lunes, febrero 11, 2008

RESPLANDECE EN UN CIELO LEJANO...

LAS INCREDULAS SANGRES*


que llegaron sobre la incertidumbre de los veleros
por los ríos del viento y de la mar
ya se han convertido en tierra cotidiana y en palabras que esperan
sorteando con milagro toda perplejidad miedo y escombro...

nadie sabe el nombre de la vida...

igualmente
cada uno celebra los ritos que calladamente siguen las sangres
mezcladas con las sangres también incrédulas que fueron destruídas
sumidas habitantes de la color quebrada de las gentes
que perduran hablando obscuras claridades
desde los vastos grumos que ignoran y transcurren
sonando como ecos que albergan las tramadas herencias licuándose
entre las que lo sagrado
sucede por los cantos enmedio del silencio...

incrédulas de forma y jerarquía
las sangres traman su coinsistencia desde los abrazos y luego
la nostalgia de su ausencia que da sitio a los nombres en el lugar de
convivir
mientras la espera se consuma...

nadie sabe el nombre de la vida...

pero todos seguimos perdurando y marchando hacia el río y queriendo creer
hasta que la alegría nos consuela con su milagro desde el gran misterio
al que solamente los cantos atinan
respetuosamente
contagiándose de amor y alimentándonos durante la andadura de los días

premio de toda la existencia

acaso y ojalá
de luz...


*de horacio c. rossi, en la terraza terrazio@ciudad.com.ar



RESPLANDECE EN UN CIELO LEJANO...



CADA VEZ HAY MAS LIBROS QUE INTENTAN REBATIR SUS IDEAS Y HASTA BLOGS QUE
AGRUPAN A SUS CRITICOS

Michel Onfray, el filósofo francés que desafía a los círculos académicos*

Disconforme con el modelo educativo tradicional, creó una universidad donde no toman exámenes ni dan títulos. Sus textos combinan la filosofía con la gastronomía, la religión, el anarquismo y la búsqueda del placer.

*Por Héctor Pavón

EXITOSO. EN FRANCIA, SU "TRATADO DE ATEOLOGIA" VENDIO 200 MIL EJEMPLARES.
AQUI CADA VEZ TIENE MAS LECTORES.


Hay una universidad en la ciudad de Caen, Francia, donde un filósofo llamado Michel Onfray dicta clases ante auditorios masivos. No son alumnos tradicionales, son personas que van a la universidad a aprender sin buscar títulos sino saberes finamente seleccionados. Ese espíritu es el que rige la
escritura de este pensador que se mantiene alejado de los círculos académicos, a los que suele defenestrar. Produce textos libres que combinan filosofía con gastronomía, religión, anarquismo, historia y la búsqueda del placer, entre otras disciplinas y ocurrencias.
Muchos de esos libros (escribió más de cuarenta) se han editado aquí o importado y se leen apasionadamente. Tan sólo durante el año 2007 se publicaron cuatro: La filosofía feroz (Libros del Zorzal); La potencia de existir. Manifiesto hedonista (De la Flor); El cristianismo hedonista.
Contrahistoria de la filosofía II y Las sabidurías de la antigüedad (Anagrama). Hay un interés creciente en su pensamiento y en su actitud antiintelectual que seduce y multiplica lectores argentinos.
En los 90 algunos de sus libros comenzaron a circular: La razón del gourmet y El vientre de los filósofos, por ejemplo. Esa ocurrencia de analizar desde la filosofía los hábitos culinarios llamó la atención y su nombre comenzó a circular en librerías, facultades y círculos de discusión filosófica por
fuera de las universidades. Después se conoció un muy entretenido libro sobre la vida de los filósofos cínicos y de Diógenes en particular, Cinismos. El ateísmo y el hedonismo son los temas que ocupan su pensamiento desde siempre.
El libro Tratado de ateología vendió 200 mil ejemplares sólo en Francia y también provocó reacciones subidas de tono por parte de todo tipo de grupos religiosos. Se publicaron tres libros que intentaban rebatir sus postulados y también se abrió un blog titulado "Contre Michel Onfray". Allí hacen cola
intelectuales y creyentes en general para pegarle a Onfray. Dice el blog: "Michel Onfray, nacido en 1959 (después de JC) pretende desquiciar todo.
Inspirado en las corrientes de ideas marxistas y nietzscheanas, predica la descristianización. Sus propuestas son virulentas, cultiva el desprecio, propaga ideas calumniantes y blasfemas". Se podría decir que también se encargó de historizar el placer o su carencia. El suyo también es un camino
para fustigar al cristianismo y al mismo tiempo rescatar, en El cristianismo hedonista, a santos heréticos y sabios licenciosos cristianos que participaron de banquetes sexuales.
Onfray tuvo una infancia muy dura, sin familia. Gracias a la filosofía se repuso de un duro comienzo: "La filosofía me permitió sobrevivir a la tragedia que fue para mí ser enviado a un orfanato por mis propios padres cuando yo tenía diez años. Los libros, la lectura me salvaron en ese momento y después, me garantizaron la salvación nuevamente en mi adolescencia, cuando la filosofía funcionó en mí como el sentido, la verdad, la certeza, la razón que nadie me había transmitido: creo que la filosofía es una
terapia, lo que siglos de filosofía mostraron, siempre que no fueran cristianos...", dice desde Argentan, su ciudad natal.
Onfray utiliza una ametralladora de ideas. Son metrallas tan celebradas como resistidas. Lectores apasionados como enfurecidos lo leen.



