domingo, noviembre 13, 2011
EDICIÓN NOVIEMBRE 2011.
*Dibujo: Ray Respall Rojas.
-La Habana. Cuba.
TRES TEOREMAS FUERTES*
Teorema 1: del proceso de liberación
El proceso de liberación no es placentero.
El proceso de liberación es doloroso:
Abre tus venas y te muestra que la sangre que corre no sólo es tuya,
Y muchos más antes que tú se han desangrado.
El proceso de liberación te muestra
Que a pesar de tu estúpida felicidad,
No eres libre.
El proceso de liberación te muestra
Que no sabemos qué es la libertad...
Y sólo los cobardes prefieren su inútil felicidad,
Pues sus corazones se amedrentan en sólo pensar
Que pueden vivir un proceso de liberación.
El proceso de liberación nos pone de frente
Ante el proceso histórico donde las relaciones de explotación
Ponen su pie sobre nuestras espaldas.
Y sin embrago,
El proceso de liberación debe darse,
Debe nacer en nosotros:
Sucio, áspero y para nada placentero...
El proceso de liberación se hace maravilloso y creativo
Si la ilusión por construir una identidad propia
(esa etérea fuerza que desconocemos dónde radica),
Alimenta y resana los cuerpos que han transitado el difícil comienzo
De un proceso de liberación.
Teorema 2: del cómo mirar tu sonrisa con calma
La ciudad me devora.
Me cubre con sus asfaltos,
Convierte mis piernas en apéndices suyos:
Me devora.
Su lluvia me ahoga.
Disuelve mi piel
Con el más dulce dolor
Que hay en sus sueños,
Me hace prisionero
De mi propio cuerpo:
Me devora.
Esta ciudad,
Acostumbrada al deambular
De los cuerpos sucios,
De los niños sin ropas:
En verdad me devora.
Toma mis venas y corazones
Y los mezcla con sus edificios,
Nos convierte en una masa
Informe y pestilente:
Me devora.
Teorema 3: el teorema de la redundancia
No te prometo el cielo,
Tampoco te prometo el infierno.
A lo único que llego,
Es a poder ofrecer mis manos.
No te ofrezco el día
Ni la noche,
Y mis manos
Sé que no son gran oferta.
Disculparás lo poco que prometo,
Pero aseguro
Que puedes hacer
Con ellas lo que quieras:
Puedes limpiar tus lágrimas,
Adornar tus risas,
Caminar con ellas entre tus manos...
Y lo más importante de todo:
Puedes contar hasta el número veinte,
En el momento que así lo decidas.
*De hugo ivan cruz-rosas. quetzal.hi@gmail.com
Sueño # 324. cub *
*Por Emilio Mozo.
Soñé que me había marchado. El cielo está nublado. Papá ha desaparecido en el aeropuerto. "Seguro que se ha perdido", dijo mamá sin convicción. El único recuerdo que me queda de ella es su adiós ondeando el antiguo pañuelo de encaje heredado de la tía Carmelina.
Anuncian el descenso.
Soy Humberto. Dieciocho años. Destino: Canadá. Sólo hablo español y desconozco la historia del país. Algo había leído sobre un tal Padre Llorente, quien había tratado de evangelizar a los esquimales en otro siglo. Desde entonces quise ser como él, emularlo y propagar la palabra de Cristo.
Me veo pasando por aduana e inmigración; camino por pasillos interminables. Llevo unos carteles de cine bajo la axila y con el otro brazo arrastro la incómoda maleta que tiene una rueda de plástico rota. Desde la pasarela rodante observo en dirección contraria a esa gente tan diferente a la que estoy acostumbrado a ver: dos esquimales sin rostro, enfundados en sus parcas. Los jugadores exageradamente altos de un equipo de básquet se me adelantan apresurados. Un tipo vestido al estilo hip-hop se vuelve y me mira sin demostrar ninguna emoción.
Busco la puerta de salida tratando de descifrar las letras rojas y verdes. Me detengo, intento comunicarme, mediante mi inglés elemental, con un individuo de seguridad:
- Juear go?
El agente, con un rostro que denota estrés, trata de comprender los sonidos que han salido de mi boca, pero, frustrado, se encoge de hombros y finalmente me pregunta:
-Where do you want to go?
Yo tampoco lo entiendo a él. El agente de seguridad sonríe y con un gesto de superioridad me toma por los hombros y me gira el cuerpo para colocarme en la dirección que debo seguir y me impulsa empujándome levemente con sus manos.
