lunes, julio 18, 2011

UNA PUNTA DE PALABRA IMPOSIBLE...



*Dibujo.
Ray Respall Rojas.
La Habana. Cuba.


*



Vivir es
Añorar lo ya vivido.



***


Pecado original.
La más ancestral
De nuestras tentaciones.
Pese a los años,
No deja de ser original.



***



He muerto.
Al marcharte
Dejé de respirar.


Mal me acostumbraste
A respirar solo la brisa
Que manaba pelo.



***



Somos cual sombras,
Ausentes de fulgor.


Una brisa agonizante
Es nuestro devenir.


Sombras somos,
Entre sombras vivimos...



*Poemas de Ray Respall Rojas.











Capullito*



Muñeca de sonrisas,
nacarado mentón,
blanquean en tu encía
cuatro perlas de arroz.


Tu aroma tibio de cachorro humano
pone en mis venas mieles de ternura.
Tu andar
conserva en su desgarbo
balanceos de cuna.


Sobre un cielo de día
tus ojos convocaron estrellitas
que bailan festejando tu vehemente
discurso de una sílaba.


Pero a veces, mi niña,
cantas como torcaz
y el aire que se impregna con tu arrullo
toma sabor de hogar.


Capullito de vida,
retoño del amor,
eres milagro, júbilo, promesa;
tú me acercas a Dios.


Muñeca de sonrisas,
eres un bullicioso terroncito de sol.


*De María Amelia Schaller. masch@arnet.com.ar








MI NO SER*



No preguntes por mí,
mis cosas guardarán mi secreto
bosquejado en noches sin sueño,
en la casa sin ruidos
y tras puertas cerradas
no habrá un decir que defina
esa imagen inconclusa
que dejé en un rincón
de la alcoba vacía y sin luz.
No preguntes por mí,
si no importó ayer
se esfumará en el mañana
sin reproches, sin quejas.
La vida se une a la nada
cuando termina el camino...



*De Emilse Zorzut. zurmy@yahoo.com.ar








HAZME UN CUENTO*


A mi hija Sarah



Hazme un cuento, niña mía,
Que no logro esta noche
A pesar de mi cansancio
Conciliarme con el sueño.

Antes que huyan las sombras,
Háblame de los veleros
Que navegan entre estrellas,
De amantes que se despiden

A la orilla de los puertos.
De ciudades sumergidas,
De palmeras y de arenas,
De amores que no se encuentran,

De pozos en el desierto...
Porque esta noche, mi niña,
Para olvidar tantas cosas
Necesito de tus cuentos.



*De Marié Rojas.
La Habana. Cuba.






*


La niña lee
La niña lee con ojos de voyeur
libros que fosforecen en el verde de las encuadernaciones.
¿Es la mirada una punta de palabra imposible ?
Los dedos piel de navajas -redes que abren, cierran papel-.
Castigo por el Crimen de la fuga del patio donde la niña lee.
Acostada en todos
Regazo - enredadera de voces,
Manon, Ema Bovary o un jardín desplomándose en cerezas.
Inocente-perversa, revancha contra las sombras.
La niña lee.


*De Cristina Villanueva cristinavillanueva.villanueva@gmail.com







LA DESVENTURA DE UN HOMBRE COMÚN*


Crónicas del Hombre Alto (n° 69)


¿Por qué las imágenes de un hombre que se desgañita frente al televisor mientras observa impotente cómo el equipo de sus amores se va irremediablemente al descenso se transforman en el video casero más visto de la semana en YouTube? ¿Por qué dos millones de personas (¡dos millones!) decidimos destinar seis minutos de nuestras vidas a reírnos del calvario de ese sufrido hincha de fútbol? Misterios de esta era de voyeurismo cibernético en que la vida privada de las personas se transforma en pública con sólo un doble click. Uno puede suponer que los hinchas de Boca encuentran cierto malsano regocijo en contemplar la contrariedad de un hincha de River. Con idéntica lógica, uno puede inferir que los hinchas de River encuentran en esas imágenes el reflejo de su propio desencanto y, por ende, el consuelo de sentirse hermanados con otro en el padecimiento. Pero, y el resto ¿por qué lo mira?

La respuesta elemental sería: porque el video es verdaderamente muy gracioso. Se sabe, a la hora del humor una palabrota bien utilizada siempre resulta efectiva para generar carcajadas. La palabrota es catártica, liberadora tanto para el que la pronuncia como para el que la escucha. ¿Qué decir, entonces, de esta ametralladora humana de insultos que se revuelve en su asiento presa de la desesperación? Por otra parte, el contraste de su conducta con el contexto en que la lleva a cabo potencia el efecto hilarante: el hombre no está en la cancha, rodeado por una multitud rugiente que retroalimente su furia; está en su casa, en compañía de familiares que no lo secundan en el festival de improperios. Sucede, por último, que aquí no hay nada guionado. El protagonista no está actuando, no arma un personaje “vendible” para la cámara, no pretende seducir a la audiencia (de hecho, el hombre no sabía que la familia lo estaba filmando) y ese ingrediente de frescura no es menor en una época en la que los medios, bajo una máscara de informalidad generalizada, no dejan margen para la espontaneidad porque todo se hace y se dice en función de la cámara frente a la cual se lo dice y se lo hace. Es cierto que esos mismos medios, de la noche a la mañana, han erigido a Santiago “Tano” Pasman en “el hincha de River más famoso” y ya están dando inequívocas muestras de querer usufructuar el fenómeno, pero allí radica justamente lo diferente: por una vez, son los medios los que corren detrás de un fenómeno impuesto por el público, y no a la inversa, que es lo que ocurre casi siempre.

