sábado, junio 07, 2014

COMO UN SOPLO HACE...

 
*Dibujo de Erika Kuhn.
 
 
 
 
 
 
Fugaces reencuentros*
 
 
 
Nostálgicas presencias
que a veces sin ser convocadas
vienen a turbar la muerta rutina.
 
Son como instantáneas.
Aparecen de pronto ante nosotros
tras la cortina gris de una tormenta
al otro lado de un voraz incendio
en la fila del hipermercado
o allende los cristales de un acuario.
 
Y tratamos de asir desesperadamente
la esencia del recuerdo que despiertan,
el reflejo sutil de la memoria.
 
Más al abrir los ojos
el paisaje ha cambiado.
Nada es ya lo que fue.
Las queridas presencias
se alejan como sombras hacia otros territorios
en los que acaso sea posible la palabra.
 
Más tarde, entre las sábanas,
seguiremos buscando la llave del enigma.
 
Pero el pasado no vuelve para nadie.
 
 
 
 *De Sergio Borao Llop. sbllop@gmail.com
 
 
 
 
 
 
 
COMO UN SOPLO HACE…
 
 
 
 
 
 
 
Esa calle*
 
 
 
Yo conocí una calle que está en cualquier lugar
 
Una calle que da al mar,
 
a la caída del sol, al incendio
 
una calle que termina en jardín
 
un jardín que se abre
 
una calle que se pierde en la selva
 
una calle que linda con el grito
 
con animales de seda innumerables
 
con barcos que se mueven en la luz
 
y ceremonias que matan el desierto
 
Decir yo he conocido
 
Es decir la presiento.
 
Esa calle me espera
 
Desnuda de carteles
 
alguna vez
 
voy a reconocerla
 
 
*De Cristina Villanueva. libera@arnet.com.ar
 
 
 
 
 
 
*
 
Y si la vida me lleva
 
hacia otro lugar
 
tal vez el mundo
 
ya no me parezca un punto
 
en el universo
 
 
*De Marcela Lokdos. lokdos1@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
 
 
CUADRATURA DEL VIENTO*
 
 
 
Mujer. Dársena y sangre.
Verbo resquebrajado.
Sándalo. Densa madera. Bosque quieto....
Tan oscuros y claros, sus pechos.
Tan pródigos. Tan plenos. Tan aire.
Cuadratura del viento.
Un laúd. Una corchea. Un silencio.
Clavija. Traste. Diapasón de ébano.
La caja de resonancia es su pecho núbil.
La cuerda es un puente que une garganta y boca.
Las tripas se retuercen y el hambre.
Su mano derecha acaricia el mástil.
Rasguña con su derecha sus costillas.
Dentro, muy dentro, antiquísimos rostros.
Oscuro jeroglífico .Paraísos terrestres.
Hacer el amor solo con la mirada.
Y tu rostro y el mío.
Uno.
Mientras el hacha corta el corazón del árbol.
Urgiendo, las raíces del agua, fluyen.
Fluyen, las raíces del agua.
 
 
 
*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
QUERIDO SAN ANTONIO*
 
 
*Obra de Patricia Suárez. cazadoraoculta@gmail.com
 
 
 
1920, Argentina
Capilla de San Antonio de Padua.
 
Es el santo patrono de mujeres estériles, pobres, viajeros, albañiles, panaderos y papeleros. Se le invoca por los objetos perdidos y sobre todo, para pedir un buen esposo.  Es verdaderamente extraordinaria su intercesión. León XIII lo llamó "el santo de todo el mundo", porque su imagen y devoción se encuentran por todas partes.

 

 

Personajes

Filumena, 25 años. De oscuro, con sombrerito.
Pina, 38/40 años. Enlutada, con mantilla que le cubre el rostro.
Eliseo, 45 años.
 

 

 

Escena única

 
Pina está arrodillada rezando.
Entra Filumena. Parece que se va a sentar pero se agacha y busca.
 
Filumena (ofuscada): Ah, ¡la santa madona!
 
Pina se da vuelta.
 
Filumena: Perdí ayer el escapulario... justo aquí, aquí... Una maldición; mire que perderlo aquí...
 
Pina: ¿Cómo era?
 
Filumena: ¡Estaba bendecido por el Papa! Era de plata y adentro estaba la estampa del santo con la aureola con brillitos...
 
