sábado, julio 02, 2011
NI LO NEGADO, NI LO DADO...
-Dibujo: Ray Respall Rojas.
DUNAS*
“Yo misma he vertido ayer una lágrima,
Dios mío, cuadrada.”
ALFONSINA STORNI
Estás parada en un universo hecho de piedra y dunas.
Nadie ha de salvarte.
Ni la agonía del polen, ni el parto de la rosa.
Ni las huellas en las ardientes colinas.
Ni la saciedad, ni el hambre.
Ni las ramas que brotan de tus ojos.
Ni los anillos de lluvia.
Ni lo negado, ni lo dado.
Ni la pupila cerrada del Bautista.
Ni la espada, suspendida, de Damocles.
Ni el oro de Siddartha, ni la plata de la traición abrazo.
Ni Lancelot, ni Gilgamesh.
Ni el caballo de Troya.
Nada habrá de salvarte.
Tal vez, los salmos de la historia
Que no has de conocer, hoy.
Acaso, nunca.
*De Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar
LA CARICIA PERDIDA*
*De ALFONSINA STORNI
Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?
Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida, rodará... rodará...
Si en los ojos te besan esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va.
Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de besar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida, ¿me reconocerás?
TEMPORALES EN EL CAMPO*
*Por Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar
A veces, cuando llovía era distinto, aunque debo aclarar que esto variaba según desde qué lugar veíamos caer la lluvia.
Si en tiempo de cosecha que era el tiempo libre y cuando estábamos en las chacras, se podría decir que las expectativas llevaban ansiedad ante la sola idea de quedarnos comiendo tortas fritas mientras los hombres en el comedor jugaban a los naipes, en esas cocinas inmensas se reunían las mujeres a tomar mate dulce con menudas cascaritas de naranjas, tejiendo cada una algún pulóver o alguna chalina colorida, cuando se llegaba a la textura con lanas ya usadas en otras ropas que habían cumplido su ciclo. Pero si era con lana nueva flamante y multicolor, comprada en las tiendas del pueblo (La Rosarina, La Unión, o Blanco y Negro) ponían en ebullición una tarea que se adelantaba mucho si la charla y el mate ayudaban a que esa tarde monótona de entretejer lana con agujas que eran pequeños torpedos en el más cálido de la materia maleable y cariñosa.
Si “el temporal”, como se le decía a la lluvia que insumía varios días, tardaba en desaparecer y en ese recinto cálido donde la inmensa cocina del hierro fundido era alimentada a marlo podían reunirse varias generaciones en un trabajo que llamaba a la solidaridad, la charla, y hasta el chimento o el asomo de un sueño en las más jóvenes y en nosotros, los más chicos, podíamos atisbar un poco de felicidad promisoria y no tan lejana, pero eso sí, siempre ubicada en el futuro.
Mientras esto sucedía calmosa y domésticamente en la cocina donde quizás alguna de las jóvenes inauguraba el rubor ante la chanza de una mujer casada quien hacia referencia a “ese que yo sé” que al parecer le pretende “arrastrar el ala a la nena”, siempre según aclaración de la abuela que –no sé cómo- siempre se enteraba de todo.
Y también toda esa ilusión de la aludida, sería seguramente allí excesiva para sus posibilidades de una vida que le excluyera de lo que habían sido su abuela y su madre: sacrificio sobre sacrificio y parto sobre parto. Es decir que el rumbo no avanzaría nunca hacia ningún lugar sin ese deseo, esa ilusión, ese sueño en que los jóvenes se embarcan sin saber que no serán originales y que -Borges podría decir- sólo lo están haciendo para que se cumpla el destino, ese que nadie elige, o al menos que nadie elegía en ese tiempo.
En la sala que hacía de comedor, que tenía esa ventana un poco mezquina que miraba al Sur, donde un gran campo de alfalfa separaba el camino real y de las vías del Mitre que corrían paralelas, dando a la mirada un poco más de luz que imaginara aquel horizonte siempre en fuga, donde caían las bandadas de pájaros como en un pozo sin fin, estaban los hombres.
Hasta ese comedor los hombres en ropa de trabajo –pero limpia- estarían trenzados en un truco conversado y ocurrente, en un paréntesis forzado en las tareas y la preocupación de perder parte de la cosecha si esta lluvia sigue y que nadie comenta porque todos son supersticiosos. Se permiten entonces bromear, reírse, gritar un truco con voces que alarmarían a las mujeres si no los conocieran. Mientras tanto el campo se encoge como un pollo mojado, como queriendo escurrirse, esconderse del millón de clavos líquidos que cae sobre su indefensión, su desamparo.