Bien, el video es gracioso. ¿Alcanza entonces esa respuesta elemental para justificar la asombrosa difusión que tuvo en –y gracias a- las redes sociales? No. Hay muchos videos desopilantes que circulan por Interner y sin embargo no obtienen la masividad de éste. Habrá tal vez que ahondar la cuestión inicial y preguntarse ya no por qué nos reímos, sino de qué nos reímos.

Haciendo una mixtura entre psicología de café y sociología de sobremesa, podríamos aventurar una hipótesis de trabajo: hay una evidente identificación de los espectadores del video con la víctima de la desgracia exhibida en el mismo. Y es que la situación vivida por este comerciante bonaerense (seguramente incomprensible para quienes permanecen impermeables a las pasiones que suele provocar el fútbol) no puede resultarle ajena a ninguna persona que haya adquirido el hábito de sufrir por una camiseta. Del mismo modo en que una lupa revela con mayor detalle las texturas de un objeto, el video nos devuelve una imagen exacerbada de nuestra propia condición de hinchas. No nos reímos del pobre “Tano” Pasman; en realidad nos reímos de nosotros mismos porque él, sin proponérselo, ha encarnado la representación caricaturesca de cada uno de nosotros. No todos reaccionamos de esa manera, claro, no todos somos tan desaforados como él, pero el núcleo emocional de nuestro gen futbolero queda expuesto allí en su dimensión más descarnada y sin filtro alguno. Así de subjetivos y arbitrarios podemos ser, así de hirientes y heridos, así de risibles y patéticos. Al igual que “Esperando la carroza” o cualquier otro exponente del grotesco nacional, el video del “Tano” Pasman nos ofrece una versión exagerada de nuestra idiosincrasia y, con ella, un recurso inmejorable para poder reconocernos.

Lo paradójico de todo esto es que, por debajo de su comicidad involuntaria, el video es el testimonio brutal de una frustración. Vemos a un hombre común que está dolido y grita como un energúmeno porque su capacidad de insultar es la única arma de la que dispone frente a una realidad adversa que no puede controlar ni modificar. Asistimos a una tragicomedia donde el héroe es derrotado. Y aunque no podamos evitar la risa ante la desmesura de su reacción, hay algo profundamente conmovedor en esa batalla tan desigual entre ilusión y resultado, un matiz existencial que se cuela en el conflicto deportivo, lo excede, lo vuelve universal y nos recuerda que, en cierta forma, ninguna derrota nos es enteramente ajena. Desde esta perspectiva, adquiere sentido el conciso mensaje que un usuario de Facebook dejó asentado en su muro: “El Tano Pasman somos todos”.


*De Alfredo Di Bernardo. alfdibernardo@fibertel.com.ar







Queríamos (y odiábamos) tanto a McLuhan...*

Se cumple un siglo del nacimiento del pensador canadiense, creador de metáforas célebres, como "la aldea global" y "los medios como ambiente". Aun quienes lo critican por sus ambivalencias admiten que abordó el tema de la comunicación con notable visión de futuro



*Por Ana María Vara
Para LA NACION

¿Utopista o apocalíptico? ¿Aristócrata de las letras o gurú de los nuevos medios? ¿Pensador de avanzada o delirante? En Marshall McLuhan esas oposiciones no se excluyen. Tampoco se acomodan tranquilizadoramente en una sucesión cronológica: aunque es posible trazar el recorrido de sus ideas, que se van explicitando a lo largo de cuatro décadas, no puede argumentarse de manera unívoca que su pensamiento se desplazara del punto A al B mientras se enumeran sus libros.
A poco de cumplirse el centenario de su nacimiento, el próximo jueves, y a más de treinta años de su muerte, la obra de McLuhan resulta tan sugestiva e incómoda como en sus inicios. Su "mensaje" sigue vivo, fascinante y abierto. Así como tempranamente se lo quiso y se lo denostó, a la vez, por conservador y por hippie , hoy es retomado tanto por autores que celebran la era digital como por quienes la reprueban y la temen. Musa honoraria del artista Andy Warhol, cómplice de los magnates de los medios para el crítico de la cultura Raymond Wiliams y un joven Jean Baudrillard, genio en la línea de "Newton, Darwin, Freud, Einstein y Pavlov" para el escritor Tom Wolfe,personaje de Woody Allen en Annie Hall, donde aparece en un cameo; "santo patrono" de la revista hipertecnológica Wired ;profeta que alerta sobre el fin de la política y el pensamiento riguroso, según un humanista como Neil Postman; más recientemente, augur del "capitalismo metafísico" y el mundo de los derivatives , que llevaría a la crisis financiera de 2008, para el crítico Scott Lash: algún nervio de la cultura contemporánea ha tocado quien proyecta una imagen tan intensa y caleidoscópica.
En su itinerario, cinco ciudades son cruces vitales e intelectuales: Winnipeg,Cambridge, Saint Louis, Toronto y Nueva York. Canadiense y nieto de canadienses de origen irlandés, McLuhan creció en un ámbito semirrural hasta que la familia se mudó a Winnipeg, donde estudió en la Universidad de Manitoba. Allí completó un bachellor y un máster en literatura.
A los veinte años, ya se conocía a sí mismo lo suficiente como para describir con precisión su modo de discutir: "Me gusta argumentar contradiciendo los hechos (por diversión). Es bastante fácil sostener una posición en contra de cualquiera, especialmente si uno conoce el caso por completo (a favor y en contra) mientras que tu oponente sólo conoce un lado, no importa si bien o mal". Y a los veintiuno, ya reflexionaba sobre los medios de comunicación y vagamente delineaba su primer libro, que escribiría dos décadas más tarde: La novia mecánica , un estudio sobre la cultura popular y la publicidad. Tras escuchar una conferencia sobre economía, apuntaba en su diario, entre el espanto y la admiración:
La sobreproducción resulta en un fuerte ataque al bolsillo del individuo. Siempre se apela a un sentimiento poderoso: miedo, orgullo, sexo, riqueza, ambición, etc. En cincuenta años, si no incurren en extremos absurdos, un volumen con los eslóganes y trucos publicitarios de 1930 va a resultar una lectura más interesante que cualquier otra cosa escrita por esta generación.
Mientras completaba su tesis de maestría sobre el poeta victoriano GeorgeMeredith (1828-1909), se presentó a una beca para Cambridge. Llegó en octubre de 1934 y se integró inmediatamente a la rutina de clases, conferencias, discusiones y remo. Para un estudiante que organizaba sus veranos como ciclos de lectura y se lamentaba de que los exámenes en la Universidad de Manitoba sólo duraran dos horas, el ambiente deCambridge resultó adecuado. No se le ocurrió lamentarse de que la magna institución británica le exigiera recomenzar desde el bachellor : por entonces nadie creía en la globalización educativa y todos los títulos tenían que revalidarse.
De la lista de profesores e intelectuales que conoció en aquellos años, Gilbert Keith Chesterton fue quien dejaría una marca más profunda en su formación, al resultar una influencia decisiva en su conversión al catolicismo. "Conozco cada palabra de su obra: es responsable de mi entrada en la iglesia. Escribe por paradojas, lo que lo hace difícil de leer, o difícil con el lector", escribió McLuhan. Al caracterizar el estilo de su maestro, el canadiense parece estar hablando del suyo, hecho de juegos de palabras, de contrasentidos, de alusiones, de figuras literarias. "El medio es el mensaje", la sentencia más conocida de McLuhan y la que condensa de manera más clara su aporte al estudio de la comunicación, fue caracterizada como "una paradoja chestertoniana" por uno de sus biógrafos, W. Terence Gordon, profesor de la Universidad Dalhouise, de Canadá. Con ella, McLuhan "nos invita a la reflexión y nos desafía a internarnos en sus profundidades, a interpretarla, a continuarla, a entenderla transformándonos en su contenido, el verdadero principio que propone la frase".