La maleta, los carteles y yo nos movemos con dificultad hasta llegar al área de recepción de viajeros. Paso por las grandes puertas automáticas (susurro "ábrete Sésamo", y sonrío); me encuentro con un gentío que saluda a los recién llegados agitando los brazos. Me ilusiono pensando que están allí para recibirme; disfruto el momento y tímidamente les devuelvo el saludo, aunque sé que esperan a los que ahora se me adelantan. Momentáneamente me siento abandonado hasta que tropiezo con un hombre disfrazado de sacerdote: es él; en las manos sujeta una cartulina con mi nombre: Humberto Mozo.
Al subir al coche intento sentarme a su lado. Me indica con un gesto brusco que me cambie al asiento trasero. Silencio. Me distraigo mirando por la ventanilla la gris autopista, los túneles que aparecen y desaparecen, muchos semáforos que se encienden y apagan -rojos, verdes, amarillos--. Repetición incesante. Silencio
Llegamos a la rue Cul de Sac. Entramos en una casa antigua, que parece vacía, donde falta algo; la siento fría, estéril. El cura carraspea como si fuera a pronunciar un sermón:
-Su habitación está tras la segunda puerta a la izquierda. Las comidas corren por su cuenta. Las luces se apagan a las diez, salvo que tenga que estudiar. No se permiten visitas, ni de hombres ni de mujeres. Espero que asista a misa todas las mañanas. Este sillón que ve aquí es mío y el único que se sienta en él soy yo. El tocadiscos es también mío y nadie debe tocarlo. ¿Me explico? Mañana se presentará ante el cónsul y también se matriculará en el Alexander Technical School. Le he conseguido un trabajo en la lavandería para que ayude con el costo de la manutención. Para conseguir que se asimile a la cultura del país sería preferible que no hablara en español. ¿Alguna pregunta?
-Sí, ¿quién más vive en esta casa?
Incómodo, responde:
-En este momento sólo usted. Si esa es la única pregunta que se le ocurre, le recomiendo que se acueste inmediatamente porque le espera un día bastante atareado mañana. Good night.
Cierro la puerta y me tiro en la cama que está todavía sin hacer. Noto el pequeño crucifijo que me espía desde la pared. Es evidente mi soledad. Me pongo de pie de un salto. Comienzo a pasearme por la que ahora me parece una celda. Comienzo a medir con mis pasos el tamaño del calabozo: uno... dos... tres...
Aburrido, saco del tubo, uno a uno y cuidadosamente, los carteles de cine que he traído conmigo y los aliso con la mano para quitarles las arrugas del viaje. Me interrumpe el fuerte sonido de unos pasos que suben y que finalmente se detienen delante de mi puerta. Me apresuro a recoger los carteles y los escondo debajo de la cama. Los pasos vuelven escaleras abajo. Sigilosamente abro la puerta y logro reconocer a papá, ahora disfrazado de policía, sentado en su sillón escuchando un antiguo y nostálgico bolero. Sobre la mesita hay una copa de licor; en la pared están colocadas unas pantallas de televisión que reproducen mi imagen tal y como estoy observándolo todo desde el pasillo.
-Emilio Mozo (Camagüey, Cuba), narrador y poeta. Recibió una maestría en lengua y literatura española de McGill University (Montreal) y completó los requisitos académicos para el doctorado en Middlebury College (Vermont). Fue honrado con el doctorado Honoris Causa en Literatura por la World Academy of Arts and Culture (1987). Como narrador ha publicado: Cuentos para niños traviesos (1994) Discretos aportes (1997) Shakespeare tropical (1998) Los cuentos de Emilio (2009) 13 cuentos de Emilio (2009) y El gato encantado (2010) ; y como poeta: Desde el ojo de la hormiga (1987), En el ala del mosquito (1988), Marginalmente literario (1991), Una como autobiografía espiritual (1993) y Entre el agua y el pan (1996).
*Fuente: Aurora Boreal®
http://www.auroraboreal.net/index.php?option=com_content&view=article&id=1034%3Asueno-324-cub&catid=81%3Apuro-cuento&Itemid=198
EL BAUL DE “CHIQUIN” CANTONI*
*Por Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar
La relación de mi padre con Domingo Clérici viene de los años cuarenta, que él solía relacionar con aquella gran inundación, porque la casa estaba cerca de los Dallosta y entró agua por lo menos hasta llegar al metro. En ese tiempo mi padre era mensual, tenía apenas unos meses más de veinte años y se acordaba que entre ellos estaba Francisco Cantoni, a quien todos llamaban “Chiquín”, y a quien conocí en la otra casa que tuvo la chacra, mucha más cerca de la estancia de los Vollenweider, inmenso y lejano cuasi palacio de dos plantas que yo veía de lejos, cuando de vez en cuando mi padre me ponía sobre sus hombros para que mirara. Con el tiempo me iba hasta la tranquera del camino a Beravebú y subido a ella atisbaba o pretendía espiar los movimientos de esa casa que para mi constituía un misterio porque me parecía imposible que allí hubiese vivido el hombre que fundó y colonizó el pueblo trayendo el ferrocarril.