Por la senda de Pan*

*Esteban Ierardo

Para algunos, el bienestar del alma resplandece en un cielo lejano. Esta es la ladera elegida por San Pablo de Tarso y los seguidores de la cruz. O la plenitud es la del cuerpo reconciliado con la sutilidad del espíritu, que bebe con placer los licores terrestres. Es el sendero de Pan, Dionisos y Venus que ahora reivindica Michel Onfray, quien continúa la disección nietzscheana de la difamación de la vida como placer corpóreo perpetrada por los monoteísmos: el judaísmo, el cristianismo y el islamismo. Onfray defiende las filosofías libertarias y hedonistas de la antigüedad pagana: el cínico Diógenes, los hedonistas Epicuro o Lucrecio. En el pensador galo, una meditación sobre los cálculos epicúreos del placer coexiste con la importancia filosófica de la gastronomía o de los relatos amorosos. Sin
embargo, el que la religión haya derivado en institución de poder no suspende de por sí el misterio de la existencia misma de la vida gozosa (pondera Onfray). Y la exploración de este enigma por místicos, artistas o pensadores es una forma también de lo placentero: placer "religioso", ontológico, indagador. Palpitamos en un río temporal cuyo lecho insiste en su ocultamiento. Recordar las ondulaciones enigmáticas del ser no es incompatible con las exhalaciones del placer que invoca hoy un francés
heterodoxo.


*FUENTE: CLARÍN
http://www.clarin.com/diario/2008/02/11/sociedad/s-03401.htm







La tierra incomparable*


(fragmento)