Entre el teatro isabelino y la guerra


De regreso en casa, McLuhan comenzaría la docencia en la Universidad de Wisconsin,en Estados Unidos. Pronto pasaría a la de Saint Louis, de los jesuitas, donde enseñó entre 1937 y 1944 y donde encontró a su discípulo más destacado: el sacerdote y filólogo Walter Ong. Por entonces también conocería a su esposa, Corinne Lewis, con quien se casó en 1939 y tendría seis hijos. Juntos viajaron a Cambridge para que McLuhan terminara su máster. Otra curiosidad de una institución varias veces centenaria: mientras esperaba la entrega del título, McLuhan era oficialmente un estudiante de grado y, como tal, debía volver a su casa, cual Cenicienta, antes de la medianoche. Corinne se convirtió en su guarda oficial, encargada de escribir los informes sobre su conducta.
Con la guerra europea ya declarada, la pareja volvió a Saint Louis. McLuhan completaría su doctorado, dedicado a la historia de la retórica y al análisis del dramaturgo isabelino Thomas Nashe, en diciembre de 1943. Una tesis fundamental surgiría de ese trabajo: la importancia del lenguaje en la comprensión del mundo y la relación entre gramática y ciencia. No en vano, uno de los autores analizados fue el empirista Francis Bacon,considerado uno de los fundadores de la ciencia moderna.
Desde los tiempos de los neoplatónicos y Agustín hasta Bonaventura y Francis Bacon, el mundo fue visto como un libro, cuyo lenguaje perdido era similar al habla humana. Por lo tanto, el arte de la gramática no sólo proveía un acercamiento al Libro de la Vida en términos de la exégesis de las escrituras, sino también al Libro de la Naturaleza.
En este pasaje de su tesis doctoral, Gordon ve el germen de la perspectiva mcluhaniana hacia los medios de comunicación: tanto el lenguaje como los medios son formas de acercarnos a la realidad. Ambos nos permiten ver y comprender; ambos, también, condicionan esa mirada. No todos los críticos coinciden: el historiador Marshall Fishwick considera que hay un quiebre fundamental entre el McLuhan de los libros y el de los medios, y encuentra la causa en su trabajo como profesor: en el choque de la alta cultura con la apatía de sus estudiantes, inmersos en la cultura de masas, que lo incitó a "dejar de ser platónico para convertirse en aristotélico".
Así como los años en Saint Louis representan el inicio de la carrera intelectual de McLuhan, los de Toronto, donde llegó en 1946 y se quedaría hasta su muerte en 1980, son los de la madurez. Antes de anclar allí, tuvo un breve paso por el college católico Assumption, en Canadá, cuando, sobre el final de la guerra, dejó Estados Unidos para evitar el reclutamiento.
Sobre la importancia del catolicismo en la obra de McLuhan hay diferentes posiciones. Desde quienes sostienen que la religión quedó restringida a la esfera privada, como el biógrafo Philip Marchand, hasta quienes definen a McLuhan como un " homo Catholicus , un ser universal cuya vida fue el contenido de su comprensión del mundo", en la interpretación de la joven investigadora Tina Edan. De lo que no puede dudarse es de que siempre prefirió establecerse entre miembros de la grey. Su carrera se desarrolló casi exclusivamente en instituciones vinculadas a la Iglesia, incluso en la secular Universidad de Toronto, donde se incorporó al college católico de Saint Michael: fue allí uno de los dos únicos profesores que no eran sacerdotes.
En Toronto, McLuhan inició una fructífera colaboración con el antropólogo Edward Carpenter, con quien estableció un seminario y fundó la revista Explorations , que se publicó originalmente entre 1953 y 1955, y tuvo dos regresos: entre 1956 y 1959, y de 1964 a mediados de los años setenta. El análisis de los medios masivos juntamente con la alta literatura despertó la suspicacia de los puristas, que veían en ese acercamiento un gesto oportunista, lo que inició una corriente de malestar en la universidad que perseguiría a McLuhan hasta el fin de su carrera. El éxito de La novia mecánica (1951), La galaxia Gutenberg (1962) y, finalmente, Comprender los medios de comunicación (1964) acallaría por momentos esas voces.
Lo demás es la conocida apoteosis. McLuhan se convirtió en una figura de los medios estadounidenses: Time , Newsweek , Playboy (que le dedicó un largo y docto reportaje en 1969), las cadenas de televisión, la radio y el dorado circuito de conferencias en encuentros de empresarios, reservado a ex presidentes y grandes personajes, con apreciables reconocimientos económicos.
Menos recordado es que, cual tardío Roberto Arlt, también creó con colegas una empresa de consultoría, Ideas Consultants, desde la que imaginó productos y servicios entre lo original y el disparate: una colonia para alérgicos, un dispenser para curitas, jabones y shampúes en cápsulas descartables, cartas parlantes basadas en un dispositivo electrónico. También, propuestas para los medios (entre ellas, una columna para el diario con frases de los chicos) y programas de televisión, como uno basado en la solución de problemas a través de la acción colectiva de la audiencia.
Al incorporarse al grupo el diseñador Harley Parker, la creatividad se multiplicó: puertas de garaje que se activan cuando el auto pasa por una barra en el piso, envases de aluminio para gaseosas, cenas congeladas, paredes aislantes del ruido de colocación temporaria, juguetes para incluir en las cajas de cereales y de sopas. Aunque a veces lograban entusiasmar a los empresarios, la mera diversidad de su cartera hacía imposible el seguimiento. Basta consignar que no se hicieron millonarios.