En tiempos de mi relato a veces acompañaba a mi padre en sus visitas, a la chacra de Domingo –como el gustaba decir- llevaba la escopeta y me pedía que lo acompañara. El destino había querido que esa nueva construcción estuviera a tres o cuatro kilómetros del pueblo y se podía ir por el camino mencionado más arriba o cruzando campo como decía la gente del lugar. Allí sí yo me sentía a mis anchas porque cruzando el campo Dallosta podía aparecer una liebre y era casi una fija que mi viejo la matara, pero había algo, un interés superior para que yo me sumara a este remedo de cacería, porque el motivo del viaje era otro. Apenas entrados doscientos metros por ese campo aparecía la tapera que todavía estaba rodeada por algunos escasos árboles –sauces, creo recordar- y un metro y medio de pared aún en pie. Todo lo demás estaba sembrado. Seguíamos por un campo de alfalfa, y a veces bordeábamos un alambrado cuando había algunos trigales o un maizal orondo, y seguíamos hacia el oeste donde estaba la que llamaba mi padre “casa nueva”, cuya primera aproximación visual eran esos grandes árboles, el monte de paraísos, antes las parvas y los chiqueros, el molino tan alto que golpearía con su largo vástago extrayendo el agua que bebería en momentos la caballada antes de ser enviada a pastar a unos de los potreros más lejanos, que todavía guardaban algo de esa alfalfa primorosa y verde con sus jugos refrescantes.
Cuando teníamos la casa encima ya saltarían esas dos hileras de altos sauces que conectaba el patio de la casa con el camino interno que llegaba hasta el camino del cementerio no sin antes tocar el mismísimo galpón de los Milani, que estaban en la otra punta, enfrente de la chacra de los Bivi.
En la casa de Los Clérici vivían don Domingo, su mujer doña María, el sobrino de ésta, el inefable “Pichón” Bucelli y también “Chiquín”, que era tratado como si fuera de la familia.
A la altura de lo que llegan mis recuerdos era un hombre muy mayor. Lombardo, como don Juan Dallosta, el vecino. Según relato de mi padre se vino por el año diez del siglo anterior y se volvió a pelear de voluntario en la primera guerra, y me consta porque “Pichón” me acercó hace poco documentación que así lo certifica.
Como era socialista probó el aceite de ricino del Duce y tuvo que volverse con la idea de traer a su esposa y a sus hijas. Nunca pudo hacerlo. Por razón de su edad se dedicaba a las tareas menores de las chacras, huerta, gallinero, comida y bebida para todos los animales y en época de juntada todavía se cinchaba en la cintura una maleta y arremetía en el maizal por unos pesos más. Le daban casa y comida y un sueldo, y dormía en un pequeño cuarto de la casa donde también guardaban los arneses.
Una pequeña cama de hierro, un colchón de chalas, al sur una ventana con rejas que daba al gallinero y su baúl de inmigrante que dada su altura usaba de mesa de luz, encima de él su pipa, su tabaco marca “suiza” que guardaba en una vieja y despintada lata de té “Tigre” era toda su pertenencia.
En ese baúl que había cruzado dos veces el mar estaba todo lo que tenía en el mundo. Yo nunca vi su contenido, supongo que guardaría ropa, recuerdos personales y algún documento que acreditaba su identidad y el pasaporte en italiano que tuve entre mis manos sesenta años después.
Trabajaba de lunes a sábado y el domingo se lavaba él mismo su ropa de trabajo, y luego del almuerzo enfilaba a pie hasta el bar de don Marcos Markicich que estaba a la entrada del pueblo y volvía al anochecer, absolutamente borracho.
Muchas veces he pensado en la historia de este país nuestro. Emilio Vollenweider vino de la Suiza milenaria como decía Pedroni y don “Chiquín” Cantoni de la campiña lombarda y fueron vecinos, tal vez nunca se hablaron, tal vez ni siquiera se conocieron. Uno era muy rico y el otro era muy pobre. Pero transformaron este paisaje que era de cardos, de avestruces y venados corriendo, por otro de mares amarillos o verdes debajo de aquel cielo que cruzaron los últimos pájaros libres y perfectos que nunca regresaron.