*de Antonio Dal Masetto




ONCE


Del otro lado del vidrio el mundo comenzó a detenerse y Agata vio, avanzando hacia ella, el cartel que decía Trani. El muchacho de los auriculares, el único que aún quedaba en el compartimiento, cargó con su valija a lo largo del pa­sillo, la depositó en el andén, le tendió una mano para ayu­darla a bajar, le deseó buena suerte y volvió a subir.
Soplaba el viento, comenzaba a oscurecer y había faro­les encendidos alrededor. Agata vio un cerro, ahí nomás, por encima de la estación, negro y con un gran tajo claro en el medio, abierto por los trabajos de extracción de gra­nito. Se quedó parada junto a la valija y sintió que, después de la prolongada inercia del viaje, no le sería fácil moverse. Ahora que había llegado, no era euforia lo que la invadía sino el comienzo de un inexplicable temor. Le parecía que el aire frío presionaba sobre ella como una gran carga, y que aquel andén era el camino más largo y trabajoso que le había tocado enfrentar en su vida. El tren arrancó detrás de ella, lo oyó alejarse, percibió el vacío que se había hecho a sus espaldas y se sintió pequeña e indefensa. Después, en la estación de su pueblo, en el aire de su pueblo, en el ano­checer de su pueblo, alguien pronunció su nombre:
—Agata.
Al girar la cabeza se encontró con una mujer que le ten­día los brazos. Apenas tuvo tiempo de mirarla y supo que no la hubiese reconocido. Al separarse del abrazo e inter­cambiar las primeras frases, detectó en aquella cara algu­nos rasgos que le recordaron a su hermano muerto. Pensó que Elvira tenía ocho años cuando ella había partido, que había pasado mucho tiempo, que no sabían nada la una de la otra y que, en resumen, eran dos desconocidas.
Salieron de la estación, metieron la valija en el coche y partieron. Anochecía rápido. Mientras Elvira le hacía pre­guntas, Agata indagaba a través de la ventanilla. Sólo vio luces a lo largo de una avenida y le dio la impresión de que había llegado a otro lugar, uno que desconocía.
El trayecto fue breve. Pararon frente a una plazoleta con una estatua de Garibaldi. Elvira vivía en un departa­mento, en un segundo piso. Subieron por una escalera mal iluminada y cuando llegaron arriba Elvira tocó timbre. Desde el departamento de enfrente llegó una voz de mujer que insultaba y ruido de cacerolas al entrechocarse. Elvira le dijo a Agata que no se asustara, que era la vecina, que estaba mal de la cabeza y siempre hacía lo mismo cuando los oía entrar o salir. Se abrió la puerta y apareció Ercole, el marido de Elvira. Detrás estaban Massimo y Anselmo, los hijos.
— ¿Cómo está, señora? —dijo Ercole tendiéndole la mano.
Era un hombre alto y la sequedad del saludo y la frial­dad de aquella mano intimidaron a Agata. Massimo y An­selmo la besaron en la mejilla y se apartaron. Hubo algu­nas aclaraciones dirigidas a los chicos acerca del parentesco y la historia de Agata, cosas que ellos segura­mente ya sabrían, pero que Elvira, por alguna razón, se sintió obligada a reiterar.
—La hermana del abuelo Carlo, la que se fue a América.
Los chicos asintieron.
— ¿Se acuerdan que les mostré la foto?
Volvieron a asentir.
Todavía estaban parados cerca de la puerta, mirándose, y Agata tuvo la impresión de que ninguno sabía qué hacer.
—Adelante, tía —dijo Elvira—, está en su casa.
La ayudó a quitarse el abrigo, le acercó una silla:
—Siéntese. Debe estar cansada.
Agata se sentó.
— ¿Un café?
Elvira fue a la cocina y Ágata quedó sola con Ercole y los chicos. Le preguntó a Anselmo y a Massimo qué edad tenían y contestaron que catorce y trece. Les preguntó a qué colegio iban. Se lo dijeron y Agata comentó que de­bía ser nuevo, en su época no existía. Ercole caminó por la habitación, abrió un cajón y se puso a revisar unos pa­peles.