Lo viejo, lo nuevo, las metáforas
La hipérbole de Tom Wolfe, que coloca a McLuhan junto con Newton, Darwin y Einstein -de la que luego se retractaría-, no sólo evidencia la fama que alcanzó el canadiense en los tiempos del pop. Más importante es que nos enfrenta a preguntarnos acerca de la originalidad y el valor de su trabajo. ¿Qué dijo de nuevo? ¿Nos hizo cambiar la manera de pensar acerca de los medios o la cultura? En términos foucaultianos, aunque es oportuno aclarar que el francés nunca habló de él: ¿fue McLuhan un "fundador de discursividad"? ¿De una manera de ver el mundo, de entender cómo somos los seres humanos, de razonar acerca de lo social?
Con respecto a los autores que podrían haberlo inspirado, Lance Strate, discípulo de McLuhan en la Universidad Fordhamde Nueva York, rastrea en Lewis Mumford el origen de algunas ideas centrales del canadiense: que los medios son extensiones de nuestros sentidos y que, por lo tanto, alteran nuestra percepción; que el contenido de un medio es otro medio; que la tecnología constituye un nuevo ambiente. Mumford también dio a la imprenta, como McLuhan, un papel central en el desarrollo de la historia, aunque secundario con respecto a otra tecnología: el reloj.
Harold Innis es otro autor fundamental: economista y colega del canadiense en la Universidad de Toronto, puso énfasis en la relación entre diferentes medios y el desarrollo de imperios. También es significativo el trabajo del francés Jacques Ellul, quien en La sociedad tecnológica (1964) sostiene que hemos entrado en una fase histórica en la que entregamos el control de los asuntos sociales a las tecnologías.
Por otra parte, si bien sus libros sostienen tesis fuertes, explicitadas en los mismos títulos, no puede decirse que haya un cuerpo de doctrina mcluhaniano. Por ejemplo, Comprender los medios de comunicación . Las extensiones del hombre invita inmediatamente a pensar en las distintas tecnologías como continuación del cuerpo humano, como amplificación de sus capacidades. Eso es exactamente lo que se propone decir: la radio extiende el oído; la televisión, los ojos; la ropa, la piel; el automóvil, las piernas. Vale aclarar que su noción de "medio" es bastante más amplia de lo convencional. Sin embargo, ninguna de sus obras está escrita como un tratado que busca probar cada una de sus tesis. McLuhan evitó deliberadamente construir argumentaciones que sustentaran sus propuestas, interrumpiendo de manera reiterada su línea expositiva, provocando al lector con ejemplos, con referencias literarias o mitológicas, con excursus anecdóticos, con metáforas poderosas.
Quizás en este último aspecto se encuentre una de las claves de la riqueza y ambivalencia de su pensamiento: metáforas y analogías como "la aldea global", "los medios como ambiente" o "el espejo retrovisor", con su belleza, su aparente simplicidad y su profunda polisemia, logran simultáneamente condensar ideas y despertar la imaginación de sus lectores. Esta hipótesis también explicaría la popularidad de McLuhan entre expertos y legos, lo que le ganó un lugar en las revistas de actualidad, la televisión y las bibliotecas de las universidades.
Con el tiempo, esas imágenes se revelaron como núcleos de significación sobre los cuales oponentes y seguidores seguirían reflexionando, aportando nuevas definiciones, reinterpretado y reactualizando sus ideas. Si "la aldea global" evoca el tribalismo, resuena entre los hippies ; si se vincula a los tiempos de la oralidad, invita a pensar la historia en términos de analfabetismo y alfabetización; si alude a la posibilidad de crear comunidades que trasciendan las fronteras, convoca seguidores entre los libertarios y los adoradores de Internet.
Por otra parte, ¿qué significa "el medio es el mensaje"? Es, antes que una descripción, una prescripción: que debemos prestar tanta o más atención al medio que a su contenido. A la ventana y al vidrio, más que al paisaje que parece entrar por ella. McLuhan advierte sobre los efectos que el medio tiene en nuestra percepción, en nuestra sensibilidad, en nuestro entendimiento. La ventana encuadra, recorta, refracta, refleja. El paisaje, sin embargo, no es rectangular ni inodoro ni insípido. El paisaje es frío, ventoso, confuso, tiene zumbidos, es inabarcable, pasa por nuestras manos, nuestro cuello, nuestra cabeza tanto como por nuestros ojos. La ventana lo aplana, lo silencia, lo fija, lo climatiza. Podemos meditar sobre el paisaje en lugar de lamentarnos por el frío: eso es lo que McLuhan llama "acción sin reacción", esa separación entre pensamiento y afecto característica de la era de la imprenta. En síntesis, la ventana nos ofrece una versión del paisaje que es pura mirada y punto fijo.
Transformaciones tan intensas, pero en distintos sentidos, hace cada medio con la realidad: el libro convierte las palabras en cosas, fijas en el papel y desapasionadas; la radio convierte los cuerpos en voces; Internet nos ofrece todos los medios en distractiva simultaneidad. En la medida en que olvidemos que están allí, intermediando, los medios nos condicionan todavía más, porque pueden actuar sobre nosotros sin resistencia. Sobre ese condicionamiento habitual y peligrosamente inadvertido, McLuhan quiere alertarnos, sobre sus efectos en las personas y en las sociedades.