variedades verdades*
*
Escucho tus quejas por el vil metal
Como una niña con ojos sin parpadeo
Muñeca inflable destartalada
Por la creencia de ser amada.-
*
De ahora en más
No voy ha pensar en vos
Ni me voy a preocupar por tus sentencias
Esas que me hacen cobarde
Intentaré no ser sumisa en tu presencia
Ni ser la sombra de tus deseos.-
*
No me contamino
De tu impaciencia
Y no me halagan tus bostezos
No me achico ante tu necedad
Ni me muero si te vas.-
*
Las criticas del criticón
Se pegan en la piel de la mujer
Como lanzas del medioevo
Quieren violar la singularidad.-
*
El proyecto de él
No es la aspiración de ella
La seguridad de aquel
Es peligrosa para ella.-
*De Azul. azulaki@hotmail.com
LOS OJOS DE TU MIEDO*
Asi es- dijo Sancho pero tiene el miedo muchos ojos, y ve las cosas debajo de la tierra, cuanto mas encima del cielo”
MIGUEL DE CERVANTES
Es necesario, dices. Y has tirado la llave.
Es necesario que la puerta permanezca cerrada.
Y las ventanas y el corazón y la memoria.
La llave es un bumerang.
Y gime el alba entre los almendros.
Hasta el reflejo en los charcos de atormenta.
Tiemblas detrás de los armarios.
Te escondes en las catacumbas del lecho
Alucinadamente tapas los vidrios con saliva y diarios.
Sientes que se estruja el vientre en tus mazmorras.
Tu corazón de lagartija muere entre las cuevas.
T e queda la lengua vacía y las manos secas.
Una cobardía de vida se escinde bajo tierra.
Es necesario abrir los ojos.
Y cuando apenas se entreabren las cancelas.
Entiendes…
Los oscuros monstruos. Esos que tanto temes
Son menos peligrosos que tus miedos
*De Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar
LA VOZ*
*Por Emilse Zorzut. zurmy@yahoo.com.ar
Nadie comprendía el por qué y comenzaron a incorporarlo como el juego de un niño muy imaginativo. Por eso cuando Ezequiel, a los cinco años rompió el jarrón de porcelana, reliquia de la abuela, y dijo que la voz se lo había ordenado, la reprimenda fue leve.
El tiempo comenzó a gotear tal vez demasiado rápido o convertido en un elemento que mezclaba el accionar familiar con lo problemático del afuera y no permitía reflexionar demasiado sobre las conductas del grupo.
Ezequiel construyó su refugio protegido por una muralla que nadie podía atravesar y menos aún escuchar sus diálogos secretos, situación que fue favorecida por la complicidad inconsciente de sus padres cada uno inmerso en su conflictiva personal.
Su gran inteligencia le permitió sortear los desafíos estudiantiles aunque su ensimismamiento llamó muchas veces la atención de sus profesores. En cuanto a su grupo de pertenencia nunca lo tuvo y nadie se preocupó por saber las causas, simplemente lo catalogaron como el “raro”.
El crecimiento de su cuerpo y su mente también incrementó el volumen de la voz hasta llegar a despertarlo en plena noche, obligarlo a levantarse y salir a la calle.
La primera vez fue solo ese mandato: abandonar la cama, atravesar la puerta de salida y caminar en la oscuridad hasta recibir la orden de volver. Tuvo miedo y el silencio del afuera lo envolvió como un manto de peligro pero supo que no podía negarse. Cada sombra se le ocurría un monstruo que podía devorarlo, pero de todos modos cumplió con el mandato. Ya en su cuarto la voz aprobó su obediencia y autorizó un sueño tranquilo.
Así transcurrió su adolescencia, no eran situaciones continuas pero de todos modos siempre estaba en alerta y eso lo sumió en un estado de introversión que lo alejó de sus pares y de los divertimientos propios de esa etapa de la vida.
Por supuesto interfirió en el trato con las muchachas de su edad, les huía como a los fantasmas de la noche, una tarea muy ardua debido a que su aspecto físico las atraía y su aura de misterio las llevaba a competir en su conquista, lo que determinaba un acoso permanente.
La situación adquirió niveles dramáticos cuando Alcira, la rubia de ojos azules, decidió conquistarlo. Su interferencia ante cada intento de evasión de él, chocaba con su astucia para evadir el cerco y el goce que ella mostraba ante su éxito lo aniquilaba.
El accionar de la voz se llamó a silencio como una prueba para saber hasta donde la inventiva de Ezequiel lo llevaba a eludir el acoso y esa situación lo desconcertaba haciéndolo sentir desamparado.
El tiempo del silencio le pareció demasiado largo aunque sólo duró unos días y lo llevó a llegar hasta el borde del río y preguntar a viva voz:
- ¿Dónde estás ahora que te necesito?
Hubo un silencio que le pareció eterno y al final llegó la respuesta.
-- No necesitas gritar, estoy en ti.
- ¿Qué hago ahora? Siempre me dices lo que debo hacer.