— ¿Qué tal el viaje? —preguntó sin mirarla.
Agata dijo que en general bien, salvo el robo de los do­cumentos. Contó algunos pormenores, su impresión de Roma, habló de las gitanas y lo que le había contado Sor Verónica.
—A esa gente habría que cargarla en camiones y tirarla en alguna parte, ¿no le parece? —dijo Ercole.
—No sé —dijo Agata sonriendo.
— ¿Qué es eso de que son menores, que no tienen docu­mentos ni domicilio? Hay que apilarlos como la basura y llevarlos bien lejos para que no vuelvan más.
Desde la cocina Elvira gritó:
—Este es un país de grandes principios, un ejemplo de civilización; esas cosas no se pueden hacer.
Ahora Ercole se había acercado a Agata, estaba parado frente a ella, habló mirándola a los ojos y la voz sonaba amenazadora. Era como si la estuviera acusando.
—Muy civilizado, muy democrático; pero, mientras tan­to, los que mandan se roban todo —dijo.
—Listo el café —dijo Elvira que volvía con una bandeja.
—No se salva nadie —siguió Ercole—. Todos delincuen­tes. Ya se dará cuenta.
—No la asustemos, pobre tía, acaba de llegar —dijo Elvira.
Los chicos permanecían quietos en un sillón. Agata ad­virtió que la observaban con rara curiosidad, como si fuese un animal exótico, y comenzó a sentirse incómoda. Ercole encendió un cigarrillo, se sentó mirando la pared y no vol­vió a abrir la boca. Elvira, en cambio, mientras servía y azucaraba el café, no paraba de hablar y Agata sintió que lo hacía para evitar el silencio que sobrevendría si también ella callaba.
Terminado el café, Elvira le mostró el departamento y reiteró lo que había anticipado en la carta: la casa era chi­ca pero ya se arreglarían. La guió al cuarto de Massimo y Anselmo, donde Agata dormiría. Los chicos mientras tanto se acomodarían en el living, donde había un sofá y habían trasladado una de las camas.
—Póngase cómoda, desempaque sus cosas, avíseme si necesita algo, dentro de un rato cenamos.
Agata abrió la valija, sacó los regalos y colgó algunas prendas en el placard. Cuando Elvira la llamó, le entregó los paquetes. Eran una blusa para ella, un adorno para la casa, dos juegos para los chicos, un pañuelo de cuello para Ercole y una caja de alfajores. Cada uno abrió el que le correspondía y Agata no notó gran entusiasmo. Ercole tomó la caja de alfajores, la estudió y dijo:
—De esto también hay acá.
Durante la cena la incomodidad de Agata no dismi­nuyó. Massimo y Anselmo abandonaron rápidamente la mesa y se fueron a mirar televisión. Ercole, después de algunos vasos de vino, se volvió más conversador, aun­que no más simpático. Ágata, empujada por Elvira, ha­bló un poco sobre la vida en Argentina y se dio cuenta de que ninguno de los dos tenía idea de cómo era ese país ni dónde estaba ubicado, y que tampoco les impor­taba. Le preguntaron sobre su casa, si era grande, sobre las familias de sus hijos, a qué se dedicaban, cómo vi­vían: ¿tenían coche? ¿Cuántos coches? En realidad, úni­camente mostraban interés cuando se tocaba el tema económico. Agata, sometida a ese interrogatorio frío y distante, deseó que la sobremesa no se prolongara de­masiado. También ella hubiese querido formular pre­guntas, pero no hubo oportunidad.
—Acá estamos pasando tiempos difíciles —dijo Elvira—, tuvimos épocas de oro, pero ahora las cosas cambiaron.
Le explicó que ambos trabajaban y que lamentablemen­te durante el día no podrían acompañarla, salvo los fines de semana. Agata dijo que no importaba, quería recorrer el pueblo despacio, le sobraba tiempo.
Pidió permiso para usar el teléfono y llamó a su amiga Carla. Cuando levantaron el tubo del otro lado, dijo: — ¿Carla?
—Sí.
—Adivina quién te llama. Silencio.
—Soy Agata, estoy en Trani.