Pina (se lo da de entre sus ropas): Es éste?
Filumena: ¡Dios bendito!
 
Pina: Lo encontré ayer. Antes del ángelus. Acá mismo entre las tablas.
 
Filumena (al escapulario): ¿Estás enojado conmigo? ¿Es eso? Decime, Antonio... Está enojado conmigo, ¿sabe? Hoy le pongo un cirio completo a arder a ver si se le pasa. Tiene mucho mal humor. A usted le cumple?
 
Pina se encoge de hombros.
 
 
Filumena: Es la vida, ¿qué se le va a hacer? Usted viene siempre.
 
Pina: Sí. Usted también.
 
Filumena: Siempre que puedo. Me siento, cierro los ojos y pienso en el hombre soñado. Me viene una visión del que quiero de marido. Nada de príncipe de cuento, ninguna estupidez. Un hombre hecho y derecho, que sepa mandar, que... Cuando lo tengo bien en la cabeza, entonces le digo: Antonio, ya lo tengo. Quiero que me des uno así. Dame el de mi visión.
 
Pina: ¿Y?
 
Filumena: Hace unos días me mandó al cadete del mercadito. Es buen muchacho, pero es rengo. Es rengo. Vine toda furiosa y le dije: Estás sordo, Antonio? Qué quieres, que baile la polca con este tullido? Y se enojó; es mentira los que dicen que es un santo paciente. No tiene ni pizca de paciencia; ahí nomás montó en cólera y empecé a perder cosas: aquí el escapulario, en la casa perdí el costurero y por la calle, creo, se me cayeron dos hebillas que eran recuerdo de Siracusa.
 
Pina: Es un santo poderoso.
 
Filumena (bajo): Estuve pensando en rezarle a Santo Domingo.
 
Pina: ¡¡Oh!!
 
Filumena: No es traición. Es... yo soy de esprit ouvert.
 
Pina: Es una congregación?
 
Filumena: ¿Qué?
 
Pina: Éprit.
 
Filumena: No, no. Es una expresión francesa. Quiere decir que creo en cualquier cosa siempre que me cumpla.
 
Pina: Claro.
 
Filumena: Un amor verdadero, ya no pido. Le confío: no lo pido porque tengo miedo que el santo me haga una de las suyas. Es capaz de mandarme a don Godofredo, el criador de palomas. Tiene como 90 años y huele a pluma desde lejos.
 
Pina (ríe): Yo pido porque vuelva mi marido.
 
Filumena: La abandonó?
 
Pina: Se fue a la guerra. Él es un patriota. Eso dice él. Se fue a pelear por la Italia y todavía no volvió. La guerra se terminó y él no vuelve...
 
Filumena: No se ponga mal. A lo mejor no es que se olvidó de usted sino que se murió. En la guerra muere mucha gente. Sin ir más lejos, mis primos de allá se murieron porque les pasó un tanque por encima. Mire que le decían: Ojo que no es de juguete, aléjense del tanque. Pero mi tía los crió así: soberbios y que no hacen caso. Y el tanque los aplastó.
 
Pina: Es horrible.
 
Filumena: La guerra es una cosa espantosa. ¿Cuánto hace que no lo ve?
 
Pina: Dos años. Se fue en el ’18.
 
Filumena: Ah, no peleó nada. En el ’19 se acabó.
 
Pina: Le dieron una medalla.
 
Filumena: Cómo lo sabe?
 
Pina: Me lo puso en una carta. Al principio me escribía... después...
 
Filumena: A lo mejor es que no hay papel en Europa. Usted imagine ¿quién va a fabricar papel durante una guerra? Las fábricas hacen balas, hacen cañones... Del papel no se preocupan.
 
Pina: Claro. Debe ser como usted dice.
 
Filumena: Qué?
 
Pina: Que no hay papel para escribir más cartas.
 
Filumena: Usted lo cree?
 
Pina: Sí.
 
Filumena: ¡Pero está loca, cómo no va a haber papel!
 
Pina: Pero recién me dijo...
 
Filumena: Le dije por decir. Qué? Me va a creer todo lo que le digo? Le digo Váyase y tírese al río y usted se tira? Qué clase de mujer es? No piensa en sus chiquitos?
 