- Tal vez cometí un gran error al no alentar tu iniciativa, pero creo que no es demasiado tarde. Piensa. ¿Qué crees poder hacer al respecto?
El pánico contrajo el rostro de Ezequiel, un frío insoportable recorrió su espalda mientras su musculatura se tensaba impidiendo todo movimiento.
- - No me abandones ahora, por favor, - imploró moviendo sus manos como queriendo asir la otra presencia.
- ¿Por qué no aceptas que soy parte de ti? Siempre te resultó más fácil colocarme fuera que aceptar la responsabilidad de unirme a tu propio yo. Mi error fue no haberte enfrentado a esa realidad antes y evitar seguir tu juego.
Como si un rayo le hubiera perforado su cerebro su interior se iluminó, también su entorno modificó su aspecto y una fuerza desconocida lo empujó a internarse en el río.
- Recuerda, no sabes nadar. – le susurró la voz al oído pero no la escuchó, esta vez siguió adelante hasta que el abrazo del río unió esas dos partes que siempre habían permanecido separadas.
DON PERICO*
A Pedro J. Jaunarena Oharriz,
nacido en 1885, en Iturren, Navarra
a Pedro Tomás Labayan Jaunarena,
amigo y notable pepiniano, fallecido
Contaba Piri Márquez, en programas de radio y en tiempos en que fue llamado el 'Pajarito Investigador', que su afición a la locución fue por causa de Don Perico, inmigrante español a Pepino, tío y padrino de Pedro Tomás, último dueño y administrador de Laurnaga y Co. En su tiempo, antes de su muerte, el tío navarrés y esposo de Quintina Ramírez, pepiniana, fue el contable. Curiosamente, no separan al uno-ave del Don Perico humano.
El mote de pajarito investigador fue homenaje a la cotorra de Don Pedro. Homenaje de Piri, reportero madrugador en la radio. El pueblo dio otro homenaje a Jaunarena Oharriz. Le dio el Don de Perico, como si una cotorra fuese siempre para ser copia del dueño, o un perico siempre una cotorra que acompaña e identifica a quien le enseña groserías. Para investigar las diferencias entre dos entes, Piri les pesquisa a ambos por separado. Descubrió que la cotorra o perico, «lo que haya sido», sólo repite sonidos cuando escucha la radio. Sin embargo, Don Pedro / el Perico / cuando lo azuza la nostalgia de España, el dolor de Pedro Jaunarena, el Manco, esposo de Doña Cleofe, durante aquellos tiempos amargos de 1898 y la violencia campesina en el Pueblo, es cuando más habla, en voz alta y a solas. Don Perico, periquín a escucharle...
En realidad, Jaunarena Oharriz fue como todos los vascos y navarrenses en el pueblo entonces: una comunidad cerrada, recelosa, unida entre ellos por los vículos de familias, sus propias cofradías, sus silenciosos y ocultos hábitos, siempre elitilistas y amigos de incongruencias para que resultara difícil el juicio que los objeta, porque, obviamente, no son como otros criollos los desean. Evitaban los nexos con criollos y con el populacho.
Don Piri no duda que Jaunarena adora su cotorra. Es más, pasea con ella. Mas cuando tiene la nostalgia de la idiosincracia apaga la radio. Demanda silencio de la cotorra. Y Don Perico se calla porque se calla. En esas horas, dedica algunos pensamientos a los viejos Laurnagas que se regresaron a España; recuerda a los Echeandía Vélez (y los Medina) de Cidral, a los Micheo Irigoyen, Zarratea y Martiarena, la parentela del ex-Alcalde Manuel María Liciaga, que fue gente muy diferente a los emparentados con los Méndez y González.
Don Perico, con la simpatía públoca que pueda darle su cotorra, utiliza el recurso como el apoyo que se dio de viejo en el bastón de araguaney, color aceituna, pero siemre va metido en su propio fondo emocional en la historia y tiene un aire cogmatista de Zenón, el Estoico. El no fue conversador. Tenía uan timidez cautelosa y no quería el pleno acercamiento; pero, ahí está Don Perico. O más bien, una avecilla verdigrís Myiopsitta monachus, con su pico amarillo. Será de origen suramericano, del Uruguay tal vez, de donde le vino el bastón de color aceituna.
A veces al navarrés, el Pueblo de Pepino se le antoja lleno de distónicos. El afán de poder y justificación religiosa de los controles nos hace camaleónicos, carnavaleros, mentirosos. Seres con una afectación neurológica difusa que asemeja la demencia cuando le hablan a su pájaro. Nadie le pregunta algo profundo, emocional o histórico. Es una cotorra muda del pasado.