No pudo agregar mucho más. Carla era una catarata de preguntas y de entusiasmo. Por fin se calmó. Quedaron en verse a la mañana siguiente.
—Mi nieta te pasa a buscar antes del mediodía —dijo Carla.
Agata colgó y tardó en reponerse. Permaneció sentada, con la mano todavía sobre el teléfono, mientras trataba, sin lograrlo, separar la voz que acababa de oír de la ima­gen de la Carla que había dejado cuarenta años antes. Des­pués fue a la cocina y quiso ayudar a Elvira, que estaba la­vando los platos.
—Debe estar muy cansada, tía, acuéstese, no vino a Ita­lia para secar platos.
—Siempre los seco, es una de las cosas que extrañé cuando estaba en Roma sin documentos.
Sola con Elvira, Agata se sintió más a gusto y charlaron durante un rato. De todos modos, cuando saludó y cerró la puerta del dormitorio, respiró aliviada. Tomó sus reme­dios, se pasó la pomada por la rodilla y se acostó. Desde la cama, oyó los dos chicos que en el living discutían quién dormiría en la cama y quién en el sofá. Uno argumentaba que la cama que habían trasladado era la suya, el otro que no podía dormir en el sofá porque era muy duro.
La discusión se prolongó e intervinieron Elvira y el marido. Primero les gritaron a los chicos, después em­pezaron entre ellos. Ercole la acusaba de no saber ma­nejar a los hijos. Elvira le reprochaba que nunca estaba en casa, siempre por ahí con el camión, solamente ella sabía lo que significaba lidiar con esos dos salvajes. Después se olvidaron de los hijos y sacaron a relucir vie­jas historias, se echaron en cara esto y aquello, las voces y los insultos subieron de tono y finalmente Ercole gritó que él tenía que madrugar y no estaba para perder horas de sueño porque una pariente de su mujer había llegado de América. Sonó un portazo, las luces se apaga­ron y ya no se oyó más nada.
Agata tardó en dormirse. Se quedó con los ojos abiertos en la oscuridad, repasando su día y sintiéndose incómoda en esa cama.
Por la mañana, cuando se levantó, Ercole ya se había ido. Los chicos estaban desayunando y rápidamente salie­ron para el colegio. Elvira entraba al trabajo más tarde, así que tomaron una taza de café juntas. Agata sentía que la discusión de la noche anterior no se había extinguido y que, pese a las sonrisas de Elvira, seguía pesando. Elvira le dio un juego de llaves, le reiteró que la casa estaba a su dis­posición, que se manejara a su gusto. Agata le pidió que le mostrara dónde estaba la plancha porque quería repasar su ropa. Antes de que Elvira se fuera, le dijo que debían hablar del tema dinero, quería pagar su estadía, lo mismo que si estuviese en un hotel.
—No hablemos de esas cosas, tía.
— ¿Por qué no? Yo quiero pagar mis gastos. Es lo que corresponde.
—No hay apuro —dijo Elvira—. Arreglamos al final.
—Me sentiría más tranquila si lo dejáramos aclarado ahora.
—Después. Hay tiempo.
—Prefiero que sea ahora —insistió Agata—, así puedo hacer mis números y saber de cuánta plata dispongo. Elvira dudó y después dijo:
—No sé cuánto cobrarle.
Agata mencionó el convento de las monjas en Roma.
— ¿Cuánto pagaba con las monjas? —preguntó Elvira, Agata se lo dijo y agregó:
—Si estás de acuerdo te pago lo mismo.
—Está bien —dijo Elvira.
Pero Agata sintió que no estaba bien, que nada estaba bien. Cuando quedó sola se puso a pensar en la situación, se dijo que seguramente esa gente había albergado otras expectativas, quizás esperaban a una pariente de América que les llenaría la casa de grandes regalos o vaya a saber qué. Le resulto graciosa la idea de que alguien pensara en ella como una mujer rica.
Después, mientras planchaba, trató de olvidarse del asunto y se dijo que ahora le bastaba bajar los dos pisos y salir a la calle para caminar a gusto por su pueblo. Deseó que la nieta de Carla llegara pronto.



