ni el porqué.


El experimento, que expandió la contra – peste por otros países que, ni siquiera, habían tenido la suerte de generar la buena peste, había logrado asentar las cepas de su virus.


Un albañil ya no le enseñaba a otro. Un político apenas adoctrinaba a sus hijos y parentela para proteger su especie. Un científico ya solo se preocupaba por sus tesis, mas no por sus prácticas.


Quizá algún día alguien pida perdón por el experimento, pero ya no importará, pues cuatro generaciones aniquilaron sus existencias y los bisnietos de aquella púber edad, solo saben que Rosas o Urquiza, Roca o Irigoyen, apenas son una imagen de un billete de poco valor.



*De Jorge de Mendonça. jorgedemendonca@gmail.com
– DNI 14.381.615. - Ingeniero White – 2 de Octubre de 2010 –



*


Inventren Próxima estación: HERRERA VEGAS.



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LA RICA. / SAN SEBASTIÁN. / J.J. ALMEYRA.

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ELÍAS ROMERO. / KM. 38. / MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.

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ISIDRO CASANOVA. / JUSTO VILLEGAS. / JOSÉ INGENIEROS.

MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE. / ALDO BONZI. / KM 12.

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