Los sucesores

Dicho esto, sí puede hablarse de una escuela mcluhanista, y no vagamente mcluhaniana, que suele denominarse Escuela de Toronto o Ecología del Medio y que trabaja sobre las especificidades de los medios de comunicación. Si en las críticas también se juega la verdad de un autor, no en vano McLuhan ha sido menospreciado por su mero "determinismo tecnológico". Además del Programa McLuhan en Cultura y Tecnología (creado en la Universidad de Toronto y dirigido sucesivamente por David Olsen, Derrick de Kerckhove y Dominique Scheffel-Dunand) se destacan dos autores que lo reivindican explícitamente y que construyeron teorías a partir de sus iluminaciones: Walter Ong y Neil Postman, en las universidades de Saint Louis y Nueva York, ambos fallecidos en 2003.
En su libro Oralidad y escritura. Las tecnologías de la palabra , publicado en 1982 y devenido longseller , Ong comienza comentando el descubrimiento del origen oral de la Ilíada y la Odisea , para luego articular una serie de investigaciones sobre los efectos de los medios de comunicación en distintas sociedades. Siguiendo a McLuhan, hace una heterodoxa periodización de la historia: a partir, no de acontecimientos políticos, sino del cambio de un medio a otro.
Oralidad, escritura alfabética, imprenta, medios electrónicos: ésas son las eras que ha atravesado Occidente en su desarrollo. Tránsito que explica, también, su excepcionalidad. Para Ong, como para McLuhan, el libro y la lectura silenciosa habrían inducido el desarrollo del pensamiento riguroso y desapasionado que sentó las bases de las características fundamentales de la cultura occidental: la ciencia y tecnología, la democracia, pero también el individualismo, el militarismo, la voluntad y la capacidad de sojuzgar a todos los pueblos del mundo. Es la "larga tradición de fraccionar para dividir", en palabras de McLuhan.
Dado que estamos sobre el final de la era de la imprenta y ante el advenimiento de los medios electrónicos, queda abierto un inmenso interrogante sobre el futuro de Occidente y de la humanidad, habida cuenta de su poderío: ¿el telégrafo, la radio, la televisión, Internet auguran un tiempo de acercamiento total, en que los imperios sangrientos serán imposibles? En Comprender los medios de comunicación , McLuhan apunta en este sentido al proclamar que las computadoras podrían permitir la comunicación global sin necesidad de palabras y, por lo tanto, de traducciones, dando lugar al surgimiento de una "conciencia cósmica universal" -una expresión que toma del filósofo francés Henri Bergson- y a un período de "perpetua armonía y paz colectivas". Sí, parece hablar de Internet, aunque está escribiendo en 1964.
El enfoque de la ecología de los medios permite imaginar otros futuros posibles bastante menos auspiciosos. El abandono de los libros -o su simple relegamiento a segundo plano- podría dar paso a un pensamiento vacuo, asistemático, y por lo tanto, al surgimiento de nuevas tiranías, una vez que los ciudadanos se vieran despojados de la capacidad de razonar adecuadamente sobre lo que importa. Quien exploró esta respuesta fue Postman, al trabajar en especial en los efectos de la televisión sobre la cosa pública, como medio dominante en la segunda mitad del siglo XX. Apocalíptico asumido, en su libro Divirtiéndonos hasta morir (1984), proclama el fin de la política, un estado en el que los ciudadanos son controlados no por el Gran Hermano orwelliano sino por el trivial "mundo feliz" de Aldous Huxley.
¿Por qué? Porque la televisión, como tecnología de imágenes que cambian sin cesar para atrapar el ojo del espectador, está intrínsecamente orientada al entretenimiento y no a la reflexión. En ese sentido, como medio de discusión de la cosa pública, hace imposible la exposición razonada de propuestas, al privilegiar las caras sobre las mentes, la belleza sobre la inteligencia. Postman escribía en tiempos de la presidencia del actor Ronald Reagan: un epílogo que le regaló la historia fue el posterior ascenso de otro político hollywoodense, el "governator" Arnold Schwarzenegger al frente de la séptima economía del mundo, el estado de California. Y sin necesidad de dejar de filmar.
Más recientemente, una serie de investigaciones sobre el funcionamiento del cerebro agregan un nuevo motivo de preocupación, por el lugar central que han pasado a ocupar las computadoras y las tecnologías interactivas. En Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (2010), el periodista científico Nicholas Carr compila una miríada de trabajos que analizan el impacto distractor de estar permanentemente conectados. E-mail, Twitter, páginas web, celulares: todo funcionando a la vez hace que nuestro cerebro se acostumbre a una dinámica de mensajes breves, simples, que deben ser procesados de manera inmediata. Estímulos constantes que nos impiden sumergirnos en una experiencia cognitiva profunda: una situación que pasa de ser electiva a convertirse en una adicción. Sentimos que no podemos desconectarnos.
McLuhan consideraba los medios "tecnologías de aprendizaje", y es en este aspecto en el que las investigaciones comentadas por Carr son más inquietantes. Leer en pantalla no es lo mismo que leer un libro: el mero hecho de detenernos a considerar si debemos o no cliquear en un hipervínculo ya interrumpe el flujo de nuestros pensamientos. Aunque no se encolumna en la ecología de los medios, Carr cita no sólo al canadiense, sino también a Ong y a Postman. El imperio de la diversión impuesto por la televisión como medio dominante parece estar siendo desplazado por el de la distracción. Pero no lo vemos. "La pantalla de la computadora aniquila nuestras dudas con sus recompensas y comodidades. Nos sirve de tal modo que resultaría desagradable advertir que también es nuestra ama", señala Carr. Parece tener en mente el aforismo mcluhaniano: "Damos forma a nuestras herramientas, y luego ellas nos dan forma a nosotros".
Quizá la originalidad radical de McLuhan haya consistido en su capacidad de atravesar disciplinas, enfoques, esferas sociales, industrias: en una profunda desespecialización del pensamiento, que hizo posible que las conclusiones de estudios antropológicos se cruzaran con trabajos sobre el origen oral de los poemas homéricos, las neurociencias, la historia de la ciencia y la tecnología, la historia de la cultura, los estudios de los medios. En todo caso, no sólo quienes se presentan como sus seguidores continúan pensando en las preguntas que dejó abiertas.