Pina: Pienso en ellos, pienso. Pero una vida sin padre... (transición). ¿Cómo sabe que tengo hijos?
 
Filumena: La ví. La ví un día en la puerta de la Iglesia, que el padre Loreto le alcanzaba una nenita muy mona. Seguro que hace el catecismo.
 
Pina: Amanda, sí. Ya tiene 9 años. Este toma la comunión.
 
Filumena: Pobrecita, sola sin su papá.
 
Pina: No me haga poner triste.
 
Filumena: Usted viene y pide que le devuelvan el marido?
 
Pina: Sí; San Antonio es poderoso.
 
Filumena: Hace muy mal. Pierde el tiempo. Mire si se lo manda todo tullido, sin brazos, sin piernas, que al final sea una carga para usted? Para tener una boca más que alimentar, mejor vaya a la fábrica de fósforos que están buscando operarias, y con el jornal se arregla usted y la nenita.
 
Pina: Yo lo quiero a Eliseo.
 
Filumena: Pero no. Mire, razone. Le conviene pedir un marido nuevo.
 
Pina: Nuevo?
 
Filumena: Flamante.
 
Pina: Pero y si no soy viuda? Voy a estar en pecado. Me voy a convertir en una bígama. Si me muero en ese estado me voy al infierno.
 
Filumena: ¿Y quién se entera? Mientras tanto, tiene marido.
 
Pina: Yo no sé, yo no sé. Usted habla así porque es joven.
 
Filumena: Veintitrés abriles.
 
Pina: Linda edad.
 
Filumena: Qué loca. Voy a cumplir treinta. Pero no se me nota, eh. Usted se cree todo. Me presento: Filumena Salvi. Piacere.
 
Pina: Giuseppina Papalardo, un gusto.
 
Filumena: Qué manos frías.
 
Pina: Es la capilla, el aire santo.
 
Filumena: Manos frías, amor de un día. Póngase crema de ordeñe y frótese las palmas con lana. Eso las mantiene calientes todo el día. Le digo yo que tejo para afuera. Tóqueme la mano, toque, toque. Con confianza. Vé que suaves? Crema, nata. Si las tengo ásperas hago bolitas en el tejido y los señores me arman la de Dios es Cristo. Unos sinvergüenzas, se abusan de mí. Trabajo como una esclava, pero ellos no están conformes; ellos abusan de mí.
 
Pina: Mi marido tenía ideas anarquistas. Rebeldes. Él decía que a los patrones tiranos hay que ponerle una bomba en la casa.
 
Filumena: ¿Y por qué?
 
Pina: Para castigarlos, para que paguen al obrero.
 
Filumena: ¿Y después a quién le tejo? Su marido me iba a dar trabajo? Seguro que era un muerto de hambre. Excuse si la ofendo; son pensamientos que me vienen.
 
Pina: Era un buen hombre.
 
Filumena: Si usted lo dice.
 
Pina: Yo lo quiero.
 
Filumena: Lo dice con una resignación que más vale pegarse un tiro que querer así. El amor es para estar alegre como unas pascuas.
 
Pina (lloriqueando): Pero es que a él no lo tengo más... tengo solo a mi hijita...
 
Filumena: No llore, no llore que no lo puedo soportar.
 
Pina: Es que estoy muy triste. Apenas si tenemos pan para hoy y...
 
Filumena (le entrega el escapulario): Ay, qué rabia me da cuando veo llorar una mujer. Tome, tome y véndalo. Hay un Monte de Piedad acá a dos cuadras, se lo lleva. Algo le va a dar...
 
Pina: Gracias, gracias. Pero aquí está su santo, del que usted es tan devota...
 
Filumena: Ese verdugo? Todos deformados me envía. ¡Un hombre como la gente, Antonio, quiero! Uno con las botas bien puestas. Aunque con este calor si tiene botas puestas debe ser un loco de la guerra. ¿Qué le pasa? ¿Sigue llorando?
 
Pina: Estoy apenada. Le quité su medallita y...
 
Filumena: No se ponga en mártir, ¿quiere? Yo se la dí, vaya y véndala. Salga de mi vista, señora.
 
Pina sale.
Filumena se aplica a encenderle un cirio al santo y murmura una oración.
 