*de La tierra incomparable, © Editorial Planeta (1994), © Antonio Dal Masetto.







Lunes, 11 de Febrero de 2008
laura yasan y samanta schweblin, ganadoras del premio casa de las americas

"La soledad es una marca de época"*

Las escritoras, que se conocieron a partir del prestigioso reconocimiento cubano, reflexionan, entre otros temas, sobre el interés que genera la literatura argentina en los concursos.

Yasan y Schweblin obtuvieron la distinción cubana en las categorías Poesía y Cuento, respectivamente.


*Por Silvina Friera

El parque Rivadavia es testigo del encuentro de dos escritoras que acaban de ganar el premio Casa de las Américas (Cuba) en los géneros poesía y cuento.
Laura Yasan y Samanta Schweblin no se conocían -Página/12 las reunió por primera vez-, pero cuando recibieron la noticia, entre incrédulas y sorprendidas, se llamaron, se felicitaron mutuamente e intercambiaron los originales premiados por correo electrónico. Yasan recuerda que el 31 de enero decidió apagar la computadora temprano, por lo que no alcanzó a leer el mensaje que le enviaron desde la isla, donde le informaban que había ganado los 3000 dólares del prestigioso galardón. Al día siguiente, recién levantada, atendió un llamado de un periodista de Prensa Latina que la quería entrevistar. No entendía nada. La "rumana", como le dicen sus amigos, creía que se trataba de un error. "¿Pero, yo recibí el premio?", le preguntó a su interlocutor cubano, emocionada, y tratando de digerir, lo más rápido que podía, en esas circunstancias, que su poemario, La llave Marylin, fue seleccionado por tratarse de "una metáfora de la soledad en la ciudad moderna, con un tratamiento original en el que destaca un lenguaje despojado e irónico, entre la imagen y el habla cotidiana", según fundamentó el
jurado. Schweblin, también el último día de enero, regresó muy tarde a su casa, pero por cuestiones laborales encendió la computadora y a eso de las dos de la madrugada leyó las felicitaciones de Roberto Fernández Retamar, director de Casa de las Américas, porque su libro de cuentos La furia de las
pestes fue considerado una obra con "una alta calidad estética, tanto por el conocimiento que demuestra de las técnicas y posibilidades del género, cuanto por la originalidad con que aborda aspectos de la realidad". A esa hora en que la ciudad duerme profundamente, la escritora empezó a saltar de la alegría en su departamento de Parque Patricios y a llamar (y a despertar) a sus amigos y familiares.
Los hombres que cruzan el pequeño puente o que pasan cerca del lago artificial del Parque, a metros de la calle Doblas, observan cómo esas mujeres se entregan a la lente de la cámara con un reposado entusiasmo. La euforia del premio parece domesticada -ambas confiesan que mandaron los originales para probar, que ni siquiera recordaban cuándo fallaba el concurso-, pero de tanto en tanto el brillo esmeralda de los ojos de Yasan o la persistencia de la sonrisa de Schweblin revelan que aún transitan por ese estado onírico que generan los premios. "Parecemos las novias de América", bromea la poeta, que reconoce la influencia de Alejandra Pizarnik, Olga Orozco, Juan Gelman y Jorge Boccanera, autores que dejaron marcas más o menos perceptibles en su obra. Yasan cuenta que cuando leyó algunos de los
cuentos de La furia de las pestes, percibió un punto de contacto con sus poemas: una atmósfera en la que prevalece la desesperación. "La unidad temática de La llave Marylin es la pulsión de muerte por depresión", explica. "El jurado argumenta que es un libro que habla de la soledad en las grandes ciudades, y creo que esa es una marca de época, son marcas sociales de este tiempo que vivimos." Aunque Schweblin coincide -"son temas que se transpiran"-, se queda pensando si en los cuentos que escribió en los últimos cinco años hay tanta desesperación. "Admito que me rondan ciertos temas que son oscuros. Me interesan los miedos ancestrales, como el miedo a la muerte, a la felicidad extrema, o el miedo a lo que no terminamos de conocer del todo. Hay varios cuentos sobre los miedos que generan la maternidad y la paternidad. Quizá parezcan cuentos demasiado oscuros", señala la narradora.
-¿Los premios abren puertas, facilitan la publicación?
Laura Yasan: -Un premio te ayuda a publicar cuando es la edición del libro, o si destinás el dinero para la publicación. Son muy pocas las formas de publicar poesía porque necesitás un editor que se interese en publicar tu obra, y como sabemos, la poesía no es material que resulte redituable, entonces se hace difícil que un editor se haga cargo de la publicación.
Hasta ahora La llave Marylin lo tenía pensado para mandar a concursos, no tenía prevista su edición porque el año pasado publiqué Ripio. La verdad es que no tenía apuro en sacar un nuevo libro.
Samanta Schweblin: -Los premios son un medio para poder lograr la publicación de un libro. Mi libro anterior, El núcleo del disturbio, lo publiqué en 2002, año trágico en todo sentido, y ni hablar para editar.