El no puede ser así. No quiere estos juegos; prefiero ser Zenón el estoico y no hablar poco con el populacho que ha de aportarle poco. No se esforzará en quererse democrático si no lo es. «El que quiera hable con Don Perico. Sí, con el Loro, pero no conmigo», parece que dice.
*De Carlos Lopez Dzur. baudelaire1998@yahoo.com
http://carloslpezdzurpuertorico.blogspot.com/2011/11/don-perico-cuento-rayos-por-el-celo-de.html
Del Por qué Decimos Adiós,
Mientras Comemos Bollos de Pan con Miel*
Tu corazón echa raíces sobre mi ventana,
Y muestra unos tiernos brotes blanquizcos
Como gusanillos cubiertos de tierra...
Con sus primeras hojas verdosas,
Endulza el día
Entre cristales con tu recuerdo.
Tu corazón echa raíces de perejil,
E inunda las noches
Con el aroma de tu mirada,
Para que los antiguos dioses
De la Gran Aztlán
Cobijen con fuego
La ternura de la piel de la Luna.
Tu corazón echa raíces de perejil
En una maceta que es su mundo:
Yo intento explicarle
Que hay más tierra
Que la de aquella maceta,
Que el Sol no se pierde
Cuando se aleja de la ventana,
Que si en un libro sobre la mesa
Mira la palabra “comunismo”,
No se espante
Si la tierra bajo sus raicitas
Se levanta de puro gusto...
Tu corazón echa raíces sobre mi ventana,
Y es difícil quitarlo
Porque cuando me acerco y lo intento,
El mío pretende imitarlo.
*de hugo ivan cruz-rosas. quetzal.hi@gmail.com
EN EL CENTRO DEL MIEDO*
Sabes amor, creo que ha llegado el olvido
Trae su carro cargado de estiletes.
No me muevo ni muestro el centro de mi miedo
Arden los leños, el ojo piensa y la espalda descansa.
Ninguna golondrina ha de regresar a su nido.
Se aleja la rivera y el camaleón se acerca
Y alguien me musita que es el alba y aun aúllan mastines
Las hojas lloran, renacidas ante el desvelo de palomas.
Tengo sed. Solo eso y de ello vivo.
Hay un llanto gastado y tiene sus luces apagadas.
Y la lluvia agoniza en las líneas de tus ausentes manos.
La abeja aun no dice en que orilla está el néctar y donde la cicuta.
Nadie me ha enseñado cual es el horizonte de tu olvido
Tengo la forma que me han dado sus manos.
Y el cántaro esquiva la fuente y el dintel.
Y crece la pena y renueva el latido.
Temblorosa, se enciende la latitud del viento.
Y soy lapida y floresta. Y fabula de arena.
Y otra vez la insistencia de sal en la garganta.
Países tan azules y pliegues en la almohada.
Y tus olores y tus silencios y tus vahos.
Sabes amor, creo que ha partido el olvido.
Abro los brazos y en el centro del miedo, te cobijo.
*De Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar
Sín título*
Una vez por año, y en bandadas de a dieciocho, las golondrinas migran, cambian de lugar.
Se mudan, sin más que sus compañeras y sus alas, en busca de cielos más cálidos.
Los colibríes nunca dejan de batir las alas, éstas son tan pequeñas que necesitan estar en constante movimiento para poder sostener a su portador.
Al quemar tanta energía, los colibríes no pueden pasar más de diez segundos sin ingerir néctar. Necesitan alimentarse constantemente para poder sostenerse.
Un día, se derritió un glaciar. El agua que lo constituía se evaporó para después precipitar, obstinada en su helada naturaleza, en forma de nieve.
Ese día, las golondrinas habían decidido desviar para probar ese nuevo cielo que habían descubierto.
Una noche, se taló una flor, que no pudo llorar su néctar.
Esa noche, un colibrí había decidido desviar para probar esa nueva flor que había descubierto.
Cuando las golondrinas descubrieron que ese cielo no tenía calor, volaron lo más rápido que pudieron hacia otro que sí lo tuviera. Tardaron un año.
Cuando el colibrí descubrió que esa flor no tenía néctar, voló lo más rápido que pudo hacia otra que sí lo tuviera. Tardó doce segundos.
Para cuando llegaron, las alas ya no se movían.
Contando las de la flor y la del glaciar, veintiún vidas y un millón.
*Virginia Agretti. virginia.agretti@gmail.com
Santa Fe
¿Qué es el libro electrónico?
*Por Carlos Enrique Cartolano. cecartolano@hotmail.com
Se habla mucho de esta modalidad editorial, aunque poco es lo que se sabe. A continuación, tratamos de explicar el fenómeno filosófico-literario, así como intentamos revelar la identidad de nuevos editores o comerciantes.