Los animales le ponen el anca a la lluvia, las gallinas y los pavos se esconden en ese pequeño galpón de chapas que sirve para guardar los trastos y un grupo de cluecas con sus pollitos se refugian bajo el horno donde se cuece el pan de los días felices. Con estas lluvias crecen las cañadas, se hacen intransitables los potreros y los corrales con su pisoteo forman una masa chirle de barro y bosta de vacas y caballos. Las ovejas se refugian debajo de unas parvas y los únicos felices son los cerdos que ozan en esas grandes depresiones que cavan con su trompa en los chiqueros y se dan un auténtico y profundo baño de aguas barrosísimas.
Nosotros, los más chicos, miramos entre azorados y perplejos toda esa sábana líquida cayendo impiadosa y podemos pensar en cómo habrá de caer sobre ese caserío indefenso, que se queda sin comunicación con sus calles de tierras inundadas, sus grandes zanjones que desaguan hacia el campo y donde no podremos arrojar esos barquitos de madera o esas latas de sardinas abiertas que simulan la piragua de los aborígenes navegando peligrosamente hacia el callejón de los Correa y de los Sánchez y que en el remolino donde se juntan todos los zanjones del “Barrio El Jazmín”, justo enfrente de don José Vélez, con su pino majestuoso irían a desaparecer todas estas pequeñas y simuladas embarcaciones, que se salvarán por esta vez porque un temporal nos retuvo en el campo, con nuestros padres, justo justo en un tiempo de cosecha
Ojos*
¿Nunca te lo dije? Tus ojos me conmueven. No lo tomes como un halago, en realidad me pasa con todos, sobre todo si son café. En la mirada se guardan mundos, por eso tienen forma redonda (es como si el Cosmos hubiera sido creado en base a metáforas).
Siempre se quejan de que no miro a la gente a los ojos, pero es que todos tienen mundos privados. Sería irrespetuoso de mi parte hurgar en ellos. Díganme si quieren que sea irrespetuosa, porque yo un poco, tal vez, quiero. Eso sí, advertencia obligada: el sondeo de mundos es recíproco. Quien solicite uno debe estar dispuesto a pasar del mytho al logos (lo digo así porque mis ojos hablan griego, y cambian de color).
¿Querés? ok, te doy pautas: con respecto al color, no pienses que cambian por el ánimo, es algo inadecuado para el siglo XXI. Quedate con la ciencia y no te asombres, cambian por la luz y son una deficiencia genética heredada de la migración prehistórica.
Si querés ver en mis ojos los estados de ánimo, recomiendo lo simple: si lloro, es porque estoy triste, si los cierro es porque estoy durmiendo, o fingiendo dormir, o muerta (o pestaneando, tené paciencia). Si sonrío con los ojos es porque se me cambió la boca de lugar, o porque me convertí en un cuadro de Picasso (estoy jugando, ya vas a ver que mis ojos sonríen y que no es tan abstracto como suena acá).
Eso sí, te pido un favor: si mis ojos no sonríen, contales un chiste de gallegos (básico, pero efectivo). Es una buena llave para entrar a mi mundo, que tiene los colores con los que dibujaría esa música rara que escucho yo...
*De Victoria Romano Moscovich. victoria.romano.moscovich@gmail.com
AVIONES*
*Por Miriam Cairo. cairo367@hotmail.com
Durante mucho tiempo fui piloto automático. De barco y de avión. De noche y de día. Era una herramienta eficaz para aliviar las tareas del otro que podía perderme de vista y soltar las manos despreocupadamente porque de todos modos yo iba a pilotear la nave. Una gran pasión superpoblada me arrasaba como un viento carnal y sonoro en épocas carnales y sonoras, o bien, un soplo cargado de diminutas raíces cuando el espacio era vacío y crujiente.
Todas las monstruosidades respetan los gestos atroces del afán. Mi técnica de manejo no era muy variada: la mirada aterrada hacia adelante, la sospecha de cualquier emboscada de reata, la resonancia interna acallada y pocas cosas más. En estas pericias residía la solvencia del conjunto. Muchas veces mi intención resultó desproporcionada, pues los esfuerzos están estrechamente vinculados a la naturaleza de los pilotos automáticos. Todas las monstruosidades respetan los gestos atroces del afán.
Para entender bien la naturaleza automática, es necesario saber que un vuelo está dividido en fases de rodaje, despegue, ascenso, crucero, descenso, aproximación y aterrizaje. Todas estas etapas, excepto el rodaje y el despegue, pueden ser automatizados. En condiciones de invisibilidad yo podía aterrizar en pista y controlar las desviaciones horizontales desde la traza de mi nave. Los pilotos automáticos tenemos la capacidad de volar aproximaciones enteras controlando la razón de descenso. El descenso es una acción que tenemos masticada. En cambio el despegue nos está vedado. Puede decirse, incluso, que nos lo vedamos concienzudamente, en aras de una pasión superpoblada, creyendo que una nave despega una vez y para siempre.