Tenía 24 años y lo pude publicar porque el libro ganó el premio del Fondo Nacional de las Artes en 2001, lo que me permitió llegar a la editorial (Destino-Planeta) y que leyeran los cuentos. Sin el respaldo de ese premio no sé si hubieran leído el libro. En el caso de La furia de las pestes está previsto publicarlo este año por Planeta, más allá de que el premio implique la edición en Cuba, y que llegue a toda Latinoamérica.
-La literatura argentina está suscitando interés, al menos entre los jurados de distintos concursos. En poesía, Gelman ganó el Cervantes; en narrativa, el Herralde fue para Martín Kohan, y Ariel Magnus ganó el premio La otra orilla, por mencionar algunos ejemplos. ¿Cómo explicarían este interés?
L.Y.: -No sé si soy capaz de contestar esta pregunta. Comparativamente con la literatura de otros países, no sé qué tiene de especial la literatura argentina... (piensa). Quizá todavía tenemos cosas para decir de manera muy dramática, con mucho peso, por todas las cuestiones que aún no tenemos resueltas. Más allá del estilo, de las formas, está lo que se dice en la obra. Tal vez lo que pueda diferenciarnos es lo que tenemos para decir en una época donde el valor del estilo se está perdiendo.
-¿Se refiere a la homogeneización que algunos perciben en ciertos escritores y escritoras premiados?
L.Y.: -Claro, sobre todo en los concursos más comerciales, donde se premia un estilo ágil que resulte más accesible para la lectura.
S.S.: -Me parece que hay una literatura consagrada y una más nueva y experimental. La crisis de 2001 le hizo bien a estas dos partes; todo se sacudió y el mapa empezó a desplegarse de otra manera. Las nuevas generaciones de escritores aparecen editadas en muchas antologías, como La joven guardia o Una terraza propia.
-Junto a la proliferación de antologías, el año pasado se editaron más libros de cuentos, y la poesía parece vivir en un estado de ebullición desde hace años. ¿El cuento recuperó terreno?
S.S.: -Sí, estoy tratando de pensar por qué se editaron más cuentos. Están los novelistas, que son los mejores "acomodados" o sobrevivientes, o los que más chances tienen de editar, y después están los poetas, que saben moverse mejor; se leen entre ellos y se comunican más. En cambio a los cuentistas
los veo más aislados, más individualistas. Pero este aislamiento fue cambiando en los últimos años. Los cuentistas empezaron a agruparse más, a publicar en antologías, que abren muchas puertas, y a participar en lecturas. Elsa Drucaroff (escritora y crítica que organiza y coordina ciclos de lecturas con nuevos narradores) es una gran mecenas de los cuentistas, una madraza que nos conoce a todos, nos lee y siempre es muy generosa y atenta con lo que estamos escribiendo.
L.Y.: -La poesía se presta más a ser leída y escuchada en público por su brevedad. Leerle al público un cuento requiere mucho tiempo de atención continua y no siempre se tiene un público educado para eso. Escuchar varios poemas seguidos es hasta placentero, si están bien leídos. El poema te llega de otra manera, y esto permite que los poetas se agrupen más por simpatías y estéticas. En estos últimos tiempos se percibe una explosión de ciclos de lectura, con micrófono abierto, en donde la gente que escribe puede también pasar y leer. La poesía está siempre en ebullición, no puede ser de otra forma porque es transgresión de la gramática, del lenguaje. La poesía está para que el poeta violente todos los códigos y las convenciones.
-¿El cuento estaría más emparentado con la poesía que con la novela?
S.S.: -Para mí son mundos totalmente diferentes. El cuento requiere una precisión que quizás esté más emparentada con la poesía que con la novela, por lo menos el tipo de narrativa que a mí me gusta, en la que no puede sobrar un punto, una coma, una palabra.
L.Y.: -Soy una poeta con una novela inédita, no es que soy una novelista frustrada ni nada por el estilo (risas). Lo que es diferente es la misión.
El cuento tiene la misión de "explicar" una historia, de transmitir los detalles de esa historia; el poema a lo sumo habla de la impronta que dejó la historia, se mueve en otro territorio, y esto tiene que ver con una visión muy propia y personal de la poesía, que para mí no debe contar una historia porque para eso está la narrativa.
-El año pasado, la poeta Diana Bellessi ganó el premio Trayectoria del Fondo Nacional de las Artes y se lo dedicó a las poetas y los poetas argentinos, que "pese a la absoluta intemperie en la que escriben, gozan de buena salud".
¿Qué opinan sobre esta situación de intemperie? ¿Es propia de la poesía?
L.Y.: -La cultura en general en nuestro país está a la intemperie, no sé si es solamente una condición de la poesía que no te reconozcan como es debido.
¿A vos te llamaron de la Secretaría de Cultura para felicitarte por el premio?
S.S.: -No, ni de la Nación ni de la ciudad.
L.Y.: -La cultura en este país vive enormemente castigada, es poco respetada y valorada. Como en todas las ramas del arte, los artistas tenemos que remar siempre contra la corriente.