¿La revolución está aquí..?
En 2010 la venta mundial de aparatos de lectura digital llegó a los once millones de unidades. Pero como los programas para lectura digital son de libre disposición y funcionan en soportes universales, a aquellos once millones ha de agregarse el parque de computadoras personales de escritorio o portátiles cada vez más pequeñas (sólo en nuestro país unos 8,5 millones de las primeras y unos 3,3 de las segundas). Me dicen, además, que este informe no considera las más recientes y pequeñísimas netbooks.
Y -agregamos- debe pensarse en las ventas del año en curso que -suponen los especialistas- triplicarían las del año anterior. ¿Cómo leeremos en el futuro? ¿Cómo estamos leyendo ya? Las oportunidades hacen al cambio.
Primer síntoma de cambio:
Decididamente hemos ingresado en la edad de la textualidad electrónica.
Serán más cada vez los libros electrónicos que lleguen a las ferias editoriales reclamando consumidores. Digitalidad cultural creciente hasta lo difícilmente imaginable. Esto es lo que pronostica Roger Chartier en su estudio sobre Lenguas y lecturas en el mundo digital, recordando un cuento de Borges (El Congreso) que califica como anticipatorio, y en el cual el personaje ha de optar por un idioma que sea digno del congreso del mundo.
Para Alejandro Ferri, punto de vista en primera persona, personaje que conlleva la frustración en soledad y la sabiduría de Borges, pero al mismo tiempo la tan característica musculación intelectual del autor de El Libro de Arena, existen varias opciones. Una alternativa es una lengua universal como el esperanto; otra, el latín, idioma que llegó a ser común en la antigüedad, y cuyo imperio podría reponerse. Otra opción es un lenguaje formal -como el de John Wilkins- que promete perfecta correspondencia entre las palabras y las categorías, especies y elementos. Porque la definición de cada palabra está en las letras que la forman, y por eso ese idioma analítico portaría el diccionario en su hablar corriente. Y sostiene Chartier que esa lengua común, que hoy remeda al latín, es el inglés, que remite al mercado de bases de datos numéricos, a los sitios web o de producción y difusión de la información. Pero, a su vez, en lo que se refiere a la jerga de los sistemas de computación, verdadero afluente del inglés, estaríamos ya en presencia de un lenguaje universal como el esperanto. Podría pensarse -dice Chartier- que ese predominio del inglés es antesala de la destrucción lingüística mutiladora de las diversidades. Y puede ser, si nos atenemos a una visión pesimista. Aunque será preferible la prudencia; aguardar a que el futuro continúe sorprendiéndonos. Porque además, el texto electrónico reintroduce en la escritura algo de las lenguas formales que buscaban ese lenguaje simbólico capaz de representar
adecuadamente los procedimientos del pensamiento. Aquí está la invención de símbolos, tales como los emoticones o emoticons, que utilizan pictográficamente caracteres linguísticos del teclado.
Segundo síntoma:
En un artículo publicado por Michel Levin en el New York Times, en enero de 2009, se anunciaba sin previa anestesia la muerte de las editoras tradicionales. Levin, autor de más de 60 libros, algunos de ellos best sellers, anticipaba casi tres años atrás lo que pareciera que aún hoy no se admite. Decía textualmente: Hace algunas semanas murió la industria editorial. La debacle económica fue el meteorito que golpeó al dinosaurio en la mismísima frente. La única sorpresa fue que las editoriales tradicionales
duraran tanto (.) El ramo que comenzó con editores que amaban los libros y publicaban lo que ellos querían está desapareciendo, víctima de su incapacidad para encontrar una razón de ser en el mundo de Internet y de la impresión según demanda. Y agrega: víctima de su propia arrogancia y de prácticas comerciales insensatas. Se han dicho aquí dos cosas: Internet, concepto por el cual inmediatamente pensamos en los blogs de escritores, en las nuevas revistas literarias virtuales, en escritores que participan de grupos de afinidad en Facebook y en la febril actividad de foros específicos, entre otras cuestiones bien concretas. Y se ha dicho también Impresión según demanda, que alude a ediciones que cuentan con tantos ejemplares en papel como pedidos remotos se hayan formulado a través de la red, y donde las editoras operan como distribuidoras virtuales que disponen de un botón electrónico que permite producir libros uno por uno. Y agrega Levin que las grandes empresas de la edición subsistirán como entes modestos y menoscabados, pero nunca gozarán de la importancia que tuvieron. Téngase
presente que cuando Levin publicó este artículo aún no comenzaba el auge del e-book o libro electrónico, y la única alternativa parecía ser para el autor la autoedición, de la que bastante sabemos los argentinos. Y no siempre sabemos con buen humor. Aquí arribamos al tercer síntoma:
Tercero: ¡en Estados Unidos se venden YA más libros electrónicos que impresos!