EL ESTILO ES EL MENSAJE

Abundan las anécdotas sobre los juegos de palabras en los que McLuhan enredaba a sus interlocutores. Quizá la más significativa sea una versión sobre el título de su libro El medio es el masaje (1967), realizado junto con el diseñador Quentin Fiore. Ilustra sobre los efectos de los medios en los sentidos y llegó a ser un auténtico best seller , con un millón de ejemplares vendidos en el mundo.
Hay quien cuenta que el título surgió, simplemente, de un error tipográfico: debía decir El medio es el mensaje . Pero parece que los originales llegaron fallados y McLuhan, divertido, comentó: "Está perfecto". Tiene lógica: cada medio masajea un sentido al amplificarlo, y en el mismo momento, lo anestesia y lo reemplaza. El automóvil potencia la capacidad de desplazamiento de nuestras piernas y las atrofia a la vez. La televisión nos permite ver lejos, tan lejos que ya no miramos lo que tenemos alrededor. El teléfono nos acerca a los ausentes y nos aleja de los presentes.
El juego de palabras en torno a su aforismo más resonante continuó en varios intercambios con colegas y en conferencias: message (mensaje), mess age (era del desorden), massage (masaje), mass age (era de las masas); medium (medio), tedium (tedio). Las diferentes expresiones parecen predestinadas a confundirse e iluminarse mutuamente. McLuhan no se privó de entremezclarlas, como cartas de tarot que interrogan el azar o las raíces del lenguaje.


EL ARTISTA COMO MAESTRO

McLuhan confiaba en el papel de los artistas para despertar las conciencias sobre los impactos de los medios: "El arte es un sistema de alerta temprano en el que podemos confiar para que le diga a la vieja cultura lo que está comenzando a ocurrir". En esa línea, el diseñador y videoartista Paul Guzzardo ha trabajado intensamente, preocupado sobre todo por los efectos de la digitalización en todos los aspectos de la vida social: la seguridad, la investigación científica, el uso del espacio.
Entre sus proyectos, ha ambientado el Club Cabool, un night-club, en los comienzos de la banda ancha. Uno de sus insumos fueron las imágenes que acababa de digitalizar del Museo del Prado, que propusieron un sugestivo contraste entre la liviandad y la reflexión, la frivolidad y el espanto. Guzzardo se apoyó bastante en la serie "Los desastres de la guerra", de Goya. Otro trabajo renovador fue la creación de un laboratorio de medios al aire libre, en la ciudad de Saint Louis, su base de operaciones y una de las ciudades fundamentales en el derrotero del canadiense. ElMediaArts Lab funcionó entre 1999 y 2001 en las instalaciones de una antigua zapatería: nuevos artistas de las computadoras, la música y el video se encontraron y dieron a conocer en la calle sus trabajos, sorprendiendo a los transeúntes y revitalizando un distrito industrial en decadencia.
El proyecto Secret Baker buscó alertar a los estaodunidenses sobre las realidades del Estado controlador, al exponer los expedientes secretos del FBI sobre la cantante y bailarina Josephine Baker en documentales, en pantallas rodantes, en teatros y proyecciones sobre las paredes.
Al elegir a la bellísima artista negra, Guzzardo también buscó acercar a las distintas comunidades de Saint Louis, una ciudad marcada aún hoy por las distancias entre blancos y negros.