http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-9176-2008-02-11.html



La ficha

Samanta Schweblin nació en Buenos Aires en 1978. Es egresada de la carrera de Imagen y Sonido de la UBA y se especializó en guión cinematográfico. Pasó por el taller literario de Diego Paszkowski y actualmente asiste al de Liliana Heker, a quien define como "su gran maestra". Su primer libro, El
núcleo del disturbio, que obtuvo el premio del Fondo Nacional de las Artes en 2001, fue publicado en 2002. Algunos cuentos de Schweblin integran distintas antologías: Cuentos argentinos (2004), La joven guardia (2005) y Una terraza propia (2006). "Fui uno de los primeros lectores de Samanta", recuerda el escritor Vicente Battista, quien en 2001 era jurado del Fondo Nacional de las Artes. "No bien leí los originales de El núcleo del disturbio supe que estaba ante una narradora excepcional: me deslumbraron
sus historias, desde la manera en que las contaba hasta el modo de ubicar naturalmente lo antinatural".

Laura Yasan nació en Buenos Aires en 1960. Publicó los libros de poemas Doble de alma (Tierra Firme, 1995), Cambiar las armas (Botella al mar, 1997), Loba negra (La bohemia, 1999), con el que obtuvo el premio Unico de Poesía Educa (Costa Rica, 1998); Cotillón para desesperados (La Bohemia, 2001), mención especial del jurado en el IV Premio Internacional de Poesía Ciudad de Medellín (Colombia, 2002); Tracción a sangre (La Bohemia, 2004) y Ripio (Nuevo Hacer 2007). Su obra fue parcialmente traducida al inglés y publicada en la antología Poetry Ireland Review (Irlanda, 2002). Integra
desde el 2000 el consejo de redacción de la revista literaria Los rollos del mal muerto. Muchos de sus poemas fueron publicados en diferentes revistas literarias del país y del exterior. Ha diseñado y coordina actualmente el programa de trabajo Palabra Virtual, talleres de creación literaria a través
de correo electrónico. Yasan concibe el poema como "un acto de valentía" y cree que esa fuerza reside "en el coraje de atreverse a decir; que la poesía es un arma y que para ser buena debe ser belicosa, debe provocar, remover, maldecir". Piensa que los poemas que "sólo reflejan superficies pulidas,
ámbitos donde el polvo y la humedad no tienen cabida, son actos cobardes que no denuncian la realidad sino que la disfrazan".

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/subnotas/9176-2900-2008-02-11.html


Textual


No es fácil la vida en la estepa, cualquier sitio se encuentra a horas de distancia, y no hay otra cosa más para ver que esta gran mata de arbustos secos. Nuestra casa está a varios kilómetros del pueblo, pero está bien: es cómoda y tiene todo lo que necesitamos. Pol va al pueblo tres veces por semana, envía a las revistas de agro sus notas sobre insectos e insecticidas y hace las compras siguiendo las listas que preparo. En esas horas en las que él no está, llevo adelante una serie de actividades que prefiero hacer
sola. Creo que a Pol no le gustaría saber sobre eso, pero cuando uno está desesperado, cuando se ha llegado al límite, como nosotros, entonces las soluciones más simples, como las velas, los inciensos y cualquier consejo de revista parecen opciones razonables. Como hay muchas recetas para la fertilidad, y no todas parecen confiables, yo apuesto a las más verosímiles y sigo rigurosamente sus métodos. Anoto en el cuaderno cualquier detalle pertinente, pequeños cambios en Pol o en mí.


*Fragmento del cuento "En la estepa", en La furia de las pestes, que se publicará este año por Planeta.
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/subnotas/9176-2901-2008-02-11.html


Textual


cuando el domingo te practica su clásica
llave marylin
y quedás estampada contra la lona gris
¿estás en el umbral equivocado
en el número vivo
en el lugar de quién?
¿es frágil como la curva de tu cuello
o es una viga negra el hierro de tu mente?
¿está el mundo debajo como un refugio lleno
o está fuera de alcance como un hombre imposible?
cuando viene a llevarte a su tierra de nadie
y te obliga a entrenar su deporte de riesgo
¿es el lunes un muro donde vas a estrellarte
o una pared de agua donde vas a flotar?
¿toda la vida?


* Poema 0800 marylin, de La llave Marylin, libro inédito.
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/subnotas/9176-2902-2008-02-11.html






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Queridas amigas, queridos amigos:

El domingo 10 de febrero del 2008 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música de los compositores peruanos Ernesto López Mindreau, Octavio Polar y Federico Gerdes. Las poesías que leeremos pertenecen a Cristina Pizarro (Argentina) y la música de fondo será de La Posta (Agentina). ¡Les deseamos una feliz audición!


ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!!


REPETICIÓN: ¡La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!
Cordial saludo!


YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com

Schießstattstr. 44 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel. + Fax: 0043 662 825067





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Que es Inventiva Social ?
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Cuales son sus contenidos ?
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Sostener la difusión de ideas para pensar sin manipulación.

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