Filumena: Está bien. La vanidad es un pecado y he pecado. Pero el cadete, no. Los viejos tampoco. Buena figura y que tenga todos los dientes. Trabaje poco o mucho, yo me encargo: o paro la olla o le doy de escobazos por el lomo. Y aparte...
 
 
Entra Eliseo encapotado. Filumena se calla o susurra inaudible.
Eliseo se sienta en la última fila. Luego se corre, se pasa detrás de ella. Al cabo de unos momentos, le toca el hombro. Filumena se sobresalta.
 
Filumena: ¿Qué quiere?
 
Eliseo: ...
 
Filumena: ¿Qué pasa? Hable. Me molesta, ¿no ve que estoy ocupada con mis oraciones? Usted es un hereje.
 
Filumena se vuelve y sigue rezando.
 
Eliseo vuelve a tocarla.
 
Filumena: ¡Otro sacrilegio! ¿Qué quiere? Hable, ¿es mudo? Ah, si es mudo ya sé quién me lo manda! (A S.A.) No te eches atrás nunca, eh. ¿Quién te canonizó a vos? Estás lleno de maldad. (A los gritos) Hable o calle para siempre. ¿Qué quiere?
Eliseo (carraspeando, con mucha dificultad): Vio salir una mujer de acá?
 
Filumena: Qué mujer?, qué dice?
 
Eliseo: Una con la mantilla que le cubría el rostro.
 
Filumena: No. No vi a ninguna.
 
Eliseo: Una con el rostro tapado...
 
Filumena: Qué pasa? Son de una sociedad masónica? Usted con ese capote y ella con la mantilla? Se ponen antifaces como los villanos?
 
Eliseo descubre el rostro. Es un hombre hermoso, resplandeciente, con una cicatriz muy notoria en la cara.
 
Filumena: Ah!
 
Eliseo: No me mire así.
 
Filumena: No es por horror. Pero es horrorosa la cicatriz.
 
Eliseo: Me la hice en la guerra.
 
Filumena: Qué guerra?
 
Eliseo: Me la hice porque me caí y me dí con el pescante del carro del lechero.
 
Filumena: Estaba borracho.
 
Eliseo: Llovía a cántaros.
 
Filumena: Tápese mejor.
 
Eliseo: Me rebanó la cabeza. Estuve en el hospital un tiempo largo, largo. Ahí me zurcieron y me dieron unas medicinas especiales para la sutura. Yo había olvidado todo, todo.
 
Filumena: las deudas.
 
Eliseo: Las deudas también. Pero resulta que un día, cuando ya salí del hospital, se me acerca un caballero que dice ser el dueño de un almacén.
 
Filumena: Un acreedor.
 
Eliseo: Déjeme hablar. Me dice: Cómo está tu mujer, Eliseo? Yo no le contesto. Pero no por maleducado, no. No le contesto porque yo no sabía que me llamaba
 
Eliseo. Se me había olvidado el nombre. En el hospital me llamaban Jenaro.
 
Filumena: Jenaro, eh.
 
Eliseo: Déjeme terminar. Jenaro, qui. Jenaro, lá. Como no tenía dónde ir hacía arreglitos en el hospital... componía los caños rotos, pintaba las paredes; a la sala de los locos sifilíticos la pinté de amarillo clarito, para descansar la vista...
 
Filumena: Mire, no tengo todo el día. Apure el cuento.
 
Eliseo: Le estoy tan agradecido que me escuche. No tengo con quién descargar el corazón. De verdad que yo aprecio su buena voluntad hacia mi persona...
 
Filumena: Habla o no habla?
 
Eliseo: Espere. Sí. Usted me confunde con otro, le digo al caballero. Pero el caballero dice: Má, cómo voy a confundirte si yo fui el padrino de tu casamiento con la
Pina? Yo fui al bautizo de tu única hija. Ah, la Madona! Me quise morir en ese momento, que un rayo baje del cielo y me parta, que la tierra me trague... ¡Yo estaba de novio con la enfermera de noche, la señorita María Valdivieso! ¿Qué voy a hacer yo? ¿Qué voy a hacer? No le creí nada al caballero, pero él insistió y me dio las señas. Dice que la que era mi mujer viene a rezar acá todos los días. Se arrodilla y llora; es devota de San Antonio. Le pide al santo que le devuelva el marido.
 
Filumena: Hay que creer en los milagros, eh.
 