LA LUZ, LA METAFISICA Y LOS DERIVATIVES

Quizás una de las reivindicaciones de McLuhan más inesperadas sea la del británico Scott Lash, uno de los fundadores de los estudios culturales y discípulo de Raymond Williams.
En 1974, Williams relegó al canadiense al infierno de la irrelevancia y la complicidad con el gran capital mediático en su libro Televisión. Tecnología y forma cultural (traducido este año al español). Sostuvo allí que la teoría del canadiense era "explícitamente ideológica", es decir, veladamente reaccionaria: al poner el acento en el efecto de velocidad de la tecnología, olvidaba que "toda esa transmisión está inmediatamente seleccionada y controlada por las autoridades sociales existentes". Una crítica similar a la que había hecho en 1967 un joven Jean Baudrillard, en su reseña de Comprender los medios de comunicación para la revista L'Homme et la Societé .
La respuesta llegó treinta años después, y en tonos tan proféticos como los del McLuhan más clásico. En un texto de 2005 compilado por Leonor Arfuch en el libro Pensar este tiempo , Lash sostiene que, a partir de 1989, de cuando data el comienzo de la globalización, el análisis marxista de Williams pierde vigencia para ser reemplazado por el tecnologicista de McLuhan.
En la medida en que las finanzas tomaron el lugar de la economía, el capitalismo dejó de ser "físico" para volverse "metafísico": la velocidad de transmisión de la información gana un lugar central, por sobre la capacidad de control de las personas. Es en la luz de las pantallas de las bolsas mundiales donde está el poder. Es significativoque en su argumentación Lash mencione losderivatives, instrumentos financieros altamente abstractos, que han sido considerados una de las causas de la crisis financiera mundial iniciada en 2008 y todavía en curso.



*Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1389005-queriamos-y-odiabamos-tanto-a-mcluhanel-estilo-es-el-mensajeel-artista-como-maestro-la-luz-l