Este es un artículo de Alexandria Library de Miami, distribuido en enero de 2011, casi, casi, un año atrás. En él se sostiene que mientras empresas como Amazon, Apple y Barnes & Noble prosperan debido a su mercado de e-Books, editoras y librerías tradicionales de libros impresos se declaran en
bancarrota o buscan desesperadamente compradores que les ayuden a mantenerse por encima del nivel del agua, mientras cada vez más lectores cambian su favor hacia los libros electrónicos. E imaginaba que en los años venideros los aparatos para leer e-Books (e-readers), tales como Kindle, Nook e iPad
resultarán omnipresentes, tal como sucedió antes con los teléfonos celulares. Librerías como Alexandria, no ya editoriales -quede claro- ofrecen a los autores convertir sus libros a los principales formatos
digitales: PDF, ePub y MOBI, colocándolos después en Amazon, Apple Bookstore, Barnes & Noble, Google, Kobo y Diesel, entre muchísimas más. Este sistema de publicación tiene tres aspectos notables. En primer lugar, la edición es prácticamente automática porque depende de una serie de operaciones lógicas que parten del original en medio magnético provisto por el autor. El segundo, más notable aún, es la distribución, que resulta aséptica, y que en pocas horas pone el libro en la vidriera de cientos de
librerías virtuales de todo el mundo a las que se accede a través de la red. Y finalmente, el aspecto de los recursos económicos: el autor no paga absolutamente nada, y recibe una participación del 50% sobre el precio de tapa deducidos los costos de edición (mínimos según queda dicho). Como si todo esto fuera poco, el lector cuenta con una ventaja adicional: el libro electrónico le cuesta la mitad del precio de volúmenes convencionales.
Tal el camino por el cual se editaron los libros que presento este año en la Feria del Libro de Mar del Plata, que pueden adquirirse a través de Internet. En algunos casos con varios clicks; en otros con sólo un click.
¿Y cómo han reaccionado las ferias editoriales europeas ante la imposición del libro electrónico? Hablamos de las que mayor influencia tienen sobre nuestro país. Liber 2011, la feria del libro de Madrid, incorporó en 2011 la nueva sección Liber Digital, un espacio expositivo destinado a las empresas especializadas en el entorno digital. En él se incluyó el Corner Digital, donde diferentes empresas ofrecieron presentaciones de productos y servicios. Pero es la Feria del libro de Francfort, considerada primera en el mundo, la que amenaza con el liderazgo digital. Ha presentado este año la
novedad de Google, el sistema online de eBooks, que permite al usuario comprar contenidos y visualizarlos en cualquier terminal incluyendo iPhones o iPads de su competidor Apple. A través de esta novedad, la biblioteca personal no está atada a un aparato y por lo tanto no puede perderse u olvidarse. Por ésta y otras novedades, la Feria de Francfort aumentó casi un 50% la superficie destinada a presentaciones digitales, hasta los 1449 metros cuadrados. El núcleo de esta tendencia digital es la serie de conferencias de expertos en el sector conocidas como Sparks (chispas) y que este año lleva por título nada menos que: ¿Cómo se contarán historias en el futuro?
Última grajea del día: Mondadori, Planeta y Alfaguara han sellado una alianza estratégica, e instalan una plataforma digital conjunta para contrarrestar los avances de Google en la edición electrónica... ¿Increíble, no?
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Tierra Regada
Cuerdas - El piquete y otros poemas
Avisos y señales - Poemas del amor que vence a la muerte
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O también, consultando en Google.com por el nombre completo del autor, y accediendo a más de cien librerías virtuales.
ESTACIÓN DE LAS MADRESELVAS ESCONDIDAS*
Un banco de la Estación , sostiene la pausa y la mujer.
La sustenta como el amor sostiene al tiempo.
Una maleta llena de incertidumbres.
Y un hueco de ausencia redondo como el mundo
El tren se acerca ¿o se aleja? Es una boa de plata.
La mujer se pregunta si la cola de la boa está roja por el llanto.
Arranca sus raíces y le duelen hasta las huellas de sus pasos.
Levita en una butaca con olor a distancia.
El tren desarraiga su sollozo en aceros solitarios.
La mujer se deja mecer suavemente.
En sus sueños, aparece su madre.
Cuando despierta siente en su boca un sabor lejano.
Leche dulce de madreselvas blancas.
El tren llega a destino. No sabe si va o viene.
La mujer comprende que partir es llegar.
Y el tren arraiga entre maternos pechos.
Madreselvas de escondidos aceros.
La sustentan como el amor sostiene el tiempo.
*De Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar
*
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