lunes, noviembre 25, 2013

EDICIÓN NOVIEMBRE 2013

 
*Dibujo de Erika Kuhn.
 
 
 
 
 
El viaje*
 
 
 
Amaso tu silencio como pan leudado
junto a la tibieza del hogar,
es tu equipaje.
Las luces del alba sostienen todavía
aquella mirada que no supe darte
porque el cansancio dolía
en el pecho-las uñas-la espalda-las manos
(Una fotografía sorprendida por el tiempo.
Así es la vida)
Y como la poesía pura no quiere
que el lenguaje pese
me despido de vos como si fuera
en una estación de trenes...
defiendo algunas palabras
contra el tiempo que todo lo arrebata,
ya llega el estrépito de hierros candentes.
Lo infinito se consuma en los rieles
sobre el tren que parte.
Y te lleva de viaje.
(Una fotografía sorprendida por el tiempo.
Así tu imagen)
 
 
*De Miryam Colombotto de Seia. miryamseia@cablenet.com.ar
 
 
 
 
 
*
 
 
Esta noche cuando regresaba a casa, subí apurada al tren pensando que ya se iba... pero no, estaba un poco demorado. Saqué el mp3 de la cartera... pero se había quedado sin pilas porque esta mañana, o anoche tal vez, olvidé de apagarlo. Volví a meter la mano y di con un libro de Anselm Grun que hace tanto no leía. Hablaba del misterio del dolor humano. Me atraparon algunas citas y nuevamente hurgué para buscar una lapicera y marcar en el libro lo que me gustaba. El tren finalmente salió y estaba repleto de gente. Al costado, sentado en el piso, un muchacho me llamó la atención. Hablaba con una chica que parecía ser su novia y que estaba sentada en el asiento del lado de la ventanilla. Reparé en ella, era muy jovencita, y dibujaba con una lapicera en un papel cuadrado. Miré el dibujo, la mano iba rápida y no tardó en aparecer una mujer sin rostro y con el pecho como si estuviera estallando; mientras un hombre, inconcluso en su construcción, metía las manos en el corazón femenino. Quedé helada pensando en esa figura. El muchacho le decía algo así como que no era real lo que ella dibujaba. Percibí una crítica. La chica hizo muchos ademanes con las manos, tocó el vidrio con sus nudillos, luego golpeó su cabeza y el bolso que llevaba. -¿Real? ¿Qué es real?- le contestó, entre el susurro y el grito- ¡Nada es real! Oí cómo el novio preguntaba: -¿Y la cara? Ella parecía furiosa: - No hay cara todavía. ¡No hay nada!- Y guardó el papelito en el bolso y terminó diciendo que ella quería hacer algo que se le había ocurrido pero que no le salía. Tuve ganas de meterme y pedirle que continuara. Pero estaba yo tan triste, con el pecho tan abierto que no me salían las palabras. Yo era el dibujo, no había dudas. Los dibujos no hablan. Pero pueden escribir, así que de inmediato registré algunas frases en la última hoja del libro que seguía entre mis manos. Después la joven sacó del bolso unas manos rojas de un muñeco, o un títere, y las tocaba mientras le decía al muchacho: - Mi amor, yo hoy vine en tren porque estoy con vos. Si no ni loca, me da miedo pasarme y bajarme en un lugar que no conozco... A él no lo escuchaba bien porque estaba un poco más lejos, pero algo le contestaba y ella sonreía. Yo sentí la necesidad de volver a ver ese dibujo, metí la mano en el bolsillito de mi cartera, saqué una tarjeta laboral y del reverso escribí “Cuando termines con ese dibujo me gustaría verlo”. Le toqué el hombro y se la di. Se sorprendió, leyó y me dio una sonrisa. Me bajé en la estación de Lomas, sin decir palabra, porque al pecho lo tenía abierto “a punto de”. Pensé que sería una buena ilustración para la novela o para una Antigua. Tal vez llame, tal vez no. Pero es cierto lo que ella dijo: - ¿Real? ¿Qué es real? Parecía una artista con polenta. Muy joven, e intuyo que muy talentosa. Este tren Roca, es como dice el dicho: "un vagón lleno de sorpresas."
 
*De GRACIELA VEGA. cielavega@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
 
Transparencias*
 
 
 
Mastico palabras crudas e incisivas y buceo insurrecta y desnuda, en la profundidad del crepúsculo al amparo de profecías anunciadas en un mantra indescifrable. Advierto en mi costado tristezas ataviadas de insomnios; descubro tímida mis dientes en una mueca ambigua y muerdo rabiosa la mano que me retiene.
Soy una perra sin dueño, y entierro huesos amortajados con telarañas llenas de polvo.
Inquiero a voces una señal para poder dormir entre los brazos de un hombre que me invite a abrir puertas sin llaves ni cerraduras, que abran el paso cuando un leve parpadeo de conciencia me despierte del letargo al que me confinó mi celda.
Un fuego devenido cenizas cubre mis pechos ocultando la sangre que desborda en cada latido, en cada deseo.
Como un pájaro perdido, espero mi alimento con las plumas húmedas, intentando huir del acecho del frío y la desesperación.
 