Bienvenidos al desierto de lo real*


La última fantasía paranoica norteamericana es la de un individuo que vive en un idílico pueblo californiano, un paraíso del consumo, y de pronto comienza a sospechar que el mundo en el que vive es una farsa, un espectáculo montado para convencerlo de que vive en la realidad, un show en el que todos a su alrededor son actores y extras. El ejemplo más reciente de esto es The Truman Show, de Peter Weir, en la que Jim Carrey encarna al empleado local que gradualmente descubre la verdad: que él es el héroe de un show televisivo transmitido las 24 horas, y que su pueblo es, en rigor, un gigantesco set de filmación por el que las cámaras lo siguen sin interrupción. Entre sus predecesores, vale la pena mencionar la novela Time Out of Joint (1959) de Philip K. Dick, en la que el héroe vive en un idílico
pueblo californiano a fines de los 50, y gradualmente descubre que toda la ciudad es una farsa montada para mantenerlo satisfecho... En ambos casos, el mensaje es elocuente: el paraíso del consumo capitalista es, en su hiperrealidad, irreal, insustancial, privado de toda inercia material.
Matrix (1999), el éxito de los hermanos Wachowski, llevó esta lógica a su climax: la realidad material en la que vivimos es virtual, generada y coordinada por una mega-computadora a la que todos estamos conectados; cuando el héroe (Keanu Reeves) despierta a la "realidad real", lo que ve es un paisaje desolado, sembrado de ruinas humeantes: lo que quedó de Chicago después de una guerra mundial.
Morpheus, el lider de la resistencia, lo recibe con ironía: "Bienvenido al desierto de lo real". ¿No fue algo de un orden similar lo que sucedió en Nueva York en 11 de septiembre? Sus ciudadanos fueron introducidos al "desierto de lo real"; a nosotros, corrompidos por Hollywood, la imagen de las torres derrumbándose no pudo sino recordarnos las pasmosas escenas del cine catástrofe. Cuando escuchamos hablar de lo inesperados que resultaron los atentados, deberíamos recordar la otra catástrofe crucial, a comienzos del siglo XX: la del "Titanic". aquello fue un shock porque, en la fantasía ideológica, el transatlántico era el símbolo de la civilización industrial del siglo XIX. ¿Se puede afirmar lo mismo de los atentados? No sólo los medios nos bombardeaban con el discurso de la amenaza terrorista; sino que
esta amenaza estaba obvia y libidinalmente abonada (alcanza con recordar películas como Escape de Nueva York y Día de la Independencia). Lo impensable que sucedió ahora era, a su vez, objeto de fantasía: de alguna manera, Estados Unidos tuvo lo que tanto fantaseaba, y ésta fue la mayor
sorpresa.
Ahora, mientras lidiamos con la cruda realidad de la catástrofe, debemos considerar las coordenadas ideológicas que determinan la percepción de estos atentados. si hay algún símbolismo en el derrumbe de las torres, no es tanto la vieja noción de "centro del capitalismo financiero" sino, más bien, la
noción de que ambas torres representaban el centro del capitalismo virtual, el capitalismo de la especulación financiera desconectada de la esfera de producción material. El demoledor impacto de los atentados sólo puede medirse en relación a la frontera que separa el Primer Mundo digitalizado
del Tercer Mundo, "el desierto de lo real". La conciencia de que vivimos en un universo aislado y artificial genera así la noción de que un agente ominoso nos amenaza permanentemente con la destrucción total. Osama bin Laden sería, en consecuencia, la versión real de Ernst Stavro Blofeld, el cerebro diabólico que planea formas de destrucción planetaria en las películas de James Bond. Lo que uno debería recordar es que el único momento en las películas de Hollywood en que vemos el proceso de producción en toda su intensidad es cuando Bond penetra en la guarida secreta del cerebro diabólico y localiza en ella el centro de la producción criminal: el destilado y empaquetado de drogas, la construcción de un cohete o un rayo láser capaz de destruir Nueva York. Siempre, tras capturar a Bond, el criminal le ofrece un tour por sus instalaciones. ¿Y no es eso lo más que Hollywood se acerca a una orgullosa exposición socialista de los métodos de producción en una fábrica? La función de Bond es, por supuesto, volar todo por los aires, permitiéndonos volver a nuestra rutina en un mundo "sin clase
obrera". ¿Y no es el derrumbe de las Torres Gemelas esta misma violencia dirigida al amenazante Afuera estallándonos en la cara? La esfera en la que viven los norteamericanos se encuentra amenazada desde Afuera por terroristas impiadosos y cobardes, brillantes y primitivos. Cada vez que
encontramos un mal externo en estado tan puro, deberíamos juntar coraje para recordar la lección hegeliana: en este Afuera puro, debemos reconocer una versión destilada de nuestra esencia.
Durante los últimos cinco siglos, la ( relativa ) paz y prosperidad del Occidente "civilizado" se ha conseguido a través de la sistemática exportación de violencia y destrucción al Afuera "bárbaro" -de la conquista del Oeste a las matanzas en el Congo-. Aunque suene cruel e indiferente, debemos también considerar que el efecto de estos atentados es más simbólico que real. Estados Unidos acaba de saborear lo que sucede a diario en el resto del mundo, de Sarajevo a Grozny, de Ruanda a Sierra Leona. si a eso se suman las habituales mafias y patotas neoyorquinas, uno se puede hacer una idea de cómo era sarajevo hace diez años. (Además la idea de que Nueve York era segura es, también, una fantasía. eran sabidos los peligros que acechaban a cualquiera en cualquier esquina de la ciudad. De hecho, el ataque a las torres parece haber despertado una nueva solidaridad que permite, hoy, ver a un puñado de jóvenes afroamericanos ayudando a un judío anciano a cruzar la calle.)
Este "retorno a lo Real" dispara tramas hasta ahora impensadas. Para comentadores derechistas como George Will, esto marca el final de "las vacaciones que Estados Unidos se ha tomado del curso de la Historia": el impacto de la realidad desmorona la torre de la tolerancia y los estudios culturales. Ahora, Estados Unidos debe responder, debe enfrentar enemigos reales en el mundo real. ¿Pero a quién? Cualquiera sea la respuesta, nunca van a dar ciento por ciento en el blanco, nunca van a estar ciento por
ciento satisfechos. Un ataque norteamericano a Afganistán sería el colmo de lo ridículo: si la mayor potencia mundial destruye uno de los países más pobres del planeta, ¿no estaríamos frente al epítome de la impotencia?
Hay algo de cierto en la noción de "choque de civilizaciones" de la que se habla. Imaginen la sorpresa de un norteamericano promedio: "¿Cómo es posible que esta gente aprecie tan poco su propia vida?". ahora bien, ¿no es el reverso de esta sorpresa el triste hecho de que nosotros, en nuestro Primer mundo, encontremos cada vez más difícil siquiera imaginar una causa pública o universal por la que estaríamos dispuestos a sacrificar nuestra vida?
Ahora, en los días posteriores al atentado, oscilamos entre un evento traumático y su impacto simbólico, como en ese momento posterior a un corte profundo, cuando vemos la herida pero el dolor todavía no nos golpea plenamente. Ya se puede vislumbrar en qué símbolo se transformará este evento, cuál será su eficiencia y cómo se lo evocará para justificar actos posteriores. Pero este proceso nunca es automático, ni siquiera en los momentos de mayor tensión. Y ya aparecen los primeros síntomas: el día
posterior al atentado recibí el llamado de una revista para la que había escrito un artículo sobre Lenin; me avisaban que habían decidido postergar su publicación por considerar inoportuno hablar de Lenin bajo estas circunstancias. ¿No señala esto la dirección de las ominosas rearticulaciones ideológicas que vendrán? Puede que no sepamos con exactitud cuáles serán las consecuencias económicas, ideológicas y militares que traerán los atentados, pero una cosa es segura: Estados Unidos ya no puede considerar a sí mismo una isla aislada que presencia los acontecimientos mundiales a través de una pantalla. ¿Qué decisión tomarán? Hasta ahora, lo único seguro es que intensificarán su actitud: "¿Por qué debería sucedernos esto? Estas cosas no pasan acá". Actitud que, por supuesto, aumentará la paranoia y, por lo tanto, el grado de agresión hacia el temible Afuera. La otra opción es que se arriesguen a aceptar su llegada al mundo real y superen el "esto no debería suceder acá" para acceder al "esto no debería
suceder en ninguna parte". Pero para esto deberían aceptar tambien que nunca se tomaron "vacaciones del Curso de la Historia", sino que su paz se compró a base de catástrofes en otras partes. Ahí reside la verdadera lección de estos atentados.



*de Slavoj Zizek.
-Publicado en el suplemento Radar del Diario Página 12 del 23/09/01.





Correo:



Dicen que de barro somos,
Yo, soy barro del Salado.
Marta Goddio

SABADO 23 DE JULIO - 16hs.

COLECCIÓN LUZAZUL

PRESENTA


en La Casa Del Pueblo
Museo Histórico de Llambi Cambpell
"Cuadernos y Palabras"
Edición Cooperativa de los Autores


"Poemas del mismo barro"

-de Marta Goddio. martagt46@yahoo.com.ar


Con los que han estado siempre, los recién llegados, los por venir. siempre en ronda y junto al fuego de la amistad.
Poetas y trovadores. Palabra y música.

*Carlos Romero (Grupo "Nuevo Amanecer" - Llambi Campbell)

*Fabián Cabrera (Mendoza)

*Nilda Godoy y Cacho Hussein (Santa Fe)

*Entrega de la Colección Luzazul a bibliotecas de instituciones de la localidad y brindis.


ENTRADA LIBRE Y GRATUITA
Auspicia Comuna de Llambi Campbell



*

Inventren Próxima estación: SANTOS UNZUÉ.


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