Eliseo: ¿Qué me dice usted? La conoce?
 
Filumena: Usted no se acuerda nada, nada de ella?
 
Eliseo: No.
 
Filumena: Si era rubia, de cabello oscuro, si era escrofulosa, o con el labio partido...?
 
Eliseo: Nada, nada.
 
Filumena: Hay que tener fé, Eliseo.
 
Eliseo: ...
 
Filumena: Esa mujer soy yo. Tu Giuseppina Papalardo.
 
Eliseo cae sentado de la impresión.
 
Eliseo: No puedo creerlo.
 
Filumena: Es tu buena estrella, Eliseo. Agradece a ella y al santo. Vení, recemos a San Antonio.
 
Eliseo: Dónde está mi hija? Mi hija querida, la que dicen que yo tenía.
 
Filumena: La mandé a Italia. Allá va a un colegio de monjas que la educan muy bien. Te envía sus saludos.
 
Eliseo: ¡Ella, ella! Cómo se llamaba?
 
Filumena: ¡Qué importa! Hablemos de nosotros.
 
Eliseo: No es posible, Giuseppina. Yo estoy por casarme con la enfermera Valdivieso.
 
Filumena: Y cómo será eso, Eliseo? Si estás casado conmigo. Cómo va a venir esta... esta señorita pinchaculos a querer ser tu esposa?
 
Eliseo: Ella, ella es toda mi fortuna...
 
Filumena: Bueno, bueno. Pintando paredes en el loquero muy rico no te habrás hecho.
 
Eliseo: Giuseppina, quiero pedirte un favor.
 
Filumena: No. Hace años que espero por un marido y ahora tengo un marido. No te concedo ningún favor.
 
Eliseo: Mira, Giuseppina, escúchame primero. Mi fidanzatta, ella, no es una muchacha pura.
 
Filumena: No quiero pensar qué estás insinuando.
 
Eliseo: Ella, ella... espera un acontecimiento. Comprendes?
 
Filumena: Yo también, yo también. Lo esperaba y acá llegó.
 
Eliseo: No, no. Está mal que revele este secreto en la casa de San Antonio, pero ella espera este acontecimiento para septiembre.
 
Filumena: Faltan sesenta y cinco años para que vuelva a pasar el cometa. Aparte la vez anterior casi se mueren todos del susto, creyendo que se quemaba la tierra, así que... ¿por qué ella iba a estar feliz con la llegada del Halley? Tiene un específico para el tratmiento de los quemados? No veo de qué estás hablando, Eliseo.
 
Eliseo: Un hijo, espera. Un hijo mío.
 
Filumena (fuera de sí): ¡Cretino, canalla! ¡Mal marido, mal hombre! Traer un bastardo a nuestra casa!!!
 
Eliseo: Basta, basta, por favor. Su padre, mi suegro, mi futuro suegro. Cuando sepa el estado en que ella está y que yo no puedo casarme con la hija, él me matará.
 
Filumena: Mala suerte.
 
Eliseo: Giuseppina, te lo ruego.
 
Filumena: El que vive en pecado, vive en pecado y punto. No se habla más.
 
Eliseo: Me perseguirá, me matará de un balazo.
 
Filumena: Mi tía Erminda tiene una casita en el campo. Linda, pequeñita. Hay dos perros canelos, algunas gallinas. Podrás descansar.
 
Eliseo: Ese hombre es capaz de perseguirme hasta el fin del mundo.
 
Filumena: Las lámparas tienen pantallitas de colores, hay manteletas que tejí yo todas en punto santa cruz y alguna que otra fantasía... Tuve que tejer para afuera para poder vivir, Eliseo, y para pagar a las monjas que atienden a Amandita. Apiádate de mí, Eliseo.
 
Eliseo: No puedo, no puedo.
 
Filumena: ¡Pero qué hombre terco!
 
Eliseo: Vine a proponerte un trato.
 
Filumena: Ni soñando! Me perteneces como un perro pertenece a su amo. Y ningún amo le da la libertad a un perro que puede morder a un inocente transeúnte.
 
Eliseo: tengo unos ahorros.
 
Filumena: ¿Qué?
 
Eliseo: Quiero entregarte mis ahorros.
 
Filumena: Te agradezco, pero...
 