Ayer me encontré con una vieja amiga. En plena calle me abrazó llorando y repitiendo "me pasó lo mismo que a vos, me pasó lo mismo que a vos". Junto a ella estaba su hermana, con el rostro conmovido pero más serena, y eso me hacía pensar que no le había pasado lo mismo que a mí, que no se le había muerto un hermano, pero tamaña desesperación no me daba posibilidad de pensar en otra cosa. Sin embargo, cuando logré calmarla, me explicó: "Yo también, yo también soy un piloto automático". Aunque su dolor me pareció exagerado, debo asumir que no lo era tanto, teniendo en cuenta que el piloto automático es un sistema que acumula errores con el tiempo. Y mi amiga cumplió su función más de lo recomendable. Todas las monstruosidades respetan los gestos atroces del afán.
Mi amiga, comenzó a enumerarme los procedimientos de manual llevados a cabo para lograr la reducción de error: a) compra del auto cero kilómetro; b) viaje a Europa; c) remodelación del living. Todo en este orden secuencial, como un sistema de carrusel que gira alrededor del eje para que los errores se disipen en diferentes direcciones y tengan un efecto global nulo. Pero sólo los que hemos sido pilotos automáticos sabemos que estos procedimientos sirven para aniquilarse con un martillo cósmico.
Mi amiga, a medida que hablaba, iba depurando su dolor porque cuando un piloto automático habla en primera persona de sí mismo, va perdiendo su automaticidad y se va reencontrando con el costado más humano, el costado que siente deseos de volver a despegar y no sólo una vez más, sino volver a despegar siempre.
El error en los giróscopos se conoce como deriva que se debe a las propiedades anímicas del sistema (ya sea mecánico o culposo). En el caso de los aviones los problemas se resuelven con la ayuda del procesamiento digital de señales. Pero en el caso de mi amiga, que venía con un rendimiento exigido, este procesamiento, sumado a otros lugares comunes, condujeron al derrape de todos los esfuerzos. Además, mi amiga llevaba más tiempo que yo como piloto automático, y se sabe que cuando más largo sea el vuelo, mayor será el error acumulado en el sistema.
Pero, como dije antes, a medida que mi amiga se apoderaba de su primera persona se arrancaba de la masa erizada del viento. Todo el espacio a su alrededor se estremecía como un sexo saqueado por el vacío ardiente del cielo. Su fuselaje, necesariamente aerodinámico, se mantenía perfecto, ofreciendo la menor resistencia al aire. Y sus labios, como un pico de paloma real, dejaban traslucir que toda su humanidad estaba en condiciones de socavar la masa turbada de los estados artificiales.
Mientras ella se afanaba por enumerar las condiciones de fuselaje, yo observaba que las alas (que constituyen la parte estructural donde se crea fundamentalmente la sustentación del vuelo) gozaban de una flexibilidad abovedada y que toda la potencia de su nave estaba en plenitud.
En el centro del mediodía, mientras un montón de coleópteros revoloteaba con el abdomen blancuzco y el cuello de pollos desplumados, mi amiga desnudaba un lenguaje húmedo de protestas. Pero no dejaba de llorar, porque un piloto automático cree que es tristísimo decirle adiós a la infelicidad mecanizada de los descensos invariables.
*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-29364-2011-07-02.html
Mucho gusto*
Mucho
gusto a los emocionantes
otros cuerpos
exageraba
el hombre de la cama de arriba
penetrando
a la mujer de la cama de abajo
en el suelo.
*De Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar
Correo:
Estimado amigo Eduardo Francisco Coiro:
Cinco de sus poemas que tuvo la gentileza de enviarnos ya están en línea desde hoy, 2/07/11, en la edición correspondiente a julio de 2011 de http://www.resonancias.org/ .
Le invitamos a visitar la página y esperamos que le guste su presentación.
Desearíamos también que haga circular el link de su colaboración en Resonancias en las redes de amigos que debe tener en Facebook, Twitter, Sonico y otras.
Con nuestros atentos saludos,
Andrés Perales
Coordinador de Resonancias.org.
laresonance@yahoo.fr
-Link: http://www.resonancias.org/article/read/1026/ellos-y-el-universo-de-eduardo-francisco-coiro/
*
Estimado/a: el nuevo libro de los trabajadores ferroviarios que presentaremos a principios de agosto (HUELGAS Y CONFLICTOS FERROVIARIOS) ya se encuentra en las librerías que adjunto a continuación.
Fraternalmente, Hugo Mengascini. hugomengascini@gmail.com
http://www.dondeconseguirprohistoria.blogspot.com/
Prohistoria
ediciones
invita a la presentación del libro
Huelgas y conflictos ferroviarios.
Los trabajadores de Tandil en la segunda mitad del siglo XX
de Hugo Mengascini.
La exposición estará a cargo de Olga Echeverría y Daniel Dicósimo.
El encuentro tendrá lugar en la Cámara Empresaria (Mitre 856, Tandil),
el día 6 de agosto a las 18 hs. (Sala Ernesto Sábato).
Feria del Libro Tandil 2011
entrada libre y gratuita
*
Inventren Próxima estación: SANTOS UNZUÉ.
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