 
*De CAROLINA QUIROGA.
 
 
 
 
 
 
 
 
EL FORASTERO*
 
 
 
Los pezones de la noche han devorado el fuego.
Han devorado el fuego…ay!
Y me llega un misterio que me cerca. Que me acosa.
Me persigue. Me asedia. Me convoca.
Besa la fría boca de mi rosa.
Pareciera conocer mi cuerpo. Mi melena de arena.
Y no se si es mar. Si es cielo. Ceniza o aguardiente.
Arroja aguas vivas en mis piernas.
 
Alguien llora (La soledad de la bestia entre los hombres)
 
Y enmudezco. Ay, mi voz de golondrina y cuervo.
Ay, la lengua de sabores amargos.
Y surgen nombres que enuncian otros nombres.
Brotan de una patria de avestruces dispersos.
(No, no te escondas, no…el nido está muy lejos)
Y vuelven: El perfil de una casa de agua.
Las impiadosas huellas que se alejan.
Enero y sus páramos ardientes.
Camalotes lejanos. Espesura de caballos salvajes.
 
Alguien canta (El alborozo del hombre ante las bestias)
Y llega él. El forastero. El hombre de la isla de ciegos.
Tiene manos callosas. Manos de bengalas y trigo.
Lame sediento mi cintura de algas.
Corre los velos que me cubren.
Me da espejos. Mi rosa es una baguala bífida.
Todas las estrellas titilan en sus ojos.
 
Los pezones de la noche se alimentan de fuego.
Se alimentan de fuego, ay!
 
 
*De Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
 
AGUA PASADA*
 
 
Los días vendrán
unos tras otros
y yo, molinero,
estaré esperando el regreso
del agua
que un día al pasar
movió a este molino.
 
*De Miguel Crispín Sotomayor. arcomar@cubarte.cult.cu
 
 
 
 
 
 
 
VII*
 
 
 
Estamos fuera del camino
como la lechuza
que observa
con indiferente
impotencia
parada sobre un poste
que sostiene los hilos tensos
de un alambrado.
Nosotros creemos
que será pasajero;
sin querer
reconocer que es el destino
que tenemos
asignado para siempre.
 
 
 
*De Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar
-Donde supura el aire. Poemas.
Nos y Otros Editores. Madrid. 2007.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
La fe*
 
 
Se lo habían inculcado en el colegio. Los curas, con sus sermones y sus machaconas parábolas que culminaban en unos "ejercicios espirituales" de los que era imposible salir incólume. De las tres virtudes teologales, Fe, Esperanza y Caridad, la más importante era la Fe. Sin la Fe - decía el Padre Garriga - todo lo demás carecía de importancia.
 
Cuando acabada la escuela me incorporé a la vida laboral, "al mundo exterior" que decían los curas, nunca olvidé las enseñanzas recibidas, que aunque dormidas por el devenir de cada día en el momento mas inesperado surgían de aquellos lugares en que la escuela los había insertado.
 
Sin embargo todo el tiempo pasado en el colegio me sirvió para mantener unas relaciones con el clero que posibilitaron que me uniera a la expedición Plumkier (subvencionada por el obispado) que debía viajar desde Los Urales a Kamchatka completando la cartografía de diferentes zonas. Esta circunstancia me proporcionó la posibilidad de vivir una de las mayores experiencias de mi vida:
 
Aproximadamente a la mitad del camino, en el campamento se montó una de las reuniones habituales en las que todos los expedicionarios nos reuníamos alrededor de una hoguera y se discutía sobre temas religiosos y filosóficos.
El clima que se vivía en estas veladas era similar al que había vivido yo en mi época de estudiante.
Llevábamos ocho días debatiendo el tema de la fe y los rostros parecían iluminados por una fuerza interior, reflejo de la propia creencia. La fe es lo más importante. La fe mueve montañas. Si todo el mundo tuviera fe.
 
El clímax de la reunión fue subiendo y todos entramos en una fase de éxtasis que nos transportaba a un estadio superior. Todos creíamos en la fe. "La fe mueve montañas". Entonces se produjo el fenómeno. Cuando todos tuvimos fe, las montañas empezaron a moverse y se apartaron, se arrastraron y se trasladaron, amontonándose en el Himalaya y formando la Siberia.
Todo el trabajo de cartografía realizado hasta la fecha no valía un pimiento.
 
 
*De Joan Mateu. joan@cimat.es
 
 
 
 
 
 
 
 
Arena*
 
 
 
¿Quiénes seremos cuando el ruido cese
y los cuadernos, ya cerrados, duerman?
 
¿Qué voz nos llamará por nuestros nombres?
 
Tan sólo nuestras huellas en la arena
quedarán, si el mar no las engulle.
 