Eliseo: Por todos estos años que te hice perder en la espera y por el tiempo que pasaste conmigo. Por Amandita.
 
Filumena: Podés guardarte tus pesos roñosos. No voy a dejarte libre. Voy a denunciarte ante el cura, el obispo, ¡el Papa si es necesario! Ah, el Papa a mí me va a escuchar. Ese sí que me va a oír bien lo que llevo para decirle.
 
Eliseo: Son dos mil pesos.
 
 
Silencio abismal.
 
 
Filumena: Qué?
 
Eliseo: Trabajé día y noche. Para olvidar las cosas de las que no me acordaba. Es dinero honrado, Giuseppina, tomálo.
 
Filumena (temblorosa): No, no puedo. Yo no puedo, Eliseo.
 
Eliseo: Voy a dejarlo sobre el altar del santo. Si vos no lo tomás, entonces quedará ahí y cuando venga el sacristán sabrá que hacer con él.
 
Filumena: Chupárselo. Se la pasa tirado borracho entre las imágenes viejas.
 
Eliseo: Mandáselo a las monjas.
 
Filumena: Creo que lo mejor es...
 
Eliseo: No, no. Tomálo.
 
Filumena: Déjalo ahí. Dejámelo pensar.
 
Eliseo (deja el dinero en el regazo de Filumena): Adiós, Giuseppina. Estaba escrito, es el destino. Era de Dios que no íbamos a terminar juntos.
 
Filumena (casi llorando) Adiós, Eliseo.
 
Filumena llora desconsoladamente al santo.
 
 
 
Entra Pina.
 
 
Pina: Usted, ¿llorando?
 
Filumena: Se burla.
 
Pina: ¡Pero, no! ¡Cómo me voy a burlar, querida! Ya llegará el que espera su alma, el que será el padre de sus hijos.
 
Filumena: Ya llegó, ya llegó. Pero es culpa de este que te da y te quita. Caprichoso!
 
Pina: No hable así del santo. Le voy a decir más. Le traigo de vuelta su escapulario. Cuando salí de acá me crucé con la señora de Arrizabalaga, me ofreció lavado y planchado. Una pila así de sábanas y cobijas. Yo le dije que sí y le pedí un adelanto. Esto es suyo. Tome. (Le entrega el escapulario.)
 
Filumena (más rabiosa): ¡No, no! Tengálo! Tírelo a la basura. No quiero nada donde esté ese malandrino de Antonio! (al santo) Malo, malo! Qué te hace hacerme una gracia a mí? Por qué me odiás tanto?
 
Pina: Cada cosa tiene un tiempo. Lo dice la Biblia. Yo también hace mucho que pido y sin embargo...
 
Filumena: No se le va a cumplir nunca.
 
Pina: ¿Qué dice?
 
Filumena: Tuve una visión.
 
Pina: Usted?
 
Filumena: Piense lo que quiera. Su marido se escapó con otra.
 
Pina: Cómo, cómo? Me parte el pecho una noticia así.
 
Filumena: Bueno, fue una visión. Se me apareció su marido... era bajito así, con los ojos saltones de buey? Ah, sí. Era él. Se casó allá adonde fue a pelear, en Italia, con una signorina. Pero no tiene hijos.
 
Pina: ¡No puede ser!
 
Filumena: Las visiones no mienten.
 
Pina: ¡No puede ser!
 
Filumena: Consuélese. Mire, de acá para abajo (se señala la cintura) está muerto. Le cortaron los diez dedos de los pies porque tenía gangrena y después, por las dudas que la gangrena hubiera dejado una raíz, le cortaron las piernas. No llore, Pina. Me va a hacer llorar a mí de nuevo. Está tullido, pero es feliz. De usted ni se acuerda.
 
Pina: Cómo es la otra mujer que tiene?
 
Filumena: Eh... Mucho no le presté atención.
 
Pina: Es más linda que yo?
 
Filumena: Pero, no Pina! Cómo se le ocurre? Es un esperpento, un loro, una mona vestida. No, no. Usted es bellísima, ese porte, esas piernas largas, parece Betty Grable.
 
Pina (llora): ¡Y yo! ¡Yo desprecié por su culpa al verdulero! ¡Al sastre que me regaló un tapadito de pelo de camello para la Amanda! ¡Al sombrerero, don Cosme, que me hizo éste que llevo...!
 