¿Persistiremos lluvia, trino, rumoroso río?
¿Tal vez ensoñación de una palabra
prendida entre las crines del recuerdo?
¿Ceniza entonces, rescoldo de nostalgias?
 
Signos apenas en la arena leve.
 
 
 
*De Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com
-Publicó “El alba sin espejos” por el sello eBooks Literatúrame!
 
 
 
 
 
 
 
*
 
 
almarnos de placer
sentir la liviandad de confiarle a la brisa
las letras cenicientas
de algún nombre.
 
(al fin
será el amor que viaje)
 
 
*De Alejandra Alma.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Sueño de León Trotsky*
 
profeta y desterrado
 
 
El 20 de agosto de 1940 mientras espera al visitante que le va a leer sus escritos políticos, en el estudio de la casa de Coyoacán, tuvo este sueño.
Diego Rivera escribe con flores oblicuas sobre la mesa de su cumpleaños. Él toca las flores que resbalan, dejando un espacio como un anticipo del cuerpo de Frida. Ella se desapega del dolor y alza las piernas en un vuelo exorbitante. La pollera bordada queda como un abanico borde que orilla la desmesura de un país que puede inventarlo todo, hasta el refugio.
Conejos liberados intentan distraer a la muerte que hace tiempo lo busca y que, ahora, se indicia más cercana en los murales de Siqueiros que lo apuntan como blanco, nieve, hielo, piqueta, para destruir su pensamiento.
Su cabeza es un Himalaya inaccesible. Certezas grises y descalificadas lo atacan; él pelea en rojo, asalta los inviernos. Al menos ha vivido como un hombre.
El tren se desblinda. Su amigo Bretón le alcanza una bandera de palabras. Las bolsas grises intentan abrocharle ojos en la espalda. No se deja, mira hacia adelante. La excesiva luz de México es un resplandor sobre sus libros.
 
 
*De Cristina Villanueva. cristinavillanueva.villanueva@gmail.com
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Televidente*
 
 
 
Esa noche, después de cenar, el señor de la casa, sentado en el sillón más confortable del living, encendió el televisor. Con el control remoto pasaba de historias irreales como sueños, a sueños reales como historias. Todo era igual. La luz de la pantalla que le rebotaba en la cara lo durmió y soñó.
Soñó que él era un aparato de televisión en el que se veían historias irreales como sueños y sueños reales como historias y que Dios era un televidente que, arto de tanta estupidez, apagaba el televisor.
A la mañana, el señor de la casa continuaba profundamente dormido en el sillón más confortable del living y empezaba a dar “mal olor”.
 
 
*De Emilio Zepol.
 
 
 
 
 
 
 
 
ENVIDIA*
 
 
Aquellas heridas
y esas
y estas
mutilaron mi cuerpo.
Perdí
mis peregrinas piernas.
Y mis alas, perdí.
 
Ahora
solo puedo envidiar a las gaviotas.
 
 
*De Miguel Crispín Sotomayor. arcomar@cubarte.cult.cu
 
 
 
 
 
 
 
 
 
BIBLIOTECA*
 
La copa interminable.
Roque Sáenz Peña, 1954
 
 
 
Cuando el enigma nos rozó la sangre
con fulgores de insomnio
con rituales
con hogueras
con magias
con presagios
con jirones de lámparas furtivas
comprendimos
que en esa biblioteca
abandonada en medio del estío
para escapar detrás de las gaviotas
escolleras
y dunas repetidas
beberíamos mostos de leyendas
en el cáliz secreto de los elfos
que habitaban
desnudos
impacientes
sus reinos de apartadas geografías
Los dueños de la casa
tan lejanos
no sospecharon las pupilas negras
explorando
evaluando
descubriendo
la bautismal memoria de las sílabas
porque
en el escritorio de los niños
mientras los encargados
por los patios
desenvolvían la piedad del agua
sobre tiestos con plantas desvalidas
capturadas en redes hechiceras
agitando escudillas vagabundas
mendigamos el pan de la palabra
entre libros
leídos a hurtadillas
 
 
*De NORMA SEGADES - MANIAS
 
 
 
 
 
 
*
 
 
Desenumero los días
limpio el pozo de la muchedumbre
hasta hallar a ese ser
que no alcanza a captarse
a sí mismo.
Ese yo que es palabra y encrucijada
la bestia del saber
bajo el cielo del cerebro.
Este hombre dentro del Hombre
que duerme en el mito.
El amo del conflicto
la catástrofe sagrada
emboscada entre los huesos
de la animalidad lucida.
Allá en el fondo amniótico del limo
donde el Verbo babea su vocablo
temiendo la luz en la cima del aljibe.
Su rostro cargado de visiones
acampa indefenso en el vacío.
Hasta que se lo lleva la noche
y nadie sabe a dónde.
De eso está hecha mi leyenda
soy un huésped del viento
que barre las cenizas.
Una fábula andariega
el fuego en el agua
que habita mi sonrisa.
 
*De Mauricio Escribano. mauricioescri@gmail.com
 
 
 
 
 
 
***
 
 
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