Filumena: Muy mono.
 
Pina: Desprecié al lechero, al panadero, al tintorero... y con ninguno me subí la pollera más allá de las ligas...
 
Filumena: Mal hecho.
 
Pina: ¿Qué dice?
 
Filumena: Bien hecho.
 
Pina: A tantos, a hombres tan buenos y trabajadores desprecié por ese... ese palurdo... ese cretino de mi marido...
 
Filumena: Es el destino.
 
Pina: Mire, yo no creo en el destino.
 
Filumena: Yo tampoco. Es un decir.
 
Pina: Qué haré ahora? Por quién voy a llorar?
 
Filumena: Por el sastre, el sombrerero, el panadero, el tintorero...
 
Pina: Ay, ay. Cuántos eran y tan apuestos!
 
Filumena: Hace un momento vino una vieja. Directo de la sacristía. Y me dijo: Como mi hija se ha muerto virgen, Filumena, te dejo este dinero para tu dote y que te cases tú. Tome, mire. Para las dos.
 
Pina: ¿Qué vieja? ¿Qué hija?
 
Filumena: No pregunte. Alguna tísica que reventó antes de dar el sí. Venga, contemos. Uno para usted y uno para mí...
 
Pina: Para qué quiero la plata de esta muerta? Qué hago yo con la plata?
 
Filumena: Se compra un vestido.
 
Pina: Un vestido?
 
Filumena: y le coquetea al almacenero, al panadero, al sastre, al sombrerero, al picapedrero, al martín pescador y a cuanto haga falta y se pasee debajo de su balcón. Si Antonio no nos trae los hombres, habrá que salir a buscarlos...
 
 
Filumena y Pina reparten el dinero.

Apagón

 
 
***
 
 
 
 
 
Telaraña*
 
 
 
De una concepción tardía
fui arrojada al hueco
de esta duración que siento...
poblada de telarañas.
Del otro lado está el grito,
(mi eco repetido al infinito)
y es el ansia de alcanzarlo
exigencia dolorosa
hambre
miedo
urgencia
de derribar las murallas,
de componer las distancias
hasta ahogarme en los latidos
de una danza sin represas,
maga
intensa
libre
suelta.
motivadora de encuentros
sobre la tela en acecho.
 
 
*De Miryam Colombotto Seia. miryamseia@cablenet.com.ar
 
 
 
 
 
 
 
 
 FRÁGILES ANDAMIOS*
 
 
 
No se ustedes.
 
Pero yo,
cada día.
Veo más frágiles
a esos andamios
de la repetición.
 
Por donde voy.
Adonde vamos.
Cada uno y cada cual.
Tan aferrados.
 
 
 
*De Eduardo Francisco Coiro. inventivasocial@hotmail.com
 
 
 
 
 
 
 
*
 
 
tenemos dos manos
dos ojos
un corazón
y hasta donde sé
dos cuerpos
uno
el evidente
el que miramos en el espejo
el otro
el invisible
el que nos duele en las vísceras hasta encontrarlo
es el cuerpo del otro
ese otro que se anuncia
a veces con nombres falsos
y otras con el que de algún modo misterioso
coincide en forma y peso
con la geometría ambulante que somos
entonces sí
andamos completos
como debe ser
y caminamos las calles con dos cuerpos
nos sentamos en las heladerías con dos cuerpos
y ciertamente andamos más livianos
y más felices
y menos atentos a los quehaceres diarios
porque andamos enamorados de ese nuevo
pájaro antropomórfico que somos
y si reímos con una boca
otra boca se ríe con nosotros/
 
 
*De León Peredo. gustavojlperedo@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
*
 
 
animarse
 
dejar de repetir
tentar la vida
sin saber
 
como un soplo hace
 
 
*De Alejandra Alma. almaalma3h@gmail.com
https://www.facebook.com/alejalma
 
 
***
 
INVENTREN
Próximas estaciones:
  
SALADILLO NORTE
-Por Ferrocarril Provincial-
 
SAN SEBASTIÁN
-Por Ferrocarril Midland-
 
-Colaboraciones a inventivasocial@yahoo.com.ar
 
 
InventivaSocial
Plaza virtual de escritura
 
Para compartir escritos dirigirse a: inventivasocial@yahoo.com.ar

 



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